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La gran noche

en Zoofilia

Que tal amigos. Siempre es un gran placer tener que contarles; y así como la primera vez que lo hice fue para relatar una bestial paja que me hice mientras leía uno de los relatos publicados, ahora lo hago para compartir con todos una experiencia más que arrobadora.

Antes que nada debo contarles cómo es que soy. Esos datos los obvié la vez pasada, pero creo que esta vez les gustará saber cómo soy físicamente. De esta forma supongo que podrán hacerse una idea más aproximada de los hechos que voy a narrar y de quién es su protagonista.

Para empezar, soy un morochazo de 22 años, mido 1.74, soy delgado pero bien formado ya que voy periódicamente al gimnasio; tengo pelo castaño oscuro bien corto y de mi cara tengo que decir que el rasgo más sobresaliente son mis gruesos y carnosos labios; en cuanto a mi dotación, no les voy a mentir ya que eso no me gusta, sólo tengo que decir que tengo una talla normal, aunque si un poco gruesa. Pero la verdad no me interesa mucho eso, ya que siempre pensé que lo importante no es lo que tenes, sino cómo lo usas.

Bueno, sin más preámbulos, les paso a contar lo que sucedió con Brenda; una chica que conocí gracias a mi anterior relato.

La noche estaba estrellada y la bellísima Brenda me había invitado a su casa para que jugáramos como de costumbre. Lo que yo nunca imaginé es cómo íbamos a terminar esa noche que en apariencia parecía tan normal como otras.

Llegué a su casa y ya desde el principio las cosas se pusieron muy encendidas para mi. Y no era para menos ya que Brenda me esperaba con un largo vestido blanco; bastante suelto pero aun así marcaba perfectamente la voluptuosa figura de mi amor.

No les conté de ella, pero para que se den una idea, ella es morenita como yo, y tiene una medidas que son un deliete para los ojos. Sus medidas son 92-60-98; medidas que la primera vez vi me pusieron algo nervioso. En fin… un cuerpo que hay que saber llevar.

Lo siguiente en lo que reparé es que junto a ella se encontraba Caio; su perro. Él es un Pastor Alemán muy lindo. Tiene un pelaje hermoso ya que mi querida Brenda lo cuida muchísimo. Se lo veía fuerte y muy vigoroso, como de costumbre, pero esta vez estaba un poco más inquieto que de costumbre. Tiempo después descubriría el porqué del estado del bonito animalito.

Sólo pasé al interior de la casa y ni bien estuve dentro Brenda me recibió con un cálido y tierno beso en mis labios. No podía disimular lo mucho que me atraía la vista de ese divino vestido que la cubría. Podía ver que no llevaba ropa interior puesta. Eso se notaba ya que sus desnudas caderas se marcaban limpiamente con aquel vestido. En cuanto a sus pechos no hay mucho que decir. Se podía ver claramente cómo sus pezones, sin estar erectos, querían desgarrar la tela para salir a la luz.

Esta vista no hizo otra cosa más que excitarme ni bien abrió la puerta. Por otra parte, había algo que no era común; y era que, aunque siempre se preocupa mucho por él, Caio nunca estaba dentro de la casa. Lo cual me llamó la atención, pero de alguna forma imaginaba qué iba a suceder tiempo después.

Una vez en la sala de la casa me invitó un trago y nos pusimos a charlar. Yo no podía evitar verla, por lo que le inquirí el porqué de aquel vestido y de la atmósfera que había creado con la iluminación… los tragos y todo eso. A lo que ella respondió que quería pasar una noche inolvidable, y que me había elegido a mí para que hiciera de esa noche algo único.

No podía creerlo, me estaba diciendo indirectamente que esa noche iba a ser la más espectacular que había vivido nunca antes. Nos sentamos juntos en un amplio sofá que tiene en su sala. Tragos en mano, charlamos un rato hasta que el alcohol comenzó a hacer efecto. Y entre risas, tiernos besos y muchas y muy suaves caricias dimos rienda suelta a nuestros más bajos instintos.

Nos es por hacer alarde de lo bien que esta Brenda, pero honestamente es una mujer preciosa. Su piel color chocolate invita a pobrar su dulce sabor. Es suave, muy suave, y ni que hablar del brillo que tiene. Parece una diosa griega siempre ungida en aceite. Mientras charlábamos, no apartaba mis ojos de sus brazos delgados y torneados coronados en dos finas y estilizadas manos que a cada momento proporcionaban placer con sus tiernas caricias. En tanto que su pecho se dilataba y contraía una y otra vez. En él, gracias al profundo escote de su vestido podía ver el comienzo de esos dos turgentes pechos que inevitablemente llevaban a mis ojos en un arrobador recorrido que culminaba en dos gruesos, puntiagudos y oscuros pezones.

Mientras mi vista no dejaba de recorrer el cuerpo de Brenda sin ningún disimulo, Caio se paseaba por toda la sala. Al parecer estaba inquieto, como urgido por vaya a saber qué cosa.

Al tiempo que mi mirada hacía lo suyo, mis manos no pudieron resistir más la tentación de aquel cuerpo, y comenzaron a acariciar las fuertes piernas de Brenda. Iban desde sus pies, que para esto ya había perdido sus delicadas sandalias, pasando por sus firmes pantorrillas y terminando en los tiesos muslos aun cubiertos por la delicada tela del blanco vestido.

Brenda, ni lenta ni perezosa, también hacía lo suyo. Tocaba mi formado pecho, luego bajaba hasta mi abdomen y nuevamente subía para recomenzar las caricias. Tomaba mis brazos y los apretaba levemente para sentir la firmeza de mis bíceps, así como también para hacerme notar lo excitada que se estaba poniendo con mis caricias y besos.

Y en lo mejor de la situación me detiene. Y me dice:

-¿sabes por qué traje a Caio esta noche?

Sin duda ella sabía lo mucho que me excitaba la idea de compartir una mujer con un lindo animal.

A lo que contesté:

-Supongo que para que juguemos un poco, ¿no es así?

Brenda me había comentado que ella también le fascinaba la idea de estar con su fuerte perro Caio. Sin embargo, nunca me dijo que ella lo hacía con él. De hecho, siempre imaginé que sólo era una fantasía, y que de ahí no pasaba a más. Muy equivocado de mi parte…

Sin esperar un minuto, mientras yo le propinaba muchas más caricias en todo su cuerpo, Brenda comenzó a llamar Caio. Y él, muy obediente a su ama, vino a su llamado sin hacerse esperar.

Me miro a los ojos, y con ese brillito que tiene en su mirada me dijo:

¿Te animas a que lo hagamos los tres?

Y sin dudarlo, le dije que si. Que era lo que más deseaba en el mundo. Que haría posible e imposible para que esa noche fuera la más lujuriosa de nuestras vidas. Y sin más comenzamos a jugar los tres.

Por supuesto que yo no me imaginaba lo que iba a venir. Como les dije, yo no sabía que Brenda ya tenía tiempo de jugar con Caio.

En su ya notable calentura, brenda, comenzó a levantar la falda del vestido. Cosa que me puso a mil. Tiene unas caderas como pocas veces vi en mi vida. Sus anchas caderas reposaban sobre el cuero negro del sofá. Al hacer este movimiento pude ver cómo estaba de empapada por sus propios jugos; jugos que deseaba beber más que nada en el mundo.

Y ahí estaba ella, recostada sobre el sofá con sus piernas bien abiertas y su vestido a la altura de la cintura mostrando todo el bello de su pubis, así como sus rosada, jugosa y babeante vagina. En eso, mientras ella llamaba a Caio, me toma de mi camisa y así medio desprendida hace que me abalance sobre su pecho. No fue mucho el tiempo que pasó cuando sentí que Caio estaba muy cerca mio. El obediente Caio se encontraba lamiendo la vegina de Brenda al tiempo que yo besaba los gruesos labios de mi amor. Mis manos no podían estar quietas, y sin más, iniciaron un estimulante masaje en los llenos y duros pechos de Brenda.

Tendría que haber visto esa escena chicas. El perrito estaba entre las piernas de Brenda, mientras, yo la besaba como si fuese la última vez, al tiempo que mis manos estrujaban los firmes pechos coronados en dos pezones totalmente aguzados. Tanto Caio, como quien escribe esto estábamos dándole a Brenda la más placentera de las sesiones de sexo que nunca antes tuvo en su vida.

Gemido ahogados salian de la boca de ella. Su cuerpo se arqueaba una y otra vez como si tuviera convulsiones. Era indescriptible el placer que sentía al roce de la lengua de Caio en su clítoris completamente erecto y mojado. Mientras que por mi parte debo decir que los pezones de Brenda estaban tan duros que llegaban dolerle, parecía que se iban a partir en dos. Era como si la piel que los envolvía no podía resistir mucho más.

No pasó mucho tiempo más que Brenda sola se quitó el vestido que para esto estaba arrollado a su cintura. Se la veia sumamente excitada, tanto que casi a tirones se sacó lo que quedaba del vestido en su vientre. Sus pechos estaban tan bien que no terminó de sacarse el vestido cuando yo ya me encontraba chupando, mordiendo y apretando esos deliciosos pechos color chocolate.

Estaba completamente desnuda tendida en el sofá a merced de sus dos amantes. No había parte del cuerpo que no recorriera con mis labios, mientras que Caio se ocupaba de lamer incansablemente la conchita de Brenda, y no era para menos, ya que de ella salían sus esencias a borbotones. Era como un grifo abierto. De sólo ver eso también quise probar. Por lo que le pedí que me ayudara a apartar a Caio de ese rico manjar. Con su ayuda lo separamos de él, y con mis manos junté la mayor cantidad de sus jugos para colocárselos en sus pezones erguidos. Brenda hizo lo suyo y sin rodeos Caio se fue contra sus pechos para lamerlos de igual forma que su vagina.

Mientras ella retenía a Caio en sus pechos, yo me deleitaba con el manjar de su vagina entre mis labios. Metía mi lengua lo más profundo que podía. La mía su clítoris una y otra vez, cuando no se lo apretaba con mis labios. Para esto ni falta hace decir que bajo de Brenda había un charco producto de los abundantes flujos que caían de su exquisita vulva.

Mientras todo esto pasaba, el cuarpo de Brenda se sacudía increíblemente. Tanto así, que me asusté un poco de verla así. Le pregunté si estaba bien; y sólo atinó a decir:

-¡¡¡seguí, seguí, no pares!!!

Con lo cual mi excitación aumentaba inconmensurablemente. Sólo me bastaron unos segundos para que me quitara todo lo que llevaba puesto. Ahí noté que mi camisa estaba toda completamente mojado por mi sudor y parte de los jugos de Brenda. Mi pantalón estaba también algo manchado, pero esas manchas no eran producto de los jugos de Brenda, sino que al quitármelo vi cómo mi boxer blanco esta hecho un desastre. Mis líquidos preseminales habían mojado toda la parte delantera de mi ropa interior. Sin más demora, a pesar de lo sorprendente que me resultaba ver tanto liquido, retomé mi tarea gustosamente.

Brenda no daba abasto con los dos al mismo tiempo. Pero luego de sus espasmódico orgasmo tomo las riendas de la situación. Cabe destacar que en sus último orgasmo su venida en mi cara fue tan grande que ni siquiera sé si es que eran sus jugos, o es que además se orinó encima mío. De todas formas me encantó sorber hasta la última gota de sus esencias.

Ni bien estuvo de pie, algo temblorosa, me tomó de las manos haciéndome poner de píe. Nos dimos un apasionado beso; mientras yo no sacaba mis manos se sus pechos todos mojaods por la saliva de Caio. En eso, bajo mis manos hasta las prominentes nalgas de Brenda cuando noto que Caio se encontraba detrás de Brenda lamiéndole la raya del culo. Claro, no podía ser de otra forma ya que los jugos que mi boca no alcanzó a beber, se habían escurrido hasta su zanja.

Desde bien abajo, a la altura de su chorreante concha, hasta justo donde comienza la raya del culo, Caio lamía sin cesar una y otra, y otra vez.

Brenda no paraba de correrse. No pasaban cinco minutos cuando ya estaba en puerta un nuevo orgasmo. Y ni que hablar de Caio, esto estaba haciendo las delicias de aquel animalito ya que con cada corrida un caudal se desataba dentro de su vagina. Caudal que retenía ese entrenado animalito con mucha habilidad.

A todo esto yo me encontraba alternando entre besos a su carnosa boca, así como a sus firmes y erguidos pechos y pezones. Iba de un pecho al otro, y luego subía a su boca; y así sucesivamente se reiniciaba el placentero recorrido.

Ya completamente desnudos ambos, fuimos acomodándonos para las múltiples penetraciones. Brenda estaba loca de placer, nunca había visto esa mirada en sus ojos; parecía poseída. En eso me dice:

¿Me ayudas para que me penetre Caio?

A lo que respondí:

¡¡¡Si mi amor, lo que me pidas para darte placer!!!

Sin más preámbulos se puso en cuatro patas. Y para mi sorpresa, Caio no se tomó nada de tiempo en tomar posición. No salía de mi asombro al ver cómo sin pedirle que se subiera el animal se acomodó sobre las anchas caderas de Brenda. Mientras yo me encontraba a un costado dándole masajes a Brenda en sus pechos, vientre y vagina, Caio trataba de penetrarla una y otra vez sin mucha suerte.

Para mi sorpresa, me dice Brenda con su voz entrecortada y ahogada:

Esto le pasa cuando todavía no la tiene bien parada. Esperá un poquito que yo me encargo.

Y así, como una loba en celo se irguió sobre sus rodillas, y dando media vuelta tomó a Caio. Lo puso de costado y con sus dos lindas manitos, tomó el miembro de Caio. Hasta entonces nunca había visto tal cosa, sólo fotos, pero nunca en vivo y directo. Era impresionante el aparato de ese animal. No salía de mi asombro, al pensar que aun no estaba en condiciones optimas de penetración, según Brenda.

En un santiamén el aparato de Caio se encontraba entre las manos de Brenda creciendo a un ritmo lento pero constante. Qué cómo lo lograba. Lo lograba por medio de una felación sencillamente increíble. La destreza y habilidad que tenía para hacerlo era digna de aplausos.

Con su mano derecha deslizaba su mano de arriba hacia abajo, mientras que la otra se ocupaba de apretar, casi dolorasamente, los huevos de aquel excitado perro. Podía verse cómo se enjugaba con la saliva de Brenda. Estaba brillante y palpitante; cosa que aparentemente le producía muchas más ganas de chuparla más todavía. La lengua de Brenda desaparecía completamente cada vez que se tragaba todo ese pedazo, pero cuando eso no era así se dedicaba a recorrer cada centímetro, vena arruga del pene de Caio. La escena era mucho más arrobadora de lo que mi mente había imaginado alguna vez en mis masturbaciones.

Claro que yo no iba a permitir que sólo ella le diera placer a aquel animal. Yo también quería participar de alguna manera. Para mi asombro, cosa que a este punto ya era casi impensable, miro la entrepierna de Brenda. No les miento si les digo chicas que parecía nuevamente estar meándose. Sus jugos caían sobre la alfombra a borbotones, más que cuando la estaba masturbando sobre el sofá. Por sus muslos se veían gruesos hilos de jugos escurriéndose cuyo final era un importante charco que se había formado alrededor de su rodilla izquierda.

No pude contemplar mucho tiempo esa vista cuando de un ataque de calentura me abalancé sobre la concha de Brenda para sorber todo ese rico jugo que manaba de sus entrañas. No se imaginan lo rico que se sentían las esencias de Brenda dentro de mi boca. Era los más rico que jamás había probado en mi vida. Y mientras me deleitaba con los sabores y aromas que me brindaba Brenda comencé a masturbarme al tiempo que oía cómo los ahogados gemidos de Brenda inundaban por completo la habitación.

Para esto ya tenía aprisionada mi verga en mi mano. Con una me proporcionaba placer, mientras que con la otra le daba unas calientes caricias a Brenda en su concha. Con el pulgar e índice apretaba leve y fuertemente su clítoris; cosa que por los gemidos de Brenda se ve que le gustaba mucho más de que yo imaginaba. Al tiempo que mi otra mano subía y bajaba por mi verga completamente erecta y chorreante de jugos preseminales. Estaba completamente hinchada y brillante. De sólo verme en ese estado me excitaba más de lo que estaba.

Cuando de repente Brenda me pidió que la penetrara mientras ella seguía chupando ese pedazo de carne que tenía en sus manos. A lo que sin duda alguna le dije:

¡¡¡Si mi amor, lo que me pidas eso te voy a hacer!!!

Y así, entre sus reclamos y mis respuestas se colocó debajo de Caio para que pudiera penetrarla bien. Ahí estaba ella entre las patas de ese animal, recostada sobre su espalda con las piernas abiertas para que yo me introdujera en ella. Desde mi perspectiva la imagen era sumamente excitante; tanto así que antes de penetrarla me quedé viéndola unos segundos, mientras me pajeaba ante semejante espectáculo.

Ya no resistía más, y sin demora me metí en ella. Ahora además de sentir el calor de su interior, también podía ver desde mucho más cerca cómo mamaba la verga de Caio. Su boca se abría hasta puntos que nunca imaginé; así como también tragaba esa enorme verga hasta llenar por completo su garganta con ella.

No había duda que lo que veía me daba más ganas de cogerla. Cada envestida era un gozo tanto para ella como para mí. En eso, sus piernas se enrollaron a mi cintura. Me encontraba aprisionado por mi amante. Mientras que ella sin perder tiempo seguía chupando esa tranca de la forma más alocada que vi a alguien hacerlo.

Evidentemente por el ritmo que había tomado se veía que en cualquier momento se correría nuevamente. En tanto que yo, había acelerado el ritmo; por todos los medios trataría de hacer que ambos llegáramos simultáneamente. Cada vez que se la metía ella más se retorcía, pero si soltarse de mi, ni de la verga de Caio. Cuando en un momento se comenzó a sacudir nuevamente, pero ahora mucho más fuerte que antes. Sus ojos se cerraron y de su boca comenzaron a salírsele grandes cantidades de semen. Sin lugar de dudas Caio había acabado dentro de la boca de Brenda, motivo por el cual su excitación fue tan grande que un bestial orgasmo invadió cada rincón de su cuerpo provocando aquellas convulsiones en todo su divino cuerpo. Todo esto sucedía cuando a mi también me llegaba mi hora, y es que al igual que ellos, yo también tenía un orgasmo en puerta. Aceleré mis envestidas, y como pude con los frenéticos movimientos de Brenda la serruche tanto como pude hasta que sentí cómo mi leche buscaba escapar de mi interior. Saqué mi verga del interior de Brenda y comencé a pajearme sobre ella. No pasaron ni dos segundos cuando me empecé a chorrear sobre el vientre de Brenda. Gotas de semen coronaban este ruisimo polvo del que eras participes los tres.

Con su vientre lleno de leche, su boca desbordante de semen de Caio y su mientras yo acariciaba su cuerpo, Brenda Dijo:

¿¿¿Seguimos???

A lo que sin duda le contesté:

-¡¡¡Siiiiiiiiiiii mi amor!!!

Se reincorporó sobre si, y chorrente de semen comenzó a masturbarse mientras trataba de juntar todo el semen que había salido de su boca. Ni bien tuvo una buena cantidad en sus manos la introdujo nuevamente en sus boca, no sin resfregar un poco en sus gruesos labios.

Me miraba con una cara de posesa. Había fuego en sus ojos. No había nada que hacer; estaba re-caliente y no iba a parar hasta quedar exhausta de placer. En eso se vino hacía mi y medio un beso; un beso que era literalmente fuego en mis labios. Se sentía fuego hasta en la lengua de Brenda. Mientras que me comía sus mano iniciaron unas caricias que lograron ponerme en marcha nuevamente. Ya estaba con la pija muy tiesa cuando me dijo:

Tengo que descargar bien a mi muchacho. Vos ya te vaciaste sobre mi, pero Caio todavía tiene mucha leche para mi. Además, todavía no me penetró. ¿¿¿No te gustaría ver eso???

Brenda me estaba proponiendo ver cómo la penetraba su perro mientras me hacía unos masajes en mi pecho, vientre, verga y huevos. Casi sin mediar palabra se puso en posición para entrar nuevamente en juego. Y así, en cuatro patas estaba ella mientras Caio hurgaba su sexo con el hocico todo mojado por los jugos que seguían saliendo de la dulce conchita de Brenda. El lindo animalejo lamía magistralmente la concha de Brenda mientras que ella se encontraba entre mis piernas dando el mejor de los masajes que nunca antes habían recibido mis dos huevos. Sin duda ella también había aprendido a lamer divinamente igual que su perro.

Sin más, Caio se montó sobre Brenda y comenzó a dar envestidas intentando penetrarla. Esta vez su pija estaba muy dura así que no habría el menor inconveniente para que lo lograra. Al tiempo que Caio intentaba una y otra vez conseguir su propósito, Brenda parecía disfrutar con cada desatino del pobre animal. Una sonrisa se dibujo en su rostro mientras que con una de sus manos me pajeaba al tiempo que con la otra me sobaba los huevos increíblemente.

Y en una de esas, Caio atinó al orificio y entro de una. No saben cómo se desencajó el rostro de Brenda cuando eso sucedió. Pero no pasaron muchos segundos cuando su rostro se transfiguró en la cara de más excitante que jamás había visto. Su cara cubierta de leche, sus ojos inquietos y su juguetona lengua mostraban la cara más lujuriosa que puedan imaginarse.

Así estuvimos por un lapso de cuarenta minutos. Ella disfrutando de la cogida que le daba Caio, mientras que yo me deleitaba con la chupada de película que me estaba dando. Cuando de momento se detiene y me dice con las voz agitada y entrecortada al tiempo que de sus labios se chorreaban gotas de liquido preseminal:

¡¡¡Se está por correr en cualquier momento!!!

Se veía extasiada de placer, la igual que ese animal que parecía una maquina. No paraba un segundo de serruchar.

Me miró a los ojos, y con sus carita me dijo:

Cuando me meta la bola se va a girar y vamos a quedar cola con cola. Ahí vas a tener lugar para metérmela por al culo.

Ante semejante inquisición me quedé helado. No podía creer lo que me estaba pidiendo. Ni en mis sueños había imaginado semejante cosa. Y de sólo pensarlo casi me vengo en su cara. Yo no sabía que hacer mientras, así que seguí masajeando y apretando sus pechos a la espera que Caio introdujera su bola dentro de Brenda. No se imaginan cómo estaban de firmes esos pechos. Parecían dos rocas. Sin mucho pensarlo le pedí si podía chupárselos hasta que Caio hiciera lo suyo. A lo que no se negó.

Ahí estábamos los tres. Ella siendo penetrada por Caio en cuatro patas, mientras que yo me encontraba debajo de ella chupando, mordiendo y apretando eso impresionante pechos. Creo que la escena era digna de una película pornográfica. La lujuria con la que besaba esos pechos me convertía prácticamente en una bestia.

Los gemidos de Brenda avisaban que un nuevo orgasmo se aproximaba. Yo había tratado de contar cuantos habían sido, pero a esta altura ya no sabía absolutamente nada. Sólo sabía que Brenda estaba gozando como loca y que yo al ver eso me excitaba sobre manera.

Cuando menos lo esperaba, y ya muy concentrado en lo que estaba haciendo Caio introdujo su bola. A lo que Brenda dijo:

¡¡¡YAAAAAAAAA!!!

No podía creer cómo ese pedazo de carne tan grueso se había hecho lugar entre los gruesos y ajustados labios de la babeante y sabrosa conchita de Brenda. Dio unas cuantas serruchadas más y cruzó su pata por encima del la espalda de Brenda quedando cola con cola. Supe que ese era mi momento. Claro que antes que ello sucedió yo ya me había dado un banquete con los pechos de Brenda; además de que de vez en cuando bajaba mi mano hasta su conchita para acariciar su clítoris con mi dedo pulgar mientras era penetrada por Caio. Motivo por el cual estaba más que encendido, y nuevamente preparado para penetrarla otra vez.

Con mucha delicadeza comencé a lubricar el orificio anal de Brenda. Es estrecho y sin la ayuda de algún lubricante no se podría introducir nada ahí. Por lo que con mis dedos juntaba los liquidos que salían de su concha para untárselos. Lo malo era que me tentaba de saborear esas esencias; por lo que a veces no llegaban a su destino, sino a mi boca. Luego decidí beberlos pero desde su ano. Así que ahí estaba yo colocando los jugos de Brenda en su orificio anal para luego lamerlos desde ahí.

No se imaginan lo ricos que los sentía. No sé si era por la excitanción que traía o por qué, pero el caso es que nunca voy a olvidar el sabor y la consistencia de aquellos jugos en mi boca, con el agregado de que los bebía desde el mismo ano de Brenda. Para esto, ni falta hace decir que Brenda era un solo gemido que no acababa nunca. Se arqueaba como si fuera a quebrarse para luego iniciar un nuevo gemido que prácticamente se convertía en un grito del más profundo de los placeres.

Al tiempo que Caio se mantenía prendido a la vagina de Brenda. No se movía, pero de todos modos Brenda se encontraba tan llena que le bastaba sólo eso para experimentar las sensaciones más vívidas de su vida.

A todo esto, yo seguía bebiendo los jugos de Brenda, así como también comencé a introducir mi lengua en su ano. Lentamente logré introducir mi lengua hasta la mitad. Desgraciadamente no tengo una lengua más larga. Por lo que continué con mis dedos. Primero el indice, luego el medio y finalmente el anular. Era la vista más excitante que puedan imaginarse. Brenda estaba con un tremendo pedazo de carne incrustado en su vagina y mis tres dedos bien adentro de su hermoso y sabroso culo. De sólo ver eso estaba a punto de correrme, pero me contuve para no hacerlo.

Mientras trataba de no irme sobre la cola de Brenda. Ella me ordenó:

¡¡¡Metémela ya, hijo de puta!!!

Sin más demora me puse en sobre el lomo da Caio y comencé a resfregar la cabeza de mi pene sobre el orificio ya dilatado de Brenda. Con los jugos que habían quedado en ella, más mi saliva y los liquidos preseminales la cabeza de mi pene entraba y salía jugando en la entrada de su culo. Cuando de repente me dijo:

¡¡¡Me la vas a meter, o no???

Creo que fue eso lo que me hizo que me excitara más de lo que ya estaba, si es que era posible que me excitara más de lo que estaba. Y de una sola estocada hundí mi verga en el jugos, sabroso y dilatado ano de Brenda.

Comencé a escarbar su ano con mi pene. Lo movía hacia los costados, así como de arriba hacía abajo. Mientras Brenda gemía y gritaba como loca. A todo esto el la verga de Caio seguía dentro de Brenda largando semen cual si fuera una manguera; no tan solo por lo gruesa, sino también por la cantidad que de ella brotaba. Brenda estaba llena por todos sus orificios, y no solo eso, sino que también estaba inundada en leche que le proveíamos Caio y yo. No se imaginan el estado de Brenda. Supongo que estar por mucho más tiempo así la volvería loca.

Mientras ella se retorcía de gozo y Caio depositaba todo su semen en el interior de su trabada vagina, yo la cabalgaba incansablemente. Los músculos de mis piernas me quemaban, pero la excitación era mucho mayor, por lo que no pensaba detenerme ni un segundo. Mis movimientos era circulares cuando no le metía mi verga hasta lo más hondo de su orto. En otras ocasiones sólo me limitaba a hacer un movimiento lateral que abría mucho más ese divino orto que tiene Brenda. Al tiempo que con mis manos amasaba y apretaba los pechos y pezones de mi amor para darle mucho más placer todavía. La verdad es que no sé si el cuerpo de alguien podía soportar semejante goce cuando pasó algo totalmente inesperado. Por lo menos para mí.

En lo mejor de mi cabalgada, y ya a punto de venirme nuevamente, Brenda se desplomó sobre sí. Estaba exhausta; trato de incorporarse pero le fue imposible. Toda su fuerza se había ido en la terrible cogida que habíamos pegado. No obstante, Caio aun permanecía dentro de ella, y yo no había acabado aun.

Estaba tirada con Caio prendido a ella; y yo no sabía que hacer. Me faltaba un poco para terminar pero no había forma de colocarla de una forma que pudiera penetrarla nuevamente. Sin mucho más que hacer, tomé el cuerpo desplomado de Brenda y la coloqué como pude en una pose que se asemejaba a la de perrito. Coloqué un almohadón debajo de su vientre y la hice que descansara su cuerpo sobre él. De modo que se encontraba recostada boca abajo pero con su cola bien parada y el perro enganchada a ella todavía.

Ni bien me encontré cómodo reinicié penetración que no duró más de quince minutos más. Lo curioso del caso es que ella, Brenda, a pesar de su estado no paraba de pedirme que siguiera, que no me detuviera. Y para colmo, no me lo pedía, sino que me lo ordenaba. Yo, muy obediente, le hice caso y seguí haciendo todo lo que ella me pedía.

De repente sentía cómo poco a poco Caio iba sacando su pene de dentro de Brenda. A verlo me excité tanto. Estaba amoratado y muy hinchado. Ni que hablar de lo jugoso que se lo veía. No pasaron ni dos minutos que yo me corrí dentro del culo de Brenda. Chorros y chorros de semen se escurrían por el culo y concha de mi amorcito. Todos estábamos exhaustos por la tremenda cogida de la que habíamos participado.

Así, tendidos en la alfombra estabamos Brenda. Ella tocándose sus dilatados orificios. Yo tratando de concebir lo que había sucedido en esa habitación. Y Caio lamiéndose una y otra vez su hinchada verga.

Pasaron un par de horas, nos fuimos a bañar Brenda y yo, y como a las dos horas después de charlar unas tres horas sobre lo que había sucedido me vestí y me fui a mi casa. Camino a ella no dejaba de pensar, muy asombrado, que yo había sido participe de semejante noche.

Bueno amigas, espero que les haya agradado, sino excitado este relato sobre una de las noches más locas de mi vida. Muchos Besos para todas las que disfrutan de este prohibido placer y hasta pronto. De más esta decir que si quieren escribir están más que invitadas a hacerlo. Besos y hasta pronto. Bye.

¡¡¡Besos ahí para bajar la fiebre!!!