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La ladronzuela

en Fetichismo

La ladronzuela

Tengo un pequeño supermercado en una barriada del extrarradio de una gran ciudad. Lo regento yo sólo porque el negocio no me permite tener empleados a mi cargo. Estos últimos años, con la dichosa crisis, la gente está pasando muchas penalidades y yo lo he comprobado en mi negocio puesto que, semana tras semana aumentan los pequeños robos que hace la gente en mi negocio.

Cansado de esta situación instalé un circuito cerrado de televisión que me permite controlar todos los rincones de la tienda estando yo en la caja. Así pues, desde ese momento me fue mucho más sencillo controlar la situación.

Ya al segundo día de tener instalado el dispositivo cuál fue mi sorpresa cuando una vecina, Marisa, a la que conozco desde hace muchos años, aprovechando un rinconcito en el final de la tienda, vi como introducía bajo los leggins dos sobres de jamón. Enseguida pensé que podía sacar partido de tales actos y mi mente calenturienta se puso en marcha; la iba a chantajear para gozar de ella.

Inmediatamente procedí a grabar la filmación y cuando vino a caja a pagar por el resto de compras que había realizado no le hice comentario alguno. Comprendí que necesitaba más pruebas para conseguir de lo que pretendía.

Marisa siempre me había gustado mucho, es lo que se puede definir como una mujer exuberante. Tiene 34 años, rubia, dos hijos y  su marido es camionero por lo que pasa muchas temporadas fuera de casa. Siempre me había atraído mucho porque es el tipo de mujer que me gusta; no muy alta, buenas tetas, culona y siempre va vestida marcando sus impresionantes curvas. Otro detalle que me había gustado de ella es que seguramente tenía que ser bastante peludita puesto que el vello se le apreciaba en brazos, partes del rostro y en algunas ocasiones en verano le había visto sus axilas peludas. La de pajas que me he hecho pensando en su cuerpazo. Y se acercaba mi momento.

Al día siguiente volvió Marisa a mi tienda y tras charlar unos minutos de cosas intrascendentes y aprovechando que había entrado más gente en la tienda se puso a comprar. Yo no le sacaba el ojo a través de la tele y, para mi regocijo, otra vez se situó en el rinconcito y ese día cogido un par de sobre de salmón ahumado que nuevamente introdujo bajo la falda que llevaba ese día, seguramente dentro de su ropa interior.

Ya tenía otra prueba en mi poder. Ahora sólo faltaba el momento para sacarle el máximo rendimiento a estos hechos.

Pasaron un par de días en que Marisa no acudió a mi tienda, al tercero lo hizo pero no robó nada puesto que la tienda estaba muy llena de gente.

Yo ya empezaba a desesperarme y a pensar que había perdido la oportunidad de beneficiarme a tal espécimen de mujer.

Pero por fin llegó mi momento. Marisa se acercó a mi tienda cunado estaba a punto de cerrar al mediodía. Me saludó y se dirigió a comparar cosas, yo me hice el despistado como si arreglase albaranes en la caja y encendí el sistema de grabación. Marisa, aprovechando que yo estaba muy ocupado procedió a coger un par de sobres de embutido e introducirlo bajo sus ropas.

Cuando se acercó hacia la caja para pagar el resto de cosas que quería comprar, aproveche para cerrar la puerta de la tienda y le dije:

- Marisa, tú no lo sabes pero hace días que he visto como me estás robando en mi tienda.

Ella se quedó de piedra, empezó a jurar y perjurar que ella nunca había robado nada. Le dije que se acercara y encendí la grabación dónde se la veía cogiendo cosas e introduciéndolas en el interior de sus ropas.

Se puso roja como un tomate, empezó a sollozar y a pedirme que no dijera nada, que no la denunciara y que su marido no tenía que saber nada pues parece ser que le gustaba mucho gastarse parte del dinero que tenía para alimentos para gastárselo en el bingo.

Yo le dije que la cosa se podía arreglar pero que tenía un precio. Ella siguió suplicando y entre sollozos me dijo que haría que lo fuera.

Le respondí que ahora lo comprobaría y, tras invitarla a pasar al pequeño almacén de la tienda le pedí que se bajara los pantalones y que sacara los sobres de embutido que había escondido bajo ellos.

Ella introdujo sus manos en el pantalón y extrajo lo robado. Seguidamente le dije que creía que no me había entendido, que lo que quería es que se bajara los pantalones.

Ella me pidió perdón que no lo haría más, que la dejara ir...

- Claro que te voy a dejar ir Marisa, pero antes tienes que darme una satisfacción.

- Bájate los pantalones.

Ahora fue cuando entendió que la tenía en mis manos y que no tenía opción.

Se bajó los pantalones por debajo de las rodillas y apareció ante mí un diminuto triángulo blanco por el que sobresalía una gran cantidad de pelo negro. La visión me excito sobremanera y mis expectativas de que fuera peludita se habían cumplido con creces.

Le dije que estaba muy buena y le ordené que se diera la vuelta que quería ver su culazo. Ella ya no opuso resistencia y se dio la vuelta mostrándome su orondo culo. Era un culo enorme, con algo de celulitis pero firme. Sus grandes nalgas se tragaban su tanga blanco.

Seguidamente le pedí que no se girara y que se acabara de quitar los pantalones. Ella obedeció, y al agacharse para hacerlo me mostró todo su culazo en su máximo esplendor. La tira del tanga la tenía completamente incrustada en su raja y ano. En el almacén tengo una especie de mesa baja y le pedí que se pusiera en pompa sobre ella. Me acerqué a su culo y separando los cachetes aplasté mi nariz en su culo. Olía a puro sexo, esa mezcla de olor a coño y culo que con sólo recordarlo me empalmó de nuevo. Después de entretenerme oliendo a esa hembra, procedía a darme un festín visual. Le separé las nalgas disfrutando de la visión de la tira del tanga que partía en dos su ano y su raja. Los pelos como en la parte delantera le sobresalían de la tira de tal manera que costaba identificar el color blanco del tanga. Aparte la tira del tanga y su coño y ano quedaron perfectamente expuestos a mis ojos. Como estaba a cuatro patas tanto su coño como su culo quedaban completamente abiertos ante mí. Su coño estaba reluciente por la humedad que desprendía, la muy cerda se estaba excitando, pero lo que más me sorprendió fue la perfecta redondez de su oloroso y oscuro ano, adornado con una corona de pelo pero era rosadito en todos sus pliegues.

Le separé las nalgas al máximo para excitarme con esa visión y Marisa empezó a decirme si con esto ya tenía suficiente. Le respondí que la juerga acaba de empezar y seguidamente acerqué mi boca a ese oscuro surco para comerme su coño y su culo, pasando mi lengua, alternativamente, por toda su intimidad. Al cabo de un rato Marisa ya no podía reprimir sus jadeos y aprovechando el momento introduje mi dedo índice hasta el fondo de su reluciente coño mientras le masajeaba el clítoris con el pulgar de la otra mano. Casi se corre de inmediato. Al cabo de un par de minutos, saqué el dedo de su coño y disfruté oliendo todo su aroma. Le dije que girara la cabeza y se lo día chupar al tiempo que el preguntaba si le gustaba el olor de su coño. Ella resignada chupó mi dedo hasta dejarlo bien reluciente. Yo ya me había bajado los pantalones y había sacado mi polla que estaba a punto de explotar. Le dije que ahora me iba a ocupar de su apestoso culo y aprovechando la lubricación de su saliva le introduje el dedo en el ano sin miramientos. Para mi sorpresa no ofreció mucha resistencia y prácticamente su culo succionó mi dedo hasta los nudillos. Ella empezó a gimotear y yo le dije que no se quejara que se notaba que alguna polla se había comido su ano por lo fácil que se deslizaba por su interior. Ella me reconoció que no era virgen del culo, que su marido se la follaba por el ano de vez en cuando.

Yo ya estaba excitadísimo, saqué el dedo de su culo y lo olí con deleite. Su culo desprendía ese olor característico, mezcla de sudor y caca, aunque salí limpio y reluciente. Como antes, se lo di a chupar y ella lo hizo resignada. Mientras le decía palabras soeces a su oído. Le dije que le iba sacar todos los pedos que tenía almacenados en su culazo, que la iba a partir en dos y una ristra de obscenidades para aumentar mi calentura.

Había legado el momento de rellenar sus cavidades con algo de mayor volumen que mis dedos.

Le dije que bajara de la mesa y que se quitara toda la ropa que quería ver sus tetazas, ella sin rechistar se bajo de la mesa y se quitó la camiseta y el sujetador. Ante mí aparecieron dos enormes globos que temblaban como un flan de gelatina. Tenía unas tetas grandes y separadas culminadas con un pequeño pezón que estaba completamente erecto y una gran aureola rosada. Me deleité estrujándoselas y chupando hasta que le pedí que se pusiera a cuatro patas en el suelo.

Cogí un par de zanahorias del almacén, una más corta y gruesa y la otra más larga y delgada. Le dije que inclinara la cabeza hasta tocar el suelo y así, con todo su culazo en pompa le ordené que separase los glúteos. Otra vez tenía a mi disposición su coño y su culo totalmente expuestos. Cogí la zanahoria más gruesa y poco a poco se la introduje en el coño hasta el fondo. Empecé a mastúrbala hasta que se deslizaba sin complicaciones. Sin sacar la zanahoria de su coño cogí las más larga y delgada y, lentamente se la fui introduciendo en su ano. Al principio opuso algo de resistencia pero, poco a poco lo más de veinte centímetros de zanahoria fueron absorbidos por su recto. Era un espectáculo grandioso, Marisa a cuatro patas, completamente expuesta y con una zanahoria clavada en cada uno de sus agujeros. Ella no paraba de jadear y al cabo de un tiempo de de follarla con los vegetales extraje de su culo la zanahoria. Sin poder evitarlo, se le escapó un estruendoso pedo al vaciar de repente su recto. Un pesado olor inundó la habitación y la zanahoria quedó en punta y laterales manchada de caca. Se la enseñé al tiempo que le decía si no se lavaba el culo. Sin darle tiempo a responder la puse en su boca y le pedí que la limpiara. Lo hizo sin muchos reparos, dándome a entender que era más zorra de lo que pensaba.

Mi polla estaba a punto de estallar y decidí que ya había llegado la hora de follar ese enorme culo que tenía ofrecido. Sin lubricarla, apunté mi verga a ese oscuro culo que se había dilatado por mis manipulaciones y de un par de embestidas se la clavé hasta el fondo, sin sacar la zanahoria de su coño. Empecé follarla, notando a cada empujón la dureza del vegetal que tenía incrustado en coño. Al cabo de un rato estaba por vaciarme en sus entrañas pero decidí corredme en su boca. Le dije que no se moviera y de una vez saqué completamente mi polla de su dilatado culo. Salió acompañada de unos cuantos pedos que Marisa no podía reprimir y bien manchadita de excremento pues al tiempo que la sacaba no había podido evitar cagarse pues con la follada le había removido todas las tripas.

Casi me corro al ver como su culo expulsaba un par de chorizos marrones. Sin tiempo que perder, la cogí del pelo y le introduje mi polla sucia de caca en la boca que ella chupó por breves segundos hasta que vacié todo mi semen en su garganta.

Casi se atraganta de la cantidad de leche que se deslizó por su cuello hasta su estómago.

No la saqué enseguida y la tuve unos minutos en su boca hasta que quedó limpia de su excremento y flácida.

Resoplando por el esfuerzo, me tendí en el suelo mientras Marisa hacía lo mismo a mí lado al tiempo que se sacaba la zanahoria que tenía en el coño.

Le dije que no se preocupara, que no la denunciaría, que le dejaría que siguiera cogiendo objetos del supermercado siempre que estuviera a mí disposición para alguna que otra sesión de sexo sucio.

Ella, sucia y sudorosa me respondió con una mueca, indicándome que sería mi putita particular. Como recuerdo me quedé con su tanga que estaba decorado con algún pelo, su humedad en la parte delantera y con unas identificables manchas marrones que dejaba su culo al incrustarse la tira en su ano.

Se arregló como pudo y me beso. Cuando le abrí la puerta para irse le dije que siempre que viniera a la tienda llevará ropa ajustada y tanga para remarcar sus encantos.

A partir de ese día Marisa me alegró mis mediodías.

Espero sus comentarios y si alguien quiere compartir experiencias similares.