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Mi primera vez gracias a Inés

en Hetero: Primera vez

Mi primera experiencia sexual fue sin duda la mejor que he tenido hasta ahora. Yo tenía entonces 17 años recién cumplidos y salía desde hace 3 meses con una chica de mi clase llamada Begoña. Me gustaba desde que tenía doce años y nunca me había atrevido a pedirla que saliese conmigo, pero unos amigos la preguntaron si yo le gustaba y les dijo que sí, así que me armé de valor y le pedí salir.

El primer mes con ella fue el más feliz de mi vida, ya que estaba saliendo con la chica de mis sueños. Pero a partir del segundo mes las cosas empezaron a torcerse, puesto que yo estaba con las hormonas muy alteradas y ella no me dejaba dar ningún paso. Incluso besarnos me costaba. Había descubierto que mi chica era una estrecha y me moría de envidia con lo que me contaban mis amigos, que incluso habían tocado las tetas a sus novias o las habían metido mano o les habían masturbado o se las habían tirado...

Y Bego lo que había hecho fue presentarme a sus padres... ¡Qué corte! Y a su hermana mayor, Inés... ¡Qué tía! Me quedé boquiabierto cuando la vi... Y era opuesta a Bego, tanto físicamente como en la manera de vestir. Si mi Bego siempre vestía pantalones y blusa abotonada hasta arriba, Inés rompía con sus minifaldas y camisetas ajustadas... Parecía mayor de los 19 años que tenía. Inés era un poco más alta y más morena (rayos UVA, me dijo); ambas eran muy monas de cara, pero de distinto modo; Bego de una belleza más angelical, como de no haber roto nunca un plato; Inés era más perversa... Bego tenía el pelo oscuro e Inés castaño claro.

Debí de mirarla más fijamente de la cuenta, porque cuando tuvo la oportunidad me dijo que era un salido... Me puse rojo como un tomate y empalmado como nunca... Ella se fijó y le dijo pícaramente a su hermana que me diese más ejercicio... Bego ni se enteró...

Si estar con los padres de Bego era un corte tremendo, al menos tenía la satisfacción de contemplar a Inés, que sabía que me gustaba y se hacía la insinuante y sensual. Una vez dejó abierta la puerta de su cuarto y se cambió de camiseta. Vi de perfil su abultado sujetador negro y me quedé con las ganas de más, porque cerró la puerta.

Siempre que podía, intentaba dejarme en ridículo o a Begoña. A ella la llamaba monjita y se burlaba de lo malo que me tenía. A mí me decía que la tenía que alegrar el cuerpo, que me lanzase. Pero Bego me paraba los pies de todas las formas...

Hasta que llegó el día señalado. Los padres de Begoña habían salido de viaje y estábamos haciendo los deberes Bego y yo. Apareció Inés de improviso y exclamó que creía que estábamos jodiendo y que quería pillarnos. A Begoña le avergonzaba el vocabulario de su hermana y a mí me ponía... Inés ni se inmutaba cuando Bego le decía que se fuera. Al contrario, se sentó en la cama, cruzándose de piernas, piernas a las que no quitaba ojo...

- Bueno, ¿pero vosotros de qué vais? ¿Os quedáis solos y no os metéis mano? Bego, hija, que éste (se dirigía a mí) está salidito el pobre. Como no le des algo que le alegre, te va a dejar... Y tú ya va siendo hora de que pruebes cosas interesantes...

Inés no hacía caso de las protestas de su hermana. Yo callaba y, silenciosamente, me ponía en el lado de Inés, claro. Mi polla se puso como una piedra cuando oí que ella decía lo siguiente:

- O le enseñas las tetas o se las enseño yo, ya te vale la tontería. No quiero que siga sufriendo este capullo.

Inés respondió a las quejas de Begoña despojándose de su camiseta, quedándose en sujetador. Otra vez negro, de encaje, precioso, enorme... Cuando se llevó las manos al tirante, Begoña gritó y dijo que de acuerdo... ¡Empezó a desabrocharse la blusa! Lo hacía lentamente, mirando el suelo. Su sostén era blanco y me sorprendió el tamaño de sus pechos, blancos como la nieve y más grandes de lo que esperaba, aunque sin llegar a los de Inés, la cual amenazó de nuevo con quitarse el suyo al ver que ella paraba. Bego se llevó la mano a la espalda y el sujetador cayó al suelo... Unos pechos separados, de pezones enrojecidos y pequeños... Las primeras tetas que veía...

- Ahora el coño.

Begoña, con la mirada emborronada por las lágrimas, se negó con la cabeza. Inés se bajó la cremallera y deslizó su mini por las caderas y sus largos muslos. Un increíble tanga claro dejaba entrever una línea depilada de ensueño. Sus manos en el borde del tanga hicieron que Begoña reaccionara. Se desabrochó el pantalón y se los bajó. Sus bragas eran blancas y normales, pero también me excitaron mucho... Inés le dijo que se las bajara y ella lo hizo, poco a poco. Una maraña de pelos oscuros y ensortijados estaban cerca de mí...

- ¿Y tú qué esperas para comerla el coño?

Sus deseos son órdenes, pensé. Me acerqué a ella y le acaricié las piernas. La senté en la cama y yo, de rodillas, inspiré el aroma que su sexo desprendía. Tenía la piel de gallina y los pezones muy duros. Mis primeros lengüetazos fueron torpes e incluso mojaron su pelambrera. Inés me fue guiando. Más abajo, más abajo... Llegué a una zona encarnada. Como me dijo, le separé los labios y le introduje mi lengua endurecida. Ella se estremecía. Me preguntó Inés si estaba mojada y yo asentí con la cabeza. "O sea que está cachonda la perra...". Yo le limpié sus jugos y le saqué y metí la lengua como Inés me indicaba. A Begoña parecía gustarle, o eso indicaban sus gemidos. Me dijo que le masturbara el clítoris. Me lo descubrió y se lo acaricié. Poco a poco fue creciendo de tamaño, como crecieron los gritos de mi novia. De pronto, una oleada de flujos me inundó la boca. ¡Begoña se había corrido en mi cara!

-Agradécele a tu novio la mamada.

Como hizo conmigo, Inés le fue guiando los pasos. Así, me despojó lentamente de mis pantalones y de mis bóxer. La propia Inés se sorprendió con lo que se encontró Begoña. Hasta entonces no supe que mi verga tenía un tamaño considerable. 20 de largo y 6 de ancho, centímetro más, centímetro menos... Un goterón enorme pendió de mi falo. Inés puso la mano y le instó a su hermana a que lo absorbiera. Fue subiendo hasta mi pene. Echó la piel para atrás y mi cabeza roja se mostró en su esplendor, saturada de líquido. Mi viciosa novia se ocupó de limpiarme. Poco a poco, sus mamadas se fueron haciendo más expertas gracias a su hermana. Me quedaba muy poco para correrme, sobre todo cuando Inés me besó a conciencia, con su lengua recorriendo mi boca y su mano presionando mis huevos. Aproveché que Begoña estaba ocupada con mi herramienta para despojar a Inés de su sostén. Unos hermosos pezones sonrosados y de amplias aureolas desaparecieron ante mis manos. De repente se separó de mí y le dijo a Begoña que se apartara un poco. Su experta mano comenzó a sacudírmela, cada vez con más rapidez, apuntando hacia Begoña. Un chorro enorme acabó en su boca; los sucesivos chorros los fue dirigiendo a sus pechos y pelo. Me susurraba al oído que estaba bien repleto...

Me dijo que limpiara a su hermana con la lengua y yo la obedecí. Yo estaba tumbado sobre Begoña, que también obedeció a la orden de limpiar mi verga. Nos había enseñado a hacer un 69. Me fijé en que Inés se estaba masturbando frenéticamente, sobre todo al ver que estaba de nuevo empalmado como antes.

-Ahora desvírgala, cabrón. Fóllatela.

Me levanté y me di la vuelta. Me tumbé sobre ella y se la metí hasta el fondo. Noté que algo se rompía dentro de Begoña, pero estaba demasiado excitado como para preocuparme. Además sus gritos de dolor pronto se convirtieron en espasmos de placer y me pedía que siguiera, y más y más y más, y le encantaba cuando le apretaba sus pechos... Aunque tardé algo más, me corrí pronto. Me aparté y me tumbé boca arriba, exhausto y feliz. Sentí a Begoña acariciarse los pechos y mover las piernas para disfrutar de mi leche. Pero me sorprendió una boca, paladeando los restos que habían quedado.

Me incorporé un poco y vi a Inés sentada a horcajadas sobre mí. Ahí estaba ese precioso coño depilado... Sólo esta visión me excitó y volví a tener otra erección. Inés se sentó sobre mí y empezó a cabalgarme. Cuando pude levantar mi espalda de la cama besé y mordí esas tetas de diosa. Cuando estaba cerca de otro orgasmo, se levantó y se dio la vuelta y empezó a sentarse sobre su ano. Le pidió a su hermana que la lubricase. Y Begoña le lamía el ojete y se metía el dedo en su vagina y lo sacaba y lo metía en el ano de Inés. Después de varios intentos, acabó de enterrarse mi verga. Me faltaba muy poco con ese ardor y esa presión y esa visión de Begoña mamando a su hermana y besándola...

La tarde no acabó ahí. Creía que ya no volvería a levantárseme, pero una nueva idea de Inés me sacó de mi error. Ver y ayudar a depilar el pubis de Begoña por completo me volvió a ponerme cachondo. Las dos hermanas se pusieron a cuatro patas y alterné el culo de una y la vagina por detrás de la otra. Y me corrí en sus espaldas...

Desde entonces se acabó la recatada Begoña y siempre que podíamos follábamos. Tomando más precauciones y sin llegar a la fantástica primera vez, pero siempre disfrutando como cabrones. E Inés tampoco se privó de mi polla y siempre que podía me hacía alguna visita. El trío no se volvió a repetir porque Begoña se negó. Ya no salimos juntos; ambos nos pusimos los cuernos con terceros. Cada uno tiene su respectiva pareja formal, aunque cuando nos vemos volvemos a caer a la cama. E Inés no me niega las visitas a su casa, pese a que está casada y con una barriga de 6 meses...