La vendedora de cosméticos (segunda parte).
"Marta estaba muy nerviosa, justo en el límite que separa la cordura con la
histeria. Su marido (Roberto) había decidido "echarse un faltazo" al trabajo, la
había hecho llamar a ella a la oficina para decir que estaba muy enfermo, y se
quedó muy orondo tirado en la cama durmiendo; justo ese viernes, el día que
volvería la vendedora de cosméticos.
No tenía forma de cancelar la cita con la vendedora, únicamente tenía una
tarjeta con el teléfono de su celular. Llamó, no atendía y luego del clásico: -
luego de la señal puede dejar su mensaje - dijo muy rápidamente: - Mi marido
está enfermo en casa, no puedo atenderla, cancelar la cita, repito cancelar la
cita, firma Marta -. A pesar del aviso no estaba tranquila, - esas máquinas
quién sabe lo que hacen con lo que uno les dice - pensaba ella.
A media mañana sonó el timbre de calle. Asustada y pálida fue a mirar por la
mirilla; era la hora que se habían citado con la vendedora, sus piernas
temblaban.
Al mirar se calmó un poco, del otro lado de la puerta había una señora, vestida
con un delantal blanco, saco del mismo color, un estetoscopio colgando de su
cuello, pelo recogido, grandes anteojos académicos y un enorme maletín negro.
- Si, quién es ? - preguntó sin abrir.
- Soy la doctora Raquel Montoya de la oficina de medicina laboral, tengo
reportado que Roberto López está enfermo y venía a hacerle un chequeo de rutina
- Marta se sobresaltó un poco, le chistó a su marido que se metiera en la cama y
se hiciera el enfermo porque de la oficina le mandaron un médico, a ver si por
una picardía perdía su trabajo. Con parsimonia abrió la puerta de calle.
- Pase doctora, Roberto se siente muy mal, está en la cama, en el dormitorio,
pase por aquí - decía temblequeando con la voz.
Cuando la doctora entró a Marta le pareció como que la conocía de algún lugar,
pero no recordaba de donde.
La doctora se sentó al lado de la cama y comenzó a oscultar a Roberto, le puso
un termómetro en la boca, le controló la presión, le daba golpecitos en la
espalda, le miraba dentro de los ojos y la garganta. Finalmente dijo: - No veo
nada malo, presión normal, respiración normal, temperatura normal, no se que le
pasa, veamos todavía la temperatura rectal - y dándolo vuelta le bajó el
pantalón del pijamas y le puso el termómetro en el ano. Roberto sintió como un
pequeño chucho de frío, al oscultarlo las manos tibias de la doctora lo habían
excitado un poco, pero cuando le puso el termómetro empezó a sentir que su
miembro se erguía.
Al cabo de un minuto, la doctora, sacó el termómetro y mirando la temperatura
sentenció: - Ud. señor no tiene nada, se quiere hacer la rabona al trabajo y
pasarla bien!. Lamentablemente voy a tener que reportar esto a la oficina de
personal - Roberto desesperado porque lo habían descubierto le rogaba que no lo
hiciese: - Pero doctora, por favor no lo haga, hace mucho años que trabajo allí
y es la primer vez que falto. No habrá otra forma de arreglar esto? no se, ...
tal vez unos pesitos no le vendrían nada mal - - Bueno, Ud. sabe, hoy en
Argentina con un solo trabajo no se puede vivir, así como me ve, aparte de
ejercer la medicina legal, también vendo cosméticos, tal vez si su señora me
comprara algunos, podríamos ver como solucionar el parte médico - respondió la
académica.
A Marta se le hizo un flash ! en la cabeza, ahora recordaba de donde la conocía
a la doctora, no era otra que su vendedora de cosméticos!.
La doctora continuó con su discurso: - Represento a la línea de productos para
la mujer moderna de Miss Valón.
- Bueno yo le compro todo todo - interrumpió Roberto muy nervioso y suponiendo
que de esa forma podría zafar. Pero la doctora continuó: - No es tan sencillo
todos los productos Miss Valón vienen con garantía de satisfacción, para ello
las vendedoras antes de vender un artículo debemos realizar una demostración de
calidad al cliente, pero ... como podremos hacer para que la señora pueda ver
como lucen los productos ?, tal vez si Roberto se ofrece gentilmente podamos
comprobar la calidad de las cremas, delineadores, y demás productos sobre su
cara ?- Roberto, acorralado aceptó. Marta se sobresaltó, conocía el secreto de
la vendedora - doctora Raquel, pero tampoco podía hablar, como le explicaría a
Roberto que la felicidad que irradiaba en los últimos días se debía a la persona
con la que estaban en ese momento ?.
Resignado Roberto se sentó en el puff, de espaldas al espejo. Raquel repitió la
sesión de maquillaje que realizara con Marta, explicando en detalle la
composición de cada uno de los productos que utilizaba y poniendo gran maestría
en su aplicación. Marta miraba extasiada como su marido se transformaba en toda
una mujer.
- Este tipo de pelucas son muy prácticas porque se pueden lavar y nunca se
enredan - explicaba Raquel mientras le ponía una peluca color negro azabache de
pelo lacio sobre la cabeza a Roberto.
- La línea de ropa interior es muy confortable y ayuda a disimular algunas
imperfecciones de la naturaleza - seguía explicando mientras le colocaba un
corpiño con prótesis que le daban a Roberto una formas muy voluptuosas.
Roberto se resistía a que le pusieran las medias, bombacha y portaligas.
Pero Marta (que ya estaba muy excitada por la visión que su marido le daba) lo
convenció: - Mirá Roberto, creo que si vos me querés tenés que hacerlo, además,
acá las únicas que estamos somos la doctora, que ya te revisó y yo que soy tu
esposa no veo porque no querés hacerlo - y en voz baja al oído - y pensá que si
la doctora se enoja pueden echarte del trabajo - Roberto de mala gana se sacó el
pantalón del pijamas y se dejó vestir con las ropas íntimas.
- El toque de distinción para lograr una figura de abeja se logra con este tipo
de corset, que se acordona en la cintura - seguía Raquel y con la ayuda de Marta
le ajustó el corset a Roberto de tal forma que casi no podía respirar, y siguió
diciendo - esta enagua transparente da una pizca de glamour y sensualidad al
dejar ver la ropa que se luce debajo - y le colocó la mencionada enagua a
Roberto.
Finalmente Raquel le calzó, a Roberto, unos zapatos de taco aguja y lo hizo
girar sobre sus talones para que se pueda contemplar en el espejo haciendo que
las enaguas flotaran por un momento en el aire.
Al verse convertido, Roberto sintió una sensación que nunca antes había tenido;
su personalidad se desdoblaba entre quien veía y como se veía, su parte
masculina que miraba al espejo deseaba tener sexo con la imagen que veía, su
parte femenina que lucía espléndida en el espejo quería ser poseída por alguien.
Al mismo tiempo tuvo una erección y sintió que se le dilataba su ano.
- Miss Valón, ofrece también algunos elementos para complementar los momentos
más íntimos - seguía la locuaz Raquel y llevando a Roberto hacia la cama, lo
puso en posición de perrito y lo esposó con las manos separadas a la reja del
respaldo de la cama matrimonial.
Raquel sacó una barra de acero de unos 90 cm de largo con dos cadenas en los
extremos y encadenó los tobillos de Roberto cerrando las cadenas con dos
pequeños candados, y seguía explicando: - Este artefacto no permite que el
compañero pueda juntar sus pies, de forma tal que siempre está disponible para
la relación - Roberto al sentirse totalmente indefenso se excitó aún más.
- Para comprobar la efectividad de lo que les acabo de mencionar les haré una
demostración práctica - completó Raquel y se levantó la pollera blanca hasta la
cintura, descubriendo entre los tiradores de los portaligas blancos, lo que
Marta ya conocía.
Roberto asustado por el tamaño del miembro que la doctora le mostraba,
forcejeaba para tratar de salir de su posición. Fue inútil, Raquel se colocó
detrás y comenzó a penetrarlo, por supuesto con su miembro encremado con Crema
Intima Miss Valón.
Marta al ver a su marido en la misma posición que ella había experimentado días
atrás, comenzó a masturbarse con un consolador negro que había comprado en
aquella ocasión. Raquel al verla proceder de esa manera dejó a Roberto.
- Como Miss Valón piensa que la satisfacción del cliente debe ser total, ha
desarrollado para la dama el más extraordinario artefacto - decía Raquel
mientras sacaba un extraño consolador doble pegado a un cinturón de su maletín -
venga por aquí señora que le muestro como funciona - terminó.
Marta encantada se introdujo parte del consolador en la vagina y una vez que
Raquel terminó de abrocharle el cinturón por la espalda quedó con un enorme falo
parado. Marta subió a la cama y comenzó a penetrar a su marido, quien estaba
angustiado e indefenso. La sensación de Marta era de doble placer, por un lado
cuando se movía hacia adelante y atrás el consolador se movía dentro de su
vagina raspándole todas las paredes y por otro sentía una sensación de poder y
control sobre su marido.
Raquel tomó el consolador negro de Marta y se lo introdujo en su propio ano y
comenzó a masturbarse mientras miraba la escena de la feliz pareja, no todo era
trabajo y venta en su vida, siempre se daba un pequeño respiro en una
demostración.
Marta comenzó a cabalgar cada vez más rápido sobre la cola de Roberto, que ya
estaba aplastado contra las rejas del respaldar de la cama. Pero por más rápido
que iba no llegaba al orgasmo.
Raquel, que ya había tenido su orgasmo, se levantó y apretó un botoncito en el
cinturón de Marta, se escuchó un silbido agudo y de las dos puntas del
consolador salieron chorros de un líquido viscoso, que por una parte calmaron el
fuego de Marta y por otra inundaron el recto de Roberto.
Exhausta y llena de gozo Marta cayó sobre el colchón, Roberto lagrimeaba feliz
(entre el dolor y el placer) apretado contra las rejas del respaldar. Marta
completó la orden de compra de todos los productos que le fueron mostrados y
Roberto pagó la cuenta. La doctora se despidió contenta (había logrado la venta
del día) y le comentó a Roberto:
- Ah y no se preocupe por el parte médico, apenas llegue lo completaré, el
diagnóstico será: día femenino ... - "