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La joven secretaria

en Hetero: Infidelidad

Joven secretaria

La historia que voy a relatar, empezó hace ya muchos años terminando hace cuatro poco más o menos. Yo llevaba casado unos 10 años aproximadamente y nunca había sido infiel a mi esposa. Trabajaba como Jefe de Zona en una gran empresa del mundo de la distribución, en concreto en alimentación y entrevisté a una linda muchacha, joven y educada para cierto puesto de trabajo directamente bajo mi dirección. Pasó cierto tiempo y sin pretenderlo empecé un romance con esta joven, solo por demostrarme a mí mismo, que todavía podía gustar y hacerme querer por las mujeres. Pero caí en mis propias redes y vivimos un tórrido, bonito y excitante momento, que duró “14 años”. Juzgar vosotros esta historia. No a la situación, ni a nosotros como personas. Solo juzgar los hechos.......

            Como ya he contado antes, este relato empieza en la preselección de una joven secretaria para mi departamento. De todas las que se presentaron, seleccioné a Cristina, por su perfil, fotografía y por carecer de experiencia. Todas las candidatas, o tenían mucho desparpajo, descaro o eran muy bruscas, algunas ya se me insinuaron desde el principio y la mayoría de ellas, tenían mucha experiencia pero ningún estudio. Cristina encajó perfectamente en lo que yo buscaba y por eso tardé poco en decidirme.

            La llamé a casa y se presento inmediatamente para la entrevista personal. Me confirmó todo lo que yo había intuido sobre el currículum. Joven, guapa y atractiva por partes iguales y no excesivamente. Recatada, correctamente vestida, educada y a la vez un puntito de timidez que todavía le hacía más agradable a todo su conjunto. Alta (no mucho), delgada y apararentemente con poco pecho. El pelo negro como el azabache, largo y rizado y para terminar, unas gafas con montura gruesa y clásica que también añadían otro toque de interés. Para abreviar, una mujer con mucho estilo, excelente carácter, y que se adaptaba también a mis gustos personales.

            Durante casi dos años, mi relación con ella fue excelente. Era una maquina de trabajar, mi mano derecha y mi izquierda. Nos repartíamos el trabajo con tal fluidez que si alguno de nosotros faltaba al trabajo, nadie de nuestro entorno se daba cuenta, pues el trabajo continuaba al mismo nivel y ritmo. Asistíamos a cenas y reuniones de trabajo incluso fuera de la ciudad, y nunca tuvimos roce alguno ni físico ni personal e incluso llegamos a confiarnos secretos de nuestras propias parejas, tanto yo a ella de mi esposa, como ella a mí de su novio. Dentro de esa confianza, me llego a contar todas las relaciones e historias de amor que había mantenido, que no eran muchas. Y así mismo yo le confié también a ella la mía.

            Cierto día, si que me llamó la atención que habiendo terminado algo tarde en el trabajo, se marchara a casa sola y que no le había venido a buscar su novio. Estaban a punto de casarse y después del trabajo, se marchaban a ver muebles, restaurantes, vestidos de novia, etc.

            Así continuaba la relación entre nosotros cuando un día, nos tuvimos que quedar en la oficina pues nos tenían que cambiar el sistema informático por completo y solo a partir de las doce de la noche se podía apagar y anular el sistema anterior.  Mientras que los informáticos arreglaban y realizaban sus tareas, pedimos algo de cenar y nos pusimos a ello. Empezamos comentado cosas del trabajo y terminamos charlando sobre su futura boda y cual mi sorpresa cuando me cuenta que lo han dejado ya hace un montón de tiempo y que es irreversible. Me quedé sin habla, asombrado y perplejo, pues estaba seguro que no me había contado ni insinuado nada antes y hablábamos con cierta asiduidad de nuestras cosas. Le pregunté el motivo de la ruptura y me contestó que había otro hombre en su vida. Que estaba totalmente enamorada de él y que llevaba ya bastante tiempo a su lado. Que dicha persona, tenía la esperanza que estaría totalmente enamorada de ella, que se tenían una atracción muy fuerte pero por haber terceras personas por medio, no habían intentado nada de momento.

            Yo, le pregunté si ya había mantenido relaciones sexuales con él y me contesto que no, no por falta de deseo pero que lo más prudente había sido esperar hasta ahora. Y al mismo tiempo que me contaba esto, me rogaba y pedía consejo para todo y por todo.

            Yo le aconsejé que si había terceras personas (él, estaba casado) no les hiciera daño, pero que lo primero era ella y sus sentimientos. No le debía de poner limitación a su relación por nada, ni por nadie y mucho menos a sus relaciones sexuales. Y después de varias horas de charla, consejos y ánimos, le termine diciendo que corriera hacia él, que le diera un abrazo muy fuerte, que se fundiera en un beso apasionado, que le quitara la ropa lentamente, que le animara hacérselo a ella, que si no empezaba con ella el, lo hiciera ella y que hicieran el amor de una manera desenfrenada desatando toda su pasión.

            No termine de sacar de mi boca las últimas palabras cuando me entraba una lengua cálida, húmeda y me entregaba un beso apasionado que nunca hubiera llegado a imaginar. Al mismo tiempo que me besaba de aquella manera, se fundió a mi cuerpo con tal fuerza, que en vez de un abrazo parecía que me estaba prensando, y solo aflojó la presión, cuando soltándose unos centímetros de mí, empezó a soltarme la camisa, quitarme la corbata, soltarse a si misma su camisa y sujetador, dejando ver unos pechos esculturales, los más bonitos visto por mí, unos pezones rosados y duros como piedras, volviendo a apretarse de nuevo a mí para volver a prensarme.

            Yo, que no acertaba a comprender lo que estaba pasando, intentaba balbucear palabra alguna pero era totalmente imposible. Solo llegué a escucharle en un momento de toma de aliento, que me decía: “eres tú esa persona y estoy totalmente enamorada de ti”.

            En cuanto pude pensar y asimilar todo esto, (ella todavía continuaba besándome sin parar) se me paso en segundos por la cabeza, toda nuestra historia desde su entrevista de selección hasta ese mismo día y comprendí que con otras personas, se estarían acostando juntas desde el primer día. Si añadimos, que también por mi parte estaba pasando un momento difícil como pareja, la falta de sexo con mi esposa, la temperatura que había tomado aquello y que aquel cuerpo estaba fenomenal, pues decidí dejarme llevar, disfrutar del momento, hacer el amor todo lo que se pudiera y seguramente, todo volvería a la normalidad sino al día siguiente, en unos días.

            Aquella noche y en mí despacho, nos pusimos de follar, que casi llegué a perder el conocimiento. Era una verdadera diosa del amor. Sabía todas las formas y posturas, los mejores momentos, que caricias, que cosas... Me llevó hasta el éxtasis,  yo que sé la cantidad de veces. Nunca había podido hacerlo más de tres veces con mi esposa. Pero aquello era totalmente diferente. Se me enroscaba al  pené, que casi hacía entrar todo mi cuerpo dentro de ella. Me chupaba todo el cuerpo recorriendo con la punta de la lengua cada centímetro de mi piel, acariciaba mis testículos con una fuerza y delicadeza al mismo tiempo, que era una sensación inimaginable. Con sus manos me cogía de la polla y meneaba el falo de arriba abajo metiéndoselo en la boca, succionándomelo y pasando la punta de su lengua por todo el glande, hasta hacerme correr y llenándole la boca con mi semen. Otra cosa que me llamaba la atención, era que no hacia ascos al semen y se lo tragaba todo, cosa que mi pareja nunca había permitido. Yo la penetraba una y otra vez, baje a comerle el clítoris y la penetraba con mi lengua, gemía una y otra vez cada vez que cambiaba de sitio, movimiento ó postura, pero era ella, quien llevaba el ritmo, iniciativa y la que dirigía el festival sexual que nos dimos. Para cuando nos quisimos dar cuenta, daba la hora de entrar a trabajar y solo tuvimos tiempo de arreglar un poco nuestras ropas y el sofá del despacho, borrando todas las manchas de nuestros flujos corporales, sobre todo del semen desparramado por todas las partes.

            Con la disculpa de bajar a tomar un café, desaparecimos de la oficina para ir a nuestras respectivas casas, ducharnos  y cambiarnos  de ropa. Una vez en mi coche, y para tardar lo menos posible, conduje a velocidad con dirección a la casa de ella. Cuando llegamos a su destino, me recordó que en el maletero del coche, siempre llevo un traje y camisa por si acaso tengo que salir de viaje inesperadamente. Me invito a subir a su casa, pues su madre y hermanos a esas horas estaban trabajando ó estudiando respectivamente y que mientras me duchaba, ella me planchaba un poco ese traje y camisa. Acepté sobre todo, por no dar explicaciones en casa, de llegar a estas horas a ducharme y cambiarme de ropa, estando además seguro que olía a perfume y a sexo.

            Subimos pues y en el ascensor, me beso apasionadamente pero con mucha más tranquilidad. Entramos a su casa, me llevó hasta su dormitorio (me encantó su cuarto, pues estaba decorado y amueblado personalmente por ella y le había transmitido su toque personal), mientras me desnudaba, ella preparó el baño, puso las toallas, etc. y empezó a planchar mi vestuario. Yo me fui duchando y al mismo tiempo repasando la nochecita anterior. No sé muy bien, pero entre el cansancio, el relajamiento de la ducha caliente y las imágenes que me venían a la cabeza del cuerpo desnudo de Cristina, me encontré con la polla más erecta que la noche anterior, además saberme a pocos metros de ella, tan cerca que con solo llamarla podía llegar hasta mí, me excitaba de forma desmesurada. Mi mente empezó a llamarla. Cristina, Cristina, y creí soñar que se abría la mampara, y una mano me tocaba mis labios y otra me tocaba la polla. Abrí los ojos y comprobé que no soñaba. Allí estaba ella totalmente desnuda, más preciosa y escultural que nunca, entrando a la ducha y “soltándome que si la estaba llamando”  Enloquecí y comencé a besarla, la abrace y sin darnos cuenta de nuevo follábamos como locos debajo del agua.

            Una vez que terminamos de corrernos, y todavía besándonos, nos enjabonamos todo el cuerpo uno al otro y terminamos de ducharnos. Para mí, fue otra inolvidable experiencia, pues a esto también mi pareja, ponía reparos por estar nuestros hijo en las otras habitaciones y cosas por el estilo. Aquella “libertad de acción” era totalmente nuevo y de forma altamente placentera y excitante para mí. Nos secamos, nos besamos continuamente y totalmente desnudos fuimos a su dormitorio para vestirnos. Al abrir uno de los cajones de la mesilla, y sacar bragas y sujetadores ordenados de forma que se pudieran ver y elegir, me invito a elegirle la ropa interior de aquel día. Yo pasando revista a todo lo que se me enseñó, elegí un conjunto precioso, totalmente con bordados y transparencias de color azul cobalto oscuro. Me permitió colocarle el sujetador. Yo sentado en el borde de la cama, ella de pie, le introduje el sujetador por los brazos y le coloqué las tiras en sus hombros. Le di la vuelta y le abroche el cierre del sujetador y cuando terminé,  bajé la vista y contemplé a medio palmo de mis narices su hermoso culo. Vaya culo, joder que culo, no tengo palabras para describir semejante visión. Algo por lo que perder la cabeza. Duro, liso, suave sin una pizca de celulitis y listo para saborearlo. No pude dejar pasar la ocasión y le besé ambas nalgas y paseé mi lengua por toda la abertura de las mismas. Le di la vuelta y se sentó entre mis piernas. Nos besamos de nuevo y con mi mano, empecé a masturbarle, acariciando el clítoris con un par de dedos y pasando el resto por los labios mayores y menores de adelante a atrás e incluso llegando acariciar el ano con la punta de las yemas. “Menuda corrida se pegó Cristina”. No sé si fue por envidia, o por no querer ser menos, aprovechó que yo tenía otra erección de caballo, para ponerse la punta de mi capullo en la entrada de su vagina, y poco a poco, fue introduciéndosela toda, empezando una vez concluida la entrada un movimiento de vaivén de agárrate y no te menees. Como ya llevaba tantos orgasmos y corridas, que creo que ya no quedaba ni gota de leche en mis huevos y que esta vez, incluso llegando a disfrutar como nunca, tardaba mucho más que otras veces anteriores a correrme. Comentándolo con ella, e indicándome que eso lo arreglaba ella en un santiamén, se dio saliva en el ano y entre la saliva, la excitación del mismo anteriormente con mis dedos y la correspondiente al momento, se dio la vuelta y apuntando a su ano y muy poquito a poco fue moviéndose e introduciéndose de manera maestra, toda la polla por el agujero del culo. Al estar en aquella postura y además notar más ajuste que en su vagina, al poco rato de continuar con el mete-saca me “sacó” de nuevo otra nueva corrida que me llevó hasta el éxtasis y la extenuación. Caímos tendidos en la cama y mientas nos reíamos y besábamos, continué poniéndole las bragas a juego con el sujetador. Le pellizque los pezones sonrosados que se apreciaban por la transparencia de la tela y poco a poco fuimos recobrando fuerzas para levantarnos, terminarnos de vestir y bajar a la cafetería de la esquina a tomar un café.

            Estaba más hermosa y atractiva que nunca. Estaba radiante, Dios mío, que belleza. Nos reímos, comentábamos la situación, y me fue confesando que llevaba dos años enamorado de mí, que sabia que estaba casado, pero que ella solo pretendía estar el máximo tiempo conmigo. Volvimos a la oficina y yo a mi despacho. No pude concentrarme en mi trabajo. Me levantaba, salía a la mesa de ella a comprobar que seguía allí. Nos mirábamos, me sonreía con una dulzura descomunal, volvía a entrar en mi despacho, me sentaba en el sofá donde horas antes habíamos estado follando. La vista se me dirigía donde sabía había estado su coño apoyado, donde había caído mi semen, en fin donde una y otra vez la penetré y me corrí junto ella. Las escenas pasaban una detrás de otra incluidas las de la ducha y su dormitorio por mi mente, tan claras  tenía dichas imágenes que incluso estaba palpando el sujetador que había llevado por la noche, tan bonito, que bordados también transparente que....... joder, pero si lo que tenía entre las manos era el sujetador de ella. Se había quedado entre los pliegues del tapizado de telas y ahora estaba entre mis manos. Lo olí para comprobar su aroma de mujer y de perfume y lo metí en el bolsillo de mi americana.

            Durante el resto de la mañana, no pude concentrarme en el trabajo y solo repasé una y otra vez las escenas de sexo vividas. Solo deseaba salir de la oficina para estar con ella y hablar de todo lo sucedido. Una vez fuera, quedamos para por la tarde en una cafetería alejada para aclarar la situación y en un apartado de la misma, deje claro que yo estaba casado, y que no le podía ofrecer nada a cambio. No le importó y solo pretendía vivir conmigo cada minuto que pudiera, no perjudicando para nada mi matrimonio. Aclarado pues ese tema, repasamos punto por punto y detalladamente nuestro proceder en sucesivos encuentros para no levantar sospechas. Ella no utilizaría nunca otro perfume que  el que a partir de ahora utilizásemos los dos (Unisex) y nunca me llamaría a casa desde fuera de la oficina. Y mucho menos en festivos y domingos. Debíamos de pasar lo más inadvertidos posible. Más que nunca. Por el bien de los dos y por el de nuestra relación.

            Ni que decir tiene, mientras duró esta relación, aprovechamos cada uno de los minutos que nos permitía nuestro trabajo. Follamos en el ascensor de las oficinas, en el servicio, en mi despacho; en el suelo, en mi mesa, en el sofá. En su casa; en todas y cada una de las habitaciones y cocina, haciendo un gran honor a su dormitorio. En mí casa. En hoteles. En mi coche...... en fin en todos y cada uno de los lugares en que hubiera cinco minutos de intimidad para nosotros. Y así pasamos un montón de años y creo poder decir que fuimos muy, muy felices.

            Lo que al principio fue por mi parte un aprovechamiento de esta situación verdaderamente agradable, terminé cayendo en “sus” redes y me volvió loco de amor por ella. Llegué a plantearme la separación de mi esposa para poder casarme con ella. No podía estar el fin de semana sin verla. En vacaciones me escapaba para poder llamarla por teléfono y pasábamos “colgados” horas enteras. Los reencuentros eran verdaderas orgías de amor. Y sin saber ni como ni porqué.............

             Ella empezó a distanciar los encuentros y las relaciones. No puso ninguna excusa, pretexto o disculpa, pero sin que me diera cuenta, nos fuimos alejando de esa situación idílica, dejándome totalmente destrozado el corazón y llegando ella a pedir traslado de oficina y de ciudad de un día para otro. Pasó mucho tiempo hasta que conseguí hablar con ella, y solo me dijo que era mejor para los dos no continuar. Ella estaba totalmente enamorada de mi pero yo estaba casado y no quería que yo rompiera mi matrimonio. Me dejo simplemente por amor. Pero siempre la levaré en mi corazón. La llamo y felicito por su cumpleaños, por navidad, y cuando no puedo aguantar más.