miprimita.com

La niña de la faldita

en Jovencit@s

Me despedí de ti como cada día, solo que ésta vez lo hice con un beso en la mejilla. Aun recuerdo la expresión en tu cara, querías parecer fuerte pero no soportabas el deseo de comenzar a llorar en ese momento, me dijiste que no me fuera aun, que todavía quedaban cosas que hacer, pero mi ansiedad por salir de ahi era mucha, asi que intenté soltarme de tu mano para dirigirme a la reja que separaba tu casa de la solitaria calle. No me lo permitiste - ¿lo recuerdas? - te aferraste fuertemente a mi mano y comenzaste a inclinar tu cuerpo al frente mientras tus ojos se cerraban en espera de un beso, pero cuando estuviste suficientemente cerca no me lo diste. Solamente apretaste tu cuerpo contra el mío sin abrazarme, volví a sentir la fuerza de tus pechos cuando chocaron contra mi abdómen y fueron comprimiendose lentamente y poco a poco con gran libertad, pues ese día no llevabas puesto bra como era tu costumbre. Casi pude sentir como tus pezones se endurecían mientras se rozaban contra mi.

Aunque era algo cotidiano ese momento fue algo nuevo para mi, muy bien me acuerdo que soltaste mi mano y la pusiste en mi hombro, tu rostro mientras tanto descansaba en mi cuello y podía sentir tu respiración agitada. Poco a poco con una caricia de esas que solo tu sabías dar, tu mano fue bajando por mi pecho, por mi abdómen y por mi cintura hasta llegar a aquel lugar donde sabías que me harías explotar. Ese día tu mano no llegó ahi desesperada como llegaba a diario, fue diferente, pues comenzaste a tocarme como nunca antes lo habías hecho, suave, acariciandome, tomando todo el paquete en tu mano y dandole un suave masaje. Lo lograste rápido pues recuerdo que mis manos no lograron quedarse quietas y fueron a tu espalda, a tu cintura, a tus nalgas y pasaron entonces adelante donde tu entrepierna esperaba ya por el calor de mis dedos. Te pagué con la misma moneda, pues ese día lo hice suave, con caricias y sin ninguna prisa, disfrutando de cada mueca de pasión que tu cara pintaba cuando te alejaste un paso para que te tocara con más libertad. Luego me soltaste para dejar caer tu vestido al suelo.

Recuerdo que te miré de arriba a abajo, miré ese cuerpo enfundado en tan solo una pantie que tantas veces había visto. Pero me habías soltado ya, y entonces emprendí mi camino dando pasos hacia atrás. Comenzaste a llorar, me dijiste que no podía dejarte de esa manera, que eran ya dos años y que se había convertido para ti en una costumbre difícil de reemplazar el estar conmigo. Me fui sin decírtelo, pero me ayudaste tanto con mi decisión con tu comentario, pues cuando el amor se convierte en costumbre, quiere decir que ha muerto.