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Beatriz, mi amante virtual (2)

en Sexo Virtual

Qué tal amigos, cómo están??? Nuevamente su amigo de Mar del Plata por acá les saluda. Por si no lo saben, por acá aun es invierno, y para ésta zona del país es bastante frío para esta época, así es que será bueno un relato para ponernos en clima.

Como lo dije al despedirme la vez pasada, esta vez les voy a contar de las locas y lujuriosas ideas que tenía preparadas Beatriz para mi.

Con el tiempo empezamos a acordar encontrarnos a determinadas horas y días para dar rienda suelta a nuestras pasiones más bajas y oscuras; y vaya que Beatriz tenía pasiones oscuras. Ni siquiera yo que me jactaba de conocer mucho podía creer lo que salía de la cabeza de esa mujer.

Obviamente, luego de uno tener una relación más o menos continua lo primero que quiere saber es cómo es el otro… como para darse una idea de la persona con la que pasa esos íntimos momentos, no?

El caso es que al yo preguntarle cómo era físicamente, Beatriz se describió tal cual era, o quizá tal cual yo hubiese querido que fuera. La verdad es que no lo sé porque nunca la vi… en fin… ella dijo que era de estatura media, que tenía rubio por los hombros y que tenía unos enormes pechos. Según ella, 100 de talla. Su cintura por su entrada edad no era la de una modelo, pero no estaba nada mal porque hacía natación, lo que la conservaba muy bien. Del mismo modo sus piernas y caderas se encontraban gracias al ejercicio.

Como era de esperar mi pregunta tendría una repregunta, pero de ella. Así es que sin dilación le conté de mi. Y de paso ahora les cuento a Uds. Yo soy morocho, bien morocho. Mido un metro setenta y dos centímetros. Soy de contextura media ya que suelo ir al gym para conservar un estado físico atlético. Tengo pelo castaño bien corto y unos labios bien marcados y carnosos.

Bueno, pero no me quiero retrasar con más detalles. Vamos a los detalles importantes, a los que les interesa conocer.

Yo ya estaba preparado al igual que ella. Los dos desnudos por completo comenzábamos a mimarnos como si estuviéramos uno junto al otro. A mi me excitaba mucho la idea de estar con un mujer como ella, grande, y a ella se ve que también el hecho de estar con un chico joven como yo.

Besos y mimos eran la antesala de nuestros apasionados encuentros. Se podía decir que ella conjugaba la dulzura y la pasión de formas pocas veces vistas, por lo menos para mi.

Mientras estabamos mimándonos ella me pregunto si quería saber cómo ella me haría el amor a mi. A lo que ni lerdo ni perezoso le contesté que si, que me encantaría saber cómo ella quería hacerme el amor.

Empezó diciendo que me quería acostado en la cama boca arriba completamente desnudo. Ella se podría arrodillada frente a mi entre medio de mis piernas. Me quería con las piernas abiertas para poder colocarse ella ahí. Ahí, en ese lugar dijo que quería buscar mi pene para chuparlo como si fuera su chupete. Así lo dijo, con esas palabras. Quería que la cabeza de mi pene fuera su chupete.

Y allí, mientras chupaba la cabeza de mi pene, apoyaba sus enormes pechos en mis huevos. Ese era el deseo de ella en ese momento. Luego, comenzaría su recorrido a lo largo de mi cuerpo. Empezaba chupando y deleitándose con mi pene y huevos. Para esto yo ya estaba poco menos que loco de excitación. Luego continuaría por mi vientre y pecho. Allí se detendría para chuparlos y morderlos hasta saciarse de ellos. Y finalmente subiría hasta mi cuello que lo mordería y besaría hasta dejar marcados sus labios en él.

No hace falta decir que mientras ella narraba eso, yo la estimulaba para que ella continuara diciéndole lo mucho que me gustaría que lo hiciera, así como también diciéndolo lo rico que sería también para mi chuparles y besarle así como morderle sus parados y endurecidos pezones.

En ese momento mi pidió que me volteara boca abajo. Y me preguntó una vez en esa posición si me gustaría cambiar de roles. En ese momento no entendí lo que me estaba proponiendo. Y ya estando tan excitado como estaba no me importó mucho mantener la compostura, así es que le dije que si, que con todo gusto lo haría. Y así fue.

Juntos imaginamos estar los dos en una gran cama en la que yo recostado boca abajo, y ella encima mío estimulaba su clítoris con mi cola al tiempo que apoyaba sus enormes pechos sobre mi ancha espalda. Estaba poco menos que loca ya que se le notaba en sus palabras, así como en su ya habitual costumbre de chupar el tubo del teléfono. Sin lugar a dudas estaba muy caliente, y yo mucho más que ella todavía.

De sólo imaginar lo excitante y placentero en extremo que sería sentir su erecto clítoris apoyado en mi cola queriendo penetrarme me calentaba mucho. Aunque debo admitir que por otro lado la idea me asustaba un poco. Si eso me calentaba en ese momento, luego qué seguiría. Y es que yo me defino heterosexual por defecto, pero esas ideas de verdad que me asustaban un poco.

El caso es que mientras me ahogaba en el mar de placer y tentación en el que me sumergía Beatriz, mientras pensaba en todas esas cosas. Sin embargo, Beatriz no me daba respiro, cuando imaginaba que todo ya estaba dicho, y que nada me podría sorprender más que una mujer queriendo penetrarme con su clítoris, cuando eso imaginaba, Beatriz se despacha con una de sus locas y extremas ideas de lo que para ella es el sexo.

Y es que en ese mismo momento me propone acariciar la entrada de mi ano con sus erguidos pezones. Tenía pensado tomar uno de sus pechos y resfregarlo en la entrada de mi ano. Y luego el otro, y así sucesivamente iría colocando uno y otro pecho.

Para esto ya no quedaba en mi la menor idea de hasta donde llegaría esta mujer conmigo. Y a pesar de eso, la curiosidad y la lujuria no me permitía poner freno a la situación. Ella lo estaba disfrutando mucho y yo tanto o más que ella.

Sin lugar a dudas su experiencia y calentura producían en su mente las más perversas ideas, por lo menos para mi lo eran. Y de hecho, creo que ella estaba segura que eso me calentaba sobre manera.

En ese momento me pide que me ponga a cuatro patas. Y les juro mujeres que eso si que me dio miedo. Yo, un hombrecito, me estaba poniendo en el lugar de ella para vaya a saber ella qué cosa. El caso fue que me dijo que no tuviera miedo, que eso no me haría menos hombre. Y seguido de eso introdujo lentamente su dedo en mi ano al tiempo que lo lamía y chupaba.

Para mi eso era más que suficiente. Y a pesar que nos separaba la distancia la sensación era tan vívida que me asustaba. Sin embargo, no podía evitar seguir su juego hasta las últimas consecuencias.

Así estuvimos por largo rato, ella diciendo las cosas que me quería hacer, y yo disfrutando de la lujuria que me proveía su cabecita. Luego continuamos con las cosas que yo le haría, la forma en la que la penetraría y las cosas que le diría a su oído.

Continuamos, cada uno en su lugar, hasta que pronto el orgasmo de ella se hizo presente. Poco menos que gritos so oyeron por el tubo, a los que respondí con hondos y sentidos gemidos de placer a los que le sucedieron los típicos espasmos que preceden la eyaculación.

Como tantas noches más terminamos ambos bañados en sudor y propias esencias. Las experiencias se repitieron por algún tiempo más; tiempo en el que me confesó algunos secretos que hoy forman parte de mis prácticas sexuales. Secretos que si Uds. quisieran los podría compartir con mucho gusto.

Como lo dije antes, comentarios, sugerencias u opiniones a mi dirección de mail. Si quieren me agregan a sus contactos de Messenger para charlar. Saludos a todos y hasta pronto. Adiós.