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Provocación callejera

en Sexo Oral

Provocación callejera

El otro viernes volvía del trabajo hacia casa y algo llamó mi atención. Una chica iba al otro lado de la calle caminando, moviéndose de forma muy sensual. Tengo que decir que me quedé atontado. Se respiraba erotismo en su forma de andar, de moverse, eso sí, los zapatos de tacón y esa minifalda ayudaban mucho. Me estaba poniendo enfermo.

Provocó en mí una curiosidad terrible, la parte trasera me encantaba, pero quería verle la cara también. Así que crucé la calle y le seguí desviándome algunas calles de mi recorrido habitual. Yo no paraba de fijarme en sus largas piernas, vestidas con unas medias negras. El conjunto era muy provocativo.

Continué hipnotizado tras ella otras dos calles. Aceleré el paso para alcanzarle y cuando le había adelantado, me paré en la puerta de una tienda fingiendo que iba a entrar para así verle por delante. Sus ojos azules que se encontraron con los míos durante un tímido segundo, ni siquiera sé si se dió cuenta. Su cara no me resultaba desconocida del todo, pero no le asociaba vestida de esa forma tan sexy.

Le dejé unos metros de ventaja, y continué tras ella de nuevo. Me encantaba observarle desde atrás. ¡Cómo me excitaba!. Su pelo castaño ondeaba al ritmo de sus pasos y el movimiento de sus caderas me estaba calentando sobremanera.

Con su caminar, la minifalda se subía ligeramente en cada paso. Me pareció ver la blonda de las medias… Eran medias de esas que suben por encima de la rodilla. ¡No podía ser verdad!. Me pierde la lencería... Intuí su blanca piel y la reacción en mi pantalón se hizo inmediata.

Poco después, fue ella la que se paró frente a un gran escaparate de una pastelería. Entonces, yo me detuve a unos metros de ella en el escaparate de la tienda de al lado. La verdad no me interesaba lo que allí había, sólo no quería adelantarle de nuevo y perderme el espectáculo que estaba presenciando. De reojo, observaba cómo se le hacía la boca agua al mirar bandejas y bandejas de pasteles, tartas, bombones… No sé si consciente de que le estaba mirando o no, se inclinó ligeramente hacia delante frente al cristal. ¡Qué postura más insinuante! Mi imaginación voló y me ví tras ella por momentos… No podía más, mi polla se había puesto dura, y no pude evitar tocarme con mi mano por encima del pantalón, de forma tan sútil que ella no se percatara de mi evidente excitación. Me vinieron en tromba a la cabeza mil y una imágenes nada inocentes. Sin pensar, me acerqué hacia donde estaba ella, pero cuando estaba a menos de dos metros, emprendió su marcha, y yo tras ella.

Al girar la esquina, a unos 30 metros -no sé si por miedo, por provocación…- le ví meterse a la derecha, en una especie de callejón. … Como guiado por cantos de sirena, le seguí. Era un sitio totalmente descuidado. Las luces estaban fundidas, o simplemente, no estaban, no me fijé realmente...

Me adentré sigiloso, mientras veía que ella se dirigía hacia el fondo. En la penumbra la imagen era todavía más sugerente. Se plantó delante de la única puerta del callejón, la puerta trasera del almacén de una tienda, que se encontraba en un recoveco. Estaba algo oscuro.

A 5 metros de ella, la observaba. Estaba expectante, no sabía si acercarme, no quería que huyese. ¿Abriría la puerta, o simplemente estaba jugando al despiste? Además, me gustaba observarla, la situación me excitaba tanto… Ahí mirándole furtivamente en la oscuridad. Un sonido metálico rompió el silencio. Parecía unas llaves contra el suelo. Se agachó quizá para buscarlas, y al agacharse, dejó ante mis ojos, sus piernas y parte de sus nalgas… Me pareció ver su coño, o eso es lo que quería ver yo... ¿No llevaba ropa interior? En ese momento, mi polla quería estallar. Comencé a tocarme por dentro del pantalón. En la penumbra, tenía libertad para hacerlo. Y además su blanca piel resaltaba ante tal escasez de luz.

Ella agachada seguía buscando las llaves y palpando el suelo. Mi pantalón me apretaba tanto, que decidí sacarme la polla y masturbarme ante tal imagen. Para mí, que sabía que yo estaba detrás, pero ella seguía buscando las llaves sin aparente éxito.

-"¿ Estás buscando algo?", pregunté.

- "Yo… no… yo… yo ya me iba…" dijo dubitativa, separándose unos metros de la puerta.

Fue entonces, cuando me acerqué hacia la misteriosa puerta y con la excitación del momento, pregunté con el descaro de un completo depravado:

- "¿No será esto?", dije con mi sexo erecto en la mano.

Sus ojos se clavaron en mí. Momentáneamente, dudé si había dicho lo correcto, pero tenía que ser consecuente con lo que acababa de salir de mi boca. Me miró fijamente con una mezcla de timidez y vergüenza.

Yo le reté con la mirada:

"No intentes engañarme, sé que es esto lo que buscas"

Lo ví claro, sólo necesitaba un empujoncito.

- "Ven aquí", insistí.

A los pocos segundos, se aproximó, intentando evitarme mirar directamente a mi exultante miembro. Tragó saliva y tuve la sensación de saber el significado de ese gesto. Se acercó hasta rozarme, noté su calor, muchísimo calor... Sentí mi polla contra su vientre.

En ese preciso momento, me moría de ganas porque siguiese el trabajo que yo mismo había empezado, y continuase masturbándome. Ella sabía que yo estaba muy cachondo. Me miró a los ojos, se sonrió y se agachó. Sentí su aliento sobre mi polla y me moría de ganas porque me la chupase.

Comenzó a lamerme la punta, y soltó un gemidito de placer, parecía gustarle… Era una situación muy morbosa. Siguió chupándome el mástil por completo, su lengua humedecía todo lo largo de mi hinchada verga. Después, bajó hasta mis huevos, los lamió y luego se los metió en la boca. No pude evitar gemir, es mi punto débil. El calor me subió por el abdomen…

El tiempo se detuvo, pero ella no. Miré hacia abajo, ¡no podía estar pasando!. Pero sí, allí estaba ella, de rodillas ante mí, con una camiseta gris que marcaba sus pequeños pezones, dedicada a un completo desconocido.

Le cogí la cabeza. La piel de su cara y cuello eran tan suaves, y emanaba un calor fuera de lo normal. "Buena chica", era el mensaje que quería transmitirle acariciando su pelo. Eso le animó a seguir, y su lengua empezó a ejecutar una fellatio de libro.

Yo no podía más. Tomé su cabeza, y la acerqué agresivamente hacia mi abdomen, haciendo que se tragase completamente mi polla, atravesándole la garganta.

Eso pareció gustarle, y tras engullir mi verga nuevamente, aumentó el ritmo de sus cabezadas. Quería que me corriese en su boca… Su mirada me retó a que lo hiciese. Y yo quería hacerlo.

Cogí su cabeza con ambas manos, y comencé a follarle literalmente la cara. Mi polla impregnada en saliva salía y entraba de entre sus labios. Se la metí hasta el fondo un par de veces más, casi a punto de hacerle vomitar, pero me encantaba verle así, arrodillada ante mí, sumisa, como una perra. Sus gemidos ahogados se perdían en la oscuridad del callejón.

Saqué mi polla y se la puse en los labios. Estaba a punto. Ella comenzó a lamerme el capullo, iba a hacer que me corriese. Comenzó a acariciarme los huevos sin dejar de lamerme la punta de la polla.

Le miraba con cara de vicio. Todo mi sexo estaba resbaladizo, totalmente empapado por su saliva, que le salía por la comisura de los labios. En la penumbra, ví su cara suplicante, su boca abierta preparada para mí. Golpeando mi verga contra su lengua, dije entre dientes:

"¿Esto es lo que estabas buscando, zorra?"

"Sí…", respondió susurrando. "¡Córrete ya!"

Su boca anhelante de mí no dejaba de repetirme una y otra vez, sin dejar de mirarme, "vamos, córrete", "córrete en mi boca" y frases de este estilo. Eso sí que me excita.

No había marcha atrás. Me venía, me venía… Apreté las nalgas con todas mis fuerzas para prolongar ese momento de placer y con un certero movimiento de cadera disparé un blanco flechazo sobre su frente. El segundo y el tercero fueron a parar a sus mejillas. Mi líquido caliente intentaba buscar su boca, pero ella estaba con los ojos cerrados y yo estaba demasiado excitado para apuntar. Me estaba corriendo entero, mi leche no dejaba de salir a borbotones. Mis huevos seguían bombeando, mientras ella se relamía intentando recoger la mayor cantidad posible de mi néctar.

Se le notaba excitada, muy excitada. Ella quería exprimirme por completo. Quería saborear hasta la última gota que salía de mi polla, succionarme entero. Mi capullo tenía una sensibilidad extrema, por lo que, de repente, le quité el caramelo de la boca.

Fue en ese momento, cuando el tiempo comenzó a correr de nuevo. Volvimos a la realidad, sobre todo ella. Yo seguía en una nube. Se incorporó, y comenzó a andar hacia atrás mirando a su alrededor. Daba la sensación de que no sabía donde se encontraba… "Tierra, trágame", parecía decir con la mirada, avergonzada por lo que acababa de hacer.

Se giró y con paso rápido, salió a la calle principal. Con las prisas, no había buscado ni las llaves. De todas formas, no las hubiera encontrado. Estaban debajo de mi pie derecho…

P.D.: La historia ha continuado tras "coincidir" varias veces por el barrio, y decidimos escribir cada uno nuestra versión. Ella me ha dicho que su relato se llama "Vestida como una zorra". De hecho, le pega el nombre, cada vez que le veo, el modelito es más provocativo. ¡Cómo me pone…!