La vendedora de cosméticos (tercer parte)
La venganza de Roberto.
"Roberto estaba furioso. Desde aquel fatídico día que quiso faltar al trabajo
porque tenía ganas, todo le salía mal.
Su mujer, Marta, lo había abandonado luego que él se negara a seguir con los
jueguitos que la vendedora de cosméticos les había vendido. Se fue con su bebé a
Rosario, a vivir con otra mujer que conoció por Internet, y con la que tenía
mucha más afinidad que con él.
Si bien no había perdido el trabajo por aquel faltazo, todos se enteraron de que
decía el parte médico. Cuando caminaba por los pasillos todos se reían a
hurtadillas de él, no tomaban en serio sus tareas y las cosas siempre terminaban
con algún chascarrillo con un tono fuertemente sexual.
En la casa, desde que se fue Marta, todo era desorden; fetas de salame y
salchichón se pudrían sobre la mesada de la cocina largando un olor nauseabundo;
el lavarropas enmohecía por la falta de uso; el inodoro tenía costras de sarro y
orín por todas partes. Su aspecto personal se iba deteriorando con el tiempo y
ya parecía más un linyera que pide limosna en la puerta de la iglesia que un
alto ejecutivo de una empresa multinacional. Su mente hervía de odio y rencor
hacia quién él suponía como la autora de todas sus desgracias: la doctora Raquel
Montoya. Tan solo esperaba el momento oportuno para ejecutar su venganza.
Vio la oportunidad en un lunes luego de un fin de semana largo. - Si falto al
trabajo el lunes, seguro que me mandan al médico laboral, y entonces ahí me
puedo tomar la revancha - pensaba y se regocijaba.
Pasó todo el fin de semana maquinando como ejecutaría su venganza; lo primero
que se le ocurrió era devolverle el favor que le habían hecho a él la doctora y
su mujer sobre la cama y luego dejarla encadenada varios días sin tomar, ni
comer nada, hasta que le implorara perdón y se rebajara de ser humano a
cucaracha. Sí eso era lo mejor !
Esperó a que pasara el viernes, el sábado y el domingo; casi no comía, ni
dormía, solo lo mantenía vivo la cerveza que tomaba. A primer hora del lunes,
llamó a la oficina, se reportó enfermo, y se puso detrás de la puerta a esperar.
Con barba de cuatro días, sin bañarse por ese mismo lapso de tiempo, a medio
vestir entre pijamas y ropa de calle y con un olor a cerveza penetrante su
aspecto era deleznable.
A media mañana sonó el timbre. Su corazón dio un brinco y se sobresaltó de
alegría cuando preguntó quién era y del otro lado se escuchó: - Soy la doctora
Montoya de la oficina de medicina laboral, vengo a hacer un chequeo de rutina al
Sr. Roberto López que se reportó enfermo. -
Miró por la mirilla y efectivamente era ella, con su delantal blanco,
estetoscopio y maletín. Abrió la puerta completamente y se quedó escondido
detrás de ella.
La doctora entró con paso decidido y sin sospechar nada. Roberto, de un golpe
cerró la puerta, se abalanzó sobre la doctora y tomándola de la negra cabellera
la arrastró al dormitorio. La puso en la misma posición que él ocupara días
atrás: en cuatro, con las manos esposadas al respaldar de la cama y la barra de
acero encadenando los tobillos y separándole las piernas. Con tono despótico,
soez, terriblemente grosero, y exhalando un vaho a cerveza cuajada y dientes sin
lavar de la boca, le dijo a la doctora:
- Desgraciada, puta de mierda; por tu culpa me abandonó Marta y mi hijo, se fue
con esa lesbiana de Rosario; en el trabajo se ríen de mí, y me están por echar
!! Te voy a romper el traste !! Miss Valón, Miss Valón, ahora vas a ver lo que
es este porongón !! - y subiéndole la pollera del delantal de médica y
arrancándole la bombacha; la comenzó a penetrar.
Raquel siempre había tenido la fantasía de que algún paciente que fuera a
atender la violara violentamente; cuando se vio envuelta por ese torbellino que
era Roberto, se excitó al máximo y gozó de todo el tratamiento que le estaban
dando.
Mucho antes que Roberto la empezara a penetrar había tenido una dilatación
fenomenal que se fue acrecentando cuando con las manos sucias le tocaba los
pechos y le ensuciaba el blanco delantal; con la barba le raspaba la nuca y
sentía el hilo de baba que caía de la boca sobre su cuello. Pero apenas se pudo
contentar con el exiguo tamaño del miembro de quien la estaba poseyendo.
Cuando Roberto llegó al orgasmo, cayó extenuado sobre la cama; todo el peso de
los días sin dormir cayeron sobre él y se quedó profundamente dormido.
- Esta gente que no lee las instrucciones de las cosas que les vendo, nunca va a
disfrutar todo las posibilidades que los productos Miss Valón le ofrecen, pagan
plata y solo usan la mitad ! - pensaba Raquel mientras apretaba de una forma
particular las esposas que se abrieron liberando a la hipotética prisionera.
Cuando Roberto despertó era de noche, sentía en todo su cuerpo un ardor y en el
brazo un pinchazo, como si le hubiesen dado una inyección. Casi sonámbulo se
levantó de la cama y se acercó al espejo que estaba iluminado. El espanto lo
embargó de golpe. La imagen que le devolvía el espejo no era la de Roberto si no
el de una mucama a la que se le fue la mano con el maquillaje. Su barba de
varios días había desaparecido y su piel aunque un poco inflamada se mostraba
lisa. Su aspecto era otro: pelo negro lacio, uniforme negro con puños y cuello
de encaje blanco, delantal blanco, zoquetitos con volados de encaje y zapatos de
taco blancos. Sus brazos y piernas estaban depiladas (era ese el ardor que
sentía); se fijó en su pecho que cubierto con un corpiño de encajes, también
estaba depilado.
Luego se enteró que el ardor que sentía era producto del tratamiento depilatorio
que Raquel le había realizado con el nuevo sistema electrolítico Miss Valón.
El horror no cesaba, de las sombras vio que una figura se le acercaba haciendo
ruido de cadenas, cuando estuvo cerca de la luz reconoció bajo ese traje de
cuero y cadenas, y con látigo de siete puntas en la mano a la doctora Montoya.
El aspecto que daba la doctora era feroz: peinada con cola de caballo, el
maquillaje le daba el aspecto de un águila que cae sobre su presa, del body de
cuero que usaba, colgaban infinidad de cadenas, en el cuello tenía un collar de
cuero con pinches hacia afuera, haciendo juego con las muñequeras; medias de red
y altas botas de cuero con espuelas completaban la dura vestimenta.
Un splash se escuchó por el aire y las nalgas de Roberto sintieron el impacto de
las tiras de cuero.
- Veo que la mucamita terminó su descanso, ahora a trabajar !, que la casa está
hecho un desastre - le decía Raquel mientras le descargaba un segundo latigazo.
Roberto comenzó a limpiar la casa mientras que Raquel cómodamente descansaba en
un sillón, vigilando todos sus movimientos. En determinado momento Raquel lo
increpó: - No, así no ! más rápido !, de otra forma no vas a terminar !, como te
podría dar un incentivo para aligerar tus movimientos ? ... ya se ! - y tomando
un plumero corto le subió la pollera, y poniendo la bombacha de costado le clavó
el mango en el ano. Realmente quedaba gracioso, corriendo de aquí para allá,
parecía un pavo real; hasta por un momento el roce del palo en su ano le produjo
determinado placer.
Roberto limpió la cocina, higienizó el inodoro, lavó la ropa sucia, planchó
algunas camisas, baldeó toda la casa, no sin recibir de vez en cuando algún
latigazo porque hacía las cosas mal o lentamente.
Cuando terminó todas las tareas se sentía extenuado. Le ardía la piel, le dolían
los latigazos recibidos, le dolían los pies que habían sido estrujados por los
zapatos nuevos, sus manos parecían dos harapos de tanto refregar, le palpitaba
el ano de tanto rasparle el plumero.
Pero Raquel no lo dejó descansar, lo hizo arrodillar frente a su persona y
desprendiendo la parte inferior de su body de cuero, sacó su miembro hinchado y
le ordenó que lo besara y succionara, Roberto obediente cumplió. Luego Raquel
hizo que se arrodillarse sobre el sillón, le levantó la falda, le sacó la
bombacha y lo penetró. Raquel parecía incansable, cabalgó sobre el culo de
Roberto durante largos minutos hasta que sintió que llegaba al orgasmo. En ese
momento hizo que Roberto le mamara su clítoris y acabó en la boca de la
mucamita.
Roberto no daba más, pero cuando Raquel se iba de la casa, le rogó que se
quedara, que ella era la única persona con la que podría estar, con la que se
sentía seguro. Suplicaba, que iba a hacer si en del trabajo con seguridad lo
iban a echar ? así como estaba todo depilado no lo iban a aceptar en ningún
lado, lloraba.
Raquel se apiadó de ese resto de ser humano y le dijo:
- Bueno, quedate tranquila, yo soy íntima amiga del presidente de la compañía.
Se que está buscando una secretaria ejecutiva y creo que vos sos la candidata
perfecta. Vas a ver que cálido que es él con las mujeres !. Te espero mañana
para la revisión médica y si tenemos suerte te consigo una entrevista en ese
mismo momento ! Eso si, te recomiendo sobre manera usar alguno de estos
modelitos de la colección de verano de Miss Valón - le cobró los vestidos, el
tratamiento depilatorio y algunas cositas más y cerrando la puerta se fue.