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El maricón, la esposa y el amante (2)

en Grandes Series

El Maricón, la esposa y el amante

Doña Carla

(Segunda parte_2)

 

El sexo con Luis era desagradable, si en un primer momento me pareció algo nuevo y hasta placentero, ahora lo odiaba, me daba asco y había ocasiones en las cuales me vi tentado a irme para siempre de aquel lugar y no volver a ver a Luis, mas no podía, habían muchas razones que me ataban a esta situación: la enfermedad de mi padre, el mantener mi ritmo de vida, de pequeños lujos y alardes de grandeza, pero sobre todo el terror que me provocaba Luis, pues a pesar de que en la cama era una loca consumada, la mas maricona de todas las putas, fuera del lecho sexual, se transformaba radicalmente, adoptando maneras toscas y un carácter déspota, autoritario, animal.

Luis había averiguado donde vivía, quienes eran mis padres, mis hermanos, es decir todo sobre mi vida, me tenia atado, en mas de una ocasión me decía muy serio que si lo dejaba, me arrepentiría toda mi vida, que haría una locura por mí, que se mataría, pero que antes me mataría a mí y, al causante de nuestra separación.

Los días pasaban, el dinero era ya un problema olvidado, pues Luis con el pasar del tiempo, se había vuelto mucho mas generoso conmigo; el era el hombre fuerte de un distrito de Lima, el jefe de toda la seguridad; todos lo llamaban "El Ogro", por la cara de nazi que tenía y por su trato despectivo con sus subordinados, a los cuales trataba como basura, si supieran que aquel culo que tanto temían, era mi culo, al cual paraba rompiendo casi todas las noches.

Fue justo a inicios de nuestro tercer mes de relación que, hubo un gran problema en el trabajo de Luis, el alcalde del distrito (otro homosexual asolapado) en complicidad con su asesor principal (el marido, según algunos, del alcalde), fueron sorprendidos extorsionando a los dueños de un local de baile, el revuelo que causo entre los miembros de la comunidad fue muy grande, por lo cual Luis se vio forzado a permanecer mas tiempo en su despacho, descuidándome (un gran alivio para mí, si debo ser sincero) por dicha razón, había noches enteras que me las pasaba en el despacho de Luis (el de su casa, claro esta) jugando con su computadora, buscando por Internet cualquier cosa que me distrajera hasta la llegada de mi ogresco amante. Fue una noche de sábado que la mujer de Luis, Doña Carla, entro al despacho, y ahí se inicia el comienzo de mi drama.

Su verdadero nombre era Carlota, pero odiaba que la llamaran así, Carla para los amigos, y doña Carla para los que como yo, no pertenecían a su circulo amical. De 37 años muy bien llevados, era alta, talvez solo unos 5 centímetros menos que el tío Krusal, de senos firmes (a pesar de ser madre de 3 niños), ni muy grandes ni muy pequeños que iban perfectos con su delgada cintura, de tez muy clara, era realmente de leche o al menos eso parecía, contrastaba mucho con mi piel cobriza; de cabellera larga, frondosa, de fuego, pues era una rubia dorada, pero lo mejor me lo reservo para el final, era su trasero, un derrier magnifico, un señor poto, todo un amor de culo, grande, sabrosamente apretadito, paradito, increíblemente grande, un culo por el que valdría dar la vida por poseerlo.

Siempre pensé (antes de ir a la casa de Luis) que la mujer de este sería una vieja momia, pero cuando la conocí me parecía increíble que una mujer como esa, que se merece todo, este al lado de un viejo maricón, no era justo, pero así eran los hechos. Muchas veces mientras me cogía a Luis, cerraba los ojos y alucinaba con Doña Carla, quería gritar su nombre, quería hacerla mía. Cuantas veces estuve tentado a entrar a su cuarto y violarla sin compasión, mas siempre me contuve, pues dicho sea la verdad, no fue por virtuoso o moral, si no lo hacía era por Luis, el ya me había advertido que no viera a su mujer, y no crean que la cabra me lo decía porque sentía celos de su mujer, era, siendo realmente verídico, celos hacía mí, ya que como él decía: "RIGUEL, TU ERES MIO, SOLO MIO, PARA SIEMPRE Y POR SIEMPRE".

Por el terror que me producía Luis era que me controlaba, pero como la tentación era tanta, siempre que podía le echaba unas miradas recontra pervertidas a Doña Carla, hecho que ella no ignoraba, pues en mas de una ocasión me sorprendió observándola lujuriosamente.

Fue un sábado, si mal no recuerdo, cuando Doña Carla entro al despacho de Luis, serian las 11:00 de la noche, yo jugueteaba con la computadora de mi amante, buscando tontería y media en la red, cuando entro aquella tentación de mujer, y para ser sincero en ese momento, estaba viendo una pagina pornográfica, pero cuando entro la Doña, aquellas mujeres me parecieron tan poca cosa…

- ¿Qué haces Riguel?, esperando a mi esposo - me pregunto de improviso e inmediatamente se puso a ver lo que había en la pantalla.

- ¡No, disculpe Doña Carla! - dije tontamente, pues teniéndola tan cerca y con la verga mas grande que el Titanic, estaba como loco.

Doña Carla no me dijo nada, tocándose la melena me sonrío, inclino un poco la cabeza y muy dulcemente me pregunto:

- ¿Me enseñarías a usar el Internet?

- ¡Claro que si Doña Carla, yo estoy a sus ordenes!

- Muy bien - dijo Doña Carla picaramente - pero cuando no este mi esposo me podrías llamar Carla, es que eso de Doña pues como que no me gusta mucho, me hace sentir muy vieja.

- Entonces cuando estemos a solas la llamare Carla.

Y sin más que decir, Doña Carla se sentó encima de mí, todo el peso de aquella mujer de 1.75cms. estaba en mí, si les pudiera describir lo que sentí, el par de nalgas súper grandes que me estaban aplastando, la sensación tan rica que producía el culito de aquel mujerón, mi pinga estaba en su gloria, a punto de reventar, la verdad es que yo no sabría como explicar en palabras lo que sentí, solo les puedo decir que Doña Carla se movía encima mío como una gatita en celo, su culito jugaba como si se tratara de una licuadora, esta situación me ponía a cien, pero a la vez me desconcertaba, pues no sabía cual sería mi proceder.

- ¡Vamos Riguel, enséñame!, ¿O es que acaso ya no quieres?

- ¡No para nada Doña, perdón - me interrumpí brevemente - Carla, lo que pasa es que bueno, vamos a ver, Coja el mouse….!

Y empecé a darle clases a mi preciosa alumna, esta a su vez no para de moverse encima mío, y para no dejarla sola en esa aptitud, yo también empecé a menearme y así, prácticamente empezamos a hacernos el amor con ropa, pues esta (Doña Carla) pegaba su espalda fuertemente contra mi pecho y a su vez yo, tomaba sus senos (aun dentro de su blusa) y los apretaba con fuerza, mientras besaba su espalda con lujuria.

No sé cuanto tiempo estuvimos haciendo esto, pero el ruido del auto que entraba a la cochera, nos detuvo en nuestro acto casi-sexual, era el maricón de Luis que otra vez la cagaba, y Doña Carla parándose de encima mío se fue sin voltear ni decirme nada; por mí parte yo me sentía súper feliz, que aquella mujer que desee tanto tiempo, sintiera algo por mí, que quería ser mía.

La noche fue como siempre, Luis entro a su despacho y diciéndole a su esposa que tendría que trabajar hasta tarde, se encerró conmigo y tuvimos sexo, pero esta vez fue diferente, pues ahora yo soñaba con su esposa, todavía tenía el calor de su cuerpo en mi mente, el perfume de sus cabellos, el sonido de su sonrisa y su voz al pronunciar mi nombre.

Pasó una semana completa, como era costumbre, iba a mi casa de lunes a viernes, pero los fines de semana me quedaba con los Krusal, y esta vez, estaba decidido a todo, Doña Carla tenía que ser mía, cueste lo que cueste.

Eran las 7:00 de la noche, Luis estaba con el alcalde y su sequito (otros maricones como él) y yo solo en la casa con su esposa, ya que sus hijos estaban con los abuelos (padres de Luis) en San Borja. Todo era propicio para que esta sea la noche en la que esa mujer sea mía, pero aunque planeaba una y mil cosas y a pesar de haber pasado lo que paso, aun me ataba mi terror a Luis y por ello no actué, mas Doña Carla si jugo sus cartas.

- ¡Riguel!, ¡Riguel por favor ven!, ¡Necesito que me ayudes!

Su voy era tan calida que no dude en acudir a su llamado, pero no la encontraba en la sala (como supondrán estaba en el estudio de Luis), así que busque en la cocina, en el dormitorio (que era lo que mas deseaba yo) y nada, hasta que al último fui al baño, y la voz provenía de aquel lugar, mi destino empezaba a marcarse.

- ¡Por favor Riguel! - me dijo descubriendo la cortina que me permitió ver su escultural cuerpo desnudo - ¿Me podrías enjabonar la espalda?

- ¡Claro Carla, estoy a tus ordenes!

Como supondrán, en menos de 1 minuto estuve dentro de la bañera, sin importarme que mi ropa se mojara, mas Doña Carla me detuvo en mis ansias desesperadas.

- ¡No, no Riguelsito!, ¡Con la ropa puesta no, es que acaso te da pena!, ¿Puedes quitártela?

- ¡Claro que si Carlita!, ¡Claro que si! - y tan rápido como entre a la bañera, así de rápido mis telas salieron volando por todo el baño, quedándome en cueros a los segundos. - ¿Así estoy bien Carlita?

- ¡Estas perfecto Riguel!, ¡Tal como te imagine! - y al decir esto, la Doña no paraba de verme el pene.

Dándome la espalda me pidió que le enjabonara la espalda, lo cual hice con una suavidad infinita, su piel era tan tersa, era la gloria estar tan cerca de Doña Carla, y claro, mis impulsos primitivos tampoco estuvieron ausentes, ya que la punta de mi verga que ahora estaba mas parada que un hasta de bandera, le tocaba la entradita de su culito, como queriéndose colar en medio de aquellos dos cachetes tan redonditos y blanquitos, Doña Carla al notarlo no paraba de reír, diciéndome que le hacía cosquillitas, esto hacía que mi pichula se erectara aun más, por lo que empecé a jugarme mis cartas, teniéndola de espaldas mis manos se desplazaron hasta sus suaves senos, los cuales empecé a masajear con mucho cuidado y amor, Doña Carla empezó a gemir levemente para inclinarse un poco, dándome a ver un maravilloso espectáculo, las abundantes nalgas de Doña Carla estaban en mi cara, por lo que empecé a besarlas, lenta pero firmemente, era la gloria esa situación, su agujerito del culo era tan delicioso, un aroma que me ponía como un tigre, mi lengua no paraba de jugar en él, mientras mis dedos se hundían en su clítoris provocándole su primer orgasmo.

Después de haberla dejado tan húmeda como podía, la abracé fuertemente (aun ella estaba dándome la espalda) y con la voz mas arrecha que podía le pregunte:

-¿Te gustó Carla?

- ¡Si Macho, me encanto!

Parecía que acababa de despertar a un volcán que estaba dormido por años, Doña Carla dándose la vuelta, cogió mi pene y mirándolo con malicia exclamo: ¡Nunca había visto una como esta! Y comenzó a chuparlo, pasando la lengua desde la base, perfilándolo suavemente, llegó a la cabeza, dándole lengüetazos que me hacían querer correr en esa posición, Doña Carla finalmente se introducío mi verga en todo su boca mientras me acariciaba los huevos, llevándome a un nivel hasta ese momento desconocida para mí.

Doña Carla era la hembra mas hermosa que conocía, la mas hermosa y con la mejor cuerpo me había comido, y estaba que me chupaba la pinga, esto era la locura, Doña Carla seguía y seguía succionándome la banana, yo como loco gritaba que la amaba mientras le agarraba de la cabellera para que no se detuviera, aunque no era necesario, pues Doña Carla no se detenía, hasta que mis primeros jugos fueron a dar a su boca, me corrí todito, como un niño, y Doña Carla no le hizo asco a esto, pues se bebió todos mis fluidos sin decirme ni una sola palabra.

- ¡Gracias Riguel, era lo que tanto necesitaba!, ¡Muchas gracias!

- De nada - dije levemente, antes de desplomarme en el piso de la ducha, era increíble que esa mujer por la que tantos hombres hubieran dado la vida por poseerla, me había mamado la pinga - pero.... - no termine a decir que aun la deseaba, que quería probar su suave vagina, pues ella se había ido y las ganas se quedaron conmigo.

A los 10 minutos de todo esto, llego el cabro de Luis, como siempre lo primero que hizo fue ir a buscarme, mas Doña Carla le dio el encuentro primero y después de conversar unos instantes tomando un café, esta se despidió, ya que tenía que salir a ver a unas amigas, eran cerca de las 11.00 de la noche, pero esto no le importo en lo mas mínimo a Luis.

Ya que su esposa no iba a estar, el muy hijo de puta me llevo a su cama, pues quería que lo hiciera gritar en su cama, esto no me gustaba pues aun pensaba en Doña Carla, mas Luis estaba de ganas; una vez ahí, Luis se desvistió, mas poco a poco se fue quedando profundamente dormido; por mi parte, esta situación me aliviaba mucho, pues esa noche quería que solo fuese de Doña Carla, por lo que hice le menor ruido posible, para no despertar al ogresco hombre que roncaba a mas no poder, mas la noche aun no iba a terminar...

No habrían pasado ni 10 minutos que Luis se había dormido, cuando yo hice lo mismo, el mameluco de Doña Carla me había dejado exhausto, cuando sentí unos deliciosos labios aprisionar mi verga, pensé que era Luis que había despertado, pero luego repare en que el sucio maricón seguía roncando, por lo que al ver hacía mis piernas, pude ver la dorada cabellera de mi amante, Doña Carla nuevamente me mamaba el pinocho, con tanta suavidad y ardor como en el baño, fue increíble, ella arrastrándose por encima mío, me beso apasionadamente y me dijo la gran verdad que empezó mi drama:

- ¡Yo sabía que eras el macho de mi marido, este - dándole una cachetada a un dormido Luis, para total terror mío - cabro de Mierda!

- ¡Pero tú lo sabias! - dije con sorpresa y miedo - ¡Luis puede levantarse!

- ¡No te preocupes amor! - Dándome un beso aun mas tierno en mis labios - este hijo de puta no se levantara en muchas horas, le di 7 pastillas para dormir en su café, ahora quiero vengarme de él, de todos sus maltratos, de sus humillaciones, quiero que me hagas el amor a su costado, quiero que su macho me viole estando él a escasos centímetros del hecho, quiero que sepa que mi vagina será siempre mejor que su culo.

Acto seguido dirigió mi pene a la entrada de su vagina, y empecé a penetrarla de a pocos, suavemente, para total gozo de Doña Carla que olvidando al marido dormido empezó a gritar como una adolescente cuando pierde la virginidad, a moverse como la puta mas rica de todas, : ¡Eres mi Macho!, ¡Eres mi Macho!, ¡Eres mío solamente!, repetía como una gata en celo, yo teniendo a Luis a mi costado, dormido con una sonrisa de estúpido y teniendo a su mujer encima mío, el sabor del peligro, no aguante mas: ¡Sí, sigue! ¡Así, así, así! ¡Carlita más!...

Y una nueva ola de orgasmos nos sacudió a ambos, hasta que ya no pude más y eyaculé fieramente dentro de ella. Mi corrida le provocó un clímax asombroso, y apasionadamente nos besamos con locura, mas esto no era para nada el final, pues Doña Carla una vez que termino de mamarme la verga por espléndidos 10 minutos, nos pusimos de rodillas, en la posición de perrito, para que esta me diga algo que hasta ese momento ni siquiera había pensado:

- ¡Ahora vas a probar lo que se siente el culo de una mujer de verdad!

- ¡QUEEEEEEEEEEE!

Dije yo como un loco, pero no había nada mas que decir, Doña Carla tomando mi erecto pene, lo introducío en su agujerito anal, el cual empecé a penetrar muy lentamente al principio para luego dar rienda suelta a mis mas salvajes embestidas, mientras Doña Carla no paraba de gritar que me amaba y que quería mas, esta posición era tan pero tan fuerte que casi me vengo, por lo cual tuve que acostarme y ella sobre mí comenzó a cabalgarme, esta postura me excitaba muchísimo porque podía ver sus tetas, pequeñas es cierto, pero hermosas, y su aun mas hermoso rostro que me decía ¡AMOR!, y sin poder resistir más, nos corrimos casi al mismo tiempo. Ella estaba feliz por ser cogida al costado del hombre que la hacía miserable, era su venganza, la gran venganza que ya había cumplido, y yo medio muerte me quede dormido profundamente.

Paso nuevamente una semana y una vez mas en la casa de los Krusal, era tanto el amante de Luis como de Doña Carla, pero de esta última me enamore, y le hacía el amor con mucho gusto, hasta el fatal día en que Doña Carla me dijo que era insoportable esa vida, había que acabar con la vida de Luis, matar al maricón, que era la única forma de estar juntos, que así seriamos felices, y esto es el inicio de mi drama.

AUTOR: Almas en Silencio

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