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A solas con Irene

en Hetero: Infidelidad

Hola. Me llamo Marcos. Tengo 42 años. Salgo desde hace 8 con Inés, una mujer maravillosa con la que espero casarme algún día y formar una familia. Sí, ya sé que soy un poco mayor, pero ella tiene 34 y aún podríamos tener un par de críos. Pero primero tendremos que pasar por el altar, ya que aunque llevamos muchos años viviendo juntos, su familia tiene profundas creencias religiosas y no verían con buenos ojos que tuviéramos hijos sin estar casados. Bastante les costó ya aceptar el hecho de que vivamos juntos sin haber contraído matrimonio.

Aunque yo soy de fuera, Inés es de Madrid, donde vivimos actualmente y donde vive también su familia. Es por esto que solemos frecuentar mucho la casa de sus padres, ya que tanto ella como yo tenemos una relación muy estrecha con ellos. Con sus padres vive Irene, la hermana pequeña de Inés. Acaba de cumplir 21 años, por lo que la conozco desde que tenía 13. Es la niña mimada de la familia, ya que tanto sus padres como Inés la adoran. Nació cuando ya nadie lo esperaba y en su familia la ven como una bendición. Una especie de regalo divino. Y como tal la tratan.

A pesar de todo, Irene es una chica increíble. Es muy alegre y muy divertida, además de tener una mente brillante y ser sorprendentemente responsable para su edad. Tiene un punto de inocencia propio de sus 21 añitos que la hace parecer aún más tierna y adorable. Con todos los mimos y las atenciones que ha recibido, lo más fácil hubiera sido que se volviese una cría rebelde e insoportable, pero no fue así y realmente es una cría adorable. Estoy seguro de que algún día hará muy feliz al hombre que sepa merecérsela.

La historia que voy a relatar sucedió hará cosa de un mes, aunque yo lo recuerdo como si fuera ayer. Era sábado e Inés y yo habíamos ido a casa de sus padres a pasar el día, como tantas otras veces. Era junio y ya comenzaba a hacer calor, por lo que yo llevaba puestas unas bermudas, un polo y unas sandalias. Inés y su madre eran un calco la una de la otra, incluso en la forma de vestir. Ambas eran altas y delgadas, de pelo moreno largo y ondulado, nariz prominente, bocas grandes, pechos exageradamente abultados para su delgadez y culos diminutos, casi inexistentes. Llevaban sendos vestidos de verano, de falda larga y holgados, nada ajustados. Les sentaban realmente bien, ya que su altura y su delgadez les proporcionaban un tipo muy bonito.

A mí Inés me parecía una mujer tremendamente atractiva, y se notaba que su madre lo había sido también. Incluso mantenía buena parte de ese atractivo, a pesar de su edad. Durante la comida no pude evitar dirigir alguna que otra mirada al generoso escote de su vestido de verano, comprobando fascinado que su abultado busto se mantenía firme y erguido de forma natural, puesto que no llevaba sujetador.

Me encantó pensar que el de Inés seguramente seguiría también así de firme con el paso de los años. Adoro acariciar esos pechos tan enormes y tan duros. Me gusta pellizcar sus diminutos pezones y ver cómo se endurecen con el contacto. Hacía ya tiempo que había desistido de tratar de introducirme u