miprimita.com

Clarita la inquilina

en Bisexuales

Clarita la inquilina

La verdad de las cosas era que la vida se me estaba complicando pues me habían despedido del trabajo por "disminución de mi productividad". Así decía el papel que firmé. Realmente yo no había accedido a las reiteradas sugerencias de Andrés, mi jefe, a que yo lo acompañara a comer el día sábado y luego a una agradable tarde de reposo en algún motel cercano y en el cual, yo debería demostrarle justamente mi productividad.

Realmente tengo muy claro porque no accedí a la reiterada insinuación de Andrés. No solamente él era casado, motivo más que suficiente, sino que también yo tenía (y tengo), una relación maravillosa con un hombre extraordinario. Para rematar, el hombre no me atraía para nada. El asunto es que me ví sin un ingreso importante para mi sustento y le comenté a Germán, mi pareja, que quería poner en arriendo una de las habitaciones de mi apartamento. A él no la pareció por cuestiones de seguridad y comodidad, pero me dijo que una compañera de oficina de él, estaba interesada en salirse de la casa de la mamá. Me comentó que se llamaba Clarita y era una mujer muy agradable, seria y de fiar. Le pregunté que como era físicamente y me dijo que era la niña más linda de la compañía. "Y te gusta?" -le pregunté: El me dijo abiertamente que si. Que era muy atractiva y punto. Lo miré fijamente y le dije entonces, que me la enviara.

Estaba yo, ese domingo en la mañana aún en la cama, leyendo el periódico, cuando el portero del edificio me informó que había una señorita queriendo conocer la habitación. Le dije que le permitiera la entrada y rápidamente me cubrí con una delgada bata. Al minuto la tenía frente a mí. Me saludó y me dijo que era Clara la amiga de Germán de la oficina. La hice seguir y le mostré la habitación y el apartamento y mientras ella lo examinaba, yo me dediqué a examinarla a ella. Tengo 33 años y ella debería tener más o menos 30, era una atractiva mujer de piel blanca con un cabello castaño muy claro. Vestía un pantalón negro muy ajustado que permitía deducir unas lindas piernas y un trasero decididamente paradito y firme. Tenía una blusa de algodón negra ajustada, de cuello redondo que dejaba ver el encaje de su brassiere también negro, por medio de un pequeño escote en forma de corazón, y sin querer, me fijé que sus pezones se podían dimensionar sin dificultad alguna. Tenía el cabello recogido en una perfecta cola de caballo y ésta le caía suavemente hacia su espalda, casi rozándola cuando se movía. Sus ojos eran color café oscuro, perfectamente maquillados, lo que la hacía ver muy atractiva e interesante. Sus labios se veían carnosos, tenía una sonrisa muy linda y unos dientes perfectos. Estuvimos de acuerdo en el valor del arriendo. Ella me contestó que estaría encantada que yo aceptara. Le dije que había decidido arrendarle a lo que me contesto que estaba feliz porque el apartamento le había encantado y luego agregó:

- Y también me encantaste tu Dina. Pienso que si tu quieres quizás seamos buenas amigas.

No supe que contestar. Estaba muda, de modo que solamente atiné a preguntarle cuando se vendría y me dijo que lo haría al día siguiente. Luego se despidió de mí con un beso, que horas mas tarde aún lo tenía adherido a mi mejilla. A las dos horas estaba francamente inquieta y ya no pensaba tanto en la habitación sino en ella. Recordaba que su voz me había parecido muy suave pero firme. Pensé que la mujer sería una buena amiga, si lográbamos entendernos, a pesar que yo con las mujeres no me entendía muy bien.

Clara me inquietaba. Reconocí que la chica me era agradable, que tenía muchos deseos que ocupara la habitación y que nos hiciéramos amigas. Volví a pensar en ella, recordando que se sonrojaba levemente al hablar y que al respirar sus pechos subían y bajaban con un movimiento inquietante, como si fueran de una consistencia elástica y que cuando caminó hasta la puerta del apartamento taconeando en forma decidida, sus pezones marcaban el ritmo de sus pasos. Traje a mi mente la insolencia de sus pezones a través de esa blusa ajustada. Un último pensamiento me conmovió: su trasero. Se notaba firme, bien parado. Deduje que debería tener unos pantys tipo hilo dental diminutos porque no se le marcaban y que deberían ser negros al igual que el sostén. La imagen de ella en ropa interior me llegó de repente y me sentí estremecida.

Cuando las mujeres nos fijamos en otra mujer hacemos comentarios sobre su ropa o sus zapatos o el maquillaje o como está de gorda o como se ha adelgazado. Pero con Clara mi observación había llegado a un plano diferente. Fijarme en su cola e inquietarme al imaginármela en ropa interior era demasiado!

"Me encantan los hombres!" -me repetí varias veces. Pero algo me había pasado con Clara. Mi novio, Germán, es absolutamente espectacular, nos llevamos superbien, y sexualmente supera mis expectativas. Siempre me había dicho que una de sus fantasías era verme teniendo sexo con otra mujer. No le había hecho caso porque realmente nunca me había pasado por la mente. A mi me encanta ver películas de sexo y como éstas normalmente traen escenas de sexo entre mujeres, el tema se volvía recurrente. Tanto así, que donde aparecían mujeres teniendo sexo entre si, debo confesarlo, empecé a excitarme y mucho, pero nunca tanto como para pensar en estar con otra chica. Después de un tiempo, en mis habituales masturbaciones, aparecía en mi mente, pero sólo ocasionalmente, alguna chica que nunca podía describir, pero con Germán presente y sin que hubiera nada entre las dos.

Así las cosas, empecé a tomar en serio esa posibilidad. Un día en que Germán tocó el tema de nuevo, le dije que sería rico pero que no sabía con quien podría hacer eso. Esa respuesta lo enloqueció. "Cómo te gustaría que fuera ella", -me preguntó. Yo le dije que tendría que ser como yo: muy atractiva, muy sensual, desinhibida, muy morbosa, con iniciativa, con gustos y apetito sexual muy parecido al mío. "En pocas palabras" -dijo él, "una putita como tu". Le dije que si. Las palabras vulgares están dentro de nuestro menú sexual y Germán para eso tiene el don de la oportunidad, toda vez que las sabe decir en los momentos adecuados, en los momentos que son. Lo cierto es que le había dejado claro a Germán que estaba dispuesta a acostarme con otra mujer. Y ahora aparecía Clara y por lo que me estaba generando, creo que había encontrado esa mujer y haría lo que fuera necesario para averiguar si ella estaría interesada.

Soy una mujer bien realista y debo confesar que estaba húmeda. Estaba excitada. Si! El haber pensado en los tríos de las películas, en las conversaciones con Germán con respecto a verme con otra mujer, en mi decisión de complacerlo, en Clara… Mi sexo estaba empapado y la sensación me encantaba! Mi calentura no daba espera. Deseaba ser calmada ahora mismo. Me quite la pijama y me quedé solo con la tanguita blanca puesta. Mi mano empezó a acariciar mi sexo por encima del diminuto panty. Pensé en Germán y en como me gustaría sentir su mano imprevisible, que suele entrar por sorpresa y con seguridad bajo mi falda y que es capaz de hacerme correr en dos minutos con los calzones y pantymedias puestos, y sin apenas moverme. Sencillamente me sube la falda y va tocando mi sexo, primero, con toda la palma de la mano por encima de la ropa interior y las medias. Ejerce presión hasta que siente la humedad que me invade y que se hace evidente en mi ropa íntima. En ese momento, mete su mano para abrirse paso entre la ropa y hábilmente, desplaza mi tanga hacia un lado, tocando mi cuquita hirviente. Luego introduce dos dedos, mientras con la parte de la mano más cercana a la muñeca, me frota el clítoris en movimientos circulares.

Con esta imagen y con la imagen del cuerpo de Clara en ropa interior, mis pezones se pusieron de punta, sentí un cosquilleo en mi entrepierna, mi clítoris estaba muy hinchado pidiendo que alguien o algo lo calme. Estaba tan mojada que mi tanga no podía aguantar tanta humedad y la sentía literalmente empapada. Con la mano izquierda rocé mis pezones, rosados y no muy grandes, que estaban duros como piedras y ese roce me produjo un escalofrío de puro placer. No podía creer que me hubiera puesto así. Estaba boca arriba sobre la cama, con la mano derecha corro la diminuta tela del panty hacia un lado y me acaricio mi clítoris que mis vellos se empeñan en ocultar, la mano izquierda dibujaba círculos sobre mis tetas que se pusieron más tersas aún de lo que las tengo, y por primera vez imagino que mis tetas, con sus aureolas y pezones, son chupadas y lamidas por una boca femenina experta que logra hacer que mis pezones crezcan y parezcan dos garbanzos rosados… Es la boca de Clara y esta escena en mi mente produce que mi sexo se convierta en una fuente de líquido hirviente… Estaba abandonada al placer y ya no podía parar.

Me mojé y mojé la cama, necesitaba que algo me penetrara, algo que haga la labor de un pene. Corrí hacia mi cajón de ropa interior y saqué a "Mancho", mi vibrador en forma de pene de 20 cms. Lo tomé y me dirigí a mi cama de nuevo, no necesitaba lubricarlo, con lo mojada que estaba entraría perfectamente… Boca arriba, separé bien mis piernas, corrí bien el panty a un lado y me empecé a penetrar muy, muy lentamente y en éxtasis...Mancho entró muy suave y despacio. Empecé a moverlo con ritmo entrecortado, con la velocidad lenta que nos dicta el placer. Me dí la vuelta en la cama y elevé un poco mi trasero para poder moverme con mayor facilidad. Mis pezones rozaron con la sábana. Moví con más ímpetu este instrumento en mi entrepierna, porque quería venirme de una forma fuerte… Generalmente, cuando me masturbo me gusta tener algo en la boca, y si se puede (no soy contorsionista), tener todos mis hoyos ocupados. Pero en ese momento estaba a punto de venirme y mis movimientos ocupaban ambas manos, que se sincronizaban armoniosamente con mi cadera. No pude parar de moverme, una mano empujaba la verga artificial hacia dentro y hacia fuera, y la otra me daba fuertemente en el clítoris… Estaba a punto de acabar y un delicioso y novedoso orgasmo estaba dándome el primer aviso.

De pronto me detuve, quería gozar un poco más. Por un instante solté el consolador y las paredes internas de mi cuerpo lo aprisionaron porque estaba muy caliente... Mi mano derecha lo soltó totalmente y con la izquierda me sentí el clítoris latiendo desmesuradamente. Que delicia! Ensayé a acariciar mi clítoris con los dedos índice y mayor, uno por vez o los dos al tiempo, logrando que mi chocha apretara este aparato como si lo devorara desesperada. La sensación era maravillosa y abrí más las piernas y elevé más mi trasero buscando que mi cuca se abriera mucho más para tragarlo entero. Tomé nuevamente el consolador con mi mano y firmemente lo empujé otra vez para adentro con fuerza, presionando hacia el fondo y un grito de placer se me escapó porque me gusta mucho la sensación. Grité de goce, mi aparato seguía entrándome y saliéndome mientras el dedo mayor de la otra mano giraba sobre el clítoris en circulitos concéntricos. Estallé de placer y no paré de gozar hasta el último temblor que subía por mi cuerpo sacudiéndolo... Tuve un orgasmo lleno de contracciones, delicioso y nuevo. Me sorprendí porque Clara en mi mente, era quien manejaba el aparato…

Me dejé ir sobre la cama totalmente satisfecha. Me sentía plena, feliz, optimista. No me importaba haber perdido el empleo y mi apartamento me pareció más agradable que de costumbre. Sonó el teléfono. Era Germán e inmediatamente notó que estaba feliz. Le dije que acababa de masturbarme con Mancho y que estaba deliciosamente cansada. "Pero tienes que limpiarlo" -me dijo él. Sin dudarlo empecé a meterlo en mi boca, haciendo los movimientos y sonidos propios de una excelente mamada, maniobra en la que me considero experta. "Eres una zorrita Dina" -me dijo excitado. "No lo dudes nunca" -le contesté a la vez que le decía que Mancho había quedado impecable. "Hazme venir putita" -gimió Germán. Yo le dije que no. Que quería esa venida aquí conmigo. El sabía que no podía venirse sin mi consentimiento. Cambié el tema y le dije que le había arrendado a Clara. "Cómo te pareció?", -me preguntó. Le dije que muy linda. No le dije más. No le dije lo que me había producido. Quería estar segura de que ella compartiría el mismo interés antes de hablarle a él sobre eso. Germán estaba fuera de Bogotá y debía llegar la semana entrante. Nos despedimos y decidí que era hora de ducharme.

Me desnudé y la sensación de mi desnudez, que tanto me gusta, me saludó como siempre al desprenderme de mis pantys, solamente que esta vez el aroma que sube desde mi entrepierna, me pareció mas intenso y mis pechos me parecieron más erectos que de costumbre. Bajo la ducha jabonaba mis tetas con deleite y de inmediato vinieron a mi mente las de Clara. Me di cuenta que yo casi no tenía aureolas rodeando los pezones y que seguramente ella tendría unas oscuras y grandes. Sentí un cosquilleo y pude ver que mis pezones se habían dilatado en forma muy elocuente. Los toque y estaban duros. El agua corría ahora por mis muslos formando remolinos en mi sexo, empapando mis vellos. Pensé en como sería la chochita de Clara. Pensé en sus pantys tratando de contener, la que me imaginé, no sé porque, una cuca velluda como la mía. Esta ducha era placentera, muy placentera y cerrando los ojos me dejé llevar por mis dedos que jugaron en mi sexo pero no me vine.

Salí temprano al día siguiente y dejé orden en la portería para que dejaran instalar a Clara. Me llamaron a una entrevista de trabajo y quede contratada de inmediato. Cuando regresé tarde en la noche me di cuenta que ya Clara se había instalado en su nueva residencia. Al poco rato tocaron a la puerta de mi alcoba y era Clara que me decía que ya estaba instalada pero muy cansada, que quería que comiéramos juntas el viernes. Yo le dije que claro y nos despedimos.

Cerré la puerta y me tumbé en mi cama. Los pensamientos con ella empezaron a quemarme una vez más. Flotaban en mi mente preguntas sobre el asunto vital: "Estaría ella dispuesta a tener sexo conmigo?". "Le habré generado las mismas sensaciones que ella produjo en mí?". "Será como le dije a Germán, una putita como yo?". Mi mente calenturienta se imaginó un gran "SI" como respuesta. Me saqué la ropa rápidamente, quedando solo con el panty puesto. Me puse boca abajo y mis dedos empezaron a acariciar mi cuqui por encima de la tanga. Cuando me masturbo en esta posición, casi siempre dejo que el empuje de mis caderas ejerza la presión sobre la mano que está en mi sexo. Esta vez, decidí levantar mi cola y separar mis piernas. Esta posición es una señal que le indica a Germán mi deseo por tener sexo anal. Pero en este momento, mi culo se levantaba porque se lo estaba ofreciendo a Clara, la estaba invitando a que me gozara, como si ella estuviera allí mirando… Después de unas caricias por encima del panty, mis dedos rápidamente notaron la humedad en la tela de la tanguita y sentí mi vulva abierta, muy mojada y super caliente. Simultáneamente, tres dedos de la otra mano me los metí completos en la boca y los chupaba como si fueran un pene. Continué acariciándome, resistiéndome a correr el panty a un lado pero mis dedos siguieron sin pedirme permiso. La sensación era deliciosa, pero no soportaba más. Comencé inevitablemente a gemir... Estaba muy excitada. Respiraba con dificultad, tenía los pezones erectos y el flujo de mi sexo hirviendo. Me detuve y mientras me penetraba, pensé que ya que estaba en la posición para sexo anal, debía aprovechar para brindarle una atención a mi colita. Saqué los dedos de mi boca y los llevé a mi sexo que estaba empapado para lubricarlos más. La tira de la tanga que separa ambas nalgas, la corrí hacia un lado, relajé mi culo y deslicé un dedo suavemente hasta hacerlo llegar a mi ano donde entró sin dificultad. Lo movía despacito, quería que entrara poco a poco. Me fui relajando más con este dedo en mi ano y cuando consideré que estaba más acostumbrada, metí otro dedo. Ya eran dos dedos en mi culo y tres en mi cuqui. Podía sentirlos a través de la finura de la piel, y que placer! Me arqueaba y pedía más penetración. Empecé a mover mi cadera hacia delante y hacia atrás, como imitando los movimientos sexuales de penetración, y los dedos metidos en mi cuqui salían con precisión y rapidez rozando mi clítoris con firmeza, mientras que los dos dedos metidos en mi culo, entraban cada vez más adentro, hasta llegar a tocarme el interior completo. El orgasmo no tardo en llegar con una intensidad maravillosa. Me dejé caer extenuada sobre la cama. Retiré mi mano de mi sexo y pude ver como brillaba por mi humedad. Recordé que a Germán lo enloquecía oler y lamer mis dedos así, cuando estaban mojados por mi excitación. Me llevé los dedos a la boca y los chupé con delicia. "Clara, no te imaginas lo que estoy haciendo pensando en ti", pensé.

A la mañana siguiente, antes de salir para su trabajo le dije a Clarita que vendrían a reparar unas cortinas de su alcoba así que tendría que entrar a su habitación para vigilar ese trabajo en la tarde. Ella me respondió que no había problema y que a su cuarto nunca le pone llave. Fue la oportunidad para estar sola en su alcoba. Apenas unos minutos habían transcurrido de su salida cuando yo estaba en su cuarto embriagada por el perfume de Clara que empapaba todos los rincones. Caminaba con mucho cuidado, como un ladrón en busca de escondidos tesoros. Todo estaba en orden perfecto. Pasé mi mano abierta sobre el lecho impecablemente ordenado y la suavidad del cobertor azul me ocasionó un leve temblor en el pecho. Las últimas noches no había podido conciliar el sueño pensando como podría yo tener a Clara en ese lecho y mi mente afiebrada había construido mil fantasías quemantes.

Con mucho cuidado abrí la puerta de su closet y extendí la mano entre sus vestidos perfectamente ordenados, y acaricié su talle y metí mis manos bajo sus faldones como si imaginariamente recorriera sus muslos que nunca había tocado. Abrí los cajones para sumergirme en la suavidad de su ropa íntima acariciándola con mis manos que estaban temblorosas por el deseo que estallaba en mi. Descubrí que teníamos gustos similares en la ropa interior, teníamos la misma talla en calzones e incluso, algunos modelos eran iguales a los que yo uso: pantys tipo hilo dental, algunos con encaje y en algodón, bajos de ombligo y lo más chicos posible, brassieres de encaje o lisos y modelos a media copa. Era increíble! Esculqué más a fondo y encontré un consolador igual al mío. Era demasiado! Entonces la idea apareció en mi mente quemante con una claridad que era imperativa.

Cerré la puerta de la habitación, le puse doble llave y cerré completamente las cortinas que esperaban para ser reparadas. Una luz algo difusa le dio al cuarto un extraño ambiente que aumentó mi inquietante excitación. Entonces con mucha lentitud, disfrutando cada paso comencé a desnudarme. Frente al gran espejo del dormitorio de Clara me despojé de mi ropa que dejé caer con ceremonia sobre la alfombra. Contemplé mi figura impúdica cubierta por los pequeños calzones y mi sostén ceñido.

Estaba muy hermosa! Me quedé en calzones y así caminé por la habitación, moviéndome voluptuosamente, ofreciéndole mi cuerpo, todas mis formas a esa mujer ausente cuya presencia embriagadora me envolvía en mis evocaciones. Frente al espejo ví mi imagen como la más deseable de las mujeres y me imaginé que era Clara quien me miraba desde allí. Comencé por acariciarme los pechos, endurecidos por el deseo, redondeados por la pasión y aprisioné mis pezones entre mis dedos humedecidos por mi saliva, con tal violencia que se tornaron aun más duros y más largos.

Me acaricie entonces los muslos, metí mis manos entre ellos y apreté las piernas con fuerza, como retendría sus muslos si ella algún día me los brindara. Ante el cajón abierto de su ropa interior, deslice mis pantys por mis piernas para quitármelos y mi olor de mujer en celo se apoderó de mi olfato completando el cúmulo de estímulos eróticos, cuyo único referente real era la figura perturbadora de Clara en mi mente. Cogí del cajón unos calzones blancos con encaje, primorosamente diminutos y me los puse. La tela del panty era delgada adelante y halándolos hacia arriba me los metí dentro de la cuqui partiéndola en dos. Cogí el consolador. Jugué con él pasándolo por mi cara. Buscaba su olor, su sabor. Quería descubrir el olor y el sabor que me indicara que lo había usado. Lo olía y lo saboreaba. Imaginé que lo había usado y ese pensamiento me calentó más. Lo llevé a mi boca lamiéndolo todo. Mi cuerpo entero ardía en un deseo que yo estaba llevando al paroxismo. Sentí correr mis humedeces entre mis piernas cuando mis muslos se rozaron al caminar hasta la cama. Me tendí suavemente sobre su lecho acariciándome el cuerpo entero, mis pechos y mis muslos, teniendo la tanga de Clara como cómplice suave y tierno.

Mi sexo latía desesperado mientras yo me revolvía en el lecho de Clara abrazada por el deseo incontenible de poseerla y traté de calmarlo, de sujetar el torrente de palpitaciones que emergían desde mi interior. Mi mano se posó con fuerza tratando de sentir el calor de ese volcán pronto a estallar. La fina tela de los calzones se interponía entre mis dedos y la entrada de mi tubo vaginal quemante y entonces, meditadamente hice presión, toda la presión que emergía desde el recuerdo invasor de la figura de Clara. Mi mano me penetró una vez, dos veces, muchas veces, con dos, con tres o cuatro dedos dentro de mi. Mi boca simultáneamente chupaba afanosamente y con deleite esa verga artificial buscando encontrar el sabor fresco de su cuqui húmeda…La tela de la tanguita se fue empapando de mi líquido denso, suave y viscoso.

Estaba identificada con Clara y tenía su amor en medio de mi gran abertura, que ahora generaba una contracción que se apoderaba de mi cuerpo entero que se revolvía sobre el lecho de Clara mientras mi mano terminaba de describir la inmensidad interna de mi sexo feliz.

Instantes después estaba de pie junto al lecho en que había poseído su recuerdo. Los pantys me los quité. Emanaban un olor perturbador. Entendí porque Germán se enloquecía tanto cuando sentía mi olor de hembra excitada y porque su afición a oler mi ropa interior usada o limpia. Los doblé así mojados como estaban, y los guarde en el cajón, encima, con la ilusión que esos fueran los siguientes que se pondría. Me coloqué mi ropa nuevamente y salí al trabajo. Todo el día estuve pensando en la pasión que me invadió en el cuarto de Clara. Hablé con Germán pero todavía no le mencionaba lo que Clara me estaba generando. Estuve todo el día excitada y en la noche no pude conciliar el sueño hasta que me masturbé con su recuerdo.

Al día siguiente, muy de mañana antes de salir para nuestros trabajos, ella me llamó para pedirme que la ayudara a secarse el pelo. Eso fue para mí un verdadero encuentro sensual. Ella había lavado su cabellera y con el pelo suelto y seco, y el cuerpo cubierto únicamente por una fina camisa, caminó lentamente hasta la silla frente al gran espejo de su dormitorio. La seguí con la mirada y alcancé a adivinar a través del camisón, que tenía unos calzones muy diminutos puestos. "Serían los que usé yo ayer?" –me preguntaba con curiosidad. Ella, parada frente a la silla y como adivinando mis pensamientos, se subió la camisa y me mostró los pantys. "Mira, te gustan como me quedan?" – me preguntó. Y giro sobre si misma para que yo los pudiera apreciar. Eran los que yo había usado el día anterior para masturbarme! Estaba segura! Tenían la marquilla por fuera y correspondía a la marca de los calzones que había usado ayer. Eso me terminó de excitar más de lo que estaba. Se veía divina! Además, yo me había puesto unos pantys igualitos y sin pensarlo le dije que yo tenía exactamente unos iguales puestos y sin esperar a que dijera nada, me bajé el jean hasta la mitad de los muslos y me gire para que ella me apreciara. "Te ves espectacular nena" –me dijo. Nos reímos y ella se sentó.

Yo me situé tras ella con la satisfacción que me embargaba saber que tenía puestos los pantys con los que yo me había acariciado y que, al menos durante una hora, la tendría para mí. Ella estaba muy alegre y yo ardiendo y nerviosa. Sus muestras de entusiasmo, demostrado por leves caricias alentadoras en mis mejillas, me estremecieron y me dieron ánimo para presionarla suavemente acomodándola en la silla, tomándola por la cintura y por primera vez tuve mis manos en contacto con la curva de sus caderas, redondeadas y firmes pudiendo incluso tocar el borde superior del diminuto calzón. Su cabellera era extremadamente suave, y el deslizarla entre mis dedos me ocasionaba un placer superficial que se transmitía a todo el resto de mi piel. Mientras trataba de dar una forma al cabello de Clara, varias veces debí tomar su rostro para acomodarlo. Nunca había tocado su cara y esta sensación me embriagaba a tal punto que sentía palpitar fuertemente mi corazón y mis pechos se agitaban bajo mi blusa tenue muy cerca de su cuello. Se había apoderado de mi una agitación creciente, porque nunca la había tenido tan cerca como ahora y ella parecía entregarse pasivamente a mis maniobras. Mis piernas temblaban suavemente y mis rodillas tendían a doblarse.

Estaba invadida de un deseo de aproximación a ese cuerpo que me había hechizado y no sabia como contenerme. Se me ocurrió entonces preguntarle si no estaba cansada y sin esperar su respuesta, quise aplicarle un suave masaje en sus hombros desnudos. Ella no me habló pero suspiro con suavidad cuando inicie el masaje y su rostro reflejado en el espejo me indicaba que de alguna manera estaba sintiendo placer. Seguramente era un placer suave y diáfano, nada comparable con el goce arrebatador que me estaba embargando como consecuencia de tener su piel en mis manos. Era como si en esa zona de contacto entre mis dedos y su piel, se estuviese generando una forma de energía que me recorría entera y que me hacía superar todo tipo de temores e inhibiciones. No sabía que más hacer.

Ya casi no tocaba su cabello y me había concentrado absolutamente en el masaje cuya extensión estaba prolongando más allá de lo necesario. Mis manos avanzaban poco a poco por su espalda y también por su escote. En un par de oportunidades avancé osadamente hacia la parte superior de sus pechos y pude notar su consistencia. Clara tenía unos pechos que eran la mezcla perfecta de consistencia y suavidad y esa sensación me traicionaba de tal manera que estaba a punto de perder el control. Por otro lado mis pechos inflamados de deseo ya no se contenían en mi estrecho sujetador y sentía que mis pezones desbordaban la copa del brassiere. No aguantaba más. Tenía que parar. Tenia que ser así porque nunca le hice a Clara insinuación alguna acerca de lo que me estaba pasando con ella. Me concentré en la secada del pelo. Ella lanzó un suspiro y me dio las gracias. Yo estaba empapada. Mi sexo estaba que estallaba. Me retiré para dejarla vestir y porque necesitaba masturbarme. Entré a mi cuarto y recordé con detalle todo lo que acababa de pasar. Me quité el pantalón y de pie, apoyada mi cara contra la pared, saqué mi trasero hacia atrás y empecé a acariciarme con mucha pasión, corriendo los calzones a un lado y sobándome con mis dedos los alrededores de mi clítoris que agradeció esas caricias…El orgasmo hizo su aparición de inmediato y me desplomé extenuada en la cama. Recordé que debía ir al trabajo.

Llegó el viernes, el día en que se suponía, saldríamos a comer. Empecé a trabajar, pero estaba inquieta. Germán me llamó y terminó de inquietarme y excitarme: Quizo saber "cómo estaba de pantys hoy" (siempre preguntaba) y en que posición me había masturbado la noche anterior. Le conté en detalle (siempre lo hago) y terminé excitada y húmeda. Pero aparte de él, en mis pensamientos seguía Clara. Me fui temprano y pasé por la peluquería, pedí un peinado distinto, no el de siempre, me sentía diferente. Al final me miré y quedé complacida.

Ya en mi cuarto quise arreglarme de manera especial para la comida con Clara (nunca pensé arreglarme para otra mujer). Al desnudarme me ví en el espejo: Me veía hermosa e imponente. El olor de mi sexo era intenso y los pantys estaban húmedos porque habían recibido toda mi excitación acumulada del día. Me acaricie un rato por encima de la tela del panty. Mis dedos brillaban por la humedad. Los chupé. A Germán le hubiera gustado verme: Le encantaba que me masturbara frente a él así, con los pantys puestos. "Y a Clara le gustaría verme haciendo esto?" -me preguntaba. Se masturbaría ella? Seguí tocándome imaginando que mi público eran Germán y Clara. Me vine a chorros....Me bañé y seleccioné cuidadosamente todo lo que vestiría. Empecé por ponerme una amorosa tanga negra, que al ajustármela, se levantaba por efecto de mi mata de vellos, que además, se podían adivinar fácilmente. La parte de adelante apenas me cubría la cuqui, pues era absolutamente diminuta y la parte de atrás era apenas una tira de tela. "Pantys de puta" -pensé, recordando las palabras de Germán cuando me compra mi ropa interior. Me conmoví al ponérmelos, y además porque en el fondo me sentía así, como una puta, no lo podía negar. Además, solo Germán lograba hacerme sentir así y solo a él le permitía que me llamase "puta" o que me dijera vulgaridades, y obviamente eso sucedía cuando yo estaba muy caliente.

Escogí unas medias de color oscuro siliconadas que llegan a mitad del muslo. Vestí un sencillo vestido azul de talle corto que me llegaba hasta un poco más arriba de las rodillas. Luego de perfumarme suavemente, salí de mi cuarto hacia el comedor. La puerta de la habitación de Clara estaba cerrada y escuché su voz desde el interior diciéndome que entrara que la puerta estaba sin llave. Entré y volví a escuchar su voz que me decía que la esperara por favor, que estaba un poco atrasada. Era evidente que su voz llegaba desde la ducha cuya puerta abierta me permitía captar la sombra difusa de su perfil tras la cortina.

Si ya estaba rara por lo que me estaba sucediendo con Clara, la situación descrita me alteró completamente. Le dije que estaba bien, que esperaría sin problemas y me derrumbé en un sillón llena de los más extraños latidos distribuidos por mi cuerpo entero. Cruce las piernas y junté mis muslos buscando apretar mi entrepierna. Noté que estaba húmeda. A veces he logrado masturbarme asi hasta llegar al orgasmo. Una vez lo hice en plena reunión de trabajo y fue muy excitante. Trate de pensar en otra cosa, pero el sonido del agua de la ducha se me había metido en medio de mis pensamientos y lo dominaban todo.

Imaginaba y casi podría decir que veía el agua corriendo por sus pechos, invadiendo su sexo, mojando sus pelos pubianos, entrando en sus aberturas, corriendo por sus muslos y me la imaginé jabonándose con deleite y tuve que sujetarme para no correr al cuarto de baño. No lo podía hacer, pero si podía imaginarla ahí, a cuatro metros de mí. Sí. Yo le jabonaría, le diría " nena soy tu putita, déjame acariciarte, me tienes hirviendo, te quiero saborear con mi lengua y recorrer poco a poco tus labios vaginales, meterte mi lengua en tu agujerito, para después sacarla de ahí y llevarla directamente a tu clítoris y allí hacer pequeños círculos acompañados de pequeños mordiscos hasta hacerte sentir todo lo que me estás haciendo sentir a mi." Solamente Germán había logrado hacerme sentirme así, por eso esta misma sensación provocada por una mujer me estaba encantando. Y allí estaba sentada en un sofá con mis pantys empapados, mis pezones a punto de reventar mi sostén, y mi boca y mi lengua desesperadas por recorrer, lamer, besar y chupar el rincón secreto de esta hermosa mujer.

Estos pensamientos como visitantes extraños e insolentes me tenían quemándome. Mi sexo se había hecho independiente y ya no podía contener sus latidos y tuve que llevar una mano allí, por encima del panty, para constatar que mi chochita era una fuente de líquido caliente. Sentía los labios de mi cuqui terriblemente separados. Tomé la tanga con una mano y la halé hacia arriba fuertemente, partiendo mi chochita en dos y metí los dedos de la otra mano para sentir como palpitaba mi cuqui; en ese momento me tumbe en el sillón para apretarme con todo el cuerpo mientras dos o tres dedos de mi mano me buscaban muy dentro para darme cuenta que mientras mas adentro, mas hervía. Me estaba masturbando sin ningún recato, como si estuviera sola en mi habitación!

Sentí detenerse el agua de la ducha y agitada, volví a mi posición normal en el sillón mientras mi entrepierna parecía desgarrarse entera. Mi mano derecha estaba empapada con mis jugos y la limpié contra el asiento y mi vestido lo acomode lo mejor que pude, pues me lo había subido casi hasta la cadera. Al momento Clara, apenas cubierta por una pequeña toalla, apareció en la puerta del baño.

Tenía las piernas torneadas y gruesas y una de sus tetas salía a un costado. Hubiera querido retirarle la toalla y arrodillarme ante ella para quedar con mi boca frente a su sexo y olerlo, lamerlo, besarlo, chuparlo...Así sentada, crucé las piernas en un gesto muy natural y apreté mis muslos con fuerza. Mi interior se desgarró. Sentí abrirse mi sexo como una almeja gigante y un río caliente y denso brotaba de mí interior invadiendo sin piedad mis vellos, mis pantys, mis medias y mis muslos en un orgasmo gloriosamente novedoso e intenso.

Clara me miró asustada.

_ ¿Te sientes bien Dina? Tienes la cara muy roja -me preguntó.

Yo casi no podía hablar, rendida por la violencia del orgasmo.

-Estoy muy bien querida. Nunca he estado mejor -Pude murmurar.

Hice un esfuerzo para levantarme. Necesitaba salir de allí. Estaba completamente mojada, incomoda, la tanga toda metida en mi sexo. Mi orgasmo me había alterado y necesitaba calmarme. No podía permitir que Clara se diera cuenta de lo que me había pasado. Más aún cuando era conciente que apenas nos conocíamos y no sabía que efecto había causado yo en ella.

Me dirigí hacia la puerta en claro ademán de salirme para dejarla arreglar pero Clara me miró con picardía y me pidió que le ayudara a escoger que ponerse, a lo que yo accedí sin saber muy bien que hacer. Ella dejó caer la toalla. Esto era demasiado sobre todo en el estado de excitación en que me encontraba. Pude apreciar realmente su cuerpo y era atractivo. Realmente muy atractivo. No era el cuerpo de modelo. No. Clara no era delgada pero no era gorda. Estaba como dirían los hombres, "muy buena". Su cola era redonda, bien llenita y parada, sus senos, no muy grandes, terminaban en unos pezones redonditos y oscuros, muy erguidos y duros por el frío, sus piernas hermosas y torneadas y su cintura se notaba delicada. Mi vista se detuvo finalmente en su cuqui y no se pudo apartar de allí. Era una chochita primorosamente cuidada. Es decir, se notaba que cortaba cuidadosamente la mata de vellos que se extendía maravillosamente por su pubis, en una anchura que no superaba el grosor de uno de mis dedos. Era una sola y delgada línea de vellos maravillosa. Imaginé enseguida el contraste de ambos sexos, pues mi cuqui es muy velluda, por petición expresa de Germán que le encanta así. El imaginar ambas chochas sobándose una contra otra, me hizo sentir que mi sexo se contraía placenteramente y unas gotas de humedad brotaron de mi chocha hacia mis ya empapados muslos. Mientras tanto ella muy naturalmente me mostraba los diminutos pantys que quería ponerse. Yo solamente atiné a decirle si con la cabeza. Ella me veía y reía al colocarse los calzones. Hablaba sobre su gusto por la ropa interior diminuta, a la vez que se ajustaba el panty en un gesto que se me antojó pícaro, pues me miró y con las manos en la cadera me preguntó "Qué tal??". "Te ves muy bien", -atiné a decir. Sentí nuevamente gotas de humedad rodando de mi cuqui hacia mis muslos. Clara toda ella, era una verdadera mujer bella que irradiaba sensualidad.

Se lo comenté y ella contestó: "Muchas gracias por el piropo, sobre todo viniendo de quien viene". Ante lo cual yo pregunté: "¿Por qué?"
"Porque tu eres una belleza Dina, tienes un cuerpo sensacional" -me dijo. Me reí de su comentario señalando que mi cuerpo era muy normal, inclusive algo delgado.

"¿Estás loca? ¡Si eres divina!" -exclamó riéndose y agregando "Déjame verte" -y se acercó por detrás y me empezó a bajar la cremallera del vestido. Estaba apenada, porque tenía que ser muy evidente la humedad en mis pantys. No sabía como colocarme para que ella no se diera cuenta de la humedad en mi entrepierna. Como se colocó detrás de mi, me tranquilicé un poco y terminé ayudándola a sacarme el vestido y quedé en ropa interior.

Una vez que estuve semidesnuda, ella, vestida solamente con sus pantys, y estando pegada a mi por detrás, nos miramos en el espejo y me puso una mano en las nalgas y dijo "¿ves? tienes una cola preciosa" -y me señaló los senos, diciendo "Además se nota que tienes unos senos divinos"

"No" -contesté un poco incómoda de haber sentido su mano en la cola y ahora sobre mis senos, "me parecen muy pequeños".

Estaba ardiendo. El contacto de su mano me quemaba y quería salir disparada de su cuarto. Estaba muy excitada. La visión de las dos en el espejo tenía una carga de sensualidad espectacular. No tenía nada que envidiarle a las revistas. Ella, como adivinando mi pensamiento dijo: "Nos vemos divinas" y se pegó más a mí. Sentía sus pezones firmes pegados a mi espalda y sus manos suaves y calientes sobre mis caderas, a la altura de las tiras laterales de los calzones. No sabía que hacer con mis manos y solo se me ocurrió colocarlas sobre las manos de ella. Pensé por un segundo en guiarlas hasta mis muslos, hasta mi sexo hirviente, pero me contuve. Su cabeza se pegó a la mía por detrás y sentí su respiración en mi cuello. Yo no atinaba a decir ni a hacer nada. Me rozó el cuello levemente con sus labios y se separó. Pidió que me quedara mientras se vestía. Recogí el vestido y me lo puse. Ella me ayudó con la cremallera. Me senté en el sillón y me dediqué a admirarla. Ella, estoy segura, se vestía para mí. Finalmente, ella se colocó las manos en la cintura y haciendo una pose de modelo y con su mirada fija en mí, dijo que estaba lista. Yo estaba muy excitada y dije que necesitaba ir antes al baño. Tenía que cambiarme los calzones, las medias, asearme porque estaba totalmente empapada. Clara como adivinando lo que pensaba hacer, me dijo: "Ve pero no te cambies que asi estás muy bien." El "no te cambies" lo dijo acentuándolo de especial manera. Yo la mire y ella me picó el ojo! Esforzándome por no demostrar sorpresa le dije que no me demoraría. Entré a mi cuarto y saqué unos calzones iguales a los que tenía puestos pero blancos. Me aseé lo mejor que puede en el baño y salí. Me deje las mismas medias.

Cuando salí del cuarto me dí cuenta que llovía a cántaros y vi que Clara hablaba por teléfono. "Estoy pidiendo a domicilio", me dijo. "Con este aguacero que vamos a salir, cierto?". "Tienes razón" -le dije. Nos acomodamos en la sala y empezamos a conversar trivialidades. El domicilio de comida llegó rápido. Servimos en el comedor. Mientras servíamos, pensé que Clara en ningún momento mostraba señal alguna de darse cuenta de los efectos que estaba ocasionando en mí. Se comportaba como una mujer absolutamente normal, muy alegre, muy delicada y muy femenina con una naturalidad que no hacia sino provocar en mi una atracción que ya no sabía como controlar. Empezamos a hablar de todo. Me decía que se sentía estupenda con mi amistad y quería cuidarla, al mismo tiempo que me hacia depositaria de las intimidades femeninas que todas las mujeres compartimos. Conversamos sobre cosméticos, trabajo, familia, ropa, música. Tocamos el tema de la sensualidad y en ese momento ambas dijimos al tiempo "ropa interior". Nos reímos, y me sorprendí absolutamente, cuando ella empezó a describir sus gustos al respecto. La sorpresa fue por el desparpajo con el que hablaba del tema. Igual, ella no sabía de mi incursión a su cuarto y por ello se mostró complacida al comprobar que teníamos en eso no solo la misma talla sino los mismos gustos...Mi sexo a estas alturas estaba supermojado y la sensación era absolutamente placentera.

La botella de vino que habíamos consumido empezó a desinhibirnos más. Obviamente, hablamos de hombres y de relaciones. Me dijo que hacia poco terminó una relación larga, satisfactoria pero con infidelidades de parte y parte. "Fantasías" -me dijo con picardía. Eso me calentó más. Hablé de Germán y pude ver en su rostro una coqueta expresión de agrado cuando le dije que él era excelente en la cama. Ella, animada por el vino se atrevió a preguntarme por el tamaño del pene. Yo también estaba animada por el vino así que no tuve ningún reparo en decirle "No sabes lo grande que es, casi ni me cabe en la boca". Pude detectar que pasaba saliva y se acomodaba en el asiento. "Y te gusta chuparlo?" me preguntó. "Soy una experta. Me fascina. Me excita de sobremanera hacerlo. Me encanta cuando Germán acaba en mi boca y yo me trago la leche" – le respondí. "Y a ti te gusta chuparlo?" – le pregunté. Ella tomo más vino de su copa y me dijo "Soy adoradora del sexo oral. Me encanta tragarme una buena…" Ví que no sabía que decir por pena, así que la ayudé "Una buena verga" – le dije. Soltamos una carcajada al unísono. "Es que a veces soy grosera" – me dijo apenada. "No te preocupes. A mi me fascina que Germán me diga groserías cuando estoy excitada. Además, cómo suena mejor: Me encanta tragarme una buena verga o me encanta tragarme un buen pene?" – le dije riéndome. Clarita, tomando más vino dijo en una carcajada: "Definitivamente una buena verga. Además, me fascina cuando sale ese chorro de leche caliente que invade la garganta…" Las dos nos miramos fijamente por un momento. En este punto, pude comprobar que era Clara la mujer que estaba buscando para hacer realidad la fantasía, ya no solo de Germán sino la mía también. Era morbosa, desinhibida, zorra, putita…Yo estaba hirviendo, mi sexo quería explotar, sentía claramente que mis pezones se notaban a través del vestido y creía que mi excitación se notaba en la cara. Le dije que era muy placentero encontrar una mujer a la que le gustara tanto el sexo y que hablara de ello sin inhibiciones. Ella me dijo que sentía igual complacencia y que a veces ella se sentía como la rara del grupo por su apetito sexual. "Bueno y de fantasías qué?" -me preguntó. "Huahua. Tengo dos en este momento" - le dije coquetamente. En ese momento empezó a tronar. La lluvia aumentaba en intensidad. Se fue la luz y nos asustamos. Ambas gritamos y nos reímos como bobas. Le dije que lo mejor era irnos a descansar.

Nos cogimos de la mano y avanzamos a tientas hasta nuestros respectivos cuartos. Nos despedimos de beso y ella me dijo que nos quedaban muchas cosas pendientes por hablar, sobre todo el tema de las fantasías. Le dije que si, mientras por mi mente pasaba toda serie de pensamientos sexuales con ella.

Entré a mi habitación. No aguantaba más y lleve mi mano hacia mi sexo. Lo acaricié por encima de los calzones. Estaba mojado, caliente, dispuesto. Me acosté en la cama, así, sin quitarme nada de ropa. Subí la falda hasta la cintura y comencé acariciar mi sexo. Golpearon a la puerta. Prendí una linterna y abrí. Era Clara.

"¿Puedo acostarme contigo?" -me preguntó con voz suave. "Los rayos y los truenos me dan miedo". Yo emocionada y sorprendida le dije que por supuesto. Ella vestía una camisola roja que le llegaba hasta la mitad de los muslos. "Espera me pongo la pijama" -le dije.

"No, que te vas a poner a buscar. Quítate el vestido y ven asi, que hace mucho frío." -me respondió.

Me quité las medias, el vestido y el brassiere. Iluminé el camino hacia la cama y nos acostamos.

Que sensación tan extraña. Estaba ella a mi lado y me moría por abrazarla y besarla pero no me decidía.

- Sabías que una de las fantasías más frecuentes de los hombres es ver a dos mujeres teniendo sexo? – me preguntó de repente. –Te pregunto, porque este tema de las fantasías nos quedó pendiente.

- Si he escuchado eso muchas veces – le respondí. Pensando que esta era mi oportunidad de establecer que pensaba ella al respecto, me hice la ingenua y agregué. - Se supone que una mujer se acuesta sólo con un hombre.
-No- aclaró ella, -también se puede tener sexo con otra mujer.
- Bueno. Pero yo nunca lo he hecho -dije haciéndome la sorprendida. Era el momento de rematar. – Tu lo has hecho? -le pregunté con una ansiedad manifiesta por conocer la respuesta.
-Si -respondió ella, y me dejo sin respiración.

Después de esta respuesta no seguí hablando porque no sabía qué decir ante la revelación que ella me había hecho. Inconscientemente recordé cuando ella me abrazó por detrás y como se sentía la presión de sus pezones sobre mi espalda. Mi sexo iba a explotar. Necesitaba masturbarme. Pensé en levantarme y hacerlo en el baño. Pero se me ocurrió algo más excitante. Masturbarme allí, con ella al lado y sin que ella lo notara. Bajé mi mano hacia mi cuqui y de pronto sentí el cuerpo de ella pegado al mío, abrazándome y sus senos en contacto con mi brazo en tanto que una de sus piernas estaba metida entre las mías. Durante algunos segundos me mantuve quieta, sin moverme. No supe en que momento se había quitado la camisola pero estaba como yo, solo en calzones. Quería hacer algo pero me sentía sumamente inquieta, sobre todo por el contacto de sus senos desnudos en mi brazo y su pierna entre las mías.

Yo era quien tenía que dar el siguiente paso. Con la mano que tenía libre le acaricié la espalda, pensando en que era ella la mujer que Germán y yo estábamos buscando. Mi mano, se desplazó por su espalda hasta sus nalgas, cubiertas solo por la tanga que tenía. Divina! Mis dedos se movieron siguiendo el contorno del panty, recorriéndolo lentamente en una leve caricia que le provocó un estremecimiento.

Sentí que empezaron a jugar con mis tetas y que succionaban mis pezones paraditos. Clarita estaba succionando lentamente mis pezones y yo estaba gozando. Una mujer me estaba chupando las tetas y yo lo estaba disfrutando!. Pero no quería parecer tan evidente.

- No, Clarita. Para, por favor! -intenté detenerla, pero sin ninguna convicción.

Ella sólo me soltó el pezón para decirme "¿por qué si te gusta?".

Fue descendiendo chupando con fuerza mis tetas y dirigiendo su lengua hacia mi entrepierna, donde yo ya la esperaba y la deseaba.

Abrí mis piernas y sentí como ella llegaba hasta mi cuqui. Aspiró mi olor por encima del panty y recorrió con su boca el contorno de mis calzones. Lamió con lentitud la piel y los vellos que la tanga no alcanzaba a cubrir. Pegó su boca cerrada a mi chocha por encima de los calzones. Movía su cabeza lentamente de un lado a otro y de arriba hacia abajo, alternando al mismo tiempo la presión de su boca sobre mi sexo. Mi cuerpo se arqueó inconcientemente contra su boca y mis manos se posaron sobre su cabeza, haciéndole presión en clara indicación de que no quería que se despegara de allí. De esta forma me fue guiando a un orgasmo intenso, que me hacía retorcer en la cama, con una sensación insoportable y a la vez con el deseo de que no terminase nunca. Mi cuerpo se estremecía por el placer alcanzado y Clara, sin retirarse de mi sexo, apartó delicadamente la tela del panty hacia a un lado y con su lengua se dedicó a lamer mi chochita, penetrando a veces en mi agujero, y sobre todo acariciando mi clítoris. De esta forma me fui perdiendo en otro orgasmo sensacional. Sentía que me mareaba, que me subía un fuego desde mi sexo y que me invadía una desesperación y un deseo de que nunca terminase de chuparme.

Una vez que hube acabado, ella se fue subiendo mientras me seguía besando el vientre, las tetas, el cuello… Por primera vez nos miramos a los ojos y ella debe haber visto en los míos la misma pasión incontenible que reflejaban los suyos. Busqué su boca entreabierta y nos fundimos en un beso sensual y profundo, nuestras lenguas locas buscaban en la boca de cada una, descubrir esa hoguera llena de promesas y suavidades infinitas, al tiempo que me acariciaba las tetas y yo me dejaba llevar y también comenzaba a acariciar sus tetas, pellizcando sus pezones.

Ella se dejó caer a mi lado y yo, sin saber que hacer me fui tirando encima de ella. Clara me fue guiando, lentamente, por el camino del aprendizaje. Me pidió que le besara las tetas, a lo que yo obedecí, succionando los pezones de esa hembra que tanto tenía para enseñarme, tal como me gustaba a mi que me los chuparan.

Luego me fue empujando hacia abajo, alentándome a seguir besando hasta que llegué a su sexo. Era la primera vez que estaba tan cerca al sexo de una mujer. Miraba con detalle. Era hermoso. El panty que se había puesto en frente mío cuando se estaba arreglando, lo sentía húmedo. Me acerqué para ver y oler mejor. Acaricié la tela con mis labios, recorriendo sin prisa en un lado y en el otro. Con todo cuidado, hale la tanga hacia arriba para ver como se partía esa chocha en dos. Pude apreciar los labios de su vagina, abiertos, húmedos y esperando mi lengua. Metí toda la lengua en su agujero y la deslicé lentamente de un lado a otro recogiendo toda su humedad. Saliendo de su agujero chupé la longitud de su vulva hasta que encontré un clítoris del tamaño de un grano de arroz. Lo envolví con mis labios y me quedé allí chupando y succionando con suavidad y firmeza. Sus gemidos de placer y el movimiento de sus caderas contra mi boca confirmaron que estaba haciéndolo bien. Sencillamente hice lo que me gustaba que me hicieran a mi y fue suficiente para que Clara se arqueara alcanzando el orgasmo en pocos segundos. Sin embargo, cuando intenté subir nuevamente, ella me volvió a empujar, rogándome que siguiera, por lo que volví a depositar mis labios y mi lengua en su chocha, lamiendo toda su extensión, y especialmente su clítoris, tomándolo entre mis labios y chupándolos como ella me había hecho y que tanto lo había disfrutado y metiéndole mi lengua en su pequeño y hambriento orificio, para arrancarle nuevamente otro orgasmo.
Subí a la altura de su cara, y estando encima de ella, nos besamos nuevamente. El sabor de nuestro sexos fue recogido por nuestras lenguas que se pasaban con delicia en nuestras bocas. Me abrace a Clarita que se movió lo preciso para que nuestras tetas buscaran su acomodo en medio de unas sensaciones táctiles que retumban con eco repetido en mi vientre. Nos quedamos abrazadas, acariciándonos dulcemente.

"Anda, ven aquí." – Me dijo en un momento en que traté de descansar y la miré a los ojos. – "Hagamos un 69."

La obedecí y me situé encima con mi sexo frente a su cara. Sentí su lengua buscando mi clítoris mientras yo hacía lo mismo con la mía. En poco segundos ambas gemíamos a la vez que tratábamos de darnos placer. Yo sentía su lengua hurgando en mi vagina, introduciéndose en mí, a la vez que yo también movía mi lengua tratando de lamer, y chupetear su clítoris, succionándolo y mordisqueándolo levemente. Me concentré en darle placer a través de aquellas caricias. Cuando su boca empezó a lamer y succionar mi clítoris yo trataba de introducir mi lengua en su vagina moviéndola dentro y fuera, lengüeteando el borde y los labios vaginales.

Ambas gemíamos y nos convulsionábamos. Sentí como Clarita introducía un par de dedos en mi vagina y traté de imitarla. Ella se convulsionó al sentir como la penetraba, y noté sus jugos mojando mis dedos, mientras también los míos humedecían su mano. Sentía que de un momento a otro iba a explotar en un orgasmo, y sentí también a Clara temblando por la cercanía de su orgasmo. Así, las caricias se intensificaron y aumentamos el ritmo y en pocos segundos primero una y luego la otra alcanzamos el éxtasis.

Debo reconocer que es incomparable el placer que se siente al ser chupada mientras una chupa. La sensación del orgasmo que me llegaba en el mismo momento en que yo hacía llegar al orgasmo a mi nueva amiga intensificaba cada una de las sensaciones, multiplicándolas por mil.

Dormimos abrazadas, extenuadas, felices. En la mañana, mientras yo me bañaba, Clara entró a la ducha conmigo, para volver a empezar en un baño cargado de erotismo, con nuestras manos enjabonadas que recorrían el cuerpo de la otra. "Vas a aprender muchas cosas ricas", -me dijo. "Soy buena alumna y aprendo rápido", -le contesté. Nos reímos y sin pensarlo acercó su boca a la mía y comenzamos a besarnos con deseo. Su lengua entraba en mi boca, y yo me desinhibí totalmente. Salimos de la ducha. Nos volvimos a acostar y pronto nuestras manos se buscaban por toda la superficie de nuestros cuerpos.