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Dani vino a nuestra casa para pasar dos semanas. Dani es sobrino de Ramón, mi marido. Tiene 14 años y está bastante desarrollado. En seguida me di cuenta de que estaba en la etapa hormonal. He de decir que siempre fue educado conmigo y que nunca me insinuó nada. Procuraba no mirarme muy fijo al escote o los muslos, pero siempre se le escapaban las miradas. Hasta ahí normal. Pero el chico andaba empalmado todo el tiempo. Se le notaba incluso con los vaqueros, pero sobre todo con el pantalón corto del pijama, a pesar de que intentaba esconderse. Su bulto era bastante considerable, pues.

Ramón no le daba importancia. Me decía en broma que no me debía importar que fuera la musa de sus pajas, sino halagarme. Siempre que se la cascase, estaría pensando en mí. "No sé por qué te extrañas. ¿Te has visto en un espejo? Estás buenísima, vuelves loco a cualquiera, con ese cuerpazo que gastas". Ramón es muy bruto. Bueno, yo tengo que reconocer que gusto mucho a los hombres, pero de ahí a soltarme esto... Con lo celoso que él es, se notaba que no tomaba en serio a su sobrinito, un chaval educado, casi tan alto ya como Ramón, delgado y bastante guapo, moreno y atractivo.

Para dar una idea de cómo soy, diré que tengo rasgos orientales y resulto bastante exótica. A mis 28 años, no diré que me cuido demasiado y pese a no seguir dietas o hacer ejercicio, mis largas piernas se conservan firmes, mi cintura estrecha, mi ombligo liso y mis pechos respingones. Tengo mucha suerte. Soy una persona muy fiel y estoy muy enamorada de Ramón, que también lo está de mí. Sé que estaré con él y sólo quiero contar esto para quitarme el remordimiento.

La 1ª semana fue de lo más normal, sobre todo porque Dani es un chico muy tímido y apenas habla conmigo, y menos si estamos a solas. Verle con la pirula levantada todo el rato se me fue haciendo habitual, ya casi no me incomodaba. Así como él me miraba de reojo, yo lo hacía con su paquete. Su parte trasera, por cierto, tampoco estaba nada mal.

Luego, al separar la ropa para que no se destiñera nada, me dí cuenta que mis bragas y mis sostenes estaban más sucios de lo habitual. En la ropa más reciente, descubrí que lo que olía tan fuerte y estaba tan pringoso era semen. Se lo dije a Ramón un poco indignada, pero él, de nuevo, no le dio importancia. Como én no se enfadaba, me dije que yo tampoco lo haría. En el fondo, como él decía, era halagador.

Ramón esta 2ª semana tuvo que hacer horas extra y aunque seguíamos sin coincidir demasiado, cuando estábamos en el salón le notaba más fijo en mí que en la tele. Yo hacía como que no me daba cuenta. Tampoco le preguntaba cuando se levantaba de repente con un bulto enorme y se iba al cuarto de baño. Una tarde fui a dejar la bandeja en la cocina y no pude evitar echar una ojeada a la puerta entre abierta que había dejado. No quise mirar demasiado, pero estaba Dani sentado en el retrete moviendo el brazo de arriba abajo con un frenesí enorme. Hacía un ruido muy excitante, provocando una especie de chapoteo en sus sube y baja.

Esa noche estaba cansada y me acosté antes. Cuando me estaba desnudando, oí un ruido en la puerta. Dani me estaba espiando. Estaba en bragas y con la blusa puesta. Pensé en cerrar la puerta, pero no me atreví. Seguí desabotonándome la blusa y dejé que viera mi sostén, blanco y de encaje, como las bragas. Luego apagué la luz para quitarme el sujetador y ponerme el camisón. Oí que sus pasos se alejaban y agudizando el oído volví a oír el chapoteo de aquella polla adolescente. Mis manos se fueron acercando a mi coño y no sé cómo, pero acabé masturbándome yo también. Mi orgasmo fue brutal y me costó reprimir mi gemido.

Así que vestirme o desvestirme se fue convirtiendo en unos momentos muy excitantes y daba igual que Ramón estuviera o que no, porque Dani siempre se arriesgaba a espiarme. Lo sé porque me colocaba delante del espejo y veía su sombra. A veces venía con su rabo en la mano y se pajeaba allí mismo, aunque con más cuidado para no hacer su típico ruido. No lo podía ver demasiado bien, pero aquella sombra se alargaba bastante.

Al tercer día dejé que me viera los pezones, marrones y oscuritos, redondos, que estaban durísimos al saber a Dani observándome. Estaba sola y oí los pasos precipitados del chico alejándose porque debía de estar a punto de correrse. Pero entonces sentí una especie de remordimiento y me corté a la hora de enseñarle más.

Faltaba un día para su marcha. Era sábado y estábamos los tres viendo la tele después de comer. Habíamos comido fuera y estábamos bastante guapos. Yo con una falda un poco por encima de las rodillas con una pequeña abertura en un lateral, un jersey de cuello alto que en casa me había quitado, dejando al descubierto mi camiseta blanca algo ajustada, que dejaba ver los bordados de mi sujetador.

Ramón se quedó dormido antes que yo, y más profundamente. Yo desperté tras escuchar una serie de ruidos. Primero una cremallera bajándose, luego el deslizar de ropa por la piel y luego el chapoteo de la polla de Dani. Estaba a mi izquierda y mi marido, dormido, a la derecha. ¡Aquel chico se había sacado su tranca y se estaba masturbando ahí mismo! No quise abrir los ojos, atemorizada y a la vez muy excitada. No pude evitar mirar su verga, aunque con mucho cuidado. En efecto, Dani se gastaba unas medidas desproporcionadas para su edad. Si no llegaba a los 20 centímetros, le faltaría poco. Y de grosor tampoco estaba mal. Su capullo estaba lleno de jugos y se veía muy brillante. Era curioso ver el poco vello que tenía, por lo que casi parecía rasurado.

Dani debía de estar muy excitado porque se atrevió a tocarme. Lo hizo con mucho cuidado, posando su mano en mi rodilla, al descubierto porque al sentarme la falda se había arrugado. Al ver que no me movía, fue retirando la tela hacia atrás, dejando mis muslos un poco más a su vista. Había bajado el ritmo de su paja y casi el chapoteo no lo oía.

Fue tomando más confianza y atrevimiento. Tomaba mis respiraciones profundas como síntoma de sueño y su mano se fue perdiendo debajo de la falda, acariciando con cautela y deseo mis muslos por la cara interna. Llegó hasta la braga, pero no se atrevió a pasar de ahí. Me había movido un poco, porque temí que descubriera lo mojada que estaba. Entonces dirigió su mano a mis pechos. Los rozó casi imperceptiblemente. Luego fue recorriendo la yema de sus dedos por donde mis pezones se marcaban, aunque pronto se le olvidó el cuidado y se atrevió a presionar un poco más, hasta llegar a agarrarme una teta con todo descaro.

Noté entonces un ruido en el sofá. Se estaba levantando. Se puso delante de mí y se fue acercando. El aroma de su pene me llegaba con claridad. Olía muy fuerte y distinto a Ramón. Casi era olor a semen. Debió de dejar su pene muy cerca de mi cara y reanudó sus chapoteos. Se decidió a rozarme con su glande en la nariz. Uff... Luego se inclinó un poco para hacérmela llegar hasta los labios. Allí empezó a frotar su verga con más énfasis. Me costó mucho no sacar la lengua y probarlo. De hecho, se me ocurrió entreabrir la boca. Dani no desaprovechó la ocasión y me introdujo un poco más su verga.

No debió de darse cuenta de su estado de excitación, pues cuando notó el calor de mi boca, noté que su polla empezó a dar espasmos. El primer chorro lo recibí en la lengua. Él, asustado, intentó retirarse, por lo que el segundo chorro se repartió entre mis labios y mis mejillas. Ya en el tercero puso su mano para no seguir manchándome. Salió disparado de allí y pude tragarme lo que tenía en la boca. Nunca me ha gustado tragarme el semen, pero ahí estaba paladeando aquella crema pastosa de un niño de 14 años. Esperé un poco y me fui al servicio para limpiarme el grumo de la cara.

Más tarde se despertó Ramón y nos arreglamos. Quería ir al cine e invitamos a Dani. Nos dijo que iría al garaje a buscar el coche y esperamos a que nos llamara. Le notaba muy nerviosos a Dani, pero no le dije nada al principio. Luego le pregunté si le había gustado la película de la tele. Me dijo que sí, casi balbuceando. "Yo me he quedado dormida e incluso he estado soñando", y sonreí. Pensé en decirle que habían sido sueños húmedos, pero no me atreví, pese a que vi que Dani estaba más tranquilo. Juraría que cayó en que no estaba dormida.

Esta vez me había vestido más sugerente: una minifalda y una camiseta de tirantes, por no hablar de mi ropa interior. Como era invierno y el abrigo tapaba, no me pareció demasiado para ir al cine. Aunque a Dani mi vestuario le causó impresión y en seguida su vergota me dio su aprobación.

Todo fue normal hasta la primera hora de película. Yo me había vuelto a situar en medio de los dos. Ramón estaba embelesado con el argumento, y Dani con mis pechos y mis piernas. Poco tardó en dejarse de vergüenzas y le notaba su mirada fija en mí. Le devolví la mirada para ver cómo reaccionaba, y me sorprendió que no me rehuyera. Le sonreí. Volví la mirada, aunque me costaba concentrarme. Al rato volví a mirarle. Estaba fijo en mis pechos y levantó la vista. Nuestros ojos se cruzaron un momento, pero desvié la vista hasta su paquete. Pronto me arrepentí de mi atrevimiento y volví la mirada a la pantalla.

Entonces pasó algo que no me esperaba. La mano de Dani se deslizó hasta mis rodillas y empezó a subir. Yo no hacía más que mirar de reojo a mi marido, que no se daba cuenta de nada. Las caricias de Dani iban en aumento, así como mi calentura y mi nerviosismo. Al comprobar que no podía seguir subiendo por mis piernas sin moverse, sacó la mano de la parte interna de mi muslo. Respiré aliviada pensando que había terminado, aunque pegué un pequeño respingo cuando noté su mano en mi pecho, por un lado, el que más cerca de él estaba. Me apretó la teta con fuerza y la soltó. Yo estaba como un tomate. Me estaba metiendo mano un crío y no me atrevía a pararle. No quería.

Sus ruidos en mi mente me parecían escandalosos y temía que Ramón se enterara. Sobre todo cuando se inclinó hacia mí y me besó el cuello. ¿Qué estarían pensando los de atrás? Entonces tomó mi mano y la llevó a su entrepierna. Yo no moví ni un músculo, pero no la aparté. Él se fue bajando la cremallera del pantalón y se sacó la polla, dura como una estaca y grande y gorda. Me hizo acariciarla. Noté por fin su calor. Luego su humedad. Dani se inclinó de nuevo y me susurró al oído. "Hazme una paja, puta". Si no sufrí un orgasmo entonces, me faltó poco. Como si estuviera obligada a obedecerle, empecé a cascársela. Al principio, con sumo cuidado, para después propiciar que su chapoteo llegara a mis oídos. Y mi marido al lado, sin interesarse. Dani no tardó en correrse. Mi mano quedó empapada. Con un pañuelo me limpié y Dani se guardó su herramienta. Justo a tiempo para que dieran la luz.

Ramón me miró y al verme tan sofocada me dijo que él también tenía mucho calor. Le preguntó a Dani y él también lo tenía. Al cabrón se le notaba más resuelto y contento. Me asustaba verle así y no quería separarme de Ramón. Sabía que si me lo encontraba a solas no podría resistirme a él.

Fuimos a una hamburguesería y Dani aprovechó que Ramón se fue al baño para sentarse a mi lado y acariciarme las piernas. Sus dedos llegaron por primera vez a mi tanga y me rozaron la vagina. Me dijo que me deseaba y que quería follar conmigo. Yo me armé de valor para decirle que se había pasado de la raya y que me respetara. Debí enfadarle, porque me soltó que lo debía haber pensado antes de hacerle una mamada y habérsela cascado. Luego me besó con fuerza en los labios y se fue al baño. No pasó nada más allí.

Llegamos a casa y yo estaba que me subía por las paredes. Ramón se había ido calentando y me había estado acariciando siempre que podía. Entre eso y lo de antes, tenía que llevarme una polla a la raja. Fue la de Ramón. Por primera y única vez en mi vida, pensé en otra persona mientras me hizo el amor, sobre todo sabiendo que Dani estaba detrás de la puerta viéndolo todo. Y lo peor es que tuve uno de los orgasmos más intensos de mi vida. Ramón estaba encantado y me besó satisfecho.

Se quedó dormido en seguida, pero yo no podía dormir. Quería estar con Dani, pero tampoco lo quería al mismo tiempo. Pasó un buen rato y me decidí a no moverme. Entonces se abrió la puerta y apareció Dani en pelotas. Me controlé bastante para no gritar ¿qué haces aquí? Él se llevó el índice a la boca y se situó a mi lado. Me besó apasionadamente y me retiró la colcha para verme los pechos. Se arrodilló y chupó y mordió mis pezones, al tiempo que me amasaba los senos. Yo tenía que contenerme por no jadear abiertamente. Le susurraba que me dejara, que Ramón podría oírnos. "Chúpamela". Situó su verga delante de mí y me la tragué. Tenía que abrir la boca para hacerlo y aun así me costaba. Se separó y le vi con intención de tumbarse encima de mí. Le paré y le dije que aquí no.

Me tomó de la mano y me levantó. "Túmbate en la alfombra, te quiero follar aquí mismo, delante de tu marido". Lo hice. Estaba como hipnotizada. A los pies de mi marido, me tumbé boca arriba, desnuda por completo. Dani encendió una pequeña lamparita para contemplar mi coño peludo y empapado. Puso su cabeza entre mis piernas y empezó a lamerme la raja. Entre que no lo hacía muy bien y entre que deseaba que me la metiera, sentí más angustia que placer. "Metémela, Dani, déjate de comerme el coño y métemela".

El chico obedeció. Yo estaba con las piernas flexionadas y Dani se situó encima de mí. Se echó sobre mí pero no acertó a la primera. Tuve que maniobrar para dirigirla en mi abertura y entonces fue penetrándome poco a poco, llegando hasta zonas internas que nunca habían recibido visita. Cuando acabó de meterme todo su aparato, no podía estar más ocupada. Me molestaba un poco, y supuse que me estaba presionando la matriz. Pero Dani empezó a bombear. Fue cuando me di cuenta de que no se había puesto condón. "Por lo que más quieras, cuando te vayas a correr, salte fuera". Él no decía nada, sólo respiraba fuerte y me la clavaba con fuerza. Aunque no tardó mucho en terminar, me dio tiempo para alcanzar un orgasmo, que tuve que reprimir para no despertar a Ramón. Por suerte, Dani se salió y eyaculó sobre mis piernas y mi tripa.

"Ahora vete y no me dirijas la palabra en tu vida, Daniel". Como casi siempre ocurre, el remordimiento se apoderó de mí y también el desprecio por aquel niño con el que había puesto los cuernos a mi amado marido. Pero el chico me contestó. "De eso nada. Ven a mi cuarto en menos de cinco minutos. Ponte ropa interior y ven con la falda de esta noche. Y un sujetador sexy. Quiero desnudarte". Me negué en un principio, pero el cabrón amenazó con despertar a mi marido. "Además, lo estás deseando. Eres una puta y te gusta mi polla".

Se fue del cuarto e hice lo que me dijo: me puse una tanga y un sostén negros y la mini. Salí de la habitación con cuidado y me dirigí hasta el cuarto de invitados, donde Dani estaba con un slip puesto. Al verme, su pene volvió a pararse. Me recibió con un beso en la boca y aunque estaba reacia, acabé enroscando mi lengua con la suya. Luego su boca fue succionándome el cuello y sus manos acariciando mi sujetador. Bajó los tirantes y fue besando mis pechos por la parte al descubierto.

Aunque me había impuesto mostrarme impasible, sus besos y caricias me arrancaron pronto jadeos y gemidos. Me arrancó el sostén por detrás y su boca se tragó uno por uno mis pechos. "Qué ricos pezones tienes, putita mía". Su mano había hecho a un lado el tanga y dos de sus dedos trabajaban mi almeja. No sé cuánto tiempo estuvo paladeando mis pechos, sólo sé que me arrancó un par de orgasmos que no reprimí.

"Quédate de pie", me dijo mientras fue agachándose y subiendo mi minifalda hasta dejar al descubierto mi tanga, que apenas me cubría el coño, sobre todo porque estaba echada a un lado. Su boca me devoró, aunque apenas había dado con mi vagina. Me echó con rudeza a la cama y entonces sí que dio con mi raja. Estaba descontrolado y me mordía y besaba y yo no hacía más que derramar fluidos. Tardé en darme cuenta que Dani había dejado de trabajar esa zona. Tenía dos dedos enterrados en mi ojete, completamente salivado. "¿Dónde vas, hijo de puta?". "Ahora te quejas, no, putita?". Y metió el tercer dedo. "Ponte a cuatro patas, zorra". No lo hice y me abofeteó sonoramente. "¿Quieres que se entere tu marido de lo puta que eres?".

Fue él quien me volteó y quien me empezó a dar cachetes. Apuntó su verga contra mi agujero y presionó para meterlo. Su glande entró a duras penas. Conseguía aguantar a duras penas los gritos y sentía mucho dolor. "Relájate, o te va a doler más, y yo sólo quiero que te lo pases bien". Su tono de voz era calmado y me dio confianza. Dejé de apretar la zona y su polla se fue abriendo camino por mi estrecha abertura. No podía sentir más dolor cuando noté sus cojones en mi culo. Sentía que los hígados me iban a estallar.

Entonces fue sacando y metiendo poco a poco su polla. Al poco rato, empecé a tomarle gusto. La lubricación de la verga de Dani facilitaba en parte que el roce no fuera tan insoportable. Antes de que se hubiera corrido, el orgasmo que sentí me había dejado temblando de una manera bestial. Si no fuera porque él me sostenía, me hubiera derrumbado. Sentir su leche inundando mi culo sólo reavivó aquel orgasmo bestial.

"Ya te puedes ir. No te duches hasta mañana". Y me fui a la cama y me quedé dormida. A la mañana siguiente, no me enteré del beso de Ramón en la mejilla. Me duché y pude acompañar a Ramón y a Dani a la estación. Dani me besó en la cara cuando nos despedimos. Mi marido no percibió la intensidad del beso ni la doble intención del deseo de volver a verme.