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La granjera

en Fetichismo

La granjera

Cuando me quedé sin empleo me trasladé a vivir a una pequeña aldea de montaña. Allí enseguida encontré empleo en una pequeña explotación agrícola que regentaba una señora que hacía poco que había enviudado y necesitaba ayuda para llevar la finca. Carmen, que así se llamaba la dueña, es una estupenda mujer de 42 años, morena, de pronunciadas curvas aunque no gorda, donde resaltan sus grandes pechos y su soberbio culo.

Los primeros días transcurrieron con normalidad, trabajando codo con codo en la explotación. El trabajo era duro pero su compañía lo hacía más soportable. Por las noches acabábamos extenuados, completamente sucios y sudados por el esfuerzo físico realizado durante todo el día. Ese momento era el que yo esperaba durante todo el día, el contacto con esa espléndida mujer y los olores que desprendía me alegraban la jornada. Mi mente no paraba de imaginar como tendría el cuerpo Carmen a esas horas.

Así pasaban los días y poco a poco aumentó nuestra confianza. Después del trabajo, la rutina era siempre la misma, cada uno se retiraba a asearse y después cenábamos juntos hasta que me retiraba a mi habitación que estaba al lado de la cuadra.

Llegó el verano y Carmen empezó a usar ropa más ligera que en ocasiones me permitía ver algo más de su anatomía. Cuando se agachaba, me deleitaba viendo el gran surco que formaban sus pechos y no perdía nunca una ocasión para mirar su precioso trasero. Usaba siempre pantalones de deporte que marcaban a la perfección sus redondas nalgas. Al principio casi no me fijé, por el trabajo que hacíamos, pero poco a poco no dejó de sorprenderme que siempre se apreciaban manchas en la parte del culo. Un días mientras yo estaba agachado fijando unas maderas, ella las sujetaba de modo que su culo quedó a escasos centímetros de mi cara, pude ver de cerca las manchas, parecían de caca. Mi teoría se confirmó al oler su trasero de cerca, el olor a excremento y sudor se mezclaron en mi nariz. Durante todo el día no me lo puede sacar de la cabeza.

Ya por la tarde, realizando otra de las pesadas tareas de la granja, Carmen se cayó de culo y entre risas ayudé a levantarla. Se había puesto perdida de paja y polvo y la ayude a sacudirse, aprovechando la ocasión para pasarle mi mano por las nalgas. Ella me frenó en seco diciéndome que estaba sucia a lo que le respondí que no me importaba que yo también estaba sucio. Ella me miró a los ojos y me dijo que ella más, que tenía un problema. La confianza entre nosotros ya era grande y pasó a explicarme cuál era su problema. Me contó que tenía muchos gases y que siempre manchaba la ropa y que por ese motivo no quería que la ayudara. Mirándole a los ojos, estreché sus manos y la besé.

Viendo mi complicidad no pudo resistirse y más y soltó un tremendo pedo que provocó nuestras risas. No desaproveche la ocasión para palparle todo el culo susurrándole que me encantaría ser sus bragas para apreciar todo su olor. Rápidamente se desprendió de su pantalón y por primera vez la vi en bragas. Una gran mata de pelo sobresalía de sus bragas y la parte posterior certificaba sus palabras, sus bragas estaban completamente llenas de manchas que sólo podían tener un origen. Me preguntó si quería que siguiera, y como respuesta la giré y le besé las nalgas. Olía muy fuerte a flujo y caca. Ella se quitó las bragas y me las entregó, viendo mi obsesión por esa prenda, al tiempo que se reafirmaba con sus problemas de gases. Olí con devoción la prenda y le dije que desde ese momento sería mi pedorreta preferida.

Me estiré en el prado y ella se colocó encima de mí haciendo un perfecto 69. Me chupó hasta que acabe en su boca y yo no paré de alternar mi trabajo de lengua en su peludo coño y en su oscuro ano que realmente olía muy mal y estaba completamente sucio. La penetré con mis dedos, chupando lo que con ellos extraía de su culo, deleitándome con estruendosos pedos que mi boca succionaba con avidez. Siguiendo mi ejemplo ella también me hizo un fabuloso beso negro penetrándome el ano con sus dedos que después también chupaba al tiempo que nos decíamos obscenidades sobre nuestros sexos, anos y fluidos corporales.

Desde ese día nuestra relación ya no es sólo laboral sino de pareja y nuestra sexualidad está profundamente marcada por sus pedos y juegos escatológicos.

Si queréis mandarme comentarios y compartir experiencias, escribir a: Brusi7@telepolis.com