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Las crueles colonia (III)

en Fetichismo

Las Crueles colonias 3

Para un fetichista empedernido de los pies, no hay nada mejor que ejercer como monitor, tienes tantos pies, calcetines y zapatos a elegir como niños a los que cuidar.

Siendo monitor, no se decir cuántos pies, calcetines, zapatos, zapatillas de deporte, botas y sandalias han pasado por mi cara. Y es que estando junto a un niño, estando este descalzo, y siendo su monitor.. solo tienes que esperar a que te ponga el pie en la cara para hacertelo oler, besar o chupar, sin incitarle!!, y además, si los demás niños ven que tu no te enfadas y le metes la bronca querrán ponerte sus pies también.

Tengo que hacer verdaderos esfuerzos para que no se me note que disfruto un montón cuando un chavalin me pone sus pies en mi cara, o me mete su calcetín sucio en mi boca, o me cubre la cara con su zapato para hacérmelo oler.

Tuve a un chaval durante 2 años, cuando el tenía 13 y 14. Se llamaba Andrés, era moreno, delgado, pelo negro y ondulado, y muy, muy guapo.

Fue el único niño que me hacía notar el plumero, y es que me tenía totalmente a sus pies, incluso cuando calzaba sandalias con calcetines, le encontraba unos pies irresistibles.

Normalmente cuando se descalzaba, si estaba a su lado, me solía poner el zapato o bota en la cara para que se lo oliera, si era el calcetín me lo metía en la boca, y yo con mucho gusto oponía un poco de resistencia pero no la suficiente para que lo consiguiera.

Estando de colonias, por la noche en su habitación (y la de sus compañeros), lo tenía frente a mi, con un pijama ajustado de color azul y unos calcetines blancos y usados de todo el día, él me ordenó que me arrodillara y le besara los pies, y no pude resistir la tentación. Es muy diferente que un niño te ponga su pie en la boca, que no sea tu boca la que vaya hacia el pie del niño, ya que le demuestras cual es tu intención.

Y estando así, de rodillas frente a él y besándole los pies, disfrutando los dos (todo hay que decirlo), se tomo la licencia de pisarme la cabeza, yo me estiré en el suelo, boca arriba, dejando que él (de pie sobre mi) me pisara donde le apeteciera, en especial mi cara.

Luego sentado sobre mi estomago, se quitó un calcetín, me lo metió en la boca, y me la mantuvo cerrada durante un buen rato, a medida que iba tragando saliva le iba limpiando el calcetín. Lo mismo me hizo con el otro.

Luego, poniéndome los pies sobre mi cara, me hizo lamerle las plantas, y finalmente, él sentado en una cama, con el pantalón del pijama y el calzoncillo bajado se empezó a masturbar mientras yo le chupaba como un esclavo sus preciosos y morenos pies.

Estaba claro que aquella relación fetichista que manteníamos debía quedar entre nosotros dos.

Aún guardo un calcetín suyo, es uno de mis favoritos, y es que hago colección de calcetines sucios de niños, aunque ahora me resulta muy difícil sin ser monitor.