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Relato de una cacereña

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Ciertamente, no se por que voy a escribir este relato, por que ni es un relato erótico ni tampoco ninguna fantasía especial. Solo se que fue el momento más erótico de mi vida y que fue tremendamente especial. Y aunque han pasado muchos años, y ahora se mucho del sexo y lo he practicado mucho, pero nunca he vuelto a sentir tanta excitación con aquella noche, y ojalá pudiera volver a rememorarlo y vivirlo como entonces.

Me llamo Gema, tengo 27 años, esto ocurrió cuando tenía 19 años, el 28 de Diciembre de 1993, y fue una noche muy espontánea y especial.

Supongo que ahora puede parecer bastante raro, pues ahora las chicas de 19 años son muy espabiladas y saben del sexo más que nadie, pero desde luego cuando yo era adolescente no era así, se puede decir que éramos muy mojigatas, sosas y virginales hasta la médula, más en una ciudad como es Cáceres (y en general toda Extremadura), la cual es muy conservadora y anticuada.

Por eso no era nada raro ser virgen a los 19 años, de hecho solo una de mis amigas (y éramos 7 ó 8) había perdido la virginidad (y lo había hecho con 18 años). Ahora los tiempos han cambiado, pero en 1993 las chicas perdíamos la virginidad con 19, 20, 21 ó incluso 22 años.

Yo estudie en un instituto llamado "El Brocense", en los 4 años del instituto no tuve novio formal nunca, tuve algún rollo de fin de semana que consistía siempre en darnos unos besos en la boca y alguna caricia inocente. Lo cierto es que siempre hemos sido muy crías, muy inmadura, y ni de coña me planteaba yo perder la virginidad con 19 años, pero ni echándole mucha imaginación.

Empecé la Carrera (Ingeniería de Informática) en el 92, el primer año no tuve novio y sólo algún rollo inocente y tonto. Fue en 2º cuando conocí a David, me gustaba mucho, empezamos a salir el 23 de Noviembre del 93, y lo que iba a ser posiblemente solo un rollo de dos días se fue convirtiendo en algo más importante.

David es un chico estupendo (aunque hace ya 3 años que no le veo), mide 1’85, no esta muy fuerte pero tampoco endeble, tiene el pelo castaño y los ojos marrones, es muy simpático y divertido, muy majo, un verdadero encanto, además puede llegar a ser muy dulce.

Yo mido 1’70 y peso unos 58kg, tengo el pelo negro y liso por los hombros (en el 93 lo tenía un poco más largo, pero no mucho más), tengo los ojos marrones y soy bastante normalita, aunque todo el mundo me dice que soy muy guapa, pero parezco la típica española media.

Antes del 28 de Diciembre David y yo no hacíamos nada "escandaloso", besos muy formales, chupetones muy pudorosos y caricias muy restringidas, al fin y al cabo, éramos unos críos de 19 años; puede que en Madrid o Barcelona las parejas de 19 años sean más lanzados y espabilados, pero aseguro ante una biblia que en Cáceres con 19 años eso es lo normal que hacen las parejas, y por supuesto nada de meter mano por debajo de la ropa ni de tocar zonas prohibidas aunque sean por encima de la ropa.

Todo esto hasta el 28 de Diciembre. Fue una noche normal, la más normal del mundo, nada indicaba que fuera a ser especial y todo decía que iba a ser como siempre, y estoy segura que ambos sabíamos que no iba a pasar nada, pero no se que pasó, que esa noche cambió para siempre nuestra relación.

Lo cierto es que David estaba muy guapo, llevaba un jersey gris de cuello alto muy bonito con unos vaqueros azules, y tenía el pelo corto como a mi me gusta; yo llevaba un jersey azul oscuro casi negro, con una camisa blanca debajo y unos vaqueros azules.

Fuimos a una discoteca con unos amigos de la Carrera, aunque lo cierto es que pasamos mucho de ellos, no se si por el ambiente navideño o que, pero estábamos excesivamente melosos, y bailando alguna balada nos dimos más besos que de costumbre, él me besaba con besos muy largos e intensos, y me abrazaba alrededor de la cintura, yo también le abrazaba. Al cabo de un rato nos fuimos a sentarnos y a seguir besándonos, él me acariciaba el brazo o la cintura mientras me besaba, de repente los besos dieron paso a los chupetones, pero de forma muy sutil, apartaba un poco el cuello de mi camisa y me daba un beso que casi sin darme cuenta acaba convirtiéndose en un chupetón, la verdad es que me gustaba, y mientras lo hacia me gustaba acariciarle el pelo.

El me levanto un poco el jersey por atrás, solo uno poco, unos centímetros, y me acaricio la camisa muy suavemente, luego volvió a bajarlo, y seguimos besándonos, repitió esta operación de levantarme el jersey, acariciarme y bajármelo varias veces, no era nada raro, lo solíamos hacer muy a menudo, además él sabia que eso me encantaba, las caricias me encantan, pero esa noche en la disco me gustó más que de costumbre.

Al cabo de media hora decidimos irnos de la disco, cogimos los abrigos y nos fuimos a la calle, pensaba que nos íbamos para casa, además estoy segura de que él también pensaba que nos íbamos para casa, lo que pasó fue totalmente espontáneo. A unos 20 metros a la derecha de la salida de la disco hay una esquina un poco oscura, de hecho más de una vez nos habíamos parado allí a besarnos y de nuevo lo hicimos. El me desabrochó el abrigo y yo el suyo, no hacia mucho frío, en absoluto, a pesar de ser 28 de Diciembre (y eso que en Cáceres, los Inviernos suelen ser muy pero muy fríos, lo aseguro). Nos abrazamos ambos por la cintura al compás de los besos y algún que otro chupetón inesperado.

El volvió a jugar a eso que tanto le gusta de levantar un poco el jersey y volver a bajarlo, para eso es muy fetichista, le encanta enredar con la ropa, y ese jersey desde siempre le gustó mucho, yo en cambio no soy tan fetichista aunque si me gustaba como vestía esa noche y en general. En más de un momento trató de tocarme los pechos por encima del jersey, pero yo me corté mucho, y se lo impedí, ahora suena raro tantos años después, pero juro ante una Biblia que esa época me cortaba mucho, además era muy tímida en todo. El siguió jugando a lo del jersey, aunque esta vez lo levantó más de lo normal, por encima del ombligo, muchos centímetros, y metió la mano por mi espalda acariciando mi camisa de una forma muy dulce y suave, fue genial, fue tremendamente sensual y excitante, muy bonito, a mi me encantó, fue una maravilla.

Solo se que poco a poco se fueron desencadenando los acontecimientos, los chupetones se fueron sucediendo a mucha más velocidad, y yo le bajé el cuello de su jersey y empecé a dárselo también (y juraría que yo nunca los daba, pero nunca), el hecho es que él empezó a desengancharme la camisa del vaquero, pero tan lenta y sutilmente que no me enteré de nada, no me enteré en absoluto, de hecho estoy casi segura 100% de que si me hubiese enterado no le hubiera dejado, caray, estábamos en la calle, medio ocultos, pero en la calle. Solo se que él lo hizo y que solo me enteré cuando empezó a desenganchármela por delante, lo cual no me hizo mucha gracia.

Me dijo que le daba mucho morbo verme con la camisa por fuera del jersey y del pantalón, que le daba morbo la camisa por fuera, lo cual para mí es una tontería absoluta, pues estaba totalmente ridícula, farragüa y hippy con esas pintas, sobre todo ridícula ya que la camisa era grande y se notaba cantidad que estaba por fuera, pero con lo fetichista que él era no me extraña que le encantase verme tan ridícula y poco elegante.

Seguimos acariciándonos, una cosa que él solía hacer mucho era meterme la mano en los bolsillos de atrás de los vaqueros y apretar, además lo hacía genial, pues siempre apretaba cuando me daba un chupetón en el cuello, era muy sensual ese momento, tremendamente sensual. Lo malo es que ya se desmadró la cosa más de lo que nunca supusimos. Metió la mano por debajo de la camisa por la espalda, y aunque tenía la mano helada, me gustó, me dio un montón de escalofríos, pero enseguida me sentí incomoda y le obligue a quitarla, no solo por el frío sino porque no empezaba ya a controlar la situación, y en eso, sobre todo en mi adolescencia he sido siempre muy calculadora, controladora e incluso algo artificial con mis instintos.

En cierta manera parecidos dos personas totalmente distintas, en nada nos parecíamos a nosotros mismos, esa forma de comportarse tan lanzada no era tan habitual ni en él ni mucho menos en mí, cierto que ese día ya llevábamos un mes y 5 día saliendo juntos pero aún así no teníamos la suficiente confianza para hacer este tipo de cosas, no me cansaré en insistir lo tímidos que éramos tanto él como yo.

Todo se acabó en la calle cuando él muy suave y discretamente empezó a acariciarme por todo el pantalón, primero por el culo apretando con picardía casi infantil, luego deslizando hasta los muslos, ambas manos al mismo tiempo, con una coordinación asombrosa, y eso que se supone que lo hacía inconscientemente mientras me besaba, es increíble, juraría que ni muy conscientemente hubiera conseguido mover las manos tan coordinadamente hacía los muslos como lo hizo en ese momento. Todo iba bien hasta que puso sin titubear mucho su mano derecha en mi entrepierna, debo reconocer ahora (cosa que jamás reconocí cuando pasó a los 19 años) que ese momento si me pareció muy erótico y tremendamente sensual, sentí un escalofrío tremendo, un subidón, ya que él se atrevió a apretar con su mano mi entrepierna, enseguida me cabree y lo dejamos, me enfadé bruscamente, aunque no tanto como yo misma hubiera esperado. Paramos de golpe, puedo jurar que él se acojono al verme tan enfadada, me bajé el jersey y me abroché el abrigo, ni siquiera volví a meterme la camisa por dentro del vaquero, solo quería irme de ahí.

Poco a poco se me pasó el disgusto, y a los 10 minutos íbamos ya de la mano agarrados divirtiéndonos mucho y riéndonos de las tonterías que decía David, pero cuando quería era el tío más divertido y majo que puede existir en el mundo. Y no se como acabó convenciéndome entre tantas coñas, chistes y chorradas pero me convenció para que me quedase más tarde esa noche en el ático de su casa. David vivía en un 2º piso, pero el ático que estaba en el 5º también era de su familia, más que un piso parecía un armario trastero, lleno de cosas con polvo y pequeñísimo (yo creo que unos 40m2, pero no me acuerdo mucho), de lo que siempre me acuerdo de ese ático es que había una bicicleta, una diana con dardos clavados y un colchón gordo en el suelo, ah, y unas ventanas muy pero que muy pequeñas. Y lo curioso de todo, a pesar de tener ese aspecto tan cochambroso y viejo, disponía de luz y calefacción perfecta (aunque sinceramente nunca aprendía a poner la calefacción, era un ritual rarísimo que solo David sabía, y mira que intenté aprender).

A ese ático siempre hemos ido con muchos amigos de la peña, legendarias son las partidas de parchís, cartas o incluso ajedrez que hemos echado allí un mogollón de gente, pero podría asegurar (ahora no estoy segura) de que solos David y yo nunca hemos estado. Aunque si soy sincera reconozco que en ese momento si me apetecía estar a solas con él. David empezó a hacer un poco el tonto bailando agarrados en plan romanticón sensiblero, lo hacía mitad en broma mitad en serio, pero eso a mi me divertida, era majo a rabiar. La cuestión es que de nuevo empezó con lo de levantar el jersey poco a poco mientras me besaba en el cuello, y de repente, me echó una mirada picarona y una media sonrisa que nunca he olvidado, fue una mirada muy especial, la mirada más especial que pueda haber en el mundo, se acercó a mi oído y empezó a susurrar lenta, pausada y románticamente lo preciosa y bonita que era, que era la cosita más linda del mundo y que estaba impresionantemente guapa con ese jersey con el cual fue jugueteando subiéndolo y bajándolo, hasta llegar a un punto que me lo subió por encima de los pechos.

Yo aún tenía la camisa por fuera del pantalón por lo que mi aspecto era, si cabe, aún más ridículo pero a él parecía gustarle verme así. Muy seguro de si mismo desabrochó el botón más debajo de mi camisa, yo no dije nada, de hecho me gustaba, e inesperadamente se arrodillo delante mía, abrió un poco el hueco de la camisa y me debo en el ombligo, me entró un cosquilleo tremendo, algo indescriptible, volvió a hacerlo, besos cortos y rápidos, me gustaba cantidad, estando arrodillado volvió a subir sus manos por mi vaquero hasta situarla en mi culo el cual acaricio como nunca lo había hecho antes mientras yo le acariciaba el pelo dejándome llevar. De nuevo se atrevió a poner la mano en mi entrepierna y apretó, pero esta vez no me enfade, se que me gusto por que al hacerlo yo le acaricie su cuello con más fuerza, cada vez apretó con más fuerza hasta un poco que me hizo soltar un pequeño grito entrecortado y profundo, yo misma me quede flipada por ese gritito tan raro.

El se incorporó, se acercó a mí, me cogió el jersey, lo subió lenta pero tajantemente y me lo quitó del todo por encima del cuello, no puse ni un pero, de hecho quería que lo hiciera, él lanzó el jersey lejos, ni siquiera vi donde cayó (y eso que se suponía que ese jersey era lo que más le gustaba de mí) y me empezó a besar apasionadamente en la boca y en el cuello mientras me acariciaba la espalda, fue bordeando mi espalda y moviendo sus manos pero en distintas direcciones, una hacía mi cuello y otra hacia mis pechos, los cuales acaricio inocentemente, yo le miré un poco cortada pero no dije ni hice nada, simplemente me estaba dejando llevar (algo muy inhabitual en mí y más siendo tan adolescente), ya a partir de ahí nada me parecio inapropiado y lo más normal del mundo. Me desabrocho el botón de una manga y luego el de la otra manga, se colocó detrás de mí, se arrimó hasta chocar su entrepierna con mi culo, arremangó las mangas de la camisa lo máximo que pudo y empezó por detrás a acariciar los pechos como nunca antes lo había hecho.

Yo empecé a estar realmente excitada, antes de que me diera cuenta él se quito su jersey a una velocidad endiablada tirándolo lejos, y sin cortarse un pelo se quitó también la camiseta tirándola a otra parte distinta al jersey. Entonces fue cuando me fije en su erección, me asuste un poco, muchas veces a lo largo del mes anterior él se había empalmado pero nunca me fijaba en eso y no le hacia caso; pero ver ese bulto en la entrepierna de su vaquero me quedo bastante atónita y sin saber que hacer, lo cual no hacía falta, pues él sabía ya muy bien lo que quería hacer. Sin saber ni como acabamos tumbados en el colchón, él no paraba de acariciarme los pechos por encima de la camisa, cada vez con más insistencia y deseo, y cada vez más frecuentemente me apretaba la entrepierna. Y de ahí en adelante ya todo fue muy rápido, él se desabrochó el botón de su vaquero y se bajó la cremallera, echó una mirada como dándole la importancia que tenía en ese momento, bajándoselo por completo muy rápido y tirándolo lejos.

Debo reconocer que si me gustó verle por primera vez en calzoncillos y que si me excitó esa situación, más de lo que suponía, sobre todo por la enorme erección que se marcaba en dicho calzoncillo. Yo me encontraba tumbada totalmente en el colchón un poco asustada e insegura, él de rodillas a mi lado, me volvió a acariciar los pechos y fue bajando hasta el botón de mi vaquero, lo desabrochó sin miedo, sin titubear, y bajo la cremallera con tranquilidad (aunque se que estaba muy nervioso, se veía en sus ojos), metió muy suavemente su mano por el hueco de la cremallera y empezó a acariciarme la entrepierna con suavidad y dulzura, aunque era incomodo pues me estaba ajustado el vaquero y no podía meter la mano con facilidad.

Me atrevería a decir que fui yo misma quien empezó a bajarme un poco el vaquero (aunque no me acuerdo si fui o no), solo se que entre los dos lo fuimos bajando poco a poco, muy lentamente, eternamente lento, dando suma importancia a ese momento, y no exagero si digo que tardamos más de 50 segundos en bajarlo del todo y en quitármelos, también es que estaba muy ajustado y costaba tirar de él hacia abajo, pero fue ese momento tremendamente erótico, un cenit de erotismo bestial, además se que le encanto el quitarme los vaqueros tan lentamente por lo fetichista que es.

En ese momento estaba segura 100% de que lo íbamos a hacer, era ya inevitable, además yo quería hacerlo, hasta lo necesitaba, no me reconocía a mi misma pero era un momento de tal intensidad sexual que era imparable. Lo que si me desconcertó bastante fue lo siguiente que hizo, pues se puso delante mía y con una medio sonrisa muy tonta puso sus manos alrededor de mis braguitas (por cierto, unas braguitas excesivamente infantiles y horteras, pues eran blancas de algodón con un lazito en el medio, que vergüenza me da reconocerlo ahora, pero como iba a suponer que íbamos a hacerlo ese día), el hecho es que empezó a bajármelas sin cortarse nada y muy seguro de si mismo, asombrosamente confiado en la situación, y eso que al principio pareció que costo bajarlas, como si tuviesen vida propia y no quisieran bajar, pero luego fácilmente bajaron hasta abajo y como era habitual las tiro lejos de allí.

Y decía que me desconcertó esto pues lo más natural hubiera sido ya desabrocharme la camisa, quitármela, quitarme el sujetador y luego quitarme las braguitas, pero no, no fue así en absoluto, me dejó con la camisa puesta y sin braguitas (luego, días después, me confesó, que le daba mucho morbo hacerlo así con la camisa puesta ya que era una de sus camisas favoritas). Y una cosa si que puedo asegurar, tardo bastante en quitarse su calzoncillo (unos 30 ó 40 segundos) y aunque me corta decirlo puedo asegurar que se me hicieron eternos esos segundos, ahí si que jugó con mi impaciencia y mi excitación, además se que tardo tanto en quitárselos para hacer ese momento más excitante aún si cabía, pero finalmente lo hizo y tenía una erección como nunca se la he vuelto a ver, desmesurada, grande, diría incluso que impresionantemente sana y natural, un pene tan virginal que ninguna otra vez volvió a tenerlo así, y es una pena, por que tuvo algo de especial ese pene tan adolescente, virginal e incluso diría inocente.

Estaba nerviosa, inquieta y bastante insegura, pero me tranquilizo ver lo seguro que él parecía a pesar de ser también un crío de 19 años. Al principio trato de penetrarme a tientas, pero fue incapaz, no sabía, al final tuvo que tantear con sus dedos hasta encontrar mi vagina, eso me encantaba, me excitaba cantidad, el mover los dedos así tan torpemente me daba mucho morbo y excitación, pero muy rápidamente fue aprendiendo a estimular la vagina poco a poco al principio y luego muy rápido, hasta el punto que solté unos verdaderos gemidos que jamás supuse de mí; ya el resto fue más fácil, introdujo el pene poco a poco, muy lentamente, al principio no me dolía nada, pero al cabo de un rato me dolió muchísimo, se tuvo que salir y volver a meter un montón de veces cada vez que me hacía daño.

Se notaba mogollón lo novato que éramos y lo aburullado que lo hacíamos, pero al cabo de un buen rato ya si que empecé a sentir placer, placer de verdad, un momento erótico tremendo, estaba en las nubes, atolondrada, y él parecía que aprendía a marchas forzadas, no tenía nada que ver lo que hacía en un momento con lo que hacía 5 minutos después, cada 5 minutos era mejor, como si alguien le estuviera chivando en el oído como hacerlo mejor; me sentía tremendamente gozosa con él dentro de mí y eso de ser tan poco precavidos de no usar preservativos, pero nos daba igual, él se aceleraba cada vez más, y en esos momentos si que me hubiera gustado estar sin camisa pues empecé a tener mucho más calor del que podía haber imaginado, pero como a él le daba tanto morbo hacerlo así le deje disfrutar. Hubo nuevos momentos que me hizo daño pero afortunadamente hubo mogollón de momentos que me hizo vibrar de verdad sintiendo verdaderas descargas eléctricas dentro de mí y sintiendo un erotismo indescriptible por cada parte de su cuerpo que tocaba.

No se cuanto duramos (luego al cabo de unos días reparamos que apenas habían sido unos 17 ó 18 minutos), pero a ambos se nos hizo eterno, hermosamente eternos, y aunque siempre me dio la impresión de que él gozo mucho más que yo, no puedo quejarme en absoluto porque el morbo, erotismo y ansiedad que tuvo ese primer polvo no lo he vuelto a tener a pesar de haber echado muchos y mejores polvos en años posteriores, ese siempre tuvo algo especial. Lo curioso (o afortunado) es que no manchamos para nada el colchón de sangre, toda la sangre la tenía el alrededor de su pene, lo cual fue bastante divertido (y desagradable) cuando se desempalmo ver como tenía el pene de ensangrentado.

Luego nos tiramos más de media hora mirándonos agilipolladamente disfrutando ese momento y todo lo espontáneamente que había surgido todo (seguro que si lo llegamos a planificar hubiera sido un desastre). Más tarde buscamos la ropa desperdiga por toda la habitación, nos vestimos y nos fuimos para casa prácticamente sin hablar, no diríamos ni 4 frases en todo el trayecto pero ni al uno ni al otro le importó ni molestó. Ya en mi portal nos besamos y él muy confiadamente me subió un poco el jersey y me desabrocho el vaquero bajando la cremallera y metiendo su mano dentro apenas 2 ó 3 segundos (no más, lo juro) pero como es el subconscientemente que desde ese día cada vez que he visto a mi pareja ó a mí con la camisa por fuera y la cremallera del pantalón bajada me ha venido a la mente esa imagen de ese 28 de Diciembre en el portal, y eso que duró solo 2 ó 3 segundos, pero fue un subidón imborrable para todo la vida, y hoy en día es una de las cosas que más morbo me da.

Lo realmente curioso también es que a pesar de llegar más de una hora tarde esa noche a casa no recibí ninguna bronca ni reprimenda de mis padres ni le dieron importancia, por lo que la noche fue completa del todo.

Se que todo lo que he narrado no es excesivamente erótico ni tampoco es ninguna fantasía morbosa, pero daría lo que fuera por volver a sentir solo por unos momentos ese escalofrío de morbo y erotismo adolescente e inocente, pero eso ya es imposible, lo que si me haría tremenda ilusión es algún día poder ver reflejado en un video con actores de esa edad y la misma ropa que llevábamos, todo lo que nos pasó paso a paso, momento a momento, y sobre todo sensación a sensación.