miprimita.com

La seducción de mi mujer

en Confesiones

"La seducción de mi mujer"…

Aunque no lo crean jamás pensé que la vida me tendría preparada tan loca sorpresa y menos a quien usaría como mensajero de ella…

Siendo mi día de descanso, luego de tanto trajín de trabajo creo que jamás imagine lo que se traía entre manos mi adorada esposa, ni el porque de esa sugestiva mirada perdida, tan típica, de esa postura de abandono y espera, las caderas levantadas, los pezones erguidos, señalándome, los pechos expectantes, la boca entreabierta, tendrían que haberme avisado, pero, tendido boca arriba en la cama, mientras ella me acariciaba, entrecerré los ojos y me dejé‚ llevar por el movimiento de su mano.

Intenté devolverle la caricia, con ese gesto que tanto la excita, un roce ligero, pero intenso de los dedos sobre su gruta, entre las nalgas. Me interrumpió, y más que por cualquier otro indicio, por ese tendría que haber percibido lo que ocurría. La dejé hacer mientras escuchaba en esa agradable dos plazas sus gemidos. Lo supe sólo cuando me acercó los labios al pene. Entonces abrí los ojos y lo vi tras ella. Una sombra oscura en la penumbra, dominante y segura…

-Todo empezó en una fiesta de despedida de un viejo amigo mío, que había decidido casarse. Todos acabamos más o menos igual de borrachos, incluso ella, que ni siquiera recuerdo como consiguió arrastrarme hasta casa.

Había sido muy sencillo: Tal era mi lamentable estado que uno de esos vendedores de baratijas ("parecía tan agradable y educado me confesaba ella después, también sorprendida") se ofreció para ayudarla a subirme. Una vez en casa, me metieron en la cama y ella, tan gentil siempre, se sintió obligada a invitarle a tomar algo.

- "Mientras le preparaba un "trago" -se empeñó en contarme-, me preguntó si le permitiría tomar una ducha, que estaba muy sudado después de toda la tarde cargando con sus bolsas. No me pude negar y le dije que le esperaría en el salón.

"Yo también estaba muy cansada -intentó justificarse antes de continuar- y me quedé dormitando viendo la televisión. Lo siguiente que recuerdo es una lengua áspera pero sugerente detrás de la oreja y unas manos increíblemente suaves rozando mis piernas.

"Si no te hubieras empeñado en que llevara pollera", me recriminó la muy cínica antes de seguir.

La verdad es que me resultaba muy agradable ese roce de su lengua en mi cuello y orejas, y sobre todo esa mano entre las piernas, subiendo por los muslos, venciendo a la pollera poco a poco, me dejé hacer hasta que noté‚ esos dedos atrevidos jugando conmigo por debajo de mi tanga.

Entonces abrí los ojos, y de verdad que esperaba que fueras tú, Lo aparté de un manotazo, y lo hice decidida a echarle de la casa, pero entonces vi ese bulto enorme y atrayente debajo de la toalla y me paré a mitad del gesto. Fue solo un segundo, pero me lo tuvo que notar, porque cambió rápido el la mirada de frustración por una sonrisa descarada: -¿te gusta verdad?, preguntó el muy macabro-

-Entonces tuve que interrumpirla. Fui al baño a lavarme la cara con agua fría. Dejé pasar unos minutos para tranquilizarme y volví a su lado.

"Cerdo!, le recrimine -siguió ella con su relato-, pero estoy segura de que mis ojos desmentían esa actitud ofendida. Bueno, mis ojos... y la respiración, y el cosquilleo en la oreja que me había besado, y el recuerdo de su mano entre las piernas… y la humedad que empezaba a notar en todo el cuerpo.

"El se acercó de nuevo, y con suavidad, pero con una fuerza que sabía que no podría resistir, me tomo la mano y la atrajo hacia sí. Creo que le supliqué para que me dejara, pero no estoy segura...se sentó a mi lado y, con una sonrisa de suficiencia, me empezó a desabrochar los botones de la blusa, uno a uno, con una lentitud eterna, que ponía aún más en evidencia mi cooperación en el echo.

¿Te sigo pareciendo un cerdo?, me pregunto mientras me provocaba con los dedos rozando los pezones.

Intenté contestarle como se merecía, pero parecía como si mi cuerpo se negara a obedecerme. No sé como ocurrió. El caso es que mientras mi cabeza me decía que lo echara de casa, mis manos estaban ya jugando con el "regalito" que me ofrecía debajo de la toalla, y es que ya sabes como me pongo cuando alguien me masajea los pechos.

-(Mi tantas veces puritana esposa parecía estar viviendo intensamente sus recuerdos y no puedo negar que me excitaba contemplar como se apretaban sus piernas, como se le enrojecían las mejillas, como se le movía el pecho mientras recordaba)

El se apartó entonces bruscamente, y fui yo quien se echó hacia adelante para recuperarlo. Era sólo una forma de jugar conmigo. Se dejó caer la toalla y me la acercó poco a poco a la boca, esa cosa caliente, dura pero peculiarmente suave y atrayente...

Comencé a pasarle la lengua por el glande, pero cuando me la quise introducir entera en la boca, me la arrebató de nuevo. No pude resistirme ya cuando me dio la vuelta, me bajó la tanga de un tirón y empezó a pasármela lentamente por el coño, y es que aun cuando le pedía por favor que no me haga eso, era yo misma quien la abría las nalgas para que entrara.

¿Eres como una zorra, verdad? -me soltó el muy desgraciado- pero si no la quieres dime que te la retire, y en ese momento, me la empezó a introducir, para quedarse en esa postura en la que me había penetrado, sin moverse, de forma que era yo quien tenía que hacer todo el trabajo…

Y el caso es que me tenía derretida. Me abrí aún más, pero el muy maldito sabía echarse para atrás cuando pensaba que lo tenía. Así me manejó un buen rato, entrando y saliendo, cada vez con más facilidad, en cuatro patas en el sofá con los pechos ya apenas escondidas por la blusa, en los que él había metido sus movedizas manos.

Y ya no pude más: -penetráme, por favor, le supliqué e implore, y lo hizo...Vaya si lo hizo. Hasta el fondo.

Me hizo tener uno, dos no se cuantos orgasmos, a ese ritmo salvaje que me marcaba con ese juguete que me llenaba y creo que me dormí con ese miembro duro dentro. Pero cuando me desperté‚ ya no estaba allí, aunque yo aún tenía dolor en los pezones que me había pellizcado.

Pero lo malo es que eso no fue solo más que el principio... Se había aprendido la dirección.

Al día siguiente, cuando volví a casa, me estaba esperando en la puerta del portal. Intenté hacerme la loca, pero se metió conmigo en el descanso, en el ascensor... Ni siquiera lo miré a la cara mientras oprimía el botón del piso, pero él no había ido a perder el tiempo, antes de llegar al primer piso ya estaba la tanga rendida en el suelo.

Fue muy hábil, y cuando entró el repartidor de gas en el segundo ya la tenía guardada en un bolsillo. Creí que me moría de vergüenza cuando el hombre me quedó mirando el escote, con una sonrisa de complicidad mientras ese maldito me tocaba el culo sin ningún disimulo.

Se bajó en el siguiente piso, no sin antes fijar su mirada en mis pechos. -Déjame ya, Simón, le dije al quedarnos solos, pero ya tenía dos dedos encajados en mi vagina y me obligaba a moverme al ritmo que me marcaba-, y no paró ni siquiera cuando salimos del ascensor, ni cuando abrí la puerta, aunque ni siquiera me entraba la llave.

Pero cuando conseguí entrar en casa, ni siquiera me dejó cerrarla. -¿te fijaste como te miró los pechos ese tipo?, dijo mientras me levantaba la pollera, si sube hasta aquí va a saber como hay que tratarte.

Me enfrenté a él, intentando apartarlo con todas mis fuerzas, pero, casi sin agitarse, me sujetó con una sola mano mientras sacaba de nuevo ese admirable miembro. Aúnque forcejeé un poco cuando me levantó, en el contacto de su miembro viril con mi monte de Venus, se me fueron las fuerzas...

-Pídeme que te penetre, me indicó el muy maldito.

- No!!! sal de ahí, sal... pe…pene…penetrame, terminé por implorarle, sin pensar ya ni el repartidor, ni en vos, ni en nada que no fuera ese miembro viril golpeándome las paredes de mi vagina.

Tan abstraída me tenía que no me percaté de que alguien subía por las escaleras hasta que no estuvo a mi lado: - ¿Me dejas probar a tu amiguita?, le preguntó a Simón, quien, ignorando mis intentos de taparme, empezó a quitarme la pollera por atrás.

- Sí -le contestó al del repartidor que, inevitablemente nos había oído- es una buena hembra, mira que rica está...

- Ya veo... -dijo el otro mientras me pasaba la mano por el culito, para agregar con morbo pero ya la tienes ocupada.

- Es que no se resiste a un buen miembro, pruébala si quieres, te la presto un rato.

Había escuchado al diálogo entre aturdida y excitada, aceptando con el cuerpo los toqueteos a los que me sometían, pero al escuchar esto último, intenté‚ enderezarme y recuperar mi compostura. Fue en vano. El otro estaba ya con el pedazo al aire, entre mis muslos, mientras mi amante me jugaba en la boca con su lengua. Era como si estuviera partida en dos, con estímulos que iban desde la boca a los pechos, en las que ahora se divertían los dos malditos, uno pellizcándome los pezones, otro sobándomelas como animal, y de estas al coño en el que notaba un juguete enorme por delante, la que ya conocía y me tenía sometida y otra, no menos poderosa, empezando a buscar su sitio por atrás.

- No quiero… por favor…dejarme, conseguí articular cuando tuvo a bien soltarme la boca. Intenté correrme para atrás, pero entonces fue el otro quien aprovechó mi movimiento, y consiguió empezar a meterme su rabo por el coño.

- La puntita nada más, me dijo, mira que bien entra.

- No... -repetí, pero ya estaba moviendo mi culo para permitirle una mejor entrada en mi monte, tan excitada que no sabía ni cual de ellos me estaba pellizcando los pezones. Por favor...dejar...no......s....sí...así...maldito...métela...Más...toda… termine suplicándoles.

Todo fue inútil. Cuando me desperté‚ tenía vaga conciencia de habérsela chupado a ambos, de que los dos se turnaron para penetrarme, de haberles suplicado para que me la metieran, hasta el fondo...

Estaba entonces tumbada en una cama, no se como me habían llevado, en una habitación libidinosa, pobre, rayada en las paredes, un antro al que no sabía como había llegado, pero del que, sobre todo, no sabía si quería salir.

Cuando a la mañana siguiente vino el nuevo, Pablo, me resultó muy natural que tomara el territorio conquistado. Más aún, fui yo quien se incorporó para ofrecerme.

- Espera quédate quieta, trolita, se rió. Ahora no. Esta noche iremos a tu casa.

- Pero mi marido, conseguí oponerme.

- No te preocupes, verás como sabe apreciar tu nueva disposición.

Y eso es todo -se descaró ahora- me han dicho que si aceptas, vendrán ellos a casa. Si no, seré‚ yo quien tenga que ir a su bulín.

No le contesté‚ en ese momento. Me levanté‚ de la cama y fui al salón. Cuando volví, se estaba vistiendo para marcharse.

- ¿Qué haces? -le dije antes de besarla-, llegan en media hora y me han dicho que los esperes desnuda.

Que Morboso puede ser el hombre… ¿ustedes que dicen???