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Orientación de una amistad

en Erotismo y Amor

Título Del Relato:

"Orientación de una amistad"

1ª Parte: ¿Como Diablos He podido Llegar a este punto?

 

La habitación está en silencio, unos tímidos rayos de sol se filtran a través de la persiana metálica, inundando la habitación de un extraño matiz dorado. Abro los ojos pesadamente. Es uno de esos días en los que desearías no despertar y seguir en los brazos del dios Morfeo veinticuatro horas más; pero sabes que eso no es posible. La vida va pidiendo paso y te tienes que enfrentar a ella, lo desees ó no. Primero abro uno, noto cómo los músculos del párpado se resienten y cuando al fin lo logro, la luz me ciega dejándome sin vista durante apenas unos segundos, si bien los colores pronto vuelven a su tonalidad normal y los muebles al lugar donde los dejé anoche... Estoy en mi habitación, de eso no hay duda; ahora, por mucho que lo intente, no recuerdo demasiado bien lo que sucedió la noche anterior. Sé que Hugo vino a cenar a casa, -aunque tras los últimos acontecimientos, yo no estaba demasiado por la labor -, después de eso, todo se hace un fundido a negro...

Intento incorporarme en la cama y para mi asombro descubro que no estoy sola... ¿Pero se puede saber que puñetas tomé anoche?. Debió de ser todo un cocktail explosivo, ya que no recuerdo una resaca como esa desde mi época... bueno, desde nunca. Intento recordar una salida de ultima hora, una repentina invitación a una fiesta, algo que me indicara quien demonios podía ser el "ligue" que me traje anoche a casa... Pero nada, todo intento es inútil. Sólo el vacío tenía cabida en las nieblas de mi memoria.

Durante unos segundos permanezco inmóvil en la cama, oyendo cómo mi corazón late con fuerza dentro de mi pecho... Entonces, me doy cuenta de un detalle que antes se me había pasado por alto. La habitación, a parte del aroma habitual a incienso, libros y perfume, tiene algo más: esa esencia que solo desprende el sexo recién practicado y que es prueba irrefutable de una noche de pasión: "Al menos espero haber estado bien", -recuerdo que se me pasó por la cabeza casi automáticamente-; un pensamiento bastante absurdo, si tenemos en cuenta las circunstancias en que me encontraba...

En una situación como esa solo hay dos opciones: La primera, seguir en la posición en la que estoy y hacerme la dormida hasta que el susodicho escapara furtivamente "como quien no quiere la cosa", -al menos eso era lo que hubiera hecho de no haberme encontrado en mi habitación-. O la segunda, darme la vuelta y descubrir de una vez, con quien me había acostado. Las dos opciones tenían sus pros y sus contras, y lo cierto es que todo se había de valorar: Al final opté por la más "lógica"; o sea, la segunda.

Y ójala no lo hubiera hecho; os lo digo sinceramente. Porqué en cuanto me giré y vi con quien estaba compartiendo la cama, las puertas del infierno se abrieron de par en par y tuve que replantearme todo lo que había sido mi vida durante los últimos treinta años:

Estaba perpleja, no podía comprender que había pasado. Tenía a mi lado su cuerpo desnudo, podía verlo dormir como tantas otras veces lo había hecho, podía dibujar todas y cada una de las líneas de su cara, de su pelo, de su mente y seguiría sin entenderlo. ¿Por qué él?, ¿por qué no podía ser cualquier otra persona? ; ... pensar en que podría perderlo definitivamente por lo que ha ocurrido me destroza el corazón. No podría superarlo... Sin embargo, él duerme tan sereno, tan en paz, que me parece casi una extraña paradoja, una irrealidad de la que formo parte; cómo si de nuevo él conociera el secreto de nuestro destino y no quisiera compartirlo conmigo. Pero su encanto siempre ha residido ahí, en pasar por el mundo cómo si no perteneciera a él, como si no fuera una persona de carne y hueso que ríe y llora como el resto de los mortales. El siempre ha parecido estar hecho de una pasta diferente, de una luz que da calor a todo el que se acerca a él y que te atrapa dentro de ella hasta que no sabes que pertenece a él y que pertenece a ti; ahora, nunca pensé que pudiera pasarme a mí... No sé, es algo que se me escapa por completo. He visto a muchos hombres pasar por el lugar que me encuentro yo ahora y verse consumidos por la misma duda, pero, ¿una mujer?, ¿y por qué yo, su mejor amiga?.

Todo es demasiado complicado, hay demasiados sentimientos implícitos, demasiados años, una amistad demasiado valiosa para mí... Ese hombre ha sido mi mejor aliado desde que tengo uso de razón; forma parte de mis raíces, de lo que me ata a esta ciudad, a la vida que he llevado hasta ahora, y el hecho de que fuera homosexual era algo que ocupaba un plano tangencial en nuestras vidas. Lo importante éramos nosotros, nuestra relación...

...Por qué señoras y señores, el hombre que comparte mi cama y con el que me acabo de acostar, aparte de ser mi mejor amigo, casi mi hermano, es homosexual. Y con esto, no me refiero a un gay recién salido del armario, si no a un hombre que tenía asumida su orientación sexual desde su más temprana adolescencia.

Al menos eso pensaba.

¿O no?.

Lo cierto es que en este momento no estoy segura de casi nada.

Viéndolo dormir así, tan sereno, me acordé de la última vez que habíamos dormido juntos: Creo que fue en el verano de 1980, en Ibiza....Al igual que todos los años, pasaríamos las vacaciones juntos; aunque en aquella ocasión lo tuvimos algo peliagudo. Nuestros padres tenían problemas en la empresa y no estaban muy seguros de cuando podrían tomarse unas vacaciones. Pero cómo siempre, la tía Emma acabó por tomar las riendas de la situación y ella, Hugo, mi madre y yo terminamos cogiendo un avión el uno de agosto, mientras nuestros progenitores se quedaban en casa.

Habían alquilado un apartamento diminuto en primera línea, en el que los cuatro pasaríamos quince días. Yo tendría unos seis años y Hugo casi mueve. Me acuerdo perfectamente de que cogió uno de sus cabreos cuando se enteró de que debíamos compartir cama, e incluso no me habló durante varios días. Aquello, para una niña tan pequeña, fue todo un schock. Algo, que por mucho que lo pretendiera, no lograba entender; él y yo nos habíamos criado juntos, habíamos compartido cama, juegos y cuarto en varías ocasiones desde que habíamos nacido... Incluso llegué a pensar que el problema estaba en mi.

Pero no era así....Creo que pese a mi corta edad, fue entonces cuando empecé a ser consciente de que algo nuestras vidas no eran cómo pensábamos.

Antes de eso, me parece que debería remontarme un poco más en el tiempo, para contarles el origen de nuestra amistad:

Hugo y yo somos hijos únicos, no tuvimos hermanos; a pesar de ello, nunca lo necesitamos. Nuestras madres se criaron juntas; toda la vida fueron vecinas, aparte de las mejores amigas, casi hermanas. Según algunos "tuvieron la suerte" de casarse con dos hermanos que dirigían una pequeña fabrica de muebles, por lo que después de la boda, se mudaron a dos adosado en la misma urbanización. Opino que de un modo extraño, cuando nosotros nacimos sintieron que era cómo cerrar él circulo... Ellas, al igual que nosotros no habían tenido hermanos. Es más, perdieron a sus madres a edades similares, por lo que a su manera, buscaron en la otra el apoyo que no encontraban en los suyos, convirtiéndose con el tiempo en una familia por amistad... Es más, soñaban con que algún día nos casáramos.

Por desgracia eso era algo que nunca sucedería.

Viéndolo con la perspectiva del tiempo transcurrido y las experiencias acumuladas por el camino, me parece que de una asombrosa manera, ya entonces supe lo que sucedía; sólo que no quise darme cuenta. Al fin y al cabo no dejaba de ser una niña, y en mi inocencia era más fácil creer en la ilusión de que tal vez, solo tal vez, algún día nosotros llegáramos a formar una familia, que darme de bruces contra la cruda realidad... Sin embargo todo comenzó a venirse abajo al entrar en la adolescencia. En aquella época, Hugo cambió radicalmente de carácter. Se convirtió en una persona reservada y arisca, cuando él nunca había sido así. Si bien el peor indicativo de lo que estaba pasando, era que por mucho que lo intentara, se cerraba en banda: No quería hablar conmigo. Hasta entonces, siempre habíamos sido sinceros el uno con el otro, no nos habíamos guardado nada y pienso que ese siempre fue el secreto de una amistad como la nuestra. La sinceridad.

También he de admitir que tal vez mi actitud no fue la más adecuada. Estaba tan preocupada por lo que pasaba, por mantener las cosas cómo siempre habían sido, que no presté atención a las señales. Quizás si hubiera estado más avispada, hubiera visto los indicadores y hubiera podido ayudarle a tiempo. No sé,... posiblemente, si hubiera sido más sensata, no nos habríamos estrellado de la forma en que lo hicimos.

Si bien, ¿qué adolescente de quince años es lo suficientemente juiciosa?... Yo al menos no. En aquella época sólo era una niña de metro ochenta, con gafas de montura metálica y larga cabellera rubia que estaba enamorada hasta las trancas del que había sido su mejor amigo desde niña. Un amor, que por otra parte, tenía que vivir en silencio; ya que si dejamos a un lado el hecho de que era una anticuada, estaba el que no tenía el valor suficiente para declarárselo...

Indudablemente ahí residía el problema. Pero no vale la pena seguir torturándose por lo que pasó; el pasado es el pasado y no podemos cambiarlo. Sólo cabe hacernos amigos del recuerdo, abrazarlo, y rezar para que las heridas acaben sanando, para que un día no duelan tanto.

El principio de nuestro infierno comenzó meses después, durante un fin de semana en el que nuestros padres se habían ido de viaje:

Al vivir desde que nacimos en un adosado que se comunicaba por el jardín y la parte interna, era muy normal que él pudiera entrar en mi casa sin llamar a la puerta, y yo igual... Recuerdo que al no estar mi madre, aproveché para dormir hasta tarde. De hecho, no me hubiera despertado de no ser por qué oí unos ruidos en mi dormitorio: Era Hugo, que sentado en mi escritorio, me observaba con expresión concienzuda:

-Hola, ¿Te encuentras bien?.-Pregunté mientras me levantaba de la cama con aire adormilado.

- No, pero es igual... Alie, ¿puedo hacerte una pregunta?.

-Claro, ¡ya sabes que sí!.-Exclamé distraída mientras me dirigía al cuarto de baño.

-¿Que piensas de la idea que tienen nuestras madres de que acabaremos casándonos?.-Inquirió de golpe, sin previo aviso.

Me quedé lo que se dice, "literalmente a cuadros"; tanto que el agua del vaso que me estaba bebiendo salió por la nariz del susto que me llevé:

-¿Se puede saber a que viene todo esto?. ¿No te parece que es demasiado temprano para ponerte trascendental?.

-A que no sé que hacer con mi vida... Alie, estoy muy confundido... Sé que lo más lógico; aparte de lo que todo el mundo espera, es que salgamos juntos. Y no me entiendas mal, lo haría si no me sintiera así. Tienes todo lo que me gusta en una mujer: Eres una chica guapa e inteligente a la que adoro y que por ende, está enamorada de mí desde que íbamos al parvulario, -"¿tanto se me ve el plumero?", se me pasó sutilmente por la cabeza en ese momento-. Ahora, no quiero hacerte daño... No, cuando ni tan si quiera sé que soy yo.

-Será mejor que bajemos a la cocina y me cuentes lo que te pasa frente a una enorme taza de café. Me parece que lo voy a necesitar.

Mientras bajábamos las escaleras, lo observé atentamente, como nunca antes lo había hecho: Su alta y espigada figura, su cabello castaño, casi rubio; que por mucho que él se empeñara en peinar, iba a su aire en un corte "demasiado largo" para los gustos de nuestros padres... Su piel, morena y suave durante todo el año y unos ojos excesivamente azules, para una figura tan mediterránea... Desde niña siempre pensé que había algo etéreo en él; cómo si no perteneciera a este mundo, cómo si sólo estuviera aquí de paso... Sin embargo he de decir que aquel día vi algo diferente, algo que había cambiado; apenas un pequeño detalle que hubiera pasado desapercibido ante los ojos de los demás, si bien a mí me hizo darme cuenta de que efectivamente, algo ya no era igual... Me parece que fue en ese momento cuando fui consciente de que se me había escapado; que cualquier esperanza que pudiera haber tenido con respecto a él, salió por la ventana hacía ya mucho tiempo.

Yo siempre he dicho que los psicólogos no nos formamos en la universidad, si no que nacemos con ello. Es cómo una especie de luz que te rodea y hace que todo el mundo te confié sus secretos de la forma más natural. (Todavía no sé si eso puede considerarse un don ó una maldición); ahora, ese día, hubiera pagado millones por no tenerlo. Por no pasar por todo lo que pasé...

Hugo se sentó en la mesa de la cocina mientras yo andaba de un lugar a otro preparando café. Al principio él me miró con expresión interrogativa y al ver que no le contestaba, comenzó su relato: Me contó que desde hacía tiempo, le venía carcomiendo una duda que no le dejaba dormir... Todo comenzó unos meses atrás, cuando las primeras parejitas de nuestra pandilla comenzaron a formarse; en aquel momento se dio cuenta de que era diferente al resto de nuestros amigos. Mientras ellos se sentían atraídos por las chicas, él no; si a él se le iban los ojos detrás de alguien que pasaba por la calle no era una persona del sexo opuesto, sino de un chico... Aquello le atormentaba mucho, por qué sabía lo que sucedería, si su padre se enteraba de que era homosexual.

Aún así no se amilanó y comenzó a investigar. El mundo gay de entonces no era como el de hoy en día, y estaba bastante escondido del ojo público; no obstante, "tuvo la suerte" de que había un chico en el colegio que sabíamos a ciencia cierta que era homosexual; así que se acercó a él. Al principio se sintió un poco cohibido, a pesar de ello no se marcho y pronto se descubrió que tenían muchas cosas en común; ...tanto, que la noche anterior habían terminado acostándose...

Para ser completamente honesta, tras semejante confesión, me quedé helada. No supe como reaccionar. ¿Pero es que hay algún protocolo establecido para esos casos?. Yo simplemente intenté hacer lo mejor, de la mejor manera posible:

-¿Quieres hablar del tema?.-Le pregunté en el tono más reconfortante que encontré.

-Por supuesto... Para eso he venido. Aunque no sé si estoy preparado para eso...

-Hugo, yo no pienso juzgarte.

-Eso ya lo sé, cariño.-Aclaró al mismo tiempo que me acariciaba suavemente la mejilla, y casi al borde de las lagrimas, agrego: -¡¡No sabes lo fácil que sería para mí, poder enamorarme de alguien como tu!!.

Aquello fue una puñalada directa a mi corazón... No sé, tal vez, en lo más hondo aún guardaba la esperanza de que todo aquello fuera una pesadilla... Supongo que cuando se quiere de la forma en que yo lo hacía, es lógico que mantengas la ilusión de ser correspondida hasta el último minuto. Pero por lo visto, eso, era algo que no iba a suceder nunca.

Nos pasamos todo el día hablando, viendo de que forma se podía solucionar su "problema"... Él no paraba de decir una y otra vez que no quería sentirse atraído por los hombres, que no quería destacar, salirse de la norma; que lo único a lo que aspiraba era a una vida normal cómo la del resto de los mortales. Y eso sólo podía suceder si era hetero, -al menos eso pensaba en aquel entonces-, no obstante, por mucho que lo intentáramos, siempre volvíamos al mismo punto de partida: Hugo era homosexual y tanto él como yo teníamos que intentar aceptarlo.

Incluso cometimos una locura de la que aún hoy me es difícil hablar:

Lo vi tan mal, tan destrozado, que sólo quería consolarlo, reconfortarlo en su dolor. Y lo único que se me ocurrió fue abrazarlo; que al menos cuando llorara lo hiciera sobre mi hombro. Aunque al principio, me pareció estar empeorando más las cosas, que mejorando algo. Por qué al sentir el contacto de mi cuerpo sus sollozos se hicieron aún más profundos; su cuerpo comenzó a convulsionarse, y yo... Bueno yo sólo le abracé con más fuerza mientras le musitaba al oído palabras tranquilizadoras... Entonces me apartó rudamente de él y me mandó de forma tajante:

-Desnúdate.

-¡¡¿Quuueeee?!!.-Le espeté incrédula.

-Desnúdate, necesito saber que siento cuando veo a una mujer desnuda... Necesito saber si puedo acostarme con una mujer...

-¿Y por qué yo?.

-Por que tú eres la única mujer en la que confió.

Aquello fue un golpe bajo. Desde pequeños, Hugo se había sacado un master en chantaje emocional; sabía que hacer, qué decir, para que le siguiera en todas y cada una de las locas aventuras en las que me había sumido desde que nos conocíamos. Si bien aquello se llevaba la palma... Estuve tentada de decirle que no, estuve a punto de salir corriendo... Yo sólo era una adolescente, tonta y enamoradiza que veneraba al amigo que siempre había sido.

Seguramente ahí estuvo mi error.

¿Que si lo hice?.

Evidentemente sí.

Hugo se plantó delante de mí. Era unos quince centímetros más alto que yo y estaba mucho más desarrollado en todos los aspectos... (Lo cierto es que ya entonces era uno de los chicos más atractivos que ha pasado por mi vida)... Mirándome fijamente, cómo si quisiera sondear hasta el más pequeño de mis secretos... Frente a él cayo la bata, el camisón y la ropa interior, mientras él se desnudaba delante de mí. No hablamos, tan solo nos miramos y cuando nos quedamos desnudos, nos vimos incapaces. A parte de experiencia, nos faltaba lo más básico: deseo, -al menos por su parte-... No obstante ya era tarde, habíamos dejado de ser Hugo y Alicia, los amigos inseparables, para convertirnos en dos cuerpos; un chico y una chica que buscábamos en el otro, algo a lo que no podíamos poner nombre...

Supongo que lo que intentábamos encontrar era amor,... identidad..., sentirnos completos,... menos perdidos dentro del mare mágnum que era la adolescencia... Pero no lo hallamos... Y el sexo por el sexo era biológicamente imposible... Nuestros cuerpos se negaban a ello en redondo. Las caricias, los besos, el roce de nuestras pieles no eran los de dos amantes consumidos de deseo, sino los de dos amigos; los de dos personas que se conocían de toda la vida. Me figuro que lo que sucedió fue que llegamos a un limite en el que todo nuestro ser nos indicaba a gritos, algo que por activa y por pasiva nos negábamos a aceptar.

Era imposible que aquello funcionase. Éramos demasiado niños, estábamos demasiado confundidos para que eso llegase a buen fin. Al final, me dormí con la cabeza apoyada sobre su pecho y con una enorme sensación de fracaso en mi corazón.

Lo peor fue tener que superarlo. Aquello fue un trabajo titánico, del que pensé que no sobreviviría, -pues me quedé muy tocada a todos los niveles-... No obstante lo más patético fue que me lo tomé cómo un fracaso personal; cómo si el hecho de que Hugo fuera homosexual tuviese algo que ver conmigo.- ¡¡Si, ya sé que eso era una tontería!!. ¡¡Pero ¿qué quieres?, era una niña de apenas quince años!!...-Mala excusa, lo admito; ahora cierta. Tened en cuenta que mi época no era la misma que hoy en día; aunque suene mal decirlo, yo fui demasiado infantil hasta muy tarde.

De todo ello, con lo que apenas podía lidiar era con tener que seguir compartiendo la vida con él cuando ni tan si quiera podíamos mirarnos a los ojos... Por suerte nuestras madres lo achacaron a la edad, y afortunadamente decidieron dejarnos a nuestro aire para que resolviéramos el problema por nosotros mismo, sin que ellas estuvieran metiendo la nariz constantemente; ... a pesar de que todavía recuerdo las miradas recelosas de mi padre cuando estábamos juntos...

Gracias a Dios, el tiempo es el mejor bálsamo para las heridas de un corazón destrozado: Pronto, me di cuenta que había más peces en él mar y que seguramente debería de "echarles un vistazo" antes de dar por perdido a los del sexo opuesto... Aún así, seguí manteniendo una prudente distancia con él, -más que nada por seguridad-; lo que había sucedido era demasiado fuerte para que pudiera plantearme recuperar lo que un día tuvimos... Por el momento, la mejor cura era intentar hacer mi vida y recobrar la normalidad que ese día perdí.

Si bien no puedo negar que hubo cierto regusto de venganza en la manera en que me comporté... Ni sé me pasó por la cabeza, que posiblemente él estuviera sufriendo tanto o más que yo, o que mi ayuda pudiera serle necesaria en esos momentos de apuro. En aquella época, yo sólo era capaz de pensar en mi dolor y en encontrar un bálsamo que mitigara mi sufrimiento... Y la única cura que logré hallar fue haciendo daño a mucha gente, entre ellos, a mi misma.

Creo que de todo ello, lo peor fue mi manera de enfrentarme a los hombres y al sexo. Un psicólogo, hubiera intentado que superara el trauma y siguiera adelante con mi vida; en definitiva recuperar todo aquello que perdí: la seguridad en mi misma, mi feminidad... Pero no podía. Durante mucho tiempo me sentí incapaz de atraer a un hombre o sentirme atraída por él; ... probablemente por eso le fue tan fácil a Jaime acercarse a mí.

Él era profesor en la facultad de psicología y había venido a dar una serie de charlas a los de COU para orientarnos en la elección de una futura carrera. Y lo cierto es que si nos encaminó bien; pero hacia él. Quizá algo tuviera que ver en ello el hecho de ser un hombre de unos treinta años, guapo, inteligente, bien vestido y emanando esa seguridad que sólo tienen los hombres que se saben sexys. Al instante, tuvo una cohorte de adolescentes pululando a su alrededor como luciérnagas. No obstante yo, ni lo intenté. No creí que tuviera posibilidades...

Posiblemente por eso le resulté más atractiva que el resto de mis compañeras.

Cuando estaba a punto de marcharme andando a casa cómo todos los días, lo vi sentado en el capó de su coche; un brillante todo terreno negro y observándome con expresión indiscreta me preguntó:

-¿Tú eres Alicia, verdad?.

-Sí, ¿por qué?.

-Porque según tus profesores eres una de las alumnas más brillantes del instituto, y eres la única que ha estado callada durante todas las conferencias... Me preguntaba si es que no había hecho bien mi trabajo y quería saber cual era tu opinión acerca de él.-Fue diciendo con voz firme, al mismo tiempo que lentamente, con una cadencia completamente desconocida para mí, se acercaba hasta quedarse a escasos centímetros de mi rostro.

Bien pudiera haberme pegado un tiro en ese mismo instante, que ni me habría enterado, ya que era presa del embrujo de un hombre que, evidentemente sabía el terreno que pisaba:

-No, es que yo no necesito orientación, ya que sé que carera deseo estudiar.

-Ah, si, ¿y puedo preguntar por cual te has decidido?.-Inquirió sin ni tan si quiera pestañear.

-Psicología.

-Interesante, -contestó mientras sus labios se curvaban en una maliciosa sonrisa-, ¿podríamos hablar de ello mientras te llevo a casa?.

Sé que lo más lógico hubiera sido hacer caso a lo que toda madre te repite desde niña: "Nunca, bajo ningún concepto, debes montarte en el coche de un extraño"; sin embargo la opción habitual de irme andando a casa, sintiendo cómo Hugo me taladraba la nuca con la mirada, no es que me atrajera demasiado. Así que cuando quise darme cuenta, estaba dentro del coche, circulando velozmente por las calles de la ciudad, hasta que un par de minutos después aparcó a unos trescientos metros de mi casa.

Desde pequeña he oído decir continuamente que el hecho de ser una mujer inteligente, me libraría de cometer errores en la vida; pero esas personas no sabían lo equivocadas que estaban. Una cabeza bien amueblada no es un salvo conducto para una vida sin errores. Y menos, cuando eres una adolescente de diecisiete años que clama por un poco de atención; ... por sentir que finalmente, ante los ojos de alguien, es la mujer más guapa del mundo... Aunque esta sea la persona menos adecuada.

Eso o que simplemente tuve muy mala suerte.

Justo cuando estaba a punto de despedirme e irme a casa sin que aquel encuentro tuviera la menor importancia, lo vi aparecer por la esquina de la calle. Iba charlando con unos amigos y riéndose de no sé que; no obstante al verme en ese coche, su expresión cambió por completo. Era puro dolor y resentimiento, y no voy a negar que aquello me gustó.....De alguna extraña manera, pensé que podía darle a probar su misma medicina, así que me abalance sobre Jaime y lo besé con todas mis fuerzas.

Lo demás, creo que no hace falta contarlo.

Salí de ese coche apenas unos veinte minutos después intentando recomponer mi atuendo y con una cierta sonrisa de felicidad en los labios. Finalmente había perdido mi virginidad, (no de la manera que esperaba, ahora tampoco es que pudiera quejarme)... Si bien los labios se me petrificaron, apenas un par de minutos después, al toparme de frente con Hugo:

-Si quisiera, podía denunciarlo y tú lo sabes.-Afirmó con sequedad mientras me miraba fijamente a los ojos-... Que no se te olvide que todavía eres menor de edad... Eso está penado con cárcel.

-Lo sé, ahora si lo que intentas es hacerme daño, sabes que yo también te puedo hacerte mucho a ti. ¿O es que acaso te olvida que aún guardo uno de tus mayores secretos?. ¿De verdad quieres arriesgarte en este juego de poder?.

Indudablemente no lo hizo; tenía mucho que perder. Para empezar, no podía -ó no quería- quedarse al descubierto ante nuestros amigos, y para terminar, estaba el pequeño asunto de su padre... Y es que nunca, bajo ningún concepto, revelé a nadie que él era homosexual. Pensé que era un secreto que debía guardar por la amistad que habíamos tenido en el pasado; al menos hasta que él fuera capaz de salir del armario por sí mismo.

No obstante, aunque hubiese querido, no podía hacer mucho más por él, ya que yo estaba pasando mi propio infierno particular. Y es que desde que conocí a Jaime, mi vida se había vuelto del revés... Sé que lo más lógico hubiera sido que no volviéramos a vernos, y que cada uno siguiera su camino, pero no pude; lo necesitaba. Así que tuve una relación con él, que se componía de una serie de encuentros clandestinos en los lugares más dispares en los que el sexo sólo se podía calificarse con una palabra: brutal... Para mí, eso bastaba.

Lo malo es que a veces estás tan cegada por la pasión, que eres incapaz de ver lo más obvio. Y en mi caso, tuvo que venir una persona de fuera para hacerme ver el gran error que estaba cometiendo...

Anna ha sido el equivalente femenino a Hugo en la mayoría de los aspectos. Nuestros padres se conocían desde hacia muchos años y aunque su familia se había establecido en Roma, nunca habían perdido el contacto con sus raíces. Por lo que al final nosotras también acabamos teniendo una amistad que con el tiempo se hizo indestructible. En cierta manera, ella se convirtió en mi confesora, en esa persona capaz de dar un punto de vista diferente sobre cualquier tema; seguramente por qué al no vernos diariamente, podía analizar las cosas con más frialdad que cualquiera de nosotros. Y si bien a causa de mi relación con Jaime habíamos discutido en más de una ocasión, nunca intentó juzgarme.

Tal vez por eso, ella estaba allí cuando aquella tarde mi castillo de naipes se vino abajo:

Uno de los mejores placeres de los que siempre he disfrutado, ha sido ir de compras con ella. Gozaba pasando la tarde callejeando, visitando las tiendas más inverosímiles y poniéndonos al día de lo que había sido nuestras vidas desde la última visita. Y para ser honesta, en aquella ocasión le necesitaba más que nunca. Me hacía falta reír, evadirme, estar con alguien diferente,... para durante unas horas, no pensar en lo que me estaba pasando: La relación con Jaime se había enfriado de tal modo, que casi me sentía una puta a la que llamaba sólo cuando necesitaba sexo, y por otra parte las cosas con Hugo se habían complicado de una forma, que ya ni podíamos mirarnos sin herirnos.

Pero por mucho que lo intentara, no lograba esbozar una sonrisa, había demasiado dolor, estaba demasiado herida, demasiado perdida para saber lo que era reír. Así que nos limitamos a dar un paseo con mi cabeza apoyada en su hombro y su brazo alrededor de mi cintura; hasta que de pronto me paré en seco... La verdad es que aunque suene a tópico manido, sentí como si el suelo se abriera bajo mis pies y me engullera trasportándome a los infiernos: Allí, frente a mí, en una terraza, estaba Jaime besándose con otra mujer y mirándola con una expresión que nunca había visto cuando estábamos juntos... Ni me fijé en el carrito de bebe que había aparcado junto a él; tan solo los vi a ellos dos, enamorados.

Me quedé allí, petrificada, sin saber que hacer... No recuerdo demasiado bien lo que sucedió a partir de entonces. Todo está demasiado borroso, cómo visto a través de una neblina de alcohol tras una noche de intensa borrachera. Sé que Anna intentó hacerme reaccionar, y que eso provocó que Jaime se percatara de nuestra presencia, si bien ni eso lo inmutó. Se limitó a seguir allí, besando a la que evidentemente debía ser su esposa.

Ni tan si quiera hoy soy capaz de saber que fue lo que me hizo volver al mundo de los vivos; de lo único que me acuerdo es de que unos minutos después comencé a correr sin rumbo,... deseando escapar de allí a toda costa. Aunque eso fuera imposible, ya que la prisión iba conmigo... Lo siguiente fue encontrarme en casa, con los ojos húmedos, abriendo el mueble-bar de mi padre con una mano, mientras en la otra sostenía los tranquilizantes de mi madre. Luego subí al cuarto de baño del piso de arriba con la idea de sumergirme en una bañera llena de agua caliente y espuma...

Juro que no intentaba suicidarme, al menos, conscientemente. Sólo pretendía que el corazón y la cabeza dejaran de dolerme tanto y pensé que una copa y una pastilla me ayudarían... A pesar de ello, se me fue la mano...

Sin embargo, hay algo que nunca olvidaré: la imagen de Hugo y Anna echando abajo la puerta y sacando mi cuerpo semiinconsciente de la bañera.

El escándalo que se organizó fue de órdago: Profesor de universidad casado y con hijos se lía con adolescente que intenta suicidarse al descubrirlo. Sin quererlo me vi siendo protagonista del área de sucesos de diferentes medios de comunicación durante días. Con todo, lo peor no fue el tener que ver mi historia en la televisión, si no recuperarme; después de aquello mi auto-estima estaba tan hecha añicos que pensé que nunca lo lograría.

Al menos aquello me sirvió para percatarme de que personas merecían la pena. Muchos fueron los que intentaron obtener sus quince minutos de fama a mi costa; distorsionando la verdad, tildándome de mil y una cosas que nada tenían que ver conmigo: Para unos era una puta que sólo había ido con él por dinero, para otros, una estúpida sin dos dedos de frente y encima con problemas mentales... Tuve que oír de todo... No obstante Anna, Alex, Paula y Yamila, se mantuvieron allí, a mi lado, ayudándome a recomponer lo que un día fue mi vida. Si bien, estoy obviando a una persona sumamente importante en este proceso: Hugo.

Lo que al principió vi como un acoso, cómo una invasión de mi intimidad que me ponía de los nervios y me hacía discutir constantemente con él, con el tiempo me di cuenta que sólo intentaba protegerme. Había descubierto mucho antes que el resto la naturaleza de Jaime y no quería que saliera demasiado mal parada cuando todo explotara; aunque creo que al final, la realidad le pilló "algo desprevenido"... Incluso con los años, llegó a confesarme que había ido a hablar con la esposa y que le había admitido que sabía mi existencia... Por lo visto no era la primera adolescente a la que se ligaba, y también le declaró que el divorcio era imposible... Aquella mujer era muy rica y antes de casarse le había hecho firmar un contrato pre-matrimonial, en el que en caso de divorcio, lo dejaba literalmente en la calle, sin dinero y sin derechos sobre sus hijos... Esa visita fue la que de nuevo le hizo erigirse en mi defensor; pensando que si bien no podía separarnos, al menos intentaría parar el golpe.

Cuando volví a casa, Hugo me estuvo vigilando cómo un gato que ronda a su ama tras un difícil percance; pendiente de mí las veinticuatro horas, ahora, sin atreverse a acercarse durante días. Era evidente que le carcomía la culpa de tal forma, que estaba aterrorizado ante la idea de dar el primer paso, aunque ambos lo estuviéramos deseando... Al final, tuve que ser yo la que me acercara a su cuarto y le dejara sobre la cama una rosa blanca con una nota que decía: "Siento haberme portado como una estúpida y haberte hecho tanto daño; pero tu no tienes la culpa de lo que sucedió. Fui yo... Supongo que a veces acabamos haciendo daño a quien más amamos. Sé que no es una excusa que te pueda consolar, si bien, es la única que te puedo ofrecer por el momento... Te quiero mucho. Alicia".

Después de aquello me encerré en mi cuarto y estuve trabajando con el ordenador durante un rato hasta que oí una voz a la espalda que me decía:

-Te equivocas, si que pude hacer algo por ti.

-¿El que?.-Pregunté girándome para mirarlo.

-Salvarte.-Afirmó sin poder mantener la mirada.

-Hugo, no puedes salvar a quien no desea ser salvada.- Dije mientras me acercaba a él, rodeándole con los brazos, sintiendo que de nuevo, volvía a estar completa.

Recomponer lo que tuvimos en el pasado, no fue fácil. Tuvimos que ir paso a paso, lentamente, con mucho cuidado, no obstante al final, lo logramos... Y eso que había muchos factores en contra; cómo el hecho de que finalmente se hiciera pública la homosexualidad de Hugo en unos tiempos en los que no estaba tan de moda cómo parece estarlo hoy en día... Fue horroroso. Mucha gente "me aconsejó" que me buscara nuevas amistades; ahora, me negué en redondo. Mi vida tampoco es que fuera un modelo de perfección como para intentar juzgar la de nadie. (Después de Jaime y de lo que pasó aquella noche, intenté infructuosamente volver a empezar; pese a ello, no lograba confiar en un hombre lo suficiente como para llegar a conocerlo, y mucho menos a tener una relación con él... Siempre salía corriendo antes de que él pudiera hacerme daño). Ahora, cómo ya he dicho, no cabe lamentarse por algo que no se puede cambiar; sólo hay que esperar que en el futuro, las cosas sean de un color diferente.

Por suerte conseguimos dar cierta estabilidad a nuestra existencia y dejar atrás las heridas del pasado... O al menos lo intentamos...

Lo mejor de todo fue que con el tiempo, comencé a ver una serie de factores positivos al el hecho de que Hugo fuera homosexual: Ante él no había por qué fingir, podía confesarle todos y cada uno de mis secretos, hasta los más oscuros; hablar de ciertos temas sin que se escandalizara, -entiéndase con ello sexo y compañía-, no sentirme incomoda si me descubría desnuda en alguna parte, preguntarle si el chico que me gustaba era adecuado para mí... En cierta manera era cómo tener esa hermana que la biología no me había dado.

Aunque ahora que he comenzado a escribir nuestra historia, tengo que ser sincera y confesar algo, que nunca me he atrevido a admitir abiertamente.

Hugo tenía una parte oscura, un lado, que pese a haberme pasado toda la vida a su lado, no logre llegar a comprender. Y lo malo es que con el tiempo aquello dejó de ser un mero hecho anecdótico para convertirse en algo más complicado:

No voy a negar que el grado de unión era alto, que más que amigos, éramos cómo hermanos, pero aquello fue degradando en algo muy diferente; .. mucho más complicado. Tanto, que nuestros amigos nos pusieron la etiqueta de "el matrimonio sin sexo", -en cierta forma, razón no les faltaba; ya que al menos de puertas para fuera nos comportábamos como tal-, si bien no sabía hacerlo de otra forma... Estaba tan dentro de mí que necesitaba verlo a diario, sentir su presencia; y yo sé que a él le pasaba lo mismo. No obstante, para el resto del mundo nuestra relación era algo demasiado complicado, demasiado cargado de ciertos lastres; que según su perspectiva no nos permitía hacer una vida normal. Y aunque el tiempo me ha hecho ver que seguramente toda aquella gente tuviera razón, también soy consciente de los buenos momentos, de toda la diversión, el cariño y el amor que me hubiera perdido si les hubiera hecho caso.

Milagrosamente nuestros estudios no se vieron afectados y aquel verano aprobamos la selectividad tal y cómo estaba previsto; con lo que se nos venía encima un cambio sumamente importante: Irnos a vivir a Valencia. Desde niños habíamos vivido en un pueblo, que si bien era muy grande, estaba a unos sesenta kilómetros de la capital, y si ambos nos planteábamos estudiar en la universidad, se imponía buscar una solución. El ir y venir todos los días era demasiado duro y costoso, así que la mudanza era la única opción posible; (en aquel entonces no era como hoy en día y las facultades sólo se encontraban en puntos localizados, por lo que no teníamos demasiado donde elegir)... Lo cual no fue nada fácil... Había habido demasiados escándalos en los últimos tiempos, demasiados problemas; nuestros padres estaban cansados y poco receptivos ante tal idea. Incluso llegaron a plantearnos que entráramos a trabajar en la fábrica y abandonáramos la idea de completar nuestros estudios. No obstante, nuestras madres no nos dejaron aceptar. Ellas fueron las que lucharon por nosotros, cuando estábamos a punto de darnos por vencidos, y acabaron encontrando una solución: Estudiaríamos gracias a una beca que nos había concedido la Generalitat, y viviríamos juntos en un piso que Hugo había heredado de su abuela hacia mucho tiempo; así no pudieron poner objeciones.

No obstante, mucha gente me tildó de loca por compartir piso con él, aunque yo no lo veía sí; para mí era lo más lógico: Ahorraba dinero, ganaba independencia y compañía... En pocas palabras, el cocktail perfecto para una chica de diez i ocho años. Y si bien nos compenetrábamos lo suficientemente cómo para vivir juntos y ser los mejores amigos del mundo, no así para estudiar la misma carrera. Mientras que yo en próximo septiembre comenzaría psicología, él había decidido estudiar dos carreras a la vez: la de derecho y ciencias políticas... Lo que nos daba cierto espacio y cierta libertad para, por primera vez, hacer vidas independientes; con todo no voy a negar que me resultó raro entrar en un aula y no tenerlo a mi lado.

En este momento, sé que mucha gente se estará preguntando cómo fue posible que mantuviéramos una relación en la que los límites estaban tan difuminados. Bueno, tengo que decir que no fue fácil. Hay pocas personas en este país que puedan comprender una amistad como la nuestra, -probablemente ni yo misma lo hacía-, pero aún así tengo que decir que lo logramos....Supongo que al vivir lejos de donde sucedió todo eso, (Jaime, el incidente en la bañera, el que Hugo saliera del armario,...) nos facilitó el camino para recomponer nuestras vidas. Tanto fue así que llegué a algo que casi me parecía increíble: Durante dos años mantuve una relación con un chico maravilloso, que me hizo recuperar la fe en los hombres; incluso llegamos a vivir juntos durantes los últimos seis meses. Y aunque al final lo nuestro se rompió por motivos que no vienen al caso, no hubo la acritud propia esa situación... Y en cuanto a él... Bien, eso es era harina de otro costal...

Hugo fue de un hombre a otro desde mucho antes que se hiciera pública su homosexualidad, creo que por miedo. Siempre tuvo una especie de pavor a entregarse, a dar su corazón, todo ese amor que llevaba dentro. Decía que para eso ya me tenía a mí y que lo demás era sólo sexo... Y al fin y al cabo esa es el arma más poderosa que posee el ser humano; capaz de ahuyentar o atraer al objeto amado... Sin embargo, finalmente sucedió. El amor entró en su vida en la persona de Ralph, el típico hotenote alemán; rubio, alto, de grandes ojos azules y una amplia sonrisa, tan grandiosa cómo su corazón y su bondad. Al que conocimos casi por casualidad, cuando intento que ligáramos durante una fiesta en el campus. Lo recuerdo por qué hacía poco tiempo que Abel, (mi novio), se había marchado de casa y no tenía demasiadas ganas de ir. Y si al final fui, sólo lo hice fue para no tener que oírlo diciéndome una y otra vez que debía lanzarme de nuevo a "la piscina del amor"... Pero ya ves, fue él el que acabó cayendo.

Lo demás, cómo se dice en las películas, forma parte de la historia...

A pesar de la entrada de Ralph en nuestras vidas, las cosas se complicaron de tal forma, que no se cómo logramos salir adelante; como muestra, un ejemplo que no creo que nadie conozca:

Fue algunos meses después de su llegada... Era época de exámenes, por lo que como era habitual, mi cuartel de operaciones estaba en la biblioteca de la facultad y no en nuestra casa. Si bien aquel día volví antes de lo acostumbrado. Era un invierno bastante frío, y como siempre había cogido la gripe en el momento menos oportuno. Tenía el cuerpo tan abotargado que lo único que deseaba era acostarme y dormir durante doce horas seguidas. Al día siguiente tenía que presentarme a dos exámenes y debía que hacerlo en optimas condiciones si deseaba mantener la beca. Así que se imponía un poco de descanso antes de reanudar la batalla...

Nada más abrir la puerta, supe que algo pasaba. A esas horas la casa estaba desierta: Hugo volvía bastante tarde, ya que el poco tiempo libre que sus estudios le dejaban, lo utilizaba para colaborar en diversas ONG. En cuanto a Ralph, bueno, él pese a haber establecido su cuartel de operaciones en España, no dejaba de ser un hombre de costumbres nórdicas y se iba a la cama temprano.

Pero en aquella ocasión no lo hizo... O al menos, no a solas.

Oí susurros y risas provenientes del fondo del pasillo; ahora, no les presté mucha atención. Estaba tan hecha polvo que lo único que deseaba era dormir. Y cómo mi cuarto estaba junto a la entrada, me metí allí, cerré la puerta, me puse el pijama y me acoplé entre las sabanas mientras cerraba los ojos e intentaba desconectar mi cabeza. No obstante, no pude. Sospecho que debía tener fiebre, aunque lo desconozco; pues no tenía fuerzas ni para buscar un termómetro... Sólo recuerdo que me escocían las cuencas de los ojos, y que por más que quisiera, la habitación daba tantas vueltas cómo un camarote en alta mar durante una noche de tormenta.

Me levanté y fui hacia el cuarto de baño para tomarme una pastilla que me aliviara un poco los síntomas, si bien no pude llegar. Conforme iba avanzando por el pasillo oía unos sonidos que no lograba identificar. Al principio me asusté, pensé que alguien había entrado, ...un ladrón; pero pronto descubrí que no era así. Eran susurros y gemidos, como de dos cuerpos haciendo el amor. Y pese a que al principio me costó identificar las voces, pronto descubrí que me sonaban " muy familiares".

Unos metros antes de llegar, comprobé que la puerta no estaba cerrada del todo, si no ligeramente entreabierta. Y evidentemente, dentro había gente... Me acerqué un poco más para cerciorarme. Mi oído no me había fallado; eran ellos dos: Hugo y Ralph, con el pelo húmedo,... desnudos, besándose, acariciándose; en pocas palabras, haciendo el amor... Sé que lo más prudente hubiera sido dar media vuelta y volver a mi cuarto; ahora no lo hice. Me quedé allí. Me temo que aunque me cueste admitirlo, tenía curiosidad... Y es que por mucho que hubiera terminado por aceptar que era gay, habíamos firmado una especie de pacto no escrito, en el que yo pasaba de puntillas por ciertos aspectos de su vida; como era... el sexo.

Supongo que lo que me ocurrió era fruto de la educación católica que he recibido; pues no sé, tenia otro concepto de lo que era el sexo entre hombres. Algo más sucio, más... me faltan las palabras para definirlo. Pese a que al criarte en un país como España, en el que la religión y el que dirán está tan a la orden del día, es difícil que ciertas cosas puedan cambiar de la noche a la mañana; como el concepto de homosexualidad ó lesbianismo. Desde pequeños te inculcan que esta mal, que va contra natura, que por muy liberal y moderna que quieras ser de mayor, a veces sientes que es imposible quitártelo de la cabeza; como si te lo hubieran gravado a fuego en lo más profundo del subconsciente.

No pude evitar seguir allí, contemplando la escena. Era como si alguien me hubiese clavado al suelo, obligándome a mirarlo; ...como si un duende malvado me hubiera puesto pegamento en las suelas de los zapatos para que no pudiera escapar de allí. ¿O tal vez era un "perverso" sentido del voayerismo?. Posiblemente. Lo que puedo decir en mi defensa es que lo que estaba viendo me atrapó. Había cierto erotismo, cierta... sensualidad. Antes de eso siempre había sabido que Hugo y Ralph se querían, ahora, tras aquello, no me cupo la menor duda.

Hubo un momento en que Hugo se apoyó en el lavabo y se miró en el espejo mientras Ralph lo penetraba por detrás. En aquel instante hizo un leve movimiento, apenas una leve elevación de sus párpados; algo, que a ojos de los demás tal vez hubiera pasado inadvertido, aunque no para mi. Desde el principio supe que me había visto, nunca dudé de ello. Ahora lo más extraño es que no dijo nada, se cayó. Es más, redobló su ataque. Parecía cómo si quisiera que yo lo viera allí, con él, con los penes erectos y haciendo el amor.

Nunca hablamos de ello, ni cuando estábamos a solas hicimos el esfuerzo de que el tema saliera a relucir en la conversación. Simplemente lo obviamos y seguimos adelante con nuestra existencia...

Bueno, eso es un decir, por qué aproximadamente unos seis meses después de todo aquello, comenzó nuestro pequeño infierno particular que acabaría por transformar nuestras vidas en lo que tenemos en la actualidad. Aunque nunca pude comprender cómo un acontecimiento cómo ese, empezó con algo tan simple como una gripe; ... a veces pienso que fue una mala pasada que nos quiso jugar el destino...

Desde pequeña, siempre he sido una puerta abierta para toda clase de virus. Si alguno rondaba a la familia, era obvio que la primera en caer enferma sería yo; y el hecho de que en ese momento llevara una vida independiente, no me hacía menos inmune a las enfermedades. Así que cuando aquel invierno me resfrié nadie se asusto: Solamente me tomé un par de aspirinas e intenté bajar un poco el ritmo. Como era previsible, pocos días después estaba casi recuperada, pero entonces descubrí que Ralph había comenzado a toser; algo que en un principio no supuso ningún problema ya que era algo lógico en la convivencia... Sin embargo, el tiempo pasó y lo que parecía un sencillo catarro, fue degenerando en algo mayor; por lo que Hugo y yo comenzamos a preocuparnos. El SIDA estaba en su mayor apogeo y diariamente teníamos en los medios de comunicación alguna noticia referente a esta plaga recién descubierta.

A pesar que nadie mejor que nosotros conocíamos lo que significaba esa enfermedad.

Un par de años antes de que esto sucediera, Hugo me pidió que le ayudara en una asociación con la que colaboraba. Había aparecido una nueva enfermedad y si bien aún no podían darle un nombre, el número de muertos comenzaba a ser alarmante. Necesitaban gente que les echara una mano y tuviera un poco de lo que ellos denominaban " mano izquierda"; por lo que pensaron que al ser estudiante de psicología, podría prestarle un mejor apoyo... Yo en un principio era reacia, no creía que eso fuera conmigo, ahora cuando una compañera de clase cayó enferma, descubrí que aquello podía afectarnos a todos; por eso comencé a colaborar. Viví el proceso de lo que era la enfermedad en primera persona, los descubrimientos, las muertes, la frustración de ver cómo la vida se te escapa entre los dedos sin poder hacer nada... Por eso, cuando aparecieron los primeros síntomas en el caso de Raph; Hugo y yo encendimos todas las alarmas.

No obstante,... ahora que lo pienso, puede que él mismo también supiera lo que pasaba. Él conocía lo que era el SIDA lo mismo que nosotros; había vivido todo a nuestro lado, y no era tonto... Tenía que saberlo. Quizás por eso nos costó tanto llevarlo al médico. Acaso por eso, la lucha que mantuvimos con él para lograr tener un diagnostico fue tan encarnizada; probablemente, las palabras de ánimo, los planes futuros, etc sólo fueran una quimera para encubrir lo que todos sabíamos...

El mazazo, la confirmación de que Ralph tenía el SIDA fue un schock para los tres; no sólo para ellos dos. En un principio, los padres de él vinieron de Alemania, para que su hijo fuera tratado en su país. Sin embargo, él no se quiso marchar y al ser mayor de edad no lo podían obligar... Desde el comienzo,

dijo que Hugo era su marido, el hombre al que amaba y con el que había decidido compartir su vida; y no pensaba abandonarlo ahora que estaba enfermo. Es más, llegó a afirmar que si tenía que morir en alguna parte, sería allí. En cierta manera, creo que aquello fue un intento desesperado por demostrar públicamente lo que siempre habíamos sido: su familia. Ahora, eso sí, tengo que decir que me rompió el corazón ver cómo esos padres se marchaban sabiendo que la vida de su hijo no iba a ser demasiado larga.

La enfermedad siempre es terrible, ahora cuando afecta a alguien tan joven, es demoledor. Ver como una persona de veinte años se va apagando gradualmente hasta convertirse en una pálida sombra de lo que fue, es muy duro. Aunque no soy capaz de plantearme lo que tuvo que ser par él... Desde niña he oído patrañas con respecto a que el amor entre heterosexuales y gays es diferente, que dos hombres no se pueden amar de la misma forma que un hombre y una mujer; pero no es así. Siempre he pensado que el amor es un sentimiento y cómo tal, nace del corazón, y este no entiende de género, color o religiones. Esa era una opinión que tenía desde mucho antes de que esto sucediera, no obstante, ellos, con sus hechos, con su amor, me lo ratificaron. Únicamente puedo decir que lo que yo viví en aquella casa fue un romance sin parangón... Y cuando Ralph se marchó un año y medio después, fue una autentica tragedia; sinceramente, pensé que después de aquello no había nada que atara a Hugo a la vida...

Tras el entierro, Hugo desapareció; ni tan si quiera volvió a casa para cambiarse de ropa o a recoger sus cosas. Simplemente paró un taxi a la salida del cementerio y se marchó sin mira atrás, sin decirme nada... Aquello estuvo a punto de volverme loca; sinceramente no sé como sobreviví. Y es que no tan solo tenía que lidiar con mis propios fantasmas, sino también con los de los demás. Me nombraron portavoz de su causa, directora de su búsqueda, el gurú que podía contestar a todas las pregunta sobre él... Lo que ellos no sabían era que sin él me sentía perdida, sin rumbo; cómo si de pronto me hubiese despertado en una barca en alta mar y navegase a la deriva.

Sin embargo, el tiempo pasó y la carencia absoluta de resultados hizo que todos se dieran por vencidos y regresaran a sus respectivas vidas, dejándome sola en una búsqueda que parecía no tener fin... Creo que nunca antes me había sentido tan sola; pero al menos me sirvió para conocer una faceta de él en la que jamás me había osado entrar: la del mundo gay. Antes de su desaparición, no me había atrevido a ir por locales de ambiente; en cambio, cuando se esfumó, comencé a ir cada viernes por los que solía moverse con la esperanza de encontrarlo en alguno de ellos. Un intento inútil: No regresó por allí, ni por casa, ni por la facultad, ni por las ONG en las que colaboraba. Era cómo si de repente, la tierra se lo hubiese tragado y ya no hubiese rastro alguno de la persona que había sido.

Aunque para ser franca, hubo un momento en el que estuve a punto de perder las esperanzas. Fue entonces cuando rece. Por primera vez en mucho tiempo le pedí a Dios que me enviara una señal, algo que me indicara si Hugo iba a volver o si debía de empezar de nuevo con la única compañía de su recuerdo... Admito que nunca antes recé con tanta fuerza, ¡puse tanta convicción en mis palabras!...

Y por lo visto Dios debió de escucharlas:

Una tarde, cuando iba a salir hacia la facultad, una persona vino a verme a casa. Me extrañó, por que no sabía que tuviera nuestra dirección, ahora, en cuanto me dijo que venía a traerme noticias de Hugo lo dejé pasar... El nombre de este individuo no viene al caso, su ocupación, menos; sólo diré que lo conocía por qué su hermano había colaborado con nosotros en la ONG. Por eso lo dejé entrar en mi casa. Por eso me senté junto a él en el salón dispuesta a escuchar su historia con la mente abierta a cualquier posibilidad. Con todo, supongo que nunca se está preparado para un bombazo cómo ese: Él vivía fuera de Valencia desde hacía años y si bien no regresaba a menudo, si lo hacía con la suficiente frecuencia cómo para no perder el contacto con los suyos. No obstante, últimamente había estado más aislado por culpa del trabajo; por eso no se había enterado de lo sucedido hasta hacía unos días, al regresar a casa de sus padres. Y ahí fue donde comenzó a atar cabos... Por lo visto, se había cruzado con Hugo hacía un tiempo en un hotel de Madrid. Al principio se extrañó de que ni se hubiese parado a saludarlo cuando era evidente que lo había visto... Sin embargo, lo que realmente le sorprendió fue que unos días después, al ir a visitar una agencia de chicas de compañía de alto standing, descubriera la foto de él en el catalogo, sólo que ahora se hacía llamar Cristian Amat:

-¿Que me estás diciendo?.-Pregunté incrédula.

-Que Hugo se prostitulle.

Creo que ni la bomba de Hiroshima y Nagasaki juntas hicieron el mismo efecto que aquellas cuatro palabras sobre mí. Puede que para muchos suene trivial, incluso exagerado. Pero imaginen por un momento que eso le pasa a su mejor amigo; a la persona que mejor conoces de este mundo. ¿Darían crédito al primero que apareciera contándole una historia cómo esa?. Evidentemente no. Tuvo que venir más gente, ver las fotos que hizo un detective que lo siguió e incluso entonces, seguía dudando. A pesar de que, las pruebas hablaban por sí solas: De acuerdo con su historia tenía una fuerte adicción al sexo, no pudieron asegurarme más, sólo eso. El ofrecer sus servicios en una agencia, únicamente era una manera de sobrevivir... Contrariamente, eso no era lo que más me preocupaba, sino algo mucho más grave: El hecho de que había convertido el sexo en la única solución a sus problemas, la única vía de escape para su miedo, su dolor, su tristeza, para no enfrentarse a la realidad; algo que según los que había estado con él, estaba matando paulatinamente esa chispa que tanto le había caracterizado desde niño, convirtiéndolo en un ser vacío, sin alma...

 

Ahora, para estar del todo segura, tenía que verlo con mis propios ojos: Una de las personas que me dio la noticia, también me facilitó la dirección de la agencia y del un local de intercambio de parejas que frecuentaba en sus ratos libres. Nunca se lo agradeceré lo suficiente... Aunque con la información en la mano, se me pasó por la cabeza toda una sarta de estupideces, sin sentidos y demás verborrea. Me temo que la más grande fue el pensar: "Al menos si es de alto-standing, en la que acude gente con mucho dinero, estará más protegido que si estuviera vendiendo su cuerpo por el Retiro". Pero, se podía decir que la que estaba hablando en aquel momento era mi mala conciencia, la que me reprochaba el no haberlo salvado, la que me hacía sentir tan perdida, etc, etc, etc... De hecho, creo que de lo único de lo que estaba segura en ese instante, era de que Hugo no había nacido para dedicarse a la prostitución y tenía que sacarlo de allí ¡ya!.

No obstante he de decir que por más que lo intentara, no le encontraba sentido a nada de lo que estaba pasando... Mi vida, que ya de por sí era complicada, con aquel descubrimiento se convirtió en un autentico infierno del que no sabía como escapar. Con todo, al menos sirvió para mostrarme algo: los limites de la amistad. Si en aquel momento alguien me hubiese preguntado que era capaz de hacer por un amigo, le habría dicho que cualquier cosa, a pesar de ello, era consciente de que todos teníamos una frontera, un límite del cual no pasábamos; ...hasta yo.

Pero por lo visto estaba equivocada.

He de admitir que me asombró. No era en absoluto como me pensaba: La agencia estaba en pleno centro, posiblemente en una de las zonas con más solera de la ciudad; en un edificio alto y majestuoso que no hacía mucho había sido reconvertido en una torre de oficinas. Sin embargo, el "club" estaba a las afueras, en un sector de nueva construcción en el que se habían abierto multitud de bares y locales nocturnos... En este caso tampoco había nada que lo diferenciase del resto... Aquello me sorprendió... No sé, me figuro que en mi descargo podría decir que en aquel tiempo era bastante ilusa al pensar que los negocios del sexo debían de tener un distintivo en la puerta que los distinguiese de los demás...

Recuerdo que fue uno de los inviernos más fríos de los últimos tiempos... Todavía puedo sentir cómo el viento se calaba por la puerta de mi coche, envolviendo mi alma con una sensación helada... Me había convertido en un sabueso; esperando pacientemente a que apareciera su presa. Con todo, cuando se presentó, descubrí que me faltaba lo más importante: Valor... Hasta entonces había idealizado lo que sería nuestro rencuentro, cómo nos miraríamos, cómo nos hablaríamos, ahora no imaginé que durante este tiempo habíamos cambiado, y que podría no reconocer a la persona con la que me encontrase. Aquello me asustó.. No pensé que pudiera suceder... Luego de eso me retiré. Necesitaba tiempo para reunir fuerzas y poder plantarme frente a él. Sabía que nos enfrentaríamos y que sería duro, si bien de nuevo no preví esa variante... El que me dijera: "No necesito que me salves, por qué no deseo ser salvado"... Aquello me destrozó. Me dejó literalmente sin palabras, y es que ante eso, ¿qué argumento podía esgrimir yo?.

Durante días estuve encerrada en casa, sin saber que hacer. Era evidente que necesitaba ayuda, pero no sabía a quien pedírsela: la familia, descartada; aquello les mataría. Y en cuanto a nuestros amigos. Estaba segura que alguno de ellos me auxiliaría si era necesario; no obstante, tras meditarlo, decidí no hacerlo. Me pareció que no era justo cargarlos con problemas ajenos.

Así que sólo quedaba yo.

Nada es fácil y menos cuando se trata de prostitución; así que presumo que mucha gente en mi lugar habría actuado de manera muy diferente. Sin embargo lo único que puedo decir es que lo hice lo mejor que pude o supe:

Pensé que si quería rescatarlo, -aunque él me hubiese pedido que no lo hiciera-, el primer paso era conocer a mi "enemigo": En este caso el mundo de la prostitución y alrededores. Y el mejor modo para entrarles era por mi profesión.. Con el pretexto de que realizaba una investigación de campo para la universidad comencé a moverme por ese ambiente. Mi primer destino fue la zona del puerto y de allí me fui desplazando por diferentes sitios. Indudablemente no fue fácil y en más de una ocasión peligró mi integridad física y moral, pero conseguí mi objetivo. Saber como meterme en ese universo para sacar a Hugo de él.

Estaba claro que para esa misión debía construirme un personaje. No podía presentarme como Alie, e iniciar un ataque frontal estaba descartado. Sí lo hacía, Hugo se batería en retirada y precisamente eso era lo que menos me convenía. Así que lo mejor era buscar una puerta trasera, introducirme en su mundo, que oyera hablar de mí, que le picara la curiosidad y cuando hubiera mordido el anzuelo, me enfrentaría a él. No le dejaría opción. Quizá entonces conseguiría mi objetivo: ponerle enfrente un espejo para que se diera cuenta en que se había convertido... Esperaba que aquello le hiciese reaccionar...

Sólo había un pequeño problema: Que justamente en el juego de los espejos no salía demasiado bien paraba... Vamos, que el mío y yo habíamos roto relaciones desde hacía tanto tiempo que ya ni me acordaba. Y para aquella aventura, eso era un punto en mi contra... Sabía que si pedía trabajo en una agencia con el físico que tenía en aquel instante, no me lo darían. Mi look precisamente no era el más acertado para ese puesto; así que lo primero era adecuarme a la imagen que el puesto exigía. Admito que nunca he sido una Esther Cañadas, es más, ni lo pretendo; si bien también es cierto que tampoco le he prestado demasiada atención a mi cuerpo. Me he pasado la vida con la nariz tan metida entre los libros por qué eso era lo " único que sabía hacer", que llegó un momento en el que me olvidé que tenía manos, piernas, .... (Un punto a favor de ser una empollona, es que al estar tu mundo entre las cuatro paredes de una biblioteca, no importa si vas bien maquillada o si la talla de tu sujetador es dos ó tres números más grandes que la que tienes al lado)... En consecuencia, lo primero era un obligatorio arreglo de chapa y pintura.

Por suerte tras unas semanas de régimen severo, de machacarme en el gimnasio y de realizarme tantos tratamientos de belleza cómo fuera posible, conseguí mejorar espectacularmente. De hecho, se puede decir que apenas era capaz de reconocerme al mirarme al espejo... Era cómo si el reflejo que me devolvía estuviese equivocado y perteneciese a otra persona... Yo no era una mujer sexy, jamás había llamado la atención por el físico, -o al menos eso creía-; probablemente por eso me entró esa paranoia con respecto a mi cuerpo... Pero me vino bien. Si realmente pensaba que era otra persona cuando entraba en el cuarto de baño, es que podía serlo... Y eso, en el momento en que me encontraba era lo mejor que me podía suceder. Necesitaba construirme de nuevo para poder vivir esa locura sin perder la cabeza.

Lo segundo fue montarme una vida; al menos de cara a la sociedad. No podía entrar en ese mundo cómo Alicia. A ella se la hubiesen comido viva a la primera de cambio; así que la reinvención tenía que ser a todos los niveles:

Dentro de ese proceso, lo primero fue escoger un nombre. Siempre me han gustado los que empiezan

por a, por lo que tras pensarlo detenidamente, escogí Alejandra; a parte de que una de mis mejores amigas se llamaba así, me parece un nombre con fuerza. No obstante, cuando lo pensé, noté que seguía faltando algo... No sé, probablemente no era el más adecuado... De tal modo, que tras darle un poco más de vueltas al asunto, elegí Alexia. Alexia tenía mucho más glamour, mucho más misterio y eso era lo que necesitaba para enfrentarme a este reto.

Ahora Alexia tenía que existir, al menos a nivel legal. Y para eso tenía a la persona adecuada: Neo.

Era un compañero de la facultad, un autentico genio de la informática y por qué no decirlo; un gran falsificador... Consiguió todo lo que necesitaba: carne, número de la seguridad social, expediente escolar, etc... En pocas palabras, lo necesario para componer una vida.

Una vez logrado, Alicia tenía que desaparecer. Gracias a Dios, -o a la casualidad-, en aquella época empezó un curso de psicología clínica en Londres en el que me inscribí. Decisión que todos aplaudieron tras " lo que había sufrido con Ralph y Hugo". Creo que la única que me miró con cierto escepticismo fue Anna. Afortunadamente, el trabajo la ataba en Roma y sólo recibí una llamada telefónica suya la noche antes de coger el vuelo que "supuestamente" me llevaría a Londres.

Aunque en realidad, me dirigía a Madrid....

Pensé que la mejor manera de comenzar "mi nueva vida" era hacerlo desde otra ciudad; y Madrid era el sitio adecuado. Al ser la capital, se centralizaban allí la mayoría de los negocios, y el del sexo no era una excepción. De tal forma que si quería introducirme en aquel mundo tenía que hacerlo en aquel lugar; además, si tenía que poner a prueba a Alexia, ¿qué mejor qué hacerlo fuera de Valencia?. (Más que nada por lo que pudiera pasar).

Indiscutiblemente el sitio era elegante, de hecho, sino hubiera sabido a que se dedicaban, no hubiese sido capaz de distinguirlo de lo que se suponía una agencia de modelos... Tuve que someterme a una sesión de fotos, pasar una entrevista, pruebas médicas y finalmente una reunión con él director en el que se me comunicó que él trabajo era mío si lo deseaba. Sólo tenía que pasar una pequeña prueba: Por lo que me explicaron, un cliente muy importante, tenía que acudir esa misma noche a una fiesta con varios compañeros de trabajo y necesitaba una chica que lo acompañara... Y justamente yo, era la persona que más se ajustaba al perfil que él solicitaba. Si esta persona quedaba satisfecha, estaría dentro.

No tuve tiempo para pensármelo... Me dijeron cómo vestirme, como maquillarme e incluso me dieron indicaciones de como debía comportarme. Todo eso en apenas dos horas... Fue una auténtica locura; si bien puede que fuera mejor así, por qué si me hubieran dado tiempo a reaccionar, probablemente me hubiera dado cuenta de la locura que estaba a punto de cometer...

Sólo hubo un momento de duda en el que me hice una pregunta. Fue en el taxi, camino del punto de encuentro, cuando el cristal del coche me devolvió el reflejo y descubrí que había un punto en el que no había pensado. ¿Realmente sería capaz de acostarme con un tío sin sentir nada por él?... Puede que en ese sentido hubiese madurado, que la vida me hubiese puesto en el camino experiencias que me habían hecho crecer cómo persona, ahora en ciertos aspectos todavía era una romántica. Necesitaba que un hombre me inspirara algo para poder irme a la cama con él. El sexo por el sexo estaba totalmente descartado.

No obstante, tras él pánico inicial descubrí que era demasiado tarde para plantearme ese tema cuando en diez minutos estaría frente al hombre que específicamente, había solicitado mis servicios cómo chica de compañía... Además, eso no lo hacía exclusivamente por Hugo, sino también por mí. Si había sido capaz de construirme una nueva identidad, también tendría que ser lo suficientemente inteligente cómo para enfrentarme a la sexualidad de una forma diferente,... de solucionar aquellos problemas que aún tenía pendientes...

Los datos que me dieron respecto a él eran muy pocos: Sobre treinta y cinco años, hombre de negocios, bastante acaudalado al que tenía que acompañar a una fiesta con diversos empresarios del sector del mueble y un papel con su dirección... Hasta ahí todo normal. Lo que me chocó fue que me citara en su casa, en pleno paseo de la Castellana; pero también es verdad que yo era "un poco inexperta" y que cómo tal, tenía muchos clichés establecidos, que con el tiempo acabaría tirando a la basura.

Aunque para ser honrada, me quedé como se dice en Valencia de "pasta de boniato" al abrir la puerta y encontrarme con él hombre que me había contratado... Puede que la idea que tuviera de los que pagaban para "disfrutar" de la compañía de una mujer, era la de seres solitarios, poco atractivos o de los que utilizaban la prostitución cómo medio para hacer realidad sus fantasías. Sin embargo él hombre que me recibió tenía más que ver con un galán de novela romántica, que con nada de lo que he hablado anteriormente.

El nombre de esta persona lo obviaré por razones evidentes. Creo, que lo importante del caso es lo que averigüé gracias a él; fue cómo la llave de entrada a un universo desconocido, muy distinto de lo que yo había pensado... Bueno, cómo no deseo llamarlo cliente, bastará con Julian. También quiero dejar claro, que con esto no pretendo hacer apología de la prostitución, ni mucho menos. Mi intención es relatar mi experiencia, contar lo que viví de la manera más objetiva que sea capaz... Demostrar a cierto tipo de personas que no todo es blanco ó negro, que todo depende del color del cristal con que se mire.

Recuerdo que estaba tan nerviosa, que pensaba que de un momento a otro me caería redonda al suelo, presa de un ataque de nervios... Pero Julian fue muy amable, lo que me allanó mucho el camino. Al fin y al cabo era un cliente lo suficientemente importante, cómo para poner a prueba las cualidades de una nueva chica... (Vamos, que no era la primera vez que se encontraba en aquella situación); lo que en cierta manera fue un alivio. Posiblemente por que me sentí extrañamente comprendida; incluso se podría decir, apoyada.-Si bien es cierto que no entendía cómo alguien con ese físico recurría a la prostitución cuando era evidente que si se lo propusiera, podía tener a la chica que le diera la gana-. Tal vez por eso me contó su historia, y quizás por eso, incluso llegué a comprenderle:

Julian había nacido en USA, pero había veraneado desde niño en España, en un pueblecito junto al mar Mediterráneo. Allí fue donde conoció a su mujer y donde se casó profundamente enamorado de ella con apenas veinte años... "Todo muy español", -y cito palabras textuales-; o lo que es lo mismo, llegaron vírgenes al matrimonio. Lo que no me pareció tan normal fue "el pacto". Él jurarse amor eterno cuando conoces a un chico y tienes quince años, es lo habitual; la mayoría lo hemos hecho. El que lo ratificaran días antes de la ceremonia religiosa, me pareció cuanto menos, sorprendente. (" Muy Shakesperiano para mi gusto", me acuerdo que pensé)...

Lo siento, perdón por el inciso... Sigo...

Vivieron una eterna luna de miel, que imaginaron no tendría fin... Junto a su esposa fundo una pequeña empresa que se dedicaba al diseño y la fabricación de muebles. Un negocio familiar, nada pretencioso, que pudiera darles para vivir con holganza. No obstante, el destino, la suerte o vete tú a saber que, les sonrió. Sus productos comenzaron a ser conocidos, los pedidos se multiplicaron y pronto tuvieron que ir pensando en una diversificación que les permitiera abarcar todos aquellos nuevos mercados a los que tenía acceso... Lo describía cómo la mejor etapa de su vida y no lo dudo; hablaba de ese tiempo y de su mujer con absoluta devoción. Dijo que no tan sólo compartían trabajo y hobbies, si no que además eran grandes amigos, los mejores.- Sé que muchos dirán que estaba obsesionada. A pesar de ello, al oírlo hablar así, no pude evitar compararlos con Hugo y conmigo-. Pero por desgracia su historia tuvo un desenlace bastante trágico: Era verano, y estaban de vacaciones en la casa que tenían en el pueblo en el que se conocieron, cuando recibieron por sorpresa una llamada de la oficina. Por lo que su mujer le explico, había un problema con el catalogo de la nueva línea que iban a lanzar y no podían solucionarlo, por lo que su esposa cogió el coche y fue a Madrid para intentar arreglarlo..... De ello dependía el contrato más importante desde que se fundó la empresa. Si lograban su firma, se confirmarían cómo la mejor empresa del sector.

Aunque no llego. Murió en un accidente de tráfico a mitad de camino.

De aquello hacía casi cinco años y desde entonces se había consagrado en exclusiva al trabajo. Por cierto, consiguió aquel contrato; ya que era algo que su esposa había dejado inacabado. A continuación se dedicó en cuerpo y alma a perpetuar lo que él entendía que debía ser "su legado"; en cuanto al resto del mundo, dejó de tener importancia... Lo que más me asombró, era que daba por sentado que jamás volvería a enamorarse; ese tema no admitía discusión alguna. (¿Por qué los hombres se tienen que poner tan sumamente jilipollas en ocasiones? ; ¡Dios!, por más que lo intentemos, continuaran con el mismo sentido común de una piedra)... Mantendría "el pacto" a toda costa... " Soy hombre de una sola mujer", -no paraba de repetir-... Aquello estuvo a punto de hacerme perder los papeles:

-No creo que eso sea verdad cuando pagas por la compañía de una mujer.-Me acuerdo que afirmé con serenidad, mirándole a los ojos; buscando acaso un resquicio por el que sus argumentos se vinieran abajo.

Sin embargo, di en piedra:

-Tú lo has dicho, pago... No pretendo ser un santo. Admito que tengo necesidades y que esta es la forma más cómoda que he encontrado de cubrirlas. De cara a la sociedad, a mis amigos, a mi familia aparezco periódicamente con una chica diferente; por lo que me descargo de la necesidad de acudir a citas a ciegas, de contestar preguntas incomodas, de que la gente comience a fisgonear donde no le importa. Por otra, me evito entrar en el juego de la seducción; no tengo ganas ni tiempo para ligar y todo lo que ello conlleva. Me desvía de mi objetivo. Y por último, si me apetece y la chica merece la pena, tengo sexo....¿Qué he de pagar por ello?. Bueno, si, ahora no me importa.

Otra cosa nó, pero no se le podía negar que esgrimía sus argumentos con férrea convicción. Ahora, en cierto modo me daba mucha pena. Al igual que Hugo, había afrontado el dolor por la perdida de la persona amada, matando una parte muy importante de su ser; perdiendo la capacidad de volver a amar, de volver a sentir. Aquello me causaba mucha tristeza, porque para mí, era como conformarse con una vida a medio gas... Lo que me hizo pensar en las formas tan curiosas que los seres humanos tenemos para protegernos del dolor...

Tras una copa en su casa, bajamos al garaje y cogimos su coche. Yo nunca me había montado en un Porsche, por lo que en un principio me sentí cohibida... Tampoco ayudó mucho su manera de conducir. Iba muy rápido, demasiado para mi gusto, en silencio, cómo si buscase acabar con su vida de igual manera que había muerto su esposa; lo que al ir sentada en el asiento del copiloto, me asustó . Ahora debía ser un farol, por qué llegamos sanos y salvos a nuestro lugar de destino: Un fabuloso chalet en lo que podía ser la Moraleja, Puerta del Hierro o algo parecido.

Cuando entré, me quedé helada. No supe cómo reaccionar. Supongo que si eres una chica de cine de barrio y cena en familia, la primera vez que te encuentras en un ambiente tan diferente, no puedes evitar impresionarte... Tan solo con pensar que yo vivía con la mínima parte de lo que esas personas poseían, me ponía a temblar. De hecho, durante un segundo, volví a preguntarme si merecía la pena el esfuerzo que estaba realizando, si no sería mejor salir huyendo; (todo fruto del estado de nervios). Con todo, en aquel momento Julian se acercó por mi espalda y me susurró al oído:

-No dejes que esta gente te acobarde. Piensa que por sus venas corre la misma sangre que por las nuestras. Yo, muchas veces, al acudir a una fiesta de este tipo, me comporto cómo si estuviera jugando una partida de póquer; en la que tienes que actuar con naturalidad, aunque sin mostrar el as que tienes oculto en la manga-Y cuando dijo esto me guiñó el ojo con un gesto pícaro.

He de admitir que si bien aquella era una situación completamente nueva, no me sentí tan pez fuera del agua cómo en un principio creí. Lo que me hizo comportarme con más serenidad, con más claridad, observando atentamente todo lo que había a mi alrededor e intentando quedarme con lo mejor. Sabía que tal vez no tendría otra oportunidad para entrar en contacto con los "ricos y famosos"... Pero seguramente, lo que pondría a la cabeza de la lista sería el que finalmente pillé a Julian sonriendo, su forma de mirarme mientras hablaba con cualquier otro invitado, su saber estar;... eso me hizo albergar mucha paz.

Sin embargo, lo que se prometía cómo una velada agradable en un ambiente refinado y lleno de glamour de pronto se truncó:

Una señora con un peinado imposible y un vestido de lentejuelas, me apartó "con sutileza" de Julian y me colocó en el centro de un grupo de mujeres, para someterme a una batería de preguntas sobre la forma en que él y yo nos habíamos conocido. Admito que en aquel momento se me hizo un nudo en la garganta. Gracias a Dios nunca me faltó imaginación y pude echar mano de ella para acallar a todo ese grupo de féminas ávido de cotilleos... Y al término, cuando se marcharon frustradas por no tener nada que llevarse a la boca, él se acercó a mí y me dijo pasando un brazo por mi cintura:

-Bien hecho, veo que sabes defenderte muy bien tu sola.

-No es difícil... Conozco muy bien la mente de esa clase de mujeres: Si bajas la guardia, acabas convirtiéndote en carnaza. Y yo puedo ser muchas cosas, menos carnaza.

Me parece que el conocerme fue una sorpresa inesperada para él, por qué conforme pasaba el tiempo, veía en sus ojos que mi actitud le descolocaba cada vez más... El amor hacia su esposa no había muerto, ni tan si quiera lo había intentado, por lo que cualquier mujer nueva que pudiera entrar en su vida, tenía que ser pasada por el filtro de la persona amada; y estaba claro que ante eso, cualquiera de nosotras salía perdiendo. Ella era el "ser ideal", nosotras, sólo seres humanos. No obstante, aquella noche, al mirarle a los ojos, noté un atisbo de respeto en ellos:

-¿Nos vamos?.-Me preguntó esbozando una media sonrisa.

-Tu mandas... Tú eres el que conoce este ambiente.- Afirmé con toda serenidad.

A lo que Julian respondió cogiendome de la mano y encaminándonos hacia la puerta. Pero cuando estábamos a punto de salir nos cruzamos con una pareja de avanzada edad. Recuerdo que él paró en seco y su rostro se transformó en una máscara de pétreo pavor. Notaba su mano estrujando la mía con tanta fuerza, que pensé que me iba a romper algún hueso:

-Eduardo. ¡Que sorpresa!...¿Cómo estás?.-Preguntó al hombre de pelo canoso que nos miraba con expresión circunspecta.

-Bien, ¿y tu?.

-Estupendamente, ya nos íbamos... Tenemos que coger un avión.

-¿Vas a estar mucho tiempo fuera de Madrid?.-Inquirió la mujer que iba cogida del brazo de este. Debía de ser su esposa; aunque ciertamente, había importantes diferencias entre ambos. Él parecía tener alguna cuenta pendiente con Julian, mientras que ella lo miraba cómo el amado hijo que había escapado del rebaño.

-Veinte días al menos... No sé, todo depende de lo que tardemos en llegar a un acuerdo.

-Bueno, pues cuando vuelvas, ven a comer a casa y tráete a tu amiga.-"¡Ups!, tierra trágame"."¿Se puede saber que pinto yo en todo este berenjenal?".

-Ya veremos Aurora, tenemos mucho trabajo.-Atajó con brusquedad y sin dejarle terminar la frase, me empujó fuera de la casa.

El hombre fuerte y seguro de sí mismo que había conocido hasta entonces, se vino abajo en cuanto nos quedamos a solas. Nunca se me olvidará el miedo que experimenté al montarme en el coche. Pensé que no era demasiada buena idea que se pusiera al volante en semejante estado, ya que si el viaje de ida había sido movidito, en el de vuelta, podíamos hacer verdaderas oposiciones a una muerte segura. Con todo, no fue así; condujo con una prudencia que antes no había mostrado... Pero lo que más me conmovió fue que al mirarlo, vi cómo una lagrima se deslizaba por su mejilla.

A apenas un par de kilómetros, se salió de la carretera, cogió su móvil, abrió la puerta, realizó un par de llamadas y volvió a entrar en el coche... Minutos después estábamos en un pequeño aeropuerto, a donde montamos en una avioneta que él mismo pilotó... Aquello fue cuanto menos, sorprendente, ahora, conforme estaba la situación no me atreví a realizar preguntas...

El vuelo apenas duró una hora y al aterrizar, salió para abrirme la puerta y ayudarme a bajar de allí sin que me abriera la cabeza. En todo momento se comportó cómo un caballero, sin embargo la tristeza era tan patente, que casi se podía tocar... Lo asombroso fue que al montarnos de nuevo en el coche, -esta vez un mercedes descapotable-, y salir a la carretera, descubrí que habíamos vuelto a mi tierra, Valencia. Aquello me dejo de una pieza... También es cierto, que no podría decir donde me llevaba. Era muy difícil identificar el camino, ya que era noche cerrada, no conocía la zona y apenas podía coger un punto de referencia para orientarme; por suerte al aparcar, oí el ruido de las olas tras unas dunas y supe que estábamos en uno de los aparcamientos del parque natural del Saler.

Julian me abrió la puerta y me ayudó a salir del coche, no obstante en cuanto puse los pies sobre la arena, me cogió por la cintura y me besó con fuerza en los labios... No fue un beso suave, ni mucho menos amable; si no que me comió la boca con tanto descaramiento, con tanto dolor que pensé que mis labios comenzarían a sangrar. Pero no fue así. Mi espalda se arqueó hasta topar con el capó del coche con un sonido ronco y metálico, mientras él no desistía en su empeño de... ¿Absorber toda mi energía? :

-Lo siento, sé que no..... No te mereces esto.- Dijo comenzando a llorar tristemente.

Siempre me ha resultado duro lidiar con las emociones de los demás, cuanto menos si se trata de un hombre... Verlo llorar de tal forma, me partió el corazón:

-Julian, no te preocupes por mi.- Le contesté intentando atajar cualquier sentimiento de culpa. Pensé que ninguno de los dos nos los merecíamos: - En tu casa has hablado muy claro. Pagas para no tener que lidiar con la parte social de cualquier relación amorosa.

-Aún así... Posiblemente pensarás que estoy loco, pero desde que te conocí supe que eras diferente al resto de chicas que la agencia me ha presentado.- Añadió mirándome a los ojos mientras me volvía a besar. No sé por qué, al decir eso, tuve una sensación extraña; cómo si Julian conociera mi secreto... Todos mis secretos...

Aquel beso fue completamente opuesto al anterior. Ya no había la misma pasión y desenfreno que al principio, sino una suave sensualidad no exenta de conquista. Se notaba que buscaba consuelo y cariño y no pensaba negárselo. Por mucho que me hubiera pagado por ello, y supiera que tal vez no era lo correcto; Julian me gustaba y no me importaba tener sexo con él, si eso le ayudaba a superar su dolor.

Su cuerpo se pegaba cada vez más a mi cuerpo, empujándome contra el capó del coche, hasta que finalmente me senté en él, al mismo tiempo que Julian se colocaba entre mis piernas:

-Hueles a azahar.-Me musitó al oído mientras con sus dientes atrapaba el lóbulo de mi oreja.

-Si, es mi perfume desde hace muchos años. ¿Te gusta?.- Le pregunté mordiéndole los labios con crudo erotismo.

-Mucho.-Afirmó antes de pegarse a mí de nuevo.

Sus labios emprendieron el camino descendente desde mis orejas, pasando por el cuello hasta alcanzar a mi escote. Una vez allí, uno a uno, desabrochó los botones de mi camisa con los dientes hasta llegar al último. Recuerdo que le vello del vientre se me erizó al sentir un soplo de brisa marina, recuerdo oír el ruido metálico de mi reloj al golpear contra el capo, el peso de su cuerpo encima del mío, sus manos atrapando mis pechos, metiéndose bajo el fino tul del sujetador y echándolo a un lado:

-¡Uuuhmm!...Tienen la medida justa... -Dijo con sus labios a escasos centímetros de mi piel, cogiendo uno de mis pezones entre sus dientes, lamiéndolo, acariciándolo, jugando con él hasta que se puso tan duro y rojo cómo una fresa madura a punto de ser recogida... En mi vida hubiese creído que se pudieran comprimir tantas sensaciones en un área tan pequeña de mi anatomía.

Cuando terminó con uno, siguió con el de al lado. Lo moldeó y lamió con sus labios de la misma forma que un escultor crea su obra cumbre; notando cómo mis pechos se henchían y enrojecían hasta tal límite, que pensé que iban a explotar. Y al terminar, siguió hacia abajo, parando en mi cintura, rodeándola con firmeza, buscando la cremallera de mi falda que se deslizó suavemente, sin ningún contratiempo. Entonces subí un poco las caderas; en cuanto apenas, sólo lo justo para ayudarle a quitármela. Después de aquello llegó el turno al tanga. No obstante, en lugar de deslizarlo por mis piernas, lo que hizo fue estirar de ambos lados y prácticamente arrancármelo, para acto seguido guardárselo en el bolsillo.

Mi sexo quedó al descubierto, pero pese al aire proveniente de la playa, no sentía ni el más mínimo ápice de frió; es más todo mi cuerpo bullía presa de la flébil excitación del momento, cómo para que la temperatura exterior pudiera influirle... Julian paso un dedo por él y se lo llevó a la boca, igual que el que saborea el bouquet de un gran vino antes de la primera prueba. Entonces se arrodilló frente a mí e introdujo en mi coño, primero un dedo, moviéndolo lentamente adentro y afuera, tanteando cual podía ser mi reacción. Al ver que todo iba bien, probó con dos.. Noté cómo los labios de mi sexo comenzaban a dilatarse, dando más cabida a él, a sus manos, a su lengua..... Sus movimientos eran seguros y precisos, cómo si siempre hubiera estado allí, cómo si supiera que puntos tocar para hacer que secretara aún más y más jugos hasta límites inhumanos...

Tras aquello, hizo el camino inverso hasta que sus labios volvieron a besar los míos, al mismo tiempo que sus manos bajaron por mis costados y atraparon mis nalgas, pellizcándolas diversas veces con rudeza. Mirándome fijamente a los ojos, cerciorándose de que cada paso que daba, lo hacia en el camino correcto para llegar a la meta: Que todo mi cuerpo estuviese preparado para él.

En el momento en el que puse de nuevo los pies en el suelo, creí que me iba a caer redonda. Las rodillas me temblaban de puro placer... Aún así, logré mantener la compostura y continuar adelante.

Julian medía aproximadamente un metro ochenta y cinco, por lo que aún era unos diez centímetros más alto que yo pese mis estiletes de nueve centímetros... Así que cuando me puse de pie, lo cogí por la cintura y lo besé en los labios, apretando mi cuerpo contra el suyo con todas mis fuerzas, la diferencia de tamaño era importante. Con todo, no importaba. En aquel instante lo que centraba toda mi atención era él, disfrutar de la dureza de su cuerpo, notar la rigidez de su miembro bajo el pantalón, infinita promesa de nuevos placeres todavía por descubrir...

Ahora me tocaba a mí realizar una pequeña "investigación de campo" sobre su anatomía. Empecé por liberar el cuerpo del peso de la americana, que cayó al suelo con un ruido ahogado. Luego le llego el turno al nudo de la corbata, que se deslizó con facilidad entre mis dedos, hasta liberar su cuello de esa prisión; pero en vez de dársela, lo que hice fue guardármela en el bolsillo de mi levita. Acto seguido, la camisa. Primero, la saqué de los pantalones hasta dejarla por completo fuera de ellos, después los botones; se los desabroché uno a uno, sin dejar de mirarlo a los ojos en ningún momento mientras lo hacía... Sintiendo como se estaba apoderando de mi un ansia, un deseo que no había conocido hasta entonces; lo cierto es que no entendía nada, sólo sabía que quería más de él, de sus labios, de lo que se adivinaba bajo sus pantalones.

La primera posada en mi viaje descendente hacia su sexo fueron sus pezones. Si en el caso de las mujeres es una de las zonas erógenas más importantes, en el de los hombres, no lo son menos; sólo que no todos están dispuesto a admitirlo, y menos ante nosotras... Sin embargo, esta vez, pasara lo que pasara, no pensaba desistir. Les dediqué a ellos la misma atención que Julián anteriormente le había ofrendado a los míos. Atrapé uno con los dientes, lo chupe, lo lamí y mordisqueé hasta que se puso tan rígido como un pedazo de coral en un arrecife del fondo del Mediterráneo... Me divirtió oír cómo el aire se le escapaba entre los dientes cuando mi lengua jugaba con el vello de su pecho... Al terminar con uno, pasé la punta de mi lengua sobre su torso desnudo hasta atrapar el de al lado, endureciéndolo de la misma forma... Y una vez logrado, proseguí mi particular viaje sin paradas hasta mi objetivo final.

Me parece que llegado este punto debería hacer un inciso para aclarar un asunto: Puede que muchos se pregunten si mi experiencia con los hombres se comprendía a Hugo, Jaime y Abel. No, está claro que no. Entre ellos y Julián hubo algunos, -no muchos también hay que decirlo-. De unos, guardo un grato recuerdo, de otros no tanto. No obstante, con todos; incluso con Abel, al que amé con locura, tuve el mismo problema: el sexo. Un psicólogo amigo, me aconsejó en una ocasión que si quería disfrutar de una vida sexual plena, debería de superar el trauma que me produjo aquella primera experiencia... Puede que tuviera razón ó no y tampoco quiero planteármelo, ahora la verdad es que cuando me tocaban, cuando intentaban hacerme el amor, había algo que fallaba. Era como si una especie de frió me invadiera el alma impidiéndome disfrutar del momento. Muchos me acusaron de puritanismo, otros de doble moral y durante mucho tiempo los creí; tal vez por eso lo oculte. Quizás por eso no he querido hablar de ellos... Con todo, con él fue diferente... No sé por qué, Julian, -pese a las circunstancias en la que nos habíamos conocido-, me hacía sentir más que cualquier otra persona que conocía desde hacía años.

Incluso antes de que mi boca se acercara a la cremallera, era evidente la presencia de su miembro bajo los pantalones, grande, duro, buscando una salida que le permitiera escapar de su encierro... No se me olvidará el nudo que tenía en ese momento en la boca del estómago; me imagino que fruto del nerviosismo y de los malos recuerdos, que invadieron mi cabeza cómo un terrible virus que amenazaba de nuevo mi vida. Pero gracias a Dios, en aquella ocasión fui lo bastante fuerte cómo para borrarlos justo a tiempo; dejando mi mente en blanco... Teniendo la absoluta seguridad de que a partir de ese punto nada podría ensombrecerlo, y con ello, comencé a bajarla lentamente, metí la mano y saqué su pené, -cosa que por otra parte no fue demasiado complicado, ya que era del tipo de hombres que no lleva ropa interior-. Sin embargo, al verlo, su tamaño me dejó totalmente desorientada. Vamos a ver, no es que sea una experta en pollas; no obstante, estaba claro que aquello no debía de entrar dentro de la media del país.

La primera vez que me lo metí en la boca, lo hice con... ¿respeto?...; supongo que esa sería la palabra. Sabía ó al menos creía saberlo, que se me estaba juzgando por ello, por ser buena en la cama, en pocas palabras, por ser buena follando; (lo que más bien era una quimera). Si bien, tras el pánico inicial que aquella idea provocó, liberé mi mente y me dejé llevar... En consecuencia, me lo metí en la boca, y lo chupé con gusto, con ilimitado placer, degustándolo a conciencia; como aquel al que colocan ante sí su plato favorito, lo que más ansia saborear... Hubo un momento en el que levanté él pené y mordisqueé el bello púbico que había en los cojones y alrededor de él, haciéndolo retorcerse de dolor y de placer al mismo tiempo... Tan pronto me pedía más, cómo me decía que parara... Aquello me excitó hasta limites que pensé inalcanzables.

Su polla se convirtió en una pértiga grande y dura, que se alzaba contra sus abdominales perfectos como el árbol más alto del bosque en un día claro. Aunque aparte de eso, se le notaba que él estaba tan encendido como yo, lo que me gustaba. Me levantó con brusquedad y me miró con un fuego en los ojos que nunca había visto en él; mejor dicho en ningún hombre. Ni me hizo falta subirme al coche, tenía tanta prisa, tanta urgencia, que fue él el que me alzó por la cintura colocándome de nuevo sobre el capó, con él entre mis piernas.

La primera penetración fue suave, cómo una pregunta hecha sin palabras, entonces me miró a los ojos y al ver en ellos la respuesta que necesitaba comenzó su ataqué.

Su presencia en mi interior era tenaz y contundente, no había duda que la intención de Julian era dominar todas y cada una de las células de mi ser; cómo si aquello pudiera compensar el dolor que había en su corazón... Se movía adentro y afuera, con movimientos precisos, al mismo tiempo que introducía sus dedos junto a su pené expandiendo aún más mi vulva, sacándolos sólo para masajear mi clítoris. Si bien la verdad es que no me hacía demasiada falta estímulos externos. Mi sexo estaba tan húmedo que era imposible que pudiera encontrar la más mínima resistencia a su invasión...

Hubo un instante en el que comenzó a alejarse, no físicamente si no mentalmente... En un segundo, pasé de ser una chica de compañía que cobraba por estar con él, por follar con él, a ser su adorada esposa a la cual le hacía el amor con una dulzura y un cariño que jamás había visto. Aquello me pilló desarmada, ¿a qué venía esto?. Pero al ver cómo una lagrima se deslizaba por su mejilla, lo entendí. Desde el primer momento yo no había sido la mujer con quien quería esta; mi cuerpo simplemente era un vehículo que lo conectaba con el recuerdo de su esposa muerta.

No sé por que hice lo que hice, ahora tampoco quiero pensar demasiado en ello. Lo hice y no me arrepiento en absoluto: Recuerdo que apoyándome en los codos, me incorporé y cogiéndole por el cuello de la camisa, enlacé mis brazos alrededor de su cuello y lo besé en los labios, mientras mis manos realizaban movimientos circulares en su nuca; intentando que se tranquilizarle, intentando hacer notar mi presencia, rezando para que eso lo devolviera a la realidad. Y creo que lo conseguí, porque de pronto agitó la cabeza, me miró fijamente a los ojos y vi cómo si por primera vez me descubriera. En aquel instante me penetró una única vez con todas sus fuerzas, hasta el fondo, de tal forma que hizo que mi espalda se arqueara contra él de puro deseo.

Era de noche y aunque estábamos en primavera, el aire que venía del mar tenía ciertas resonancias de la estación que nos empeñábamos por dejar atrás, aún así nosotros apenas lo notamos... Nuestros cuerpos eran cómo dos hogueras. Julian me enganchó por las caderas y me las giró haciendo que la posición variara ligeramente; en cuanto apenas. Ahora cuando me volvió a introducir su pené noté el cambio, haciéndolo todavía mejor si eso era probable Y aunque la invasión venía desde atrás, no sé cómo se las organizó para que mi pecho siguiera frente a él, ya que en ningún momento dejó de mirarme a los ojos. Es más, si desviaba la vista tan sólo un segundo me cogía por la barbilla devolviendo mis ojos al punto original, hundiendo aún más su polla en mi coño. Fuera y adentro, una y otra vez; era como bailar una danza en la que únicamente nosotros oíamos la música... Pensé que no aguantaría una nueva embestida. No obstante, en el momento que esta se producía, mis caderas, traicioneras, se elevaban para recibirlo; cómo el siervo que sale al encuentro de su amo después de un duro día de trabajo.

Sus embestidas fueron increchendo, cada vez más fuertes, cada vez más seguidas, como si de pronto pasáramos de bailar un vals a una danza africana. Sabía que si continuábamos mucho más a ese ritmo, acabaría desmayándome... Lo orgasmos habían perdido su significado hacía mucho tiempo; dándole un nuevo significado a la palabra en sí... Un sentido del que no estaba demasiado segura, ahora, fuera el que fuera, superaba cualquiera que pudiera ser mis expectativas. Una oleada de fuego y luz me subía desde mi sexo expandiéndose por todo mi cuerpo; era cómo si de repente recibiera un baño de estrellas fugaces sobre mi cuerpo, teniendo a la luna cómo único espectador... Nunca me sentí tan bien, tan viva... Y cuando noté el cálido fluir de su propia descarga, Julian se aferró a mi cuerpo, atrapando mis pechos con sus enormes manos y apretándolos tanto que pensé que los haría sangrar, cayendo finalmente extenuado sobre mí.

Tras aquello nos quedamos así durante unos minutos, quietos, sin movernos. Si no hubiera sido por que su boca quedaba a la altura de mi oído y escuchaba su respiración agitada, intentando recuperar el ritmo normal, hubiera jurado que había muerto en el intento. No obstante, no fue así. Al poco, Julian se levantó, me miró, sacó su pené de mi sexo y se subió la cremallera. No hablamos, tampoco creo que hiciera demasiada falta. Momentos después recibí una llamada: Era de la agencia. Algo extraño, ya que se suponía que no tenía que hablar con ellos hasta que no concluyera mi cita con él. Sin embargo se había declarado una urgencia, tenían a varias chicas enfermas y querían saber si podía acudir a una fiesta con empresarios en el Ritz, pero antes de que pudiera pensármelo Julian me cogió el teléfono y le dijo a mi jefa:

-No vuelvas a llamarla esta noche, estará conmigo... Ya hablaremos cuando regresemos... Te pagaré lo que haga falta por la exclusividad.-Afirmó con semblante grave, sin desviar la mirada. Cuando colgó, le dije:

-¿Estás seguro?.

-Completamente... No sé porque, pero no quiero dormir solo esta noche... Ahora, si quieres, te llevo a tu casa ahora mismo.-Agregó intentando justificarse.

-No, no me importa... Para ser honesta yo también me encuentro muy bien a tu lado.

-Me alegro... ¿Quieres dar un paseo por la playa?.-Me preguntó con una súplica en los ojos.-... Hace una noche muy bonita.

-Claro... Me encantaría.-Contesté mientras le cogía de la mano.

Conforme nos dirigíamos hacia la arena, no pude evitar pensar que eso no era normal...

A ver si me explico, ese hombre había pagado una importante cantidad de dinero por mi compañía, por qué le acompañara a una fiesta y si se terciaba, tener sexo conmigo; no obstante, aquello tenía poco de eso y sí mucho de cita romántica. Julian me trataba con el mismo mimo y el mismo cuidado que cualquier hombre que intenta seducirte, conquistarte, para llevarte a la cama... Sólo que él no tenía porque, no le hacía falta... Es más, había conseguido lo que muchos otros no habían logrado desde que perdí la virginidad: Que disfrutara del sexo en toda su plenitud.

No me acuerdo cuanto tiempo estuvimos caminando, ahora debió ser bastante, porque recuerdo que los pies me dolían mucho. Aquel atuendo de fiesta distaba mucho de los vaqueros y la camiseta de escote en pico que me ponía a diario... En una hondonada de la playa había un tronco tirado sobre la arena, Julian me llevó de la mano hasta allí y haciéndome sentar me masajeó los pies, aliviando la tensión, el nerviosismo y el dolor:

-¿Puedo hacerte una pregunta?.-Me inquirió súbitamente, rompiendo el silencio que nos había envuelto desde que habíamos abandonado el coche.

-Claro. Prometo ser totalmente sincera. -Dije abiertamente, desde el fondo de mi corazón.

-¿Por qué aceptaste este trabajo?...Eres una chica atractiva e inteligente, seguro que puedes ganarte la vida de otra manera.

Ahí estaba la pregunta del millón...¿Qué hacía?...Julian me daba muy buenas vibraciones, se le veía buena gente, un hombre realmente sincero; sí bien con el corazón roto. Aunque por otra parte estaba el hecho de que él había pagado por mis servicios, es más, me había confesado que contrataba a putas para cubrir sus necesidades. Lo que me produjo un conflicto entre lo que me dictaba el corazón y lo que me decía la cabeza. Finalmente ganó lo primero; ¡y es que en el fondo nunca he dejado de ser una sentimental! :

-No lo hago exclusivamente por dinero, si solo fuera por eso, ni me lo hubiera planteado... Y mucho menos por el sexo. Me gusta cómo a cualquier hijo de vecino, pero no para dedicarme a ello de por vida... Lo hago por una persona, se ha metido en líos y quiero sacarlo antes de que cometa alguna locura que acabe por cerrarle las puertas. No podría soportar perderlo.

-¡ Vaya!, si que debes de estar enamorada de él.

-¿Enamorada?, ¿quién ha hablado de amor?.- Pregunté con sarcasmo.-... Es lo más parecido a un hermano que puedo tener y estando tan escasa de familia, no me puedo permitir perder a más gente.

Aquello debió de impresionarle, porque me miró con un brillo especial en los ojos, cómo de respeto. No quise decir nada más. Temía poder traicionarme. Al fin y al cabo, había entrado en su vida con una identidad falsa y pese a que me creía fuerte y fiel a mis principios; no sé que me pasaba, que cuando Julian me sonreía, me creía capaz de confesar la autoría del asesinato de Kennedy ó algo parecido:

-Confesión por confesión, ¿sabes por qué te he traído aquí?.

-Es una de las playas más bonitas de por Valencia. El lugar perfecto para perderse.

-Y en el que me declaré a mi esposa... - Dijo mirando hacia la playa.- No había vuelto aquí desde hacía años. Aunque no sé por que, está noche, cuando entraste en mi casa, supe que tenía que regresar.

-¿Regresar?. ¿Para que?.

-Supongo que para ir cerrando círculos. Soy demasiado mayor para ir dejando cabos sueltos en mi vida.

Me sentí halagada y al mismo tiempo la mayor estafadora de este mundo. Ese hombre me estaba abriendo su corazón, me estaba hablando de su futuro, y yo no podía dejar de pensar en Hugo, en que eso lo estaba haciendo por él, en que no podía, no debía sentir. ¿Pero realmente era así?, ¿realmente sólo me había metido en ese berenjenal por él?. Quería creer que sí, por ese sentido tan anticuado de la amistad que me habían inculcado desde niña, si bien en el fondo sabía que no. Mi vida, desde hacía mucho tiempo estaba carente de algo, y a pesar de que no era, -o mejor dicho, no deseaba ser consciente de ello-, aquella locura me había abierto puertas que de otra forma hubieran quedado cerradas para siempre...

Después de aquello deshicimos lentamente el camino andado. Recuerdo que poco antes de entrar al aparcamiento, Julian pasó un brazo alrededor de mi cintura y me acercó a él en un gesto tierno. Lo que me chocó, pues estaba claro que no buscaba sexo, ni una mujer que supiera escuchar; si no la clase da apoyo y consuelo que buscas en tu pareja cuando estás mal.

Sólo que nosotros no éramos pareja.

El motor del coche rugió potente en el silencio de la noche. En apenas cinco minutos Julian aparcó en el garaje de un edificio del centro, junto a la plaza del ayuntamiento... Una llave nos llevó directamente al ático y en cuanto se abrieron las puertas, entramos en su casa. Ahora, no entiendo por que, cuando vio aquel magnifico espacio, se apagó cómo una vela a la que por sorpresa extingues su llama:

-Julian, si quieres me voy.-Intervine de pronto rompiendo el silencio, poniendo sobre el tapete lo que podía ser una posibilidad.

-¿Porqué dices eso?.-Me preguntó confuso.

-No sé, parece que no quisieras verme aquí.

-No es por ti... Simplemente pensaba en la última vez que pasé la noche con una mujer en esta casa.

-¿Fue con tu esposa?...Lo siento.-Agregué de pronto, temiendo haber metido la pata. Sin embargo, él esbozó una media sonrisa y me miró divertido:

-No importa. Ahora puedo hablar de ello, no duele tanto... Si fue con ella... Desde que me casé, tuve la sensación de navegar entre dos aguas, sin realmente pertenecer a ningún sitio. Para los españoles no dejaba de ser un ambicioso yanqui que intentaba sacar el mayor beneficio en los negocios, y para los americanos era un europeo que había renunciado a sus raíces por una mujer... ¡¡Dios!!!, aquello me había amargado durante años. Sin embargo, aquella noche al regresar de Boston, a donde habíamos ido a la boda de mi hermano Steven, descubrí de cual era realmente mi sitio.

-¿Puedo preguntar que te hico cambiar?.

-Claro... El ser consciente de que estaba por encima de cualquier nacionalidad que pudiera poner en mi pasaporte... No me entiendas mal, quiero mucho a mis padres y nunca he renunciado a mis raíces, a mi infancia en aquella bella ciudad. Con todo, cuando aquel día la vi aquí, -dijo señalando una balconada que daba a la plaza-, supe que a quien realmente le pertenecía era a ella, a mi esposa... Pienso que por eso fui tan feliz a partir de entonces y por eso me dolió tanto su perdida.

-Es lo normal, todos hemos perdido a gente a quien amamos y hemos sufrido por su ausencia.

-Tienes razón... Me parece que por eso hemos conectado tan bien: Los dos hemos perdido demasiado en esta vida, aunque tú eres tan joven..., -señaló acariciándome la mejilla con una ternura que parecía no conocer limite-. No entiendo lo que me impulsa a contarte todas estas cosas, pero intuyo que si no lo hago, perderé la ultima oportunidad de sentirme realmente vivo en este mundo.

Aquello me dolió. En cualquier otra circunstancia esas palabras, sin lugar a dudas, me habrían conquistado, no obstante en aquel momento me destrozaron... Sus sentimientos estaban tan a flor de piel, se le veía tan decidido a superar el dolor, que cuando a la mañana siguiente desapareciese de su vida sin dejar rastro, le haría mucho daño... Julian era un hombre bueno y se merecía volver a sentir; ahora, yo no podía ayudarlo. Mejor dicho, no quería ayudarlo... No dejaba de repetirme que lo que nos había unido era una relación puramente comercial y si deseaba convertirme en una profesional, mi piedra angular tenía que ser: "No se pueden mezclar los negocios con el placer".

Sólo había un problema: Que yo no era una profesional.

El sentimiento de culpa invadió todo mi cuerpo con tal virulencia que pensé que acabaría conmigo. Creo que por eso lo besé con tanta fuerza en los labios, aplastando su cuerpo contra la puerta del ascensor, perdiendo el equilibrio al abrirse de improviso las puertas:

-Lo siento.-Logré pronunciar en medio de la carcajada nerviosa que había estallado tras la caída.

-No te preocupes... Soy demasiado cabezota para morir por un simple porrazo.- Dijo mientras lo ayudaba a levantarse.

Estar en aquella casa, fue cuanto menos extraño. Yo no me sentía a gusto, me parecía estar usurpando el lugar de otra mujer; si bien la presencia de Julian era demasiado seductora. Recuerdo que me besó nada más traspasar el umbral de la cocina, y de nuevo sentir estallar dentro de mí el fogonazo de salida... Sabía que ya no había vuelta atrás y tampoco me importaba.

A trompicones, como buenamente pudimos, buscamos un lugar en el que poder apoyarnos, cosa que no era fácil. La mesa de cristal, tremendamente seductora, hubiera sido el lugar ideal. Sólo había un pequeño inconveniente: Estaba muy lejos, al otro extremo de la habitación....Mis sandalias salieron despedidas, sus zapatos también... Julián me aplastó contra la pared, pegando su cuerpo contra el mío con el mismo apremio que en el aparcamiento; notando con claridad su pene rígido y grande contra mi sexo, pese a las capas de tela que nos separaban. La urgencia era demasiado fuerte, el deseo se había convertido en una droga de la que éramos adictos... De un manotazo tiró el jarrón y las cosas que había sobre el banco... Aún hoy puedo oír con claridad el ruido de cristales rotos al golpear contra el suelo, no obstante era algo... cómo tan lejano, que parecía estar sucediendo a miles de kilómetros de distancia, cómo en otra vida.

Julian me subió al banco de un único impulso y colocándose entre mis piernas me penetró sin más, sin preámbulos, sin esperas. Ni tan si quiera creo que estuviese realmente listo, pero era tal necesidad que teníamos de estar juntos, que superaba a cualquier lógica. Sus movimientos dentro de mí eran tan contundentes, que en cualquier otra circunstancia me habrían causado más dolor que placer. Era como si intentara conquistar un fuerte que se le resistiese, sin embargo era todo lo contrario..... No podía haber nadie en este mundo más dispuesta. Me abrí más a él, sin preguntas, sin condiciones, sin nada. Estaba ahí simplemente para hacerlo gozar. Y aunque me parece que fue consciente de ello, no desitió; es más, redobló su ataque. Cómo si intentara demostrarme algo, cómo si intentara corroborar que era el único dueño de cada célula y partícula de mí ser. Algo a mi modo de ver, inexplicable, ya que daba por supuesto que eso había quedado claro desde un principio.

Cada penetración era como la del cañón de una pistola al disparar: enérgicos y exactos. Jamás fallaban, siempre daban en el blanco. Admito que con mi pasado sexual, era algo a lo que no estaba demasiado acostumbrada. Rodeé sus caderas con mis piernas en un intento por contenerlo, si bien era imposible. Era como tratar de dominar un río desbocado con una hoja de papel. No sé puede. Mi mente intentaba que mi cuerpo se separara de él, buscar algo que sacara su polla de entre mis piernas; no obstante, mis caderas, traicioneras, con cada nueva entrada, se elevaban para recibirlo. Pensé que no podría soportarlo mucho más... El tiempo, la frontera entre el dolor y el placer se dilataron hasta que todo se convirtió en una argamasa demasiado compleja... Era tal la oleada de sensaciones, que creí que de un momento a otro la carne se me desprendería de los huesos...

No sé como, pero cuando estaba a punto de asociar la palabra dolor al sexo, entré en un territorio completamente nuevo. Sorprendente, diría yo. En un segundo, lo que antes era sufrimiento se convirtió en placer. Ahora no en un goce común, -eso ya lo conocía-, sino en una expresión nueva de la palabra, en la que el cuerpo parecía perder su conciencia, para entrar a formar parte de un conocimiento mayor.

Mis miembros caían laxos sobre mi cuerpo, ni sé, ni me importaba donde estaba....Solo quería que esta sensación no me abandonase. Aferrarme a ella el mayor tiempo posible...

Julian me cogió en brazos y me llevó hasta la cama a donde me depositó con sumo cuidado. En aquel momento, si hubiera tenido que desvestirme, me hubiera sido imposible; no tenía ni un ápice de fuerza. Gracias a dios fue él el que me quitó la ropa y me colocó entre las sabanas. Luego, de pie, frente a mí, se fue desvistiendo. No dijimos nada, un denso silencio flotaba sobre la estancia; sólo nos miramos a los ojos, cómo si intentáramos gravar a fuego cada imagen de esa noche para guardarla en la memoria.

Aquella fue la primera vez que pude verlo desnudo. Durante toda la noche había intuido la dureza de sus abdominales, la forma de sus nalgas, la redondez de sus hombros, el tamaño de su miembro; si bien no había podido verlo en su totalidad... Evidentemente era un hombre guapo, muy atractivo, con un cuerpo fibroso y bien musculado. Aunque si tuviera que quedarme con algo de él, sería con sus ojos: Tenía unos enormes ojos azules que destacaban sobre una piel dorada por el sol y un pelo negro, en el que comenzaba a entreverse alguna cana. Indudablemente, -sé que insisto mucho, ahora era algo que no pude quitarme de la cabeza-, era del tipo de hombres que no les hacía falta contratar a una prostituta.

Cuando terminó de desnudarse, se metió en la cama y pasando sus brazos alrededor de mi cintura, acercó su cuerpo al mío y me dijo al oído:

-Es tarde, será mejor que durmamos un poco.

Aquello me dejó a cuadros. Ese hombre había pagado una importante cantidad de dinero, ¿por dormir conmigo?. No lo entendía, ahora tampoco podía pretenderlo. Por muy madura que fuera para mi edad, yo seguía siendo una niña de apenas veinticuatro años y él un hombre que debía de estar por los treinta y cinco. Y pese a que no soy de esa opinión, he de admitir que la diferencia de edad es la diferencia de edad.

Dormí tranquila, en un sueño profundo y carente de pesadilla. Por primera vez la huida de Hugo no me carcomía el alma, y eso era muy importante. Si pretendía salvarlo, tenía que estar fuerte para poder seguir adelante con mi plan.

Me desperté bastante temprano, cuando apenas había salido el sol, y aunque sólo había dormido cuatro horas nunca me había sentido mejor. Estaba descansada, en paz, con la mente despejada. Un mágico silencio nos envolvía. Julian dormía profundamente a mi lado, con un brazo sobre mi cuerpo y una expresión de tranquilidad en el rostro. Creo que desde que lo había conocido jamás lo había visto tan feliz... Recuerdo que pasé un dedo por sus labios y una lagrima comenzó a deslizarse por mi mejilla; si nos hubiéramos conocido en otras circunstancias, otro gallo nos hubiera cantado.

Pero lo que es imposible, es imposible y no hay vuelta atrás.

Lo último que quería en ese momento era despertarlo. Así que lentamente, cómo buenamente pude, salí de entre las sabanas notando cómo algo se me rompía por dentro. Y es que en el simple hecho de haber dormido en la misma cama, había más intimidad, más complicidad si cabe, que en el de una noche de sexo desbocado.

Tal vez no fue lo más educado ni lo más correcto socialmente hablando; no obstante no tuve otra opción. Si me hubiera esperado a que despertase, no sé lo que hubiese podido pasar; si bien tampoco quería comprobarlo. Aquella había sido la primera noche de mi nueva vida, y lo que esperaba que fuera un infierno, acabó convirtiéndose en uno de las mejores veladas que había disfrutado nunca.

En el momento en que me metí en el ascensor y las puertas se cerraron, me vine a abajo; en la vida me había sentido tan mal. Necesitaba alejarme de allí a toda costa, pero hasta el ascensor parecía estar en mi contra. Era como si el mundo hubiese realentizado su ritmo hasta límites exasperantes, cómo si todo fuese demasiado duro, excesivamente pesado. Hasta me fallaron las fuerzas al abrir la puerta... Hubiese jurado que pesaba una tonelada. Y la luz, ¡¡por Dios!!, creí que me cegaba... Tuve que buscar a toda prisa las gafas de sol y ponérmelas para sentirme segura.

Caminé durante horas sin rumbo. Ni la lluvia, el dolor o... la vida lograron detenerme. Sólo sabía que tenía que seguir adelante, que tenía que buscar una solución; ahora, ¿cual?. Era indiscutible que en semejantes circunstancias mi cerebro no podía pensar; estaba saturado por el sufrimiento... No creo que hasta entonces hubiera visto las cosas tan negras.

Hasta que milagrosamente sonó el movil.

Si, sé que puede parecer una majadería, con todo, en aquella situación me salvó la vida. Aunque fuera para descender a los infiernos.

Era la dueña de la agencia. Llamaba para preguntarme si quería aceptar un trabajo, y le dije que sí antes de que pudiera terminar de hablar; sin preguntas, sin respuestas, sin condiciones... Solamente un avión me recogió en el aeropuerto de Manises y despararecí. Mejor dicho Alicia se esfumó y solo quedó Alexia. La fria y calculadora Alexia.

Tras Julian, tuve que emborracharme hasta las cejas para poder acostarme con el proximo cliente. Y es que por más que lo intentase, no podía ser la persona que pretendía ser..... En la vida diaria podía acutar cómo la mejor, ser la mejor chica de compañía de alto standing del mundo; -es más, en alguna ocasión, pensé que después de aquello me merecia un oscar-; pero en cuanto el sexo entraba en acción, fracasaba estrepitosamente... Opino que por más que lo pretenda, nunca he sido del tipo de chicas que se puede follar a un tipo si no siente nada por él; ( al menos conscientemente). Así que para mantener aquella farsa, para superar mis miedos, para superar todos aquellos pudores que pudiera tener, el alcohol y más tarde la cocaina, entraron a formar parte de mi vida.

Hasta que llegué al extremo de que necesitaba ir colocada para poder ejercer " mi profesión".

Se podría decir que conseguí mi objetivo... Hacerme notar, que se oyera hablar de mí, que mis actos llegaran a oidos de Hugo. Unicamente había un pequeño problema: que no era capaz de reconocerme en esas descripciones... Las fiestas, el ir de compras, los salones de belleza, el absoluto culto a cuerpo después de haberlo tenido olvidado durante tanto tiempo, era una refrescante novedad. Sin embargo, las orgias, los clientes especiales, los desmadres sin fin, el no tener ningún tipo de freno ni físico, ni moral no era en absoluto propio de mí. Al menos de la imagen que tenía de mí.

Pero me encontraba en una espiral sin fin de la que no sabía como salir. No tenía ningún control sobre nada; ni sobre mi cuerpo, ni sobre mi mente... Todo dependía de la proxima fiesta, del proximo cliente, del proximo viaje. Y si para eso me tenía que follarme a cuatro tios a la vez, ¿qué más dá?.

En pocas palabras: Me convertí en una adicta.

Sin embargo, no tan solo era adicta al alcohol y la cocacina, sino también al sexo. No sería honesta si dijera lo contrario... Si bien, cuando has recibido una educación tan católica cómo yo, es dificil de admitirlo. ¡Dios!, me parece que con todo este rodeo, lo que pretendo explicar es por qué cometí tantas locuras, -si eso es posible-. Aunque la idea en un principio ya fue bastante descabellada: Comprender cómo dos hombres como Hugo y Julian se enfrentaban al dolor, a la perdida del amor de su vida, poniendome en su misma situación..... Pero era imposible. Cada uno enfrenta al sufrimiento de una manera diferente... Lo único que conseguí fue herrirme más. No obstante ya no había vuelta atrás. Había entrado en una una espiral sin fin de sexo, alcohol y drogas, en la que enteré mi corazón bajo litros de esperma, en un intento por no sentir, por no pensar... Con todo, no puedes estar huyendo siempre de tus sentimientos, ya que definitivamente, más tarde o más temprano acaban atrapándote. Tanto es así, que en mi caso llegé al extremo de que los veía en cada hombre que pasaba por mi vida, en cada nuevo juego, en cada nueva metedura de pata que cometía... Nada, ni el sexo, ni las orgias, ni los juego de dominación, ni el alcohol, ni las drogas lograron borrarlos...

No recuerdo demasiado bien cómo, cuando o donde sucedió. Tengo imagenes borrosas de personas vestidas de cuero negro, alcohol y haber esnifado más coca que en toda mi vida; sólo sé que en ese momento toque fondo estrepitosamente... Lo siguiente imagen que tengo, es la de despertarme en un hospital de Roma con el cuerpo lleno de moratones y Anna lellendo a mi lado... Por lo que me contó, había aparecido en una cuneta cerca de Napoles y la policia al investigar mi identidad, habían dado con ella. Ella me había trasladado a su ciudad, y se habían hecho cargo de mí mientras había estado incosciente. Nunca me dijo nada, nunca me preguntó, nunca me pidió explicaciones. Solamente estuvo allí, me apoyo en mis peores momentos, me buscó una clinica en Valencia, me compró el billete de avión, me acompañó al aeropuerto y me despidió con un abrazo y muchos besos.

Cuando aterrizé de nuevo en Manises, mis padres, Marta, Paula, Yamila y todas mis amigas me estaban esperando. Jamás podré olvidar la cara de mi padre cuando salí de la sala de recogida de equipajes; sin embargo ellas, al igual que Anna, no me hicieron preguntas, solo me abrazaron y me demostraron que pasara lo que pasara, siempre estarían alli.

Decir que volví directamente a mi casa, a hacer vida normal, sería una mentira. Antes tuve que pasar una temporada en una clinica de desintoxicación.

Lo que no me esperaba fue lo que sucedió a mi llegada: La primera persona que ví fue a Hugo. Que sentado en la recepción me esperaba tranquilamente:

-¡¡¿SE PUEDE SABER QUE DIABLOS ESTÁS HACIENDO AQUI?!!.-Bramé avalanzandome sobre él con toda la furia contenida durante meses, enfrentándome violentamente a él. Sin embargo él no dijo nada, sólo se abrazó a mí con fuerza e intentó aplacar mi ataque, hasta que finalmente me derrumbé llorando en sus brazos.

Cómo más tarde me explicaron, Hugo había llegado a la clinica apenas unos días antes, después de haberse enterado de que una amiga también estaba enganchada. Eso le había hecho replantearse el camino que había comenzado, y decidió dar un giro a su vida que le devolviese algo de la cordura perdida. Pero, ¿era yo esa persona?. Sospecho que sí. Digamos que lo conocía lo suficientemente bien, cómo para saber que su grupo de amistades femeninas se circunscribía al mío. Y que yo supiera, ninguna del grupo estaba tan loca cómo yo para seguirlo en su particular descenso a los infiernos.

Recuperarnos fue una tarea titánica. Durante meses, pensé que no podríamos recomponer lo que un día tuvimos; de hecho, casi daba por sentado que los psicólogos acabarían recomendándonos que nos fuéramos a vivir a extremos opuestos del país, o no..., mejor dicho, del mundo. No obstante, no fue así. En todo momento trabajaron con ambos e intentaron que sanáramos nuestras heridas sin que rompiéramos una amistad de tantos años.

Y lo cierto es que lo consiguieron.

Unos ocho meses después de nuestro ingreso, salimos del centro dispuestos a enfrentarnos a la vida real. Pese a que no estoy demasiado segura de que la vida quisiera enfrentarse a nosotros.

Era incuestionable que lo que había sucedido había acabado saltando al dominio público; eso era algo normal y que casi esperábamos. Sabíamos que tal vez tuviéramos que dar muchas explicaciones, que tendríamos que defendernos en más de una ocasión; lo que no nos esperábamos era el rechazo frontal. En nuestra inocencia, pensamos que al ser de una clase social acomodada, no tendríamos las misma dificultades que el resto. Pero por lo visto nos equivocamos: Cuando eres drogadicto, lo eres de todas formas; da igual el dinero que tengas o el hecho de que estés luchando a brazo partido para salir adelante... El ver que personas a las que consideraba mis amigos, a las que quería de verdad te daban la espalda de aquella forma fue un golpe muy duro...

Aunque como se suele decir, quien más te quiere, más te hará llorar. Y en este caso la puñalada más grande nos la dieron nuestros padres: Cuando desaparecimos, nos buscaron sin tregua durante meses, sin embargo cuando nos encontraron y descubrieron todo el "pastel" algo cambió. Si es cierto que nos llevaron a la clínica, pagaron nuestro tratamiento y no faltaron a un día de visita; ahora en cuanto pusimos un pie en la calle, cortaron de una el flujo de dinero y noticias. No creo que nada me haya podido hacer tanto daño cómo eso. Lo viví como una auténtica traición... Y no por el dinero, -había salido adelante sola y sabía que podía volver hacerlo-; si no por lo que significaba la figura. Para mí, mi padre y mi tío eran dos héroes que había puesto en un pedestal desde niña, y el que intentaran echarnos de sus vidas por miedo al que dirán, con una sarta de excusas idiotas cómo única arma, me rompió el alma... Ahora, no contaba con mi madre y mi tía. Ellas nunca nos dieron de lado, ni se dieron por vencidas, y si bien en un principio se doblegaron a sus exigencias, tras un par de meses de lucha constante por ambas partes conseguimos al menos, recuperar la vieja costumbre de comer juntos los domingos.

Precisamente fue aquel primer fin de semana cuando me llevé el mayor susto de los últimos tiempos:

Antes de ir a coger el tren hicimos una pequeña escala técnica en el cajero automático para sacar dinero. Algo sin importancia. En teoría una parada de cinco minutos. Con todo, al ver el saldo de mi cuenta y descubrir que había una transferencia de más de tres millones de pesetas, estuve casi al borde de un ataque al corazón. Eso no me cuadraba... El finiquito de mi último contrato temporal no podía ascender a esa cifra; si no todo el mundo quería trabajar como dependienta en unos grandes almacenes... Lo más lógico era pensar que había sido una equivocación, que el dinero me había sido ingresado por error. Al día siguiente iría hablar con el director de la sucursal y lo devolvería. Pero en el momento en que iba a guardarme el extracto, me percaté de la procedencia y una pequeña luz iluminó el recuerdo de una noche... y de Julián.

Aquella había sido la parte más difícil de superar... Las heridas, los moratones, y los huesos rotos con el tiempo acabaron curándose, del alcohol conseguí rehabilitarme, por suerte no me contagiaron ninguna enfermedad venérea; ahora intentar sobreponerse a lo que había vivido aquella noche fue lo peor. Hugo había descubierto finalmente la existencia de Julian, -lo cierto, es que no sé por que me costó tanto hablarle de él y de lo que había sucedido-; no obstante en cuanto lo supo, actuó cómo la voz de la razón que siempre había sido... Me dijo que él no era el más adecuado para juzgarme y que debía comentárselo a la psicóloga del centro de seguimiento. Si bien, conociéndome tan bien como me conocía, me parece que fue inevitable que me hiciera la pregunta del millón:"Marián, ¿guardas tan buen recuerdo de aquella noche por que te sorprendió que una persona como él recurriera a una prostituta ó por qué estás enamorada de él?.

No pude contestar.

Mientras Hugo y yo comíamos con nuestros padres, sabíamos que teníamos dos cosas aseguradas: Que acabaríamos haumados con la barbacoa del jardín, y una sesión de ruegos y reproches por parte de nuestras madres. Pero lo cierto es que en aquella ocasión no nos importaba demasiado... Es más, incluso llegamos a decir que podía resultar refrescante, - cosa que en nosotros ya era todo un logro-.

El jardín de casa familiar tenía un medio muro que rodeaba la propiedad y hacía poco habían comenzado a plantar un seto para aislarlo de miradas curiosas; no obstante todavía no lo habían terminado, así que aquel día aún se podía ver la calle con bastante claridad... No se me podrá olvidar que durante toda la comida estuve bastante ausente, pensando en una y mil cosas y en nada a la vez. Sin embargo, en medio de mis ensoñaciones, hubo un momento en el que a través del humo me pareció vislumbrar una figura. Indefinida en principio, ahora poco a poco las formas se definieron, los bordes se fueron perfilando, hasta que pude ver su rostro con total claridad pese a la distancia. No había duda, era Julian.

Aquello me heló la sangre, devolviéndome bruscamente al pasado..... ¿Cómo diablos me había encontrado si ni sabía mi verdadero nombre?...

Por suerte, Julian tuvo el buen juicio de no intentar abordarme en aquel instante, y desapareció de nuevo de la misma forma en que había llegado.

Sin embargo, yo ya no tuve descanso.

En el viaje de vuelta apenas hable... Hugo no dejó de hacerme preguntas, de intentar averiguar que diablos me estaba pasando, hasta que finalmente se dio por vencido instalándonos en un incomodo silencio; pese a ello, yo no podía contestarle. Ni tan si quiera estoy demasiado segura de que pudiese hablar. Y tampoco puedo dar ninguna razón lógica que explique mi ensimismamiento. Únicamente sé que su rostro era completamente incompatible con la imagen de Julian, y a esas alturas del partido ganaba por goleada... Era como si ambos mundos no pudiesen combinarse y sólo pudiesen existir en paralelo.

Llegamos a casa a media tarde, cuando el sol comenzaba a ponerse en el horizonte:

-¿Te encuentras bien?.-Me preguntó Hugo repentinamente, poniéndome una mano sobre el hombro... No sé si fue el que rompiera ese denso silencio que parecía tener entidad propia, o por sentir un contacto físico, pero aquello me devolvió a la realidad de golpe. Y mi mundo en ese momento era él y mi vida como estudiante de universidad en proceso de desintoxicación, no Julian.

-Si perfectamente.-Afirmé con serenidad, y al ver que la expresión de preocupación no desaparecía, le estampé un sonoro beso en los labios intentando que los míos se curvasen en una media sonrisa.

Hugo desapareció sin decir nada poco después de llegar. No le pregunté. Desde su vuelta había una especie de acuerdo tácito entre ambos, en el que no nos preguntábamos por lo que hacíamos mientras estábamos separados. Lo único que sabía era que al final del día, regresaría a casa. Y eso era lo único que debía importar. Al fin y al cabo no éramos pareja y nunca lo seríamos... Sólo los mejores amigos, hermanos; ... bueno ya me entienden.

Después de aquella pequeña visita en casa de mis padres, no volví a tener señales de él durante días. Incluso me hice la ilusión de poder olvidar el tema y seguir con mi vida... Pero me engañaba. Era evidente que Julian había entrado en mi existencia con la intención de ponerla patas arriba.

Tras la salida del centro, teníamos que seguir un tratamiento: acudir a revisión cada cierto tiempo, a terapia semanalmente y seguir una serie de normas muy estrictas. Y hasta entonces no habíamos tenido ningún problema; nos sentíamos tan agradecidos por haber recuperado lo que un día tuvimos, que no hicimos más preguntas... Ahora, fuimos ilusos al pensar que podíamos mantener la pantomima durante mucho más tiempo. Estaba claro que en el proceso ambos habíamos cambiado, y teníamos que adaptarnos a las personas en que nos habíamos convertido.

Fue precisamente a la salida de la terapia, cuando lo volví a ver:

Al salir del centro descubrimos que durante la sesión había comenzado a llover. Mejor dicho, diluviaba, así que decidimos coger un taxi para volver a casa en vez de hacer el camino a pie. No era día para jugarse el tipo. Además, estábamos en plena época de exámenes, lo que significaba que si llegábamos antes a casa, tendríamos más tiempo para preparar los del día siguiente. Pero justo antes de meterme en él coche lo vi allí, al otro lado de la calle. No llevaba paraguas, aunque si una gabardina, si bien de poco le servía con ese tiempo:

-¿Quién es?.-Me preguntó Hugo al ver que no podía apartar la vista de él.

-Un amigo.-Le contesté concisamente. No me apetecía dar lugar a una conversación. No tratándose de él... Mejor dicho, no tratándose de ambos.-Voy a hablar con él, tu vete a casa si quieres. Nos vemos allí.-Agregué desviando la conversación hacia otro tema.

-De acuerdo.- Dijo mientras me besaba en la mejilla.-No te olvides que mañana tienes examen.

-No te preocupes, me acuerdo perfectamente.

Y estampándole un sonoro beso en los labios, crucé la calle.

Conforme me acercaba a él, notaba como las rodillas me temblaban, mientras mi mente me gritaba alto y claro:"¡¡¡Largo, márchate!!!... ¡¡¿Se puede saber que diablos estás haciendo?!!!". Aún así mis pies parecían tener vida propia, dirigiéndose a él sin remedio, sin dilación; cómo si ellos no albergasen las dudas que mi corazón sentía.

Me paré frente a él. No obstante no hablamos. No fuimos capaces de abrir la boca. Simplemente nos miramos a los ojos, como si nos lo pudiéramos decirlo todo con la mirada... Nunca había visto unos ojos tan hermosos, ni tan triste al mismo tiempo: Verdes, grandes, hermosos, que miraban todo con una avidez que desconocía por completo. Recuerdo descubrir que alrededor de ellos tenía una pequeñas arrugas, apenas imperceptibles a simple vista; ahora las raras veces que sonreía, se hacían un poco más visibles, iluminando más su mirada.

Al quedarme frente a él, no dijo nada. Ni tan si quiera hico un intento de conversar. Sencillamente se quedó allí, mirándome con respeto y cierto toque de ternura; cómo si sólo con mi presencia pudiese darle lo necesario para devolverlo a la vida:

-¿Que haces aquí?.-Logré preguntar finalmente. Y aunque intenté que mi voz sonara firme y rotunda, la verdad es que apenas me salió un débil y vacilante susurro.

-Quería verte.

-¿Por qué?.-Esta vez si que sonó tan clara y segura cómo pretendía.

-Porque te necesito....Te necesito mucho más de lo que te puedes llegar a imaginar.

Aquello me desarmó en un fulminante y único movimiento, -también era mucho más joven, y por tanto más impresionable-; sin embargo con él intenté ser todo lo dura que mis fuerzas me dejaron ser:

-Alicia.-Agregó mientras intentaba acariciarme el rostro, pero yo lo aparté de un manotazo y le espeté secamente:

-¿Cómo diablos sabes como me llamo?.

-Lo investigué. Cuando me desperté aquella mañana después de que te marcharas, me di cuenta que no podía soportar más la soledad... Fue mucho peor que tras la muerte de mi esposa, por que al menos con ella, sabía donde podía ir a llorar su recuerdo si el corazón me dolía demasiado... Pero contigo,... me habías llegado al alma y te habías ido mucho antes de que supieras lo mucho que me habías cambiado.

-De acuerdo, ya lo sé... Puedes marcharte si quieres.-Inquirí secamente, sin darle demasiada opción. He de admitir que en aquellas circunstancias Julian tuvo mucha más paciencia, de la que yo hubiera tenido en su lugar.

-No, no lo voy a hacer... Ahora que te he encontrado no me voy a marchar de tu vida.

Para ser honestos, yo tampoco quería que se fuera. Julian tenía algo indefinido, a lo que no sabía poner nombre, que me atraía poderosamente... Creo que desde Hugo, él fue el primer hombre por el que realmente estuve colgada.

Una cosa no se le podía negar, estaba en forma. Aquella tarde, pese a la lluvia, le hice correr la San Silvestre. Pero nunca se quejó, solamente caminó a mi lado, en silencio, sonriéndome con timidez cuando me descubría mirándole por el rabillo del ojo... Lo cierto es que incluso ahora, no me gusta ese tipo de comportamiento, en el que parece que la única solución que tienes es actuar cómo una adolescente de diecisiete años, cuando ya no lo eres.

Sentados en un bar, frente a una taza de café, me contó lo que había estado haciendo desde que nos separamos: Al despertarse a la mañana siguiente y descubrir que me había marchado sin decirle nada, sin despedirme, creyó que el mundo se hundía otra vez. Durante un tiempo se sintió muy mal para pensar con claridad. No comprendía lo que le estaba pasando... Desde que su mujer había muerto tenía las ideas tan claras, que no creyó volver a ser presa de los dictados del corazón. Sin embargo yo, en mi inocencia, le había roto los esquemas... Incluso acudió a un amigo psicólogo para que le ayudara a poner en orden sus pensamientos, y acabó descubriendo algo que todos nosotros sabíamos: No se puede poner freno a los sentimientos. Si te enamoras de una persona, lo haces con todas las consecuencias, sin mirar nada más. Y por lo visto él se había enamorado de mí.

Después de aquello, intentó buscarme. El primer paso fue ir a la agencia. Mi jefa le dijo que la única condición que le había puesto para trabajar, era que no repitiese cliente, no obstante no puso ninguna objeción cuando le pidió la dirección. Se la dio sin problemas. Aunque de poco le sirvió... Había sido lo suficientemente precavida para que no me localizasen. Y lo peor es que cuando fue a reclamarles, le dijeron que era algo normal que las chicas intentasen proteger sus identidades de cara a su familia... Aquello le llevó los demonios, ya que se vio atado de pies y manos. Sin pistas a seguir sobre mi paradero.

El siguiente paso fue contratar a un detective privado. Si el no podía dar conmigo por sus propios medios, pagaría para que me localizaran: Por suerte, yo no era ninguna terrorista evadida de la justicia, ni ninguna experta en el arte del disfraz. Sólo era una buena chica que se había descarriado por razones equivocadas. Y si bien tome muchas precauciones para que no me descubrieran, era indiscutible que no las suficientes para que un profesional me localizara con relativa facilidad:

-Y sabiendo eso, ¿aun sigues queriendo estar conmigo?.-Pregunté desconcertada.

-Te conocí por que pagué por tus servicios y has acabado cambiándome la vida. No soy quien para juzgarte... Cuando me dijeron tu nombre y donde vivías, vine dispuesto a hablar contigo, a decirte todo lo que sentía. Pero entonces descubrí que no tenía el valor suficiente. De repente, al verte tan serena, tal feliz, supe que debía reunir fuerzas para decirte que quiero estar contigo, que tengamos una relación... Bueno, si tu quieres.

Su voz sonó débil y temblorosa al final. Supongo que tenía miedo de que le rechazara.

Lo que él no sabía es que tuve que hacer gala de un verdadero auto control para no lanzarme sobre él y violarlo sobre la mesa del bar:

-Julian, si quieres tener algo conmigo, te tengo que decir que no va a ser nada fácil... Me estoy restableciendo.

-Lo sé.

-Parece que no me entiendes, -dije mientras notaba como se comenzaba a formar un nudo en la boca del estomago-, hay muchas cosas que en este momento no puedo hacer...

-Lo sé.-Volvió a decir sin dejarme terminar la frase.

-Pero...

-Vamos a ver.-Intervino dejándome de nuevo con la palabra en la boca.-....Te lo voy a poner más fácil, ¿lo que me estás intentando decir es que durante una temporada no podremos hacer el amor?.

Decir que me puse roja como un tomate maduro, sería todo un eufemismo; si bien es cierto que de improviso me sentí avergonzada ante tal alusión. Lo que era una completa tontería, ya que ese hombre me había visto desnuda, y no tan solo eso, si no que también habíamos follado de manera desbocada:

-Si.-Dije apenas con un tenue hilillo de voz.

-He de admitir que será traumático. Ahora el sexo siempre lo es, ya sea por una u otra razón... Sin embargo eso no ha sido lo que me ha impulsado a buscarte, -y cogiendo mi rostro entre sus manos me obligó a mirarlo a los ojos mientras agregaba -, lo que quiero es que me dejes entrar en tu vida.

-Eso es fácil, ya estás en mi vida... Aunque no sabría que etiqueta ponerte...

-¿A que te refieres?.-Preguntó extrañado.

-Contéstame a esto: Si tuvieras que poner una etiqueta a lo que somos, ¿cual sería?.

Ahí estaba el quid de la cuestión.

Julian frunció el entrecejo durante unos segundos pensando una respuesta. Estaba claro que él tampoco lo sabía, ahora tuvo la picardía suficiente de callarme, devolviéndome la pelota con la siguiente pregunta:

-¿Es tan importante para ti eso?...Alicia, estas corriendo demasiado... Además, opino que en este instante lo que necesitamos es darnos tiempo para digerir todo lo que nos ha pasado, y luego Dios dirá... ¿ No te parece?.

La verdad es que razón no le faltaba... Estaba adelantándome a los acontecimientos; lo mejor sería esperar y ver lo que el futuro nos deparaba.

Durante aquella tarde descubrí, que disfrutaba de su compañía tanto frente a un café, cómo cuando tenía sus manos recorriendo todo mi cuerpo. Quizás ese era el secreto, divertirse con la persona que tienes delante, sea cual sea la situación.

Julian tenía unos diez años más que yo, por lo que me ofrecía una perspectiva diferente de la vida, que me hizo abrir los ojos a mundos que de otra manera habrían pasado desapercibidos. Junto a él fui a las primeras exposiciones, a inauguraciones en locales de moda, a mis primeros conciertos en el Palau; me enseñó a amar la música clásica y la ópera, el arte en todas sus manifestaciones... Admito que fue un gran profesor.

Aunque tengo que aceptar que no todo fue positivo en mi relación con él... Hubo algo que me lo hizo pasar verdaderamente mal durante mucho tiempo: Si bien en un principio no quise que Hugo se enterara de mi relación con Julian, llegó un punto en el que no pude esconderlo más. Sin embargo, lo cierto es que si llego a saber el cisco que se iba a armar, mejor me calló. En mi vida lo había visto tan cabreado... (Y eso que nunca había criticado a ninguno de mis novios), no obstante, con él se cebó a gusto... No sé, en un principio pensé que no lo veía claro por la diferencia de edad, o por qué él representaba muchos de los estereotipos contra los que luchaba. Cuando esa teoría se me vino abajo, imaginé que seguramente lo que le molestaba era que había invadido nuestro sacrosanto espacio. Incluso en más de una ocasión llegué a especular que lo que había era una especie de estúpida rivalidad entre machos... Pero fuera lo que fuera, estaba claro, que no se llevarían bien por lo menos durante muuuuuuuuuuchooooooo tiempo.

Aunque, todo fue inútil. Nada consiguió hacerle cambiar de opinión, y eso me llevaba los demonios. En cierta manera cada uno representaba dos partes esenciales de mi vida: Hugo era mis raíces, mi pasado y las experiencias de toda una vida compartida, y Julian era mi futuro, la posibilidad de ser amada, de ser libre, inmortal, de ser la mujer que realmente quería ser.

Desde aquel encuentro a la salida del centro, observamos una única norma: Mi tratamiento era lo primero, por lo que seguiríamos todos los pasos que mis médicos me indicaran. Nada podía ser más importante que eso... Por suerte, desde el principio, consideraron que Julian era una presencia positiva en mi vida, por lo que de algún modo pude respirar tranquila a ese respecto...

Uno de los pilares en los que se basaba el programa de rehabilitación, era el que tenía totalmente prohibido cualquier tipo de relaciones sexuales; -hubo un periodo en el que hasta cualquier tipo de besos estaba vedado-. Ahora, gracias a Dios conseguimos superarlo... Dejando que poco a poco el sexo fuera entrando en nuestras vidas. Primero en nuestras conversaciones, luego con besos, más tarde pasamos a las caricias; a lo que vulgarmente se llama " meterse mano por las esquinas". ( Quién nos hubiera visto en aquella época, hubiera dicho que nos estábamos comportábamos cómo adolescentes), ¿pero que quieren?.... Éramos dos personas activas sexualmente hablando, entre las que había una química muy fuerte, en unas circunstancias muy especiales... Demasiado especiales, diría yo.

Quizás fue por Julian, quizás fue por Hugo ó simplemente porqué tuve la valentía suficiente para afrontar todos mis problemas. Pero fuera por lo que fuera, lo cierto es que conseguí recuperarme a buen ritmo. Mi psicóloga estaba gratamente sorprendida. Tanto como yo estuve cuando me dijo que podía tener relaciones sexuales cuando quisiera... Me quedé de piedra... De hecho tardé varios días en reaccionar. Tiempo que utilicé para pensar y considerar como quería que fuese ese momento.

Y cuando definitivamente lo tuve claro... Llamé a Julian al trabajo:

-¿Diga?.-Me contestó una voz familiar al otro lado de la línea telefónica.

-¿Julian?...Soy Alicia.

-¡Ah!, hola guapa....Estaba pensando en ti.

-Espero que bien... -Contesté notando cómo mis labios se curvaban involuntariamente en una maliciosa sonrisa.

-Y tanto....Simplemente estaba echando mi imaginación a volar...

-¡Uuuhmmm!.-Solté sin dejarle terminar la frase.-¿Por qué no me cuentas algo?.

-No puedo, es demasiado comprometido para contártelo ahora. Además tengo una reunión dentro de cinco minutos... Y no sería demasiado profesional presentarme tarde, - concluyó con evidente sorna-, y... digamos,.... con la cabeza en otra parte.

-¡Lastima!...-Exclamé de nuevo sin poder evitar que se me escapara una risita tonta .-¿ Estás en Valencia?

-Sí, ¿por qué?

-Nada..., sólo quería invitarte esta noche a cenar en mi casa. ¿Por qué no vienes y me cuentas todo lo que se te estaba pasando por la cabeza?

-¿En tu casa?.-Preguntó desconcertado.-¿Y Hugo?.

-No te preocupes por él, yo me ocupo de todo. Tu preséntate allí a las nueve y media. ¿De acuerdo?.

-De acuerdo... Nos veremos esta noche... Besos.

-Besos también para ti.

Tras colgar el teléfono, me fui de tiendas. Tenía el tiempo justo para prepararlo todo. Quería que aquella noche fuera perfecta. No me podía permitir que algo fallara... Tanto es así que me gasté más del sueldo de un mes entre la comida y la ropa que compré para la ocasión. Pero ni la perspectiva de los números rojos me importó... Nada, ni nadie sería capaz de ponerme de mal humor. Estaba demasiado contenta para que alguien me bajara de las nubes.

O al menos eso pensaba.

Cuando llegué a casa me extrañó encontrarme a Hugo viendo la tele en el salón, y al pasar por delante de él con las bolsas de la compra, su expresión cambió radicalmente. Fue cómo si de repente, la persona que estaba ante mí no fuera la misma. Era incapaz de reconocer en aquellos ojos fríos, enfadados, casi sin vida a mi mejor amigo, a mi hermano. Sin embargo, decidí seguir la tónica habitual desde que salía con Julián y simplemente lo ignoré. Seguí mi camino hacia la cocina como si no lo hubiera visto, y una vez allí comencé a prepararlo todo para mi cita:

-Vaya, parece que has tirado la casa por la ventana.-Dijo en tono sombrío desde el vano de la puerta.-¿Se puede saber que celebras?.

-¿Necesariamente he de celebrar algo para preparar una buena cena?- Le contesté tirando balones fuera, y del mismo modo agregué:- ... Además, pensaba que no estarías en casa. Me dijiste que habías quedado.

-Y así es. Pero no me desvíes el tema que te conozco. Es imposible que hayas comprado tanto, simplemente para cenar tu sola.

-Bueno... Es que no voy a cenar sola... -Y al mismo tiempo que cerraba los ojos preparándome para el chaparrón que se me avecinaba, añadí: -He invitado a Julian.

-Pensaba que Alonso os tenía prohibido que estuvierais a solas en casa.

-Lo que nos prohibió fue que nos acostáramos, no que cenáramos juntos y pasáramos una agradable velada los dos a solas.- "¡Mentirosa!, Si nunca le has podido ocultar nada a Hugo, ¿por qué diablos lo haces ahora?", me gritó desesperadamente mi conciencia. No obstante, decidí pasar olímpicamente de ella y seguir en mis trece.

-Ya, y yo voy y me lo creo.-Y para muestra esgrimió el tanga recién comprado que había en una de las bolsas.

-Nunca me ha gustado que urgen entre mis cosas, y menos tu.-Espeté quitándoselo violentamente de la mano. Y lo más hoscamente que pude agregué: -Dime Hugo, ¿qué es lo que pretendes?, ¿ ponerme de los nervios?... Pues que sepas que no lo vas a conseguir... Mira, por mucho que te quiera, lo mío con Julian no es asunto tuyo y no quiero que te entrometas.

-Ya veo que lo ha conseguido.

-¡¿El que?!.-Bramé casi al limite de mis fuerzas.

-Comprarte.

Decir que se me heló la sangre sería quedarme corta. Juro que si en aquel momento me hubieran pinchado, no me hubieran sacado ni una gota... Pero por suerte, tras el choque inicial, el volcán estalló. Nunca he sido una persona violenta, es más, durante toda mi vida he evitado las discusiones; sin embargo, cuando me tocan las narices lo suficiente, exploto como cualquier hijo de vecino... Sólo que cuando eso sucede, quítate del medio; por qué normalmente, si te encuentras en mi camino, seguro que la onda expansiva acaba matándote... Aunque normalmente Hugo sabía como librarse de mis ataques, -tal vez por el cariño que le tenía, quizás porque no me había dado motivos para ello-. Si bien en esas circunstancias, estaba haciendo oposiciones para ganarse el primer puesto:

-¿Como... que me... ha comprado?.-Le interpelé notando como en la boca de mí estomago se estaba formando la erupción volcánica.

-Vamos a ver, si no es nada malo... Al fin y al cabo es bien sabido que todo el mundo tiene un precio. -Dijo intentando quitarle hierro al asunto; con todo la fastidió al añadir: -Sólo es que pensaba que tú eras demasiado inteligente, para caer en este juego.

-Gracias... Supongo.-Le contesté mordiéndome la lengua otra vez. La verdad es que en ese momento no sabía si reír, llorar o matarlo a golpes.

-Aunque pensándolo mejor, probablemente no seas tan tonta como pensaba... Estando con Julian tienes el futuro asegurado: Buena posición económica, contactos en las altas esferas y una vida resuelta.

Repito que en mi vida he sido una persona violenta. Nunca se me ha pasado por la cabeza hacerle daño ni a una mosca. Ahora, juro por lo más sagrado, que lo que me provocaba en ese momento era cruzarle la cara de un bofetón. No obstante, lo que hice fue cerrar los puños con todas mis fuerzas y morderme la lengua hasta hacerme sangre. Sabía que si lo hacía, el que hubiera salido ganando sería él. Llevábamos juntos el tiempo suficiente, cómo para adivinar el juego del contrario antes de que se produjera, y en este caso, lo que pretendía era que me enfadara, que me enfrentara bruscamente a él. Eso le reafirmaría en sus convicciones; no ante nuestros amigos, no ante nuestros parientes ó nuestros padres, sino ante nosotros mismos... Una extraña manera de demostrarme que para él, mi relación con Julian era un auténtico problema... Si bien es cierto que todavía no comprendía demasiado bien por qué:

-¿Tanto té molesta que sea feliz?.-Pregunté finalmente, agarrándome al banco de la cocina para intentar no perder los estribos.

-¿Feliz?.-Inquirió ofuscado, cómo si de repente me hubiera desviado del tema y me hubiese puesto a hablar en chino: - No deseo otra cosa en este mundo, Ali... Lo que no quiero, es que salgas herida.

-¿Y como puedo salir herida cuando desde que nos conocemos me ha llevado en bandeja de plata?. ¿Cuándo nunca me he sentido tan querida, tan protegida, tan... bien?.....Hugo, en mi vida me he sentido mejor... ¿Por qué no me puedes apoyar en esto?.

-Lo sé, pero tu no has conocido el mundo de la prostitución y de los bajos fondos tan bien como yo... ¿Quien te dice que no está enfermo?.

-Si te refieres al SIDA, nos hacemos juntos los análisis cada tres meses... Y te tengo que decir que estamos limpios.

-No lo sabía.- Dijo bajando la cabeza, sintiendo una repentina vergüenza.

-Vivimos juntos, pero no somos pareja. No tenías por qué saberlo...

Aquello me dolió más a mí que a él, si bien no me dejó ninguna otra opción. Cuando se ponía en ese plan o tirabas a matar ó acabas muerta.

A pesar de que él también disparaba con bala y generalmente daba en la diana:

-Ya lo sé, ¿Alie, de verdad que nunca te has preguntado por que nadie de la agencia te ha molestado después del accidente?.

-No tienen por qué... Entre en ella con una identidad falsa... Para algo nos tiene que servir, que uno de nuestros amigos sea uno de los mejores hackers del país. Él se encargó de construirme una buena identidad que no pudiera ser descubierta y cuando salí de ello, fue destruida. Alexia murió.

Sabía lo que había implícito en sus palabras... Era plenamente consciente de que había tenido mucha suerte en mi descenso a los infiernos. Me había movido en un mundo en el que hay redes de trata de blancas, drogas, armas, demasiado peligro con el que yo había estado jugando durante demasiado tiempo. Y nada de ello me había afectado en exceso... Nunca lo olvidaba y daba gracias todos los días por ser tan afortunada. Sin embargo, Hugo tenía otro punto de vista: Según él, Julian había pagado por mí, por mi libertad, por qué pudiera volver a mi vida anterior. El que se sintiera atraído por mí, por mi cuerpo, por mi carácter, por mi inteligencia nada tenía que ver... Según mi punto de vista, había otras muchas cosas por las que un hombre podía estar a mi lado:

-Hugo, sabes lo mucho que te quiero... Espero que eso no lo pongas en duda. Y sabes que siempre he deseado lo mejor para ti... Siempre... Me alegré cuando conociste a Ralph; lo sabes... No me opuse a que viviéramos los tres juntos en esta casa, es más; preparé una fiesta de bienvenida... Lo mismo que estuve contigo cuando lo llevaste al hospital.-Al ver que una lagrima comenzaba a deslizarse por su mejilla, le pregunté: -¿Quieres que siga?.

-Nó, no hace falta.

Me rompió el corazón tener que recurrir a ello, ahora como he dicho antes, no tuve otra opción. Si bien el tema de Ralph en cierta manera estaba superado, también es verdad que intentábamos tocarlo lo menos posible. Se había convertido en una especie de barrera, de obstáculo que no lográbamos saltar:

-Lo siento.-Aseguré abrazándolo fuertemente. No soportaba haberlo hecho llorar.

-No te preocupes... -Me musitó al oído con esa innata serenidad que venía de fábrica: -Si en el fondo sé que tienes razón... Me parece que lo que me pasa es que me cuesta admitir que estoy celoso.

Eso si que era una sorpresa:

-¿Celoso?.¿De que?.

-De no ser ya el único hombre de tu vida. De que te importe más Julián que yo... -Y cuando iba a protestar, Hugo atajó, añadiendo: -Sí, sé que es lo más lógico, que es tu novio... Admito que en el fondo, lo que pasa es que por muy homosexual que sea, no estoy exento de dejarme llevar por los celos, por ese sentido de posesión; que aunque niegue que existe, lo tengo tan enraizado como cualquier hetero. Sólo que lo dejo aflorar muy de vez en cuando.

Y dicho esto, cogió su cazadora y salió de casa tan deprisa, que no me dio tiempo a reaccionar.

Para empezar, nunca me ha gustado que me dejen con la palabra en la boca, y menos si era Hugo el que lo hacía. De haber sido en otras circunstancias hubiera ido tras él y lo hubiera estrangulado; no obstante en esta ocasión lo dejé escapar con vida... No voy a negar que me preocupaba la forma en que se había ido, aunque la verdad es que tenía demasiadas cosas en la cabeza, y sólo me podía enfrentar a ellas de una en una... Así que en este caso decidí esperar acontecimientos y ver lo que pasaba.

Ahora me tocaba preparar lo de aquella noche. Al fin y al cabo en apenas un par horas, tenía una "cita muy importante":

Lo primero era la cena. Después de meses de comidas, de cenas en restaurantes de todo tipo y lugares emblemáticos gastronómicamente hablando, conocía los gusto de Julián a la perfección. Por lo que preparé una cena que ante todo le sorprendiera... El paso siguiente era el vestuario. Eso fue lo que más me costó decidir, -al fin y al cabo no dejaba de ser una estudiante de psicología, mientras que él era un empresario de éxito-. Pero entonces tuve una idea brillante para hacer la noche más "sugestiva"...

Al mismo tiempo que lo preparaba todo, no podía dejar de sonreír... La verdad es que desde el principio de nuestra relación, Julian tenía ese efecto: El de hacerme reír, sentirme bien, el de estimular mi imaginación... Por qué sino, no me explico de donde saqué la idea para montar aquel juego tan sensual.

Frente al espejo de mi dormitorio, vestida para la ocasión, me interpelé en voz alta:

-Alicia, ¿realmente no te habrás vuelto loca?.

A la que por desgracia no recibí respuesta... Tampoco creo que la hubiera. Lo cierto es que loca o cuerda, no pensaba echarme atrás. Me sentía demasiado bien, demasiado a gusto,... demasiado segura de mí, de mi sexualidad, que no había lugar en mi cabeza para ningún tipo de dudas.

Frente al espejo, me contemplé por última vez antes de colocarme en mi lugar para la cena: Llevaba una camisa de hombre blanca, corbata rosa, una americana de Hugo y sombrero de ala corta negro. Debajo únicamente un corpiño de encaje blanco con ligero, unido a unas medías de red de color carne... Parecía una gangster demasiado sexy ó una bailarina de striptease... Justo lo que pretendía.

Cómo siempre, Julian llego puntual a nuestra cita, sin embargo en lugar de ir a abrir la puerta cuando tocó, se la encontró semiabierta, y un caminito de palmatorias le indicaba que al final de él, en el salón, yo le esperaba sentada en un sillón. Fumando en una habitación en semipenumbra, iluminada únicamente por multitud de velas esparcidas por todos lados:

-¡Vaya!.-Soltó gratamente sorprendido.-Estás muy guapa.

-Me alegro de que té guste.-Afirmé al mismo tiempo en mis labios se dibujaba en una tímida sonrisa. Ahora, cuando se acercó a besarme lo reprendí gritando: -¡No!, siéntate,.. -agregué señalando un butacón frente a mí-,... Tengo preparado algo para ti una sorpresa que nunca olvidarás.

Julián me miró desconcertado, si bien no dijo nada. Solamente sonrió y se sentó en el lugar que le había indicado:

-¿Puedo saber que es lo que me has preparado?.

-Todo a su tiempo... Todo a su tiempo.-Reiteré descruzando lentamente las piernas.

-Por el momento no puedo negar que me gusta lo que veo... Es todo muy sugerente.-Terminó la frase esbozando una maliciosa sonrisa.

-Gracias.-Dije mientras esbozaba una irónica sonrisa.- Eso es lo que pretendía,... aunque no me distraerás.- Subraye al ver que me guiñaba un ojo pícaramente.- Esta noche he preparado un juego muy especial para ti, y si eres un buen chico puede que te llevarás un regalo que nunca olvidarás.

-¡Uuuhmm!... Eso suena bien.

-Y sabe mejor.-Agregué mientras tapaba sus ojos con un trapo.

-¿A que viene esto?.

-No te preocupes, es la primera parte del juego.-Contesté estampándole un sonoro beso en la frente.

Había dejado en la cocina todos los platos preparados. Así que cogí los dos primeros y los llevé al salón, a donde los puse sobre una mesita de cristal, que había al lado del butacón en el que Julian estaba sentado:

-Abre la boca y dime si te gusta.

-Uuuhmmm, ¡ostras, que buenas!...¿Pero... ?.

-Nada de preguntas.-Intervine antes de que pudiera terminar la frase.-Esta noche mando yo.

A lo que obedeció mansamente, sin contradecirme.

Las ostras solo fue el aperitivo. Una a una se las fui dando y cuando terminó el plato, lo bese en la boca y le dije al oído con mi voz más erótica:

-Buen chico, te mereces un premio.

-¿En cual estabas pensando?.-Me preguntó rozando tímidamente, en cuanto apenas, el muslo. Una invitación tenue de lo que ambos estábamos deseando...

-Todo llegará, cariño... Todo llegará... Entre tanto, ¿qué te parece un pequeño adelanto?.-Le inquirí sentándome sobre su regazo y metiendo su mano bajo mi camisa, le dejé que me tocara el body y llegara hasta mis pechos, para luego sacarla y besarla dulcemente.

-Me gusta... Me gusta mucho mi premio...

-Me alegro.- Respondí mientras me levantaba e iba a la cocina a por otro plato.

Esta vez le tocaba el turno a una ensalada con varios tipos de mariscos, y una vinagreta que él mismo me había enseñado a hacer. Y tornándome a sentar encima de él, comimos del mismo plato, riéndonos, disfrutando, rozando nuestros labios tras cada bocado, robándonos algunas caricias y cuando acabamos:

-¿Y cual será ahora mi recompensa?.-Sondeó ansioso... Percibía que él estaba tan excitado cómo yo y eso me gustaba, por qué me incitaba mucho. Haciéndome aún más osada si eso era probable.

En esa ocasión me desabroché unos botones y metí su mano por la abertura, guiándola hasta debajo del corpiño, dejando que acariciara mis pechos, que atrapara el pezón con sus dedos y lo oprimiera hasta que se puso duro y erecto:

-Tengo sed.-Dijo de pronto mientras sacaba bruscamente la mano.-¿Tienes algo para beber?.

-Claro.

Junto a mi sillón había dejado una cubitera con una botella de champagne enfriándose y dos copas. Así que simplemente fui, vertí el liquido cristalino sobre una de ellas y regresé a él, para dársela beber en la boca:

-Gracias... ¿Qué prueba me toca ahora?.

-Besarme.-Dije sentándome en su regazo y acercando mis labios a los suyos.

-Eso me gusta.

-Me alegro.-Afirmé mientras le quitaba la venda de los ojos.- Por qué has superado con éxito la primera parte del juego.

- Nunca deja de sorprenderme lo hermosa que eres.- Cada vez que oía esas palabras no podía evitar que un nudo se me formara en el estómago; supongo que ya en ese tiempo, no me sentía digna de él.

-Pero todavía no ha llegado el premio gordo.-Espeté levantándome y comenzando a andar a su alrededor.-... Quiero que esta noche, me cuentes todas y cada una de tus fantasías... Quiero saber lo que se esconde en esa cabecita, -agregué agarrándola del pelo y agitándola con fuerza-, en lo referente al sexo.

-¿Estás segura de que es eso lo que quieres?.

-Totalmente.-Contesté aflojándome el nudo de la corbata.

-¿Y que gano yo con todo eso?.

-Julian, ¿te tengo que hacerte un esquema?.-Inquirí con ironía y para remarcarlo levanté una ceja al mismo tiempo que descruzaba las piernas, permitiéndole un primer plano de mi ropa interior.

-No, me parece que no hace falta.

-Bueno, pues cuéntame.

Antes que él, otros hombres me habían contado sus fantasías, incluso había convertido en realidad alguna de ellas, sin embargo siempre las había encontrado algo repetitivas y hasta algunas de ellas con cierto toque de vulgaridad. No obstante, en las de Julian no había nada de eso... Iban desde las típicas de menage a trois, orgías, hasta algunas mucho más refinadas y selectas. Otra cosa tal vez no, ahora no se le podía negar que tenía mucha imaginación y un extenso vocabulario en lo que al terreno sexual se refiere:

-¿Que, te ha gustado?.-Preguntó esbozándome una sarcástica sonrisa. Desafiándome con la mirada.

-Mucho... La verdad es que no podría decir lo contrario.-Dije mientras notaba cómo el fuego comenzaba a subirme desde la boca del estómago.

-¿Y mi premio?.

-Tienes razón... Aquí está tu regalo.-Y levantándome de la silla puse en marcha la cadena para hacerle un striptease en toda regla, al son de la banda sonora de nueve semanas y media. Sólo que cuando llegué al corpiño me paré.

-Precioso... Ahora tu.

-¿Ahora yo, que?.-Solicité sorprendida.

-Cuéntame tu más inconfesable fantasía.

-La verdad es que me da vergüenza contar nada después de ti.-A lo que él arguyó con una leve elevación de cejas y una sensual sonrisa, incitándome a continuar.-... Esta bien. Si así lo quieres...

Fantasía, lo que se dice fantasía no creo que sea; pero si es algo en lo que he pensado mucho en los últimos tiempos. Cómo bien sabes, a mí me educaron a la antigua usanza, y si bien he superado todos mis tabúes con respecto al sexo, si que hay lugares en los que yo, Alicia, me gustaría hacer el amor.

-¿Cómo cuales?.-Me interrogó mirándome fijamente, con cara de póquer.

-En las aulas de la facultad... En los lavabos... En la mesa del profesor... En la biblioteca... Me parece que esta etapa de abstinencia forzosa a disparado mi imaginación, distrayéndome de mis estudios... Imagínate estar en mitad de una clase, en la que el profesor te está intentando explicar algo sobre la teoría del comportamiento y tú te pones a fantasear: El que primero desaparece es el profesor, ¡puf!, cómo por arte de magia, luego el resto de tus compañeros y me quedo sola en aquella inmensa sala. Al principio me asusto por qué no sé lo que pasa. La sensación de descontrol me desborda, no obstante, al poco apareces tú, y la serenidad vuelve a mi vida... Llevas unos vaqueros y ese jersey de cuello alto blanco que tanto me gusta.

Apenas hablamos, sólo nos miramos. Las preguntas se agolpan en mi boca, pero no sé porque, no tengo fuerzas para sacarlas... Únicamente soy consciente del azul de tus ojos... Entonces me besas... Si bien no es un beso casto, de esos que nos damos últimamente para cumplir con el requisito, si no uno de esos largos y apasionados que te dejan sin respiración. Y cuando finalmente vuelvo a abrir los ojos, mi único deseo es sentir de nuevo tu cuerpo... ¡Lo he echado tanto de menos!...

El segundo beso pone en marcha los motores. Nuestras lenguas se entrecruzan salvajemente al mismo tiempo que nuestras manos comienzan a calentar nuestros cuerpos... Lo primero que vuela es tu jersey. Te tengo finalmente para mí, con el torso desnudo... Mis labios comienzan a descender por tu cuello, por tus hombros, por tu pecho. Sin embargo tú interrumpes mi bajada, y cogiendome por la cintura me sientas en un pupitre, al mismo tiempo que tus manos se van directamente a mis vaqueros. Uno a uno desabrochas los botones hasta dejarlos totalmente abiertos, entonces me obligas a tumbarme y me los quitas tirando fuertemente de las perneras.

-Seguramente llevarías la misma ropa interior que ahora.-Intervino Julian súbitamente.

-Difícilmente.-Atajé secamente, y esbozando una erótico sonrisa añadí: - Es un capricho que me he permitido para esta noche en especial.

-¡Dios, que calor hace!.

-¿Quieres más champagne?.

-Sí, por favor.

Así que de la cubitera que había a mi lado le serví de nuevo otra copa y me acerqué a él para dársela. Ahora, en vez de beber, lo que hizo fue dejarla rápidamente en el suelo, amarrarme por la cintura y tirar de mí hacia él, haciendo que cayera en sus brazos:

-¿No te parece un aperitivo demasiado fuerte para un hombre que está a dieta?.

-Fuerte no, duro quizás.- Añadí moviendo ligeramente las piernas, en referencia a esa cosa grande y dura que notaba bajo los pantalones.-Pero de todas formas, si lo que deseas es comida puedo servirte el siguiente plato; la cena nos está esperando.

-No tengo hambre de comida, si no de ti.- Dijo besándome en los labios.

-Todo a su tiempo... Todo a su tiempo, cariño. Veras como cuando llegue la recompensa, lo agradecerás... ¿O es que acaso no te gusta lo que estamos haciendo?... Por qué si te aburres...

-¡¡Aburrirme!!, ¿contigo?.-Cortó de una antes de que pudiera terminar la frase.-Opino que eso es materialmente imposible... Únicamente es que no sé si podré llegar hasta el final. En ocasiones la edad puede jugar malas pasadas.

-En tu caso no lo creo... Seguro que cumples mis expectativas mejor de lo que crees. Eres mucho más fuerte de lo que te piensas.-Conteste mostrándome tan firme que hasta a mí me pilló por sorpresa. Y sin darle tiempo a hacer ninguna maniobra de última hora, me levanté y regresé a mi puesto frente a él; adoptando mi posición de cuenta cuentos para mayores.-: Vamos a ver... ¿A donde habíamos dejado la historia?...¡Ah, sí!. Ya me acuerdo... Tus manos recorren mis muslos, rozándolos, haciendo que el vello se erice a tu paso. A la sazón me sonríes y acercas tus labios a los míos, cubriendo mi cuerpo por completo... Es la primera vez que te siento tan cerca de mí en meses, y no voy a negar que eso me hace feliz... Mi sexo está hipersensible, te echa de menos, tanto, que en aquel momento casi puedo dibujar los contornos de tu pené, grande, fuerte, duro, pese a que está encerrados en los vaqueros.

Con pereza, nuestras bocas se separan mientras desciendes por mi cuerpo... Pero antes de alcanzar tu objetivo final entre mis piernas, haces una pequeña parada en mis caderas, a donde coges el borde de la camiseta y lo subes hasta las axilas; haciendo que mis pechos queden al descubierto, a los que prestas una especial atención: Primero apartas la tela de una copa del sujetador, dejándolo libre y antes de que pueda reaccionar, ya has atrapado los pezones con los dientes... ¿Tienes calor?.-Le pregunté frenando en seco mi relato, al ver que se estaba quitando la americana y empezaba a desabrocharse la camisa hasta dejar su pecho al descubierto.

-Si, el ambiente se está caldeando más de lo normal.

-¡Vaya!, ¿quieres que abra la ventana?.

-¡¡No!!.-Gritó de improviso, pegándome un susto de muerte... Se notaba a distancia que estaba excitado, pese a que haciendo un intento por serenarse, por mantener el control, respiró hondo, añadiendo con voz más pausada: -Continua por favor.

-De acuerdo. Tus labios comienzan a succionar mi pezón haciendo que este se enrojezca como una cereza madura... En ese momento lo dejas y te diriges hacia el de al lado, para hacer lo mismo. Pero esta vez, cuando terminas, mordisqueas el vello de alrededor para después bajar por mi vientre hasta mi sexo: húmedo, tan húmedo cómo lo esta ahora.

-¡My God!.-Exclamó revolviéndose en el sillón. Notando como la erección era completa, pese a estar aprisionado por los pantalones. Entonces bajó la cremallera, se sacó el miembro y tomándolo con una mano agregó: -Sigue, por favor.

-Está bien.-Aunque en esta ocasión era yo la que estaba tremendamente distraída.

Proseguir a partir de entonces me resultó tremendamente difícil, ahora, aún así lo intente. Me centré en mi misma y me inhibí de lo que estaba viendo. Al fin y al cabo estaba cumpliendo una vieja fantasía:

-Tus manos recorren mis muslos, dejando una estela de fuego a su paso, cómo si mi cuerpo fuera capaz de reconocer a su amo y señor. Doblegándose a todos y cada uno de tus deseos. Tus ojos me miran directamente, hay en ellos una expresión pícara que me divierte... Entonces te arrodillas frente a mí, mientras de repente me llega un leve perfume. Es tu colonia, un aroma que siempre me ha vuelto loca; supongo que soy una chica demasiado fácil, -dije saliéndome momentáneamente por la tangente-,... Fuera de mi campo visual, siento como tus manos primero apartan la braga, dejando mi coño totalmente expuesto ante tus ojos; lo que eleva mi nivel de excitación aun más si eso es posible. Sé que está húmedo, expectante, completamente dispuesto para ti. Cuando tus labios entran en contacto con mis clítoris, cierro los ojos, extiendo los brazos y me dejo llevar.

Primero noto tu boca succionando mi clítoris, bajando por los labios, introduciéndose dentro, subiendo. Noto como tus dientes atrapan el cuerpecillo otra vez. ¡Dios, es increíble!, el orgasmo, sentir esa sensación incluso antes de pensar en penetrarme...

Al mismo tiempo que lo estaba contando, Julian, delante de mi se masturbaba... No sabría decir que me excitaba más, si eso, lo que estaba contando o el poner en escena aquella "pequeña función"; sin embargo no estaba demasiado segura de poderlo mantener durante mucho más tiempo. Las fuerzas me empezaban a flaquear. La abstinencia y la terapia me había ayudado a controlar mis desmedidos deseos de sexo, pero no me había enseñado a no tener fantasías, a no desearlo... Con el miembro erecto, se acercó a mí, me levantó del sillón y me besó en los labios. Mi cuerpo rezumaba sexo, cada partícula de mi ser clamaba por él, por su sabor, por que me poseyera.

Ni llegamos a mi cuarto, las rodillas se me doblaron y caímos ahí mismo, sobre la alfombra del salón. , caímos. Si me preguntaran dónde estaban sus labios no podría decirlo, tan pronto estaba en los míos, cómo por todo mi rostro, al mismo tiempo que sus manos trataban de quitarme el body:

-Bonito... Muy bonito... Sin embargo prefiero tu cuerpo a cualquier otra cosa.-Dijo desabrochándolo.

-¿Acaso, te he puesto yo algún tipo de impedimento?.-Pregunté en tono sarcástico.-He preparado todo esto para celebrar que estoy bien, que tenemos la bendición de todo el mundo para poder seguir adelante.

-Con eso, ¿me estás intentando decir que has acabado la terapia?, ¿ya te has recuperado?.

-Sí y sí.

-¡Gracias a Dios!, no sabía durante cuanto tiempo más hubiera podido soportarlo.-Afirmó desabrochando el último botón.-Eres una tentación demasiado grande para intentar resistir mis impulsos durante mucho más tiempo.- Y acto seguido, cómo remarcando sus palabras, me volvió a besar con una pasión encendida.

La penetración fue dulce y sin apenas dolor, como el hermano prodigo que vuelve a casa tras haber estado perdido durante mucho tiempo. Sus movimientos impetuosos y contundentes traían ecos del pasado, de una noche, que parecía demasiado lejana en el tiempo, -aunque supongo que en términos exactos no había pasado tanto-, y de un encuentro con sabor a brisa marina... Desde entonces, habían sucedido muchas cosas, tantas, que la verdad es que me parecía que había pasado toda una vida desde entonces... Ni tan si quiera estaba demasiado segura de poder disfrutar del sexo de la misma forma que antes.

Enlace mis brazos alrededor de su cuello en busca de apoyo, por que ni podíamos ni queríamos ser suaves y delicados. Había demasiada premura, demasiada ansia en cada uno de nuestros besos, en cada una de nuestras caricias, en cada uno de nuestros movimientos... Su pene se movía dentro de mí con tanto nervio que no creía poder resistirlo durante mucho tiempo más; es más, era tal la excitación, el deseo, que el límite entre el dolor y el placer comenzó a desdibujarse...

No sé como, pero poco a poco nos fuimos trasladando del terreno del placer, del sexo en su séptima esencia, a otro mucho más peligroso, en el que es difícil distinguir los límites entre el éxtasis y el dolor. Mi sexo, dolorido por sus movimientos, clamaba por un descanso, sin embargo mis caderas, delatoras, se elevaban para recibirlo. Mis pechos, estaban tan enrojecidos por sus caricias, por sus besos y su lengua que creí que de habían aumentado de tamaño.....Hubo un instante en el que los apretó con tanta fuerza, que pensé que me haría heridas con las uñas. Aunque para ser sincera, no me importaba demasiado... Las sensaciones, los límites de mi mundo se habían ensanchado de tal manera, que ya no podía poner nombre a nada,... ya no podía poner límite a nada.

Rodee sus caderas con mis piernas, para intentar contener sus acometidas, si bien era casi misión imposible. Parecía cómo si cuanto más intentara frenarlo, él redoblara la lucha con más insistencia... Aún así, hice un ultimo intento, enlazando de nuevo con fuerza mis brazos alrededor de su cuello y pegando su cuerpo por completo al mío...

No obstante hubo un momento en el que los acontecimientos dieron un giro inesperado, que me hizo cambiar de "actitud": ...No puedo decir en que momento sucedió, solo sé que hubo un instante en el que inconscientemente giré la cabeza hacia la puerta... Juro que no había ninguna intencionalidad en ello, ahora en cuanto sentí el tacto de la alfombra en mi mejilla, mis ojos lo divisaron. Allí, oculto tras la puerta semiabierta, estaba él, Hugo, observándonos con cara de pocos amigos.

Sospecho que mi reacción fue un acto de rebeldía puro y duro por todo lo que había sucedido antes de que Julian llegara, por todo el dolor, por todas las discusiones y las malas caras de los últimos días..... Únicamente sé que cuando lo vi, cuando fui consciente de su presencia, lo besé con tanta fuerza, que hasta el propio Julian emitió un grito ahogado de sorpresa; disyuntiva que aproveche para con un rápido y contundente movimiento invertir la posición, quedando encima de él y dándole la espalda por completo a Hugo.

Aunque sabía que seguía allí, mirándonos, vigilándonos atentamente.

Con el cambio de postura, su polla se había deslizado furtivamente de mi sexo, así que tuve que pillarla e introducirla de nuevo en él. Sólo que ahora era yo la que tenía el control de la situación, no tan solo con Julian, si no también con Hugo, que seguía oculto en las sombras del pasillo... Mis movimientos eran más lentos, más pausados, si bien no por ello dejaban de ser igual de efectivos... La palabra orgasmo dejó de tener sentido para mí, sólo sé que mi cuerpo era una entera sensación de placer; creo que podía sentir cada milímetro de piel de una manera totalmente nueva.

Pronto perdimos otra vez el norte. Lo que pretendía que fuera sosegado y suave se convirtió en una auténtica locura. Únicamente sé que con cada nueva penetración, deseaba sentir más y por eso en la siguiente llegaba aún más abajo, cómo si aquello no pudiera tener fin. En cuanto a él, bueno, me miraba dé tal forma que era una dulce tortura... Nunca un hombre me había deseado de tal forma, ni me había follado como él lo estaba haciendo: Pendiente de mí, de mi placer, de mi cuerpo, de cada célula de mi ser... Me acuerdo que cuando notaba que mi deseo comenzaba a fallar, Julian masajeaba mi clítoris haciendo que mi sexo se restregara contra sus dedos, mientras que por dentro me tensaba en torno a su pené duro y erecto... Experimenté un orgasmo largo y húmedo que me dejó sin fuerzas, haciendo que mi cuerpo cayera como una pesada losa sobre el suyo; fue en ese momento, cuando noté como el se corría dentro de mí. Consiguiendo algo que muchas parejas anhelan y que es muy difícil de lograr: llegar al éxtasis al mismo tiempo.

La verdad es que no podría decir cuanto tiempo estuvimos así... Intuyo que no mucho, ya que si no el frió nos hubiera echado fuera; pero no sabría decirlo. Estaba tan exhausta, que si entonces se hubiera producido un incendio, posiblemente habríamos muerto abrasados... Ahora, eso sí, habríamos sido unos cadáveres felices. Oía la respiración de Julian en mi oído, percibía cómo su pecho se iba serenando, y sabía que él se sentía igual que yo: satisfecho, pleno, feliz... Habíamos estado esperando durante mucho tiempo el poder llegar a este punto, y me parece que había superado con creces todas nuestras expectativas:

-Creo que no tendré fuerzas para levantarme de aquí por el resto de mi vida.-Me susurró unos minutos después al oído.

-¿Seguro?.... Pues yo tengo para unos cuanto asaltos más. ¿No puedo hacer nada para que cambies de opinión?-Agregué sonriéndole pícaramente a escasos milímetros de su cara.

-¡Uuuuhmmm!...No dudo que puedas hacer muchas cosas... Eres una mujer muy capaz... Aunque para empezar, ¿por qué no comemos algo?...Me muero de hambre.

-La cena nos esta esperando desde hace rato... ¿Quieres que la traiga?.-Le pregunté mientras me levantaba y cogía la camisa.

-Si por favor.-Respondió ofreciéndome una de esas magnificas sonrisas que tanto me gustaba. Y levantándose al mismo tiempo que yo, añadió: -Pero no te vistas por favor, -haciendo que la camisa cayera al suelo otra vez-, tienes un cuerpo precioso y me gusta contemplarlo.

En aquel momento, por encima del hombro de Julian pude ver a Hugo, que seguía contemplando la escena. Pese a estar en la penumbra del pasillo, se le veía muy enfadado, absorto en una nube negra de energía negativa, lo que me provocó una reacción bastante infantil a mi modo de ver:

-De acuerdo.-Afirmé con toda tranquilidad. Entonces, me detuve ante él, le cogí la cara entre las manos y le estampé un ruidoso beso en los labios.

Al pasar por la puerta, camino de la cocina, vi como Hugo había desaparecido sigilosamente, de la misma forma que había entrado; dejando en el ambiente un vago aroma a resquemor:

-Alicia.

-¿Sí?.-Respondí girándome para mirarlo.

-Gracias. No sabes lo que esto significa para mí.

Aquello me desarmó... Hizo que cualquier resto de la coraza que pudiera tener, cayera por su propio peso... No me lo esperaba en absoluto. Supongo que fue entonces cuando comencé a ser plenamente consciente de que mi futuro estaba junto a él. Hacía tiempo que las dudas se habían instalado en mi vida con demasiada facilidad. A veces me preguntaba por qué estábamos juntos, que era lo que me unía realmente a él. Por una parte Julian representaba lo peor parte de mi pasado, una época de mi vida que me esforzaba en olvidar; sin embargo, por la otra era lo mejor que me había sucedió. Junto a él había aprendido a percibir realmente como era la vida, y ¿por qué no decirlo?, a amarlo. Si bien no fue hasta esa noche, cuando ambas partes dejaron de estar en conflicto y comenzaron a convivir en paz:

-De nada.-Acepté finalmente con una tímida sonrisa.

Tardé unos mimos en volver de la cocina, ya que la cena, -indudablemente-, se había enfriado. La sorpresa fue que al regresar, él estaba tan desnudo como yo:

-¡Vaya!,- solté sorprendida-, me gusta mucho más ese traje.-Agregué levantando una ceja en actitud abiertamente provocadora.

-Me alegro, porque es lo único que pienso llevar en toda la noche.

-Así iremos a la par.-Dije sirviéndole el plato y como postre lo besé en los labios.

Cenamos aquella noche a la luz de las velas, disfrutando de la mejor compañía y una agradable música. Después Julian me ayudó a quitar la mesa y poner los platos en el lavavajillas:

-Nunca lo he hecho en la cocina.-Indicó mientras se me acercaba por detrás.

-¿Se puede saber cuantas veces has visto nueve semanas y media?.

-¿Por qué lo dices?.-Me preguntó mientras me mordisqueaba el labio.

-Pooor naaada....¿No te parece que nosotros no necesitamos estimular demasiado la fantasía?.-Le volví a inquirir al mismo tiempo que le mordisqueaba el lóbulo de la oreja.

Me temo que después de una época de abstinencia forzosa, teníamos demasiadas ganas acumuladas en el cuerpo, por lo que cualquier superficie nos parecía lo suficientemente atrayente para "investigar nuevas formas de placer"... Y la mesa de la cocina era tan buena cómo cualquier otra... Además esa tenía el aliciente de una nevera llena de jugosos productos, que podían hacer el sexo más suculento.

Saciados y exhaustos, abandonamos la cocina una hora después... Aún así no nos fuimos a la cama. Antes hicimos una parada en la ducha y otra más en la mesa de estudios. Cualquier palabra, cualquier movimiento, cualquier gesto podía encendernos de una forma que pensé que no existía. Nos amamos con la fuerza contenida durante meses. Ahora también hablamos, reímos y discutimos con la misma pasión. Hubo momentos durante aquellas horas, que pensé que el alma se me rompería por percibir tanto goce, tanto placer, tanto amor. Y otros en los que me odié con todas mis fuerzas y lo odié a él. Opino que antes de seguir, debería de hacer un pequeño apartado para aclarar que durante aquella noche, hubo instantes, breves lapsos de tiempo en los que no era capaz de distinguir entre su cara y la de Hugo... Me imagino que Freud, o algún otro teorético del comportamiento diría que a quien realmente me estaba tirando era a mi "gran amor", que si bien había superado mis adicciones, que si no era capaz de superar mi pasado, etc, etc...

Y lo peor es que puede que tuviera razón.

Julian se quedó dormido en mis brazos. El pobre estaba agotado. Y si bien yo también estaba cansada, no podía pegar ojo; ni se me pasó por la cabeza la idea de descansar. Tenía demasiadas cosas en las que pensar: Para empezar estaba el hombre que permanecía en mi cama, con el corazón y el cuerpo colmado de placer. El hombre que siempre había estado a mi lado, el que me había ayudado a superar todos mis traumas, el que había esperado por mí. Sabía que estaba haciendo lo correcto saliendo con él; que era la persona capaz de saciar mi cuerpo y mi mente de mil formas distintas... Sin embargo, he de admitir, que a lo nuestro le faltaba algo; no sé cuál era la palabra, pero era evidente... Según mis amigas, lo único que me necesitaba para ser feliz era deshacerme de Hugo; -en el buen sentido de la palabra-, se entiende.

Ahora, yo no lo tenía tan claro.

No obstante, en ese momento caí en la cuenta de que seguramente tenían razón... Para ser honesta, si lo mirábamos con objetividad, no sé por qué seguía viviendo con él cuando me había hecho tanto daño. En cierta manera, podía considerarse un modo de auto masoquismo. Hugo había sido el culpable de mis peores traumas, de mis peores dolores, la persona por la que más me había preocupado y que peor me lo había pagado, pero todavía así seguía a su lado. Creo que por qué los buenos momentos pesaban más que los malos... Como muestra un botón: Por culpa de él, había entrado en el mundo de la prostitución, a donde había vivido una de mis más horrendas pesadillas... Sin embargo, también gracias a él, - aunque fuera de forma indirecta-, había conocido a Julian, que hasta la fecha, era lo mejor que me había pasado... Probablemente por eso Hugo nunca dejaría de ser una de las personas más importantes de mi vida.

Si bien lo que más me preocupaba era "el pequeño problema" del voayerismo: Desde que descubrí que Hugo nos estaba observando a hurtadillas desde la puerta, sentí algo que nunca había sentido, -al menos de forma consciente-... Era como si su presencia en mi interior se aumentara hasta límites insospechados, por el simple hecho que él nos estuviera viendo... No sé si era por un simple deseo de revancha, por vengarme de todo el dolor y las broncas de los últimos tiempos, o por el sencillo hecho de saber que había un par de ojos más escondidos... No pude dejar de pensar en ello durante toda lo noche. (Tal vez por eso hubo momentos en que las caras de los dos se me confundían, no teniendo demasiado claro si con quien estaba haciendo el amor era con uno o con otro)... Lo cierto es que aquello me embrolló todavía más.

Aún así, el cuerpo acabó pudiendo más y me dormí cuando el sol apenas despuntaba por el horizonte...

... De hecho, el sueño que mejor recuerdo de aquella noche, fue el encontrarme en medio de un enorme prado verde en un día primaveral, mientras una lluvia multicolor caía sobre mí, refrescando mi cuerpo desnudo... Ahora, al abrir los ojos, descubrí que no era precisamente agua lo que estaba cayendo sobre mi cuerpo, sino vino. En concreto, una copa de espumoso blanco, que Julian estaba vertiendo sobre mi vientre para luego beberlo de allí:

-¿No te sería más fácil beberlo directamente de la copa?.-Le pregunté poniendo los brazos detrás de la cabeza en actitud divertida.

Julian levantó la cabeza sorprendido, cómo sino me hubiese oído y al ver que estaba despierta me sonrió con una mirada chispeante en los ojos y me contesto:

-Más fácil, posiblemente... Mas divertido, lo dudo... Además, ¿qué aliciente tendría la vida si hiciéramos siempre las cosas como debemos?.

-Pues también tienes razón.-Concluí finalmente. Dispuesta a disfrutar de las nuevas atenciones que Julian estaba dispensando a mi cuerpo y a mi sexo....Dormirse con la entrepierna húmeda, henchida de sexo y despertarse de la misma forma era toda una "maravillosa novedad" en mi vida.

Cuando Julián se marchó después de haber hecho nuevamente el amor, salí a despedirlo a la puerta con un apasionado beso, para luego dirigirme medio somnolienta hacia la ducha:

-Podías vestirte al menos.

-¡¡Dios!!.-Bramé pegando el salto del siglo. Era Hugo, que haciendo gala de ese sigilo que tanto me exasperaba. Se había levantado, preparado la primera cafetera de la mañana y estaba degustándolo tranquilamente en el salón sin que ni Julian ni yo nos hubiésemos percatado de su presencia.- ¿Desde cuando te ha molestado eso?...Que yo sepa eso nunca ha sido un problema para ti que yo andará desnuda por la casa. -Añadí con cortante autocrítica.

-Nunca, aunque quizás a tu nuevo novio si le moleste que te pasees así delante de tu compañero de piso.

-Que yo sepa, Julian no es un hombre celoso, además, él sabe que contigo no hay de que temer en ese sentido. Que posiblemente él correría más peligro que yo si andará desnudo por la casa.

Y antes de que pudiera añadir algo más, me fui al cuarto de baño a donde cerré la puerta con un estruendoso portazo y un sonoro crujir de pestillo; dando así la conversación por terminada. Sabía que en ese plan, si no le cortaba las alas, la discusión no hubiera tenido fin.. Así que mejor dejar que las aguas se calmasen y volviesen a su cauce...

Probablemente fui una estúpida al pensar que mi situación tenía un rápido arreglo... Haría falta mucho tiempo y muchas cosas, para que en cierta manera mi vida alcanzara " una ligera estabilidad".

Aquel día fue el comienzo de una época de estable y serena felicidad... Si, pienso que puedo decir sin ningún miedo que fui dichosa; pese a los problemas, pese a las complicaciones, siempre ganaron los buenos a los malos momentos. Claro que la actitud de Hugo y Julian me molestaba. El tener que llevar dos vidas paralelas que no podían ser mezcladas nunca: Una junto a Julian, en la que éramos una pareja estable y enamorada, que disfrutaba de las cosas normales como cualquier otra pareja de novios, y otra junto a él, mi mejor amigo, en la que era una colaboradora necesaria en varias ONG... Quizás lo más lógico hubiera sido renunciar a una de ellas en favor de la otra, pero para ser honesta, no podía.

De hecho no fue hasta un par de años después, cuando ambos mundos parecieron darse una tregua y con ella a mí. Aunque para eso, tuve que recibir el golpe más duro que cualquier persona se puede llevar en la vida: Mi padre y el de Hugo murieron en un accidente de coche, camino de una reunión de trabajo en Madrid. Aquello estuvo a punto de poder conmigo. De hecho durante mucho tiempo pensé que no podría soportar tanto dolor, pero por suerte, hoy soy capaz de ver el lado positivo en aquella tragedia: Sirvió para que los dos hombres más importantes después de mi progenitor, se unieran para ayudarme a sobrellevar la tragedia... No es que se convirtiera de la noche a la mañana en los mejores amigos, ahora, indiscutiblemente las cosas tuvieron una mejora sustancial.

Tras licenciarme en psicología por la universidad de Valencia, entré a trabajar el departamento de selección de personal de una multinacional. No era mi trabajo ideal, si bien al menos me serviría para coger experiencia en el mundo laboral... Y por supuesto para independizarme de Hugo... Tampoco es que me hiciera falta irme de casa, o que me fuera a vivir a la otra punta de la ciudad. No obstante gracias a este trabajo, pude alquilar un ático en el mismo edificio en el que había vivido durante todos estos años.

Lo peor era cuando acudía a bodas, bautizos y ciertos acontecimientos familiares... Les tenía tanta manía que sólo acudía a los imprescindibles. Por qué cada vez que aparecía por la puerta, me veía obligada a soportar bromas muy crueles sobre mi "menage a trois" con Hugo y Julian, o incansables interrogatorios sobre cuando daría el próximo paso con este último... Aquello me reventaba... No me parecía justo que nos sometieran a ese tipo de presiones tan brutales. Creo que no se daban cuenta de lo mucho que nos había costado establecernos como pareja, cómo para plantearnos ahora, un nuevo cambio; -no es que no hubiéramos pensado en ello, lo que pasa es que nunca nos lo habíamos propuesto en serio-. Opino que por que ambos teníamos lo que buscábamos: el amor, el sexo, la compañía, y al mismo tiempo la libertad necesaria para volar de forma independiente. Así que él tenía su piso, yo el mío y cada uno llevaba en su llavero las llaves de las dos casas. Si lo deseábamos, estábamos juntos y si no, llevábamos vidas totalmente autónomas.

En cuanto a Hugo... Bueno, decir que cambió de la noche a la mañana sería un alarde de optimismo demasiado irreal; digamos, que "maduro". Lo único que me preocupaba era su manera de tratar a los hombres. Sabía que podía amar, con Ralph me lo había demostrado con creces; sin embargo, no sé por que, desde entonces parecía empeñado en destrozar todo lo que tocaba.

Incluso en algún momento llegué a plantearme si realmente se había recuperado de su adicción al sexo.. Durante un tiempo, en la época posterior a "aquella noche", hubo multitud de ocasiones en las que cuando regresaba a casa, me lo encontraba follando en distintas habitaciones, -excepto la mía, claro está-. El hombre nunca era dos veces el mismo, ni si quiera la situación. Sólo había una cosa que se repetía: El que todo estaba dispuesto para que yo lo descubriese, para que viera que él también era capaz de tirarse a alguien en nuestra casa... Una especie de morbosa venganza... De morbosa obsesión por qué cayera en su juego.

Y lo peor fue que acabé cayendo. Pronto comencé a sentir como mi entrepierna se humedecía cuando eso sucedía... Aquello me trastocó. Durante una temporada no supe muy bien donde estaba; de hecho, en varias ocasiones, me descubrí frente a una botella de whisky, bañada en sudor frío y luchando por no engullírmela de un sólo trago.

Gracias a Dios el tiempo y la vida acabaron poniendo las cosas en su sitio. La muerte de nuestros padres relegó a un segundo termino nuestra situación personal. Aún así, había momentos, en que durante un segundo, pensaba que esa época de serenidad sólo era una falsa quimera que tarde o temprano acabaría rompiéndose.

Fue entonces cuando sucedió algo que puso luz sobre ciertos claros-oscuros de mi vida: ... Habíamos salido a cenar en un restaurante, para celebrar el contrato que Marián había firmado con una editorial italiana, cuando el tema de Hugo y Julian salió a relucir otra vez en la conversación. Por lo general, en ese caso, solía eludirlo; no me gustaba hablar demasiado con nadie de mi relación con ellos dos... Ahora, admito que en aquella ocasión, no me dejaron demasiadas opciones. Aunque he de admitir que lo que me dijeron, tenía cierta lógica:

-Alicia, ¿no te has planteado si realmente lo que pasa es que Hugo está celoso?.-Me preguntó Anna mirándome fijamente a los ojos.

Decir que se me heló la sangre cuando oí aquello sería todo un eufemismo; pero bueno, en el fondo he de admitir que no me "sorprendía" demasiado... Al fin y al cabo, yo misma, había pensado lo mismo en más de una ocasión. Sólo que no me había parado a reflexionar demasiado sobre ello, porque si lo hacía, probablemente acabaría perdiendo la poca cordura que me quedaba.

Anna, Marián, Alejandra, Alma, Alba, etc... habían sido mis mejores amigas desde mi más tierna infancia. Me conocían tan bien como quizás Hugo y Julian; por lo tanto, eran perfectas jueces de mi relación con ambos. Otra cosa que no sé si llegado este punto he dicho: Siempre he tenido la suerte de poder contar con ellas, me brindaron su cariño sin juzgarme en ningún momento, sin influenciarme en ningún sentido. Posiblemente por eso en aquella ocasión las escuche con tanta atención.

Sin embargo no puedo negar que me resultaba extraño oír mi historia en sus labios, supongo que por que era una parte tan arraigada de mi intimidad, que no deseaba que quedara expuesta ante los ojos de la opinión pública. (Aunque estos fueran los de mis mejores amigas)... Admito, que dicho así puede resultar raro, sin embargo no encuentro una forma mejor. Hugo estaba en mi vida desde hacía tanto tiempo, que pese a los problemas que pudiéramos tener, nunca deseé que nuestra relación cambiase; era perfecta así como estaba... Si bien, me figuro que lo único que estaba haciendo con eso era auto-engañarme...

Era obvio que algo había cambiado y si no empezaba a sanear pronto las raíces, estaría dejando que el veneno volviera emponzoñarlo todo:

No obstante, cuando abres las compuertas de algo que ha permanecido cerrado durante tanto tiempo, no eres plenamente consciente de las consecuencias que aquello puede acarrear. Al principio de comenzar a hablar, tanto de Julian cómo de Hugo, estaba serena, era plenamente consciente de lo que estaba diciendo; con todo, conforme iba haciéndolo, notaba como mis palabras empezaban a perder fuerza... Me figuro que porque al decir en voz alta todo lo que me había guardado durante años, fui realmente consciente del problema... Sabía de la forma en que tanto uno como otro, habían influido en mi vida, sin embargo el constante deseo de que ambos mundos coexistieran en paz, era prácticamente una ilusión. Había algo que se interponía entre ambos.

Yo.

En aquel momento fui absolutamente consciente de ello. Y eso me dio pavor.

Después de la cena, Alma se marchó porque había quedado con su nuevo chico, un profesor norte americano llamado Gary; no sin antes prometernos que lo traería a nuestra próxima cita. En cuanto a Alejandra, bueno, me alegré de verla al fin tan feliz, tan consciente de que tenía una nueva vida por delante y que la disfrutaba como realmente querría: viajando. (Lo cierto es que aunque ninguna de nosotras se lo hubiéramos dicho, todas dábamos gracias por que el encuentro con Gabriel le hubiera terminado de abrir los ojos). Así que cuando me dijo que se tenía que ir porque a primera hora tenía que coger un avión hacia Estocolmo, simplemente la besé y la abracé con ímpetu... En cuanto a las demás, bueno, estaban tan contentas por el éxito de Marián que casi me obligaron a ir de fiesta.

Por suerte, todas sabían que no soportaba estar demasiado tiempo en un local cerrado lleno de humo, por lo que no pusieron demasiadas pegas cuando me escapé del último pub en el que nos habíamos metido:

-Siento haber sido tan dura contigo, cuando hemos hablado antes.-Dijo Anna apareciendo de pronto a mi espalda.

-¡Dios, que susto me has dado nena!.-Grité dando un giro de ciento ochenta grados para mirarla.-¿No te han dicho nunca que deberían colocarte un cascabel?.

-Unas cuantas, pero esa no es la cuestión.

-Lo sé... Solo intentaba desviar el tema, por que no quiero hablar más de eso; me duele mucho la cabeza.

-De acuerdo, estás en tu derecho... Ahora bien...

-¿No me vas a dejar, verdad?.-Le demandé cortándola en seco.

-Ya me conoces, si no saco todo lo que llevo dentro, no me quedo tranquila... ¿Puedo ser sincera contigo?.

-Sabes que sí.

-De acuerdo... Ahora, te prometo que cuando termine lo que tengo que decirte me callo y no vuelvo a sacar el tema a colación. ¿Vale?.

-Esta bien.- Afirmé esbozando una media sonrisa.

-Siempre he creído que por mi posición dentro del grupo, soy capaz de dar una perspectiva diferente de lo que os ocurre; más que nada por el hecho de que por mucho que estemos en contacto, yo vivo en Italia, y no estoy constantemente presente en vuestras vidas, cómo podía ser el caso de Marián, Alma ó Alejandra... En cierta manera, me parece que lo que me sucede es que soy capaz de ver las cosas desde fuera, con un cierto punto de objetividad que no puedes tener si lo estás viviendo ó si estás demasiado implicado emocionalmente...

-Quizás tengas razón, - dije casi sin pensar y al ver cómo me miraba Anna, proseguí intentando disculparme: - Pero anda, sigue, no quiero interrumpirte.

-De acuerdo... Al principio, cuando éramos niños no comprendía demasiado bien como podías estar tan unida a Hugo; ahora, bueno, ya sabes cómo somos cuando tenemos seis o siete años. Por lo menos las de nuestra época sólo pensábamos en jugar con la Barbie y con nuestras amigas. Nuestro universo era netamente femenino, los niños para nosotras eran extraterrestres venidos de otro planeta... Así que supongo que mis recuerdos de aquel período no serán demasiado fidedignos.- En aquel momento se quedó callada, supongo que estaba intentando ordenar todo el alud de ideas que le estaba viniendo a la cabeza y cuando lo tuvo más claro, prosiguió: -... Si te soy totalmente honesta, opino que te envidiaba, sanamente, se entiende, - aclaró haciendo un breve inciso-. Por qué pese a que no lo erais, os comportabais cómo sí fuerais hermanos. Y eso, que yo tengo dos con los que no conseguía llevarme bien. Para mí era toda una paradoja, que no cabía en mi pequeña cabecita... Sin embargo, con el tiempo entendí que lo vuestro no era meramente una relación de amistad entre dos personas que se han criado juntas; si no algo mucho más complejo.

De ahí pasamos a la adolescencia, donde cometí el error más grande de mi vida: Nunca sospeché que pudiera haber algo más bajo la superficie. Siempre pensé que erais la pareja perfecta, "los ideales" que pasarían por la vicaría los primeros... No sé por que, ahora, cuando os veía juntos lo único que me venía a la mente era que entre vosotros había un gran amor. Pero no ese amor de hermanos que tanto os habéis empeñado en pregonar desde que tengo uso de razón, sino algo mucho más profundo y tal vez más enraizado en otros terrenos. Hasta que os descolgasteis con la noticia de que era homosexual. Aquello fue todo un schock para mí y creo que para ti también...

A mí personalmente esa noticia me dejó totalmente descolocada, ya que si bien intentasteis hacerlo pasar como un hecho normal, que teníais perfectamente asumido; cuando te miré a la cara, supe que no era así. Nunca te había visto tan mal, probablemente por eso no me atreví a preguntarte que había pasado, aunque me muriera de ganas. Tus ojos me pararon. Había demasiado dolor en ellos, así que me limité a ser una buena amiga y ayudarte a superar este mal trago... Supuse que con el tiempo, al cicatrizar las heridas, acabarías contándomelo... No obstante, no fue así.

-Anna, ¿sabes por que había tanto dolor en mis ojos?. ¿Quieres que te cuente lo que sucedió entonces?.-Le pregunté cortándolo en seco.

-Cariño, no he sacado este tema a colación para obligarte a contar un hecho demasiado triste de tu pasado...

-No te preocupes, nena.-La interrumpí de nuevo.- Nunca se me hubiera ocurrido algo semejante de ti. Sé que no lo haces para herirme ó para forzarme a contar algo que no deseo... La verdad es que no he pensado en ello desde que sucedió, si bien me parece que ha llegado el momento de que alguien, a parte de los protagonistas, conozca la historia al completo:

Para serte completamente sincera, te tengo que decir que yo si estaba enamorada, aunque él,... bueno..., ya sabes cómo es. Creo que siempre me ha visto de la misma forma: Cómo una hermana, como una amiga, quizá una confesora; por eso acudió a mí cuando le entraron las dudas existenciales respecto a su orientación sexual.

Conforme iba oyendo mis propias palabras, descubrí que por mucho tiempo que pase, hay ciertas cosas que no cambian nunca. Heridas, que en fondo nunca dejan de sangrar por mucho empeño que pongas en que cicatricen:

-¿Te encuentras bien?.-Me preguntó mirándome con semblante preocupado.

-No te preocupes, estoy bien... - E intentando elidirme del relato, proseguí: - No te puedes imaginar el susto que me llevé cuando vino a mí en ese estado. En mi vida lo había visto así... Me dijo que estaba muy preocupado, que no sabía que pensar,... que hacía mucho tiempo que una duda le carcomía, que finalmente la noche anterior había perdido la virginidad con un tío, y que eso no le había ayudado en absoluto... Necesitaba averiguar si era etero ó gay, y necesitaba saberlo cuanto antes...

-¡Dios!.-Exclamó de pronto, cortándome de una. Y mirándome con expresión compungida, añadió: -¿No me digas que?...

-Pues si no quieres que te lo diga, no preguntes.-Contesté sin dejarle terminar la frase.

-¿Y no lo mandaste a la mierda después de aquello?.

-¿No te acuerdas que estuvimos sin hablarnos durante bastante tiempo?.-Inquirí elevando la ceja con expresión interrogativa.

Anna se quedó pensativa durante unos minutos; supongo que porque estaba pasando revista a lo que habían sido nuestros últimos años y entonces gritó:

-¡¡Dios!!.

-Exactamente.-Atajé esbozando una irónica sonrisa.

-¿Y cómo lo arreglasteis?.

-Recurriendo a nuestra amistad, a los años compartidos y a las locuras que cometimos. Aunque para ser sincera yo he cometido muchas chifladuras por mi misma, sin ayuda de nadie. Si bien al principio le eché la culpa a Hugo, al dolor que él me había provocado cuando me rechazó... Me sentí tan poco atractiva que quise matarlo... Acabé dándome cuenta que no podía seguir así; ... si quería ser feliz tenía que aceptar lo que me había pasado y seguir adelante. Y entre ello, debía de admitir que lo echaba de menos. Pese a lo que había pasado, lo tenía tan arraigado en mi vida que no podía quitarlo de ella... Por eso, cuando un día se acercó a mí, me pidió perdón y me dijo que quería que volviéramos a ser amigos, no lo rechacé e intenté recomponer lo que un día tuvimos.

-¿Cuándo volvió ya no le amabas?.

-Nunca he dejado de amarlo y me parece que nunca lo haré. Lo que dejé, es de estar enamorada de él.

-Sin embargo, opino que él nunca ha dejado de estar enamorado de ti.

-¡Anna!. ¿Eres consciente de lo que acabas de decir?... Precisamente tu nos conoces muy bien a los dos. Eres nuestra amiga desde hace mucho tiempo, y has visto con tus propios ojos la larga lista de hombres que han pasado por su vida.

-Lo sé Alie, ahora nadie me convencerá de que Hugo no tiene esa dualidad tan peligrosa en cierto tipo de personas.

-¿A que te refieres?.-Tanteé extrañada.

-Vamos a ver como te lo explico... No creo que te descubra América si te digo que hay personas éteros, gays, y bisexuales; un buen ejemplo de ello podría ser yo, -dijo haciendo un breve inciso-. No obstante, cuando aceptas que esa es tu identidad, tu orientación sexual, no es que se solucionen las cosas cómo por arte de magia; ahora muchas comienzan a estar más claras. Lo malo es cuando no lo haces, y adoptas una con la que no te sientes totalmente identificado.

-Chica, me parece que no te pillo.

-Esta bien, intentaré aclarártelo.- Señaló empezando a respirar nerviosamente.- Si hay algo que no ha cambiado desde que éramos adolescentes, es la forma en que Hugo te mira cuando piensa que no lo ves... Las palabras pueden mentir, al fin y al cabo el lenguaje se ha creado para eso, para entre comillas, embellecer nuestros actos, pero los ojos no... El no te ve como su amiga, sino como a toda una mujer. Una mujer de la que está profundamente enamorado.

Admito que aquello me podía haber dejado sin habla si lo hubiera creído. Ahora, si lo hubiera hecho en primera instancia, probablemente me hubiese tenido que tirar por la ventana; así que lo más lógico fue lo que hice: Mostrarme incrédula:

-Y entonces, ¿porqué se tira a todos esos tíos?.

-Por que a decidido que en su vida lo primero es seguir sus instintos, y se ha agarrado a ello con todas su fuerzas. -Creo que es a lo único que le ha sido fiel -, si bien, eso es harina de otro costal...

Se me debió de quedar cara de estúpida, porque al instante agregó:

Mira, sé que todo lo que te estoy diciendo te está sonando a chino mandarín del siglo diez i nueve, ahora te juro que no lo estoy diciendo a la ligera. Todo esto se resume en una teoría, que aunque en un principio me parecía algo descabellada, con los años, me he dado cuenta de que tal vez no era tan peregrina como pensaba... En la antigüedad, la caza era necesaria para la supervivencia del ser humano, por lo que todos nuestros instintos se desarrollaron al máximo. Ya sabes lo que dicen: " Solo él más fuerte puede sobrevivir"; no obstante, desde entonces la vida ha cambiado sustancialmente. La ciencia y el ser humano han evolucionado de tal forma, que lo que en el pasado era una sentencia de muerte, en la actualidad es un obstáculo salvable... Así que la caza acabó arrinconada, convirtiéndose en algo secundario, un deporte de lujo; si bien esos instintos aún seguimos teniéndolos, y pese a que no todos tenemos la valentía de empuñar un arma, en cierta manera seguimos saliendo en busca de una presa. Pero en vez de fusiles y balas, utilizamos tacones de aguja y pintalabios en el caso de las mujeres, y trajes de Armani y horas de gimnasio en el caso de los hombres. Y en vez de saciar nuestro estómago, lo que buscamos es satisfacer nuestro sexo.

-¡¿Que?!.

-Me vas a negar que cuando sales a ligar, no es como si salieras de caza. ¿O es que acaso, a ti te gusta ponerte tanto maquillaje y esas sandalias?,... de las que por cierto, te has caído en más de una ocasión. Si no fuera por qué sabes que así, hay más posibilidades, de que un chico atractivo se fije en ti..

A lo que yo contesté con una serie de sonidos inconexos sin demasiado orden ni sentido:

-¿Ves como tengo razón?.-Me preguntó acrecentada ante sus teorías recién demostradas.

-Bueno, ¿pero que tiene eso que ver con Hugo?. Te recuerdo que tengo novio desde hace bastante tiempo.

-Pues el hecho de que Hugo es un cazador nato. Para él, el sexo es una parte muy importante de su vida, solo que tiene el terreno de caza demasiado....... -sin embargo antes de terminar de decir la palabra, se quedó por un segundo callada, mirando al vacío. Pensando en cual sería la que mejor lo definiera. Pero se ve que no la encontró, por que a los pocos segundos rectificó: -...Mira, la verdad es que lo tiene hecho un desastre... Al principio pensaba que lo hacia por que le era más fácil entender el universo masculino; luego me di cuenta de que tal vez no era así... Simplemente puede que solo sea un cobarde, por no atreverse a conquistar lo que realmente desea, o tal vez sea que todos sus atavismos estén descontrolados... Ahora sea por una u por otra razón, creo que nunca lo he visto feliz: Bueno, para ser honestos, si que hubo una temporada en la que sinceramente creí que las cosas podían salirle bien.

-¡Ah sí!, ¿cuando?.

-Cuando vivíais con Ralph.

-¿Por que dices eso?.

-Porque no estoy ciega y es más, por que aún hoy creo que comprendo la razón de su felicidad: Por fin tenía a sus dos amores, entre comillas, bajo un mismo techo. Un hombre que lo amaba locamente y que cumplía toda sus fantasías; y el que nunca se atreverá a confesar públicamente. Tu.

Sin embargo, de repente Ralph enferma y la bomba del SIDA explota en su pequeño paraíso privado. Además de ser algo que en aquel momento era un autentico escándalo por todas las implicaciones que conllevaba; todo el mundo, hasta el propio enfermo, sabíamos que era mortal de necesidad... En ese instante el pobre Hugo vio como todo se le hacía pedazos ante sus propios ojos...

En cierta forma era lógico que cuando eso sucedió, perdiera el norte. Pero no me imaginé que lo hiciera de semejante forma.

Aquí hizo un inciso y mirándome a los ojos, prosiguió lentamente, con voz serena, en un tono que me sorprendió, pues no creía habérselo oído antes:

-Mira, sé que te vas a enfadar por lo que te voy a decir, ahora te juro que lo hice con mi mejor intención; de verdad...

-No te preocupes, anda sigue.- Contesté apremiándola a continuar.

- Cuando Hugo se esfumó después del entierro tuve mucho miedo. Os conozco lo suficientemente bien a los dos, como para saber que en semejantes circunstancias sois capaces de hacer cualquier cosa, y por lo visto no me equivocaba... Aunque por desgracia llegué tarde.

-Tarde, ¿a qué?.

-A ponerte protección... Por mi trabajo he contratado varias veces a algún que otro servicio de seguridad, que se encarga de proteger de incógnito a famosos en peligro que no quieren aceptar guarda espaldas; pensé que tal vez así evitaríamos que hicieras alguna locura... Pero se me ocurrió tarde. Cuándo me puse en contacto con ellos, ya me había llegado la noticia de tu desaparición, así que solo pude pedirles que os buscaran y que me dejaran hablar con vosotros... En mi inocencia creí que os podía ayudar a salir del pozo negro en que os habíais metido... ¡Nunca en mi vida he estado tan equivocada!.-Exclamó tapándose la cara con las manos.

-No es tu culpa. Yo siempre he dicho que no se puede salvar a quien no desea ser salvado.

-Lo sé. Aún así no quise desistir... Por suerte, encontraron pronto a Hugo en un local al que solía acudir en sus ratos libres... Y allí me dirigí con mi mejor espíritu conciliador.

-Y te estrellaste.

-En efecto. Me dijo que ya habías estado tu, y que no habías conseguido nada... En mi vida lo he visto tan deprimido como en esa ocasión. Admito que si lo hubiéramos dejado allí, lo más seguro es que hubiera terminado auto- destruyéndose... Probablemente por eso acabé explotando de semejante forma.

-¿A que te refieres?.-Inquirí con la mosca detrás de la oreja.

-¡Ups!, me parece que me acabo de ir de la lengua más de la cuenta.

-Pues bonica, ya no pares.-Dije instándola a continuar.

-Nena, tu me conoces. Sabes lo cabezona que soy y que con una visita no me conformaría... Así, que como Hugo dice "le estuve dando la brasa" durante mucho tiempo,.. pero es que me reventaba que no fuera consciente de lo que estaba pasando. Hasta que finalmente un día, exploté y le conté todo: Tu desaparición y que posiblemente andabas en el mismo mundo que él... Sé que puede que aquello no fuera lo más adecuado, ahora nadie me quita de la cabeza que fue esa la chispa definitiva... Después de mi visita estuvo bebiendo sin parar durante varios días, incluso mis chicos lo salvaron en varias ocasiones de que fuera atropellado. Supongo que tenía que tocar fondo para reaccionar. Una mañana, me llamó muy temprano y me citó para desayunar. Estaba en la playa de la Malva rosa y por lo que me contó, había dormido allí. Lo bueno fue que me anunció que por fin había visto la luz: Necesitaba ayuda para salir de aquella espiral en la que se había metido y querría que yo le echara una mano; así que traté de hacerlo lo mejor posible.

Solo me puso una condición inegociable: Tenía que hacer lo imposible para buscarte... Cosa que por otra parte no hacía falta. Vuestros padres habían organizado un gran dispositivo de búsqueda y tarde o temprano acabarían dando contigo... Y yo, por mi parte, pensaba seguir con mis pesquisas. A pesar de ello me hizo jurárselo. Según él por que tenía miedo de lo que pudiera pasar si vuestros padres eran los primeros en dar contigo; según yo por un simple y llano caso de mala conciencia... La verdad es que no sé por que vuestros...

-¿Te hago un esquema?.-Le pregunté con evidente sarcasmo, sin dejarle terminar la frase. Y es que yo si que sabía lo que hubiera podido suceder en ese supuesto.

-No, no hace falta. Me puedo hacer una idea... Bueno, sigo.- Agregó desviando claramente el tema. Y prosiguió en la misma tónica: - Llevé a Hugo a la clínica de desintoxicación que me recomendaron, y poco después regresé a Italia. Unos días más tarde, al regresar a casa del trabajo, me encontré con un mensaje en el contestador que decía que fuera a identificarte al hospital....

-No hace falta que sigas, el resto de la historia ya me lo conozco... Espera un momento, -añadí frenando en seco-, ahora comprendo porque me ingresaste en esa clínica... Sabías que Hugo también estaba allí.

-Si, lo confieso. Lo hice a propósito. Puede que no entienda vuestra relación, hasta puede que en algún momento no haya estado de acuerdo, pero no creo que eso sea motivo para que rompierais vuestra amistad... Os hacía falta enfrentaros a vuestros demonios, y en buena parte creo que lo hicisteis.

Lo que no entendí fue ese afán de Hugo por recuperar el pasado. Parecía como si quisiera borrar de vuestra existencia, lo que había significado la muerte de Ralph y todo el proceso de después. Eso no me pareció lógico en una persona que se estaba recuperando de la muerte de su novio, de una adicción al alcohol y al sexo... Sin embargo, en cierta manera lo comprendía. Necesitaba recobrar su universo en el que tú eras el centro de su existencia. Si su gran amor había muerto, al menos podría tener a su amor inconfesable.

Únicamente había un pequeñísimo problema....

-Que Julian entró de nuevo en escena.- Concluí yo.

-Exacto. Y aquí es donde viene el conflicto. Cuando le invaden el espacio, cuando alguien le quita importancia en tu vida; como se suele decir por aquí: " se cabreo como una mona".

-Pero, ¿por qué?.-Pregunté incrédula.-No lo entiendo.

-Por que como mujer no te quiere perder, quiere que sigas libre por si algún día decide confesarte lo que realmente siente... Si, se ajusta totalmente al refrán del perro del hortelano, ¿pero que te puedo decir? ; yo ya hace mucho tiempo que he renunciado a entender a los hombres... Lo que sé, es que conociéndolo, lo último que desea es perder el papel protagonista en tu existencia; ahora al mismo tiempo, tampoco quiere dejar de ir con hombres... Si, sé que es de una contradicción tan grande que arrastra todo lo que pilla en su camino...

-Anna, si lo que tu dices es verdad, ¿qué se supone que debo hacer a partir de ahora?.

-Me parece que antes de contestar a esa pregunta, deberías hacerte otra.

-¿Cual?.

-¿Que sientes por cada uno de ellos?

-Lo sabes perfectamente...

- De todas formas, dilo en voz alta.-Atajó sin dejarme terminar la frase.

-A Julian lo quiero, lo adoro. Ha sido el hombre que mejor me ha comprendido y más me ha amado desde... -y dejando la frase en suspenso durante unos segundos, la rematé diciendo: - el principio de los tiempos.

-Parece que me estuvieras contando el argumento de una película de la que ya me sé el final. Te he pedido que me digas lo que sientes por él, no que me hagas una declaración de matrimonio de la que por cierto, no pareces estar demasiado segura.

-¡¿Quién te ha dicho que me voy a casar con Julian?!.-Pregunté horrorizada, mientras Anna se me quedaba mirando con cara de alucinada.

Vale, estoy de acuerdo de que aquel fue el primer indicador de alarma de que algo, en mi pequeño universo no iba tan bien como yo creía. De que posiblemente había llegado de nuevo el momento de hacer algunos "pequeños" cambios.

Después de aquella noche no quise ver a casi nadir. Mis amigas me llamaban periódicamente para darme noticias del "mundo exterior"; no obstante, rechacé cualquier invitación para salir. No tenía ganas... Y en cuanto a Anna, bueno, dios bendiga al que inventó el correo electrónico...

Entre tanto, me limité a trabajar a destajo para ver sí así podía dejar de darle vueltas a la cabeza. Aunque creo que en el fondo sabía que una cosa era desearlo, y otra muy distinta hacerlo... La única persona que en aquella situación tenía el valor suficiente para aguantarme, era Julian. Pero al fin y al cabo, él está enamorado de mí, y supongo que eso le quita cierto merito a su proeza; ya saben lo que dicen: " el amor mueve montañas". Si, sé que es un dicho muy manido, ahora, a veces no hace falta irse a grandes metáforas para describir un hecho. (O puede que Anna tuviera razón, al decirme que lo trataba bien porque era él único al que no deseaba herir). En cuanto a Hugo, bueno lo nuestro se había convertido en una auténtica batalla campal, en la que últimamente yo jugaba al despiste.

Lo cierto es que desde aquella conversación con Anna, no había sido capaz de mirarlo de la misma forma que antes. Siempre que nos encontrábamos, aunque solamente fuera en el ascensor antes de ir al trabajo; no podía evitar montarme unas películas propias de la elite de la industria del porno. Y es que no se me quitaba de la cabeza que mientras estábamos charlando, -ya fuera sobre el tema más intrascendente del mundo-, él no me estaba viendo como la amiga que se había criado con él, como casi su hermana; si no como la mujer a la que se querría follar hasta morir de mil y una formas... Lo que, para que mentir, acababa llevándome los demonios.

Nunca he podido soportar la mentira, posiblemente por eso él ni tan si quiera pensar que Hugo me pudiera haber estado engañando durante tanto tiempo, me ponía los nervios de punta. Siempre, desde niños, habíamos alardeado de tener una relación plenamente sincera, en la que la franqueza era lo primero. Cosa, -al menos así lo creía-, que se cumplió hasta aquella noche.

A partir de entonces no tuve nada más claro.

Sé que muchos me dirían que lo más honesto hubiera sido enfrentarme a él, sacar a la luz todos los trapos sucios y ver cual era su reacción. Si las sospechas se confirmaban, bueno, pues a partir de entonces podría actuar en consecuencia... Y todos aquellos que en este momento, estén afirmando con la cabeza no les faltarían razón; pero no han tenido en cuenta un par de factores en su ecuación. Primero, para que eso fuera posible, hacía falta ser una persona de carácter fuerte, firme, incapaz de venirse a bajo; y yo no lo era. Segundo, que fuera una persona valiente, y yo siempre he alardeado de ser una cobarde.

Ahora como mi madre dice: Si no eres capaz de coger el toro por los cuernos, este acabará por pegarte una cornada en el culo. Y la mía fue una puntada que casi me hirió de muerte.

Desde que me había mudado, Hugo tenía una copia de mis llaves, por si surgía una emergencia poder recurrir a él. Ahora él se lo había tomado por el pito del sereno, y en vez de usarlas solo en casos excepcionales, las utilizaba para presentarse en casa cada vez que tenía ganas de verme... Aquello podía ponerme muy nerviosa, si bien en el fondo sabía que era algo contra lo que no podía luchar, ya que cuando se lo proponía, podía ser el rey de los cabezotas... Por suerte, nunca se le ocurrió aparecer cuando Julian se quedaba a pasar la noche; ya que de haberlo hecho, la que se hubiera organizado hubiera sido digna del libro Guiness... Supongo que tendría que hacer aquí un inciso para aclarar que mi novio no sabía lo de este juego extra; por lo que sí se hubiera descubierto, habría tenido serios problemas de pareja.

Creo que pasaron unos tres meses desde aquella noche, cuando todo me explotó de repente en la cara:

Recuerdo que era primavera, aunque si hacíamos caso al termómetro, se podría decir que el dios del tiempo se había saltado una estación y nos habíamos plantado de una en pleno verano; con su calor y bochorno habitual... Lo que hacía que en más de una ocasión, tuviera ganas de llamar a la oficina para decir que estaba enferma y quedarme en casa viendo la tele... Sin embargo, finalmente, no lo hacía nunca.

Julian se había marchado hacía un par de semanas a los Estados Unidos, en un viaje de negocios que duraría un mes aproximadamente. Y si bien en un principio me lo tomé como "unas vacaciones de pareja", lo cierto es que comenzaba a echarlo de menos... Precisamente, aquel día, conforme iba hacia mi coche a la salida del trabajo, pensaba mucho en él; reviviendo sus besos, sus caricias y sus mil y una formas de hacerme el amor. Tampoco voy a negar que era precisamente entonces cuando más falta me hacía. Pero en vez de eso, me había tenido que conformar con un mail "picante" a primera hora, y media hora de chateo desde el otro lado del atlántico. Así que finalmente me monté en el coche y me marché a casa no sin cierto fastidio.

Pensé que cuando llegara, podía llamar a Alma y invitarla a pasar la noche en casa; una pizza y un par de comedias románticas del video club harían el resto. Ahora cuando estaba aparcando en el garaje, me di cuenta que Hugo también estaba metiendo el suyo en la plaza de al lado. Y no sé por que, pero por primera vez en mis casi treinta años, lo vi"realmente atractivo":

-¡Joder Alicia... Si que andas salida hoy!.-Exclamé inconscientemente en voz alta.

De pronto quise esconderme en el agujero más profundo de la tierra, por que si reaccionaba así tan solo por ver a un hombre en el garaje de mi casa, no sé lo que podría pasar si me encontraba a corta distancia con él. Necesitaba desesperadamente que alguien me besara, me abrazara y me echara un polvo....No obstante, dadas las circunstancias, el que Hugo se me cruzara en ese preciso instante, no era la mejor opción:

-¿Te encuentras bien?.-Me preguntó Hugo metiendo de pronto la cabeza por la ventanilla del coche.

-¡¡Dios!!.-Grité al toparme con su cara.-¿Qué pretendes?, ¿que me dé un ataque al corazón?.

-Lo siento, pero es que me ha dado tanta alegría encontrarme contigo, que no me lo he pensando mucho. Como últimamente siempre duermes en casa de Julian.

-¡No es verdad!.-Protesté enérgicamente. Ahora me sirvió de bien poco, por que en el fondo sabía que tenía razón. Desde que esto había explotado, evitaba muchas veces volver a casa: -Bueno, no me parece que sea para tanto.-Añadí mientras salía de él y cerraba la puerta del coche.

-Alicia, ¿desde cuando no alquilamos una película y encargamos una pizza?... Creo que la última vez que lo hicimos vimos Titanic, ¿me equivoco?.

-Puede que no.-Contesté mientras me rascaba la cabeza con gesto despistado.

-Entonces... -Y viendo que no me decidía a contestarle, agregó con cierta actitud, cómico suplicante: -¡¡Baaaahhh!!, ¡¡por fa!!.... ¡Te echo de menos!.

Nunca he podido resistirme a un hombre, y menos a un hombre rogándome, así que os podéis imaginar cual fue el resultado:

-¡¡Esta bien!!. De acuerdo... Al fin y al cabo yo también había pensado hacer lo mismo esta noche.- Sin embargo, en aquel momento, por mi mente pasaba la idea:" Seguro que mañana me arrepentiré de lo que esto haciendo... ¡Soy demasiado blanda!".

-¡¡¡Bien!!!.-Exclamó poniéndose a saltar a mí alrededor de una forma un tanto infantil que me puso aún más nerviosa, si eso era posible.

-¡No lo vuelvas a hacer por favor!.-Exclamé mientras lo cogía de la manga para detenerlo.-¿Vas tu por las películas al video-club?

-Sí, perfecto....¿Quieres que coja alguna en especial?

-No, la verdad es que no había pensado nada. , Solo te pido que no sea nada demasiado sangriento.

-De acuerdo.

-Entonces nos vemos en tu casa en una hora.

Mientras subía en el ascensor, no podía dejar de pensar que estaba cometiendo el peor error de mi vida. Si bien, ¿como se le dice a tu mejor amigo que ahora te sientes incómoda estando a su lado?.

Cuando entré en casa, tiré el maletín y el bolso sobre el sofá, y me dirigí al contestador. La luz roja parpadeaba avisándome que alguien me había dejado un mensaje, así que descolgué el auricular, apreté la tecla y escuche... Era Julian: " Hola mi amor, supongo que por las horas que son, debes estar en un atasco. ¡Lastima!, porque deseaba oír tu dulce voz... Estoy harto de tanta reunión y de cenar con hombres que solo saben hablar de balances y márgenes de beneficios. Además te echo de menos en mi cama... Es extraño, pero no sabes cuanto te importa algo hasta que te falta....¡Lo siento, nena!, te juro que no he llamado para quejarme... En realidad no sé para que lo he hecho... Creo que para decirte que té hecho de menos... Un beso, guapa. Te llamo más tarde".

-¡Perfecto Alie, esto es la puntilla final!. ¡En este momento me siento como una autentica puta!.-Exclamé en voz alta, mientras me derrumbada de nuevo en el sofá.

Tardé unos cuantos minutos en reaccionar. Los acontecimientos me desbordaban por completo, sentía como si de pronto, no hubiera nada en mi vida que pudiese controlar. Aún así, -aunque todavía no se como-, conseguí serenarme e ir hacia mi dormitorio para desnudarme, quitarme el trabajo diario de chapa y pintura y ponerme algo más cómodo. Sin embargo, en lugar de coger el viejo chándal que tenía en la percha del cuarto de baño, saqué de la bolsa del gimnasio el que me acababa de comprar... Luego, como único toque de coquetería, me apliqué un poco de brillo de labios y sonreí a la imagen que el espejo me devolvía. Por último, me senté en el sillón, y encendí la tele para distraerme. Hugo no tardaría demasiado en llegar, y lo último que necesitaba era calentarme la cabeza con lo que me estaba pasando.

Estaba a punto de quedarme dormida, cuando oí sonar el timbre de la puerta:

-Lo siento, pero es que no me decidía... ¿He tardado mucho?.-Me preguntó mientras descargaba todo el material en la mesa de cristal que había frente al sofá.

-¿Se puede saber que diablos has hecho?.Parece que hayas atracado el video-club.

-Como no sabía que elegir, lo que he hecho ha sido coger todo lo que me apetecía ver. ¿Té molesta?.

-No en absoluto... Ahora, no sé si tendremos tiempo suficiente para verlo.

-He pensado que podíamos pasarnos la noche viendo películas, como cuando comenzamos a vivir juntos.-Dijo mientras me acariciaba la mejilla en un gesto tierno, que casi había olvidado en él...

-Hugo, de eso hace mucho tiempo.-Contesté rascándome la cabeza con gesto distraído.

-Lo sé, ¿pero no te apetecería rememorarlo?.

No se podía negar que cuado querría, Hugo sabía como conquistar. Y en aquella ocasión, puso toda la carne en el asador para asegurarse una respuesta positiva:

-De acuerdo... Haremos lo que quieras... ¿Pero no te vas a cambiar?.-Le pregunté dándole un suave tirón de la corbata.

-Lo llevo aquí, -contestó levantando una bolsa de deporte que colgaba de su hombro-; ¿puedo ir al servicio?.

-Por supuesto.

Cuando Hugo se metió en el cuarto de baño, mi cabeza me gritaba desesperadamente:" ¡No, no lo hagas!. ¡Te estás metiendo en camisa de once barras y tú lo sabes!", mientras mi instinto me decía: "Sabes que tienes que hacerlo, si pierdes ahora su amistad por una tontería, de la que ni tan si quiera estás completamente segura, acabarás lamentándolo"... Lo que no me esperaba era que pese a mi formación, el subconsciente acabara traicionándome de semejante forma...

No descubrí que Hugo había salido de allí hasta que oí una voz a mi espalda preguntándome:

-¿Has llamado ya a la pizzería?.

-Si, vendrán en veinte minutos.-Dije mientras me giraba para mirarlo. En aquel momento frene en seco y grité notando como el corazón se me detenía por un segundo: -¡Dios!.

Hugo llevaba únicamente un pantalón de chándal gris, y el pelo húmedo:

-Espero que no te moleste que me haya dado una ducha rápida para quitarme el cansancio del día... -Ahora, al verme la cara, se detuvo y mirándome con expresión preocupada inquirió: -¿Estás bien?.

Sé que lo más lógico hubiera sido enfrentarme a ello y poner las cartas sobre la mesa de una vez por todas... Decirle que de un tiempo a esta parte, tenía sospechas de que se sentía atraído por mí, de que su comportamiento eran puros celos y no exceso de amor fraternal. Sin embargo, no lo hice. No sé por que, pero pensé que no era el momento... Para ser honestas, me parece que lo que sucedió fue que como siempre, el miedo se apoderó de mí e hice lo más fácil en ese caso: Salir corriendo:

-Si, perfectamente, -logré articular casi de milagro-, ¿desde cuando vas al gimnasio?.-Agregué señalando la tableta de chocolate que había bajo los pectorales.

-No hace mucho, -contestó sorprendido-, ¿te gusta?.

-No esta mal, -dije intentando quitarle hierro al asunto, aunque él sabía tan bien como yo que se me había visto el plumero.

Lo que él no percibió fue que mi subconsciente, mis más bajos instintos, mi mala conciencia o como diablos queráis llamarlo, automáticamente le quitó el pantalón y el calzoncillo, dejándolo totalmente desnudo ante mis ojos... Por suerte, aquella imagen solo duró unos segundos; ahora los suficiente como para que quedara tatuada en mi cabeza. (He de decir que la última vez que lo vi como Dios lo trajo al mundo, fue aquella en que lo pille follando con Ralph. Y precisamente entonces, en lo último que me fijé fue en su físico).

Aquello me impactó de tal manera, que me fui directamente a la cocina a por la botella de vino que guardaba en la nevera para cocinar. Y supongo que eso, cuando eres una ex- alcohólica a la que el alcohol le sabe a mata ratas, puede sonar "algo extraño":

-¡Ya veo que te encuentras perfectamente!.- Exclamó con justificado sarcasmo.

-Hugo, no, por favor.-Dije con expresión adusta sin dejarlo terminar.

-¡No, ¿el que?. Anda, dime por favor. Cuál es el problema!.-Gritó de nuevo desconcertado.

-No me hagas preguntas que no puedo contestar.-Contesté mientras bebía otro trago de vino-. Tu no.

-¿Por qué?

-¡¡¡POR QUE TÚ ERES PARTE DEL PROBLEMA!!!.

Hasta entonces, si alguien me hubiese preguntado si había forma humana de detener el tiempo, le hubiese contestado que no. Sin embargo, después de decir aquella frase, hubiese jurado que todo a mí alrededor se paraba. Incluso me pareció oír como el planeta frenaba su rotación, quedando el universo entero suspendido en el aire:

-¡¿Como que yo soy parte del problema?. ¿Desde cuando?!.-Interrogó totalmente fuera de sí.

-Desde que comencé a ponerte en duda.-Afirmé con una facilidad que me sorprendió hasta a mi misma.

-¡Explícate!.-Grito de forma rotunda y tajante.

Estoy de acuerdo en que seguramente aquel no fuera el momento más adecuado, ni que estuviera demasiado acertada. Pero creo que es inútil seguir dándole vueltas al asunto. Sucedió y ya está. Sigo creyendo que no se puede hacer nada para cambiar el pasado.

A partir de ese punto, aunque sabía que había cometido el peor error de mi vida, pensé que hubiera sido peor estropearlo con una mentira, así que simplemente, fui sincera con él; por más pavor que eso pudiera darme. -Que no era poco, por otra parte-... Le conté todo, la conversación con Anna, mis problemas en los últimos tiempos, mis sospechas, la multitud de ocasiones en que tanto él como Julian me habían colocado en una situación comprometida, por culpa de sus constante choques. Traté de ser objetiva, clara, que mis ojos no se empañaran de lagrimas mientras hablaba; sin embargo eso era como pedirle peras al olmo... En nuestra relación seguía habiendo demasiados sentimientos implícitos.

Cuando terminé de hablar, el silencio volvió a caer sobre la habitación. No obstante, en esta ocasión no duró mucho, apenas unos segundos, ya que sin ni tan si quiera abrir la boca, cogió la puerta y se marchó. Dejándome sola, de pie, en medio del salón.

El sonido de la puerta me hundió por completo, como nunca pensé que pudiera hacerlo. Por qué para mí, eso significaba el fin de nuestra amistad. Después de todo lo vivido no creía que aquello pudiera tener una solución...

Desde que había logrado desintoxicarme, había sucedido algo que en cierta manera era raro; -o al menos así lo veía yo-. El alcohol me sabía fatal, lo cierto es que no me había podido acercar a una botella de whisky ni a kilómetros de distancia durante años. Con todo, después de lo que sucedió, me fui directamente al mueble bar, y me serví la primera copa de una serie que parecía no tener fin.

Los recuerdos que guardo a partir de entonces, están vistos a través de las brumas del alcohol; así que no sé hasta que punto puede ser fidedigno. Me parece que estaba pensando en irme a la cama, por lo que debería de ser bastante tarde, cuando sonó el timbre... No sé demasiado bien como llegué hasta la puerta. Creo que en el fondo estaba mucho más borracha de lo que admitiría ante nadie, sin embargo, el dulce efecto del alcohol, desapareció de una al toparme con la cara de Hugo:

-Discúlpame por haberme marchado antes de esa forma....-Intentaba aparentar serenidad, que no le había afectado lo que había sucedido, pero era imposible. Por primera vez en la vida no se atrevía a mirarme a los ojos, lo que indicaba que su aparente tranquilidad era pura fachada mal apuntalada, que se vendría abajo de un momento a otro.

A lo que yo contesté cogiéndole de la solapa de la chaqueta y acercándolo a mí para darle el mayor morreo que se ha escrito en la historia de los besos.

Sé que objetivamente no tiene justificación posible lo que hice, y que apelar al alcohol es la excusa más vieja del mundo, ¿pero que diablos?.... Creo que aquello era algo que se llevaba fraguando desde hacía demasiado tiempo, como para intentar ocultarlo más.

Hugo emitió un grito de sorpresa cuando sintió mis labios sobre los suyos, con todo no me rechazó, ni protestó, sino que rodeó mi cintura con sus manos mientras con un pie cerraba la puerta tras de él... Recuerdo que sus labios sabían a vino y fresas, y que sus manos subían y bajaban por mi espalda en un movimiento casi hipnótico, que acabó por encender los motores sin problemas:

-Esto es una locura, - dijo finalmente separando su boca de la mía. Intentando infructuosamente recuperar la compostura. Ya que por más que lo probara, continuaba volviendo a besarme aún con más pasión que la vez anterior.

-Lo sé. ¿Eso significa que quieres que lo dejemos?.

-¡En absoluto!.-Exclamó mientras pegaba mi cuerpo contra la pared.- Solo que tal vez tengas que tener un poco más de paciencia conmigo.

-Creo que eso está totalmente fuera de lugar, ¿no te parece?.

-Si, creo que sí.

Aquello desató la locura, los besos se volvieron auténticas expediciones, las caricias fueron de repente demasiado inquisitivas, mientras buscábamos apresuradamente una superficie sobre la que dar rienda suelta a nuestra pasión. Recuerdo que probamos en la cocina, que nos golpeamos contra algunos muebles, para finalmente acabar cayendo sobre mi cama con él encima de mí:

-Hueles a rosas....-Notó mientras me mordisqueaba el lóbulo de la oreja y bajaba por mi cuello.

-Es el mismo perfume que uso desde que tengo quince años.

-Lo sé.

Me parece que ahí estaba la diferencia con Julian. Y no tan solo con él, si no con cualquier otro que se me pudiera cruzar en la vida. Nadie me conocía mejor que él, con nadie había compartido tanto como con él, nadie sabía todos y cada uno de mis secretos... Los demás conocían a la mujer, a la profesional, a la amiga, a la colega; Hugo las conocía a todas. Creo que por eso durante años, tuve problemas con los hombres. Todos salían perdiendo cuando los comparaba con él... Aunque lo extraño es que no fui consciente de ello hasta aquella noche en la que Hugo y yo acabamos de sobrepasar la última frontera...

No se por qué, intenté tomar el control de la situación, ser yo la que llevara la iniciativa en todo momento.- Supongo que en ello, pesó algo el hecho de que Hugo fuera homosexual-.... Me parece que intenté paliar su inexperiencia, desplegando todas mis artes amatorias frente a él; sin embargo, me pasé. Deseaba que todo fuera tan perfecto, que por más locura que pudiera resultar, fuera un recuerdo que pudiéramos atesorar toda la vida. Sin embargo la fastidié. Estaba tan tensa que era imposible que me pudiese dejar llevar, y si no lo hacía; era como si nos diéramos cabezazos contra un muro. Hasta que llegó a un punto en el que Hugo, se tuvo que sacar una nueva táctica de la manga para ver si la cosa mejoraba:

Desde siempre, he guardado los pañuelos de cuello y la medias de seda en el primer cajón de la mesita de noche. Así que Hugo simplemente tuvo que alargar la mano y tanteando, sacó uno de ellos, lo anudó al cabezal de la cama y luego a mi muñeca:

-¿Pero se puede saber que estás haciendo?.-Protesté atónita al descubrir lo que había hecho.

 

-Ver si te relajas de una vez por todas, guapa... -Dijo cogiendome la otra muñeca y atándomela al otro lado de la cama.- Alie, puede que no sea demasiado experto en las relaciones etéreos, pero si intentas llevar el control de la situación como quien vigila el espacio aéreo, no funcionará... Además quiero tener el placer de poder disfrutar de tu exquisito cuerpo a conciencia... Déjame cumplir esa vieja fantasía al menos.- Concluyó mientras juntaba sus manos en un gesto divertidamente suplicante.

Pese a lo que la gente pueda pensar siempre he tenido verdaderos problemas con mi físico. Nunca he estado demasiado de acuerdo con la imagen que me ha devuelto el espejo, lo que más de una vez, me ha llevado a preguntarme, por qué un hombre como Julián se había enamorado de mí. Por que yo era el centro de su universo, cuando podía tener a cualquier mujer que quisiera... No obstante, lo de Hugo me sobrepasó. Me sentí tan expuesta, pequeña, y tremendamente vulnerable frente a él... Ahí estaba yo, atada mi cama, totalmente desnuda, con él entre mis piernas... Por una parte deseaba desatarme y salir corriendo de allí para esconderme en el agujero más profundo del universo. Y por otra, sabía que no podía hacerlo... Mejor dicho, no deseaba hacerlo.

Siempre había pensado que Hugo era un hombre tremendamente atractivo, si bien el hecho que era gay, lo coloco en la categoría "fuera del alcance". Sin embargo, al verlo allí, frente a mí, desnudo, pude contemplarlo a placer. Su cuerpo duro y fibroso, moldeado por horas de gimnasio y un rostro bello, de facciones firmes, con unos enormes ojos azul verdoso que me habían embelesado desde niña. Y cuando se inclinó sobre mí y me besó en la boca, supe que no había vuelta atrás.

Labios ardientes, expertos, sobre un cuerpo hambriento, deseoso de placer.... Las sensaciones, los besos, las caricias estuvieron a punto de hacerme enloquecer. El estar atada hacía que me sintiera perdida, carente de todo control, aunque, eso mismo hacía que las sensaciones se multiplicaran por mil.... Y Hugo le dedico tanta atención a mi cuerpo que pensé que mi alma me abandonaría para siempre. Mis pechos, se engrandecieron e hinchieron hasta hacerse como dos pequeñas montañas; gracias a sus caricias, a la manera de mordisquearme el pezón, de acariciarlos.... Mi vientre recibió sus besos, sus caricias, el que durante un segundo se detuviera en mi ombligo para mojarlo con su lengua .... Al igual que mis piernas y mis pies.... Para finalmente alcanzar su destino definitivo: mi sexo.

Cuando sentí su boca sobre mi clítoris de pronto me entró el pánico. "¿Me había depilado?", "¿Me había bañado bien esa mañana?". Si, ya sé que pueden ser boberías para muchos hombres, aunque muchas mujeres estarán de acuerdo conmigo en que en la misma situación, alguna vez que otra lo hemos pensado... Si bien todo eso dejo de tener importancia, en el instante en que Hugo comenzó a hacer su trabajo.

Pero entonces otra pregunta me vino a la mente, ¿era realmente tan inexperto como yo creía?.

Hugo se movió por mi sexo, como un explorador que conoce demasiado bien el camino. Supe que aquello era algo que había realizado miles, tal vez millones de veces; posiblemente había soñado con ello mucho antes de que ni tan si quiera yo pudiera comenzar a torturarme con la idea... La forma de acariciar los labios con su lengua, de introducirla dentro, de mordisquear el pequeño cuerpecillo... Y sus manos, ¡ Dios!, nunca pensé que pudieran acariciar de semejante manera, y cuando introdujo los dedos dentro de mi se movió con seguridad, consciente de cada movimiento; como el músico que toca al piano su canción favorita... Me hizo llegar al éxtasis de una y mil formas diferentes. Todas ellas distintas, todas ellas especiales...:

-Desátame.-Le susurré al oído cuando se acercó para besarme.

-¿Porque?.- Me preguntó desconcertado.

-Porque no es justo que solo yo reciba la máxima atención.

Hugo obedeció mansamente, sin rechistar. A pesar de ello, cuando estuve libre y me arrodille frente a él emitió una protesta que me extrañó:

-Es que yo no...

Por primera vez en mis treinta años lo vi avergonzado, incapaz de mirarme a los ojos. Creo que porque aquella era la primera ocasión en que lo hacíamos como un hombre y una mujer, y no como unos adolescentes asustados y confundidos, o como los amigos que habíamos sido toda la vida... No, nuestra relación había dado un paso más. No sé dónde nos llevaría, ahora era evidente que había evolucionado.

Allí arrodillados, en medio de la cama, lo único que pudimos hacer fue besarnos con toda la pasión acumulada durante estos años. Mientras nos abrazábamos con tanta fuerza que pensé que nos ahogaríamos... Si bien no lo hicimos...

No sé como él terminó debajo de mí, ahora tampoco quise averiguarlo, ya que ahora era yo la que podía maravillarme con ese cuerpo que había sido el causante de mis mayores pesares, pero también de mis más maravillosas alegrías.

De sus labios, descendí por su barbilla cuadrada a su cuello, a donde me detuve durante un segundo para mojar con mi lengua la depresión de la base, y acto seguido continuar hacia abajo por su pecho. Parándome en sus pezones durante largo rato para dedicarle una atención especial... Primero atrape uno con los dientes, lo mordisqueé, jugué con el vello de alrededor estirándolo, liándolo con mi lengua... Me divertía oír los ruiditos que emitía, notar sus manos acariciándome la espalda y el trasero... Sabiendo que el estaba tan excitado como yo.

Poco a poco fui llegando hacia mi objetivo final, su pené.

He de admitir que aborde ese tema con cierto respeto... Me figuro que por el hecho de que Hugo era homosexual, -o eso creía-, y él sabía algo más del tema que yo... Aún así no dejé que el miedo me dominara y me metí su miembro en la boca con total decisión. Ahora, una vez hecho, descubrí que tenía sus ventajas. El mismo era el que me iba guiando, el que me iba indicando lo que le gustaba con sus gemidos y las palabras entrecortadas... Incluso pude hacer algo que con Julian me había sido imposible: explorar con mi boca su culo, e incluso comprobar que también los hombres tienen su punto g... Aunque esté algo escondido...

Su miembro estaba totalmente inhiesto, listo para ser introducido en mi coño. Así que me senté a horcajadas sobre él y lo metí dentro. Noté que Hugo estaba nervioso, como temeroso de lo que pudiera suceder, así que acerqué mi boca a su oído y le susurré mientras le acariciaba suavemente la mejilla:

-Abre los ojos. Vamos a hacer esto juntos...

Tardó unos segundos en reaccionar, (lo cierto es que él estaba mucho más asustado de lo que me imaginaba).Ahora, cuando lo hizo y pude contemplar la belleza esos pequeños lagos azules, supe que todo iría bien... Al principio presioné suavemente, lentamente, observando su rostro con atención, pendiente de sus reacciones, de sus gemidos. Eran ellos los que me marcaban el ritmo, los que me iba marcando la profundidad de la penetración...

Repentinamente, Hugo alzó el torso y pego su cuerpo al mío, mientras me besaba con pasión. Él estaba mucho más excitado de lo que me imaginaba... Sabía que con poco terminaríamos, pero yo no querría, deseaba alargarlo lo máximo posible. Así que cambie de postura, dejándome caer en la cama y que él me poseyera por detrás. Y aunque no podía verlo, si que podía sentir su miembro en mi sexo, moviéndose con calma, sus manos por todo mi cuerpo, y sus labios en mi cuello, incitándome hasta límites inalcanzables. Y cuando note la calidez de su semen en mi interior, me sentí bien, completa.

Tras aquello, me giré para besarlo, y luego apoyé mi cabeza sobre su pecho. No sé, fue instintivo, me pareció lo más normal del mundo... Sabía que en un buen rato ninguno de los dos podría moverse. Nuestros cuerpos yacían laxos, y colmados. Entonces sucedió algo que me sorprendió: La habitación estaba en silencio, era tarde, todo estaba en calma. Los únicos sonidos que nos acompañaban eran los de una ciudad que duerme, y un leve repiqueteo. Al principio no lo identifiqué, pero en ese momento me di cuenta de lo que era. El sonido de su corazón que latía al mismo ritmo que el mío; como si los dos fueran uno solo. Así fue como supe, que aunque quisiera, nunca podríamos separarnos... No sé quien lo puso en la vida, si el azar, el destino o nuestros padres, ahora fuera lo que fuera lo había colocado para que me acompañara SIEMPRE.

Con aquel convencimiento me dormí finalmente... Me acuerdo que era tarde, y que pensé como sería mi vida a partir de ese momento. Por una parte estaba feliz. Me sentía plena por haber realizado algo con lo que había soñado durante tanto tiempo, si bien al mismo tiempo me pregunté si podría vivir con ello. Y es que por más que lo intentara, mi vida era mucho más complicada de lo que hubiera deseado. En la que el dolor, la felicidad, el placer y la confusión eran tan intensos, que a veces solo deseaba olvidar. Olvidar como diablos había permitido que llegase a ese punto...