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Era sólo un juego… ¿o no?

en Amor filial

Era sólo un juego… ¿o no?

El amor de hermanos no puede estar prohibido.

Ha pasado tanto tiempo… al menos lo parece. Es uno de los recuerdos más intensos de mi adolescencia e indudablemente una de las experiencias que más ha marcado mi vida. No es sólo la intensidad del recuerdo, sino lo que significó en mi desarrollo y mi descubrimiento de las relaciones humanas, de la intimidad sexual y del erotismo -ese erotismo sereno del amor de verdad-. ¿prohibido? Sí, supongo que antes de aquel momento hubiera dicho eso, pero desde aquella tarde noche hasta ahora, pienso que fue lo que debía haber sido. Después de todo: ¿hay alguna mejor manera de iniciarse en el conocimiento y placer íntimo que con alguien con quien se tiene una relación de auténtico amor imperecedero?

Empecemos… Mi hermana y yo siempre fuimos muy unidos. Hoy por hoy seguimos teniendo una excelente relación. En cuanto hay vacaciones o días feriados buscamos la oportunidad de reunirnos, de conversar y de disfrutar. Gozamos de una amistad fraterna -¿independiente?- de los momentos de éxtasis que un día nos regalamos de forma no planeada...

Mi hermana se llama Ceci y es un año menor que yo. Es alta y, digo yo, siempre ha tenido mucho estilo. Desde pequeños ella ha sido alguien que, aunque a primera vista no llama la atención, después de conocerla causa una poderosa impresión. Con esto quiero decir que llama la atención no por ruidosa, sino porque tiene una cadencia personal muy singular, un gran aplomo. He de decirles que cuando yo estaba en la escuela secundaria, que es cuando todo esto tuvo lugar, ambos teníamos casi la misma estatura y la diferencia de edades no se echaba de ver fácilmente. Nuestra relación era muy normal: jugar juntos, platicar confidencias, competir en algunas cosas, pelear de hermanos, en fin. En aquellos días ambos comenzamos a desarrollarnos. Así como yo veía con orgullo que me salía vello y crecía mi cuerpo, no me pasaba desapercibido que también lo hacía el de Cecí: sus pechos empezaban a formar "montañitas" bajo su playera y sus nalguitas eran claramente redonditas. Pero lo que más, empecé a notar en ella un aroma delicioso, en aquel entonces no sospechaba qué podía ser, pero definitivamente su aroma producía sobre mí un poderoso flujo magnético.

No diré que me sentía atraído sexualmente hacia ella, no, al menos no conscientemente. Lo cierto es que inexplicablemente empezaron a surgir entre nosotros juegos que implicaban mayor contacto y roce físico. En el que más recuerdo, yo le proponía jugar a "policías y ladrones", en el que ella se escondía y yo la buscaba. Cuando la encontraba, la tenía que "llevar a la cárcel", que consistía en conducirla, mientras ella forcejeaba para soltarse, a un cuarto semioscuro que estaba al final de la casa. En el trayecto, mientras ella forcejeaba, yo la retenía pegada a mí, principalmente presionándola desde atrás hacia mi cuerpo. Por la igualdad de tamaño, realmente yo requería de aplicarme para que no escapara, la asía fuertemente y de alguna manera implicaba restregarle mi miembro a sus nalguitas durante varios minutos. Así me la llevaba empujándole el trasero con mi vientre o jalándola teniendo repegado su cuerpo con el mío durante un buen rato. Era típico:

-Ahá, ya te encontré (ahora supongo que para ese entonces en ella ya se había generado cierta tensión por estar escondida inmóvil, sin hacer ruido y sentir que yo me acercaba).

-No me haga nada señor, -decía ella

- Como que no, usted se merece un castigo, la voy a llevar a la cárcel!

- Veremos! –decía ella,

Y así, aunque estaba acorralada, intentaba darse a la fuga, y yo le echaba las manos encima. Usualmente era tomarla de la cintura o del vientre, desde atrás o desde adelante, con los ocasionales roces de mis manos con sus pechos o sus piernas.

- No te me mas a escapar, ya te tengo!,

Mientras ella se retorcía yo la apretaba y empezaba a sentir crecer mi miembro entre sus nalguitas. La verdad después de haber jugado a eso por varias semanas, yo ya intencionalmente la frotaba contra mí en un movimiento que me estimulaba sexualmente. Algunas veces disimulado, algunas otras, supongo, más descaradamente. Mi erección era total y ella, creo recordar, empezaba a moverse rítmicamente en vez de tratar de zafarse. Seguramente notaba mi dureza en su trasero y mientras se movía, en vez de hablar, empezaba a respirar más agitado y a jadear. Yo no sabía de orgasmos femeninos, no voy a decir que ella en esos juegos alcanzó uno, aunque sospecho que quizá sí, por conocimientos que adquirimos juntos y que les comentaré más adelante. Varias veces me ocurrió que yo alcanzaba el clímax en sus nalguitas y tenía tremenda eyaculación que manchaba no sólo la ropa interior sino todo el pantalón. Estoy seguro que ella notaba algo porque después de eso, de mi eyaculación, los dos nos serenábamos y callados yo la conducía hasta "la cárcel". Ese trayecto, en el cual yo seguía pegado desde atrás con ella, era de una tierna y profunda comunicación- Para mí, era un enorme agradecimiento y cariño por mi hermana. Hasta ese día, ninguno de los dos verbalizaba nada al respecto, hacíamos como si fuera un simple juego de niños.

Por las fechas que "jugábamos" estos "juegos", mi inquietud fue acerca de mi hermana y su cuerpo, naturalmente, fue incrementándose. Busqué las formas de observarla sin ropa, con cierto éxito. Por ejemplo, me fijé que cuando se bañaba por las noches, salía del baño envuelta en una toalla hacia su recámara, después salía con su pijama puesto para ir a ver la tele o a merendar con la familia. Por ello, idee meterme debajo de su cama mientras se bañaba. Ella llegaba a su cuarto y cuando abría su clóset –era obvio que no me podía ver en ese momento- yo me asomaba. En ocasiones todavía estaba envuelta en la toalla, pero otras veces tuve la fortuna de que ya se la había quitado y entonces podía apreciar sus preciosas nalguitas mientras ella buscaba su ropa en el cajón. En el mejor de los casos, ahí mismo se ponía los calzoncitos por lo que en más de alguna ocasión pude contemplarla con más calma, disfrutar sus movimientos e incluso ver el perfil de sus pechitos o parte de su vello púbico. Ah!, que vista! La verdad nunca me arriesgué demasiado, pues no quería de ninguna manera que se fuera a enojar conmigo por cosas sexuales, creo que por el temor de que pudiera suspender nuestros juegos. Cuando llegué a ver parte de su cuerpo fue por muy breves instantes, pero seguro que lo disfrutaba en grande. Después de ella salía del cuarto y yo esperaba un minuto antes de salir sin hacer ruido. Nunca se enteró, o al menos eso creí. Saliendo después de verla, yo –muy caliente- me acercaba a ella para ver si podía rozarle su cuerpo, o ver si se transparentaban sus senos o pezoncitos en el pijama, lo cual en más de una ocasión si ocurrió. Ahí si, tengo la impresión de que sí me sorprendió más de una vez embobado mirando sus senos a través del pijama o su escote cuando estaba más bajito.

Volviendo al juego de "policías y ladrones", no siempre alcanzaba yo el clímax en el trayecto del desde el escondite de mi hermana, sino que seguíamos forcejeado hasta al cuarto que era "la cárcel". El culmen de ese juego, recuerdo, fue una vez en que llegamos hasta el cuarto y la "aprisioné" contra la pared de madera. La puse de espaldas a la pared, como ella seguía luchando por zafarse, la sujeté de las muñecas y se las puse arriba de su cabeza también contra la pared. De frente a ella me recargué presionando mi vientre contra el suyo y le decía algo como:

-Aquí te vas a quedar

-No me voy a dejar

- Pues aunque no quieras, ya eres mía,

- ¿Tú crees?

Ceci se seguía moviendo y yo "intentaba detener" su movimiento, dominarla mediante la presión de mi cuerpo. Por supuesto que mi erección era imposible de disimular y mi clara intención era de llegar a mi clímax frotándome con su cuerpo. Ella, creo yo, lo sabía y seguía el juego de frotarse conmigo. Cada quien con sus propios movimientos. En un momento que no supe ni como, ya sentía yo su aliento agitado muy cerca de mi rostro, el aliento lo podía percibir en mis labios mientras yo, ya sin ningún recato, hacía un movimiento de caderas de atrás hacia adelante como si la estuviera bombeando. Por un momento nuestras miradas se encontraron, abrimos mucho los ojos y seguíamos frotando nuestros cuerpos así, yo empecé incluso a moverme un poco también de arriba abajo, de manera que mi pene se atoraba en su entrepierna. Ceci empezó a respirar más acelerado y haciendo más ruido, estaba jadeando y su cabecita en un momento dado se empezó a mover de atrás hacia adelante, mientras emitía suaves gemiditos. Yo la miraba extasiado, me estaba encantando no solamente por la sensación en mi cuerpo, sino por ver la carita de agitación que tenía y su sorpresa cuando su cuerpecito, temblando, comenzó a sacudirse con más fuerza en contacto con el mío, su espalda se tensó y se arqueó, sentí sus espasmos mientras yo le presionaba mi pene en su entrepierna como clavándoselo. En ese momento creo que ni ella ni yo sabíamos lo que era un orgasmo femenino, pero vivimos su primero. El placer para mí fue enorme y también llegué en ese momento a mi clímax, fue delicioso tenerlo mirándonos a los ojos y al mismo tiempo. Ah! Qué delicia. Nunca había estado tan cerca de alguien.

Inmediatamente después de sus espasmos, su cuerpo se relajó y sentí que las piernas le flaqueaban, intuitivamente supe que lo mejor era ayudarla a que se sentara en el piso. Me senté junto a ella y le pasé el brazo por encima de su hombro y recargó su cabecita en el mío. Así estuvimos durante no se cuanto tiempo llenos de la compañía del otro, sin hablar con palabras pero enviándonos el mensaje de que nos tendríamos para siempre.

Nunca hablamos de lo que le pasó esa tarde, ambos sabíamos que esa ocasión habíamos llegado lejos y creo que ella se asustó. Yo no presioné, suspendimos los juegos de contacto físico por unas semanas. Lo que sí es que nos sonreíamos con frecuencia como queriendo restablecer la relación, dejamos de pelear y yo creo que incluso me portaba galante con ella.

Después de casi un mes de estar muy cercanos, pero sin tocarnos, llegó una tarde calurosa en que toda la familia salió y nos quedamos solos en casa. Ambos sabíamos con anticipación que nos quedaríamos sin compañía por varias horas y desde temprano se sentía cierta expectación en el ambiente. Yo estaba un poco nervioso, algo me decía –y tenía unas ganas enormes- de hacer algo parecido a jugar "policías y ladrones", de tener una erección, un clímax y vivir nuevamente un orgasmo de mi hermana. Después de un rato, cuando ella estaba viendo la tele con la luz apagada, me acerqué y sin sentarme le dije:

-¿Qué quieres hacer? ¿No quieres jugar?

Me escuché terriblemente extraño, pues en ese momento los dos nos dimos cuenta que "ya no teníamos edad" para jugar juegos de niños. Parecería, o al menos me lo pareció a mí, como si le estuviera haciendo una proposición directa de hacer lo que habíamos hecho aquella tarde. Ceci se me quedó viendo fijamente a los ojos, los dos entendimos que la invitación no era del todo inocente, estaba implícita la invitación al placer. A mí me dio pena ser tan directo y supongo que se me notó, ella parecía estar evaluando. Nos quedamos mirándonos por un momento, una mezcla de miedo al rechazo con la esperanza de que algo pasara. Fue entonces que supimos que era momento de continuar con nuestra relación que de alguna manera se había alterado por la experiencia tan intensa de aquella tarde.

-Ven – susurró, mientras se recorría un poco en el sillón donde estaba sentada.

Me senté junto a ella pero me noté muy nervioso, estaba mirando a la televisión sin verla realmente ni entender lo que en ella pasaba. Si de por sí la tarde era ya calurosa, sentados juntos empecé a sentir su calor… y ese aroma. La cabeza me empezaba a flotar en el aire, empecé a sentir un cosquilleo allá abajo, estaba definitivamente muy excitado pero no atinaba a moverme. Ceci no decía nada, pero algo me decía que ella estaba igual que yo. Súbitamente, como si fuera por descuido, su mano "aterrizó" en mi rodilla. Así estuvimos un momento, hasta que me repuse y recuperé mi confianza, después de todo estaba con mi hermana, mi compañera de juegos y mi confidente, con quien vivía. Primero le tomé la mano que tenía sobre mi rodilla y juguetee con ella, luego le pasé el brazo por los hombros y ella se repegó más a mí. Al inclinarse un poco sentí uno de sus senos contra mi pecho, era firme y sentía claramente su forma, fue entonces que noté que me comenzaba una erección. No me preocupó porque había poca luz. Después de un rato comencé a hacerle cosquillitas en el hombro, donde ya estaba mi mano. Como se empezó a reír un poquito y a moverse, incrementé las cosquillas, subí hacia su cuello, se encorvó hacia adelante y continué por su espalda.

El juego había comenzado, fue subiendo de intensidad y las cosquillas ahora eran con mis dos manos mientras ella trataba de escabullirse y se retorcía, por momentos las cosquillas no eran con la punta de los dedos, sino con toda la palma de las manos más bien como sobando. El juego seguía subiendo de tono y yo ya estaba metiendo mano y acariciándola a través de lo que parecía, cada vez menos, un inocente juego. En un momento se encorvó aún más y se recargó sobre mí, tanto que puso su cara sobre mi miembro que por supuesto estaba durísimo. Yo ante la sensación de su contacto detuve las cosquillas, ella debió notar algo, pues se incorporó y clavó nuevamente su mirada en mí. Nos quedamos así un rato. Yo le decía con los ojos que la quería… y que quería continuar, los suyos parecían estar nuevamente evaluado qué hacer.

Acto seguido, muy pausadamente, Ceci, donde estaba, fue reclinando lentamente su cuerpo hacia atrás, quedando recostada en el sofá y sin apartar su mirada de mis ojos. Yo, sin saber porqué, o más bien entendiendo una invitación, me recliné de frente y me fui recostando sobre ella. Por supuesto mi pene entró en contacto con sus piernas y fui escalando hasta quedar arriba de ella. Me acerqué a su cara y sentí otra vez su aliento, su respiración no era agitada, sino profunda, el aliento tibio y embriagador. Me acerqué aún más y nuestros labios se rozaron. No la besé, sino que mis labios se posaron en los suyos y se empezaron a acariciar. Nuevamente, mi cabeza comenzó a dar vueltas y reinicié con mis manos, pero esta vez no eran cosquillas, sino tímidas y tiernas caricias. Pasaba mis manos por su cara, sus hombros y los costados de su cintura. Bajaron por sus caderas acariciando cada vez con más intensidad. Sentí entonces sus manos en mi espalda que me acercaban más a ella, comenzó a acariciarme la espada mientras mirándonos a los ojos me sonreía con un cierto aire de travesura.

En los movimientos y sus caricias, mi playera se subió un poco y Ceci estaba acariciando mi cintura directamente por debajo de la ropa, fue subiendo sus manos y mi playera con ellas. En un momento que ella intentó subir más, fue evidente que mi playera le estorbaba. Yo pensando solamente en las caricias en la espalda, me incorporé y me quité la playera. Me volví a inclinar sobre ella y mientras ella acariciaba mi espalda yo acerqué mi nariz a su cuello y empecé a olfatearla mientras rozaba mi nariz con su cuello. Noté cómo se le puso "chinita" la piel, lo cual me excitó . Comencé a acariciar su cintura levantando ligeramente su blusa –cómo ella había hecho conmigo-, seguí subiendo mis manos hasta que tenía que jalar hacia arriba, lo que se tornó un poco incómodo. Empecé a juguetear con los tirantes de su sostén, ya jalándolos, ya empujándolos y recorriéndolos para arriba ejerciendo presión. Me incorporé un poco para levantar aún más su blusa. Para mi sorpresa, al estar frente a ella, con la luz de la tele iluminando mi pecho desnudo, mientras ella miraba mi torso, bajó sus manos y con un suave movimiento fue subiendo su playera por encima de su cabeza. Pude mirar su delicada ropa interior hasta que finalmente se quedó sin playera y sólo en su top blanco. Qué maravilla de visión!.

Tímidamente acerqué mis dedos a sus hombros desnudos y la parte superior de su pecho, la acaricié por unos minutos sin realmente un propósito adicional que sentir su piel. Se sentía tersa y suave, y caliente… parecía reaccionar a mi contacto, el absoluto silencio y la intensidad de nuestras emociones hacían místico el momento en que realmente, por primera vez, sentíamos piel. No estoy seguro si fue curiosidad o deseo, pero empecé a deslizar un dedo por debajo de su sujetador, iba y venía el dedo. Noté que la respiración de Ceci se empezó a acelerar. Deslicé más adentro el dedo y sentí primero una suavidad y luego la puntita mas durita, el pezoncito estaba completamente erecto. Las sensaciones me llegaban hasta la nuca, no podía pensar, lo único en mi mente era el brevísimo instante presente. Al volver en mí, noté su respiración, se estaba haciendo más sonora y profunda. A mi contacto su cuerpo se estremecía suavemente.

Ceci pasó sus manos por la espalda y para mi –nuevamente- sorpresa, lentamente fue retirando su top. Ante mi aparecieron esos dos preciosos senos, tersos y redonditos, coronados por unas areolas rosaditas y discretas y un pequeño pezón muy paradito. No tuve que pensar, aunque mis movimientos eran lentos como si a cada centímetro estuviera pidiendo aprobación. Los acaricié a mi antojo, primero con timidez, casi con miedo, luego por unos momentos con más intensidad como si los estuviera amasando, siempre muy suavemente, consciente de lo preciosos y de lo privados que eran, en el que yo tenía el privilegio de explorarlos por primera vez. Ceci tenía los ojos cerrados y me resultaba evidente que estaba disfrutando, después de un momento en que yo movía mis manos con más familiaridad, por momentos la escuchaba murmurar, casi imperceptiblemente:

-sí, así… así.

Me acerqué más y más, embobado con esas preciosidades, y tiernamente comencé a besarlas. La piel era lo más suave que hubiera sentido en mi vida. Disfrutaba yo de besar y pasar delicadamente al principio, más decididamente después, mi lengua por sus areolas y sus pezones… que delicia!, era increíble. Puedo decir con honestidad que me había olvidado de mí, solo pensaba en los senos de Ceci y la tibieza y suavidad de su piel. Lo que yo no había notado tan claramente era que su ritmo se estaba haciendo más rápido que el mío, su respiración era aún más sonora y ahora agitada, su excitación se había estado construyendo mientras yo estaba embobado contemplándola. Todo esto me fue más evidente cuando sentí su mano acariciando y como buscando entre mis piernas. Mientras yo seguía con mis manos en sus senos, ella, por encima del pantalón tomó mi pene y empezó a acariciarme. Con ello me percaté de la molestia del confinamiento, me aparté un segundo para desabrochar mi pantalón, bajar el cierre, y liberar hacia arriba mi miembro- Ceci inmediatamente lo empuñó con su manita:

-Está calientito…-apenas se escuchó.

Eso me excitó mucho. Me apretó un poco y sentí la gloria. Me puse calientísimo, casi al punto del mareo. Me incorporé y rápidamente me bajé los pantalones con todo y calzoncillos. Ahí estaba con el mástil erguido a todo lo que daba. Ceci se le quedó mirando sin decir ni hacer nada. Yo estaba loquísimo y le dije como suplicante:

-Hazme, si?

Se dirigió a mi pene con ambas manos y empezó a acariciarme. Ya me apretaba un poco, ya me recorría todo el tronco con los dedos, me presionaba un poco la cabecita o acariciaba los testículos. Me parecía que estaba fascinada explorando mi calentura. Yo sentía un enorme placer y quería que aquello durara toda la vida, mi respiración la podía escuchar yo mismo, el momento se estaba haciendo insoportable. Levanté un poco mis caderas subiendo con ello mi pene hacia ella. Ella se inclinó despacio y me dio unos dos o tres besitos en el glande. Increíble… pasó sus labios, casi sin tocarme, varias veces por el tronco y la puntita, me pareció que estaba sintiendo su olor… o su sabor, no estoy seguro. Era definitivamente otro mundo, todavía hoy me pregunto cómo fue que no me vacié en ese momento. Escuché como aspiraba profundamente y susurró:

-mmm… qué rico, mmm… -, volvió a aspirar y le dio otro besito.

Se incorporó, me miró a los ojos. Para ese entonces yo ya estaba, sin habérselo propuesto nadie, completamente desnudo. Ceci me miró de arriba abajo y sin decir palabra, lentamente desabrochó sus jeans, los bajó con todo y ropa interior y pude contemplarla. Ahí estaba la joven diosa de la belleza, inocente y al mismo tiempo provocativa sin quererlo. Carita expectante, orgullosos los senos, vientre plano, cintura y caderas torneadas, y ahí, majestuoso su delicado vello negro en forma de triángulo… Todo confiado a mí. El más delicado y hermoso espectáculo contemplado por el hombre. Como atraído por un imán y con profundo respeto, recuerdo que pasé suavemente, apenas sintiendo solamente el vello púbico con el dorso de mi mano varias veces. Sentí temblar el cuerpo de Ceci, se estremeció como si se hubiera energizado desde los pies hasta el cabello. Me miró a los ojos como si de repente le hubiera llegado una urgencia.

Sin dejar de mirarme, me dijo con voz muy suave –y avanzando hacia mí-:

-¿Quieres?

De verdad que yo no sabía a ciencia cierta a que estaba contestando, pero la respuesta natural fue:

-Sí.

Yo estaba sentado en el sofá, ella de pie frente a mí, los dos casi inexplicablemente sin ropa. Me sorprendió enormemente y me causaron un poco de extrañeza sus movimientos. Ví como se fue acercando a mí, yo miraba alternadamente su rostro, sus senos y su triángulo hechizante. Se acercó más hasta que sus rodillas tocaron las mías, y entonces… Ceci puso cada una de sus rodillas a los costados de mis piernas. Estaba ella casi a horcajadas sobre mis muslos, nuestros rostros de frente. Yo tenía a la altura de mis ojos la maravillosa vista de sus senos. Acercó aún más su rostro al mío, sentí su aliento en mis labios y los entreabrí un poco. Ella los posó sobre los míos y nos dimos un suave beso. Despacio, nada de lascivia, sino el mágico momento de descubrir mil sensaciones placenteras en el momento correcto y con la persona correcta.

Ceci tomo entre sus dedos mi mástil –literalmente-. Lo apuntó a su tibieza y fue descendiendo lentamente. Sentí en mi capullo cada milímetro de sus vellitos, de sus labios vaginales, de la estrechez de mi hermana. Por un momento se detuvo como si hubiéramos llegado a un tope, acto seguido bajó y bajó hasta que pude sentir sus vellitos en los míos, Cecilia montada en su hermano, completamente llena con mi virilidad, sintiendo en su interior todo el amor y la pasión de la que era capaz.

Nos quedamos unos minutos gozando de la relación inquebrantable que estábamos creando. Yo, todo, estaba adentro de mi hermana, punto. La amaba profundamente… nos amábamos y estábamos viviendo nuestro amor. Pos supuesto que era correcto, de hecho, era lo único correcto. Después de esos minutos de éxtasis, comencé a acariciar primero la espada y luego las caderas de Cecilia. La apretaba contra mí de manera que la penetración fuera más profunda y ella parecía disfrutarlo mucho. Los dos gemíamos para enviarnos el mensaje de lo mucho que lo estábamos disfrutando, en aprobación de cada movimiento y caricia del otro. Ella empezó a moverse de atrás hacia adelante, y nuevamente sentí como su respiración se agitaba. Siguió cabalgándome por varios minutos. Yo sentía incontenible placer mientras pasaba mis manos por todo su cuerpo, ya era su espalda, su cintura, sus nalgas, sus tetas… estaba excitadísimo al ver como mi hermana empezaba a rebotar de arriba abajo, entresacándose un poco mi miembro y volviéndoselo a clavar. Se escuchaba la humedad chapotear, el olor a hembra era embriagante y los gemidos de mi hermana mientras aceleraba su paso se escuchaban en todo el cuarto.

El placer era indescriptible, sentía las venas de mi miembro gordas y palpitantes, los flujos calientes de mi hermana me escurrían por las piernas, ella jadeaba y su voz ahora casi eran gritos:

-Javier, más… Javier, amor.

-Sí chiquita, te quiero.

Ahora los dos éramos movimientos frenéticos de placer desbordado. El momento tenía que llegar, su cuerpecito de diosa se tensó, los apretones en mi miembro, la espalda arqueada, la cabeza hacia atrás:

-Sí, Javier, sssí, sssí.

Espasmos alrededor mío, el peso sobre mis piernas, calor abrasador, mi hermana ensartada, sentí el cosquilleo previo… ya venía… salió desde dentro, recorriendo el tronco, hasta la cabecita… No lo creía. Ohh!… mi vida dentro a mi hermana… inundando de mí a Cecilia… Me miraba a los ojos mientras me recibía con amor.

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Después, me parece recordar, todo fue calma… nos dimos algunos tiernos besos, nos dijimos cosas lindas… descansamos juntos, nos apoyamos uno al otro, nos confesamos que nos queríamos. Incluso, quizá, confesamos que lo veníamos deseando… No estoy seguro, hubo más comunicación sin hablar que palabras.

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Hoy yo estoy casado, tengo hijos. Ceci también está felizmente casada y con hijos. Entre nosotros sigue existiendo un profundo amor fraternal que, sin duda, hicimos indestructible aquella tarde noche. Quien diga que eso está prohibido, no sabe de lo que habla.

Este relato, por supuesto, lo dedico a mi hermana.

Capra4.-