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Café y coco

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CAFÉ y COCO

Estaba tomando el sol en la playa mientras veía cómo esas mulatas lucían palmito. ¡Eso sí que era el paraíso! Todos esos cuerpos tostados eran de ensueño, pero había uno en especial que llamó mi atención. A menos de dos metros de mí había una toalla en la que se intuía la silueta de un cuerpo pequeño, pero magníficamente formado. Curvas sinuosas, montañitas de arena erigidas sin querer.

En ese momento, una sirena de pelo negro salía del agua acariciando el agua tranquila con sus manos. Poco a poco, se dejaba ver a cada paso unos centímetros más de aquel cuerpo de diosa como si de un striptease se tratara. Estaba convencido de que esas curvas encajaban a la perfección en el molde que había en ese trozo de paño.

Un escaso pedacito de tela negra y unos minúsculos triángulos tapaban sus vergüenzas. Caminaba hacia la orilla con un contoneo.... ¡Voluptuosa como ella sola! El agua se dejaba guiar entre sus grandes pechos y resbalaba por su vientre hasta empapar su braguita donde alguna gota suicida se lanzaba al vacío. Su piel brillaba porque el sol quería. Yo no podía dejar de mirarla mientras se acercaba a la toalla. La di un repaso de arriba a abajo bastante minucioso mientras su mirada aguantaba la mía poniendo a prueba mi descaro.

Cuando llegó casi a mi altura, la vista era increíble. Me encantaba ver ese pequeño hueco entre sus ingles. Su silueta escondía el sol, pero la sombra que me daba no podía enfriar el calentón que tenía después de mirarla con tanta atención. Su perfil dibujaba un culazo de negra y unas tetas que desafiaban la ley de la gravedad. El deseo me consumía y ella lo sabía. Cogió su pelo y lo escurrió con sus manos y, por como lo hacía, estaba acostumbrada a sacar hasta la última gota.

Luego, se tumbó boca abajo. Mi posición estratégica ponía ante mis ojos un paisaje muy sugerente: la blancura de las plantas de sus pies contrastaba con el color tostado de unas piernas que, seguidas con la mirada, te subían al cielo. Un culo que daban ganas de agarrar como en esas películas de 3D; lo notas cerca, pero no puedes tocarlo, no puedes sentirlo. Y en el medio un fino hilo negro cubría su puerta de atrás. Apretaba mi culo mientras frotaba mi paquete contra el cálido suelo. En ese momento, giró la cabeza y me pilló mirándola con deseo, mientras apretaba los dientes. Ella se sabía observada, pero no parecía disgustarla. Yo moría por entrar.

Siguiéndome el juego, se puso a cuatro patas fingiendo colocar la toalla. La vista no podía ser mejor. Con las piernas ligeramente abiertas, un trocito de tela cubría una vulva carnosa, unos labios que si hablaran dirían "Cómeme". Su culo en pompa provocaba en mí un deseo de penetrarla sin avisar. Estaba a punto de estallar. Sentí que mi pene se clavaba en la arena como una sonda buscando petróleo. No podía más.

Cambió de postura. Boca arriba ante mí se elevaba su monte de Venus. Me sentí montañero. Quería escalarlo. Nada de vegetación, ingles rasuradas. En un segundo plano, sus tetas redondas construían un canalillo que ni los de Venecia. Me quedé embobado. Y otra vez me cazó. A sabiendas de mi expectación se incorporó, metió la mano en su bolsa de playa y sacó un bote de cristal en el que se leía una etiqueta escrita a mano: "Crema natural de Coco". Lo abrió y comenzó a untarse cada centímetro de su cuerpo con ese aceite viscoso de color blanco virginal. Los brazos, desde las manos a los hombros; más tarde, el vientre, el ombligo; unas gotas en su cuello se deslizaban hacia abajo. Esas gotas blancas entre sus tetas daban rienda suelta a mi imaginación. Después se dedicó a las piernas, desde los tobillos a las rodillas, de las rodillas, ¡al cielo! ¡Cómo se abría de piernas la hija de puta! Y cuando el espectáculo parecía haber terminado, hundió su mano en el bote de crema y sus dedos goteantes se metieron en su tanga, ¡justo en su vulva! Sin palabras. En ese momento, sentí como si mi pene atravesara la toalla.

A continuación, se levantó. Me pareció ver un gesto casi inapreciable, pero sugerente. Un sutil movimiento de cabeza que me invitaba a que le siguiera. Pero, ¿cómo me iba a poner de pie con el empalme me tenía? Dudé por un momento, pero... "ahora o nunca", pensé. La seguí por la orilla del mar. Caminaba de puntillas con el culito respingón y los hombros hacia atrás. Una mezcla de fragilidad y sensualidad. Un movimiento de caderas que hipnotizaba a las olas para mojar la arena y volver al mar.

De repente, desapareció entre las palmeras. ¿Dónde se había metido? Me adentré en esa pequeña selva con curiosidad y antes de que me diese cuenta, una pantera con forma de mujer me había empujado contra una palmera con tal fuerza que me hizo daño en la espalda. Se había abalanzado sobre mí, estaba acorralado....

Me miró a los ojos y me agarró el paquete con rabia. La verdad es que me entró un poco de miedo, y me dijo: "¿Te gusta mirar, eh?" Yo me quedé a cuadros, pero ella me pedía una respuesta apretándome más fuerte los huevos. Era obvio. Y le dije, con descaro: "Sí, me gusta". Dudé un momento si había dicho lo correcto, consciente de que me encontraba en una situación algo comprometida. Vamos, que me tenía "agarrado por los huevos", como se suele decir.

Entonces, me metió la mano por dentro de mis bermudas, y me dijo: "A mí me gusta que me miren".

Y antes de que pudiera reaccionar, yo estaba con el bañador en los tobillos y ella se había metido la polla a la boca por completo. Empezó a lamerla, a chuparme los huevos y a pasar la lengua desde el periné hasta el glande muy suavemente. De repente, cambiaba el ritmo y la metía y la sacaba de su boca mientras la saliva se escurría por la comisura de los labios. Me la comía, dentro-fuera, dentro-fuera… Sus labios carnosos presionaban mi polla al entrar y al salir, mientras con la mano me hacía una paja o me acariciaba los huevos alternativamente. Calor y humedad…

A mí me temblaban las piernas, subió y me lamió los pezones, me pasó la lengüita mientras no paraba de subir y bajar su mano, ¡qué placer! No podía más, pero ella sí. Me encantaba sentir cómo me pasaba la lengua desde las pelotas hasta mi capullo suavemente y luego mi polla desaparecía dentro de su boca.

Tenía una vista incomparable: una mulata con mi polla en la boca, de rodillas, me enseñaba sus tetas y veía su culo cómo empezaba a moverse como si necesitara compañero de baile… Me la seguía lamiendo mientras su mano entraba en su braguita. Estaba supercachonda y yo oía sus dedos chapoteando, entrando y saliendo de su vagina. El placer se dibujó en su cara y se dedicó durante unos segundos a ella.

A continuación se tumbó y se abrió de piernas mirándome fijamente. Se seguía tocando por dentro de ese pequeño tanga. Yo ante tal imagen, no podía dejar de masturbarme. Era como un duelo de miradas. Ella vió que me gustaba y se deshizo del tanga para darme una vista privilegiada.

Era muy excitante verla allí tumbada abierta de piernas para mí. Se acariciaba la vulva con todos sus dedos. Por mi parte, yo me acariciaba el capullo todavía cubierto por su saliva. Su coño marrón, estaba húmedo. Sus labios empapados, el rosa de su vulva contrastaba con el color café de su monte de Venus. Se dejó llevar por su placer, acariciaba su clítoris. Su libido subía, como mostraban esos giros de cabeza. Yo allí delante mirando, meneando en la mano el complemento perfecto a ese agujerito rosado.

Me acerqué con la polla en la mano, y me agaché frente a ese cuadro de museo. A escasos centímetros de mí podía sentir el calor que emanaba. El ambiente estaba cálido, húmedo… Al lado del mar, sol y palmeras erguidas. Yo acariciaba sus piernas, mientras ella se centraba en ella misma. Mi boca necesitaba sentir su piel. Besé sus rodillas, y mis labios me deslizaron por la parte interior de sus piernas, suavemente. Mi lengua y mis labios buscaban cada poro de su piel. Tras unos segundos de deleite, mi boca llegaba a su entrepierna cubierta por su mano que no dejaba de moverse. Le besé la mano, mi lengua le invitaba a apartarse con lamidas suaves entre sus dedos, buscando cualquier hueco para saborear su sexo. Quería comérselo ya, quería hundir mi boca en ella. Mi lengua jugaba al despiste con sus dedos para poder pasar al otro lado, pero esos guardianes digitales no dejaban pasar a ningún fan deseoso de besar a la estrella.

Entonces, continúe mi ruta besando sus muñecas, sus brazos. Inesperadamente, me salí de ruta, para hacer una parada obligatoria en su abdomen. Suavidad sugerente, por fin un orificio carnal en el que meter mi lengua. Un ombligo con gotas de sal que sugerían más de lo que hubiera imaginado. Como si fuera mi única alternativa, me deleité lamiéndolo, besándolo, mordiéndolo ligeramente… Ella respiraba cada vez más profundamente, quizá debido al movimiento de sus dedos, quizá debido al placer que le daba mi boca, quizá debido a una mezcla de ambas.

Próxima parada: sus pechos. Mis manos se posicionaron en su cintura, y subieron con caricia sutil hasta sus costillas donde había unos triángulos de tela húmeda unidos por una especie de hilo negro. Mis dedos se curvaron para entrar por debajo de esa frontera. Estaban ansiosos por reconocer el terreno. Ella sabía lo que yo buscaba y mirándome, y sin dejar de tocarse con una mano, utilizó la otra para separar los triángulos hacia los lados como si se tratara del telón de un teatro. Aparecieron dos actores principales que se llevaron la ovación de mis más bajos instintos. Unos pezones tostados que encumbraban unos senos ligeramente más blancos que los alrededores. El contraste de color era muy sugerente.

Mis manos se abalanzaron sobre ellos como una avalancha de groupies. Querían tocarlos, sentirlos. Sentir en las palmas de mis manos una leve presión. Sus pezones estaban duros, apuntaban al cielo azul. Un leve pellizco y una inspiración profunda. Mis grandes manos querían abarcarlas y se pusieron de acuerdo para jugar un "uno contra uno". En cada mano, un trofeo. Disfrutando de ellos como un campeón.

La vista que tenía era casi mejor que la anterior. Subí rozando mi pecho por su abdomen, piel con piel, vapor de calor. Mi boca en su esternón, mi cara entre dos pirámides. Mis manos guardaban el codiciado tesoro en dos cámaras separadas. Creo conocer la clave secreta para poder disfrutar de ellos. Mis manos dejan al aire libre unos pezones duros que están pidiendo a gritos atención. Por todo su pecho, cientos de pequeños besos, hacen que se estremezca. Cientos de pequeñas lametadas, le provocan una respiración entrecortada. Me dedico exclusivamente a sus pezones. Mi lengua recorre sus aureolas, con la puntita marco como un lápiz la circunferencia que decora ese pedacito de carne duro con miles de terminaciones nerviosas. Me vuelve loco lamerlo. A ella parece que también. Mis movimientos cambian alternativamente de círculos a chupetones. Lo envuelvo con mis labios y lo succiono. A veces cuando lo tengo en la boca, la punta de mi lengua juega con ese pezón color café. Lo mueve como un tentetieso, mi lengua caliente lo golpea arriba y abajo. Eso le excita muchísimo. Mi saliva baña sus cumbres ardientes. Presiono sus pezones con mis dientes, un mordisquito y estiro con suavidad salvaje. La oigo gemir con la boca cerrada. ¡Mmmhh!. Calor. Mucho calor. Siente una humedad tropical en sus pezones, duros como cáscara de coco.

Quiero más, lo quiero todo. Subo más por el espacio que dejan sus pechos. Mis labios rozan su piel, siento el olor de la crema de coco. Su cuello. Lo beso por un lado y por el otro, besos glotones. Mordiscos en su barbilla, por todo el borde de su mentón. En sus orejitas, mi respiración. Ladea la cabeza para mí. Me muestra su cuello, como una presa rendida, para que se lo coma… Es una sensación que le encanta, desea con todas sus ganas, pero cuando me acerco, no puede evitar esconder su cuello. Es una sensación a flor de piel.

Sus labios golosos al alcance de los míos. Su mirada perdida. Su mano sigue egoístamente en su sexo, su coño no deja de recibir estímulos de sus dedos ya húmedos. Estoy encima suyo. Noto mi sexo duro, cerca de la mano que le da placer. Estoy supercaliente. Mi polla dura roza el envés de su mano, se roza contra su piel. Me mira a los ojos y comienza a acariciarme la polla. ¡Mmmh!. Me acaricia los huevos con sus manos humedecidas por sus flujos. No deja de mirarme mientras me la menea, me masturba con energía mientras aprieta los dientes. Estoy entre sus piernas y ella me está masturbando ahora a mí. Me dejo hacer.

Estoy a tope. Sus labios carnosos son tan apetecibles. Quiero lamerlos, besarlos… Lo hago. Mis labios se juntan a los suyos. Los beso, los lamo. Mi lengua asoma buscando la suya. Su saliva se junta con la mía, dos sustancias reactivas. Un cocktail explosivo de hormonas que nos llevan a besarnos con pasión. Le cojo la cara entre mis manos para besarla, lo hago una y otra vez profundamente. Ella me acaricia el culo. ¡Es el colmo, eso me pone a mil!

Me doy cuenta de que su mano ya no está tapando su sexo. Noto mi sexo rozando su humedad. Sus labios empapados lubrican mis huevos y mi polla roza su monte de Venus. Mientras la beso, mi capullo se humedece entre sus labios mojados sin entrar. Abierta para mí, me abraza la espalda. Me quiere cerca, me quiere dentro. Lamo sus labios, su lengua… Me coge la cara con furia, quiere que la bese más… Se separa, me mira a los ojos, baja su mano de nuevo a su coño y se mete un dedito… A continuación, me lo mete en la boca. Lamo su dedo impregnado en su néctar. ¡Mmmmhh, qué sabor! ¡Eso me pone como un animal! Me excita, es un elixir afrodisíaco de efecto inmediato. No hay nada que me excite más… Quiero probar esa miel directamente del panal.

Desciendo por sus curvas hasta situarme encima de su monte de Venus. Es la última duna, antes de llegar al oasis donde beberé hasta hartarme. Estoy impaciente por hacer rappel entre sus piernas.

Mis manos se sitúan en sus ingles, quiero enmarcar esa obra de arte: "Rosa sobre marrón". Colores vivos.

Mi aliento hace el rosa más rosa. Su coño parece que respira al ritmo de mi respiración. Parece abrirse para mí. Beso las proximidades, sus ingles… Mi lengua lame la piel tostada cercana a su sexo, me excita ver la piel que rodea su coño más oscura, más sensible. ¡Mmhhh!. Lamo su monte de Venus y desciendo por cada uno de sus lados, una y otra vez, dejando mi saliva por el camino. Su coño está chorreante. Tengo sed, necesito beber de ella. Mi lengua se acerca y lamo su coño de abajo a arriba con la lengua ancha para poder saborear todo lo que sale de esa fuente natural. No quiero dejar caer ni una gota. Lo lamo una y otra vez. ¡Qué gusto…! Todavía tiene un ligero toque a coco, dulce y salado al mismo tiempo. Melón con jamón, un manjar.

Chupo sus labios carnosos, los succiono, los lamo de nuevo. Ella se abre para mí. Mi lengua quiere entrar en su coño. Mi lengua tensa penetra su vagina húmeda, la puntita entra resbalando y sale victoriosa y relajada tras haber disfrutado por un momento de un sabor rico e intenso. Gime. Me encanta oírlo. Sigo penetrándola con mi lengua, y lamiendo con total dedicación los flujos que emanan su manantial. Cuanto más bebo, más sed tengo.

Subo lamiendo cada rincón, veo su cara de placer. Mi boca se moviliza hasta tu clítoris. Lamo ese botón de placer; está claro que es el botón de ON. ¡Cómo se pone la muy perra! Gime al ritmo que marca mi lengua. Lo succiono, lo muevo entre mis labios. Me encanta chuparlo… De arriba a abajo es como más le gusta, lo noto. Lo lamo en círculos cuando la tengo casi en el punto máximo. Así, me dedico a ella, se vuelve loca. Dejo a la vista su botoncito con mis dedos y lo lamo. ¡Contacto total! La saliva se me sale de la boca y gotea en su coño.

Me está pidiendo con la mirada que llene su coño. Mis dedos se aproximan. Está tan excitada que un dedo sería insuficiente, y le meto dos. Noto sus músculos abrazando mis dedos. Los giro dentro, quiero rozar sus paredes goteantes y que explote de placer… ¡Mmhhh! Acaricio con la yema de mis dedos su interior, no deja de respirar profundamente… Los meto y los saco suavemente para que note la penetración. Lo hago varias veces. Luego, mis dedos buscan acariciarle por dentro donde más le gusta. Observando el mapa de su cara, exploro y encuentro. Encuentro el punto mágico. Me dedico a él, movimientos circulares y penetrantes…

Mientras mis dedos hacen su trabajo, me dirijo a su clítoris. Quiero lamerlo. Lo lamo. "Sí, mi amor", me dice con acento latino. Ahí sí que la tengo atada de pies y manos. Sigo lamiéndolo, me encanta hacerlo. Me aprieta la cabeza para que no me mueva de ahí. No me movería de ahí ni aunque me soltase. De todas formas, es un buen sensor, porque cuanto más le gusta, más fuerte me agarra. Sigo, sigo, sigo… Quiero llevarla al máximo. Mis dedos siguen en su interior y mi lengua en su exterior, la tengo rodeada. Mis dedos están completamente ahogados por sus flujos, que gotean y lubrican todos sus agujeros. Está al borde del clímax. Siento su fuga, quiero beber. Le como el coño, toda su vagina rosada para mí. ¡Cómo me pone!

Me separo, está respirando con todo el cuerpo. Su coño jugoso pide más, ahí abierto para mí. Quiero besarla, que pruebe su sabor de mi boca. Me acerco, le beso. Encima suyo, mi polla roza su coño. Quiero aguantar, la tengo comiendo de mi mano. Lo cierto, es que ella a mí también. Quiero provocarla hasta que me pida que la folle. Mi polla apunta hacia su coño como un misil a su objetivo. Sin entrar, mojo mi capullo ligeramente como la punta de una porra en una taza de chocolate caliente. Ella me rodea con sus piernas y me aprieta contra ella. Me resisto ligeramente, pero antes de que quiera darme cuenta, mi capullo se hunde en su extremo calor y … ¡¡¡ Ohhhh !!! No hay vuelta atrás… Mi polla comienza a entrar… Toda mi sensibilidad se concentra en esa zona de mi cuerpo.

Centímetro a centímetro, mi verga se desliza dentro de ella. Su coño chorreante da la bienvenida a mi polla que entra y llena su vacío. Siento su calor y su humedad, el abrazo perfecto. Quiero salir para penetrarla de nuevo, pero ella me quiere dentro, me presiona con las piernas para notar cómo la lleno con este tremendo miembro en su interior. Jadea con la boca abierta, mientras me mira. La saco lentamente como a hurtadillas, y con un contacto visual constante, se la meto de nuevo, sintiendo el roce de sus prietos labios en mi hinchado miembro. Cuando estoy a punto de meterla toda por completo, ella emite un gemido. En ese momento, la vuelvo a sacar casi hasta el capullo, y con fuerza, la penetro bruscamente. Su gemido es todavía más salvaje. Traga saliva y me dice entre dientes: "Fóllame, cabrón". Esas dos palabras me ponen a mil. Me hacen sentirme poderoso, la tengo donde quería: pidiéndome caña. Y no la voy a llevar la contraria…

Comienzo a bombear mientras ella mira como mi polla se pierde en sus carnes. Una y otra vez. Hasta dentro, con fuerza. Repito para volver a oír ese gemido que tanto me gusta escuchar. Una y otra vez. Se apoya en sus codos para ver como se abre su coño con mi tranca. Le excita verlo.

Cojo cadencia. Mi pelvis se mueve para penetrarla. Una y otra vez. Su cara de placer habla por sí sola. Cierra los ojos, abre la boca. Aprieta los dientes. Jadea al ritmo de las insistentes idas y venidas que la procuro. Una respiración cada vez más profunda, más y más, más y más… ¡Oh, oh, oh…! Necesito tocar su piel ardiendo. Acerco mi cabeza a la suya, toco con mi mejilla su cara. No nos besamos, estamos cada uno disfrutando de lo nuestro. Está sudando, caliente… Estamos jadeando como animales. Me excita sentir la respiración entrecortada en mi oído. Piel con piel, pegado a ella. Me excita demasiado, estoy a punto de correrme… Incremento el ritmo de mis arremetidas. Estoy a tope, a tope, ¡a topeeeee…! Ella lo nota. Me rodea con sus piernas. Pero antes de que pueda desbordarme, me coge fuerte del cuello y con un vuelco digno de lucha libre, me da la vuelta. Me quedo de espaldas al suelo con una respiración próxima al orgasmo. ¡No me lo esperaba! No quiere que acabe. ¡Qué cabrona!, pienso para mí.

Ahora ella está encima, atravesada por mi mástil. Respira, me mira fijamente a los ojos y comienza a moverse suavemente. Muy suavemente. Controla mi cara, cada movimiento. Quiere más placer, no quiere que me corra… Todavía… Noto su vulva acariciando mi verga… Se deleita con esos movimientos… Ya me tiene más tranquilo… O eso cree ella, porque yo estoy como una moto… Mueve la pelvis en círculos, noto mi polla acariciando las paredes de su coño. Humedeciendo mi capullo en su interior. Se acaricia los pechos mientras se mueve, los sujeta con sus manos, roza sus pezones… ¡¡Y me mira mientras lo hace!!

Comienza a moverse adelante y atrás, su movimiento de caderas es perfecto. Deja salir mi polla y vuelve a engullirla con su hambriento coño. La engulle una y otra vez. Noto como resbala mi abultado miembro… Sigue con su ritmo, cada vez más intenso.

En esa posición, acaricia sus nalgas, las abre. Quiere sentir todo ese trabuco llenándola. ¡Cómo me gustaría ver esto desde atrás! Cierro los ojos y me lo imagino. ¡Mmmhh! De repente, noto cómo me acaricia los huevos… ¡Oh, si! Me encanta esa sensación… Abro los ojos y está mirándome con una media sonrisa que dice: "Sé que te gusta". Mi media sonrisa la responde: "Sí, me gusta, sí". Se lleva la mano a la boca y lame sus dedos, y me pasa la mano húmeda por los huevos… ¡Eso sí que es la leche…! Parece que me lee la mente. Lo hace con tal suavidad, que parece que otra mulata me está chupando las pelotas mientras que follo a esta… ¡Mmhhh…! ¡Es geniaaaaaaaaaal!

Me incorporo un poco. Ella rodea mi cuello con sus brazos, sus tetas rozan mi pecho. El sudor de los dos lubrica nuestra piel… Cabalga sobre mí, cada vez más fuerte, más adentro, con un ritmo frenético. No quiero que pare. Agarro sus nalgas con mis manos, arriba y abajo… para guiarla y que no se salga del camino… Este camino que sube y que baja y me da tanto placer. Noto como la arena se desprende de su piel en cada embestida. Gime más y más… Me empuja hacia atrás y me obliga a echarme de nuevo… Sigue botando sobre mí. Se apoya tanto que cuando la saca, se impulsa en mi pecho y me obliga a expirar a su ritmo. La imagen es divina… Sus pechos se mueven al ritmo que ella marca. Oigo algo entre los árboles, pero no estoy ahora como para prestar atención…

Con mi polla dentro y fuera, comienza a acariciarse el clítoris de nuevo. ¡¡Esta tía no para!! Cierra los ojos, disfruta botando sobre mí… La otra mano que me acariciaba los huevos vuelve atrás, pero esta vez para darse placer a ella misma. Un dedo en su ano, la otra mano en el clítoris y mi polla penetrándola. Y yo muevo mis caderas desde el suelo para penetrarla más y más… Quiero que se corra la muy perra… Su jadeo va in crescendo. Sus manos haciéndole llegar al éxtasis. Con los ojos cerrados en posición de placer, bota y gime más y más alto. Sus piernas tiemblan. Grita un ¡Aaahhh!, más largo y más alto de lo habitual… ¡SIIIIIIIIIIIII…! Noto sus convulsiones, cómo sus ondas vaginales me oprimen el cipote… Aprieta las nalgas. Y sus flujos empiezan a salir y se vuelve loca. Su cara se descoyunta. Su corrida se me escurre por las ingles y moja mis huevos. Se abalanza sobre mí. Me clava las uñas en los hombros. Dos o tres movimientos bruscos que buscan que el placer no acabe. Estoy empapado… Mi sexo hundido. Con sus tetas calientes sobre mi pecho, noto su último hálito en mi oreja. La "petite mort".

Yo sigo con mi polla dura dentro de ella. Más húmeda, más caliente, pero todavía dura… Después de unos segundos, se incorpora… Se levanta, se pone delante mío a cuatro patas. ¡Es insaciable! El perrito a mí me pone cachondísimo. Mostrando su culo imponente, gira la cabeza hacia mi, me mira y me dice: "Ahora fóllame el culo".

Su vulva rosada empapada destaca, pero el vecino de arriba llama mi atención. Con la polla apuntando al cielo, me dijo en la piel color café rodea ese punto rosado carnoso. Me incorporo con la mirada fija en mi objetivo. De nuevo, oigo un ruido entre los árboles. Miro hacia el lugar de donde parece proceder el ruido. Veo tras una palmera, una chica en bikini y detrás un chico, los dos bastante colorados. Les había dado el sol de lo lindo, y parecía que se les había calentado algo más que la piel. Él estaba abrazándole a ella por detrás, mientras le besaba dedicadamente el cuello. Ella estaba mirándome fijamente mostrando su cuello a su chico. Parecía gozar de la situación. Cruzamos las miradas un segundo. No sé cuánto tiempo llevarían ahí. Se habían encontrado un peep show clandestino en medio de la vegetación. Les habíamos puesto cachondos… y seguían magreándose el uno al otro.

O sea que ¿Quieres ponerte cachonda?, pensaba para mí. Me crezco. Vas a ver ahora. Me pongo de rodillas, mi mulata no deja de mirarme, me está esperando con el culo en pompa. Abre las nalgas con sus manos. Mi polla apunta a su culo como un clavo atraído por un imán. Me acerco. Muy cerca. Mi polla comienza a abrir sus prietas nalgas. Su agujerito anal se cierra inconscientemente ante el roce de mi polla, no quiere dejarla entrar. Pero mi ariete supera cualquier resistencia y mi capullo comienza a abrir su esfínter. La agarro por la cintura y la atraigo hacia mí a la vez que me impulso con mi cadera. ¡Ohhhh!, el calor es máximo. Noto su músculo apretando mi duro miembro. Mi blanca polla entra en su culito negro. Es una fantasía que tenía desde hacer tiempo, follarme a una negra por detrás. Blanco y negro. Me parece muy animal. Comienzo a bombear con todas mis fuerzas. Veo su espalda atravesada por la tira del bikini y más abajo, yo entrando en ella, una y otra vez. La tentación de coger la parte superior de su bikini como las riendas de una yegua pasa por mi cabeza, pero sus jadeos descentran mi mente. En cada embestida, ella gime, cada vez más fuerte. Desvío mi mirada hacia la pareja de guiris, ella está masturbándose mirándonos mientras acaricia el bulto que su compañero muestra en el pantalón.

Volviendo a lo que tengo entre manos, la arena que con el sudor se ha pegado en sus nalgas comienza a caer, grano a grano con cada una de mis arremetidas. Ella clava las uñas en la arena, y yo le doy con más energía si cabe. Abre la boca para gemir, pero no sale ningún sonido. Sólo una exhalación acompañada por un golpe en la arena con el puño cerrado y una mirada de "Me estás matando"… Quiero verle la cara, me gusta que gima, ver esa expresión mezcla de dolor y placer, ese cocktail de "Para" y "Dame más". Le cojo del pelo y la subo hacia mí, giro su cabeza para ver cómo cierra los ojos y frunce el ceño en cada uno de mis embates. La miro y la pido que me mire ella a mí también con un tirón de pelo. Sigo follándola más fuerte, más duro. La penetro más salvaje, más profundo. Con fuerza, con rabia. Estoy fuera de mí. Quiero derramarme. Voy a derramarme. Tiemblo, me viene, me viene… ¡Me corroooooooooooooooo…! Agarro sus caderas y le clavo la polla hasta lo más fondo de su ser. El primer impulso es para correrme dentro, le atravieso y noto como mi esperma sale disparada en su interior. Enseguida, la saco para explotar en su culo. Coloco mi polla entre sus nalgas acercando mis huevos lo máximo posible a su humedad. Mi cañón ejecuta un segundo disparo de placer infinito… ¡Ohhhh…!. Clavo mis dedos en las nalgas que tengo entre las manos. Un calor extremo invade mi cuerpo, y sube hasta mi cabeza… Mi leche sale a borbotones de mi capullo hinchado para manchar su espalda y su rabadilla. Mis dedos continúan hundidos en sus carnes… Muevo mis caderas bruscamente al ritmo que me marca mi bombeo como si quisiera llegar más lejos. Después de unas cuántas ráfagas de descontrol, sigue saliendo de mí más y más, esta vez como un manantial de agua dulce, escurriéndose y resbalando por mi polla hasta caer en su culito. Su culo bien moreno y mi lefa bien blanca. El agujero del culo lleno de mi semen recordaba a un coco abierto a la mitad.

Después del éxtasis me quedo frío. Tengo la sensibilidad a flor de piel en cada centímetro de mi cuerpo, necesito calor. Le abrazo por detrás bien fuerte para sentir mi cuerpo en contacto con el suyo, algo instintivo. Mi cabeza apoyada en su espalda, escuchando su respiración, sintiendo su sudor…

"Mmmmhh", dice ella, satisfecha de haberme provocado ese alud de frenesí. Después de notar mi polla todavía erecta entre sus nalgas, se gira. Delante de mí, quiere tratarme bien. Como el que recibe un premio al trabajo bien realizado. La punta de su lengua lame las gotas de mi lechecita que quedan por salir. ¡Mmmh!. Rozando el dolor y el placer, una delicia del cielo, que es hacia donde miro. No puedo aguantar esa sensación, pero tampoco puedo apartarme. Luego, se mete mi capullo en la boca para darle una última chupada, succionando para no dejar nada. Absorbe metiendo las mejillas hacia dentro. Quiere beberse todo lo que resta del batido, hasta lo que queda en la pajita. Le acaricio el pelo, la nuca mientras lo hace. ¡Qué rico!

Recogemos la ropa que hemos dejado en los alrededores, y nos dirigimos de nuevo hacia la orilla de la playa. Entretanto, escucho unos gemidos. Miro y la rubia está agarrada a una palmera con las piernas semiabiertas, y por detrás, ese tío tan grande penetrándola. Está fuera de sí. El color rojizo de su piel se ha extendido por todo su cuerpo, el calor le invade y la polla de su amigo también. Bien duro, el cabrón. Cómo se mordía el labio inferior, mientras ella respiraba por la boca con gesto afligido y no dejaba de gimotear. Los dos bien sudados y abandonados.

Dejándoles atrás, la negrita y yo nos miramos con complicidad, le guiño un ojo con un gesto de cuello indicando. "Mira estos…". Ella asiente con la cabeza indicando "Ya veo, ya". Me encanta provocar placer, me excita saber lo que hemos provocado en ellos al mirarnos. Camino, pero no puedo evitar dejar de mirar a la sueca esa o lo que sea, disfrutando como una perra. Nuestras miradas se cruzan por última vez, mientras la están follando por detrás. Una embestida la devuelve al séptimo cielo. Quién sabe cuando bajará