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Mi cuñada me alimenta

en Amor filial

Tengo tres cuñadas. Todas son muy lindas, aunque todas son diferentes en lo que refiere a su cuerpo. Una es alta, la otra es bien bajita, y la tercera, la musa que inspiró este cuento, es justamente la que tiene mejor cuerpo, la más linda de las tres y, por suerte, la que me gusta. Su nombre es Diana. De altura regular, pelo largo enrulado y castaño, tiene un rostro hermoso, especialmente cuando sonríe; sus senos son bastante pequeños, pero lo que más se destaca son un par de piernas y un culo perfectos.

De carácter rezongón, siempre anda de mal humor con su compañero, y eso es otra cosa que a mi me gusta, (egoísta yo), ya que conmigo es la mujer más dulce con la que he tratado. Por alguna razón tenemos una amistad bastante profunda, hasta íntima en lo que a pensamientos se refiere, llegando a hablar de cosas que son totalmente personales en ambos casos. Me encanta charlar con ella. Le vivo preguntando quien es la cuñada más linda que tengo, y ella siempre me contesta "yo". Entre dulces y bombones no falto el tema de que le tenía ganas, que me gustaba, pero ella siempre llegó hasta un punto y echó para atrás, una vez me dijo incluso que si por su marido fuera ella se acostaría conmigo, pero por su propia hermana no lo haría.

Diana acaba de tener familia, pero eso no hizo mella en su estado de ánimo. Pasa siempre con su pareja de discusión en discusión, generalmente por temas económicos, ya que no les sobra nada, aunque tienen lo básico para vivir.

Fue entonces que una mañana llegué a su casa a dejarle un dinero que necesitaba, y estaba sola con su hija, de más de dos meses. Habiéndose ya casi normalizado su cuerpo luego del parto, estaba más linda que nunca, con la ventaja que sus senos estaban ahora mucho más grandes. Me convidó con un café, que acepté de buen gusto y nos quedamos conversando de todo un poco, saliendo así el tema de la alimentación de su hija a base de su leche. Ella me contaba que tiene tanta leche que incluso un sobrino, de cuatro meses, aprovechó la oportunidad y se llenó con ella, me lo contó en tono jocoso, pero con ese orgullo de mujer que cumple perfectamente con esa función.

Mi comentario, en un principio sin mala intención, pero si con algo de fetichismo de mi parte fue " que suerte, no te sobrará un poco para mí?". Ella me sonrió, y en broma me dijo "da para todos". Ahí quedó la cosa ese día, pero a partir de ese momento una fantasía entró en mí, tomar leche de mi preciosa cuñadita. Por supuesto ni se vislumbraba la oportunidad tan siquiera de decírselo, pero dos días después, con otra excusa, un poco creada por mi, volví de mañana a su casa, aprovechando que pasaba cerca, a pedirle no se que. Ella estaba amamantando a su hija. Me abrió la puerta con ella en brazos y siguió dándole de comer. Mis ojos se posaron sobre su seno, y me di cuenta que ella lo notó, y medio se sonrió, sin decir nada.

Una vez terminada la tarea, la tuvo un rato en sus brazos para hacer su provecho, y luego la acostó a dormir. Yo seguía ahí, hablando de bueyes perdidos, concentrado con mi mente en esos senos preciosos, de mi querida cuñadita. No se abotonó la camisa para nada por lo que los podía ver claramente, y entonces tomé una iniciativa de la que hoy estoy muy feliz de haber tomado. Le dije que lo único que le faltaba para ser perfecta era tener unos senos más voluminosos, y que ahora justamente estaban mucho más lindos, le volví a decir que era preciosa, que era mi cuñada preferida y todo eso.

Diana se sonrió, como siempre lo hacía conmigo, cosa difícil de creer para otros si la vieran que fiera es en su casa con su compañero. Se sonrió e increíblemente tuvo un gesto que me dejó helado. Se abrió la camisa y me mostró sus dos preciosos pechos, ahora con unos pezones grandes, oscuros y apetecibles como nunca. Me dijo algo así como que aprovechara a verlos ahora ya que tanto te gustan, porque nunca estarían así otra vez. Yo quedé medio paralizado, pero de inmediato me repuse y me acerqué a ella, le di un beso sobre uno de sus pechos, luego dejé ahí mi boca y le pasé la lengua. Ella soltó un gemido de placer y ya estaban entonces los dados echados.

Al principio no supe que hacer. Verdaderamente me moría por succionar uno de esos pechos y probar su dulce leche, pero pensé que eso no le iba a agradar. Ella me resolvió el problema. Me dijo que había suficiente, que si quería probara. Que tenía ganas de que yo lo haga…. Y bien que lo hice. Apoyé mis labios sobre uno de esos preciosos pezones y chupé, suavemente pero chupé, y probé al fin el sabor de esa leche, dulzona, más excitante por su origen que por su gusto.

Diana llevó su mano a su entrepierna y comenzó a masturbarse al mismo tiempo que yo me alimentaba con su leche. Era toda una cosa que unos minutos antes jamás hubiera imaginado, pero que unos días antes había imaginado en mis fantasías. Seguimos un rato en esa tarea, hasta que no aguanté más y comencé a desvestirla, besándola por todo su cuerpo, acariciando sus pechos, sus hermosas piernas, sus muslos y su precioso culo.

Esa mañana, sin casi haberlo premeditado, me cojí a mi cuñada, tomé su leche y pasé un momento soñado. En momentos de acabar tomé la precaución de sacar mi pija de su concha, entonces ella se abalanzó sobre ella y se la llevó a su boca, yo solté mi leche casi de inmediato, y ella se la tragó toda sin desperdiciar ni una gota. Entre gemidos y sonrisas me dijo "es un intercambio", vos tomás la mía y yo la tuya ta?

Fue el polvo más exquisito que he tenido en mucho tiempo, con el sabor de su leche, sabor que alguna vez al nacer debí haber probado, pero que en realidad, como todos nosotros, no lo recordamos, y con el gustito de lo prohibido. Fue sencillamente impresionante.

Vueltas las cosas a su lugar, le di un largo beso en su boca, que ella aceptó con gusto, y, abrazándola fuerte le dije que esperaba que esto se repita, a lo que ella contestó que no demorara mucho porque algún día se le iba a acabar su leche. La besé luego en su cuello, varias veces y me marché, pensando en volver pronto, cosa que hoy, dos semanas después no he hecho aún, pero que estoy seguro que volveré a hacer. Mi cuñada es preciosa, y además me alimentó bien.