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Un día en coche

en Textos de risa

"Un día en coche"

Cuando llegamos a Dakkar, tras pasar el primer día en la capital, con la obligada visita a la contradictoria isla de Goreé (que bajo su aspecto de ensueño esconde su tenebroso pasado como puerto de embarque de los esclavos hacia América), alquilamos un coche a un pirata, "amigo" del cuñado de nuestro amigo senegalés, el coche era un peugeot 205, sin papeles (que ironía), sin seguro, con una raja de lado a lado en el parabrisas, con dos agujeros sospechosos en el maletero, con tornillos en lugar de pestillos, con una sola manivela para las ventanillas (que era de quita y pon y había que ir pasándola de uno a otro), con el cuentakilómetros estropeado..., vamos, un lujo, aunque eso sí, debajo del asiento llevaba un extra sorprendente y que no debía figurar en ningún catálogo de la peugeot, un machete de unos 50 ó 60 cm de hoja, del que no me paré a preguntar para que podía necesitarlo...

El primer viaje fue tranquilo, subimos desde Dakkar hacia el norte, hasta Saint Louis, una ciudad colonial absolutamente maravillosa, por lo que decía Mónica con un cierto aire a la Habana, entre mágica y destartalada, y con la curiosidad de un puente de Eiffel (sí, sí, el de la torre), el puente Faidherbé, destinado al Danubio y situado allí, sobre el río Senegal, por un absurdo error administrativo en el embarque de las piezas..., pero bueno, esa ya es otra historia. El viaje, como os decía, lo hicimos por una carretera bastante decente, gracias, al parecer, a la cooperación española y con un buen número de gasolineras en el camino..., el problema (o problemas para ser más exactos) vino en el viaje de vuelta, en el que bajábamos hacia el sur pero adentrándonos por las carreteras del interior.

Al salir de Saint Louis, pensé que en breve habría que echar gasolina, por supuesto, no se encendía el testigo, pero la aguja se acercaba peligrosamente al suelo y empezaba a ser una amenaza hasta para el asfalto, no obstante, visto el gran número de gasolineras del viaje de ida, decidí seguir adelante y aventurarme en la otra carretera que, según el mapa, cruzaba un buen número de poblaciones antes de nuestro primer destino, la ciudad de Touba, a unos 70 u 80 kilómetros y, mientras tanto disfrutar del paisaje de horizontes inalcanzables que hacía la transición del "sahel" a la sabana, salpicado de acacias africanas y de algún solitario baobab; pues bien, las poblaciones que atravesaba no pasaban de ser cuatro chozas de paja y un kiosco rojo de Coca Cola (de esos a miles en todas partes), según pasaban los kilómetros sin ver una gasolinera, más acojonado estaba yo, allí, en medio de áfrica, dos blanquitos, con todo el equipaje a cuestas y sin hablar francés ni Wolof, cojonudo para quedarse tirados sin gasofa... pues nada, ni una gasolinera hasta Touba, lo único que alteraba el magnífico y aparentemente pacífico pasaje, eran los dichosos kioskos rojos de la "chispa de la vida", tantos, que en algún momento me planteé si ese coche podría andar con coca cola en el depósito..., milagrosamente y pese a mis sudores, llegamos sin quedarnos tirados, y allí sí, en la "extraordinaria metrópolis" de Touba, finalmente, había una gasolinera donde llené el condenado depósito...

Hasta aquí, todo leve, nada espectacular; bien, después de eso salimos, ya tranquilamente de Touba, aunque casi sin tiempo ni para ver la Mezquita, la más importante del país y centro sagrado del "Mouridismo", la principal escuela coránica de Senegal. Continuamos entonces con destino a Thies (donde había uno de los 4 cajeros automáticos de todo el país y donde pensábamos sacar dinero), a unos diez kilómetros de allí, conduciendo muy relajadamente, salvo para esquivar los cientos de rebaños de cabras que cruzaban la carretera..., y en esto, que se nos cruza el enésimo rebaño, esta vez de sopetón, sin tiempo para frenar, reduzco lo que puedo, toco el claxon y todas las cabras, salvo una muy, muy pequeña, se quitan de un salto, al verla clavada en medio de la carretera, intento esquivarla, y justo en ese momento ella se mueve y se echa encima del coche, así que adiós cabrita, la pobre, que se parecía a Copito de Nieve, salió disparada por los aires, Mónica casi hasta llora mientras yo maldecía a todo el reino animal, a la ganadería trashumante, al abuelo de Heidi, a Orzowey e incluso a los documentales de la dos..., en fin, miramos alrededor y no había pastor ni nadie a quien dar explicaciones, así que, con el sobresalto encima, seguimos adelante..., en eso, y según el mapa, nos acercamos a una "ciudad" de paso llamada Djurbel, pero justo a la entrada de un pueblo dos policías que nos dan el alto, y en francés uno de ellos empieza a pedirnos los papeles del coche y del seguro, nosotros nos hacemos los tontos y en plan yankis de película, sacamos nuestros flamantes pasaportes de la UE y decimos SOMOS EUROPEOS, se va al otro policía que hablaba inglés, éste se acerca y nosotros: tontos, SOMOS EUROPEOS, ESPAÑOLES Y SÓLO HABLAMOS ESPAÑOL, NO SABEMOS NADA DE LO QUE NOS DICE ¿ASSURANCE, CARTE GRIS? ¿QUE ES ESO? ESTOS SON NUESTROS PASAPORTES Y MI PERMISO DE CONDUCIR, el policía los coge y yo veo con espanto que ni corto ni perezoso, se los guarda en el bolsillo y empieza a decir que nos va a llevar a comisaría, yo no sé que hacer, sigo en mi papel de tonto-europeo-llamen-a-mi-embajada, mientras mi mirada se dirige alternativamente a su bolsillo con mis documentos y al pistolón que lleva al cinto..., en un momento, Mónica decide cambiar de estrategia y empieza a dialogar con él en inglés, después de un par de minutos, el policía le pide 5000 Francos CFA (al cambio, la exhorbitante cifra de 1250 ptas), y Mónica, ante el mayor de mis espantos, tan pancha como quien se compra una máscara en un mercadillo, regatea, le dice que es mucho, que 3000 y punto, y el Policía, con una sonrisa como la basílica de San Pedro de grande, le dice que de acuerdo, y que si más adelante nos encontramos con otro policía le digamos que nos deje ir, que ya lo hemos solucionado todo con él... Cojonudo.

Bien, seguimos el viaje, aquello es un pueblo en apariencia pequeño y nosotros no sabemos cual, sólo que nuestra siguiente escala es Djurbel, nos hemos metido en las callejuelas y tenemos que seguir, empezamos a preguntar a la gente, por el camino a Djurbel y todos, muy amables como todo el mundo en este país, nos lo indican, pero siempre nos envían al mismo sitio y no hacemos más que dar vueltas, cuando ya llevamos 20 minutos dando vueltas y casi empezamos a formar parte del paisaje, decidimos preguntar por la siguiente ciudad, Thies, por ver si es que no nos entienden al pronunciar el otro nombre, y la primera persona que preguntamos nos señala en la dirección opuesta a la que nos indicaban todos hasta entonces, pasamos dos calles, vemos que se acaba el pueblo y leemos un cartel de salida de población, Djurbel, llevamos 25 minutos dentro de Djurbel, ¡¡El condenado pueblo era Djurbel!! y todos los que nos indicaban lo que hacían era mandarnos amablemente hacia el centro..., en fin, que seguimos hacia Thies para encontrar el cajero, que, por supuesto, no funciona, así tenemos que ir a buscarlo a otra ciudad, a Rufisque, otra bonita ciudad de pasado colonial que en esta ocasión no disfrutamos más que a través de las ventanillas de nuestro coche, desviándonos un poco del camino y arriesgándonos cada vez más a lo que yo más temía, tener que conducir de noche por esas carreteras...

Bueno, después de Rufisque, y ya con dinero, seguimos el camino, tenemos que bajar un poco por la carretera en dirección a Dakkar y después desviarnos a la izquierda destino M´bor, para luego ir a las playas de La Somone, en la "petite coté", nuestro objetivo, lo que supuestamente debe ser muy sencillo, porque nuestro amigo nos ha dicho que está bien indicado, por lo que no debería suponer ninguna complicación para mí, un avezado y experto conductor madrileño. Pues bien, se nos hace de noche, no vemos ningún desvío y de repente vemos un cartel que nos dice que ya estamos a sólo 10 km de Dakkar, como no, nos hemos pasado el maldito desvío, cuando puedo, hago una pirula, no es nada extraño, es lo que hacen tooooodos los coches por aquí, y doy media vuelta, preguntamos a varias personas que están paradas en la carretera y más o menos creemos haber encontrado el camino (aunque, por supuesto, no estamos seguros), nos desviamos por donde nos dicen, ya es noche cerrada, los coches que vienen de frente conducen con las largas puestas y hasta con antinieblas (aunque no estemos en época de lluvias, no haya nubes ni en los posters y seguramente no hayan tenido niebla ni una vez en los últimos 350 años) y me van deslumbrando a cada paso. La "maravillosa" carretera tiene unos baches más grandes que los túneles de Álvarez del Manzano, seguimos sin ver ningún cartel que indique si vamos bien, pero nosotros, perfectos conocedores de la zona, creemos que sí, porque hay un cartel que avisa de que estamos atravesando un parque natural que nos suena que estaba en el camino de M´bor, con bichos en semilibertad (inofensivos, los leones están, supuestamente, más al sur, por aquí habrá jirafas y algún mono como mucho, bueno, eso aparte de que seguramente haya serpientes, pero yendo en el coche, esas, no deberían ser un problema). En esto, que se acerca un camión, un coche con los antiniebla dados y con algún foco como los que encienden en las cárceles americanas cuando hay una fuga, le adelanta, me deslumbra, me deja casi sin sitio para pasar y zas, me como un bache tamaño cráter del vesubio y a tomar por culo la rueda, reventada..., paro el coche, me arrimo lo más que puedo al borde, junto a unos matorrales más altos que yo y de los que podría salir hasta King Kong (eso por no hablar de las serpientes, que ahora sí que nos preocupan), abro el maletero, saco todo el equipaje, cojo el gato, saco la rueda de repuesto, que milagrosamente está en buen estado (yo, tan previsor, ni la había mirado hasta entonces), y me pongo a cambiar la rueda, rodeado de miles de mosquitos que parecen casi golondrinas, sudando como no había sudado en mi vida y con Mónica, aun más cagada que yo, alumbrándome con el mechero y procurando no quemarse, en esto, cuando estoy ahí agachado aflojando tornillos y colocando la rueda, Mónica que me dice "Paco, no te asustes, pero acaba de pararse un coche a unos 40 o 50 metros de nosotros y ha salido alguien", ¡Coño! ¡Qué no me asuste! Ahí me olvidé del sudor, de los mosquitos, de las arañas, de las serpientes y hasta de la capa de ozono y la salvación de las ballenas y batí el record guinnes de cambio de ruedas (imaginaos, de noche, en mitad de la sabana o lo que fuera eso, dos blanquitos con cara de gilipollas, con el coche averiado y las maletas en el suelo), acabé con la rueda, tiré el gato y la rueda reventada en el maletero, y las maletas en el asiento trasero, subimos corriendo al coche y arranqué..., según arranco, empieza a sonar un ruido como de algo suelto que da en el suelo, vuelvo a parar, el enganche de la rueda de repuesto, que va en los bajos lo he puesto mal y se ha caído el tornillo, le digo a Mónica corre vamos a buscar el tornillo por el suelo, Mónica pensando en las serpientes, arañas, etc, me dice "¿por el suelo, a oscuras?" y yo, pensando en el coche de atrás, digo "que le den por culo al tornillo, sube al coche", engancho como puedo el soporte y salgo de allí cagando leches..., sigo adelante, un poco más tranquilos al comprobar que el coche de atrás se ha quedado allí precisamente, atrás, le digo a Mónica, "he visto un letrero que indica Saly" (está en el mismo camino que M´Bor, aunque algo más al sur, y es donde están todos los hoteles de 4 y 5 estrellas, la zona del turismo de "pack") "si no vemos ahora mismo el desvío a la Somone, seguimos hacia allí , tiramos de tarjeta, y nos metemos en el primer hotel aunque nos quedemos sin un duro"..., por suerte, no hizo falta, vimos el desvío, y nada más entrar en La Somone, un Hotel-Campamento, el Bassari Camp, preguntamos si había sitio para dormir y un chaval, al que hubiera besado en la boca, con lengua y a tornillo, nos dijo que sí y que mientras nos la preparaban nos podíamos tomar una copa, nos tomamos un par de vodkas con hielo y a partir de ahí todo fue perfecto.

La playa era el paraíso en la tierra, la gente, como en todo el país, encantadora, los del coche que paró detrás, que nunca se acercaron, posiblemente serían otros infelices que se habían comido otro de los boquetes de la carretera y estaban arreglando los desperfectos...

Por cierto, no os lo había dicho, este año, si no ocurre nada raro, volvemos a Senegal.

 

Como siempre, se agradecen los comentarios. Traven.