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Inicios

en Hetero: Primera vez

Mi boda estuvo concertada prácticamente desde que nací. Mi padre y su vecino la concertaron por una cuestión de tierras. La boda estaba concertada para cuando cumpliese los dieciséis años. Con Oscar, el hijo mayor de nuestro vecino que tenía diez años más que yo. Al segundo, Rubén, dos años más joven que su hermano le había visto sólo un par de veces. Cuando faltaban un par de meses para la boda, Oscar, que andaba con muy malas compañías, le trincaron en un atraco a mano armada y lo enchironaron para largo tiempo. Papá, entonces, exigió una indemnización al vecino. Éste, por su parte, le ofreció al otro hijo, Rubén, para que fuera mi marido. (Lo más importante para el vecino era un nieto cuanto antes). Dicho y hecho, al llegar el día de la boda, tenía al "novio de repuesto" esperando en la iglesia. Hay que reconocer que Rubén es bastante más guapo que Oscar. En principio a ninguno de los dos nos hacía ninguna gracia y lo hablamos durante unos instantes en que estuvimos a solas y decidimos separarnos en cuanto pasaran dos o tres años o murieran nuestros progenitores.

Yo llegaba virgen al matrimonio y la verdad es que apenas sabía nada sobre sexo. Lo poquito que sabía era de oídas. Esa noche, en cuanto entramos en nuestra alcoba, Rubén me pidió que me desnudase. Aunque yo estaba avergonzada, empecé a soltarme los botones del vestido de novia. Había algunos que no podía soltarme y le pedí a Rubén que me ayudara. Se puso detrás de mí y terminó de soltar los dichosos botoncitos. Apartó con las manos el vestido mientras empezaba a acariciarme. Acariciaba mis pechos por encima del sujetador y entonces me soltó los corchetes del sostén para quitármelo rápidamente. Seguidamente bajó las manos y arrastrando las bragas también me las quitó. Una de sus manos empezó a masajearme los pezones y la otra mano bajó a mi sexo que ya estaba húmedo. Yo no me atrevía a hacer nada, estaba roja de vergüenza por la humedad de mi sexo y trataba de disimular mis gemidos, aunque Rubén me susurraba al oído:

--Me encanta que estés húmeda para mí, cariño.

En ese momento me soltó, me hizo darme la vuelta y me pidió que lo desnudase. Empecé a soltarle la camisa aunque tardé bastante ya que lo acariciaba según se iba soltando la prenda. Luego le solté el pantalón y se lo bajé arrastrando el canzoncillo a la vez. Mientras lo desnudaba, primeramente me besaba en la boca y luego agachó la cabeza para agarrar con sus dientes mis pezones. Yo temblaba como un flan. Su mano ya la volvía a tener en mi clítoris acariciando rítmicamente mi rajita ya empapada y cuando empezó con el botoncito... creí que explotaba. Entonces, nos tumbamos en la cama, se puso encima de mi pero del revés y me enseñó a hacer el maravilloso 69. Era la primera vez que veía un pene ¡Y qué pene! Al principio lo lamí suavemente. Notaba cómo se iba hinchando; luego me la metí a la boca y la chupaba y lamía como si fuera el más rico de los helados. Yo, mientras, sentía su lengua en mi cño. Entraba y salía de mi agujerito.

Nos corrimos prácticamente a la vez. Entonces, se dio la vuelta y me penetró. Al principio lo hacía suavemente, sintiendo la fricción de su falo contra las paredes de mi vagina. Sentí dolor cuando finalmente me desvirgó, pero se me pasó rápido. En cuanto empezó a moverse, el dolor cambió por inmenso placer. Lo hicimos en varias posturas y finalmente, me penetró por el culo. Aunque al principio no quería, y me dolía muchísimo, él me tranquilizó y el orgasmo final fue tremendo.

Por supuesto, esa misma noche me quedé embarazada. Mi suegro estaba encantado. Eso sí, le dije a Rubén que en caso de tener hijos, que quería tener varios, ya que yo había sido hija única y siempre quise tener hermanos. Rubén se mostró de acuerdo. Tuvimos cuatro.

Nuestros padres ya murieron, han pasado muchos años y nunca nos hemos separado ni queremos hacerlo. Aprendimos a querernos y a respetarnos el uno al otro y seguimos juntos. Por supuesto, el sexo sigue siendo un factor muy importante entre nosotros.