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El lenguaje de la piel (1: Un subito giro...)

en Erotismo y Amor

"EL LENGUAJE DE LA PIEL"

1ª Parte: Un Subito giro En Una Vida Anodina

 

Desde que tengo uso de razón mi vida ha estado marcada por una auténtica fascinación por las palabras... Supongo que algo tendrá que ver en ello, el que mi madre fuera profesora de literatura y una gran lectora. Recuerdo, que siendo muy pequeña, me gustaba trastear en su escritorio mientras ella estaba trabajando, ojear sus libros, ver los dibujos, imaginar que historia contaban esos trazos, que en aquel entonces no tenían ningún sentido para mí. Tal vez por eso, cuando apenas tenía unos dos años, mi madre empezó a enseñarme a leer: Comenzó por sentarme en su regazo y abriendo un libro frente a mí, me leía historias de Princesas encantadas y valientes príncipes que iban en su rescate a lomos de brillantes corceles... (Sé que no es una versión nada realista del mundo que había tras las puertas de mi hogar, pero han de admitir que es bonito soñar)... Yo solo sé que a fuerza de oír su voz todos los días leyéndome, empecé a identificar los sonidos con aquello que había escrito en aquellas páginas.

Aquel fue el comienzo de una "obsesión" que se ha mantenido intacta hasta el día de hoy.

Conforme fui creciendo, hubo muchas cosas que cambiaron a mí alrededor, pero hubo algo que se mantuvo invariable: mi amor por los libros y las palabras... No recuerdo como fue, pero el descubrir que el mundo era una torre de Babel en el que cada país tenía una cultura, una religión,... pero sobre todo un idioma que lo identificaba como tal, añadió un apéndice a ese amor ya enraizado en mi: El de conocer el idioma, la cultura y la literatura de cuanto más países mejor... Mi ansia de conocimientos siempre fue desmedida en ese sentido. Si bien hubo una pregunta que conforme iba ampliando mis estudios nunca he podido contestar: "¿Realmente hay un idioma con el que todos los pueblos podamos expresarnos?. ¿Hay un lenguaje que no entienda de países, religiones ó edades?...

Durante mucho tiempo creí que ambas preguntas no tenían respuesta posible. Sin embargo, la vida me ha demostrado que no se puede dar nada por sentado en este mundo. Y que cuando pensamos que no hay solución posible, sucede algo que nos hace ver lo equivocados que estábamos.

Algo que da nuevamente a tu vida un giro de ciento ochenta grados.

Tal vez por eso me he decidido ha comenzar un relato en el que por primera vez, la protagonista no sea un personaje de ficción, sino la escritora que les ha dado vida a durante todo este tiempo... Aunque una vez tomada la decisión, resulta paradójico que las ideas se agolpen en mi mente sin ningún orden ni concierto y yo no sea capaz de ordenarlas. Se piensa que los escritores somos domadores de la palabra y tendríamos que poder con ella... Pero hay cosas, que por mucho tiempo que pasen aún me siguen superando.

Sin embargo, antes de continuar, creo que lo más correcto sería presentarme, -más que nada por educación-; bueno, pues ahí va: mi nombre es... bueno, ahora que lo pienso creo que tal vez no tenga demasiada importancia; al fin y al cabo, no es algo que nosotros elijamos, sino que lo escogen por nosotros; incluso en ocasiones, antes de que vengamos a este mundo. En cuanto a mi profesión, como ya se habrán podido imaginar, es esta, la de ser vehículo para contar una historia que flota en el aire. La de alejar al lector de sus preocupaciones diarias en un viaje que le lleve lejos de la realidad... Sin embargo, hasta hace bien poco mi trabajo era otro; bueno, para ser sincera muchos otros. Al fin y al cabo, los que nos dedicamos a la literatura sabemos que vivir de nuestra pluma los 365 días de año no es nada fácil.

Aunque ahora que pienso en lo del nombre,...si tuviera que elegir uno que realmente me definiera, supongo que sería Mediterráneo; ya que desde que vine al mundo, mi vida siempre ha girado alrededor de sus aguas y su luz... Pero supongo que me tendré que conformar con el que me pusieron en la pila bautismal: María Ángela, ahora con Marián bastará... Y el lugar en el que vine al mundo fue Valencia, ciudad del fuego, la luz, la música, cuna de las fallas y de la paella; sin embargo estos no dejan de ser tópicos que no definen por completo estas calles. Si hay alguna descripción posible para esta ciudad, sería la de esencia de lo Mediterráneo, el lugar al que siempre regresaré, mi punto de referencia... Por que extrañamente, desde niña, pese a que amo a este lugar con locura, nunca me he sentido arraigada en él... No sé como explicarlo, pero se podría decir que sentía como si al caminar por ella, no pudiera sentir el suelo bajo mis pies, como si lo hiciera sobre nubes... Seguramente por eso, el destino me ha ofrecido la oportunidad de conseguir aquello que siempre había deseado: Un puesto como redactora en una revista femenina en roma, y la oportunidad de comenzar una nueva vida siendo la mujer que siempre había deseado ser.

 

Razones para rechazar la oferta había miles, no millones; (de hecho, durante un tiempo dejé la idea aparcada en un rincón, porque aquellos argumentos pesaban mucho más de lo que estaba dispuesta a admitir). Sin embargo, he llegado un punto en que he tenido que sopesar si realmente merecía la pena seguir huyendo de lo que realmente deseo: Vamos a ver, sé que no hablo ni una palabra de italiano y que eso dificultará mucho mi existencia en mi nuevo hogar, pero por mucho que me digan, yo no lo veo como un impedimento, sino como un reto que me servirá para ponerme de nuevo a prueba... Una vez, descartado el problema del idioma, las nubes comenzaron a disiparse en el horizonte... Tanto es así que ni tan si quiera me importaba tener a mi familia repitiéndome constantemente:" No estás hecha para vivir la vida del emigrante"; cosa que dudo, porque ellos nunca se han tomado la molestia de conocer a la persona en la que me he convertido, así que no veo porque tienen que emitir juicios de valor sobre algo que desconocen. O el eterno "piénsalo bien, tu padre te necesita", - aunque ahora que lo dicen, ese era otro motivo a tener en cuenta para largarme; poner espacio entre mi y mi progenitor; quizás es lo que ambos necesitamos para volver de nuevo a la vida-... No me entiendan mal, lo quiero mucho, pero a veces es muy difícil ser hija única y vivir sola con un hombre que ha perdido al gran amor de su vida. Además, tengo el aliciente de que mi amiga Anna y su esposo viven en Roma, por lo que serían un buen punto de apoyo; sobre todo en los primeros tiempos... Y como seguir enumerando todos los pros y contras se puede hacer eterno, simplemente diré que soy plenamente consciente de todos y cada uno de ellos y que pese a ello no pienso darme por vencida a la primera de cambio... Por lo que la idea resulta cada vez más seductora..., haciendo que por primera vez me sienta segura de que no voy a desistir hasta haber alcanzado mi objetivo.

En cierta manera es como volver a reinventarme: Un nuevo país, un nuevo trabajo, un nuevo hogar, nuevos amigos, así tal vez la mujer que fui hasta ese momento muriese y como el ave fénix, una nueva renaciese de entre sus cenizas. Supongo que se me pasó por la cabeza la idea de que si era capaz de "estrena una nueva vida" , quizás los errores, miedos e inseguridades que me había marcado desde niña se quedarían enterrados en el pasado y podría comenzar de nuevo con energías renovadas.

No obstante, creo que antes de hablar de hablar de mi presente debería echar un vistazo a lo que ha sido mi pasado, ver como fue mi vida hasta llegar aquí y lo que me llevó al punto en que estoy en este momento:

Como ya he dicho antes, nací en Valencia... En cuanto a mi familia, se podría decir que era un clan de "bohemios", -lo entrecomillo por que no todos mis parientes tienen inclinaciones artísticas, pero a estos últimos los obviaré por razones evidentes, ya que los que realmente influyeron en mi vida fueron los primeros-. De ellos, mis padres estarían a la cabeza de la lista, sobre todo por lo que a mi madre se refiere; su inteligencia, su cultura y su forma de comportarse siempre marcaron mi vida... Aunque lo cierto es que en algunos aspectos no me lo han puesto demasiado fácil... ¡¡No me entiendan mal!!, los adoro y a su manera fueron unos padres geniales, sin embargo habían puesto el listón tan alto que no me veía capaz de superarlo. Imagínense lo que es crecer en una casa que es el vivo ejemplo de lo que puede pasar si encuentras a tu alma gemela, a la persona con la que estás destinado a estar... Eso te pone muy "nerviosa" a la hora de comenzar a buscar pareja. Ahora bien, una puntualización para aquellos que piensen que hay una edad para enamorarse: mis padres se conocieron cuando habían cumplido los 35 y se casaron apenas un par de años después; cuando todo el mundo se había dado por vencido y les preparaban una vida de solteros al cuidado de sus mayores.

Respecto a mí...

Huelga decir que no empezaré desde el principio de los tiempos, creo que es obvio que la mía fue una infancia feliz, como la de muchos otros niños de este mundo; no veo que haya nada de especial en ello. Acaso lo más destacado de aquella época era que ya entonces tenía claro que mi destino era ser escritora. Incluso antes de saber lo que esa palabra significaba....Para ser honestos, hasta más o menos los veinte, tuve claro como sería mi futuro y el tipo de vida que vida me esperaba; ni tan si quiera me lo plantee, es más lo daba por sentado. Sabía los pasos que tenía que dar para alcanzar todos y cada uno de las metas que me había propuesto y lo más importante, estaba dispuesta a hacer lo que fuese para conseguirlo. Tal vez eso era lo que me hacía destacar sobre las demás chicas de mi edad: Cuando ellas ni tan si quiera sabían que harían la próxima semana, yo tenía mi vida planeada a muuuuy largo plazo... Sin embargo, ahora que lo pienso, creo que todo lo que me sucedió, fue una jugada del destino para enseñarme que la arrogancia, en dosis excesivas no es buena. En la vida se necesitan ciertas dosis de humildad para aceptar los golpes que te van dando por el camino. Y yo, no la tenía, por lo que evidentemente caí derrotada. Miedo y sensación de no poder encontrar el camino empezaron a ser mis compañeros de viaje... En pocas palabras, en algún punto entre el examen de fin de carrera y la entrega de diplomas, me perdí. Pero fue un extravió en el sentido más amplio de la palabra que te puedas imaginar.

¿Una causa, un motivo para sentirme tan desorientada?... Me sería imposible ponerle un nombre ó dar solo una; posiblemente lo más importante sería que tenía miedo, -al fin y al cabo, nunca he

negado mi naturaleza cobarde y asustadiza-. Pero en este caso, no sería un simple y llano temor, ni tan si quiera me bastaría con la acepción del diccionario de la real academia de la lengua española; si no que lo mío era algo mucho más basto y tal vez más complicado de explicar. Sin embargo, ahora que veo mi historia reflejada en estas páginas, no deja de sonarme a excusa; y lo peor de todo, de las baratas.

Buscar un termino que describa lo que me sucedió no es sencillo, técnicamente podría ser depresión, ó inmadurez o las dos cosas juntas... Ahora, no creo que solo sea ese la verdadera raíz del problema. Posiblemente tengamos que buscar la raíz de todo ello en el hecho de que soy hija única... Vamos a ver, sé que en este momento muchos se estarán echando las manos a la cabeza y que habrá miles a los que no les haya afectado de la misma forma; pero ese no es mi caso... Me explico: Es cierto que siempre quise tener un hermano, - como cualquier otro niño en mi caso-, y que soy totalmente contraria a la idea de un solo retoño, sin embargo nunca se lo he echado en cara a mis padres. Posiblemente en una de mis rabietas infantiles, no lo niego, pero de adulta, no, nunca lo hice... Cuando creces de esta forma, te falta un referente, alguien del que tomar ejemplo, piensas que los demás tienen razón y si no tienes un carácter fuerte acabas dejándote influenciar por cualquiera... Al menos a mi me paso. Desde siempre he intentado cumplir con las expectativas que todo el mundo tenía sobre mí: Mis padres, mis familiares, mis amigas, pero sobre todo yo misma; - al fin y al cabo uno siempre es su peor juez-... Eso, cuando lo haces constantemente acaba convirtiéndose en un mal hábito del que no sabes como salir.

Esa si que creo que sea el verdadero origen de mi problema.

Pero cuando te pasas la vida intentando ser la mejor de las hijas, la mejor alumna, la mejor de las amigas,... acabas agotada. Nadie puede ser perfecto 24 horas al día, y menos yo... Supongo que ahí estaba la verdadera dificultad: Me daba tanto miedo defraudar a los que realmente me importaban mostrándome tal y como yo era, que fui incapaz de ser yo misma durante siete años y acabé viviendo de cara a la galería; ... lo que me hizo sentir tan vacía y tan agotada, que apenas tenía fuerzas para moverme.

Lo que no tuve en cuenta es que cada momento es irrepetible y que cuando pasa, por mucho que lo intentes, no puedes volver a repetirlo; y si intentas vivirlo a destiempo, acabas quemándote... Dicho así sé que puede sonar a jeroglífico chino, pero creo que lo entenderán perfectamente cuando aclare unas cuantas cosas: Tuve los primeros síntomas de la depresión con apenas quince años, en plena adolescencia; haciendo que mi ritmo de crecimiento se viera, cuanto menos, alterado. Sé supone que esa es la etapa más conflictiva, en la que te cuestionas todo, la que intentas encontrar tu lugar en el mundo. Durante aquel precioso tiempo, yo simplemente me encerré en mi dormitorio convirtiéndome en una mínima expresión de mi misma. Pero por suerte, la vida me fue dando una serie de tortazos que me ayudaron a reaccionar y a darme cuenta de que debía salir del pozo a toda costa.

Creo que no todo el mundo estará de acuerdo conmigo en opinar que de todos ellos, si pongo a la cabeza de la lista la muerte de mi madre como el golpe más duro que la vida pudo darme.

Desde niña, mi madre había sido mi valuarte, la persona que realmente más me atendía y me apoyaba, (aunque no me entendiera en absoluto). Y como cualquier hijo, pensaba que siempre estaría ahí, que nunca se marcharía... Nunca me imaginé que podía perderla en apenas tres horas por culpa de un ataque al corazón... Se quedaron tantas cosas en el tintero... Me hubiera gustado decirle tantas cosas.. No puedo olvidar que apenas quince días antes habíamos celebrado su 65 cumpleaños, y todos los planes que ella y mi padre habían hecho para disfrutar de su recién estrenada jubilación... Todo eso se fue al garete de la mañana a la noche...

Aquello fue un golpe muy duro para mí del que muchos pensaron que no me recuperaría, pero sin embargo, no se como, logre sacar de él unas cuantas lecciones: Para empezar, me hizo darme cuenta que la vida es muy corta; que como dice el refrán "solo son dos días" y que si no disfrutas plenamente de cada minuto, como si fuera el último, es casi un sacrilegio. Con ese nuevo convencimiento hice el corazón fuerte y comencé a dar los primeros pasos para recuperarme... Pero como a cualquier preso que han tenido incomunicado durante mucho tiempo, la luz del sol me cegó y durante un momento fui incapaz de ver nada....Ahora, poco a poco, con paciencia, comencé a parpadear, y a encontrar soluciones para todos y cada uno de mis problemas; me pareció que era lo mejor que podía hacer en memoria de ella. Al fin y al cabo mi madre había sido la que más había lidiado conmigo para que reaccionara, para que viviera de nuevo,... sin ningún resultado por otra parte... Creo que se lo debía. Tal vez así, si me estaba viendo desde alguna parte, su espíritu podría descansar finalmente en paz.

También tengo que admitir que mi pobre madre debió de hacer horas extras allá arriba para que saliera indemne de tantas tonterías que cometí y dije. Pero pónganse en mi lugar, era una adolescente de veintiséis años que querría comerse la vida a bocados... Durante un tiempo ande pasada de rosca, lo reconozco, - de ello, el que peor parte se llevó fue mi padre, que se vio obligado a lidiar conmigo y mis enfrentamientos constantes con mi familia por lo que ellos denominaban un "supuesto abandono de mis funciones de ama de casa"-, pero me sirvió de mucho. Aprendí que tenía los límites mucho más elásticos de lo que pensaba. Aun así, me puedo considerar afortunada, por que en plena "locura" mis pasos se fueron encaminando milagrosamente hacia una vía en la que realmente me sentía bien, realizaba. Y llegados a este punto, creo que lo mejor sería hacer una mención especial a todas aquellas personas que se cruzaron en mi vida y que me ayudaron a establecer definitivamente el rumbo; como Anna, la bella editora italiana que me ha dado la oportunidad de mi vida.

Pero creo que antes de hablar de ella, debería por lo menos dedicarle unas líneas a mis amigas, tanto a las de toda la vida como a los nuevos; a las primeras por haber estado allí en mis peores momentos, en aquellos que no creí que sobreviviera, y a las segundas por haber abierto ventanas que me mostraban nuevos paisajes, lugares que nunca había visto. Sin los primeros no se entiende mi pasado, sin los últimos, se entiende mi presente y el cambio que ha dado mi vida.

En estas páginas quiero dar especialmente las gracias a dos personas, que a parte de mis padres, lo han significado todo durante muchos años... No sé dónde oí que a quien Dios no le da hermanos, el diablo le da...; no me acuerdo como sigue, pero bueno, no importa lo que quiero decir es que aunque no tuve gente de mi sangre junto a la que crecer, si que tuve buenas amigas. Creo que nada más con eso me puedo considerar afortunada. Junto a ellas crecí y me formé, en cierta manera opino que les debo la persona que soy hoy en día... Y ahora que me marcho, su amistad es un valuarte que me llevaré allá donde vaya.

Sé que no les va a gustar que hable de ellas y que no quieren ver su nombre reflejado en estás paginas, pero es igual, aunque se enfaden, no me pienso arrepentir: Alba y Marta, gracias por ser mis amigas, por quererme y por soportarme durante todo este tiempo.

...Uno de los motivos que me ha impulsado a hablar sobre todas estas personas, es porque están ligadas a Valencia, a la ciudad que me vio nacer y forma parte de mi historia. Quiero rendirles tributo, que sepan lo mucho que me importa, ya que siento que tal vez no les he dado todo lo que debiera; que en cierta forma no han conocido todo de mí... ¡¡¡Dios, ¿porque me he de sentir tan culpable?!!!...No sé, me duele tanto dejarlos...

Pero de toda la gente que ha pasado por mi vida, hay una persona que está a medio camino entre ambos mundos: Forma parte de mi pasado, de aquello que me liga a Valencia; y también forma parte de mi futuro, de la nueva vida que me espera en Italia. Indudablemente me estoy refiriendo a Anna, mi bella editora romana... Sin embargo la nuestra no es una relación solamente laboral, sino que además es una de mis mejores amigas y en cierta manera, la culpable de que iniciara mi carrera de escritora con energías renovadas.

Aunque pensándolo bien, la tres están unidas de una forma, yo diría... bastante curiosa. Ya que de no haber sido Marta una de mis mejores amigas y la que más me había insistido en que fuéramos a esa fiesta; tal vez nunca la hubiera conocido y mi vida no estaría a punto de dar este cambio... Me explico: Anna es prima de Paula, una antigua compañera del colegio de Marta y buena amiga suya, y por ende también mía. Y si bien antes de conocerla había oído hablar de ella durante mucho tiempo, no fue hasta el año pasado cuando me la presentaron; durante aquella celebración a la que fui casi por casualidad, (y de bastante mala gana, -todo hay que decirlo-). Pero no me arrepiento de haberlo hecho...

Recuerdo que cuando me propusieron que asistiera, me negué en redondo desde un principio, pero como ellas me conocían lo suficientemente bien, habían aprendido a no hacerme ni puñetero caso.- He de decir en su descargo, que aguantarme cuando me pongo en plan depresiva-cabezota, es casi una tarea de titanes: -. Así que simplemente, el día en cuestión se plantaron en mi casa con sus mejores galas y no se menearon de allí hasta que salí del cuarto de baño arreglada para ir a la fiesta; -cosa que hoy les agradezco desde lo más profundo de mi corazón-, pues de no haber sido así, tal vez mi vida seguiría siendo el mismo pozo negro y oscuro en el que me había sumido.

Paula se había comprado un estudio en un edificio de nueva construcción camino del palacio de congresos; un lugar " no demasiado grande", pero muy acogedor; al menos así nos lo había vendido cuando nos invitó a la fiesta "pequeña e intima" que iba a celebrar para ignagurarlo... Si bien, al llegar aquella tarde contamos que había más de 50 invitados en una casa que no debía de superar los 60 metros. La mayoría de ellos era conocidos, pero había muchos que no me sonaban; entre ellos, Anna. Me acuerdo que cuando entré, lo primero que logré vislumbrar entre la marabunta de gente fue a ella, que permanecía al fondo, como escondida. Llevaba un traje de chaqueta negro que contrastaba con su flamante cabellera rojiza y unos ojos color miel tremendamente cálidos. Eso me llamó poderosamente la atención, pero aún así no dejó de ser un hecho anecdótico. Hasta que minutos después, su prima y ella se acercaron a mí sonriendo:

-Marián, ven quiero presentarte a una persona.- Y señalando a Anna con una sonrisa, agregó: -Creo que no conoces a mi prima...

-No, la verdad es que no tengo el placer.

-Bueno, pues os presentaré. Creo que podéis llegar a ser muy buenas amigas,... siempre he pensado que teníais muchas cosas en común... Anna, esta es Marián, la escritora de la que te hablé... Marián esta es mi prima favorita, Anna.-Agregó mirándola con una irónica sonrisa.

-Encantada.-Dije mientras nos dábamos los dos besos protocolarios. Y acto seguido, añadí intentado quitarle hierro al asunto: -No le hagas demasiado caso a tu prima, a veces exagera. Ella solo me ve con los ojos de la amistad, y eso, a veces no son demasiado imparciales.

-Pero si los de una escritora amateur como tu, que ha leído toda tu obra.-Afirmó mientras me miraba directamente a los ojos.-Esos si que son imparciales.

Eso me dejó descolocada. Supongo que no esperaba una salida como esa. Hasta el momento, las únicas personas que habían leído lo poco que había escrito eran: Alba, Marta, Paula y alguna profesora de literatura. A todas les había gustado, es más, me habían alentado a seguir adelante, a continuar escribiendo, aunque por mucho que se lo agradeciera y lo intentara una y otra vez, no sé que pasaba, pero en algún punto a medio camino, siempre acababa desinflándome. Nunca lograba terminar algo de lo que me sintiera orgullosa... Todos pasaban a ser un cúmulo de folios metidos en carpetas que guardaba al fondo de uno de los cajones del escritorio... No sé, era demasiado complicado... Me temo que como siempre, me había dado por vencida antes de ni tan si quiera iniciar la batalla.

Desde que la conocí, siempre he pensado que Paula es como una especie de hada, un ser etéreo que atiende las necesidades de aquellos que la rodean, sin que apenas se note su presencia, sin que apenas sea visible a nuestros ojos... Y me mantengo en ello. Aquella noche, no sé como se las ingenió, pero desapareció como por arte de magia, dejándonos a solas en lo que parecía la zona más tranquila de la casa...

Extrañamente, cuando me quedé a solas con ella sentí un súbito nudo en el estómago que me pilló por sorpresa y que me costó bastante... ¿identificar?... No sé si esa sería la palabra. Admito que era insólito en mí, -sobre todo cuando tuve claro que era lo que me pasaba-, porque nunca antes me había sentido intimidada por una mujer. Puede que tuviera algo que ver el que mi auto-estima estaba en la cuerda floja desde hacía bastante tiempo, por lo que no era capaz de verla como una persona en si, sino como un espejo en el que se veían reflejados mis fracasos. Ella personificaba todo lo que había ambicionado en aquella primera adolescencia y no había conseguido: Un marido arquitecto, un trabajo en el mundo editorial por el que hubiera matado, un físico de espanto que hacía a los hombres que se giraran solo para contemplarla....Ahora, pasado ese mal trago y con cierto regusto amargo en los labios, me di cuenta de lo equivocada que estaba: Anna era una mujer dulce e inteligente, capaz de escuchar, y saber comprender; una persona que muy fácilmente se podía convertir en mi amiga. Es más, vi que había fundamentos más que sólidos para fundar una afecto,... cuanto menos, diferente.

A partir de entonces, comenzamos a construir los cimientos de una amistad que para mí fue toda una novedad. Hasta ese momento no había conocido a nadie que escribiera o que estuviera relacionado con el mundo de la literatura, - es cierto que Anna era escritora amateur como yo, pero además de ello trabajaba en una de las mejores editoriales Italianas-; así que era agradable tener por fin a alguien como ella en mí vida. Eso me dio nuevas fuerzas, energías renovadas, y de pronto, fui consciente de que había vuelto a escribir a un ritmo que ni yo misma conocía... Logró que por primera vez terminara algo de lo que me sintiera realmente orgullosa...

Lo que nunca me imaginé, fue lo que sucedió a partir de entonces:

Como es natural, Anna regresó a su país poco después de aquella fiesta, (solo estaba aquí para asistir a una boda), así que seguimos en contacto a través de Internet, teléfono ó incluso vía carta... Sin embargo no era fácil... A veces el stress de la vida diaria, nos tenía tan ocupadas, que cuando llegaba la noche, ni tan si quiera teníamos fuerzas para encender el ordenador y concertarnos; aún así conseguimos no perder el contacto... Por lo que si no tenía noticias de ellas durante algún tiempo, no me preocupaba, sabía que entre su marido y el trabajo estaba muy atareada... Pero de pronto, un día cambió todo: Una mañana al abrir el buzón saqué una carta muy extraña. Al principio ni tan si quiera me fijé en el remite, simplemente vi que era de Italia, por lo que supuse que ella me la había enviado, -ya que no conocía a nadie más allí-, así que me la guardé en el bolso y me fui corriendo a clase, ya que para variar, llegaba tarde...

La carta estuvo todo el día allí, entre las paginas del último libro de Isabel Allende que estaba leyendo y ni tan si quiera sentí la más mínima curiosidad por leerla... Pensé que ya tendría tiempo. Solo cuando llegué a casa y comencé a sacar las cosas del día, me percaté de que aquel sobre no era de los que solía enviar mi amiga, sino que tenía el membrete de una empresa que no conocía, con sede en Roma... Eso me puso los pelos de punta.

Antes de continuar, creo que debo hacer un pequeño inciso para aclarar mi reacción... Como un mes antes de recibir esa carta, me encontré con Anna en el messenger, como en tantas otras ocasiones; no hubo nada de extraño en ello. Aunque recuerdo que aquella ocasión me hizo una ilusión especial, porque tenía ganas de hablar y ella era una de las personas que mejor sabía en el punto en el que me encontraba en ese momento. No sé..., ni tan si quiera me acuerdo que hablamos, pero en un punto de la conversación, le pedí información sobre Roma; tenía una idea para escribir una novela histórica y necesitaba información sobre el periodo clásico. Ella estuvo muy amable, me habló de una serie de libros, me dijo donde podría encontrarlos y yo se lo agradecí... Hasta ahí, todo normal... Poco después recuerdo que hice un comentario sobre la ciudad, sobre su historia y lo bonita que debía ser, a lo que ella me contestó: "Eso lo descubrirás cuando vengas a verla", ó algo parecido, no me acuerdo muy bien. Si que recuerdo, que cuando quise profundizar en el tema, se negó a hablar de ello, me dio a entender que ya me enteraría y ahí se quedó la cosa.

Después de aquella oportunidad nos seguimos encontrando en Internet, e incluso recibí un par de cartas suyas, pero nada más. No volvimos a hacer referencia al tema y yo acabé olvidándolo.

Sin embargo, cuando tuve esa carta frente a mí, lo vi todo claro.

No sé cuanto tiempo estuve sentada en mi escritorio, con el sobre frente a mí, mirándolo, pero sin ni tan si quiera tocarlo. Estaba segura que si lo abría, si conocía su contenido, mi vida daría un giro de 180 grados y por primera vez, dude de sí realmente estaba demasiado dispuesta a hacerlo... Había habido tanto movimiento en los últimos tiempos, que estaba un poco mareada y comenzaba a desear solo un poco de paz...

Pero por lo visto estaba escrito en mi destino que el mío era un camino sin tiempo para el descanso.

Mi padre llegó como una hora después que yo y cuando me vio así, se asustó, no comprendía porque no abría la carta; así que al final acabó abriéndola él y leyéndola. Por lo que el pobre hombre pudo entender, era una propuesta en toda regla de una editorial para publicar uno de mis manuscritos que supuestamente yo les había enviado... Eso me aturdió... Hasta ese momento, las únicas personas que tenían lo poco que había logrado terminar pertenecían a mí circulo más intimo y estaba casi segura de que no había salido de allí... Entonces mi padre dijo: "La carta viene de Italia, ¿No tienes una amiga que vive en Roma?".... Aquello hico que automáticamente se me encendiera la luz y comprendiera muchas cosas... Una de ellas, porque Anna estaba tan misteriosa en los últimos tiempos.

Lo que sucedió a partir de ese momento fue una autentica locura...

Intenté ponerme en contacto con Anna pero estaba fuera de cobertura. Por lo visto había tenido que salir en el último minuto en un viaje de negocios y tardaría en regresar. Esperar a que ella volviera, era imposible; antes me daba un ataque que estar con los brazos cruzados; así que comencé a hacer averiguaciones por mi cuenta:

El primer paso fue recabar información sobre la editorial. Sabía que no era en la que trabajaba Anna, - muchas de las cartas que le había enviado, habían sido a su oficina-, así que tuve que ponerme a investigar para saber que tal era la empresa... Por suerte, Paula era profesora de italiano y varias compañeras del colegio hablaban el idioma con fluidez; por lo que me pudieron corroborar dos datos sumamente importantes: Que existía y el más importante, que era una de las mejores del mundillo literario. Eso me dio cierta tranquilidad. El segundo, fue ponerme en contacto con ellos,..cosa que por cierto, me costó bastante. Durante días, estuve sentada delante del teléfono dudando en si debía llamar ó no... pocas veces en mi vida había estado tan asustada como en este momento. Y no sé que era peor, sentir el terror paralizando todo mi cuerpo ó la rabia por notarlo. Se suponía que con los avances que había hecho en los últimos tiempos, no tenía porque volver a quedarme sin poder moverme. Pero por lo visto estaba equivocada... No pude superarlo... Estaba tan petrificada, que tuvo que venir Anna y montarme en un avión, para dar el paso definitivo.

La visita a las oficinas de la editorial, fue toda una aventura; no tan solo por lo que significaba el viaje en si, sino también por la ciudad que me recibía. Nunca antes había estado en Roma, pero desde el mismo momento en que se abrieron las puertas cristalinas del aeropuerto, tuve la sensación de que había vuelto a casa; de que finalmente estaba en el lugar que me correspondía; eso en parte ya era una compensación en sí misma. (Supongo que lo intentaba era parar el golpe por si no salía bien lo de la novela)... Pero en el fondo, tenía el presentimiento de que no sería así.

Quedamos un viernes a eso de las diez de la mañana. Recuerdo que para esa cita me puse un traje de chaqueta negro que me había comprado el día anterior y una camisa de raso blanco. Me recogí el pelo en una cola de caballo bastante discreta y como únicos complementos los pendientes que llevaba a diario, mi cadena de oro con la cruz de la Victoria, y a última hora cogí el anillo de compromiso de mi madre... Creo que en cierta manera fue un gesto inconsciente, -ya que aunque siempre lo llevaba conmigo, no me lo ponía demasiado a menudo-, pero en aquel momento fue como si así sintiera que estaba más cerca de mí en uno de los momentos más importantes de mi vida.

Pero por suerte no estaba sola. Cuando bajé Ana me estaba esperando en el hall del hotel con su dulce sonrisa y su eterno pelo cobrizo:

-¿No tenías que estar trabajando?.-Pregunté desconcertada. La noche anterior, habíamos quedado que en cuanto saliera, la llamaría con lo que fuera que hubiera sucedido durante la reunión.

-Efectivamente. Pero he pedido permiso a mi jefe para poder acompañarte.

-¿Y que pensara si tus jefes te descubren visitando a la competencia?.

-Seguramente nada... Es cierto que hay muchas suspicacias y mucho miedo al espionaje dentro de este mundillo, pero aún así he logrado hacerme una reputación lo bastante sólida, como para que no se me ponga en duda si voy a visitar las oficinas de otra editorial con una amiga.-Afirmó al mismo tiempo que con la mano hacía un gesto fuerte y rotundo que daba por concluida la conversación.

La editorial tenía su sede en una enorme torre de oficinas que había a las afueras de la ciudad. Por suerte, al ir en el coche de Anna, llegamos a tiempo para la cita, ni antes ni después; si bien eso no sirvió de mucho, ya que de todas formas tuvimos que esperar en el hall durante unos veinte minutos más ó menos. Hasta que finalmente una secretaria de mediana edad salió a recogernos, guiándonos por una maraña de pasillos que apenas recuerdo, hasta una oficina situada al fondo de aquella misma planta. Una vez allí, la mujer desapareció para dejarnos a solas con un hombre de pelo claro y enorme sonrisa, que sentado tras una enorme mesa de roble nos recibió muy cortésmente. La conversación se desarrolló en una mezcla de español e italiano, y en la cual me comunicaron que no tan solo estaban muy interesados en publicar el manuscrito que les había enviado, si no que además tenían otros muchos proyectos para mí... Por lo que nos explicaron, su objetivo a corto plazo era abrir mercados a través de la nueva narrativa, y yo, era una de las personas por las que más fuerte pensaban apostar.

Aquello me dejó de piedra, sin palabras durante un buen rato. Siempre había deseado ganarme la vida como escritora, pero no pensaba que precisamente aquel, fuera un sueño que pudiera convertirse en realidad... Intentaba ser prudente, tomarme lo que me estaba pasando de la manera más realista posible... Pero era realmente muy difícil no ponerse a saltar allí mismo...

Me dijeron que se pondrían en contacto con mis abogados, -mejor dicho, los de Anna-, y que en tres días tendrían listo el contrato. Es más, mencionaron que mientras esperaba los gastos de mi estancia correrían por cuenta de la empresa. Ni tan si quiera me atreví a preguntar si eso era lo normal, pero en el fondo lo agradecí. Tres días, con todos los gastos pagados en una ciudad como Roma eran todo un regalo. Además, me vendrían muy bien para pensar... Necesitaba reflexionar muy seriamente sobre mi futuro, y hacerlo en Valencia hubiera sido imposible. En aquel momento me ataban demasiadas cosas a esa ciudad. Igualmente, desde que había muerto mi madre, no me había tenido la oportunidad de tener unas vacaciones en toda regla y la verdad es que ya estaba comenzando a necesitarlas urgentemente.

No obstante, una cosa es lo que piensas y otra muy distinta la que el destino tiene preparado para ti; y el mío, por lo visto tenía preparado una nueva jugada con la que no contaba:

Después de la reunión, Anna y yo comimos en un restaurante del centro a donde brindamos por mi recién estrenada carera de escritora; después, ella regresó a su oficina y yo... la verdad es que en un primer momento no supe que hacer. Se suponía que tenía tres días por delante única y exclusivamente para mí... y no se me ocurría nada. Al final, me di cuenta de que no había porque decidir, sino que la ciudad lo había acabado haciendo por mí... Roma, dulce y acogedora, me arropo en su seno y poco a poco me fue descubriendo su sempiterna belleza.

Lo que se presumía que debía ser un corto trayecto de apenas cinco minutos, se convirtió en un paseo de horas.. Ande por callejuelas empedradas a donde los edificios altos e enhiestos se erguían contando en sus fachadas la historia de una ciudad que había nacido para ser eterna. Me senté en fuentes de aguas cristalinas, mientras ante mis ojos transcurría la vida diaria de una ciudad que no me sonaba como extraña, sino que me traía ecos de un pasado tal vez demasiado lejano. Me maravillé ante obras de arte de una forma que nunca antes había hecho...

Uno de las paradas finales en mi trayecto fue una biblioteca; aunque no entré en él con la intención de curiosear entre sus obras, sino más bien por el edificio en sí. Me pareció un maravilloso palacio que debía encerrar miles de historias en sus paredes; es más, casi se podía ver a damas de otro tiempo, paseando por el patio o sentadas en uno de los bancos del roble del claustro. No fue hasta momentos después descubrí el uso que le habían dado en la actualidad: un punto de referencia para estudiantes y amantes de la literatura. Tal vez por eso paseé por sus salas oyendo repicar mis tacones en la quietud del estudio de una tarde estival, ojeé algunos libros con bastante interés, deseando que algún día uno que llevara mi nombre se alojara en aquellas estanterías, hasta que finalmente me detuve en una.

Si alguien me preguntara porque cogí aquel libro, tendría que decir que no lo sé. Creo que como un niño, me llamaron la atención los dibujos dorados del lomo y el brillante cuero rojo en el que estaba encuadernado. Recuerdo que lo saqué del estante y reclinándome en una columna, comencé a ojearlo con ávido interés, pensando en que visto que tendría que regresar a Italia con bastante frecuencia, no sería demasiada mala idea apuntarme a un curso de italiano cuando regresara a Valencia; .... pero aquellas ideas pronto fueron desterradas de mi mente, dejando solo espacio para aquellas páginas que tenía entre manos.

Aunque no hablara ni leyera el italiano, ambos idiomas tiene cierta similitud, por lo que con un poco de esfuerzo, pude ver que trataba; y si tenía alguna duda, las ilustraciones era bastante explicitas... Si bien no quedaba muy claro la identidad del autor, era evidente que aquel libro era una especie de manual para el buen amante; vamos, una especie de Kamas- Utra del renacimiento... Pero lo que más me impactó no fue eso, sino el poder que parecía tener sobre mí; sentía como si algo me impulsase a seguir leyendo esas páginas...

Hasta ese momento, mi idea de la literatura se circunscribía por lo menos a otros géneros; ¡vamos a ver!, no era tonta, sabía que la literatura erótica había existido desde el principio de los tiempos, pero no sé porque nunca me había sentido tentada por investigar ese tema. (También es cierto que en aquella época tenía la misma sensualidad que un calamar); ... y que tal vez era precisamente eso lo que me subyago más de aquella obra: Que me mostraba lo que me había estado perdiendo durante los últimos tiempos.

Estaba tan absorta en la lectura del libro que apenas me di cuenta que una persona se me había acercado por detrás hasta que oí una voz de hombre susurrándome al oído:

-Se dice que ese libro lo escribió Casanova.

¡Dios, que susto me llevé!... Aunque creo que esa no era la palabra correcta; fue como cuando eres pequeña y tu madre te pillaba comiendo chucherías entre horas. Pero lo cierto es que cuando me di la vuelta y descubrí el poseedor de esa voz tan sensual, fue como si me catapultaran al séptimo cielo en una milésima de segundo: un metro ochenta y cinco, pelo negro azabache, ojos azul cielo, y un rostro tallado que parecía tallado por el mismísimo Miguel Ángel:

-Perdón, ¿qué decía?.-Le pregunté intentando infructuosamente que mis labios se mantuvieran en una sonrisa seductora; pero es evidente, que cuando no se sabe, no hay mucho que hacer.

-El libro que tienes entre las manos, no está documentado, pero la leyenda dice que lo escribió Casanova... - Aunque hablaba bastante bien el español, tenía un fuerte acento italiano que le hacía mucho más atractivo si es que era humanamente posible.

-Creía que el diario de Casanova era solo un mito.-Atajé sin dejarlo terminar de hablar

-Y es así, nunca ha habido constancia de él.-Pero hace unos años se encontró este libro. Lo tenía un anticuario de Paris y aunque no está firmado, por la época y por la manera de escribir mucha gente cree que su autor fue Casanova... ; que aparte de dejar por escrito sus aventuras amorosas, quiso escribir una especie...

-De manual del buen amante.-Terminé de decir yo, como si hubiera podido leerle la mente... Lo que en cierta manera debió de pillarle por sorpresa, porque me miró con una expresión entre divertida y recelosa, y antes de que pudiera tener tiempo para reaccionar, o para puntualizar algo más acerca del libro, acerqué mi rostro al suyo para besarlo en los labios.

No sé porque lo hice. Bueno, para ser honesta, si lo sé: no pude ni quise resistirme a la tentación de aquellos labios carnosos con sabor a fresa... Es más, solo pretendía eso, probarlos. Pero en cuanto entraron en contacto, fue una locura, de pronto sentí como si nuestros cuerpos pudiesen inflamarse espontáneamente, envolviéndonos en una hoguera de fuego y deseo.

Perdida en el hechizo de sus labios, ni tan si quiera me percaté que el libro cayo involuntariamente de mis manos, con un ruido quieto y sordo perturbando la quietud de la sala. Aquello nos hizo volver del "limbo" a la dura realidad de un solo plumazo... Recuerdo que cuando abrí los ojos pensaba que todo el mundo a nuestro alrededor estaba observarnos. Nunca antes me había sentido tan sofocada. Pero por lo visto, él tenía la situación mucho más controlada que yo, porque después de aquello, ni tan si quiera se inmutó. Recogió el libro del suelo, lo puso sobre el estante, me besó en los labios y amarrándome de la mano me sacó de allí como si de su"novia formal" se tratase. ¿Destino?, ni lo sabía ni me importaba.

El último piso del palacio había sido acondicionado como almacén, taller de restauración y oficinas para los empleados de la fundación; pero las dos últimas partes eran de acceso restringido, así que acabamos buscando un lugar en el que no pudiéramos ser descubiertos entre la maraña de pasillos que formaban las estanterías a donde se apilaban, libros, litografías y diversas obras de artes a la espera de una futura exposición. Allí se paró y rodeándome con sus brazos me volvió a besar de nuevo.

Aquellos besos no tenían nada que ver con el recuerdo que tenía de los que furtivamente me robaba mi primo en el hueco de la escalera de casa de sus padres, ni tampoco nada de lo que sucedió después: Para empezar, por mucho que quiera a mi pariente, ese maravilloso desconocido parecía saber más sobre la anatomía femenina que él; aparte de que era mucho más atractivo que él... Aunque he de admitir que no todo estaba en el físico, ¿o tal vez lo estaba mitificando por el simple hecho de que lo acababa de conocer?...No sé, todo es posible.

Yo nunca antes había hecho algo semejante, -es más siempre fui de una moral un tanto puritana-, por lo que esa manera de comportarme era algo totalmente nuevo, que despertaba en mis sentimientos encontrados: por una parte me sentía cómoda, dispuesta a llegar hasta el final, pero por otra había miles de reticencias, de puntos que me hacían alejarme.. ¿pero, a quien no le pasaría lo mismo?. Sin embargo él, con cada nuevo beso, con cada nueva caricia sobre mi piel, sobre mi cabello las fue destruyendo una por una las nubes negras, hasta conseguir que mi mundo se circunscribiera única y exclusivamente a ese almacén.

Sus labios, besaban los míos con una dulzura exquisita, mientras su lengua se movía por dentro de mi boca con una paciencia infinita, componiendo pequeñas piezas que junto a nuestros gemidos era lo único que podía oírse en aquella sala. Pero lo que al principio era ternura, en minutos se convirtió en pasión, y poco tiempo después se trocó en una lucha fraticida por ver quien conquistaba antes el cuerpo del contrario... Recuerdo sentir sus manos bajo el raso de mi falda, explorando la cara interna de mis muslos, subiendo hasta mis bragas, metiéndose furtivamente dentro de ellas, mientras a la espalda, el lomo de lo que parecía una antigua enciclopedia aludía al lugar en que nos hallábamos... Ahora, no era fácil hallar un punto de apoyo entre tanto libros, trastabillamos un poco, y nos hicimos unos cuantos moratones, hasta que finalmente topamos con el lugar ideal en una de las esquinas al fondo del almacén.

Fue allí donde él volvió a meter las manos bajo mi falda, hizo a un lado el tanga y pasó un dedo por mi húmedo sexo mientras me musitaba al oído:

-¡Uuuhmmm!...Esté justo en su punto perfecto. Tal y como a mí me gusta.

-Me alegro, porque yo también veo algo grande que me gusta no demasiado lejos de aquí.-Apunté mientras palpaba su pené, que comenzaba a endurecerse con cada nuevo roce de mi cuerpo, luchando por buscar una salida del vaquero.

-Y seguro que puedes hacer que se ponga aún más grande y duro.

-Eso aun no lo sabemos, pero si no lo intentamos no lo podremos saber.-Argüí mientras descendía hasta que mi rostro quedó a la altura de su cintura.

Hasta entonces, se podía decir que mis conocimientos de anatomía masculina se circunscribían al entorno de las películas porno y lo poco que había podido atisbar en los encuentros ocasionales con mi primo... Por lo que se podía decir que no tenía demasiada idea de lo que estaba haciendo; sin embargo pensaba que haciendo caso de mi instinto todo saldría bien y podría disfrutarlo a conciencia.

Uno a uno abrí los botones del vaquero hasta que llegué al final y su miembro salió disparado casi directamente a mi boca... Era enorme, o al menos me lo pareció; desde luego fue toda una sorpresa. Posiblemente por eso mi confianza en mi instinto falló y sentí un poco de aprensión por lo que estaba a punto de hacer. Por fortuna, apenas duró un instante... Tras esos primeros momentos de duda logré superarlo y concentrarme en él:

Recuerdo que le acerqué un dedo, pasándolo desde la punta hasta el glande y en sentido contrario; como si quisiera cerciorarme de su longitud, para acto seguido comprobaba su grosor envolviéndolo con toda mi mano y realizando de nuevo el mismo camino; lo que hizo que él comenzara a lanzar gemidos involuntarios de puro placer. Aquello me hizo levantar la vista divertida, observando la expresión de su rostro cada vez que pasaba la mano por su miembro, oyendo sus suspiros y como su cuerpo se contraía con cada uno de mis gestos...

Aquello, creo que en cierta manera me envalentonó, me hizo sentir que podía probarlo todo. Me parece que estaba tan absorta en la situación, disfrutando del frenesí, de esa creciente sensación de éxtasis, que ni tan si quiera me di cuenta que había rodeado su poya con mis labios y la había introducido en mi boca,... degustándola tranquilamente, a placer. Regocijándome con cada lametón, con cada nuevo mordisco, con cada nuevo beso; como si de un nuevo sabor de helado se tratase, listo para mi exclusivo consumo.

De pronto me alzó del suelo y levantando mi pierna izquierda me introdujo su miembro en mi sexo, haciendo que con cada acometida nuestros cuerpos se movieran con tanta violencia, que tuve que rodear su cuello con mis brazos, buscando un punto de apoyo en medio de la tormenta que acababa de estallar en mi interior.

Mi sexo estaba ya húmedo de expectación mucho antes de que él me penetrara, pero con cada nueva embestida, con cada nuevo roce de sus dedos en la cara interna de mis muslos, sobre mi clítoris, subía más allá de cualquier límite conocido. ¿Orgasmo?, en aquella época no tenía ni idea de lo que era eso, pero las sensaciones fueron tan increchendo que llegué a un grado en el que era como si un castillo de fuegos artificiales hubiera estallado en mi coño... Sinceramente, pensé que no lo soportaría mucho más.

Pero por lo visto aquel maravilloso romano tenía planes muy distintos para mí...

Cuando creí que no podría soportarlo más, él cogió mi otra pierna haciendo que ambas quedaran rodeando su cintura, dejándome totalmente suspendida en el aire; mientras me seguía penetrando con igual furia... Pero aquella posición la pudimos aguantar durante apenas unos momentos, - más que nada por pura incapacidad física-. Así que bajándome de nuevo al suelo buscamos una posición más cómoda para poder seguir nuestro pequeño combate particular; hasta que al final nos decidimos por: Yo de pie, en medio del pasillo, las piernas abiertas y él a mi espalda, introduciendo su miembro por detrás.

En aquel instante sucedió algo que añadió un punto de morbo a la situación: .... Hubo un momento en que la embestida fue tan fuerte, que hizo que todo mi cuerpo sé tambalear de tal forma que tuve que abrir los ojos para no perder de nuevo el equilibrio. En ese momento atisbé algo; al principio no estaba demasiado segura de lo que era, pero pronto los contornos se fueron dibujando y descubrí que era una mujer, que oculta entre las sombras observaba la escena... Y no tan solo eso, sino que al prestar un poco más de atención a los detalles, se podía ver como se había subido la falda y una de sus manos se movía debajo de sus bragas... Eso desbordó todas mis previsiones, nunca antes había estado tan excitada, con tantas ganas de follar como en ese momento.

Arqueé mi espalda buscando sus labios, asiendo su cuello con uno de mis brazos en una postura imposible, mordiendo en aquellas parte de su cuerpo que podía descubrir en uno de nuestros raptos frenéticos; buscando nuevas formas de excitar a nuestra furtiva observadora... Entonces él me musitó al oído:

-No te muevas, por favor.-Y antes de que pudiera reaccionar, sacó su miembro de mi sexo y masturbándose durante unos segundos, se corrió allí mismo, sobre mi culo.

Después de aquello me bajó la falda y dándome la vuelta, me abrazó de nuevo mientras me besaba hasta dejarme sin respiración, para luego decirme:

-Gracias.-Aquella afirmación me pilló fuera de juego, pero también es cierto que hasta ese momento no tenía demasiada idea de lo que se hacía después de aquello. Así que mi única arma en ese instante era la sinceridad:

-Gracias a ti... Ha sido estupendo.

-Entonces, ¿tengo que tomar eso como que te ha gustado?...

-¡Bromeas!.-Exclamé divertida.-Me ha encantado.

-¿Tanto como para volver a repetirlo?.

-No antes...

-Antes, ¿de qué?.-Me preguntó nervioso, sin dejarme terminar la frase.

-De que nos presentemos....-Acabé de decir mientras esbozaba algo que se parecía a una tierna sonrisa.

-Cierto... Sería hora de que nos presentásemos.- Agregó con cierto sarcasmo mientras me estampaba un beso en la frente.- Mi nombre es Daniel Caradini.

-Y el mío es Marián, Marián Jordá.

-Mucho gusto en conocerte.-Y para sellar sus palabras estampó un sonoro beso en los labios.

Tras aquello, salimos de allí y nos dirigimos hacía una cafetería cercana, adonde nos sentamos frente a un expreso doble. Fue allí donde me enteré que Daniel era profesor de arte en la facultad de Historia, además de trabajar como restaurador para la fundación a la cual pertenecía la biblioteca... Aunque lo que más me llamó la atención fue su manera de comportarse, de tratarme... No tan solo era un buen amante, sino también todo un caballero: dulce, educado y comprensivo; nada parecido a la clase de hombres con la que había tratado hasta ese momento.

Nos despedimos a la puerta del hotel, con la promesa de que al día siguiente sacaría algo de tiempo para disfrutarlo junto a él... Pero en cuanto entré, bajé a la realidad de un bofetón al toparme de frente con un rostro pelirrojo plagado de pecas, que me miraba con expresión divertida:

-¿Se puede saber que estabas haciendo con semejante Adonis?.- Me preguntó haciendo clara referencia a Daniel.

-¿Y tu?, ¿que haces aquí?.-- Le devolví la pelota, esquivando innegablemente el tema.

-¿No querías que Carlo y yo te invitáramos a comer en esa tratoria de la que te había hablado?.

¡Ups!...Buena respuesta pero mala memoria por mi parte.

Supongo que si dijera que durante aquella cena no tenía la cabeza en lo que estábamos hablando, creo que más de uno me entendería... Mi mente estaba en ese cuerpo fibrado y musculado, y en esos ojos del color del Mediterráneo... Imagino que fue allí donde comencé a caer en la cuenta que tal vez había un idioma con el que no había contado: el que se hablaba con un beso apasionado, con una caricia sobre una piel ardiente de deseo, con dos cuerpos dispuestos para el placer...

Algo que indudablemente yo no dominaba.

Imagino que Anna debió de intuir lo que me sucedía, -más que nada, porque se pasó toda la noche observándome demasiado atentamente-, sin embargo tuvo el buen sentido de no decir nada. Aunque lo cierto es que si hubiera sacado el tema, no habría sabido como explicarlo; en aquel viaje se me habían removido demasiados sentimientos, despertado partes que ni tan si quiera sabía que existieran, como para pretender poner una etiqueta a lo que me estaba pasando.

Tras la cena, estuvimos tomandonos unas copas en un local de moda de la ciudad, hasta que a eso de la una de la madruga, me despedí de ellos a las puertas de mi hotel. Recuerdo que me quedé unos momentos allí, viendo como el coche desaparecía calle abajo, feliz por habermelo pasado tan bien durante mi primera noche en la ciudad. Y cuando se hizo un fundido a negro, comenzé a buscar las llaves en el fondo de mi bolso, dislumbré una figura apoyada en la pared, mirándome con expresión divertida.

Era Daniel:

-¿Que haces aquí?.-Le pregunté mientras oscilaba entre el miedo y la sorpresa.

-Nada, solo es que no me podía quedar en casa, se me caían las paredes encima pensando en tí y en ese maravilloso cuerpo. ¿Te molesta?.

Durante un segundo estuve tentada a decir que sí, -más que nada porque no sabía nada de él, y no estaba demasiado segura de querrer saberlo-, pero en el último segundo decidí dejar mi parte lógica guardada en un cajón y hacerle caso a mi instinto mientras afrimaba con una sonrisa:

-En absoluto. ¿Quieres subir a mi habitación?.

No me respondió, pero la expresión de triunfo que se dibujó en su rostro cuando se lo pregunté, valía muy bien de disolvente para cualquier duda que pudiera tener... Y el beso pétreo y ardiente que me dió después, me ratificó en mi decisión... No, con él no me equivocaba.

Puede que fuera el sentir esa seguridad, el tener aquella certeza, lo que me hizo comportarme de esa manera, o puede que simplemente necesitara echar un polvo; pero fuera una cosa ó la otra, lo cierto es que después de hacerle esa pregunta lo cogí por las solapas de la chaqueta y lo besé con toda la carga de sensualidad y erotismo que tenía almacenada desde hace años... Y devia de ser mucha, porque no me acuerdo de mucho más después de eso. Solo sé que cuando comenzé a ser minimamente consciente, estaba en el ascensor, con la espalda apretada contra la pared y Daniel entre mis piernas con lo que comenzaba a ser una potente erección:

-¡Dios!.-Exclamé finalmente, bebiendo de su aliento, luchando inútilmente por separar sus labios de los mios.-Necesito oxigeno...

-¿Seguro?.Me preguntó con evidente sarcasmo.

-No, pero algo tenía que decir.- Contesté volviendole a besar.

Lo cierto es que llegamos a mi habitación con cierta dificultad, -más que nada porque apenas nuestros labios apenas se separaron; lo que me impedía tener un buen campo visual-, pero cuando logré meter la tarjeta en la ceradura de la entrada afirmé:

-Ya no te puedes escapar.

-¿Quién a dicho que quiera?.

Aquella noche fue increible, apenas dormí, y los dos días siguientes no variaron demasiado. El sexo llegó a ocupar una parte tan importante de mi existencia, que apenas había sitio para mucho más; solo le puse una condición: No querría ni planes, ni informaciones adicionales que no me fueran útiles... Querría disfrutar de esos dos días plenamente, sin presiones, sin remordimientos... Lo demás, diós diria...

Si me tuviera que quedar con algo de aquella experiencia, serían tres cosas: Daniel, Anna, y Roma. La ciudad me enamoró desde el primer momento, creo que por primera vez sentí que pertenecía a un sitio, que ese era mi lugar; que por fin podía dejar de caminar entre nubes... Es posible que por eso me doliera tanto el pensar en regresar de nuevo a Valencia y a lo que había dejado allí.

Pero la magia se esfumó la mañana del tercer día, cuando Anna me recogió en mi hotel para ir a la editorial a firmar. Había estado reunida con Los abogados el día anterior para dar la conformidad al contrato que habían negociado, -he de admitir que nunca pagué más a gusto una factura como esa, ya que habían logrado algo, que a mi parecer era casi imposible-.. A pesar de eso, era incapaz de mostrar alegría, de hecho, en aquel coche la única que parecía estarlo era ella.

-¿Que te pasa?.-Me preguntó Anna al parar en un semáforo.-Deberías estar eufórica.

-Y lo estoy, ¿porque lo dices?.

- Es evidente, porque no lo pareces... - Y antes de que lograra intervenir, agrego: -Creo que tu relación con Daniel te ha afectado mucho más de lo que estás dispuesta a admitir.

Di la callada por respuesta, porque en ese momento era lo único que podía hacer; ya que ni tan si quiera yo me comprendía. Unido a Roma, unido a Daniel, había tanto, que era imposible explicarlo en unas pocas palabras; hubiera necesitado horas. Y en ese momento no las teníamos... Supongo que en la base de todo ello estaría el hecho de que no quería renunciar a lo que tenía, a esta felicidad que me embargaba y que nunca pensé que me mereciera. Sabía cuales eran mis obligaciones, sabía lo que me unía a Valencia y que debía regresar a ella, pero no lo deseaba... Es más, rezaba para que sucediera algo que me retuviera en esa ciudad.

Creo que ese era el verdadero problema.

Firmé un contrato por cinco años en el cual comenzaría escribiendo cuentos, relatos y artículos de opinión para diferentes medios. Podría hacerlo desde mi casa en Valencia; aunque me dejaron claras dos cosas: Primero, que debía estudiar italiano, y segundo, que en un futuro no demasiado lejano me instalaría en Roma con la intención de potenciar mi carrera. Lo cual me permitía ser fiel a mis deberes como hija, sin renunciar a lo que eran dos de mis grandes aspiraciones.

Tras la firma, salí contenta, pero un poco alicaída, como si me hubieran quitado el regalo más preciado de este mundo:

-¿Que quieres hacer hasta que vayamos al aeropuerto?.-Me preguntó Anna mientras envolvía mi cintura con su brazo.

-¿Puedes llevarme a casa de Daniel?.

-¡Claro!, pero pensé que ya te habías despedido de él.

-No, simplemente desaparecí de su casa sin decirle nada y no se lo merece. Ha hecho demasiado por mí.

-Tanto como tu has hecho por él.-Alegó con tal determinación que me dejó fría. Y es que por mucho que lo intentara, no podía acostumbrarme a esa especie de don premonitorio que parecía tener.

Daniel vivía en un espacioso ático en pleno centro histórico desde el que se contemplaba una bella panorámica de la ciudad en la que como telón de fondo, tenía el tañido de viejos campanarios y el resonar de siglos de historia... Un lugar precioso, del que me había enamorado desde la primera vez que puse los pies en él... Recuerdo que en aquella ocasión Anna me dejó en la esquina, y que me dirigí hacia allí con paso firme, siendo consciente de cada palabra que saldría por mi boca, pero justo un poco antes de llegar, me paré en seco y me escondí en uno de los soportarles, a donde pude observar la escena atentamente: Allí, parado en el portal de su edificio estaba él, hablando con una auténtica belleza que parecía sacada de la portada del último play boy. ¿Celos?, posiblemente. Pero aunque así fuera, no tenía derecho a reprochárselo ya que había sido yo misma la que le había pedido nada de información adicional sobre nuestras vidas.

También es cierto que intentando ser objetiva, la mujer parecía mucho más interesada en dejar un buen recuerdo de su encuentro que él; - al menos, a mí me dio la impresión que el simplemente se dejaba querer-. Y cuando vi que lo cogía de la barbilla para estamparle un beso en los labios y acto seguido se subía a un taxi que la estaba esperando, no me quedó ninguna duda. Aún así esperé a que el taxi desapareciera de mi vista para salir de mi escondite y dirigirme lentamente hacia él, viendo como una expresión de terror comenzaba a dibujarse en su rostro y miles de excusas se agolpaban en sus labios, pero antes de que pudieran salir las sellé con mis labios:

-Lo siento,...

-Recuerda, nada de historias pasadas, -le contesté mientras volvía a besarlo de nuevo-, nada de disculpas, nada de resentimiento, -terminé la frase estampando mis labios en los suyos-. Aparte no tenemos tiempo para ello... Dentro de un par de horas tengo que salir para el aeropuerto.-Añadí echando mano a su entrepierna.

Era un domingo por la mañana, a prácticamente primera hora, así que la mayoría de la gente o bien estaba durmiendo ó había salido a pasar el día fuera; por lo que nadie salió a investigar cuando el ascensor se paró bruscamente entre dos pisos:

-Vas a hacer que nos detengan por escándalo público.-Dijo bajándome la cremallera de la falda vaquera, haciendo que se deslizara sigilosamente por mis caderas hasta el suelo con un simple toque de sus dedos.

-¿Te importaría mucho?.-Pregunté mientras le desabrochaba la hebilla del cinturón.

-No. En absoluto. Lo cierto es que te voy a echar mucho de menos cuando te vayas.

Intenté que no me afectara, ser fría, pero no pude; por mucho que lo pretendiera no dejaba de ser una chica de la vieja escuela a la cual a veces pueden más los sentimientos de lo que está dispuesta a admitir:

-Bueno, al menos hagamos que quede un buen sabor cuando nos despidamos.-Repliqué pasando

Distraídamente la mano por su pené, notando como este se iba poniendo cada vez más duro, al mismo tiempo que él, distraídamente recorría con sus labios mi rostro, mi cuello, bajando hasta mis senos, al mismo tiempo que sus manos jugaban entre mis piernas, apartando las bragas solo lo justo para poder masajear mi clítoris libremente.

Pensé que iba a enloquecer si no me penetraba inmediatamente, es más, deseaba,.... no, la palabra correcta sería necesitaba sentir su miembro en mi sexo, ¡ya!...Por lo que supongo que no fui demasiado correcta cuando cogí su poya y la introduje violentamente en mi coño. Aún así, Daniel se comportó con la elegancia que le caracterizaba, haciendo que con movimientos sencillos y suaves nuestros cuerpos partieran a lo que él llamaba territorios inexplorados.

Mis brazos permanecían asidos firmemente a su cuello, haciendo que nuestros rostros se quedaran fijos a escasos centímetros uno del otro, siendo prácticamente imposible apartar la vista de esos ojos del color del Mediterráneo que tanto me habían trastornado desde que me beso en aquella biblioteca..... Sintiendo como su miembro golpeaba repetidamente en mi centro de gravedad, haciendo que el concepto que tenía del orgasmo hasta ese momento quedara en una "pequeñez". Y cuando finalmente se corrió con un jadeante suspiro; me sentí feliz, plena:

-Gracias.-Me susurró trémulamente al oído.

-¿Por el polvo?.-Pregunté con cierto sarcasmo, aunque en el fondo sabía la respuesta.

-No, por no haberte ido sin despedirte... Este es un adiós mucho mejor.

-Desde luego.-Afirmé mientras me pasaba un dedo por mi sexo, húmedo de semen y mis propios jugos y se lo daba a probar.

Las despedidas nunca me han gustado, seguramente porque no tengo la facilidad que tienen otras mujeres de encubrir sus sentimientos; yo soy un libro abierto para todo aquel que quiera leer en él. Y aquella ocasión fue especialmente dura, ya que por mucho que intentara disimular, no podía. Habían pasado demasiadas cosas en demasiado poco tiempo... En cierta manera sentía, como si la mujer que había llegado a Roma hacia apenas tres día fuera otra: Triste, asustada y con un pobre concepto de sí misma que trataba de enmascarar bajo toneladas de ficticia seguridad. Esa mujer había muerto y otra muy distinta había nacido en su lugar: más bella, más feliz, más realizada, y con un nuevo amor por esa ciudad y la gente que me dejaba en ella.

Tras nuestro encuentro en el ascensor, Daniel se empeñó en acompañarme y no pude hacer nada para disuadirle; -aquel fue el primer choque con la "cabezonería masculina" del que salí perdedora-. Así que llamé a un taxi y nos dirigimos hacía el aeropuerto a donde Anna y Carlo me esperaban con mis maletas:

-Llegas tarde.-Me recriminó dulcemente mientras me daba un beso en la mejilla, y al ver por encima de mi hombro quien me acompañaba, agregó: -¿Que hace ese aquí?.

-No he podido impedir que venga.

-Bueno, al menos parece que has conseguido tu objetivo.

-Eso creo.-Afirmé sin demasiada convicción.

Anna me examinó con esa mirada de:" Te estás metiendo en camisa de once barras", pero no dijo nada. Tampoco hacia falta; tanto ella como yo sabíamos que solo el tiempo tenía la última palabra sobre lo que había sucedido...

Durante el tiempo que estuve esperando para facturar el equipaje e ir a la puerta de embarque, Anna, Carlo y Daniel no se separaron de mí, es más, intentaron hacer que todo fuera más fácil. Pero al final se dieron cuenta de que era inútil. El dolor que me causaba dejar todo aquello era tan grande, que apenas podía soportarlo. De hecho, durante unos minutos estuve tentada en decirles que no regresaba a Valencia, que me quedaba, que iniciaría una nueva vida en Roma tal y como me habían pedido los de la editorial. Sin embargo, en el último minuto, cuando estaba a punto de expresar en voz alta lo que el corazón me pedía a gritos, me pasó algo muy extraño que me hico frenar en seco: A apenas un par de metros de donde estábamos nosotros había un matrimonio que como yo estaba esperando para embarcar... No había nada de especial en ellos, salvo que debían tener la edad de mis padres, y que durante un segundo, solo durante un segundo, me pareció que esa mujer era mi madre.

Para muchos aquel simple hecho puede ser una tontería, una nimiedad sin importancia.- Vamos a ver, no es que me volviera loca de repente y pensara que mi madre había regresado a la vida por una circunstancia extraña,... ni nada por el estilo-; nunca dude que mi madre estuviera muerta... Supongo que aquello solo fue una llamada de mi subconsciente, un aviso de mi "culpabilidad de hija" por tener esa clase de sentimientos respecto a mi padre.

Me despedí de los tres en la puerta de embarque: Primero di un beso en la mejilla a Carlo, luego abracé con fuerza a Anna y por ultimo besé a Daniel con ímpetu en los labios, mientras me susurraba al oído:

-Gracias por haber entrado en mi vida. Nunca olvidaré estos días.

Aquello acabó de hundirme, haciendo que las lagrimas comenzaran a brotar en cuanto traspasé la puerta de embarque. Y es que aunque hubiéramos jurado y perjurado que íbamos a vivir aquellos días sin pensar en el futuro, no podía dejar de arrepentirme de haber sido yo la que lo puso sobre la mesa, de que me doliera dejar lo que había vivido junto a él, de pensar en que tal vez, aquella sería la última vez que lo viera.

Cuando el avión despegó, supe que ya nada sería igual. Mi actitud ante la vida, ante la forma de expresar los sentimientos había cambiado de forma radical... Era como si durante ese viaje hubiese abierto una puerta que durante estos años había estado muy escondida en el fondo de mi mente, dejando salir de su interior multitud de emociones y actitudes que ni tan si quiera sabía que pudiera tener...

Y lo peor era que ni tan si quiera sabía como eso afectaría a mi vida a partir de ese momento.

Volver a mi vida diaria en Valencia después de aquello no fue fácil, (en cierta manera lo sentí como una derrota); pero una de las ventajas que tenía mi nuevo trabajo era que podía realizarlo en cualquier parte. Además, he de admitir que aún me quedaban muchos asuntos pendientes por resolver en aquella ciudad...

Desde la muerte de mi madre, muchas cosas habían cambiado en mi mundo: Mí apariencia de niña tímida algo desaliñada pasó a la de mujer realmente llamativa, lo que me había dado una seguridad en mi forma de actuar, de pensar que antes nunca hubiese imaginado; algo que tras mi paso por la ciudad eterna se vio potenciado a la enésima potencia... Y aunque para muchos esa era una evolución lógica en todo ser humano, para otros no era así; es más, en cierto modo se me llegó a reprochar discretamente que fuera capaz de superar su muerte con tanta facilidad. Lo que sirvió para caer en la cuenta de que personas me conocían realmente, y por lo tanto deseaba en mi vida: Aquellos que habían visto que adoraba a mi madre, que la querría con locura y que lloraron su muerte conmigo. Pero lo más importante es que tras ella, fueron capaces de animarme para que comenzara a disfrutar de la vida sin los atavismos del pasado.

Solo hubo una cuestión negativa en todo esto: Había momentos de mi vida cotidiana en los que me descubría mirando los lugares de mi infancia con ojos extraños, como si ya no los reconociese, -Alba y Marta me dijeron que eso me estaba sucediendo porque mi subconsciente se estaba preparando para la partida; que por otra parte, las tres presentíamos pronta-. Y si bien sé que lo que voy a decir puede resultar paradójico, no puedo evitarlo, porque así lo sentí: Me dolió sentirme fuera de sus vidas, de esa ciudad. El que mi existencia cambiase, el que acabase viviendo en otro país, no tenía porque significar que iba a olvidar mi pasado y todo lo vivido en Valencia; eso siempre me acompañaría.

Puesto que ya he dicho anteriormente tuve un periodo negro en el que muchos temas quedaron aparcados, pero poco a poco pude ir reactivándolos y viviendo la vida tal y como siempre había deseado. Aunque seguía habiendo un tema al que le tenía bastante respeto: El sexo.

Dicho así suena extraño, -y más después de mi experiencia con Daniel-... Creo que lo mejor será aclararlo: Durante todo aquel tiempo, apenas salí de mi dormitorio. Y así era muy difícil encontrar un hombre; y los pocos que tuvieron el valor de acercarse a mí, acababan saliendo escaldados después de intentar sacarme infructuosamente de mi depresión. Supongo que para su mentalidad masculina, era un poco difícil de entender que la única que verdaderamente podía salvarme era yo.

No me entiendan mal, no me considero una mojigata. Pero mientras vivió mi madre y mi vida estuvo parada, yo no pasé de tener simples escarceos que no dejaron en mi memoria demasiado buen recuerdo. También es cierto que no puedo echar la culpa a nadie, ya que para empezar, era yo la que elegía mal a los hombres... No es que fueran malas personas, sino que no eran los adecuados para comprenderme, por lo que del sexo mejor ni hablar...

Pero tras mi regreso muchas cosas comenzaron a cambiar de una forma más plausible y entre ellas

, mi actitud ante el sexo y los hombres. Supongo que la experiencia con Daniel me había dado un cierto grado de seguridad que no tenía anteriormente: Ahora sabía lo que querría y lo que no querría, y lo más importante; sabía como conseguirlo..... Y aunque mi trabajo absorbía gran parte de mi vida, me las arreglé para que hubiera una parcela única y exclusivamente para la seducción, -que no el sexo, al menos por el momento-; posiblemente no demasiado grande, posiblemente no demasiado estable, pero a pesar de ello real y firme.

Con todo, en aquel momento, mi vida giraba en torno a mi trabajo; realmente había espacio para poco más. El ver que mis primeros trabajos tenían cierta aceptación me hizo sentirme muy orgullosa; que fueran publicados en ciertos portales de Internet era lo de menos. Me estaba ganando la vida como escritora, lo que tenía dos connotaciones positivas: Independencia económica, -por lo que ya no tenía porque rendir cuentas a nadie-, y lo estaba haciendo en aquello que siempre había deseado, en lo que sabía que había sido mi vocación desde que tenía uso de razón.

Solo hubo una cosa de mí que a mis jefes les ponía de los nervios y por la cual tuve que luchar arduamente durante mucho tiempo: Que al lado de mis artículos, en el espacio reservado para la foto del autor, en vez de mi cara, hubiera una rosa. Y es que por mucho que intentaran convencerme, no deseaba que mi rostro apareciese impreso....Sé que mucha gente pude pensar que me he vuelto loca por esto, pero hay dos motivos de peso que me impulsaron a tomar esa decisión: El primero, era que mi padre sabía a que me dedicaba, pero no sobre que escribía, y a veces mis jefes me asignaban temas escabrosos, de sexo e historias diversas y no querría que al pobre hombre acabara dándole un ataque si lo descubría, el segundo era que deseaba que mis escritos hablaran por mi. Al fin y al cabo yo siempre he considerado que el encanto de esta profesión era precisamente ese: El observar sin ser vista, el ser vehículos para cuentos y demás, que escapan del olvido cuando abrimos las páginas de un libro.

Gracias a Dios lo conseguí.

Pienso que el anonimato del que disfrutaba gracias a mi trabajo me ayudó a solucionar aquel pequeño "tema pendiente" que he mencionado anteriormente:

En poco tiempo había conseguido ganarme un cierto espacio como articulista, por lo que me sentía realmente bien; pero a parte de ello, mi trabajo se desglosaba en otras muchas facetas en las cuales no lo tenía tan claro: Lo ultimo había sido un cuento infantil que había escrito para un libro que mi editorial publicaba con sus nuevos valores de diferentes países europeos; y aunque andaba bastante desconectada de ese mundo, había conseguido mi objetivo. Pero el siguiente encargo era mucho "más difícil", al menos para mí... Una colección de relatos eróticos...

Eso, cuando mi experiencia amorosa ni tan si quiera completaba un mes, digamos que era... ¿un poco difícil?.

Vamos a ver, para empezar perdí mi virginidad en una boda gracias a un primo, del que prefiero no hablar. Los siguientes, tampoco fueron mejores; solo hubo una experiencia de la que guardaba un buen recuerdo: Daniel... Admito que antes que él tampoco se cruzaron en mi camino hombres por los que me sintiera "poderosamente atraída". Hombres que me hicieran cambiar de actitud ante el sexo.

Aunque después tampoco es que las cosas mejoraran demasiado.

Y lo cierto es que tampoco sabía como solucionarlo... En aquel momento, el mejor afrodisíaco era ni trabajo: Abrir una revista y ver publicado uno de mis artículos, o el que mis relatos tenían éxito era lo que más me excitaba... Incluso mi jefe me comunicó que se estaba barajando la posibilidad de que en breve se editara un libro con una recopilación de mis artículos y relatos más interesantes. Después de eso me sentí en la cima durante unos días. Incluso en un arranque de hedonismo me paseé por varias librerías soñando con ver mi obra expuesta en sus vitrinas. Era la culminación de un sueño, el saber que estaba un poquito más cerca de lo que siempre había deseado.

Precisamente fue en una de esa escapadas, donde la vida me sorprendió de manera inesperada:

Era uno de esos sábados por la tarde en los que no tienes nada que hacer y el aburrimiento te mata tan lentamente que piensas que no vas a poder soportarlo... Lo cierto es que cuando eso sucede me pongo muy nerviosa y lo que suelo hacer es arreglarme, coger el autobús y me planto en el cetro, a donde ando sin rumbo fijo, sin un propósito concreto. Normalmente en unas horas se me pasa y vuelvo a casa más serena; dispuesta para regresar al trabajo de nuevo. Y por lo que recuerdo, no hubo nada en aquel día que me hiciera sospechar que fuera a suceder algo diferente.

Me acuerdo que era uno de esos días cálidos de finales del invierno en el que la primavera empieza a recordarnos que está a punto de hacer su aparición. Aquello me subió él animo; porque lo cierto es que había pasado los últimos días de capa caída. Anna me había insinuado en alguna ocasión que tal vez tendría que comenzar a plantearme una mudanza y no sé porque, tuve miedo... No por mí, -amaba Roma y sabía que era el lugar ideal para comenzar esa nueva vida con la que siempre había soñado-, pero desde que había comenzado a trabajar las cosas con mi padre se habían estabilizado bastante y me daba miedo cual pudiera ser su reacción...

Si bien preferí no pensar en ello. Había tomado la decisión de que aquella tarde era para mí y pensaba mantenerlo.

Valencia siempre ha sido una ciudad que me ha gustado mucho, sobre todo el centro, el casco antiguo y la zona de alrededor de la plaza del Ayuntamiento. Conocía sus calles, sus comercios como la palma de mi mano y me gustaba sumergirme en el bullicio comercial un sábado por la tarde. Ver las caras de la gente, que compraban; y sentada bajo una sombrilla, en una terraza, hacer cábalas sobre cual sería la historia particular de cada pareja... De ahí sacaba multitud de material para futuras historias.

Cuando estaba a punto de volver a casa, me di cuenta que habían abierto una nuevo comercio que no conocía. Los dueños habían cambiado lo que anteriormente era un bar de barrio, por uno de esos locales en los que te puedes tomar un café y al mismo tiempo comprar las últimas novedades del mundo literario... Entré sin pensar, solo con el afán de curiosear en busca de algo nuevo; pero me encontré con una sorpresa inesperada: Tenían el libro de cuentos en el que había participado.

Desde su publicación, había tenido claro que la tirada era más bien limitada, ya que ninguno de los escritores que participábamos era famoso; pero pese a eso, estaba teniendo un moderado éxito. Aún así, no esperaba que estuviera en todas partes... Sin embargo, allí estaba.

"La curiosidad mató al gato", es un refrán que he oído desde niña, pero siempre había pensado que yo era la excepción; no obstante, dado lo sucedido, comienzo a pensar que estaba equivocada.

Recuerdo que me acerqué a preguntarle a la dependienta si hacía mucho tiempo que tenían ese libro. No me identifiqué como uno de los autores, - tampoco creí que hiciera falta, ya que aunque mi nombre figuraba, mi rostro seguía siendo una incógnita para el gran público-; así que para ella no era más que una ávida lectora que había estado buscando ese título en concreto durante mucho tiempo. Y para mi sorpresa, me dijo que sí, que desde su publicación se había estado vendiendo regularmente a muy buen ritmo... No era un best-seller, pero en ningún momento habían dejado de pedirlo.

Aquello fue el mayor chute de adrenalina que me habían dado en la vida; -supongo que porque hasta ese momento no me había visto una prueba plausible de que mi trabajo había comenzado a entrar en las librerías-... Me sentí en las nubes... Creo que no bajé de allí en horas.

Quizás por eso me comporté de semejante forma:

Después de aquello me senté en una mesa frente a un enorme capuchino sonriendo como una tonta, -lo cierto es que me sentía en el séptimo cielo-; tanto, que ni tan si quiera me di cuenta de que alguien me estaba observando desde una mesa cercana hasta varios minutos después: Era un hombre alto, de cabello entre cano, -debía de rondar la cuarentena-, y una amplia y tremendamente seductora sonrisa. Resumiendo, era de esa extraña clase de hombres que parece no tener que luchar por una mujer, ya que prácticamente caen rendidas a sus pies....Me sonrojé involuntariamente... Llevaba demasiado tiempo inmersa en mi trabajo y demasiado poco dentro del mundo de la seducción; como para saber que hacer cuando un atractivo desconocido te guiña un ojo.

Miradas, flirteos,... en ningún momento cruzamos una palabra, pero era evidente que yo era el objetivo de todos sus ataques, mientras que yo, en mi modesta medida, pretendía hacer lo mismo. Aunque lo cierto que mis intentos debían resultar patéticos; porque estaba claro que él jugaba en primera división mientras que yo lo hacia en tercera regional....Por suerte, yo siempre he sido una excelente alumna... En cualquier materia...

Un cuarto de hora después, la camarera colocó delante de mi otro capuchino como el que me estaba terminando:

-Oye, yo no he pedido nada.-Intervine antes de que el plato tocara la mesa.

-Ya lo sé, es una invitación de aquel señor de allá.-Dijo señalando al hombre en cuestión.

En aquel momento resonó en mis oídos aquello que toda madre suele decir a sus hijas cuando son pequeñas:"Nunca aceptes un caramelo de un extraño". Y tal vez debería de haberlo hecho caso; al fin y al cabo mi madre nunca se había equivocado. Pero el lado perverso que todas tenemos dentro de la cabeza me preguntó: "¿Porque no?.¿Que puede pasar si lo haces?. La última vez que seguiste tus instintos conociste a una persona que te descubrió facetas de ti misma que ni tan si quiera sabías que pudieran existir".

Lo malo no fue lo que pasó a partir de entonces, sino lo que no pasó:

Yo siempre he sido una golosa; desde niña, el dulce me ha vuelto loca: el chocolate, la nata y el capuchino tenía dos de mis debilidades. Recuerdo que metí el dedo índice en la nata y me lo llevé a la boca mientras no dejaba de mirarlo a los ojos. Me divirtió ver su expresión de sorpresa, su maliciosa sonrisa, su intencionalidad, en aquel momento dobló el periódico que estaba leyendo, se lo puso debajo del brazo y se levantó de la mesa para dirigirse hacia donde estaban los baños.

Aquello me dejó completamente fuera de lugar, no me lo esperaba. Por eso, cogí mi bolso y lo seguí, con la esperanza de tal vez volver a entreverlo, de quizás poder buscar la manera de hablar con él; no obstante, con lo que me encontré fue que me abordó directamente en cuanto traspasé la puerta de los lavabos devorándome la boca de tal forma, que cualquier otra opción voló por la ventana...

Lo más racional hubiera sido pegarle un bofetón y salir de allí con la cabeza bien alta; eso era lo que me decía la buena chica de colegio católico que siempre había sido; pero lo cierto es que ya empezaba a reventarme aquella imagen de santa que me había estado forjando durante los últimos veinte años. Si pretendía ser una buena escritora, una escritora que tenía que escribir una serie de relatos eróticos no podía seguir así; tenía que adquirir experiencias. Y que mejor material que un atractivo desconocido que no me comprometía a nada. Así que cuando me alzó en el aire, rodeé mis piernas sus caderas y me dejé llevar, dándole por primera vez en la vida un descanso a mi cerebro; ... lo que tuviera que suceder, sucedería.

No me acuerdo cuanto tiempo estuvimos comiéndonos la boca en aquel pasillo, me parece que no mucho porque era un local público y no apareció nadie durante todo el tiempo, pero tampoco podría decirlo. Solo sé que aquel hombre, nada más con sus labios, despertó zonas de mi cuerpo que ni tan si quiera intuía que existieran:

-Espera... -Logré articular en un momento que logré zafarme de sus labios. Y poniendo de nuevo los pies en el suelo, lo cogí de la mano y lo llevé hacia el baño de las mujeres.-Quédate aquí un segundo, voy a ver si hay moros en la costa.

Hay muchas leyendas acerca de los baños de mujeres y de la relación que solemos tener con ellos, -ya saben el mito, especialmente entre el género masculino-. Y aunque es cierto que por lo general suelen estar atetados, también lo es, que son más espaciosos; y en este caso no era diferente... Una enorme fila de cubículos idénticos nos estaba esperando... Recuerdo que me agaché para ver por la hendidura de abajo si sé divisaba alguna pareja de pies, mientras rezaba para que no lo hubiera y por suerte solo vi azulejo y una serie de sanitarios. Estábamos solos, así que me acerqué a la puerta y le hice una seña a mi atractivo desconocido.

Puede que aquel lugar no tuviera el mismo encanto que una biblioteca en la ciudad eterna, pero he de admitir que tenía cierto morbo.

Siempre me han atraído las sonrisas a lo James Dean, pero nunca pensé que solo por eso pudiera llegar a follarme a un hombre; pero por lo visto estaba equivocada... No había vuelta atrás; me lo iba a "pasar por la piedra" como se dice vulgarmente y nadie podría impedirlo. Era como si por primera vez me sintiera dueña de mi sexualidad, de mi vida... Aunque pueda sonar paradójico para algunos...

Aquel hombre entró lentamente, mirando a ambos lados, como con miedo a una desagradable sorpresa; pero al verme junto a una puerta, atrayéndolo hacia mí con un dedo, mientras lo miraba sensualmente, su boca se curvó en una media sonrisa:

-¿Siempre eres así de cariñosa con los desconocidos?.-Me preguntó mordisqueando mis labios.

-¿A que te refieres?.-Inquirí de nuevo a escasos milímetros de su boca.-¿A qué ni tan si quiera sabes como me llamo?...Eso se soluciona pronto, me llamo Marián.-Agregué sin apartar los dientes de aquellos labios carnosos.-¿Y tu?.

-Mauro... Me llamó Mauro.

-Encantada de conocerte....¿Ves?, ya no somos unos completos desconocidos.-Afirmé finalmente lanzando toda la artillería pesada.

Indisputablemente, cuando sacaba a relucir aquella parte, ni yo misma me conocía; pero lo cierto es que tampoco creo que importase mucho. Querría disfrutar de aquella experiencia, sin remordimientos, sin culpas, lo demás....¿Qué más da?.

Al menos no se le podía negar que sabía como utilizar las "armas de hombre" que Dios le había dado. Sus labios, expertos, mordían los míos justo en el momento y en el lugar preciso para hacerme perder el sentido; ya ni sabía ni me importaba donde ni como estábamos, solo disfrutar de aquella sensación de mariposas revoloteando en el estomago....Sus manos, recorrían todo mi cuerpo, desde la depresión que hay en la base del cuello, haciendo una pequeña parada en las nalgas para por último acabar en mis tobillos...

No se como llegué a la pila cuando estábamos a la otra parte, aunque recuerdo que de pronto sentí una sensación húmeda y al tocarme la falda, mis uñas golpearon el mármol. Entonces él me cogió por la cintura y con un rápido movimiento me sentó en el banco, con él entre mis piernas y una mano en mi ropa interior.. Pero de pronto oímos un ruido metálico en el exterior y en una milésima de segundo el corazón se me subió a la boca. Gracias a Dios él supo mantener la sangre fría y cogiéndome de la mano, tiró de mí hasta que me metió en el cubículo del fondo, pegando bruscamente mi espalda contra la pared de losa oscura y volviéndome a besar de nuevo... Sospecho que para silenciar cualquier grito de sorpresa:

-Esto es una locura.-Logré musitar mientras sus labios recorrían mi cuello otra vez.

-¿Quieres que lo deje?.-Preguntó sonriéndome irónicamente.

-Si lo haces, te mato.-Le contesté mientras volvía a colocar su cabeza en la misma posición que antes...

En aquel diminuto espacio disponíamos de toda la privacidad que podíamos desear. Sus labios eran dulces y sensuales, una enorme tentación a la que no querría renunciar; me los mordió de tal forma, que comenzaron a dolerme, pero aún así, le hubiera matado si lo hubiese llegado a dejar. Sus manos, fuertes y diestras, recorrían mi cuerpo como si lo hiciese por un camino que transita todos los días. No puedo negar que me asuste, al de repente sentirlas bajo mi falda. Me había perdido de tal manera en la embriaguez de la situación, que ni tan si quiera me había percatado de que había pasado de forma clandestina la frontera de mi ropa, entrando en territorio "altamente peligroso". Esa mirada fija en mis ojos, es un recuerdo que siempre me acompañará, el sentir el contacto de su piel al rozarse nuestros rostros, oír su respiración agitada en mi oreja, tener la certeza de que él estaba tan excitado como yo... Eso me gustó, -siempre he tenido verdaderos problemas con los hombres, porque nunca me he considerado una mujer capaz de atraerlos-, pero por lo visto, como en otras tantas cosas, estaba equivocada.

Poco a poco, su mano fue ganando terreno bajo mi falda, hasta alcanzar su objetivo entre mis piernas; no sé porque, pero no se me olvidará nunca que aquel día llevaba unas bragas blancas, de tul diminutas; que me había comprado hacía apenas unas semanas por puro capricho... Lentamente las apartó y se abrió paso entre los labios húmedos, expectantes:

-¡Uuuhmmm!...Están justo en el punto perfecto.-Me musitó al oído.

-Yo también veo que hay ciertas cosas que me gustan más al sur, - dije mientras pegaba mi cintura a la suya, notando la dureza de su pené bajo los pantalones; infinita promesa de placeres aún mayores.

La falda se arremolinaba alrededor de mi cintura, molestándome; así que me llevé las manos a la espalda y comencé a bajar la cremallera, mientras notaba como el raso empezaba a deslizarse por mis caderas. Al mismo tiempo, Mauro, se llevó las manos a la chaqueta, desprendiéndose de la americana con un único y rápido movimiento, para acto seguido pasar a ocuparse de mis nalgas, palmeándolas fuertemente y luego subirlas por la parte de atrás hasta mi cintura:

-Tiene la medida perfecta.-Dijo mientras me volvía a besar. Yo estaba frenética, necesitaba sentir sus manos, sus labios por todo mi cuerpo y necesitaba sentirlo ya... Así que lo cogí por el cuello de la camisa y lo besé con fuerza para que no le quedara lugar a dudas de cual eran mis intenciones.

Nunca he sido un prodigio de sutileza con los hombres, -bueno, lo cierto es que en ocasiones siguen pareciéndome auténticos aliens venidos de otro planeta-; por lo que no poseo ese toque de sensualidad y provocación que tienen amigas mías como pueden ser Anna ó Alicia. Yo soy mucho más primitiva, me guió más por instintos... Simplemente cierro los ojos y me dejo llevar; y por suerte, en el caso de Mauro supe hacerlo a las mil maravillas:

¡Dios, como sabía besar!. Era tal la fascinación que me producían, que apenas era consciente de mucho más; ni tan si quiera, cuando ligeramente, sin apenas aspavientos, me bajó las bragas y que con el dedo índice y el dedo gordo atrapó mi clítoris, comenzando a masajearlo lentamente, mientras no dejaba de mirarme a los ojos, observando cada reacción, cada suspiro, cada gemido, cada cambio de mi cuerpo... Parecía como si estuviera a la expectativa, esperando a cual iba a ser mi próximo movimiento, para actuar en consecuencia. Y cuando introdujo los dedos en mi interior, no pude evitar dejar escapar un pequeño silbido... No sé, admito que en aquella época era un poco ilusa y tal vez me pillo por sorpresa...

Cuando finalmente los sacó, estos estaban tan húmedos como mi sexo y me los dio a probar, introduciéndomelos en la boca como lo había hecho anteriormente con mi coño; como si también me la quisiese follar... Entonces supe que me había llegado el turno:

Al estar allí arrodillada, no pude evitar que el recuerdo de Daniel me viniera a la cabeza; no hacía demasiado tiempo que nos habíamos encontrado en la misma situación. Y aunque desde entonces apenas habíamos mantenido el contacto, me sentía en deuda con él; por todo lo que había logrado despertar en mi. Pero gracias a Dios conseguí apartarlo de mi mente, justo a tiempo para que no interfiriera... El único hombre que me debía importar en ese momento, era él. Así que con la mente libre de nubarrones desabroché los pantalones, e introduje la mano por la abertura de los vaqueros, sintiendo una seguridad casi completamente nueva para mí.

Nunca he sido una experta en hacer una paja, -ni tan si quiera sé si ahora me puedo considerar una versada en los asuntos del sexo-; y aunque sabía perfectamente lo que tenía que hacer, creo que sería lógico decir, que en cierta manera, desde entonces siempre me he enfrentado a ello como si fuera la primera vez. Como si cada detalle, hasta el más nimio sin importancia, lo descubriera con ojos nuevos... En aquella ocasión creo que fue al verla; no pude evitar que una expresión de sorpresa se dibujara en mi rostro: No es que fuera extremadamente larga, pero sí muy gorda; .... jamás hubiera pensado que pudiera ser tanto... Si bien pensé era una tontería, ya que al menos yo, era la menos adecuada para juzgarlo. Así que simplemente cerré los ojos, me la introduje en la boca y dejé que la energía fluyera... No querría pensar, sino simplemente sentir.

En aquel momento, no sé porque, me vinieron a la cabeza unas palabras de Anna: "Los hombres son mucho más simples de lo que te imaginas, no hay que estudiar latín cuando uno está desnudo frente a ti; si no que simplemente tienes que hacer caso a tu instinto, a lo que te pide el cuerpo... En el sexo no hay barreras, ni normas sociales, ni el que dirán. Todo eso lo ponemos nosotros cuando tenemos miedo de seguir lo que la iglesia en un tiempo, denominó "bajas pasiones" ". Si bien, pensándolo un poco tampoco es tan extraño...

He de admitir que al principio tuve un poco de miedo, sobre todo cuando me metí su pené en la boca por primera vez, cuando medí su longitud con la mano, cuando acaricié la punta con los dedos; pero luego me dejé llevar. No pensé... Ahora, conforme me lo iba introduciéndolo, lamiéndolo, oyendo sus gemidos, sus movimientos, sus reacciones; intuyendo cual sería mi siguiente movimiento, aquello que tenía que hacer a continuación para excitarlo aún más, me puso aún más caliente si eso era posible:

-¡Dios, no se puede negar que sabes como hacer feliz a un hombre!.-Exclamó entre suspiros.

¡Si él supiera la verdad de lo que había sido mi vida en los últimos tiempos, no hubiera dicho eso; os lo aseguro!.

El deseo le dominaba de tal forma, que cuando me levantó lo hizo con tanta fuerza que del empuje fui a dar con la espalda violentamente contra la pared:

-Lo siento.-Dijo mientras me doraba la boca con frenética pasión.

Aunque la verdad es que no había nada que disculpar, pues antes incluso de que se me disipara el dolor de la espalda, Mauro ya se había arrodillado frente a mí y metido los dedos en mi sexo... Si como él decía yo sabia como hacer feliz a un hombre, el no andaba tampoco demasiado desencaminado. Sus labios, dulces y jugosos saborearon mi clítoris como si de una mora madura se tratase. No puedo decir si lo hacía bien o mal; más que nada porque tenía pocos elementos de comparación, - ahora, ni tan si quiera pensé en ello, solo sé que despertó un concierto de sensaciones en mi cuerpo propias del Teatro Real.

Mi profesora de ciencias decía que la anatomía femenina era un maravilloso misterio que nadie había logrado explicar del todo, -hago un breve inciso para explicar que estudie en un colegio de monjas de las que aún funcionaban con el sistema antiguo-. Porque si no, ¿como podían explicar que de una abertura tan chiquitina pudiera salir un niño?...Lo que a la pobre mujer se le olvidó decir era que el coño no tan solo era un orificio de salida; si no también de entrada. Y en este caso, de entrada a toda una mano:

No sé muy bien como pasó... Creo que estaba de pie, con una pierna sobre al water y la espalda contra la pared mientras intentaba desesperadamente buscar un punto de apoyo con las manos... Al principio podía sentir claramente su boca sobre mi sexo, chupando los labios, lamiendo mi clítoris, atrapando con los dientes el bello púbico y tirando de él. Cuando de pronto empezó a meterme el dedo... Primero fue uno, a lo que evidentemente no opuse ninguna resistencia; mi coño estaba tan húmedo en ese momento que podía soportar eso y más... Entonces comenzó a probar con dos, los metió y se movió dentro de mí con fuerza y contundencia... Ciertamente ningún problema... Así que lo siguiente fueron tres, cuatro, hasta meter toda la mano por completo...

En aquel momento rezumábamos sexo por todos y cada uno de los poros de nuestros cuerpos. Nunca me había sentido tan tremendamente deseada como en aquel instante; -al menos que yo supiera-. Eso me hizo crecerme... Querría, no, necesitaba sentirlo dentro de mí a toda costa... Pero si lo hacía se me planteaba un verdadero dilema; elegir entre el "trabajo" que estaba haciendo con su mano en mi sexo, moviéndose adentro y afuera, fuerte y contundentemente, ó sentir como su poya lo hacia en su lugar. Pero por suerte, él la tomó antes de que yo ni tan si quiera pudiera activar los mecanismos necesarios para tomar una decisión.

Su presencia dentro de mí fue como una tormenta de verano: pujante, estruendosa y refrescante; la única pega que le podría poner es quizás que fue demasiado corto. O al menos eso me pareció... Lo cierto es que cuando nos vestimos y salimos de allí tenía ganas de más... (Tal vez era tanta la "sequía" que había tenido en mi vida, que ahora que había vuelto a abrir la caja de los truenos, no estaba demasiado segura de poder o desear volver a cerrarla de nuevo).

Durante el camino de vuelta, no podía dejar de darle vueltas a lo que había sucedido: La antigua Marián tal vez se hubiera sentido culpable por despedirse de aquella forma, de salir de allá sin mirar atrás; pero como ya he dicho anteriormente, muchas cosas habían cambiado en mi vida... No, ese no era el problema... Había otra cosa a lo que no podía dejar de darle vueltas:

Siempre he tenido obsesión por la palabra, por el lenguaje, por la manera en que los seres humanos tienen de comunicarse; -supongo que por eso soy escritora-... Ni tan si quiera se me pasó por la cabeza que pudiera haber otra manera de relacionarse; pero tanto Daniel como Mauro me habían demostrado que posiblemente estaba equivocada. Había un idioma con el que no había contado, un idioma que no entendía de letras, ni de países, ni de fronteras; ...que se hablaba con los ojos, con los labios y con el roce de dos cuerpos enardecidos de deseo.

Algo que evidentemente, por mucho que lo deseara, no lo dominaba... Por lo que quizás, solo quizás tenía que replantarme unas cuantas cosas si querría que mi vida continuase por el camino que había emprendido.

Cuando regresé a casa, casi era la hora de cenar; así que dejé el bolso en el despacho y me fui a la cocina... Mi padre me había llamado al móvil como unos veinte minutos antes para avisarme que esa noche cenaría en casa de mi tía; por lo que me esperaba una velada de arroz tres delicias y el borrador de mi último trabajo. Me quedaban dos semanas para entregarlo y ahora que tenía nuevo material, probablemente podría darle el enfoque que me habían pedido.

Sin embargo, el timbre del teléfono trastocó los planes:

-¿Diga?.

-Marián, soy Anna.

-¡Ah!...Hoooola guapísima, ¿como está mi bella editora italiana?.

-Pues mira, no sé que quieres que te diga... -Contestó con un ligero tembleque nervioso en la voz.

-¿Ha pasado algo malo?.

-Eso lo sabremos pronto... Marián, no quiero que té de un ataque, pero necesito que cojas el primer avión que puedas... Me han llamado de la editorial a primera hora citándonos a las dos para mañana al mediodía.

-¿A las dos?.-Pregunté extrañada.-¡¡¡Que raaaaroooo!!!.

-Eso ya lo sé... ¿Vendrás?.-Me preguntó con verdadero pavor en la voz.

-Por supuesto. Aunque tenga que ir a nado.

Como os podéis imaginar, después de una conversación como aquella, decir que dormí bien sería todo un eufemismo. Estuve en la cama dando vueltas durante horas sin encontrar ni la tranquilidad, ni la posición adecuada para conciliar el sueño; de hecho, si mi padre no hubiera estado durmiendo en la habitación de al lado, posiblemente hubiera salido en busca de un desconocido con el que tener sexo. Pero en su lugar tuve que conformarme con estrenar el consolador que Anna me había regalado en mi último cumpleaños... Necesitaba no especular, dejar de darle vueltas sobre lo que iba a suceder, y en este caso, ¿qué mejor evasión que el sexo? .

Aquello fue el primer aviso de que algo con lo que no contaba me estaba sucediendo. No obstante, ni tan si quiera me percaté. En ese momento en lo único que podía pensar era en mi trabajo...

El sol salió sin que yo pudiera haber descansado lo suficiente, pero no podía hacer nada, tenía que coger ese avión a toda costa; así que metí unas cuantas cosas en una bolsa de viaje, me maquillé intentando tapar las ojeras y me fui al aeropuerto. Tuve que hacer escala en Madrid y en París, pero finalmente logré llegar a Roma a la hora prevista. Suponía, que cuando me encontrara con Anna, la cosa mejoraría, ¡pero que va!. Cuando salí de la terminal y vi su cara, se me calló el alma a los pies... Lo cierto es que ambas sabíamos que si lo quisiesen, podían hacernos mucho daño, ya que por muy buenas amigas que fuéramos, trabajábamos en el mismo sector, para empresas rivales; por lo que se daba un claro conflicto de intereses. (Ella no tan solo me había dado la oportunidad de trabajar para esa editorial, sino que la mayoría de mis trabajos habían pasado por sus manos incluso antes de ser publicados).

El camino en el taxi fue tenso y silencioso. Admito que era inevitable que no dejáramos de pensar en lo que nos podía pasar, y en enumerar mentalmente toda una lista de posibles razones por las que nos habían citado a ambas en la editorial.

Lo primero que me sorprendió, fue que nada más bajar del taxi, mi editor nos estuviera esperando en recepción y sin apenas mediar palabra nos metiera en el ascensor y apretara el botón del último piso; donde estaban situados los despachos de los directivos de alto nivel y la sala de juntas. -Aquello apretó aún más el nudo de mí estomago,... ¿para qué tanta ceremonia si lo que pretendían era despedirnos?.-Pero cuando las puertas se abrieron y las jefas del departamento de Relaciones Públicas de ambas empresas salieron a nuestro encuentro con una sonrisa en la boca, me hizo pensar por un segundo en que tal vez, solo tal vez, estaba siendo demasiado ave de mal agüero... Sin embargo ellas se limitaron a decirnos que nos sentáramos, que la junta estaba reunida y que nos recibirían en breve:

-¿Desde cuando se necesita una junta de dirección para despedir a una escritora?...-Preguntaba nerviosamente al mismo tiempo que me paseaba histéricamente por la sala de espera.

-Nunca se ha necesitado... Y mucho menos que esté presente una editora de otra empresa.-Me contestó Anna por lo bajo mientras me miraba con semblante preocupado.

En ese momento, nos avisaron que ya podíamos pasar, ahora, cuando nos disponíamos a entrar Anna estiró bruscamente de mí haciendo que nos quedáramos clavadas en el vano de la puerta. En esa habitación había un montón de gente, la mayoría completamente desconocida para mí, y lo poco que sabía de aquellos que me sonaba la cara era que pertenecían a la junta de accionistas de mi editorial:

-¡¡¡Dios mío!!!.-Exclamó Anna mientras intentaba ahogar un grito.

-¿Que pasa?.-Pregunté al borde de un ataque de histeria intentando taparme la boca para que no me oyeran.

-En esta habitación no solo están reunidos los directivos de la editorial para la que tu trabajas, sino también los de la mía.-Contestó mientras nos mirábamos con aire desconcertado... Creo que ninguna de las dos se esperaba algo semejante, ¿pero que diablos sería lo que pretendían esos tipos?.

Nos sentaron a la cabeza de una larga mesa de roble al mismo tiempo comenzaban a mostrarnos su propuesta; mejor dicho a marearnos... Empezaron anunciando la fusión de ambas empresas junto a otras tantas en lo que supuestamente sería uno de los grupos editoriales de mayor empuje en Italia, luego siguieron alabando nuestro trabajo, diciendo que con el cambio, se esperaban grandes cosas de las dos. Me parece que las palabras que utilizaron fueron: "Tenemos grandes planes para dos grandes profesionales como ustedes. Esperamos que su amistad no sea obstáculo para que trabajen juntas"; - supongo que indagar sobre si conocían de antemano nuestra relación, sería inútil... ¡Dios!, creo que si llegan a tardar un minuto más, me hubiera pegado tiro allí mismo. (En mi descargo diré que desde que aquello había comenzado, apenas había pegado ojo y mucho menos comido decentemente; por lo que probablemente estuviera "ligeramente susceptible"). Pero por suerte, nada dura eternamente, y si bien dieron mas vueltas que una peonza, consiguieron enfocar el camino y pudimos empezar a vislumbrar una pequeña luz al final del túnel:

Antes de ejecutar la fusión habían realizado un estudio de mercado para ver cuales eran los autores que más proyección tenía; necesitaban un escritor que se convirtiera en él valuarte del nuevo grupo editorial, en el símbolo de cara al mercado literario y por lo visto habían descubierto que yo era la que mejor se adaptaba a la imagen que querrían dar... Y como muestra, me pusieron delante un boceto de lo que sería un libro con la recopilación de mis últimos trabajos. Estaban seguros de que funcionaría muy bien; de hecho anunciarían la fusión durante la fiesta de presentación de mi libro... Según ellos era una rareza difícil de encontrar en ese mundo, por lo que querrían potenciar aún más mi carrera: Deseaban que escribiera mi primera novela, me daban plena libertad para que lo hiciera, solo me ponían dos condiciones: Tenía que estar lista en el plazo de entre seis a ocho meses, -más tarde me enteré que era porque pensaban adquirir nuevas empresas; si bien no entendía que pintaba yo en todo eso-, Lo demás podía elegirlo yo... En cuanto a la segunda, era que no podían seguir ocultándome. Deseaban que diera conferencias, lecturas, que firmara ejemplares y todo aquello que comportaba la promoción de un libro..

En cuanto a lo de los relatos eróticos que me habían encargado, me sugirieron que tal vez sería un buen punto de partida para mi novela.

La propuesta era todo un caramelito, sin embargo estuve tentada durante un segundo en negarme. No me apetecía en absoluto salir a la palestra, pero sabía que si querría seguir en esto, era algo que no podía evitar constantemente; era consciente de que me había tocado vivir en la era de la imagen. Así que acepté la propuesta siempre y cuando Anna fuera mi editora y la persona encargada de llevar todos mis asuntos con la editorial. Ellos en un principio se negaron, alegando la juventud de mi amiga, pero al ver que no estaba dispuesta a claudicar en ese aspecto, tuvieron que claudicar y acabaron dando por acabada la junta.

Cuando salimos de allí ninguna de las dos nos podíamos creer la suerte que habíamos tenido; creo que casi se nos podía ver levitar.. Y es que habíamos entrado allí pensando en que nuestros trabajos corrían peligro, y habíamos salido con un ascenso extraordinario para las dos.

Sé que muchas mujeres pensarán que era perfectamente previsible y tal vez no les falte razón, pero lo primero que hice cuando salimos de allí fue ir hasta la biblioteca en que había conocido a Daniel y buscarlo; pero por suerte o por desgracia no lo encontré. La recepcionista me dijo que había salido en viaje de negocios con la directora en busca de nuevos fondos... Lo que fue un cierto poso amargo en aquel bonito día.

No obstante, ahora que lo pienso detenidamente, seguramente fuera mejor así. El recuerdo de lo que habíamos tenido era perfecto tal como estaba; no necesitaba ser contaminado por nuevos encuentros.

Por mucho que un buen polvo en aquel momento no me hubiera venido nada mal.

Aquella noche lo celebramos a lo grande: Cena en el mejor restaurante de la ciudad, copa en los locales de moda y baile hasta altas horas de la madrugada. Estábamos eufóricas. No creo que hubiera dos personas en toda la ciudad que estuvieran tan desinhibidas como nosotras y además de forma natural. Lo nuestro era un duro y puro chute de adrenalina... Ni tan si quiera Carlo, el marido de Anna podía contenernos, estábamos demasiado desbocadas para un solo hombre... Sin embargo, como viene siendo habitual, a la mañana siguiente quisimos morirnos... ¡¡¡Por Dios, que resaca!!!. Nunca me había sentido tan mal, pero al menos cuando abrí los ojos y vi que el sol brillaba allí arriba, tenía una enorme esperanza en el futuro... Eso, en mí, era toda una novedad.

Lo malo fue la vuelta a "casa".

Allí nada había cambiado, todo seguía tal y como lo había dejado antes de marcharme, y supongo que eso me fastidiaba más de lo que estaba dispuesta a admitir; incluso ante mí misma. Tal vez por eso, me visitó ese incomodo compañero que todo escritor odia. ¿Su nombre?...Bloqueo.. ¿A qué solo con oírlo te recuerda a un mal incurable?....; lo cierto es que es algo que siempre he aborrecido con todas mis fuerzas. La profesión de escritor ya es lo suficientemente dura de por sí, como para que encima surjan estos problemas: Él tener que enfrentarse a un folio en blanco y descubrir que eres incapaz de escribir dos palabras seguidas que tengan un mínimo de sentido; es la sensación más frustrante a la que te puedes enfrentar, os lo aseguro...

Y lo malo es cuando comienzas a creer que tu caso no tiene solución, puedes darte por perdida.

Eso, cuando tienes que escribir una novela, además de varios artículos, asistir a cursos, realizar entrevistas, firmar ejemplares y todo aquello que conlleva la promoción de un libro, es un autentico infierno... Sientes que el tiempo va pasando y que tu trabajo no avanza al ritmo que ni tu, ni tus jefes desean, y no puedes evitar sentirte como una impostora. Y es que hay muchas leyendas alrededor de esta profesión, que nos convierte casi al instante en seres mitológicos, envueltos en un alo de misterio, pero cuando vives dentro de este mundo te das cuenta de que no es así. Amamos nuestra profesión, nos sentimos afortunados por poder ganarnos la vida con lo que realmente deseamos, pero en ocasiones no somos más que meros "asalariados de la pluma".

¡Dios, como odio recordar aquella época!...Si alguien, se ha sentido ofendido por lo que he dicho, que me perdone. Pero estoy poniendo demasiado sentimiento en estas paginas y no siempre logro ser tan objetiva como desearía.

Sin embargo si he de confesar que aquel problema trajo ciertas consecuencias colaterales, ..digamos, algo "peculiares":

A partir de mi encuentro con Mauro, mi concepto del sexo había cambiado. Al principio no fui demasiado consciente de ello, - o probablemente no quise serlo-; pero cuando mis problemas con el trabajo se agudizaron, no tuve más remedio que darme cuenta que al menos existía... Solucionarlo era harina de otro costal... Supongo que lo tome como una manera de liberar el stress: Cuando sentía que la vida me estaba agobiando demasiado, salía de caza: El lugar podía ser cualquiera, -una parada de metro, una librería, una tienda de ropa... - Una vez allí elegía al que más me atrajera; no tenía por que ser especialmente guapo... Tras unas miraditas, unos cuantos coqueteos y unos roces furtivos, me encontraba chupándole la poya en cualquier rincón oscuro, mientras él vigilaba para ver si alguien podía descubrirnos. Después de eso salíamos de allí sin ni tan si quiera saber nuestros nombres, (al menos los verdaderos)... No pretendía una relación estable, ni tan si quiera encontrar el amor de mi vida, solo desearía disfrutar del sexo sin perjuicios, sin parangones, sin que nadie me juzgara, liberándome de viejos clichés... Y creo que lo logré; ya que una noche, cuando volvía a casa después de haber salido con mis amigas, llegué a hacerle un trabajo manual a un tío en él ultimo vagón del metro.

Un psicólogo intentaría darle un nombre, una explicación a lo que estaba viviendo; seguramente me diría que estaba enferma, y puede que yo no tuviera argumentos para rebatirlo, pero no me importa. Era mi secreto, esa parcela que toda mujer guarda para sí misma y por el momento no me limitaba a analizarlo, sino simplemente a vivirlo, a saber lo que sentía cuando un hombre rozaba su miembro duro y erecto contra mi piel, el sabor de unos labios, de un cuerpo. En definitiva creo que lo que intentaba era aprender ese nuevo lenguaje que acababa de descubrir... Y como la buena estudiante que siempre he sido, yo simplemente me limitaba a "aprender la lección".

Tal vez muchas personas estén pensando que me volví loca ó que "pobrecita, estaba demasiado estresada para saber lo que estaba haciendo", -y aunque no les faltaría su parte de razón-, no dejarían de estar equivocados... Si que sabia lo que estaba haciendo, era plenamente consciente de mis actos en todo momento, y aunque al principio me debatí en una especie de auto-debate moral, me di cuenta de que estaba malgastando inútilmente tiempo y energías en todo aquello... Al fin y al cabo, mi vida solo podía vivirlo yo; y lo que esta bien ó lo que está mal, (siempre que no hiciera daño a nadie), solo podía dirimirlo yo con el altísimo.

En el plano más intimo esos eran los cambios que se estaban dirimiendo en mi vida; pero en cuanto al plano profesional, habría mucho que contar. Decir que desde que recibí el encargo de la novela las presiones fueron in crechendo, sería simplificarlo demasiado... Todo el que me rodeaba me repetía cien mil veces al día, que escribiera, que trabajara, etc, etc, etc; pero no se daban cuenta que mi trabajo se comprendía de uno y mil detalles que nadie me reconocía pero que esperaban que atendiera. También estaba el hecho de que mi primer libro, me estaba dando una notoriedad, con la que al menos yo, no contaba. (Supongo que por mucho que lo crea, uno nunca está preparado para la fama)... En resumen todo aquello llegó a agobiarme de tal manera que la vieja sensación de pánico volvió a mi vida. La primera que había convertido el trabajo en lo más importante de su vida, era yo misma; pero a veces se cumple esa paradoja que dice que cuando más deseas algo, más te cuesta en conseguirlo. Es como si de pronto descubrieras que la vida se estaba riendo en tus "puñeteras narices" con la más sonora de las carcajadas...

Me explico:

Yo no vivía sola, sino con un padre que intentaba aceptar que su "hijita querida" se ganaba la vida como escritora y eso era algo que no sé porque, no entendía demasiado bien... Vamos a ver, déjenme que se lo cuente: Yo provengo de una familia de origen humilde, educada en los viejos conceptos del franquismo, en la cual te enseñan desde la cuna que todo cuesta mucho, que hay que ganarlo con el sudor de tu frente y cayos en las manos. Si a eso le añadimos el "sentido de posesión" de la mujer, os podéis imaginar por donde van los tiros. Vamos, que por el hecho de tener 30 años y no tuviera una relación estable, daban por sentado que mi prioridad tenía que ser cuidar de mi padre, hasta que Dios no lo quiera, se muriese. Según ellos ese era mi deber de hija. Ni tan si quiera se planteaban que me pudiera surgir otra cosa diferente... Bueno, y el hecho de que tuviera esta profesión,... eso...., eso era algo tangencial....Lo importante era que mi padre estuviera bien cuidado. Si yo necesitaba paz, tranquilidad, disciplina y una vida lo menos estresada posible para poder desarrollar bien mi trabajo; se podía conseguir siempre y cuando la otra faceta estuviera cubierta.

Anna era una persona bastante racional, bastante fría; del tipo de gente que sabe mantener la calma en medio de una catástrofe. Pero cuando veía que dejaba de cumplir mi planning diario de trabajo por "faenas de chacha", -como ella decía-, le ponía de los nervios. Solo entonces la veía sacar esa vena latina, la de mujer italiana de carácter que todas tenemos en mente gracias al cine. Y bueno, si a eso le añadimos que desde el día de la reunión se había convertido en mi editora y por ende en mi jefa, os podéis hacer una idea de como estaban las cosas en mi vida... No podía dejar de sentir como si me estuvieran estirando por ambas manos: Por una parte deseaba ser una buena hija, que mi padre se sintiera orgulloso de mí, que me reconociera lo que estaba haciendo, pero por otra no podía dejar de cambiar, de evolucionar. En mi vida había tenido tan claro como en ese momento que había nacido para ser escritora y no podía dejar pasar esa oportunidad; por mucho que eso significara renunciar a muchas otras cosas.

Pero créanme, no es fácil... Cuando las mujeres decimos que tenemos que convertirnos en super-woman para poder llegar a todas partes es verdad. Muchos piensan que son exageraciones típicas de nuestro sexo, pero les juro que no es así. O si no, piensen: ¿No somos la mayoría de nosotras madres, esposas, hijas, asistentas, enfermeras, chóferes, etc, etc?. Y en mi caso, lo peor era que nadie me ayudaba. Sobre todo en las tareas domestica. Ese era terreno vetado, desde la muerte de mi madre la casa había pasado a ser propiedad exclusiva mía. Y el que mi familia me dejara caer "alegremente", "como quien no quiere la cosa", que no era una buena hija porque obligaba a mi padre a compartir la responsabilidad de las labores domesticas, porque le había cambiado los hábitos de comida..., me llevaba los demonios... Para ellos, el hecho de que yo trabajara en el despacho de casa, significaba que no se me podía incluir dentro del apartado de "mujeres trabajadoras", si no en el de hija malcriada y mantenida por su padre.

Lo malo es que cuando eso pasaba, en vez de enfrentarme a ellos, lo primero que hacía era salir a la calle y follarme al primero que se me ponía a tiro... (Admito que en cierta manera, esa era una manera de desfogar mi mala leche; mal encauzada, cierto, pero mala leche al fin y al cabo).

No obstante cuando no eres capaz de enfrentarte a algo y buscas una salida fácil, al final, no sé porque, pero siempre acaba sucediendo algo que te da mil patadas en el estómago; pero que ó bien te sirve de revulsivo, ó se aprovecha para hundirte en el fondo del pozo más hondo y oscuro.. Y en mi caso, fue lo que sucedió una tarde lluviosa de finales del invierno:

Aquel día estaba sola. Mi padre se había ido al hogar del jubilado con sus amigos y yo me había quedado en casa, trabajando. Tenía que entregar en menos de veinticuatro horas un articulo para una publicación femenina y la verdad es que no estaba muy inspirada, -como venía siendo costumbre en los últimos tiempos-. Aún así yo seguía persistiendo, cuando de pronto el timbre de la puerta sonó. Os juro que al ver por la mirilla que eran mis tíos, pensé en tirarme por el balcón; lástima que vivo en un primer piso. Y hacerme la distraída hubiera sido inútil. Sabía donde pasaba la tarde mi padre y si yo no les hubiera abierto, ellos hubieran vuelto en media hora más tarde, con él y un cabreo como de aquí a Lima... Definitivamente era mejor abrir.

Sé que aquella era una acción infantil, tal vez por eso, reaccioné a tiempo y abrí la puerta con la mejor de mis sonrisas y un nudo en el estómago. (También creo que en ello algo tiene que ver el hecho de ser una cobarde declarada).

Mi padre volvió a casa unos diez minutos más tarde y comenzó el mismo ritual de todos sus encuentros: Besos y abrazos demasiado estrepitosos; como si cuanto más se excedieran, mayor fuera la demostración de cariño. Después venía una breve "puesta al día" de lo que había sido sus vidas desde la última visita, -lo que incluía en el menú dos temas a elegir: enumeración de los errores y malas decisiones que últimamente habían tomado sus hijos ó inventario de achaques de salud-. Y por último, pero no menos importante las discusiones sobre viejas historias del pasado... No sé si era por mi situación ó porque pero ni tan si quiera intervine en la conversación, pero todo aquello me pareció un teatro inútil... Así que simplemente me quedé sentada en un sillón, con las piernas recogidas y los observé mientras hablaban, reían y se daban sonoros besos en las mejillas... De pronto, viendo esa escena, me sentí como una extraña; como si aquellos no hubieran sido las personas que me habían criado y que hasta cierto punto había tenido idealizados durante mucho tiempo... Me figuro que en algún momento, todo el mundo acaba cayendo del pedestal.

El par de horas escasas que pasaron en casa se me hizo eterno. No podía dejar de pensar, que mientras ellos estaban parloteando, yo podía aprovechar para trabajar: No tan solo estaba el tema del artículo, sino que la novela llevaba demasiado retraso lo que comenzaba a ser alarmante. Además, últimamente recibía muchos encargos adicionales a los que no sabía si podría hacer frente... Pero en cuanto intentaba escabullirme, me miraban con cara de asombro y me buscaban "una tarea para que estuviera entretenida". -¡¡Y mi trabajo que era....!!.- No quiero ser vulgar, pero en aquel momento mi mente gritaba a pleno pulmón esa frase una y otra vez... (Tal vez lo más sano hubiera sido gritársela en la cara, aunque dudo que aún así se hubiesen dado cuenta. Con todo, cuando miraba a mi padre y lo veía tan sereno, se me quitaban todas las fuerzas para rebelarme). Por lo que finalmente, intenté aceptarlo y tomármelo con la mejor filosofía posible. Sospecho que fue entonces cuando comencé a comprender que es una quimera intentar luchar contra todo, y menos contra la familia.

Lo peor fue que en medio de todo ese follón sonó el timbre.

Aquello me extrañó muchísimo, ya que no esperaba ninguna visita aquella tarde. Igualmente, hacia un cuarto de hora se había desatado una tormenta horrible; por lo que veía por la ventana como todo el mundo corría para refugiarse en los portales... Sin embargo, hubo algo que me indicó lo que estaba a punto de suceder; un pellizco en el corazón, que solo me da cuando se avecina un hecho sumamente importante en mi vida.

Mi padre, al estar mas cerca de la puerta, fue el que se acercó a abrir:

-¿Quién es?.-Le pregunte mientras observaba por la mirilla. Y me asusté al ver que el pobre se había quedado pálido, delante de ella, sin decidirse a abrirla.

-Anna.-Afirmó con semblante serio.

-¡¡Anna!!....¿Pero que diablos hace aquí?.

-Ni idea tu sabrás... Al fin y al cabo no deja de ser tu jefa.- Contestó con evidente sarcasmo.- ¿Se puede saber que has estado haciendo últimamente?..

-Más bien, me parece que ha venido por lo que no he hecho... -Agregué por lo bajo, para que pasase desapercibido ante los demás.

Decir que Anna traía cara de pocos amigos, sería como mínimo, quedarse corta. Cuando abrí la puerta, y la vi allí, calada hasta los huesos y con ese fuego en los ojos; por primera vez en la vida, me dio miedo... No sé porque, pero pensé que de esa forma, parecía un fantasma que se había escapado del mundo de los muertos para torturarme, (cosa que en el fondo, no iba demasiado desencaminada). Lo cierto es que visto lo visto, más me valía salir corriendo y esconderme en el agujero negro más profundo del universo, pues la bronca que me esperaba iba a ser monumental.

Lo primero que hice fue llevarla a mi habitación y sacarla del paso.- Si en aquel momento Anna hubiera sido plenamente consciente de quien había en mi casa, se hubiera subido directamente por las paredes; sin necesidad de superpoderes- Tan mal estaba la cosa que como hecho excepcional, mi padre le pidió que se quedara en casa, (normalmente, cuando venía a verme solía alojarse en un hotel ó en casa de alguno de sus parientes)... Supongo que con eso, intentaba retrasar lo inevitable ó no sé,

atenuar el golpe...; ante todo, lo que me daba más pánico era que comenzara a husmear en mi ordenador.

Sin embargo, fue lo primero que hizo. Anna venía muy decidida a investigar cuales habían sido mis progresos en la novela. Y cuando finalmente los vio,... bueno, mejor no hablar de eso...

Estábamos en plena discusión sobre ese tema, cuando de pronto se abrió la puerta y entró mi padre en el cuarto con cara de "despistado":

-Nena, ¿te queda mucho?... Se hace tarde y he quedado con tus tíos que comerían algo aquí y así ya se van cenados a casa.

-¡No lo sé, papá!.-Le chillé muy nerviosa. No comprendía como podía venirme con esas, cuando no le debían de haber pasado desapercibidos los gritos que salían de esa habitación apenas un segundo antes- Tu sabes tan bien como yo como es mi trabajo, y en este momento no puedo dejarlo todo colgado para ponerme a cocinar... Anna y yo tenemos que solucionar muchos temas si no quiero que la editorial acabe echándome a la puñetera calle.

-Entonces, ¿qué hago?, si me pongo a hacer yo la cena, tus tías armarán la de Dios es Cristo y no puedo decirles ahora que se marchen.- Contestó mirándome con expresión de desconcierto en la cara.-... Pensarán...

-¡Invítalos a cenar en el bar de la esquina!.-Atajé sin dejarle terminar la frase. Y en tono conciliador, agregué -... Mira, ya eres lo suficientemente mayorcito para decidir lo que haces... Piénsalo y no me pidas consejo... Yo ahora tengo que trabajar.-Y para sellar mis palabras, le di un suave beso en la mejilla y lo empujé dócilmente fuera de la habitación.

Por suerte, pese a lo anticuado que podía llegar a ser, mi padre era una persona bastante flexible, que había aceptado suficientemente bien lo que le había tocado en la vida; como por ejemplo, el hecho de tener una hija escritora. No obstante, no podía dejar de ser lo que era: Un hombre que había nacido al explotar la guerra civil española y que se había criado en una sociedad arcaica, reprimida, en la cual, el papel de la mujer era puramente reproductivo... Por suerte mi madre era diferente al resto de mujeres de mi familia, por lo que pudo "cambiar" un poco sus ideas y ensanchar sus miras; aún así no había logrado hacer la "desprogramación" completa.

Y menos aun, si sus hermanos estaban de por medio.

Cuando mi padre salió y les dijo que los invitaba a cenar en el bar que había en la esquina, os podéis imaginar el panorama: Las excusas aparecieron por do quier, "no, es que es muy tarde", "¡pero chico, ¿porque te tienes que gastar dinero cenando fuera?", y demás... No eran capaces de entender que en ese momento estaba trabajando y no podía salir a atenderlos. Por suerte, la facilidad de palabra, la he debido heredar de mi padre, por que acabó convenciéndolos sin demasiado esfuerzo de que esa era la mejor elección. No obstante, soy de la opinión de que cuando las cosas se ponen así es mejor dejarlos marchar sin aparecer, porque estoy segura de que si las miradas hubiesen podido fulminar yo hubiese caído muerta en el recibidor de mi casa al primer intento:

-Esto no puede seguir así.-Afirmó Anna en cuanto mi padre comenzó a cerrar la puerta con llave y nos quedamos solas en casa.- Tienes que largarte de aquí si quieres tener una carrera sólida que no se vaya al traste.

-¿No crees que estás exagerando?.-Le pregunté intentando quitarle hierro al asunto, aunque en el fondo, sabía que tenía más razón de un santo.

-Cariño, si por ellos fuera, tu estarías casada y cargada de hijos, para ni tan si quiera poder pensar en una actividad creadora.

Eso no se lo podía discutir. Gran parte del stress que tenía, me lo provocaban ellos, al tener tantas expectativas sobre mí sin cumplir; y que posiblemente nunca lo harían. Para ellos, el hecho de que no estuviera casada, de que a mis treinta años no tuviera hijos, me había hecho entrar en el grupo de los "fracasados". Por lo que dado el camino que había tomado la vida, mi destino a partir de ese momento era permanecer al lado de mi padre y asegurarme que tuviera "una buena vejez".

Y bueno, yo... Yo simplemente querría que mi padre superara lo de mi madre y comenzara a vivir de nuevo. Me dolía verlo por casa, solitario, pidiéndome en todo momento consejo; en cierta manera viviendo a través de mí. Era horroroso, pero el único motivo por el que no me había marchado antes a Italia era él. Porque deseaba conseguir que por fin, fuera una persona independiente.

Pero tal vez eso estaba pidiendo demasiado y ya era demasiado tarde para él; por lo que al final, el sentimiento de culpa se había acabado convirtiéndose en una pescadilla que se muerde la cola.

A diferencia de otras visitas, Anna se quedó en aquella ocasión en mi casa, para "asegurarse" de que el ritmo al que estaba trabajando fuera el correcto... Lo cierto, es que por muchos años que pasen, no le podré agradecer lo suficiente su ayuda. Posiblemente, de no ser por ella, no hubiese conseguido superar mi bloqueo; y os aseguro que el que tenía en aquella ocasión era del tamaño de la catedral de Burgos.

Un día, salí al supermercado para hacer la compra de la semana, mientras Anna se quedaba sola en mi casa; en cuanto a mi padre, bueno, desde que ella había llegado estaba en casa solo lo "meramente imprescindible"... Lo extraño fue que cuando regresé, abrí la puerta sin más: No estaba el pestillo ni la llave echados. Aquello no era normal. Yo era una fanática de la seguridad y siempre andaba muy pendiente de las puertas y ventanas... Pero en el momento que iba a irrumpir en el salón para echarles la bronca, frené en seco. Ambos estaban charlando animadamente y por lo visto ni tan si quiera se habían percatado de mi presencia:

-Ya sé que desde la muerte de su mujer, ha convertido a su hija en el centro de su universo... Y no me entienda mal, eso es muy loable, aunque no se da cuenta de la presión a la que la está sometiendo.

-¿A que te refieres?... Yo solo quiero lo mejor para mi hija.

-Si, pero eso no es lo que su hija necesita... Según usted, ella tiene que ser la mejor ama de casa, administradora del hogar, cocinera, y demás; ahora, ese no es su trabajo. Ella no ha nacido para ser ama de casa.

-Si, ¡pero bien tiene que saber hacerlo!.-Exclamó contrariado.

-Y lo sabe hacer... Y precisamente por eso está sacrificando gran parte de su tiempo, perjudicando su trabajo. Su verdadera profesión...

-¡¿A que trabajo te refieres?!.- Profirió desconcertado.

-¡Ve!, a eso me refiero.....-Exclamó indignada.- Parece que para usted su hija solo sea una chacha, una mera compañía y no vaya realmente más allá... Marián está destinada a ser una gran escritora, y el hecho de que trabaje en casa, frente a su ordenador, no desmerece en absoluto su labor, ¿o sí?.

Indudablemente, aquella era la pregunta del millón, de su respuesta, dependían muchas cosas; entre otras, el siguiente paso a dar. Pero me dolía no haber podido ser yo la que diera ese paso, la que en ese momento me estuviera enfrentando a él; aunque en el fondo sabía que eso hubiera sido imposible, por que cometí el error de tardar demasiado tiempo en ver a mi padre como un ser completo y no como un mero cúmulo de circunstancias que mi madre había dejado inacabadas:

-No, no lo desmerece en absoluto.-Admitió al fin mientras bajaba la mirada.

Negar que aquello fue un autentico milagro, sería un sacrilegio. La verdad es que si me hubieran preguntado, no hubiera apostado por que mi padre diera una respuesta como esa:

-Pues entonces, ¿porque no la ayuda?.

-¿Más?

-No me refiero a lo que está haciendo ahora, si no a darle la libertad de poder irse... -Y antes de que tuviera la oportunidad de ni tan si quiera pensarlo, añadió: -La editorial para la que trabajamos quiere que se instale en Italia... En unos meses se va a lanzar una revista femenina y he conseguido que su hija tenga una sección fija cada semana. Será un buen sueldo; el suficiente para poder vivir en Roma sin estrecheces. Pero ella se niega a aceptar. Le duele pensar que si se marcha, usted se quede solo y lo pase mal... Desea ser una buena hija para usted..

Jamás había visto a mi padre así, supongo que el que a los sesenta y cinco años le pusiera los puntos sobre las ies una jovencita de treinta i pocos era difícil de admitir. Y para rematar la faena, añadió:

-Solo hace falta saber una cosa: Si usted será un buen padre y dará la libertad suficiente a su hija para ir en pos de su destino o la condenará a seguir a su lado... Piénselo bien antes de contestar, por que si elige la segunda opción, tengo que decirle que más vale que cuando vuelva a casa le pegue un tiro, porque la Marián que usted y yo conocemos y queremos, desaparecerá.

Y dicho esto, se levantó del sillón y salió de la habitación, cruzándose conmigo que estaba oculta en el recibidor. Ni tan si quiera intentó disculparse, tampoco se lo pedí; supongo que las dos llevábamos escrito en la cara lo que sentíamos.

Ahora que soy capaz de verlo con la perspectiva del tiempo transcurrido y las enseñanzas que me han dejado la vida por el camino, me doy cuenta de que acaso no hubiera tenido que retrasarlo más y me hubiera tenido que enfrentar a él en ese preciso momento, pero me fue imposible. Intentar hablar con él era muy duro. Siempre había mucho dolor de por medio, por lo que acababa trocándose en un tour de force, para ver quien había sufrido más, y no sé porque, pero yo siempre salía derrotada: Él había perdido al amor de su vida, la mujer con la que había compartido más de treinta años, mientras que yo, bueno, yo "solo" había perdido a mi madre. ¿Como se puede luchar contra eso?.

Los días siguientes fueron una tortura psicológica que estuvo a punto de acabar conmigo. Ambos jugamos al despiste de una forma completamente descarada: Él era incapaz de colocarse delante de mí y hablarme con total claridad y... yo... Bueno, yo era incapaz de dejar de sentirme culpable por todo lo que estaba sucediendo, ( admito que si a alguien me tengo que parecer, mejor que sea a él que no al vecino del cuarto)... Para ser honesta, no sé como las dos Anas, Marta, y hasta la propia Yamila no acabaron conmigo de una vez por todas, porque la verdad es que me comporté de una forma bastante estúpida.

Por suerte o por desgracia, -según se mire-, la decisión acabó tomándola la vida, o para ser concretos, no fui yo:

Un día, aproximadamente una semana después de la llegada de Anna, regresamos de dar un paseo por la playa y nos encontramos con que todo estaba revuelto. Las maletas estaban fuera y mi padre había sacado toda mi ropa del armario:

-¿Que haces?.-Pregunté desconcertada y con cierto toque de sarcasmo, agregué: -¿Es que piensas echarme de casa?.

-No, pienso darte la libertad para poder vivir tu vida.

Aquello me dejó sin habla. Nunca hubiese pensado que mi padre fuera capaz de un acto de generosidad semejante... ¡No me entiendan mal!, mi padre era un ser excepcional al que quiero con locura, pero era plenamente consciente de su situación y no creía que fuera capaz de algo semejante... Me costó mucho reaccionar, y cuando finalmente lo hice solo pude sonreír y abrazarlo mientras dos lagrimas caían por mi rostro...

Preparar la partida definitiva fue... fácil. Creo que esa sería la palabra más adecuada para describirlo.

En apenas una semana el viaje estaba listo: Anna encontró dos billetes para Roma con relativa facilidad y lo demás fue "relativamente sencillo": Durante los primeros meses me alojaría en una casa que ella tenía en el campo a donde podía terminar de escribir mi novela, luego me trasladaría a la capital, para incorporarme como redactora a la revista que estaba a punto de lanzarse al mercado.

La última noche en mi casa, fue bastante extraña... Era plenamente consciente de que a la mañana siguiente cogería un avión que me llevaría hacia mi nueva vida,... y no sé como explicarlo... Creo que lo que sentía era miedo. Por primera vez tenía en la punta de los dedos aquello que había deseado durante tanto tiempo; ya no era un sueño inalcanzable, sino una realidad... Y no estaba demasiado segura de como acabaría todo esto.

Luego estaba el tema de mi padre:

¡Pobre hombre!, no sé como pudo aguantar todo lo que vivimos durante aquellos días... Sabía que aunque estaba haciendo lo correcto, que era lo más beneficioso para mí, no podía evitar que el corazón se le rompiese en mil pedazos. Al fin y al cabo yo era su niña, su única hija y me marchaba a vivir al extranjero.

No es que durmiera demasiado aquella noche, -tal vez por eso, lo descubrí-, pero de madrugada, cuando estaba a punto de amanecer, lo observé en el vano de la puerta; observándome mientras dormía... -Supongo que lo que intentaba era guardar esos momentos hasta nuestro próximo encuentro en Roma-... Yo no dije nada, simplemente me hice la dormida, pero lo cierto es que aquella imagen me ha acompañado durante mucho tiempo; sirviendo de bálsamo en los momentos de crisis.

La despedida en el aeropuerto fue rara. Por una parte tenía a mis amigas, abrazándome y deseándome lo mejor. Por otra, estaba mi padre, repitiéndome una y otra vez que todo iría bien y que seguiríamos en contacto, -sospecho que diciéndolo en voz alta, intentaba convencerse a sí mismo de que todo sería así-. Y por la otra, a mis tíos, serios, callados, mirándome con cara de pocos amigos; pero lo cierto es que esto último ni tan si quiera se lo tengo en cuenta; en cierta forma, puedo hasta llegar a entenderlos. De aquel instante, me quedo con lo realmente importante: El amor y el cariño de las personas a las que realmente importaba, y que me importaban. Fue entonces, cuando supe a ciencia cierta realmente quienes con el devenir de los tiempos, iban a significar algo para mí.

Conforme el avión se iba elevando en el horizonte, no podía dejar de pensar que eso no me estaba despidiendo de una etapa de mi vida, sino que era un nuevo comienzo. Y con esto no me estoy refiriendo tan solo a mí, sino a todas las personas de mi entorno: Mi padre, conocería lo que es la vida de una persona independiente, y evidentemente, aprendería mucho; -pero también sufriría mucho por las ausencias-. Mis amigas: Bueno, en lo que a ellas se refería simplemente cambiaríamos nuestra manera de estar en contacto, pero en esencia, nuestra relación seguiría siendo la misma; (también he de decir que di gracias por tener a Anna a mi lado en una aventura tan importante para mí). Y en cuanto a mi familia, bueno creo que ellos tendrían la oportunidad de ver nuevos puntos de vista a través de mis ojos.

En cuanto a mí... Bueno, yo había aprendido unas cuantas cosas durante estos últimos tiempos: A ser una buena profesional, a ser una buena amiga, pero ante todo a ser yo misma. Una mujer de 30 años que intentaba vivir la vida plenamente, sin pudores, sin miedos, sin tapujos... Y eso hacía que ante mí se abriera un nuevo campo de posibilidades que llenaba mi existencia de algo que nunca creí que pudiera llegar a ver: la luz.