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Poder tocar su rostro

en Hetero: General

“Poder Tocar Su Rostro”

Seudónimo: Lesan Mora

Mi vida nunca ha sido un prodigio de locura, sensualidad y provocación, más bien todo lo contrario; creo que comparándome con el resto de mujeres de mi generación, mi vida ha sido aburrida, y más bien triste... Ahora bien, no me quejo, tengo muchas cosas que otras personas ni tan si quiera se han atrevido a soñar: Unos padres que me han querido con locura, -tal vez demasiado-, pocos, pero buenos amigos, una familia, y una posición económica, en la que nunca me ha sobrado ni me ha faltado de nada.

Así, ¿qué, que más puedo pedir?.

Una buena pregunta, si tenemos en cuenta, que en este momento tengo casi treinta años y me he pasado durante los últimos siete sin vivir... Y cuando digo eso, lo digo con conocimiento de causa. Sé muy bien que puede sonar extraño, pero en este momento, no puedo, o mejor dicho, no sé explicarlo de otra manera. Lo único que sé, es que en este momento, viendo mi trayectoria, he tenido una infancia muy bonita, y ahora tengo una juventud espléndida, pero me he dejado muchas cosas por el camino. Cosas que me hacen falta, y que no sé como las puedo recuperar.

Hace un tiempo comencé a sentirme rabiosa y molesta por la situación en la que me encontraba, y comencé a buscar un culpable; alguien con quien poder descargar todo el malestar que llevaba por dentro, pero al final acababan pagando las culpas quien menos se lo merecía... Las discusiones con todo el mundo estaban a la orden del día, y lo peor es que no hacía caso de lo que me decían; aunque en el fondo supiera que tenía razón. (Incluso empecé a tener problemas médicos con el oído, a lo que muchos amigos atribuyeron a mi “terquedad” por no querer escuchar lo que los demás tenía que decirme). Pero todo tiene un limite, y el mío supongo que llegó en el momento en el que me di cuenta que si seguía así, la única perjudicada sería yo y creo que sabiéndolo, nadie destroza su vida conscientemente, así que lo más lógico era buscar ayuda profesional, y tenía que hacerlo ya. Milagrosamente, la psicóloga que me recomendaron, fue una maravilla y desde la primera sesión, fue abriéndome los ojos a ciertas realidades en mi vida en las que yo nunca había sido capaz de creer; como el hecho de que yo no era capaz de darme permiso.

Pero, permiso, ¿de qué?.

Supongo que de equivocarme, siempre he tenido tanto miedo de defraudar, de no ser la hija perfecta, la sobrina perfecta, la amiga perfecta... que me he pasado la vida pidiendo disculpas. Lo malo es que cuando se empieza, no sabes como parar y eso me daba pánico (creo que el mayor de ellos era el que sí cambiaba, perdiera a todas aquellas personas que significaban algo en mi

vida).Tal era el pavor que sentía, que era incapaz de dar un paso en mi vida para conseguir aquello en lo que siempre había soñado, -pienso que ese es otro de los grandes problemas de mi vida-. El miedo.

Con la ayuda de la psicóloga y de la gente que me rodea comencé a dar pequeños pasos, a dejar de pedir disculpas y comenzar a utilizar verbos como: yo conduzco, yo escribo, yo puedo....Y eso me hizo sentirme mejor, más fuerte, más segura; capaz de afrontar los grandes retos de mi vida....como podía ser el sexo.

Si, cómo lo oyen, el sexo para mí era todo un reto en el sentido más amplio de la palabra, y es que a mis casi treinta años, me encontraba con que era prácticamente virgen... Y aunque no se lo crean, todo tiene una explicación perfectamente lógica: Durante los últimos siete años, había estado cuidando de una madre enferma, y atendiendo a tanta gente, que yo pasé a ocupar un último lugar. Creo que en todo ese tiempo, fui incapaz de verme cuando me miraba al espejo... en cierta manera, me convertí en un vampiro. Un vampiro de la soledad...

Desde luego fue una época muy dura, muy amarga, de la que creí que nunca me recuperaría; pero como dice mi abuela, no hay mal que cien años dure, y mi mal comenzó a curarse durante una boda,

¿paradójico no? ; pero les juro que la autentica verdad. Por muy difícil que resulte de creer, el hecho de que una de mis mejores amigas se casase me ayudo a salir poco a poco del oscuro y negro pozo en el que me hallaba sumida... No le busquen explicación, porque ni yo misma se la encuentro, solo sé que sucedió así.

Gradualmente fui dando pequeños pasos, cambiando todo aquello que no me gustaba en mi vida lo que hizo que por primera vez la niebla se disipara y pudiera ver más claramente el camino que debía de seguir. Y en esto, tuvo gran parte de culpa, la entrada de las nuevas tecnologías en mi vida, pero sobre todo de Internet.

Conocía de su existencia desde hacía bastante tiempo. -El hecho de que no tenga una formación universitaria, no quiere decir que no sea una persona culta. Siempre me ha gustado aprender, estar al día de todo lo que ocurría en el mundo y tener una especie de “formación alternativa“-. Pero no sé porque, nunca había tenido la necesidad de entrar en ellas plenamente... Si que tenía un teléfono móvil, (prácticamente como casi todo el mundo hoy en día), y conocía todos los nuevos avances de última generación , gracias a que siempre me he mantenido al día de la actualidad informativa, aún así no sé porque, pero no fui más allá; hasta que un día no me quedó más remedio. Y fue precisamente entonces, cuando los cambios comenzaron a sucederse en mi vida a un ritmo vertiginoso.

Pero antes de seguir, creo que debería contar como empezó todo:

Las nuevas tecnologías entraron en mi vida, casi por casualidad, como quien no quiere la cosa... Un día fui a la oficina de empleo, y me hablaron de un cursillo de búsqueda de empleo a trabes de Internet. Yo en un principio me negué a hacerlo, ya que creí que aquel no era un medio adecuado para encontrar un trabajo, pero la chica que me atendió me explicó, que hoy en día, mucha gente había estabilizado su futuro laboral gracias a las bolsas de empleo que hay en la red; y aunque era poco crédula, me inscribí en él.

De esta forma empecé a entrar en Internet y a conocer el mundo que me esperaba dentro de la red... Si, era cierto que era una forma bastante buena de buscar trabajo, y que gracias a él se me abrieron ciertas puertas que hasta ese momento estaban cerradas a cal y canto; y no estoy hablando solo en el ámbito profesional.

Hasta ese momento, mi vida había sido bastante monótona y aburrida; mientras mis amigas salían con chicos, se divertían y encontraban al hombre de su vida, yo me dedicaba a estudiar, trabajar y cuidar de mis padres. Sé que tal vez no era lo más lógico, pero era lo que sentía que TENIA que hacer. Y remarco lo de tenía, porque era como una especie de deber: Mi madre estaba muy enferma, yo no tenía hermanos ni ningún tipo de ayuda, a parte de la de mi padre, así que me vi atrapada en un mundo de circunstancias del que no sabía como salir... Digamos que mis prioridades estaban muy claras en aquella época, -tal vez demasiado-, porque de haber sabido el futuro que me esperaba, tal vez hubiera actuado de manera diferente. Pero en aquel entonces me porté de la manera que me pareció más lógica; cuando mi madre comenzó a tener problemas de salud yo postergué mis sueños y ambiciones para más tarde. Pensé que en ese momento lo más importante era ella, y yo,... bueno yo tenía muchos años por delante para convertir mi vida en lo que realmente querría que fuese.

No obstante, no conté con que todo lo que sucedió me convirtiera en una cobarde, en una persona que vive presa del pánico. Creo que poco se puede hacer cuando té pasas la vida paralizada por el miedo y yo subsistí, -porque de aquello no se puede decir vida-, durante mucho tiempo presa de un terror tan grande, que apenas me dejaba respirar. Y cuando finalmente me decidí a hacer algo para cambiar mi destino, me di cuenta de que no sabía como hacerlo... Sobre todo en lo referente a los hombres.

Durante todo ese tiempo, la mayoría de mis amigas habían continuado con sus vidas, y la que no estaba casada y a punto de dar a luz, tenía una relación tan estable, con lo que me encontraba, que realmente no podía contar con ellas como antes; y las que estaban solteras y sin compromiso, habían desistido hacía mucho tiempo de encontrar a un hombre con el que poder compartir sus vidas pero también eran muy reacias a dejar entrar alguien nuevo en su vida. Así que quedaban descartadas para irnos una noche de bares a ligar a algún guapo y atractivo desconocido... Por lo que se me presentaba un autentico problema, porque yo me moría por conocer gente, por aprender, por encontrar a alguien que ampliara los horizontes de mi existencia. Pero, ¿cómo se hace eso, cuando te has quedado sin amigas y nunca has sido una persona enormemente extrovertida y con don de gentes?.

Fue en este punto en el que entró Internet plenamente en mi vida: Desde la realización del cursillo, había tenido verdaderos problemas para conectarme a Internet. En casa, era prácticamente imposible plantear el poner una conexión, por lo que tuve que echar mano de ingenio. Por suerte, los cibers-cafés era uno de los negocios más en auge en ese momento, así que comencé a frecuentarlos. Al fin y al cabo no iba mucho, y pagaba por conectarme el tiempo mínimo. Un día, fui a revisar las ofertas y terminé antes de lo que esperaba; así que consideré una tontería desperdiciar el dinero que había pagado marchándome antes de tiempo por lo que decidí navegar a ver que encontraba. Y la sorpresa fue al ver que Internet era un medio muy valido para muchas cosas, y que tal vez a través de el podría encontrar lo que había estado buscando durante tanto tiempo: Hacer nuevos amigos.

Empecé colocando unos anuncios en los portales del correo electrónico para “practicar idiomas”, -eso era lo que decía a todo el mundo, (hasta a mi misma), pero la verdad era otra completamente diferente-, y no era otra que la necesidad de encontrar gente. Y la verdad es que encontré a muchas personas de muchos países, que me mostraron puertas a mundos que hasta ese momento solo había visto en los documentales de la televisión... Mundos que me abrieron la mente hacia nuevos caminos y nuevas experiencias... No sé lo que significara para otras personas, pero para mí era como cumplir la vieja ilusión de recorrer mundo; si no podía hacerlo en la vida real por las circunstancias que me rodeaban, lo hacía cada vez que hablaba con ellos a través de la red.

Supongo que para una chica que llevaba una vida tan anodina eso era todo un cambio, ya que de pronto me descubrí hiendo con más frecuencia a cibers y lugares parecidos para entrar en Internet y conectar con mis nuevos amigos. Y fue precisamente así como él entró en mi vida: Su nombre es Gabriel, y lo conocí en un portal de Internet al que me apunté para hacer amigos. En un principio me pensé dos veces contestar al mail que me mandó pidiendo conocerme, - para empezar, físicamente no era mi tipo, luego tenía diez años más que yo, y para terminar, vivía en Barcelona, lo que significaba un verdadero peligro; porque en cualquier momento podía querer conocerme-, pero no sé porque acabé contestándole y dándole mi dirección de correo electrónico.

Iniciamos una relación primero por mail, y luego a través del messenger. Hablábamos durante mucho tiempo y me descubrí contándole cosas, que a cualquier otro hombre nunca le hubiera confesado. Eso me dejo completamente desconcertada, porque con los hombres siempre había sido muy dura, había puesto unos limites muy rígidos en los que yo siempre llevaba la voz cantante, -supongo que por eso seguía sola-; pero con él era imposible llevar la voz cantante... No sé si era producto de la diferencia de edad, o de ese inevitable don para tratar a las mujeres, pero siempre terminaba llevándome a un terreno que había jurado que no pisaría. Y por mucho que me repitiera una y otra vez: ”Que era una bomba para las mujeres”, “que era incapaz de mantener una relación seria y estable con una mujer, y que al final, todas acababan abandonándole“, yo seguía en contacto con él. Ni tan si quiera cuando descubrí que estaba divorciado y era padre de un niño, corté el contacto con él. (Eso era un indicativo evidente, pues otros muchos, había caído ante esa misma piedra antes que él).

Antes de continuar, creo que debería aclarar algo: Siempre he sido una persona de miras amplias, he tratado de aceptar a las personas que se cruzaban en mi camino por lo que eran, con sus defectos y sus virtudes. Nunca me he considerado en el derecho y él deber de cambiar a nadie; porque considero, que si haces algo para que esa persona sea diferente, pierde la esencia que hizo que un día se quedara en su vida... Tal vez eso era lo que más me atrajo de Gabriel, el hecho de que fuera un hombre “tan diferente” a los que se habían cruzado en mi camino.

De todo lo referente a esta historia, lo que no deja de sorprenderme, es que fuera yo la que diera el “primer paso”... Antes de él, nunca me había atrevido a intimar con ninguna de las personas que conocí en la red. Simplemente estaban allí cuando yo encendía el ordenador y pinchaba sobre el icono del messenger. Pero de pronto me di cuenta de que eso no era suficiente, que querría más... Supongo que el hecho de que se acercaran las vacaciones y no tuviera mucho que hacer, no ayudaba, así que pensé, ¿bueno, y porque no?, ¿que podía perder?. Un día, le mandé un mail y le dije que querría hablar con él. Mi idea era invitarlo a que pasara unos días en Valencia con la excusa de las fiestas que se acercaba; ya que yo, por circunstancias personales, no podía subir a Barcelona... Él me contestó ese mismo día mandándome su número de móvil y diciéndome que le llamara; cosa que evidentemente hice en cuanto me quedé a solas... Nuestra primera conversación fue un poco más larga de lo que pensé, pero cuando colgué estaba bastante contenta, ya que me había dicho que haría todo lo posible para bajar en cuanto pudiera. Es más, me comentó que su cumpleaños sería dentro de poco, así que ese sería un buen momento para conocernos, y que intentaría hacer todo lo posible para estar en Valencia en esas fechas.

Pero por desgracia no pudo ser. El trabajo pudo más que nosotros mismos y acabamos pasando las vacaciones cada uno en su respectiva ciudad.

Aquel primer encuentro fue postergado en varias ocasiones, y por mucho que mi circulo de amistades se vio ampliado, él nunca dejó de ser una presencia en mi vida, aunque no pudiera verle... Es más, durante ese tiempo, si tenia alguna dificultad “amorosa” y pensaba en él, en que me gustaría hablar con él, cuando iba a abrir el correo, estaba allí, esperándome. (Sé que no era así, que por su trabajo él utilizaba constantemente Internet, y que simplemente, coincidíamos; pero yo dentro de mi “inmadurez“ lo procesaba de manera diferente). Incluso en ocasiones, después de uno de nuestros encuentros en el messenger, él me llamaba al teléfono móvil....Después de aquello, mi cabeza me gritaba claramente: ¡¡¡peligro!!!!, ¡¡¡aléjate!!!, yo no hacía caso. Sabía que no podía sacar nada en claro con él, aun así su voz, su manera de hablarme era demasiado seductora como para que pudiera “desengancharme” de él.

No sé, me figuro que para aquel entonces había hecho “mi elección”, aunque esta fuera hecha de manera inconsciente, y guardada en lo más profundo del ultimo cajón de mi raciocinio... Bueno, al menos esa es la explicación que he podido darle con la perspectiva que da el tiempo, porque de otra forma...

Más o menos en la misma época en la que lo conocí a él, otro chico entró en mi vida y poco a poco fuimos intimando hasta que decidimos tener una relación; (lo que no quiere decir que dejara de estar en contacto con la gente que había conocido en Internet, pero todos los que nos conectamos sabemos que la red es una cosa, y otra muy diferente la vida que tenemos cuando el ordenador se apaga).Y aunque a ambos los conocí de la misma forma, Vincent tenía varios puntos a su favor: Para empezar, ambos vivíamos en Valencia, lo que facilita las cosas cuando quieres conocer a una persona, luego era como siete años menor que Gaby y para terminar, tenía un cierto acento francés que me fascinó... Si a todo eso, le añadimos mi enorme sensación de soledad, creo que podéis entenderme.

Pensándolo fríamente, tal vez nunca sentí por Vincent algo real, quizás solo fuera producto de los años que me había pasado sola. Desde luego en aquel momento creí que me gustaba, pero ahora, con la perspectiva que da el tiempo, no estoy demasiado segura de ello. Solo sé que entonces me vino como anillo al dedo, pues hacia demasiado tiempo que no tenía una cita y estaba “algo“ desentrenada...

Tras el rodaje inicial de cualquier relación, se me presentó por sorpresa un grave problema que me dejó completamente confundida; y es que una cosa son los besos y los toqueteos propios de cualquier pareja de novios adolescentes y otra muy diferente es el sexo. Y yo, de esto ultimo, tenía mucha información teórica, pero ningún “rodaje práctico“: Como les he dicho anteriormente, tenía 28 años y era virgen.

Sé que para muchas personas esto puede resultarles extraño, pero todo tiene una explicación: Mis necesidades eran iguales a la de todos las demás mujeres de mi edad, pero las había estado auto cubriendo durante tanto tiempo, que casi me había convertido en una experta. (La verdad es que la masturbación en mis épocas de insomnio fue un hallazgo que me impidió que explotara, -literalmente hablando-), y aunque no pensaba renunciar a ello, había llegado al punto en que eso no era suficiente. Y Vincent tuvo la virtud de aparecer justo en ese mismo instante; por lo que pensé que un estudiante extranjero era el candidato ideal para convertirse en mi primer amante.

Pero no siempre salen las cosas como pensamos.

La noticia de mi virginidad para Vincent fue todo un descubrimiento, -lo que no dejó de sorprenderme, porque en el fondo, eso era algo de lo que yo me avergonzaba-Tal vez ese fue mi error, porque en ese, como en otros tantos temas, yo era una ignorante; una pobre niña de 28 años. Y una “niña” no sabe como afrontar preguntas como: ¿Tienes fantasías sexuales?, ¿que te gustaría probar conmigo?....La verdad es que fue toda una batería de preguntas que me dejó desconcertada. Durante todo este año había acumulado mucha información al respecto, y mis ganas de poner todo eso en práctica eran enormes, pero era demasiado inocente. Y acabé pagándolo...

Mi primera experiencia sexual fue todo un fracaso, un cúmulo de frustraciones que me dejó un trauma descomunal... Lo malo es que los siguientes intentos no fueron mucho mejores; es más, creo que solo acabaron empeorando las cosas. Supongo que el no sabía como hacerme sentir a gusto, relajada, -más tarde me confesó que nunca se había cruzado con una virgen-, y yo no sabía como hacer que un hombre se excitara... Al final, bueno al final acabamos separándonos. El se marchó a su país y yo me quedé sola, en Valencia, intentando encaminar mi vida de nuevo.

Eso sí, no me arrepiento de nada lo vivido durante esos meses. Al menos todo eso me sirvió para aprender ciertas cosas con respecto a mi misma; sobre todo a los limites que pudieran tener mis pudores y tabúes....¿Y sabéis que?, Todavía no he sobrepasado mis límites. Pero en ese punto de mi vida, lo único que sentía era confusión y desorden.

Durante el bajón pos-Vincent, busqué apoyo en muchas personas, pero sobre todo en mis amigas. Todas me repitieron una y otra vez lo mismo, pero yo no les hice caso. Me echaba las culpas de todo lo sucedido y me sentía fatal por ello... Pensaba que todo eso había sucedido porque yo no era lo suficientemente atractiva, porque tenía alguna “tara” que impedía que un hombre se fijara en mi. Supongo que se hartaron de mis lamentaciones y decidieron buscar una solución: A algunas de ellas le había hablado de Gabriel y creo que pensaron que si no les creía a ellas, al menos si lo haría a él, -más que nada por el hecho de que era una visión diferente-. Así que un día me pasaron un teléfono y cuando lo cogí, era él... Me costó un poco hablar de ello con él, pero al final acabé contándole lo que me pasaba.

Posteriormente a aquella, tuve largas charlas con Gaby a través de Internet y del teléfono, el que me contó sus experiencias con mujeres que se encontraban en mi misma situación. Me dijo, que el acostarse con una mujer, no consistía en “meter”, si no en hacer sentir; y que el se excitaba de igual forma cuando tocaba el cuerpo de una mujer, que cuando introducía su pené dentro de ella. Me aseguró, que lo único que no soportaba era que una mujer fingiera, que simulara un orgasmo, solo por hacerle bien a él... El sexo era cosa de dos, y no unilateral; si alguno de los dos no sentía, era un fracaso para ambos.

Creo que eso fue lo que me convenció, lo que hizo darme cuenta de que tenían razón aquellas que me decía que hay muchas clases de hombres, pero que cuando se quedan desnudos, solo hay dos: los que no saben ni tan si quiera donde está el agujero, y los que son capaces de hacerte ver las estrellas con tan solo rozarte los labios... No me entendáis mal, seguía siendo realista, sabía muy bien que se había de separar entre la vida real y las relaciones en la red; y más aún si se trataba de él. Sabía que Gaby no era un hombre para tener algo serio, que ocultaba muchas cosas, y que tal vez no era demasiado “trigo limpio”, pero aun así, querría seguir en contacto con él, es más, incluso hablamos de conocernos en persona. De que él, hiciera esa escapada a Valencia que tenía pendiente.

Y ambos sabíamos que si lo hacía, podía pasar cualquier cosa.

Sin embargo, ese primer encuentro se hizo esperar. Bastantes fueron las personas que entraron en mi vida, y bastantes fueron las que salieron, sin embargo él se convirtió en un elemento permanente, en alguien, que estaba allí, aunque estuviera oculto, como una sombra que no podía quitarme de la cabeza... Lo cierto es que parecía tener una barrita mágica para volverme loca: Cuando creía que no volvería a saber más de él, que había salido definitivamente de mi vida, y comenzaba a hacerme la idea, aparecía “tan solo fuera para decir hola“. Os juro que eso me desesperaba. Hacía tiempo que yo necesitaba un hombre en mi vida, pero no uno cualquiera, si no uno de esa clase especial que toda mujer sabe que existe: Ese hombre, que no presentarías a tus padres, pero con el cual te encerrarías en una habitación de hotel durante una semana completa.

El tiempo fue pasando, y yo fui viviendo como buenamente pude ó supe. Era realista, sabía que había llegado a un punto en el que tenía que dar a mi vida un giro de 180 grados, y por primera vez estaba dispuesta a hacerlo, así que me puse a ello. Me concentré en mi, y dejé a los hombres en un segundo plano; y paradójicamente, fue entonces cuando más me llovieron. Pero yo no me dejé llevar; por primera vez llevaba las riendas de mi vida y no pensaba soltarlas, así que si se acoplaban, perfecto, y si no, ya sabían donde tenían la puerta... Por suerte, no todos eran unos cobardes y algunos decidieron que valía la pena conocerme; con alguno, salí alguna vez, pero la mayoría se convirtió en los primeros amigos del género masculino que tenía. (Y es que señoras y señores, aunque no lo crean, la amistad es posible entre un hombre y una mujer).

Ahora, lo que no me esperaba, era que al tomar las riendas, el caballo se me desbocase con la primer ratón que se cruzaba en el camino...

Faltaba apenas un par de semanas para mi cumpleaños, y preparaba una fiesta con todos mis nuevos y viejos amigos. Lo cierto es que estaba muy ilusionada, porque para ese fin de semana me habían confirmado que vendría gente de Italia, Alemania y Holanda... Y cuando logré terminar todos los preparativos, recibí una “sorpresa de cumpleaños” un tanto inesperada:

Hacía más de un mes que Gabriel había desaparecido del mapa. Lo último fue un mail en el que me decía que pasaría las vacaciones de Navidad junto a su hijo en Nueva York; lo que en cierta manera me dejó fría. (Supongo que después de tantos impedimentos y retrasos, pensé que ese encuentro, nunca se llegaría a producir)... Pero por lo visto estaba equivocada. De pronto, una semana antes de la fiesta de mi treinta cumpleaños recibo un mensaje en el móvil, que decía: “ Mañana estaré en Valencia por asuntos de trabajo, por porque no comemos juntos?.. Elige tú el sitio, a mí me es igual. Solo tengo ganas de ver como es tu cuerpo en persona, sin una cámara web por medio”.

No sé, una cosa era fantasear con la idea de poder tocar su rostro, y otra muy diferente, tener la certeza de que lo haría. Os juro que el pánico que se apoderó de mí, fue de tales dimensiones, que creí que caería fulminada allí mismo de un ataque al corazón. Pero por suerte aquella sensación duró solo unos segundos, después, todo se relajó... Pero todo cambió de nuevo cuando fui al servicio y vi mi rostro reflejado en el espejo... Entonces sí que creía que me moría... Sé que no es excusa, sin embargo en mi descargo diré que en los últimos meses había estado trabajando más de lo habitual, por lo que “me había visto obligada” a que ciertas cosas pasaran a ocupar, sino un segundo plano, si al menos uno menos importante; como por ejemplo mi aspecto físico, que últimamente había estado ligeramente “descuidado”. (Al fin y al cabo, una clase llena de niños no exige los mimos cuidado en la apariencia, que un hombre tremendamente tentador). Un hombre que...

Por suerte, al haber ampliado mi circulo de amistades me encontraba con que conocía a personas, que trabajaban en los sitios más dispares. Y “precisamente” dos de ellas, habían abierto recientemente un salón de belleza en pleno centro de Valencia; así que decidí echarle por una vez en la vida un poco de morro al asunto, y dejarme caer por allí, para ver como les había quedado, y de paso ver si me podían ayudar... Y desde luego que lo hicieron, (eso si, previo paso por un tercer grado propio de la CIA), pero cuando salí de allí tres horas más tarde, estaba más cerca de parecerme a Hedí Kluhm, que del moustro del lago Ness.

El resto del día me lo pasé trabajando y preparando actividades para mis alumnos. (La verdad es que no era necesario hacer nada de lo que hice, pero de todos modos, prefería estar ocupada, que quedarme en casa mirando el reloj)... Supongo que lo que pretendía era mantener la cordura en todo este asunto, y no darle a ese encuentro más importancia de la que realmente tenía. Al fin y al cabo, ¿qué éramos?, simplemente un par de amigos que se había conocido en la red... Bueno, al menos eso era lo que intentaba decirle a mi cabeza, porque lo que era mi corazón iba por otra parte. Tal vez el hacerse ilusiones era inevitable, pero también lo era que la caída, y esta podía ser mortal. (Nadie lo sabía mejor que yo).. Además, siendo “demasiado” optimistas, era bien consciente de las limitaciones que tenía una relación con Gabriel; el hecho de que fuera un hombre con el que compartir la vida, pero si alguien al que “amar”, y del que aprender mucho de él... Sobre todo en lo que se refería a materias como el sexo y la seducción.

Y a mí me hacía mucha falta repasar, porque sino ambas me “caerían para septiembre”.

Aquella noche no dormí demasiado bien, -lo cierto es que eso bien podría ser un eufemismo-, así que acabé saltando de la cama mucho antes de lo habitual, pero el lado positivo es que tuve el tiempo suficiente para poder prepararme para la cita y dejarlo todo arreglado en casa. (Y es que por mucho que la psicóloga hubiera trabajado conmigo, había ciertas cosas que seguía sin poder decirle a mi padre, como el hecho de que había quedado con un hombre, así que me busqué un motivo para no ir a comer a casa: Una comida con una amiga que hacía tiempo que no veía, -lo que en cierta manera no era del todo mentira). Una vez, hecho eso, quedaba el eterno dilema que toda mujer tiene ante una cita: ¿Que me pongo?...Si, sé que puede sonar trivial, y hasta fuera de lugar, -especialmente si esto lo está leyendo cierto tipo de caballeros-, pero yo le preguntaría a estas personas sería: cuándo conocen a una persona, ¿en qué se fijan?...Sé que muchos de ellos dirán que en el interior, pero no sería del todo cierto. Por mucho que lo nieguen el aspecto si importa; y yo, bueno..., era plenamente consciente de mis limitaciones físicas; sabía que no poseía un rostro angelical ni unas medidas de infarto, por lo que no contaba con esas dos bazas a mi favor. Además, por la vida que he llevado y el trabajo que tengo, no poseía el vestuario más sexy del mundo. También es cierto que no lo necesitaba; al fin y al cabo, ¿qué pensarían mis alumnos si un día me presentaba con una minifalda de infarto y un TOP de tirantes?...

El día anterior, había llamado para reservar mesa en un restaurante italiano que había en pleno centro. Pensé que ese sería un lugar ideal para nuestro primer encuentro, por varias razones: Primera, y más importante por su situación. Estaba bien comunicado, y podía llegar a él haciendo uso del transporte público; por lo que no necesitaba la ayuda de nadie para ir, y mucho menos para volver. Segunda, por el lugar en sí mismo... No es que fuera un sitio especialmente romántico, o conocido por su cocina, pero si se había puesto de moda últimamente; especialmente entre las parejas jóvenes. Por lo que, ¿porque ir en contra del de la corriente cuando todo parece indicar que nos dirigíamos hacia el mismo objetivo?...Solo una cosa más, (aunque no lo pensé entonces, sino ahora, que puedo verlo con la perspectiva del tiempo transcurrido), y no es otra que la influencia de la moda. Al ser un lugar tan conocido, estaríamos rodeados por mucha gente, así que en teoría nos tendríamos que comportar correctamente; lo que en cierta manera me hacia sentir segura. Protegida. Como si llevase yo las riendas de la situación... Unas riendas, que por otra parte, yo no estaba dispuesta a soltar así como así.

Por lo menos al principio.

Una vez hube reservado mesa, le mandé un mensaje citándole en la salida del metro que hay frente a la plaza de toros, para después ir juntos caminando hacia el restaurante; a lo que él me contestó: “Holaaa guapaaa!!!. O k, allí nos vemos a eso de los dos. Estoy deseando ver esos lindos ojos. :*”; que como siempre, me dejó temblando las rodillas... Un temblor, que no desapareció ni tan si quiera cuando llegué al lugar en el que habíamos quedado.

Como era costumbre en mi, llegué un poco antes de la hora establecida, al lugar en el que no nos teníamos que ver; así que me senté en el bordillo de la misma parada de metro, saqué el último libro que estaba leyendo y lo abrí por donde había dejado el punto... No sé, la verdad es que no lo entiendo, pero en aquel momento no estaba nada nerviosa; es más, disfrutaba de una serenidad que me resultaba, hasta paradójica. Hacia apenas unas horas, cuando abrí las puertas de mi armario, estaba tan nerviosa, que creía que me iba a desmayar allí mismo. Me sentía incapaz de hacer nada, ni tan si quiera de elegir la ropa que debía ponerme, pero al ver la imagen que me devolvía los cristales de la parada, me di cuenta de que pese a todo, no lo había hecho nada mal: llevaba un jersey de cuello alto rojo que me había comprado hacía apenas unas semanas, una falda vaquera justo por encima de la rodilla, y unas botas de tacón alto beige y el bolso a juego. Como complementos, únicamente unos enormes pendientes de plata y jade que había comprado en la ignaguración de la tienda de mi mejor amiga. Y encima la chaqueta de cuero que me había regalado mi padre en las últimas Navidades... Tan solo había tenido un único detalle “malévolo”, -si se puede decir así-; y no era otro que la elección de la ropa interior... El verano pasado, mis amigas me habían regalado un conjunto de braguitas, sujetador y ligero, y aunque en aquel momento me pareció una locura impropia de ellas, (prueba es que hasta entonces había permanecido en el fondo de mi armario); cuando fui a vestirme ese día, pensé que era lo mejor elección.

Recuerdo que aquella mañana, cuando lo saqué de su caja y me lo puse, ni tan si quiera me atrevía a mirarme al espejo. La verdad es que no sé que pensaba, pero me daba terror la imagen que pudiera devolverme el espejo, (supongo que el problema lo tengo de base, de que no sé valorar lo que tengo para que un hombre se fije en mi), pero cuando lo hice, me llevé una agradable sorpresa. Y es que lo que me encontré era mucho mejor de lo que esperaba. Creo que al ponerme aquel conjunto de lencería descubrí que era como cualquier otra mujer; que cuando se lo propone, es capaz de conquistar a cualquier hombre....Me acuerdo que estando allí, frente al espejo, descubriendo con agrado a esa nueva mujer, comencé a acariciarme el cuerpo, suavemente al principio, con miedo; como si quisiera cerciorarme de que no era una ilusión. Pero de pronto, la imagen de Gaby me asaltó, casi por sorpresa, como un saqueador que te espera en la curva de un camino; apoderándose de mi mente, de mi fantasía. Mis manos dejaron de ser mías, mis pensamientos dejaron de pertenecerme y él comenzó a invadirme, suavemente, sin que casi pudiera oponer resistencia, hasta ocupar todos y cada uno de los rincones de mi subconsciente. Dejándome desprotegida, por entero a su merced.

Poco a poco, casi con miedo, fui bajando las manos por mi cuerpo - o mejor dicho, tendría que decir las de Gabriel-, hasta introducirlas debajo de la braga, y atrapar mi clítoris entre los dedos. Yo me había masturbado otras veces, pero ninguna se podía comparar con esa. Tal vez era la excitación del encuentro, el saber que finalmente podría cumplir esa vieja fantasía de poder tocar su rostro me hacían estar más encendida de lo normal. No sé como explicarlo, pero cuando acariciaba los labios con mi mano, cuando lo masajeaba, cuando introducía los dedos dentro de mí, sentí como si todo mi cuerpo fuera capaz de estremecerse de puro placer. Quizás fuese el que tenía la imagen de Gabriel muy presente, o....:

-Lo siento.-Dijo de repente alguien frente a mí, devolviéndome bruscamente a la dura y cruda realidad.-La reunión ha durado más de lo que esperaba.

En cierta manera se lo agradecí, por que no valía la pena seguir dándole vueltas al asunto...

Al principio me costó reconocer su voz, -seguramente porque estaba tan absorbida por lo que había pasado esa mañana, que no me di cuenta-, pero en cuanto logré asentarme de nuevo en la realidad, supe que era él.

Pese a encontrarnos en pleno invierno, aquel era uno de esos raros días invernales en el que el sol pega con tanta fuerza, que parece devolvernos a estaciones pasadas... Esto viene a colación, porque cuando tras la sorpresa inicial, me vi literalmente deslumbrada. Sí, sé que puede resultar extraño, hasta paradójico, pero es la verdad; durante los primero minutos de nuestro encuentro, no podía verle claramente la cara, solamente podía distinguir su silueta, -aunque he de decir, que esta me impresionó más de lo que nunca hubiese esperado-: Para empezar superaba mi metro sesenta y ocho de estatura con amplitud, era de complexión fuerte, atlética... Ahora, cuando finalmente se apartó un poco, y pude ver su rostro... Entonces, bueno, entonces me quedé sin habla:

-¿Te encuentras bien?.-Añadió mirándome con cierta extrañeza en el rostro.

-Perfectamente.-Afirmé mientras mis labios esbozaban una media sonrisa.

Entonces hice algo casi sin pensar, de forma instintiva. ( Si he de decir algo en mi descargo, es que tal vez mi subconsciente me traicionó, y acabó pudiendo más el instinto, que los buenos modales que me habían enseñado)... Aunque tampoco creo que fuera nada malo acercar mi mano a su cara durante un instante, y rozar sus labios con los míos:

-Anda, vamos al restaurante.- Dije esbozando una amplia sonrisa, como intentando quitarle hierro a lo que había hecho.

Pero por lo visto, el no sé dio cuenta; o yo le estaba dando demasiada importancia a algo que evidentemente no la tenía:

-De todas formas, te pido mis más humildes disculpas.- Pidió de nuevo, con esa galantería tan selecta que solo unos pocos hombres poseen... Lo que me pillo desprevenida fue lo que sucedió después. Aun hoy, me sorprende como algo tan simple me pudiera causar un efecto semejante. Algo tan sencillo, como coger mi mano, llevarla hasta sus labios y depositar en ella un suave beso. Ya ves, solo eso,... algo que tal vez en otro hombre me hubiese parecido anticuado y hasta quizás, fuera de lugar, o la excusa perfecta para encender motores y salir corriendo en dirección contraria. Pero en él. En el simplemente, no sé..., hizo que de nuevo un escalofrió recorriera mi espalda.

Quedé en aquel lugar por muchas razones, y una de ellas era porque al estar tan cerca del restaurante, podíamos ir andado; sin necesidad de vernos encerrados en un coche durante esos primeros e incómodos instantes. Y aunque pienso que hice lo correcto, ya que por mucho que los intentes, no puedes evitar sentirte incomodo y hasta un poco violento, si que me sirvió para darme cuenta de algo. Un simple hecho que lo diferenciaba del resto de hombres que había conocido anteriormente: la química.

Siempre he dicho que Internet es una cosa, y la vida real es otra, (creo que lo he dicho alguna vez en estas paginas); pero es que quiero que esto quede bien claro. Posiblemente, alguno de vosotros lo halláis utilizado y sepáis a lo que me estoy refiriendo: Por mucho que puedas ver a una persona a trabes de la cámara, e incluso hablar con ella, siempre cabe la posibilidad, de que al verlo en persona, la química que existía en la red, falle. Ahora, con Gaby afortunadamente no sucedió. En ese caso si que fue real, es más, era tan fuerte, tan densa, que casi podía palparse en el ambiente.

Conforme íbamos caminando, pude apreciar más de cerca ciertos detalles que no conocía del hombre que tenía a mi lado. No sé, cosas que solo puedes apreciar cuando ves una persona cara a cara; cosas como la textura de su piel cuando un rayo de sol se refleja en ella, el sonido de su voz al reír uno de tus comentarios, el calor que produce su mano cuando coge la tuya. Pequeños “nimiedades“, que te hacen tener una idea de la persona en su totalidad..

De pronto me sentí rara, la situación me resultaba extraña, mejor dicho, no lo, era las

circunstancias, sino yo. Todo resultaba demasiado cómodo, demasiado fácil, que comencé a buscar el engaño... Durante un segundo volví a sentir de nuevo esa conocida sensación de pavor que me hizo salir corriendo en anteriores ocasiones; ahora, en esa ocasión no comprendo por que no lo hice... Quizás era porque durante todo el trayecto, Gabriel me cogía de la mano, y de vez en cuando, como quien no quiere la cosa, se la llevaba a los labios y la besaba, durante un segundo, y luego nuestras miradas se cruzaban. Unos ojos que me decían: “No te preocupes, a mi lado no te pasara nada malo... nada que no quieras que pase”, lo que en cierta forma, daba una cierta sensación de tranquilidad muy alentadora.

En el restaurante, Gabriel pidió una mesa en un lugar intimo, lo más alejada posible del bullicio de la gente, y en cierta manera le hicieron caso ya que estaba en el rincón, justo al fondo. Pero también más peligroso, -al menos eso fue lo que pensé cuando vi el lugar en cuestión-: El resto, era como la de cualquier otro, pero esta tenía la particularidad de que estaba encerrada en una tarima en forma de u. Yo me senté en una punta, mientras él se sentaba frente a mí; en cierta manera, supongo que lo hice porque me sentía más segura, como si de esa forma me asegurase un camino de huida.

Lo que en ese momento no me podía imaginar era que al sentarme en esa mesa había quemado todas mis naves.

Gabriel pidió la carta y tras elegir el menú, comenzamos a charla más distendidamente. La verdad es que no se podía negar que era un hombre agradable, que se tenía muy bien aprendido su papel, -tal vez demasiado-, pero pese a eso era su encanto... Me hizo sentir muy cómoda, muy a gusto, sin ningún miedo; lo que en mi era todo un adelanto. Ni tan si quiera me interesaba el hecho tan evidente de que fuera un “casanova” del siglo veintiuno, y de que él lo supiera. Para mí, en ese momento, lo más importante era sentir, saber que esa química era real, que estaba en el ambiente que casi podía tocarla. Sentir ese latigazo de calor cuando oía su voz, cuando nuestras manos se rozaban sobre la mesa. Todo eso era real, autentico, no producto de mi vivida imaginación...

Solo había un “pequeñísimo” problema: Yo nunca había sentido algo semejante, y no sabía como debía controlarlo.

Aunque posiblemente no había nada que se debiera controlar... ¿O es que acaso la sensualidad, el instinto, las ganas de conquistar tienen un interruptor?. Que yo sepa somos seres humanos, y como tales, a veces nos movemos más por la fuerza de los sentidos que por la lógica.

Poco a poco, sin apenas darme cuenta, fui cayendo en sus redes hasta que no hubo escapatoria posible. Su voz, profunda y sensual, me envolvía en un cálido manto de nuevas sensaciones. Sus ojos, eran de color verde oscuro, de mirada penetrante; me observaban como si quisieran desnudarme por completo, hasta la parte más oscura de mi alma... Creo que el propósito de llevar yo las riendas, se hundió estrepitosamente en el momento en que vi su semblante por primera vez. Yo, bueno, simplemente me dejé llevar; tal vez por eso no tengo recuerdos demasiado claros. Las emociones, las texturas y los olores si que están muy presentes en mi memoria, pero los hechos; bueno, eso es otro cantar...

Si me preguntáis como llegué hasta allí, tendría que decir que no lo sé. Me acuerdo que cuando comenzamos a comer cada uno estaba en una punta de la mesa, pero en algún punto entre el primer plato y el postre, recorrimos el camino que separa las puntas del valle de la u, la distancia prudencial de cortesía, de encontrarnos uno tan cerca del otro que casi podía beber de su respiración y oír su aliento. Ni tan si quiera recuerdo de lo que hablamos durante esa comida; solo me acuerdo del mágico tono de su voz, la suave caricia de nuestras manos sobre la mesa, los “inocentes” toqueteos de nuestros pies bajo ella, y finalmente el sabor de sus labios. En aquel instante fui plenamente consciente del punto en que me encontraba. Sabia que había sido derrotada por él... ¿Y sabéis lo más curioso?, que por primera vez no me importaba. Era tal el mundo de placeres que se abría frente a mi que por una vez decidí atravesar el umbral y adentrarme en él.

En aquel momento, creo que lo más correcto sería decir que lo nuestro paso de ser algo meramente formal, a convertirse en una lucha cuerpo a cuerpo. Los postres se quedaron en el plato sin terminar, y el camarero que nos servia, se retiró discretamente. El trasiego de gente era abundante, muchos entraban y salían, pero a esas horas, el ritmo era menor, había menos personas comiendo, por lo que el ambiente era más relajado, menos crispado de lo habitual. También he de decir que nosotros parecíamos vivir en un universo aparte.

Gabriel me beso por primera vez con suavidad, hasta se podría decir que con pereza, como

probando cual sería mi reacción. Y al ver que esta era tal y como él esperaba, redobló su ataque y los siguientes se convirtieron en algo mucho más inquisitivo, más seductor... Solo había un “pequeñísimo detalle” que pasé inadvertido: Perdida en la locura que producían esos besos, no me di cuenta que sus manos habían dejado de estar sobre la mesa y había comenzado a explorar mi cuerpo con tal delica-deza, con tal suavidad, que apenas eran imperceptibles. Eso sí, cuando su mano derecha se metió entre las bragas y atrapó mi clítoris con sus dedos, di un respingo de pura sorpresa:

-¿Sabes donde has puesto la mano?.-Le pregunté mordiéndome el labio en un gesto de sensualidad innata totalmente nuevo para mí.

-Perfectamente.-Me contestó sin desistir ni un ápice, y mientras sus labios esbozaban una malévo-

la sonrisa, añadió: -¿Quieres que la quite...?.

A lo que yo contesté apretando su mano aún más sobre mi cuerpo; creo que con eso, no hizo falta respuesta alguna.

Pese a lo incomodo de la situación, Gabriel supo manejárselas perfectamente: Tenía mis piernas sobre la suya, su mano sobre mi sexo, y mi clítoris entre sus dedos. Yo estaba húmeda desde mucho antes de llegar al restaurante, pero no me importaba... Es más, de haber sido otra clase de hombres, habría podido terminar su labor en un segundo y haberme provocado un orgasmo con apenas dos movimientos de sus manos. Y aunque ambos lo sabíamos, él decidió tomarse su tiempo, explorar tranquilamente los bordes de mi anatomía, ver mi reacción a cada uno de sus caricias, a cada una de sus acometidas. Hoy lo veo como un acto de generosidad, de entrega, como el músico que compone una pequeña melodía solo para unos pocos oídos escogidos. En este caso, él era el virtuoso, y yo su instrumento... No se le podía negar que sabía como nadie, que sabía que puntos tocar, como masajear el centro de placer de una mujer para hacerla llegar al punto que él querría, y entonces, cuando casi estabas al borde, deslizar suavemente los dedos por los labios hasta introducirlos en mi interior, a donde yo le recibía con una nueva cortonsión de mi pelvis, reclamándole, instándole a que me diera aun más, mucho más:

-No sabes cuanto tiempo he esperado esto... -Me susurró a escasos milímetros de mi boca, mientras un nuevo beso entraba en puertas.

Yo me sentía rendida, totalmente expuesta a ese placer recién descubierto; no sabía, ni quería saber como reaccionar, solo querría sentir, disfrutar de esa primera vez. Probar el sabor de sus labios como si estos fueran una fruta tentadora, la más tentadora del Jardín del Edén. Sentir el roce de su piel contra la mía, la textura de su ropa, el adivinar como bajo sus pantalones, su miembro se endurecía, prometiendo un placer aun mayor, un placer que ni tan si quiera podía soñar... Aunque para ser sincera, descubrí una faceta exhibicionista de lo que no me creía capaz dada mi estricta educación religiosa: El no saber que me excitaba más, el que me estuviera masturbando, o el que lo estuviera haciendo en un lugar público.

No sé cuanto tardó en llegar, la verdad es que si tuviera que cronometrarlo, me sería imposible. Solo puedo decir que cuando finalmente llegó, descubrí una “nueva clase” de orgasmo. Fue como si me abrieran la puerta a un mundo nuevo y me empujaran dentro de él: Un nuevo mundo en el que los colores eran más brillantes, la luz más cegadora, y el placer... Bueno, en aquel momento me di cuenta de que yo no sabía nada acerca de eso; que lo que había experimentado con Vincent, o por mi propia cuenta, era algo infinitamente minúsculo al lado de lo que ese hombre me había mostrando.

Cuando los colores volvieron a si intensidad normal, y “volvimos de nuevo al planeta tierra”, Gabriel sacó la mano de mis bragas. Recuerdo que pensé que olía a mi, sus dedos estaban húmedos, brillantes, empapados por completo en mis judos, los baño en el chocolate de los crepes que nos habían servido, y me los introdujo directamente en la boca, sin previo aviso:

-¿Te ha gustado?.-Me preguntó mientras me miraba de forma inquisitiva, como si quisiese cerciorarse de que lo que iba a contestar con la verdad.

-Mucho, pero me ha sabido a poco.-Afirme sinceramente, con una rotundidad, que hasta mi me pilló por sorpresa

-Si, lo sé, pero por aquí no hay un lugar más intimo en el que podamos hacer locuras....-Dejó caer de forma casual, como quien no quiere la cosa.

-Espera un momento. Paguemos, y salgamos de aquí.

-¿A donde?.-Volvió a inquirir irónicamente desconcertado.

-A cumplir una de mis fantasías...¿Te apetece?.

-Hoy eres tu la que mandas.-Afirmó con una falsa sumisión innecesaria, pues ambos sabíamos que si había alguien que llevaba el control de la situación en ese momento, era él.

Pagamos en la caja, sin esperar a que nos sirvieran la cuenta, y cuando nos dirigíamos hacia la puerta, Gabriel pasó una mano alrededor de mi cintura...

El hecho de estar en pleno centro de la ciudad, en hora punta, no parecía coartarnos en absoluto. Un día le dije, que si llegamos a vernos en persona, tal vez destapáramos sin querer la caja de Pandora, y entonces cuando quisiéramos cerrarla, tal vez nos diéramos cuenta que era imposible; y por lo visto no me equivocaba... Los besos por las esquinas, el comernos la boca de semejante forma, los “magreos” bajo el abrigo eran tan evidentes que creo que no pasamos desapercibidos para ningún transeúnte que se cruzara en nuestro camino... Creo que eso era suficiente prueba...

Cada año, las rebajas comienzan en Enero, justo después de las Navidades, una época en que las tiendas y las grandes superficies se llenan de manera exagerada, de miles de personas que van en busca de gangas, o simplemente, a pasear. Las dependientas están tan sobrecargadas de trabajo, que le es prácticamente imposible controlar todo lo que sucede en los probadores, y eso era una baza a nuestro favor.

De todas las tiendas a las que solía ir a comprar, hay una que me gusta especialmente; la ropa se acomoda perfectamente a mi estilo, me dan todas las facilidades ávidas y por haber, y tienen unos probadores enormes, con espejos por todas partes. En cierta manera era como introducirse en una enorme caja de cristal, en la que puedes ser vista por todas partes... Y bueno, últimamente no dejaba de preguntarme como sería hacer el amor con alguien en un lugar como ese, en el que puedes verte por todas

Y Gabriel me dio la oportunidad perfecta para convertir esa fantasía en realidad.

Al principio él estaba un poco desconcertado, no sabía muy bien de que iba la cosa, no comprendía que hacíamos en ese lugar, con prendas en la mano. Pero cuando me dirigí decidida hacia el probador me miró, frunció el ceño, como si comenzara a entender, y cuando le empujé dentro de uno de ellos, me sonrió de manera triunfal:

-¿Sabes que eres una niña muy mala?.-Me preguntó mientras entrelazaba sus brazos en mi espalda.

-Yo aplico aquello que decía Marlene Dietrich: “Cuando soy buena, soy muy buena, pero cuando soy mala, soy mejor”.

Él me miró con cierta expresión de sorpresa, como si no se lo esperase, entonces sus labios se curvaron ligeramente, en una media sonrisa, mientras acercaba su rostro al mío para besarme.

Uno y otro sabíamos que ya no había nada que nos limitara. Estábamos solos, y podíamos dar rienda suelta a lo que habíamos estado buscando durante tanto tiempo... Nos comimos la boca con una ansia aún mayor; posiblemente porque sabíamos que en ese espacio no había lugar para los obstáculos ni convencionalismos. Aquel pequeño cubículo rodeado de espejos nos pertenecía por completo, igual que ese momento; por lo que, ¿porque frenarnos si finalmente habíamos llegado a nuestro destino?.

Posiblemente a mí me faltara la experiencia que otras muchas mujeres podían tener en estos cuestiones, pero creo que supe cambiar la “ingenuidad” por instinto. No sé si esa es la palabra justa, -lo cierto es que esta es la primera vez que me pongo a pensar en lo que pasó entonces, así que todo esta demasiado a flor de piel, demasiado confuso-; además creo que fueron tantas las cosas que pasaron entre esas paredes, que sería de locos ponerle un nombre... Yo me estaba acercando a los 30, pero pese a eso, seguía siendo una niña en muchos aspectos, un ratón de biblioteca que se había pasado la vida con la nariz metida entre los libros y ahora la sacaba de repente al mundo real, dándose de bruces con el mundo real... Un mundo que hizo tomar plena conciencia de la totalidad de mi cuerpo, y del cuerpo que tenía entre mis brazos. Me di cuenta que pese a que había leído mucho sobre ello, la anatomía masculina era “una materia” nueva para mí por lo que si querría ponerme al día debía estudiarla muuuuyyyy a fondo.

Gabriel me mantuvo aplastada en todo momento contra la pared del fondo. Todo su cuerpo estaba por entero pegado al mío; me acuerdo que durante un segundo, vi por el rabillo del ojo sus manos, estaban a ambos lados de mi cabeza, apoyadas en el espejo, firmes. Pensé que en cierta manera era como si él me hubiese capturado, como si la trampa fuese él, y sus besos, el cebo, pero ¿qué mujer se resistiría a semejante aliciente?. Yo, evidentemente no. Si había caído en sus redes no me importaba, solo querría que siguiera así, besándome de la misma forma, con desmesurada avaricia, como si quisiera absorber toda mi esencia hasta dejarme completamente seca. Aunque he de admitir que yo tampoco me quedaba atrás; yo también codiciaba, pero de otra forma. Mis manos exploraban su cuerpo sin mesura ni pudor, buscando la mínima oportunidad para descubrir un nuevo pedazo de su piel que no había visto, tocado antes...Anhelaba ver más, tocar más, no dejaba de indagar bajo la ropa, de abrir nuevos caminos, de buscar algo que evidentemente no encontraba; algo que ni tan si quiera yo sabía que existía... Supongo que se podría decir que era un deseo instintivo de hacer realidad ese viejo deseo de poder tocar su piel, de materializar a la persona con la que había hablado tanto tiempo... Otros, -seguramente los que mejor me conozcan-, dirán que todo lo que me había sucedido era porque desde el principio el había sido el elegido, y por eso no había podido con otros hombres. No para ser el hombre junto al que envejecer, si no para ser el primero con el que, ¿hacer el amor?...

No, no creo que esa sea la palabra para definir lo que pasó entre aquellas paredes.

Las chaquetas fueron lo primero que cayeron junto a las prendas de ropa que momentos antes habíamos cogido de la tienda, sumergiéndonos en un improvisado mar de colores y texturas sin demasiado orden ni concierto. Aunque creo que eso era algo secundario, que nos pasó prácticamente desapercibido. En aquel momento, lo verdaderamente importante era esa “especial” contienda física que manteníamos en la que ambos éramos ganadores: Gaby dio el primer paso bajando las manos por los costados de mi cuerpo hasta alcanzar el borde de la falda y subiéndola milímetro a milímetro, acariciando cada centímetro de piel que quedaba libre, bajo las medias, bajo el ligero, bajo las bragas. Sus manos eran grandes y poderosas, cosa que comprobé cuando segundos después, atrapó mi trasero con ellas y lo pellizco con fuerza, casi con rudeza:

-¡¡Uuuuhmmm!!!!.-Exclamé casi de forma involuntaria, instintivamente.

-¿Te gusta?.

-Eso te le debería decir yo a ti... ¿Te gusta lo que ves, o mejor dicho, lo que tocas?.-Aquella pregunta parecía que la había hecho otra persona, la voz de esa mujer sonaba como si supiera lo que se estaba haciendo, y la verdad, es que no era así. No tenía ni idea... Es más, estaba tan confundida, que me debatía en una pura contradicción: Mi cabeza me gritaba que saliera corriendo de allí, pero al trans-

mitir la orden, mi cuerpo se alejaba de él unos milímetros, hasta que mi parte lógica se nublaba de nuevo, y volvía a él rápidamente, como si todo mi ser estuviera respondiendo a la llamada secreta de su amo.

-¿Tu que crees?.-Me preguntó mientras me besaba de nuevo

Posiblemente era una tontería, ya que era evidente que entre nosotros, no estaba fallando nada, había mucha química, bueno, casi sería mejor decir combustión espontánea. (Al memos eso es lo que pensé desde el momento que sentí, el calor que producían nuestras pieles cuando se tocaban de manera casual en el restaurante).. Sin embargo había una parte en mi de niña indecisa, dudosa, que necesitaba sentirse segura, que deseaba gustar... Y otra de niña codiciosa, que deseaba saber, conocer más, que quería más:

-Quiero más.-Afirmé de repente mientras me mordía el labio en un gesto entre sensual y pícaro.

Afirme con una determinación que no sentía, ya que en ese momento estaba muy nerviosa, hecha un mar de dudas

-¿Más de que?.-Me preguntó confundido, sin saber demasiado a que venía a cuento.

-Más de esto... Quiero que me enseñes todo sobre el sexo, quiero que me lleves a fronteras que ninguna mujer haya tocado antes.

-No sé....¿Estás segura?...¿Sabes lo que me estas pidiendo?.

Entonces atrapé su cara con mis manos y obligándolo a mirarme a los ojos, le dije:

-Gabriel, aunque no lo creas, te conozco mucho mejor de lo que piensa... Y sé perfectamente, que no te estoy pidiendo nada que tu no puedas lograr.

-Eso ya lo sé.-Alego con una claridad que me pilló por sorpresa.- ... Solo quería estar seguro de lo que eso es lo que tu quieres.

Supongo que aunque hubiese querido, no hubiera podido hablar, ni tan si quiera emitir un sonido, así que sencillamente acerqué su rostro al mío y bese sus labios con pasión, con descomedida avidez... Supongo que eso le sirvió como respuesta, mejor que cualquier otra cosa, ya que entonces redobló su ataque con fuerzas renovadas.

Sus manos, que se había parado en mis caderas, bajo mis bragas, comenzaron de nuevo su andadura, en busca de un nuevo objetivo...Se pasearon por mi trasero, por mi espalda, por mis pechos hasta pararse en mi vientre, adonde estaba la cremallera de mi falda. Una vez alcanzado su blanco, comenzó a bajarlo, perezosamente. Mientras yo, le había sacado la camisa del pantalón y comenzado a desabrochar los botones, uno a uno, hasta que quedó totalmente abierta y su pecho al descubierto. Una vez allí, me detuve en seco y retuve la respiración durante un segundo, presa de el asombro... Al mismo tiempo que yo había hecho eso, Gabriel, había abierto mi falda de manera tan gradual, tan sosegada que casi ni me di cuenta. Únicamente me percaté de ello al caer al suelo con un ruido mudo, perdiéndose en ese “mar” de prendas multicolor que habíamos formado, y una ráfaga de viento invernal colarse por las rendijas, pillando mi desnudez por sorpresa. Pero enseguida recobré el control y respirando con normalidad de nuevo, posé los labios sobre el torso desnudo y comencé a deambular por él, mientras Gaby en único gesto se quitaba la camisa, y me dejaba hacer a mi.

Una vez hube llegado a la cintura, comencé a pasear mis labios en torno a ella, jugando con su bello, estirándolo con los dientes, disfrutando de cada una de sus reacciones, notando una dureza enormemente prometedora bajo el pantalón, pero sin decidirme a dar el paso siguiente... Lo cierto es que ese había sido el punto en que otras ocasiones, todo había comenzado a torcerse, y me daba miedo que esto pudiera suceder de nuevo con él, cuando todo había ido tan bien. Pero por suerte logré encerrar ese temor en el rincón más oscuro de mi subconsciente, justo antes de que adquiriera dimensiones tan colosales que me hiciera estrellarme de nuevo.

Lentamente, con mucho cuidado, empecé a bajar la cremallera; expectante, casi con miedo... Bueno, no sé si esa es la palabra para describir esa especie de excitación y temor ante lo desconocido,

...supongo que si, pero....¡Lo siento!, sé que estoy desvariando. Poco a poco bajé los pantalones, hasta que se quedó solo con la ropa interior. Tenía un buen cuerpo, fuerte y bien torneado, aunque a mí me interesaba más lo que se dibujaba bajo el bóxer negro que se había puesto para la ocasión.

Gabriel me conocía lo suficiente como para saber como me sentía en esa situación, y en todo momento se portó maravillosamente conmigo; como un caballero. Me dejó llevar las riendas de la situación a mí, y permitió que fuese yo la que marcara el ritmo... Recordé que semanas antes, durante una de nuestras conversaciones, me mencionó algo que en aquel momento me vino a la cabeza: “Mira, no sé lo que puede pasar cuando nos veamos, ni tan si quiera me importa, pero si surge la oportunidad solo te digo una cosa; no haremos nada que tu no estés dispuesta hacer. Tú serás la que pongas los limites. Solo te pido una cosa, que no me mientas, que no intentes fingir ante mí... Si hay algo que me cabrea en esta vida es que una mujer finja un orgasmo solo para que yo me sienta bien. El sexo es cosa de dos, esta hecho para que los dos gocen, no solo para que una de las partes salga beneficiada.” En aquel momento no lo comprendí muy bien, y la verdad que tampoco ayudaron mucho las experiencias que tuve con Vincent; pero en ese momento lo comprendí. Me di cuenta de muchas cosas que en nadie me podía haber enseñado antes:

Con la curiosidad de un niño ante un nuevo descubrimiento en su vida, comencé a bajarlo, poco a paco, casi con miedo, mientras sentía como mi corazón latía con fuerza en mi pecho. Sabía que tenía el control de la situación y paradójicamente no sabía que hacer con ello; posiblemente por ese desconocimiento..., y por que no decirlo, por que era virgen. Y aunque hay medios que te enseñan lo que es el sexo, hay cosas que solo la experiencia lo puede hacer. Una experiencia que a mí me faltaba... Para ser sincera, en teoría, si que sabía que hacer, ( el cine porno no es territorio exclusivo de hombres), pero no sabía como aplicarlo. Me acuerdo que lo toqué con una mezcla extraña de miedo, nervios, y....supongo que embriaguez sería la palabra. Fue solo durante un segundo, apenas un leve rocé, que hico que Gabriel emitiera un sonido chocante, que nunca había oído antes, como una especie de gruñido. Entonces me di cuenta de algo: Una especie de sentido sentido de posesión. Si su miembro estaba así y mi sexo estaba húmedo, era por pura química, por pura reacción y la nuestra había sido explosiva, incendiaria... Una pasión en la que querría consumirme.

No sé, creo que ese fue el colofón final; tener la certeza de que querría consumirme en ese incendio. Eso acabó de derivar las últimas barreras que pudiera tener. De repente vi las cosas mucho más claras; fue como si las puertas que hasta entonces habían estado cerradas, se abriesen de par en par y todo tuviera un nuevo sentido: Pese al miedo, a mi posible ineptitud, supe que por fin había encontrado a esa persona con la que poner en practica todos los relatos que había oído en bocas ajenas, o leído en secciones oscuras de algunas bibliotecas

En el momento en el que metí su pené en mi boca, cerré los ojos y dejé que el instinto fuera mi guía y me mostrara el camino. El resto lo dejé en manos de él, con sus gemidos, con sus palabras cuando mis labios rozaban su pené, su vello púbico, su torso, cuando mis manos se paseaban casi con pereza por su espalda, por sus nalgas, - a donde no pude evitar la tentación, y me detuve solo un segundo para pellizcarlas ligeramente-, descendiendo finalmente por la parte posterior de sus piernas. Gabriel estaba quieto, dejándome que actuara libremente, que descubriera como era la anatomía masculina, sin pudor, ni tapujos. Que averiguara por mi misma lo que podía darle y lo que él podía darme... Porque en aquel momento descubrí algo, que pese a haber oído historias acerca de ello, nunca había pensado que fuera posible: El “poder” de dar placer. Aquello me rompió muchos esquemas. No sé, supongo que era la forma tan tradicional en la que había sido educada; en la que la mujer siempre era el sujeto débil, pasivo de la pareja. Pero él me demostró que no era así, que yo con mi cuerpo, con mi manera de besar, de tocar, de actuar, tenía mucho que dar.

¿Y sabéis que?....Me gusto. Me gustó mucho más de lo que estaba dispuesta a admitir en ese momento.

La erección de Gabriel fue en aumento hasta que su miembro fue una barra de acero grande y dura contra su cuerpo desnudo. Eso le excitó tanto a él como a mí, -y eso era decir mucho-; lo cierto es que aquello me había abierto el apetito,... querría más. Querría hacerlo llegar hasta la locura con mis labios, con mis manos, con todo mi cuerpo.

Pero no contaba con que él tenía otros planes:

Haciendo uso de un autocontrol inaudito, me cogió de las manos obligándome a levantarme del suelo y me susurrándome al oído:

-Ahora me toca a mí... Estate quieta, no te muevas, ya verás como te va a gustar.

Yo no sabía que hacer, así que simplemente me quedé ahí, de pie, mientras tenía delante de mí a Gabriel, desnudo... Entonces él comenzó a besarme, al mismo tiempo que sus manos se deslizaban ligeramente por mis costados, hasta coger el borde del jersey, tiró del hacia arriba, sacándomelo por la cabeza junto a la camiseta interior. Recuerdo oír el tintineo de los pendientes contra el espejo cuando cayo al suelo, y la sensación de estar desnuda (en realidad no lo estaba, ya que me había quedado en ropa interior), pero no era una impresión mala, como de vergüenza, -lo que me sorprendió dado mi carácter reservado-, si no una sensación de renovad libertad que lo hacía aún más excitante:

-Tienes un cuerpo hecho para el placer.- Me musitó mientras me comía los labios con desmesurada ambición, con demasiado fuego... Tal vez fuese una frase demasiado manida, pero a mí me daba igual. En aquel momento, lo único que me importaba era sentir. Sentir sus labios, sus manos sobre todo mi cuerpo...

Sus labios fueron bajando poco a poco por mis labios hacia mi barbilla, mi cuello, y más abajo aun, hasta llegar a mis pechos. A donde hizo una parada para apartar ligeramente la copa para dejarlos expuestos ante el. En ese momento...:

-¡No!.-Grité de pronto, volviendo a la realidad.

-¿Que?.¿Que pasas?.-Me preguntó confuso.

-La cicatriz...-Le contesté con una mezcla de miedo y vergüenza, mientras sentía como la fuerza que había sentido desde nuestro encuentro, se iba de repente por la ventana. Y es que en el pecho izquierdo tenía una pequeña cicatriz de la extirpación de un tumor benigno. No era nada, y posiblemente a otros ojos era imperceptible, apenas un arañazo, pero para mí significaba un trauma. No se, tal vez, por el hecho en si, o por lo que había significado en mi vida, pero desde entonces, enseñar los pechos para mi había sido un trauma...

-¿Te refieres a esto?.- Volvió a preguntar, mientras pasaba un dedo sobre ella.

-Si... -Logré decir con casi un hilo de voz. Y es que de pronto me sentí débil y tonta, por haberle dado importancia a algo tan nimio.

-Cariño, eso no te quita nada de tu atractivo, si no que te hace aun más sexy.

-¿Seguro?.

-Completamente.-Y para corroborarlo, posó los labios sobre la cicatriz.

Yo ni sabía, ni querría ponerle lógica a lo que estaba pasando, así que cerré los ojos y me limité a disfrutar del momento. Era evidente que Gabriel sabia como hacer sentir a una mujer especial, porque con cada movimiento de su boca, de sus manos, veía como la excitación alcanzaba limites que yo no creía posibles. No sé cuantas veces me corrí, - y la verdad es que ni quiero averiguarlo-, solo puedo decir con total seguridad que me hizo alcanzar el orgasmo varias veces sin ni tan si quiera haberme quitado las bragas. Pero supongo que logró su objetivo: Que cada fibra de mi ser desease con todas las fuerzas follar con el.

Sus labios, sus manos se pasearon distraídamente por todo mi cuerpo, y cuando comprobó que estaba realmente lista, me abrió un poco las piernas y fue bajando poco a poco las bragas hasta que cayeron al suelo. Entonces posó su atención sobre mi sexo. Mi coño estaba húmedo, tanto, que hubiera podido hacerme alcanzar el orgasmo en un segundo, pero el no era de esa clase de personas. Lo estuvo masajeando, lamiendo e introduciendo sus dedos, hasta que alcancé unos limites que yo no creía que fuera posible que existieran.

Entonces se paró y me dijo:

-Abre los ojos, quiero que veas tu rostro.

Durante todo este tiempo yo había permanecido con los ojos cerrados, sintiendo, disfrutando de todas y cada una de esas sensaciones; temerosa de que si los abría, todo se desvaneciera en el aire y me diera cuenta de que era una ilusión. Pero cuando oí su voz, abrí los ojos y me encontré de bruces. Creo que el reflejo que me devolvió el espejo, me sorprendió; ...me parece que por primera vez en la vida, me reconocí, me reconocí como un ser en su totalidad.

Gabriel estaba detrás de mí, de pie, y cuando le miré sus labios esbozaron una sonrisa de complicidad, como si me hiciera participe del mayor de sus secretos...Aunque ahora que lo pienso, era así. Me acuerdo que entonces comprendí lo que él había intentado explicarme durante todo este tiempo: El sexo, es todo un arte. Un arte que se practica en pareja y en el cual todavía me quedaba un largo camino por recorrer:

-No los cierres, aun queda lo mejor por llegar.-Agregó mientras me cogía de la barbilla y me volvía a besar.

Sabía lo que iba a suceder en ese momento, y por primera vez no lo temía; es más cada molécula de mi cuerpo lo estaba pidiendo a gritos. Así que apoyé las manos en el cristal, mientras él me introducía su pené por detrás. Esta vez mi sexo no se cerró, sino que estaba listo y preparado para él, y cuando comenzó a moverse dentro de mí, supe que eso era lo que había estado esperando durante todo este tiempo... Posiblemente por eso había fallado con Vincent, por que mi subconsciente lo había elegido a él desde el momento en que lo conocí.

Con cada nueva embestida, sentía nuevas sensaciones en cada fibra de mi ser que no sé como explicar con palabras. Lo cierto es que nunca supe cual era su secreto pero siempre lo considere lo que otros hombres son con el piano; un virtuoso, ya que no se le podía negar que sabía que tecla tocar en cada momento para hacerte llevar a nuevos limites, a nuevas fronteras, para desear explotar de puro placer... Si, creo que esa es la palabra... Puro placer... En aquella ocasión descubrí que era eso, y supongo que me volví una adicta a ello... Me acuerdo que por la posición en que nos encontrábamos podía contemplar todo mi cuerpo, ver como se movía al son de este nuevo ritmo que acababa de descubrir y sentir como si este se pudiera expandir, como si hubiese nuevas partes, nuevos recovecos que hasta ese momento yo no hubiese sido consciente.

No recuerdo cuanto tiempo estuvimos entre esas paredes porque perdí la noción del tiempo y el espacio, pero debió de ser él suficiente para no llamar la atención del mundo exterior. Mi mundo, en cierto modo, se comprendía a esas cuatro paredes y lo que pasaba dentro de ellas: Sentía la dureza de su pené en mi sexo, sus manos apretando fuertemente mis pechos, hasta casi hacerlos sangrar. Con cada envestida me llevaba más allá, hacia... la verdad es que no lo sé. Solo tengo la certeza de que por un segundo, desee que eso nunca terminase, que ese placer se prolongasen eternamente.

De pronto, sin previo aviso, sacó su miembro de mi coño y me dio bruscamente la vuelta, haciendo que mi espalda se pegara de nuevo a la pared. Recuerdo que durante esos segundos, sentía mi sexo

húmedo y palpitante, casi dolorido, pero no renunciaba a él, pedía aun más, más de él, de su miembro, de sus manos, de sus labios... Y por suerte, Gabriel estaba dispuesto a dármelo...

En el probador había un taburete, no demasiado grande, pero si lo suficientemente firme. Me acuerdo que no nos dirigimos una palabra, sin embargo entendí lo que querría, así que me senté en él y abrí las piernas, dispuesta a recibirle de nuevo. Y al introducir de nuevo su miembro en mi, enlacé fuertemente mis brazos alrededor de su cuello, como si fuera un naufrago que se coge al último salva-

vidas que le lanzan... Supongo que él lo debió sentir así también, porque redobló su ataque. Sus acome-

tidas fueron increchendo, como si con cada una de ellas intentara conquistar cada fibra y poro de mi ser; -lo que él no sabía es que no le hacia falta-. Juntos, nos adentramos en territorios, que raramente he vuelto a pisar. Tanto es así, que comenzamos a caminar peligrosamente entre la frontera que separa el placer del dolor. Sus embestidas eran tan fuertes, tan duras, que pensé que no lo resistiría. Por eso quise separarme de él, parar, que su pené saliera de mi coño. Pero por lo visto el no estaba demasiado dispuesto a hacerlo, ya que su cuerpo se convirtió en una prisión, duro, pegado al mío, intensificando la ofensiva con cada movimiento, con cada caricia, con cada nuevo beso, hasta que él limite que separa ambos mundos fue hecho añicos convirtiéndose en uno solo. Mi cabeza seguía gritándome que debía separarme de él, que debía parar, que no sería capaz de soportar tantas nuevas sensaciones de una sola vez. Sin embargo, mis caderas, traicioneras se elevaban para recibirlo, pro- fundizando aun más en cada nueva penetración; impetuosa, dura, hasta el fondo.

Creí que no lo soportaría durante mucho más tiempo. Nunca hubiese podido imaginar que fuera capaz de sentir tanto placer, tanto éxtasis, que pudiera alcanzar el orgasmo de esa forma y tantas veces. En más de una ocasión quise gritar de puro éxtasis, de ver como una nueva vez llegaba al orgasmo, pero cuando eso iba a suceder, Gabriel me besaba con fuerza en los labios, silenciándome. Seguimos juntos, moviéndonos al unísono, en un mismo baile, bajo la música formada por nuestros gemidos y jadeos, y cuando finalmente eyaculó dentro de mí, me aferré aun más a él; como si quisiera preservar ese momento de unión eternamente.

El recuerdo de aquella primera vez me ha acompañado durante mucho tiempo, como un dulce bálsamo en tiempos de crisis. No sé si por la persona, no sé si por la situación, lo que sé es que cuando nos vestimos y salimos de allí yo seguía siendo la misma, pero me sentía diferente. Era como si lo que había sucedido me dotase de las fuerzas necesarias para luchar por alcanzar esos sueños que había tenido guardados en el cajón durante los últimos treinta años... Y solo por eso, le daré las gracias eternamente.

Aquel solo fue el primer encuentro de un largo fin de semana en el que pude disfrutar de su compañía. Dos días maravillosos en los que nos marcamos una única meta: Hacer realidad cualquier fantasía sexual que pudiéramos tener. Un objetivo sencillo y asequible que nos hizo vivir más de una aventura, pero ese es otro tema, ya que no solo de sexo vive el hombre...

A quien le pueda interesar, he de decir que Gabriel y yo aún seguimos en contacto. La nuestra no fue solo una mera aventura sexual sin mayor importancia. Lo cierto es que hoy en día lo considero uno de mis mejores amigos. Juntos hemos compartido muchas cosas, y no tan solo en la cama: Despidos, corazones rotos, muerte de nuestros padres...No sé, me sería imposible enumerarlas...Y si piensan que lo hicimos como pareja, se equivocan. Nunca lo fuimos. Por mi vida pasaron otros hombres, de algunos guardo un grato recuerdo, de otros no tanto, aunque he de decir que finalmente me casé con un sueco que conocí del mismo modo que a él, en la red. En cuanto a Gabriel, solo puedo decir que durante bastantes años siguió con el mismo estilo de vida, tiempo después se volvería a casar con una guapa noruega...pero esa es otra historia.

Estocolmo, 8 de enero del 2020