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Mis amadas sobrinas

en Amor filial

MIS SOBRINAS ME CABALGAN

Esta historia empezó a mediados del año pasado con mis sobrinitas Marcela y Sandra, pequeñas prepubertas, quienes además son hermanas. A ellas como típicas niñas les gusta jugar, además tienen la peculiaridad de sentarse sobre mis piernas y de esta forma platican o juegan conmigo. Lo más excitante es cuando mi muslo queda entre sus piernas. Al estar sentadas sobre mis muslos, por sus movimientos frotan sus lindas e inocentes vaginas. Su vagina con el roce de las telas ha de provocarles un cosquilleo y mi pene cobra cierta erección que es notable y se vería a simple vista, rápidamente trato de guardar discreción. Cuando han pasado algunos minutos y se levantan, la tela del pantalón se ha pegado a mi muslo, dejando su olor, su esencia de niñas precoces. A estas alturas de la vida ya sabía lo que ellas habían descubierto, el placer de una masturbación no consciente ni consentida. Otra posición es en la que sus nalgas están apoyadas contra mi paquete. Sandra en especial, es quien más se sienta en mis piernas, porque por alguna u otra cosa los dos nos llevamos mejor. Marcela cuando sus celos rebasan su paciencia es cuando se acerca a mí y lo mismo se sienta sobre mis muslos. Para liberar esa calentura de pene calenturiento, ya en casa me masturbo pensando en ellas.

Las niñas viven en casa de la bisabuela, una casa muy grande con varias habitaciones. Cuando voy a la casa y las veo hay ocasiones en que me piden juegue con ellas, y cuando sus lindos y preciosos traseritos están al nivel de mi verga, yo me acerco y trato de que ellas lo sientan. Al estar jugando con ellas las cargo; a veces ellas mismas me abrazan, las abrazo y algunas veces paso mis manos sobre sus nalguitas y ellas ni en cuenta (¿o sí?)

Así una vez viendo la Tv en una habitación de la planta baja con Sandra, me encontraba recostado (en posición de cuchara) y ella se subió a la cama, estaba sentada con su hermana en un silloncito. Sandrita, que usaba una minifalda (a las dos les encanta usar minifaldas) ese día, se subió a la cama y se recostó en la misma posición y empezó a arrimarse, colocando y presionando sus nalguitas hacia mí y ella me dijo –Abrázame que tengo frío, yo sin contestar lo hice. De esta forma la jalé tratando de que sus nalguitas estuvieran a la altura de mi paquete; nuestras partes quedaron juntas, mi paquete contra sus nalgas. Poco a poco mi pene empezó a cobrar vida, hasta erguirse por completo. Empecé a frotar mi pene contra las nalgas de Sandra. Mi brazo que la rodeaba, empezó a acariciar su abdomen, haciéndole cosquillas alrededor de su ombligo, sus incipientes pechos pero sensibles y sus piernas. Ella siempre deja que la acaricie y casi nunca dice nada. De un momento a otro tuve la oportunidad de meter mi mano entre su falda y sus calzones y sobé por un rato sus nalguitas. Para esto, Sandrita volteó y me miró de una forma seria, abriendo ampliamente los ojos. Después esbozó una ligera sonrisa regresando su cabeza a su posición original, mas su silencio lo decía todo, le gustó. Saqué mi mano y la volví a apretujar contra mi paquete. Estando en esta posición, la volví a abrazar y los dos empezamos a mover nuestras pelvis al unísono. Mi pene bien erguido, atrapado por el bóxer y el pantalón contra la raja que divide sus glúteos bien formaditos, paraditos y redonditos. Marcela, su hermana, salió del cuarto y nos quedamos solos en el cuarto, entonces Sandra me dijo – Cesar, siéntate en el sillón y me subo en tus piernas. Ya me imaginaba sus intenciones. Antes, me levanté a cerrar la manija de la puerta pero entró Marcela y no le pude decir que se fuera, Sandra y yo tendríamos audiencia.

 

Por fin cerré la puerta, regresé al sillón y Sandra sin esperar más, se sentó sobre mis piernas, yo agarrándola hasta estar sus nalgas sobre mi paquete dándome la espalda. Yo con mi calentura empecé a bombear, estando Marcelita recostada sobre la cama viendo la tele, echándonos el ojo de vez en cuando. Hubo un momento en que dejó de ver la tele y nos empezó a observar. Podía ver en su rostro la expresión interrogante de qué es lo que estábamos haciendo. Sus ojos mostraban un reflejo de inocencia, cierto brillo pero su imaginación podría darle una ligera idea de lo que estábamos haciendo. Como ella es muy celosa, lo que hacía con Sandra, también se le tenía que hacer a ella. Pensando yo esto, me excité más y le di más fuerte a las embestidas con Sandra. Metí una mano por dentro de su blusa y empecé a acariciar uno de sus sensibles pequeños pezones, mientras que con la otra acariciaba su vagina. Sandra empezó a gemir gracias a la excitación que le estaba provocando.

Hubo un momento en que Marcela se empezó a enojar porque ella no estaba jugando, y nos dijo – Déjenme jugar!. Tuve que detener mi excitante y caliente bombeo con Sandra; qué bueno!! que si no me hubiera venido y la acción se habría tenido que terminar.

Así, la mano que tenía sobre el pecho de Sandra la moví hacia Marcela, ella estaba al borde de la cama, pero recostada. Como también llevaba puesta una minifalda, sólo tuve que subirla y empecé a sobarle sobre su chochita sobre sus calzoncillos. Desvié mi atención hacia ella observando su rostro tan angelical, con sus grandes y atractivos ojos color gris-verde que me fascinan, exhaló y asintió con la cabeza, era mía. Le ordené a Sandra que se recostara en la cama, bajándole el calzón mientras se levantaba y diciéndome – Ay César, qué atrevido!

Estando las dos recostadas sobre sus espaldas, me subí a la cama acercándome a Marcelita y le di un beso en los labios, ella me lo devolvió con toda su ternura y amor. Sandra que estaba atenta al espectáculo, esperaba su turno, volví la mirada a ella y seguí besando apasionadamente a Marcela. Interrumpí el beso y me coloqué encima de Sandra, besándole el cuello, pasando por sus labios bajando hasta su vagina, besando, chupando y lamiendo hasta saciarme. Empezó a reír y gemir, excitándose aún más, hasta que soltó un débil grito que silencié aún más con un rápido beso en la boca.

Después de brindarle su primera gran satisfacción erótico-sexual a Sandrita, proseguí con Marcela. Recostada sobre la cama empecé a besarla, primero en la frente, después pasé por su nariz, sus mejillas, pasando por su cuello, subiendo por la barbilla hasta darle un largo beso apasionado en sus labios. Así, cambiamos de posición, yo tendido boca arriba y ella sobre mí. La senté sobre mi paquete, para ello en ningún momento me quité el pantalón. Marcelita estaba sentada sobre mi paquete, los dos nos mirábamos atentamente a nuestros ojos. La agarré por la cintura y le dije- Mueve tus caderas hacia delante y atrás. Los dos empezamos a movernos, frotando nuestras partes con todo el amor y la pasión de una pareja enamorada. Ambos nos masturbamos, yo de una manera que nunca había sentido. Marcela incrementó sus gemidos y movimientos, y supe que tuvo un orgasmo, al haber sentido un apretujón de sus piernas y yo me incorporé alcanzando sus labios para apagar su grito de éxtasis. Yo siempre contuve la eyaculación, porque si no, me hubiese quedado empapado y no hubiera tenido algo para cambiarme.

Sandra que estaba recostada, le dije – Siéntate sobre mi cara. Ella con cierta duda preguntó – Por qué? Y le contesté – Ya verás, sólo abre tus piernas e híncate. Preguntó de nueva cuenta – Qué vas a hacer, no vas a poder ver.

Mientras mi cadera se movía de manera automática con Marcela, volví a responderle – Sólo hazme caso, híncate y coloca tus piernas a cada lado de mi cabeza. Sandrita fue bajando lentamente, con cierto miedo mientras yo veía su bella, tersa, preciosa y delgada rajita, esa frontera por la cual algún día podría cruzar un pene, de preferencia mi pene. Que ellas decidiesen algún día pedírmelo. Marcela quien ya había experimentado su primer encuentro erótico-sexual, permaneció cabalgando sobre mi pene. Sandra estaba sentada sobre mí, viendo de frente a su hermana. Saqué mi lengua y empecé a lamer toda la raja de Sandra. Una de mis manos ocupaba su nalga, la otra estaba posada sobre uno de sus pezones. De esta forma controlaba el peso de Sandra sobre mí, en especial mi lengua. De alguna manera mi lengua con la rugosidad propia empezaba a realizar sus efectos en Sandrita. Empezaron a salir algunos líquidos de su vagina, yo los probé y tragué, fue como el Manáa caído del cielo. Me excité aún más agarrándola de la cintura y moviéndola con tal frenesí, que mi pene poniéndose más duro hizo que Marcelita viviera una vez más otro orgasmo, la sensación de un garrote sobando su pequeña vagina. Yo recostado con ellas encima de mí, visto de lejos se habría visto de manera fabulosa. Me sentía tan excitado, que me sentí a reventar y para evitar mi orgasmo tuve que separar a Marcela y después a Sandra, cayeron a un lado permitiéndome una vista de sus vaginas mojadas.

Yo que estaba tan excitado, me senté y respiré por unos segundos, mientras las niñas me veían y me preguntaron al mismo tiempo – Qué tienes? A lo qué yo contesté – Es que me estaba excitando demasiado y podía salir de mi pene un líquido, preguntando de nuevo – Cuál líquido? a lo que dije – Quieren verlo? Y ellas dijeron – bueno...

Pues como estaba sentado, les dije a ellas que con sus manos sobaran mi pene. Ellas sin decir agua va, empezaron a masturbarme. Sandra a mi derecha y Marcela a mi izquierda. Apoyaron la barbilla sobre mis muslos y sus manos ocupadas en mi garrote, que cada vez se ponía más tieso y grueso. Marcela que tenía puesto su calzoncito, se lo quité. Las dos estaban sin ropa interior sólo con las faldas puestas eso daba una imagen demasiado cachonda. Mis manos las desplacé al borde de sus faldas, levantándoselas hasta la cintura, dejando sus bellas y tersas nalgas al aire libre. Con una mano sobre cada una, empecé a sobárselas, como si estuviera amasándolas. Deslicé mis dedos medios por donde empieza la línea de los glúteos pasando por su anito haciendo una ligera presión hasta llegar a su rajita. Marcela y Sandra estaban frotándome el pene con gran concentración, mientras yo les estimulaba su raja. Empezaron a gemir y gemir, hasta que les llegó el orgasmo al mismo tiempo y yo para evitar que se escucharan sus gemidos en forma de grito, rápidamente las agarré de la cabeza acercando su boca a mi falo. Abrieron su boca ocupando mi tronco e hice que Sandra se metiera el glande a su boca. Ella sin decir o quejarse lo hizo. Marcela quien vio a su hermana apoderarse del monje calvo, también la arrimé. Las dos me estaban haciendo una mamada muy placentera. Inclusive ya hasta se peleaban por mi tranca. Ya estaba a punto de eyacular, así que acomodé sus cabecitas de tal forma que les cayera el chorro a las dos. Dicho y hecho salió una buena cantidad de sémen que cayó en sus narices y boca. Caí de espaldas en la cama bien agotado y las niñas con el esperma deslizándose por su nariz y adentrándose por la comisura de sus labios a su boca. De inmediato les comenté – Ese es el líquido que nos sale a los hombres y se le dice esperma y ellas exclamaron – aahhh!?

Para rematar esta gran faena sexual le dije a las niñas que lo probaran. A Marcela la acerqué a su hermana y le dije que lamiera, que probara a lo que contestó – Se ve feo y huele raro, yo contestándole – Sí se ve feo y huele raro pero sabe rico. Ya con más confianza se acercó a su hermana y le lamió el esperma. Acerqué mi mano por detrás de su cabeza para que no se quitara. Así como sucedió, pasó por los labios de su hermana, la lamió. Y yo le dije a Sandra – Bésala. Las dos se besaron y lamieron el esperma que les chorreaba por la cara. Con esa panorámica de las niñas besándose fue como terminamos y ellas descubriendo un nuevo sentimiento mutuo: el amor entre ellas y el que tienen por mí.

Ya rendidas en su iniciación al sexo cada una a mi lado recostadas, no dejaban de sentirse emocionadas y excitadas, a lo que una de ellas dijo – César, cuándo lo haremos de nueva cuenta? Yo contesté- La próxima vez que venga...