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La practicante

en Hetero: Primera vez

La Practicante

Pasó hace dos semanas y todavía con sólo recordarlo hace que me meta a bañar y empiece a pensar en ella mientras me doy muy despacio. Tan despacio como lo fue mi primer encuentro con ella. Debo decir que antes de esta experiencia el darme placer en la regadera tenía un ritmo y un significado totalmente diferente, ahora tiene nombre, rostro, cuerpo, sonidos y aroma. Todo pasó tan ajeno a mí, sin que yo hiciera prácticamente nada, que no sé cómo hacer para que me suceda de nuevo, no sabría que decir, que hacer o como tocarla para que iniciar una relación como esa.

Lo que sí sé es que me encantó.

A mediados del mes pasado, estando yo en el tercero de secundaria, vinieron a mi escuela unas señoritas "practicantes". Son unas profesoras que todavía no tienen su título pues son estudiantes del último año de la Escuela Normal, donde se preparan para ser maestras. Para tomar práctica, ellas van a escuelas primarias y secundarias durante dos semanas a impartir clases de algunas materias. Para la clase de Ciencias Naturales, nos tocó una señorita de nombre Ana. Ella tiene la piel blanca, el cabello castaño oscuro y rizado, es alta (más alta que yo, por supuesto), y un cuerpo súper bien formado con curvas que llamaron la atención de todos mis compañeros en cuanto entró al salón. Tiene una agradable sonrisa y la ropa que usa es entallada al cuerpo lo que hace que nadie le quite la vista de encima ni por un segundo.

En fin que Ana nos dio clases durante dos semanas y vimos un poco de creo que funciones metabólicas del cuerpo. La verdad es que nadie prestaba atención a los temas de la clase sino más bien a si se movía, se volteaba o si se le asomaba un poco de la cintura por debajo de la blusa al levantar los brazos. En una ocasión al voltearse al pizarrón y levantar la mano para escribir, por encima del pantalón se asomaron una parte de sus calzoncitos blancos que a todos nos hizo contener el aliento.

Al finalizar las dos semanas, nos dijeron que varias "practicantes" serían asignadas a algunos de nosotros que necesitábamos ayuda en las materias, para que fueran tutores personalizados. Cuando al salir del salón fui a ver la lista de los estudiantes a quienes se había asignado tutora, sudé frío al ver que la señorita Ana sería mi tutora. Inmediatamente empecé a pensar si me quedaría yo como tonto sin saber qué decir cuando ella me hablara a mí. Durante las dos semanas anteriores, ella varias veces me preguntó algo sobre la clase y siempre me ponía rojo y decía la primer tontería que se me ocurría pero tratando de echarle estilo sofisticado, como si fuera yo mayo. Ella parecía gustarle eso, y aunque a mí también me gustaba que dijera mi nombre, detestaba parecer tonto frente a ella. Mientras leía la lista de los tutores y me quedaba pensando en todo esto, de repente sentí una mano sobre mi hombro y una voz detrás de mí que decía.

-Hola, parece que voy a ser tu tutora por el resto del año.

Me voltee sin querer voltear pues sabía que era ella. No me quitó la mano del hombro, sino que la movió un poco como acariciándome mientras me sonreía. Yo no podía creer que esto me estuviera pasando y tal vez deseaba que no pasara, sin embargo ella me dijo:

- Que te parece si empezamos hoy mismo? Paso a tu casa a las 5?

Solo atiné a asentir con la cabeza y me quedé mudo. Ella pareció divertida y me dijo:

- Pero qué? No me vas a decir dónde vives?

Pero que oso!. Tartamudeando y mirando a la pared le di mi dirección. Y me dijo:

- Vale!, te veo a las 5, y espero que estés más platicador.

Llegué a la casa, comí sólo y rápido, me metí a bañar, al salir, me puse los calzoncillos y me miré al espejo. Supongo que no soy feo, a algunas chicas de la escuela creo que les gusto, mis familiares dicen que tengo cara muy inocente. He tenido dos novias pero más bien han sido como para decir que tenía novia, pues realmente nunca les dí más que un beso en la mejilla. En fin que mientras yo me miraba al espejo veía mi cuerpo prácticamente sin bello, delgado y me dije: - difícilmente se fijaría en mí, ella debe tener cientos de muchachos mayores que querrían salir con ella. De todas formas me puse mi mejor ropa sport, me peiné con brillantina y me puse loción. En mi cuarto tengo mi escritorio de trabajo, así que arreglé todo y una hora y media antes ya la estaba esperando.

Llegó a tiempo y al verme cuando abrí la puerta pareció darle gusto. No estoy seguro, pero me pareció que con la vista me recorrió de arriba abajo y sentí como si me hubiera desnudado. De repente se me ocurrió que si la invitaba a pasar a mi cuarto ella podía pensar que estaba invitándola a acostarse conmigo. Me puse nerviosísimo y le dije que si quería que pasáramos a estudiar en el comedor. A lo que respondió:

- Si claro… no tienes un lugar para estudiar en tu recámara?

Le dije que sí y me siguió hasta mi recámara. Esa tarde yo no supe ni que pasó, se fue como a las seis y no me acuerdo de nada. Todo el tiempo se me pasó en ponerme rojo, tartamudear y mi cabeza dando vueltas. Hasta que al fin me dijo:

- te veo mañana a las 5.

Sentí tristeza de que se fuera, pero también alivio. Inmediatamente que se fue me fui a bañar y me masturbé como nunca, pensando en ella.

Esa rutina se repitió por un par de semanas. Yo ya estaba más suelto y podía hablar mejor en su presencia, por supuesto seguía hablándole de usted y me refería a ella como "señorita". Ella parecía divertida con esto y me ponía la mano en el hombro o en la cabeza. Yo me aprendía cada prenda de ropa que usó, las formas de sus nalguitas y su pecho. Frecuentemente ella me sorprendió contemplándola de la cintura para abajo, o estando de frente tratando de ver algo entre sus piernas por debajo de su falda. Cuando se paraba frente a mí y me daba la espalda, y yo a medio metro, varias veces estuve tentado a avanzar y repegarle mi miembro duro entre sus nalguitas, pero nunca me atreví. Una tarde mientras yo estaba sentado al escritorio escribiendo, ella se acercó por detrás y puso su mano en mi pecho. Empezó a acariciarlo suavemente, después acercó su otra mano y con las dos rápidamente encontró los centros de mi pecho y me dio la impresión de que los acariciaba especialmente. De la impresión yo no podía ni moverme, aunque ya para entonces tenía una clara erección, que yo no quería que la notara, así que menos me movía. Poco después retiró la mano y se hizo para atrás y después de un instante dijo:

- ya terminaste el ejercicio?

Yo tardé en responder pues no estaba pensando en el trabajo, sólo le dije torpemente que me había atrasado, pero que podía terminarlo después. Ella me dijo que estaba bien, pasamos a otra cosa, aunque yo me quedé pensando en que si realmente se había dado cuanta que me había estado acariciando, o si solamente lo hizo de manera mecánica sin darse cuenta.

Esa noche mientras me bañaba, no podía dejar de pensar que me había tocado, y me hacía ilusiones de que lo había hecho a propósito. Entonces por primera vez me atrevía a pensar que lo que haría la próxima vez que eso pasara sería decirle que ahora me tocaba a mí y también le acariciaría el pecho. Así pensaba mientras me masturbaba en grande.

Pasaron un dos tardes más en que me dio clases normalmente, sin embargo, en la clase siguiente, mientras yo estaba sentado resolviendo unos ejercicios de química en mi cuaderno, ella se paró detrás de mí y puso una mano en mi pecho, luego las dos, luego empezó a acariciarme. Yo no me movía, sólo eché mi cabeza un poco para atrás para simplemente sentir sus manos. Esta vez, después de un rato de sobar, ella desabotonó un solo botón de mi camisa y acarició por debajo de ella. Después de un momento me di cuenta que mi pene estaba durísimo, incluso sentía presión en los testículos de la excitación tan grande que hasta me dolían. Ella pasaba su mano por mis tetillas y parecía detenerse un poco como para sentirlas. Aunque mi respiración estaba agitada, me estaba encantando lo que ella hacía, sentir sus manos sobre mi pecho desnudo me excitaba, aunque me sentía raro de estar de espaldas y sin hacer nada, como si no me estuviera dando cuenta. Después de un rato, sentí que su respiración también se agitaba, yo no había volteado a verla, y no estaba seguro de hacerlo, pues ella se podría detener, y quería que siguiera haciéndolo toda la tarde.

Se retiró hacia atrás sin decir nada, después de un rato de no oírla, me di vuelta y la miré a los ojos para ver si me decía algo acerca de que fue esa mano. Ella parecía apenada pero no parecía que fuera a decir nada al respecto. Después de dos o tres minutos ella me dijo:

- Hoy terminaremos un poco antes, ya me voy

A mí se me hizo injusto que estuviera apenada y que se sintiera mal, pues a mí me había gustado, entonces le dije, como en tono de reproche:

-ya te vas? Tan pronto?

Ella me miró todavía sin reponerse y me dijo:

- No estás enojado conmigo?

- No, al contrario, quisiera que te quedaras.

Así terminamos la sesión de esa tarde. Un par de tardes más, ella, ya sin pena, volvió a hacer lo mismo con mi pecho, por cierto con más confianza y yo volvía a tener una erección. A la tarde siguiente, yo llevaba puesto un short muy corto. Casi desde que ella llegó me senté de espaldas con la esperanza de que me volviera a acariciar el pecho. Esta vez, me levantó la camiseta y mientras me acariciaba acercó su boca a mi cuello y empezó a acariciarme con su boca. No se como fue que de repente me di cuenta que mi pene erecto se había salido por un lado de los shorts y se asomaba. Me dio pena pero no quise moverlo para no llamar la atención. No se si ella lo vió, pero con su dos manos hizo como si me fuera a levantar de la silla. Yo me levanté y quedé de pie, sin voltear, de espaldas a ella. Ella empezó a frotar su pecho con mi espalda, mi pene seguía de fuera y sorpresivamente ella llevó su mano para allá. Cuando lo tocó sentí que mis piernas se me doblaban, pero resistí, ella empezó a acariciarlo.

Yo me sentía en las nubes, me encantaba como se frotaba contra mí y me acariciaba allá abajo. Casi enloquecí cuando además empezó a besar y mordisquear mi cuello. Después de unos minutos me sujetó por los hombros y me volteó. Al mirarla a los ojos, por primera vez me sentí frente a ella hombre y no niño. No dijimos nada y ella siguió acariciándome suavemente mi pene, ahora con las dos manos. Por momentos acercaba su boca a mi cara y me besaba las mejillas, la nariz, la barbilla y la boca. Yo estaba simplemente gozándola…

Yo tenía 15 años y ella debió tener alrededor de 18. Ya dije que era bonita y de hermosa sonrisa. Hasta entonces yo la había visto como una maestra a quien no podía considerar como alcanzable, eso era algo que realmente había imaginado creyendo que jamás sucedería. Unicamente cuando me masturbaba al bañarme pensaba en su bien torneado cuerpo, pero la verdad es que en otros momentos evitaba visualizar su figura: esas nalguitas firmes bajo unos jeans ajustados y a la cadera, que alguna ocasión nos habían permitido ver sus calzoncitos blancos. También en alguna ocasión con una playera a rayas muy pegada a su cuerpo, pude apreciar sus senos redonditos y muy levantados. Su cintura era delgada, y su constitución era ágil y atlética.

Mientras me manipulaba mi pene y me besaba el cuello, yo sentía que las piernas no podían sostenerme. Llegó un momento en que sentí un cosquilleo y entonces me dí cuenta que estaba a punto de eyacular. No me atreví a decir nada, el placer iba creciendo más y más y yo quería contenerme para no irla a manchar y que todo aquello fuera a terminar. Sentía una gran presión en los testículos y parecía que iban a explotar mientras ella sobaba la cabecita del miembro con mucha delicadeza. Ella lo estaba tratando como un juguete frágil y muy querido, lo cual me parecía excitante. Llegó un momento en que sentí ganas de que no lo tratara tan delicadamente, sino de que lo apretara mucho y lo jalara en un vaivén más violento. Entonces empecé a mover hacia atrás y adelante mi pelvis e imaginé que con ese movimiento podría penetrarla. Eso fue demasiado, ya no aguantaba. Creo que empecé a decir –más –más cuando ella pegó su boca a mi boca y sentí su lengua que trataba de abrir mis labios. Abrí la boca e instintivamente saqué mi lengua, la sensación fue increíble, en ese momento imaginé que su intimidad de mujer era esa boca carnosa y jugosa, metí mi lengua con fuerza en su boca y ella la dejó entrar. Me dí cuenta de que ella tenía la respiración muy agitada, tenía sus mejillas muy rojas y balanceaba también su cuerpo. Eso era ya de verdad demasiado… en un fuerte espasmo de mis testículos y con un movimiento incontrolable de mi pene que momentáneamente se endureció aún más, eyaculé en sus manos.

Los dos nos sorprendimos y nos quedamos viendo a los ojos mientras nos separábamos un poco. Después ella se miró a las manos y yo estaba a punto de decirle que la iba a limpiar en seguida cuando ella acercó su mano a su cara, por un instante se quedó mirando mi semen y lentamente acercó su boca a la mano y con la punta de su lengua lamió un poco de él. Eso me excitó muchísimo y allí me dieron ganas de vivir nuevamente aquello. Además tenía ganas de que ella también disfrutara lo mismo que yo mientras me estaba acariciando.

Pensé entonces que a ella le gustaría que la acariciara. No estaba seguro si a ella le gustaría que fuera sus nalguitas, sus pechos o su feminidad, tal como ella hizo con mi masculinidad. En este titubeo alcé mi mano y la dirigí hacia ella, pero la detuve sin saber hacia dónde dirigirla. Ella debió tener muchas ganas de que lo hiciera porque me tomó la mano y la puso encima de sus pechos. A mi me encantó la idea pues nunca había soñado con tocar realmente unos de verdad. Empecé a acariciarla suavemente mientras ella cerraba sus ojos como concentrándose en lo que le estaba haciendo. Después de unos minutos, yo ya estaba más familiarizado con esas formas y con más confianza tocaba donde me daba cuenta que más placer le producía. Entonces empezó a quitarse lentamente la blusa. Levantó la parte inferior y la fue deslizando hacia arriba, pasó por su cara y entonces pude ver su sostén blanco que ocultaba unos senos levantados y puntiagudos. Ella no me podía ver y yo estaba sólo mirándolos. Eran firmes y muy redondos, levantaditos. Era un sueño, en ese momento pensé que eso era lo máximo, que ya era todo lo que podía esperar…. Que equivocado estaba.

Después de quitarse la blusa siguió inmediatamente con el sostén, aunque titubeando un poco, como verificando si yo aprobaba. Mis ojos desorbitados debieron gritarle que continuara. Quedaron al descubierto sus senos que eran efectivamente puntiagudos y levantados, pensé que serían suaves. Me dejé ir con mis manos primero y luego con la boca sobre esas bellezas, eran más firmes de lo que pensaba. Las acariciaba y las rozaba con mi boca. Ninguno de los dos decía nada, ella sólo gemía un poco y balanceaba su cuerpo. Tenía unos pezones grandes ligeramente más oscuros que el pecho, de un rosa más intenso. Estaban duritos y cada vez que yo se los manipulaba los hacía hacia delante y ella gemía un poco. Me maravillé de que yo le estuviera causando ese placer a esa gran diosa. Cada vez yo me animaba más pues me daba cuenta que ella estaba empezando a disfrutar como yo lo había hecho momentos antes, además del balanceo, su cuerpo por momentos temblaba, principalmente cuando yo besaba con firmeza sus pezones color rosa, que sobresalían sobre los senos casi completamente blancos. Yo empecé a sudar y jadear igual que ella, mi ritmo del corazón y la respiración se agitaban cada vez más. Durante todo ese tiempo mi pene no tuvo contacto con su cuerpo, sin embargo volví a sentir a mis testículos cargados como que iban a estallar. Dejé descargar nuevamente mi semen. Esta vez la sensación fue menos intensa aunque yo la sentí más familiar, más dulce.

Así como estaba ella me empezó a desvestir. Me quitó la camisa mientras pasaba sus manos por mi pecho como si le gustara y le pareciera fuerte, a mi me encantó y lo endurecí lo más que puede. Me vió a los ojos y pareció agradarle que yo tratara de impresionarla. Siguió con mis shorts y calzoncillos al mismo tiempo. A mí me dio pena mostrarme desnudo ante ella, pensé que mi cuerpo pudiera parecerle pequeño, especialmente me preocupaba que pensaría de mi miembro. Ella pasó sus manos rápidamente por todo el cuerpo de arriba abajo, hasta llegar a los pies, me quitó los zapatos tenis y las calcetas con calma, como si estuviera preparando con esmero un platillo suculento que estaba a punto de comer.

Allí estábamos los dos frente a frente, yo completamente desnudo y ella con el torso descubierto, volví a admirarla una vez más: estaba preciosa. Cuando miré más abajo me topé con su pantalón y regresé a mirar sus ojos. Me dí cuenta de que ella miraba mi cuerpo y parecía que le gustaba. Mi miró a los ojos y debió entender que yo le decía que no me parecía justo que ella todavía trajera el pantalón. Me dijo entonces con una sonrisa coqueta:

- no me los vas a quitar para ver lo que hay debajo?

Era una invitación imposible de rechazar, me acerqué torpemente, me percaté de que su botón ya estaba desabrochado, bajé el cierre y mientras bajaba el pantalón iba recorriendo primero sus calzoncitos y luego sus piernas con mi vista. Cuando llegué abajo le quité también los zapatos con el mismo cuidado con que ella retiró los míos.

Al ponerme de pie la miré en todo su esplendor. Era como la imaginaba, súper limpia y delgada, no daba crédito a mis ojos. Su bello púbico era castaño muy oscuro, abundante y rizado, y formaba un pequeño triángulo invertido que ocultaba algo que a mi me hubiera encantado ver. Estaba realmente fascinado. Lo que ahora me extraña es que en ese momento mi pene estaba completamente flácido desde hacía un buen tiempo. La verdad es que esta última etapa era más curiosidad que deseo, estoy seguro que no se me había ocurrido penetrarla o algo así.

Ella me dirigió a mi cama y me sentó en el borde, se arrodilló ante mí y contempló por unos instantes mi pene flácido, a mi me agradaba todo aquello y ella empezó a jugar un poco con él. Lo observaba de cerca con curiosidad y restiraba el pellejo, como si fuera su clase de ciencias naturales. Tocaba también con mucha delicadeza mis testículos y regresaba a la puntita. Entonces le pregunté con voz insegura:

- Nunca habías visto uno?

- Nunca. Me dijo. – Está muy bonito.

Eso a mí me agradó mucho, el hecho de ser yo el primero me dio confianza en que realmente era sincera al decir que le gustaba. Después con curiosidad y como pidiendo permiso me dijo:

- puedes pararlo?

La pregunta me sorprendió y a la vez me relajó mucho, pues no podía imaginar que alguien no supiera que el miembro no lo controla uno, sino que simplemente responde por sí mismo. Entonces le dije sonriendo y como jugando:

- Para que se pare tienes que acariciarlo.

Ella me miró incrédula y pensó que estaba bromeando y la estaba invitando a que me tocara de nuevo, lo cual era además en parte cierto. Hizo un gesto como de que aceptaba el juego y volvió nuevamente a acariciarlo. Esta vez al saber que esa era su intención, no tardó mucho en ponerse duro nuevamente, ella pareció sorprenderse y me dijo:

- como ha crecido! Realmente es grande!

No alcancé a decirle que gracias cuando acercó su boca y lo empezó a besar. El verla hincada frente a mí dando tan buen trato a mi masculinidad me excitó muchísimo y empecé a balancear un poco arriba y abajo mi pelvis. Ella siguió besando con más intensidad y a pasárselo por toda la cara. Yo nuevamente me sentía en las nubes del placer que estaba experimentando. La noté otra vez sonrosada y jadeante. Después se incorporó lentamente y avanzó más hacia mí. Yo me recosté un poco para darle espacio y recargué mis codos sobre la cama. Ella subió a la cama y puso sus rodillas al lado de mis caderas. Me miró a los ojos como preguntando si estaba bien. Yo creo que leyó en mí que estaba de acuerdo, pues se llevó dos dedos hacia su feminidad en lo que parecía como separar su bello para dar paso a su abertura. Volvió a mirarme fijamente a los ojos como esperando que en algún momento le dijera yo que se detuviese, cosa que obviamente no iba a pasar. Así mientras descendía sobre mi pene erecto miraba alternadamente mis ojos y el punto de encuentro de nuestros cuerpos.

El encuentro de mi pene y su vagina me puso muy alerta, no tenía idea de qué podía suceder, así que dejé de moverme. Ella siguió descendiendo mientras mi miembro se sumergía en su vagina que se sentía tibia y carnosa, hasta que me pareció que mi pene se topaba con algo, yo seguía sin moverme y ella empezó a ejercer presión hacia abajo, descansando todo su peso sobre mi miembro que a decir verdad en ese momento estaba duro como un mástil. De repente entré hasta el fondo de ella. Yo sentí alivio porque el glande me lo había estado presionando, pero ella pareció experimentar dolor, aunque me pareció que no importó mucho.

Allí estaba yo: bien adentro de ella. En ese momento no entendí muy bien porqué empezó a moverse y balancearse sobre mí, como si quisiera que mi miembro le rozara las paredes de su vagina. A mí me empezó a gustar y creo que también me movía un poco, pero era ella la que hacía la mayor parte. Al cabo de un rato empezó a jadear y a cerrar los ojos. Me di cuenta de que otra vez ella estaba disfrutando mucho. Empezó ella a moverse con ritmo más rápido y con más violencia. El ritmo era realmente muy intenso y yo sentía por tercera vez esa tarde mis testículos llenos y preparándose para explotar. Ella empezó a moverse irregularmente y con mucha violencia, y literalmente empezó a gemir mientras con voz ahogada gritaba mi nombre. Mientras se convulsionaba me miraba con los ojos bien abiertos y con un gesto que parecía de agradecimiento, yo ya no puede más y eché dentro de ella el chorro más grande de mi semen, ella al sentirlo con la respiración entrecortada soltó un gran grito de placer.

Fue un orgasmo de ambos al mismo tiempo que trajo la calma a mi cama. Estuvo ella un rato sobre mí sin moverse. Luego se levantó y al separarse nuestros cuerpos sentí por última vez su roce con mi miembro, se detuvo un momento, me miró y me dio un beso suave y lento.

Sin decir más los dos nos empezamos a vestir. Cuando terminamos, nos miramos con una sonrisa. Luego tomó sus papeles, se encaminó a la puerta, al abrirla se volvió hacia a mí y me dijo:

- me gustó mucho… te quiero

Eso fue hace dos semanas y no ha vuelto más a mi casa, no me ha llamado. No se donde vive ni su teléfono, ni siquiera sé su apellido, sólo sé que es Ana, la señorita practicante. No me he atrevido a preguntar por ella ni a decirle a mis amigos sobre mi experiencia, pues siento que fue muy nuestra. Espero que regrese otra vez a mi vida, a mi cama. Mientras, la recuerdo y la vuelvo a sentir al bañarme.