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Ejercicios espirituales

en Hetero: Primera vez

Esta historia ocurrió hace un par de años. Un grupo de estudiantes fuimos a un pueblo que estaba muy lejos del nuestro a un convento-residencia durante una semana a hacer ejercicios espirituales. Éramos un grupo reducido, tres chicas y siete chicos. El edificio había sido un convento de monjas pero en esos momentos ya no había ninguna. Sólo se utilizaba para estancias cortas de ejercicios. La limpieza la hacían dos mujeres del pueblo y venían curas de diversas provincias e incluso alguno extranjero para dar las charlas.

En nuestro encuentro había cinco curas, todos jóvenes, don Miguel, don Alejandro, don Pedro, don Javier y don Marcial. Había dos que estaban buenísimos, Don Miguel y don Alejandro, los más jóvenes. Todos los estudiantes pasábamos por todos los curas. Hacíamos diez horas diarias, dos con cada uno y dos estudiantes por cada cura. Yo era la más joven del grupò ya que tenía dieciséis años recién cumplidos; había un chico de diecisiete y los demás tenían dieciocho años.

Mi familia siempre ha sido muy puritana. Yo apenas sabía nada de sexo cuando fui a los ejercicios espirituales. Lo poquito que sabía, de oídas. Como éramos solamente tres chicas en el grupo y una de ellas, era una de esas marisabidillas que para el segundo día, todos nos habíamos hartado de ella incluyendo los curas, aunque eso lo supe luego.

Enseguida me di cuenta de que don Miguel me miraba mucho durante las clases. Yo era muy tímida y me ponía totalmente colorada cada vez que me miraba. El tercer día, me había vestido con un pantalón y una blusa fina que me estilizaba mucho la figura. Por la tarde, después de las clases, salimos a tomar algo a un bar cercano. Como también funcionaba como discoteca, los chicos empezaron a bailar y encendieron las lucecitas discotequeras. También encendieron una en la que parece que se te transparenta la ropa y con la blusa y el sujetador que llevaba se me notaban perfectamente los pezones. Don Miguel no hacía más que mirarme e incluso don Alejandro también empezaba a mirarme mucho y al final yo notaba los pezoncitos duros. Luego, pusieron música lenta y bailé con casi todos. Ivan, uno de los chicos me apretaba mucho contra sí, y luego, tanto don Alejandro como don Miguel también. Sobre todo éste último. Aunque la verdad es que me gustaba estar en sus brazos. Al día siguiente por la tarde, nos fuimos al campo a dar la clase que quedaba ese día.

Ese día nos levantamos más temprano y la mayor parte de las clases las dimos por la mañana. Para la tarde solamente quedaba una y era la que me tocaba darla con don Miguel. Después de la clase, podíamos hacer lo que quisiéramos. Mi compañero de clase, se había indispuesto y esa tarde no salió de la habitación, por lo que nos fuimos el cura y yo solos. Don Miguel empezó a hacerme preguntas y yo totalmente azorada le iba contestando entre tartamudeos. Como cada grupito había cogido un camino diferente, estábamos solos. Después de un rato, don Miguel me abrazó. Me dijo que era para tranquilizarme. Después de llegar a una loma, don Miguel se sentó en la hierba y me invitó a sentarme a su lado. Antes de sentarme, eché un rápido vistazo por los alrededores, por si veía a los del grupo, pero no había nadie, estábamos completamente solos. Me senté a su lado y volvió a abrazarme. Me pasaba suavemente la mano por la espalda mientras me hablaba cariñosamente. Yo me fui tranquilizando e iba sintiendo un calorcillo en el cuerpo que me gustaba.

Poco a poco, sus manos se volvieron más atrevidas, empezaron a acariciarme los pechos mientras me besaba en la boca. Unos minutos más tarde, yo noté humedad en mi entrepierna. Me separé bruscamente de él con la cara roja como un tomate, diciéndole que creía que me había orinado. Él me apretó más contra sí y con una mano, me tocó entre mis piernas por encima de las braguitas y me dijo que no me había orinado, que era normal, que eran jugos causados por la excitación y que a los hombres les encantaba que las chicas estuviésemos mojaditas para ellos.

Me hizo tumbarme en el suelo y él se recostó a mi lado. Me quitó la blusa y la falda que llevaba y él también se desnudó quedándose sólo con el slip. Tenía un bulto enorme. Entonces, él me quitó el sujetador y las braguitas. Mientras que con una mano acariciaba mis tetas que se iban poniendo duritas, la otra acariciaba todo mi coñito, sus dedos andaban de arriba abajo refregando todo mi tajo virgen. Mi estómago y mis piernas se sacudían como si no tuviera ningún control. Yo le acariciaba el cuerpo mientras seguíamos besándonos. Separé brevemente mi boca y le dije:

--No es justo, tú puedes verme totalmente desnuda, mientras tú sigues con el slip puesto.

--Quítamelo –me dijo poniéndose de rodillas.

Al principio, pensé en quitárselo rápidamente, pero me lo pensé mejor y le puse una mano delante y la otra por detrás y le fui deslizando el slip hacia abajo muy lentamente, mientras con las palmas abiertas le iba acariciando el culo y su enorme polla. ¡Jesús! Tiene una polla, no muy larga, pero sí muy gorda, suave como la seda y muy, muy dura. En cuanto se quedó desnudo, cogió su polla con la mano y empezó a acariciarme con ella mi empapado coñito. Luego colocó su polla en la apertura de mi hoyo virgen y empujó hasta sentir la cabeza de su polla hundirse en mi coño; después empujó un poco más y luego empujó profundamente en mi barriga.

Al principio me dolía mucho, pero él me tranquilizó diciéndome que se me pasaría rápidamente. Empezó a moverse muy despacio. Con esas embestidas que me daba, se me iba pasando el dolor. Poco a poco fue aumentando el ritmo de sus embestidas. Mientras empujaba, con un dedo empezó a acariciarme el clítoris. Tuve mi primer gran orgasmo. Él, seguía con el mete y saca cada vez más rápido. Se corrió dentro de mí. En cuanto sentí su rica leche calentita en mi interior, volví a tener otro gran orgasmo. Estuvimos un rato abrazados y besándonos y luego nos vestimos y nos dirigimos hacia la casa. Me dijo que quería verme esa misma noche. Le dije que sí.

La casa consta de tres pisos. En la planta baja están la cocina, un cuarto de baño, un salón grande y tres habitaciones. En la plata de arriba, hay tres baños y diez habitaciones y en la tercera planta, hay dos habitaciones, un baño y una enorme habitación que se usa de trastero. En esa última planta, dormían don Miguel y don Alejandro. Después de cenar y charlar un rato, los demás se fueron a sus habitaciones y don Miguel y yo nos quedamos viendo la televisión un rato. Después de que se terminara la película, apagamos las luces y subimos arriba.

En las escaleras, él me cogió la mano y me susurró que subiera con él a su habitación y sin decir nada, asentí con la cabeza. En la primera planta, oímos unos ruidos en una de las habitaciones. La puerta no estaba debidamente cerrada y por curiosidad nos asomamos. Era la habitación de Cristina y ésta estaba tumbada en el suelo, en medio de la habitación, totalmente desnuda y haciéndole una fenomenal mamada a don Pedro y rodeada de chicos Iván, prácticamente le comía el coño, y Marcos y Ángel las tetas. El ver esa escena nos calentó. Cerramos en silencio la puerta y subimos a su habitación abrazados. Nos desnudamos y nos metimos los dos en el baño.

Nos lavamos el uno al otro demorándonos al lavar nuestros sexos. Nos quitamos el jabón rápidamente y fuimos a su habitación. Allí me tumbó en la cama y mientras me besaba, con una mano frotaba mi sexo. Gemí e instintivamente abrí las piernas. Él, al ver mi reacción, comenzó a frotar más y comenzó a meter un dedo, yo le dije que me gustaba mucho y que siguiera. Luego metió dos y comenzó a masturbarme, me tocó mi clítoris y lo movía con movimientos circulares, y yo le gritaba que siguiera, que me gustaba mucho. Entonces, se puso entre mis piernas y comenzó a lamerme, me chupó el clítoris mientras me metía dos y hasta tres dedos que me provocó un fenomenal orgasmo.

Entonces, le dije que yo también quería gozar de mi caramelo. Entonces se dio la vuelta y formamos un 69. Mientras él lamía y chupaba mi concha, yo veía por primera vez el pene de un hombre tan cerca. Me lo metí a la boca y comencé a chuparlo como si fuera un rico helado, hasta que nos corrimos los dos al mismo tiempo. También le chupé la piel que separa el hueco del culo de la parte baja de las bolas y eso lo ponía a mil; don Miguel gemía mientras me pedía que no parara. En esos momentos, entró don Alejandro en la habitación, diciendo que él también tenía hambre. Traía puesto solamente un slip. Nosotros nos habíamos dado la vuelta y yo estaba encima de Miguel (me había pedido que no le llamara con el "don"cuando estuviésemos a solas.

Don Alejandro me oyó llamarle a Miguel a secas y también él me pidió que no le llamara con el don por delante). Miguel me besaba las tetas y Alejandro se puso detrás de mí. Cogió un bote de crema y empezó a untarme el agujero del culo y metió uno, o dos dedos. Luego puso la cabeza de su enorme polla y empezó a meterlo lentamente. Consiguió meter la cabeza. Yo lloraba de dolor. Luego poco a poco fue empujando más hasta meterlo del todo. mientras una de sus manos acariciaba rítmicamente mi clítoris. Empezó a moverse lentamente y empecé a gemir de placer. Entonces Miguel también me penetró. Estaba totalmente empalada por los dos lados. Fueron aumentando el ritmo de sus embestidas. Yo gritaba ya de placer:

--¡¡¡Ahhh!!!, síiiiii, seguid así, me encanta, más rápido, mmmmmmmm metedlo hasta el fondo, quiero más, dadme vuestra leche... llenadme toda...

Tuve varios orgasmos, pero el último al sentir los dos inmensos chorros de rico y calentito semen, por los dos lados, me volvió a explotar. Durante lo que quedaba de semana, no volví a dormir sola. Una de las noches, la pasé sola con Miguel, y otra sola con Alejandro. El resto, con los dos juntos.

En el grupo, uno de los chicos, Iván (uno de los chicos que estaba en la habitación de Cristina aquella noche) era sobrino de Miguel. Los dos seguimos en contacto. Tiempo después, me dijo que su tío había sido denunciado por alguno de nuestro grupo. Que lo habían acusado de violar a una menor. Le dije que la única menor era yo y que no me había violado. Le confesé que nos habíamos acostado juntos, pero que fue de mutuo acuerdo. Que no había sido yo la denunciante, pues a mí tampoco me interesaba que se supiera. Por una parte con la familia tan puritana que tenía y al ser él cura, me interesaba callar. Iván me dijo que sabía que Cristina y los otros curas no habían sido ya que ella había gozado con los tres curas. Miguel y yo habíamos visto a uno, pero también los otros dos debieron gozar con ella.

Casi todos los chicos, sino todos, también lo hicieron. Le dije que sospechaba de Marta, la "sabionda" del grupo, ya que una vez, en una clase conjunta con todos, Miguel le cortó alguna perorata de las suyas. Nadie la aguantaba. Un par de días más tarde, nos juntamos Cristina, otros dos chicos del grupo, Iván y yo. Estábamos en un bar, cuando vimos pasar a Marta. La llamamos y le preguntamos directamente por qué había denunciado a Miguel. Por qué había acusado a don Miguel de violación, cuando era falso. Al final nos confesó que aquella primera vez que me desvirgó en el campo, después de las clases ella se quedó sola y caminando, llegó hasta donde estábamos nosotros y nos vio. Al día siguiente se le insinuó y él la rechazó. Decidió vengarse. En un escrito que firmamos todos menos Miguel, que estaba detenido y Marta y lo mandamos tanto al juzgado como a las altas instancias eclesiales, contando que dicha acusación era falsa.

Nos llamaron del juzgado, declaramos todos y Miguel salió libre sin cargos. Por lo que hemos podido saber, a Marta le pusieron un multazo, por mentir. No he vuelto a ver a Miguel, aunque por Iván, sé que está bien, que dejó el sacerdocio. Con los únicos que sigo en contacto actualmente (tanto el la cama como fuera de ella), son Iván y don Alejandro.

Aquellos ejercicios espirituales cambiaron completamente mi vida. Sigo siendo tímida, pero no tanto como antes, y ¡ME ENCANTA EL SEXO!