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Yo la amaba

en MicroRelatos

YO LA AMABA

Veinticinco eran los años que Francisco (detestaba que le llamaran Paco) llevaba trabajando en la tienda y eran por lo menos 20 los años que la había amado en secreto. Si a ella, a Maria. La clienta, la joven de pelo negro y ojos castaños que empezó a comprar allí cuando apenas era una jovenzuela de diecipocos años y que ahora era una esplendida mujer (casada) de treinta y tantos con un cuerpo todavía firme y joven y con esos mismos ojos castaños que le enamoraron el primer dia.

Ella tan risueña, el tan tímido. Ella tan hermosa, el tan….. Tan…..

Francisco era disminuido, su cuerpo había crecido hasta convertirse en el robusto hombre de treinta y cinco años que era, pero su mente se había estancado. Los doctores decían que era apenas un muchacho de 13 años. Francisco sufría. Sufría de desamor, sufría de deseo, sufría de lujuria juvenil no satisfecha. Francisco se masturbaba con frenesí como el adolescente que en realidad era, pensando en ella, siempre en ella, durante veinte años….solo ella.

No podía mas, su cuerpo no aguantaba la presión, las prostitutas que frecuentaba no apagaban su sed. Amaba con la desesperación que aman los jóvenes, la deseaba con pasión juvenil, no podía más, tenía que hacer algo. Pronto.

Ocurrió un caluroso sábado de agosto a mediodía, Maria había comprado como hacia siempre a primera hora, pero olvido un producto y volvió casi a la hora de cierre. Francisco se disponía a cerrar como hacia siempre los sábados ya que Don Juan, su jefe, solía irse los sábados a media mañana hacia la playa.

Ella apareció jadeante en la puerta, jadeante por el calor y por las prisas, enfundada en aquel precioso vestido rojo de tirantes, con aquel vertiginoso escote. El flirteo con ella, Maria le siguió el juego inocentemente, quizás por lastima, Francisco lo confundió todo, se abalanzo sobre ella y la beso. Ella rechazo el beso, el suplico, ella se negó, el intento retenerla, ella le golpeo……

La bofetada sonó como un latigazo en su cara y en su corazón. Francisco humillado no supo reaccionar, su mente de niño le jugo una mala pasada, pensó que no podía ser cierto, que ella no podía rechazarlo, no ahora, no después de tanta espera. Se abalanzo sobre ella y la arrastro a la trastienda, allí donde el dormía desde que murieron sus padres y Don Juan lo acogió, Maria se resistió con furia pero los 110 Kg. de Francisco y su portentosa fuerza eran demasiado para ella. El intento forzarla sin medir su fuerza, ella luchaba y luchaba y gritaba, gritos que penetraban en la distorsionada mente de Francisco que tapo la boca con su enorme manaza.

La follo. Le destrozo el vestido, amorato sus pechos con sus mordiscos y la penetro con frenesí hasta quedar saciado. Se bajo de ella, no quería mirarla a la cara, espero que ella se vistiera con lo que quedara del vestido y se fuera, pero ella no lo hizo, simplemente estaba allí quieta.

Pero si yo te amaba, lñe dijo pero ella no hizo nada, Pero si yo te amaba.

El empezó a sentir temor, ese temor que sientes cuando eres niño y has hecho algo malo. La miro a los ojos. Ojos castaños, que sin embargo ya no tenían vida. ¿QUE HE HECHO? Grito una y mil veces más.

Yo la amaba, yo la amaba. Desde entonces solo esas palabras salen de su boca, su mente de niño se bloqueo en ese momento y no le dejo decir nada mas. Aun ahora 10 años más tarde, internado todavía en el siquiatrico se le escucha a media noche gimotear y llorar diciendo: Yo la amaba.