En los jaspeados oteros olímpicos,
como tus ojos fulgura la luna llena,
ella, cuan sibilina y cuan hechicera,
me remembra tu mirada impúber.
Contemplándola, me enamoró
su asedado vestido albar,
cuyo brioso semblante de nupcias
refracta el matiz de tu sonrisa.