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Agradable fin de jornada

en Hetero: General

Ha acabado la jornada de trabajo. Estoy en el balcón, viendo como se aleja por la calle el último compañero de trabajo. Escucho a Joaquín al teléfono, estoy justo en el balcón que hay tras su mesa.

Acaba de llegar de viaje y se ha pasado por la oficina a hacer unos recados. Aunque por la mirada de deseo que ha echado a mi escote, no se me escapan otras razones por las que pueda haberse dejado caer por aquí.

No he llamado a casa, pero ya deben estar acostumbrados a que de vez en cuando me salga trabajo urgente que no puedo dejar para el día siguiente.

Estoy contemplando los barcos del puerto cuando noto unas manos que rodean mi cintura. Sus manos, cálidas, acarician mi ombligo desnudo, mientras su cuerpo se pega a mi espalda. Sus labios acarician mi cuello, poniéndome el vello de punta. Noto toda su excitación apretada contra mis nalgas, a través de la tela de nuestros pantalones.

Sus labios me siguen acariciando mientras me dice cosas bonitas, lo hermosa y apetecible que estoy, lo mucho que ha echado de menos que esta vez no lo haya acompañado de viaje, lo mucho que me ha deseado en la distancia.

Sus manos recorren mi vientre de arriba abajo. A veces rodea mi pelvis para acariciar mis muslos, primero hacia abajo, para poco a poco subir hasta pasar de largo mi vientre y acariciarme los pechos por encima del top. Se aferra a ellos mientras mis pezones se ponen cada vez más tiesos, respondiendo a sus caricias y al juego de su lengua en mi nuca. Sabe que es mi punto débil, aparta mi pelo y no deja de soplar, besar y lamer esa parte de mi anatomía, volviéndome loca de placer y deseo.

Sus caderas se frotan cada vez con más vehemencia contra mis nalgas. Sus manos empiezan a subir mi top. Veo sus intenciones e intento entrar en la oficina, pero él me tiene presa de deseo y no me suelta. Tampoco me preocupa que cualquier mirada despistada mire hacia arriba y nos vea allí.

Me desnuda poco a poco, mientras sus manos y su lengua me recorren de arriba abajo. Alzo los brazos para que retire por completo mi top. Sus manos vuelven a aferrar mis pechos, que con el movimiento han salido ligeramente del sujetador, noto como uno de mis pezones queda al aire, noto el contacto directo de la fría brisa y de sus dedos sobre él.

Pronto mis pechos quedan totalmente al aire y sus manos, después de extasiarse en ellos, bajan hasta mi cintura, retirando mi cinturón. Oigo como lo lanza y cae en algún lugar de la oficina. Le dejo hacer durante un poco más, pero pronto deseo tomar la iniciativa. Mis caderas se frotan con más insistencia sobre la protuberancia de su pantalón. Excitándolo y excitándome más todavía, si eso es posible a esas alturas.

Me doy la vuelta y rodeo su cuello con mis brazos. Nuestros labios se encuentran después de casi una semana. Nuestras lenguas juegan con lujuria en nuestro interior. Retiro mis manos y empiezo a desabrocharle la camisa. Mis labios bajan por su cuello, perdiéndome en el inicio de su pecho. Enredando mi lengua por su perfumado vello.

Poco a poco, sin prisas, desabrocho todos los botones de su camisa. Mi lengua ha ido acompañando su piel a medida que quedaba desnuda. Juego alrededor de su ombligo, hundiendo mi lengua en él, mientras desabrocho su cinturón y sus pantalones. Él se deja hacer.

Agachada me animo más todavía, sé que ahora no puede verme nadie desde abajo, y en los otros balcones, la luz de las oficinas hace rato que se han apagado. Así que, lasciva, me dedico a disfrutar viendo como su cara, su cuerpo, su sexo, responden a mis cuidadosos mimos. Acaricio, beso, lamo y succiono como mejor sé. Noto como su cuerpo se estremece a veces, como sus manos me acarician el cabello.

Pero hoy no quiere que la cosa quede en una simple felación. Me coge de los hombros y me levanta con dulzura, besando mis labios, jugando con mi lengua. Mientras, sus manos recorren mi trasero ávidos de desnudar más partes de mi anatomía.

Me da la vuelta y mientras se frota por mi trasero, mientras sus labios recorren nuevamente mi nuca, sus manos desabrochan mis pantalones, que gracias al movimiento de mis caderas bajan sin más ayuda hasta mis tobillos.

Noto su pene, húmedo y duro, contra mis nalgas desnudas. Sus dedos juegan con mi tanga mientras se aprieta más todavía contra mi espalda. Pronto el tanga se une con mis pantalones en el suelo del balcón. Ahora estamos los dos totalmente desnudos, a la vista de cualquier mirón, pero eso en ese momento no nos importa, solo queremos sentir nuestros cuerpos, darnos placer mútuamente, dejar que nuestra pasión fluya sin más.

A medida que noto como su lengua baja por mi espalda abro mis piernas, inclinándome ligeramente hacia delante, dejando que mis pechos se apoyen ligeramente en la piedra de la barandilla. Bajando despacio, su lengua recorre mis nalgas, recreándose, para finalmente llegar al inicio de mi sexo. Lo noto allí con un estremecimiento de todo mi cuerpo. Llevamos un buen rato y es la primera vez que mi sexo es acariciado.

Le dejo hacer. Su lengua experimentada pronto empieza a arrancar gozosos gemidos de mi interior. Noto como el calor empieza a inundar mi cuerpo de manera incontrolable. Sigue. Sus labios succionan mi clítoris, ayudados por sus dedos que empapados en saliva entran y salen de mi interior.

Me muerdo el labio inferior. No puedo dejarme llevar y gritar todo el placer que me inunda. Miro hacia la calle, la gente pasea, sin darse cuenta de lo que pasa un poco por encima de sus cabezas. Y la situación me excita sobremanera. Su lengua y sus dedos hacen el resto, me arrastran a una cascada de placer. Pronto, muy pronto, consigue arrancarme en esa postura un estupendo orgasmo. Ahora me muerdo más fuerte el labio, pero no puedo evitar que un gemido profundo suene en mi interior.

Al momento noto como sus labios y su lengua recorren el camino de mi columna vertebral, subiendo poco a poco, mientras sus manos, empapadas de mi placer, recorren mis caderas y mi cintura, acompañando a su boca.

Pronto noto sus besos en mi nuca, sus manos apretando mis pechos, pellizcando mis enhiestos pezones y la punta de su sexo acariciando mis labios vaginales, amagando su entrada, presionando con dulzura mi entrada.

Estoy empapada, así que cuando se decide a penetrar, en esa postura, detrás de mí, entra con facilidad. Con un movimiento de caderas firme, con la seguridad que da el saberse vencedor, el saber que estoy a su entera disposición.

Sus caderas inician el baile del placer, con pasión. Me encanta escuchar el sonido de su vientre golpeando mis nalgas mientras noto todo su sexo en mi interior, fuerte. No tardo en volver a notar las mismas sensaciones de placer que hace un par de minutos me han llevado al éxtasis.

Sus manos siguen apretando mis pechos, aunque a veces una de ellas baja hasta mi sexo, acariciando y presionando con suavidad mi clítoris, excitándome más si cabe. Me vuelvo a correr, esta vez de manera descontrolada. Ni me acuerdo de que estamos en el balcón. Sus brazos me abrazan mientras mi cuerpo tiembla de placer, mi espalda se arquea, aprovechamos para besarnos. Su lengua reproduce en mi boca el mismo movimiento rítmico de su sexo.

Creo que es en ese momento, o quizás haya alcanzado el clímax en otra ocasión más, que noto como sus gemidos se asemejan cada vez más a los míos. Esta llegando a su cenit de placer. Noto como sus manos aferran mis pechos con más fuerza, como sus movimientos en mi interior son más lentos pero también más profundos. Y tras un resoplido suyo, seguido por un gemido de placer, noto como su cálido semen inunda mi sexo.

Nos quedamos en esa postura un poco más. Yo apoyada en la barandilla y él pegado a mi espalda, con sus manos aferrando mis pechos, su sexo perdiendo rigidez en mi interior y besándome la nuca y la cara mientras no deja de decirme lo maravillosa que soy.

Estaríamos así por siempre, ambos lo sabemos. Pero ambos tenemos que volver a casa. Él con su queridísima mujer y yo con mis padres, para que sigan pensando que sigo siendo la niña modisita y virginal que ellos suponen.

Me encanta ser mala. Sobretodo con él.

Ester.

venus_del75@hotmail.com