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Sexo en el camping (2: Ana y María voyeurs...)

en Hetero: General

Título: Sexo en el camping (2). Ana y María voyeurs improvisadas.

Autor: campista

Categoría: Hetero-general

Resumen: Aventuras sexuales de Juan (42) y se hija Ana (18) en el verano más salvaje de sus vidas. Segundo acto: Ana y María voyeurs improvisadas.

Esta historia está basada en mis pasadas vacaciones en un camping, dónde no pasó, ni por casualidad, nada de lo que os contaré. Este relato es sólo el resultado de una calentura de verano.

Espero os guste.

Me llamo Ana, tengo 18 años y mis padres se acaban de separar. Este verano, en las vacaciones, he descubierto mi sexualidad.

Este año había sido un desastre y confiaba que el verano lo arreglara todo.

El año empezó bien. Llevaba tres meses saliendo con un chico. Era un chico guapo, amable y que me quería.

Las cosas se torcieron un día en el cine. Lo había convencido de hacer campana para ir a ver la última de mi actor preferido. Era un martes por la tarde y cuando entramos en la sala vimos que no había nadie más. La película empezó y no tardé en darme cuenta que era un rollazo.

Mi chico hacía rato que se aburría y había empezado a tocarme. Yo me iba dejando hacer. Cómo tampoco me gustaba la película empecé a hacerle más caso. Me giré hacía él y nos besábamos con pasión, nuestras lenguas se enroscaban, sus manos hacía rato que estaban bajo mi jersey acariciando mis tetas. Una de sus manos bajó hasta mi pantalón y me acarició mi sexo por encima de este.

En un momento dado, intentó bajarme la cremallera y no le deje. De ahí no habíamos pasado, al menos por ahora. El insistió recordándome que estábamos solos en la sala. Forcejeó un rato hasta que cedí y me deje hacer.

Su mano se introdujo bajo mis braguitas y sin pensarlo mucho uno de sus dedos buscó mi agujero y entró con fuerza. Yo estaba un poco mojada pero me hizo daño.

Su dedo entraba y salía con brusquedad. Mi sexo cada vez estaba más cerrado e irritado pero no me atrevía a decirle nada.

Ahora ya no estaba a gusto. Me sentía forzada, casi violada.

Le empujé con fuerza y finalmente se apartó de mí. La expresión de su cara era de sorpresa, no entendía nada e intentó continuar. Lo volví a apartar, creo incluso que le abofeteé, no lo recuerdo muy bien, y me fui corriendo.

Esa fue la última vez que le vi, no quise saber nada más de él.

Pobre, le eche todas las culpas a él y ahora se que el único problema era la falta de experiencia de ambos. Ahora veo que las culpas estaban repartidas, un parte era suya por ser tan brusco y otra mía por no decirle que me estaba haciendo daño.

Eso pasó en febrero y después tuve un par de rolletes pero a la que pasábamos de besos a algo más, recordaba lo ocurrido y mi cuerpo se bloqueaba.

Así pasaron un par de meses más hasta que llego la bomba. Un día de principios de mayo mis padres me dijeron que se separaban. Los siguientes tres meses fueron un caos con traslado de piso incluido.

Cuándo nos dimos cuenta llegó el verano. Yo me había quedado a vivir con mi padre y logré convencerlo de veranear en el mismo sitio de los últimos años. No era un lugar especial, sólo un camping de playa pero donde yo tenía un grupo de amigos a los que deseaba ver.

Llegamos y enseguida encontré a mis amigos de siempre. Además este año nos tocó en la parcela de al lado de una de mis mejores amigas, María, de mi misma edad.

Enseguida hicimos planes para salir esa misma noche.

Cuándo estábamos vistiéndonos para salir Ana me dio una pequeña bolsita.

-¿Qué es esto? – pregunté sin imaginar la respuesta.

- Un preservativo, un condón, ¿qué creías? – respondió ella dándoselas de chica de mundo.

Era la primera vez que tenía uno en la mano y me quedé mirándolo embobada, en estas que entró su madre y tuvimos que guardarlos rápidamente. Creo que no vio nada.

Esa noche fuimos a una discoteca a sólo 200 m del camping y mientras íbamos caminando hacia allí le pregunté a María por el preservativo.

- ¿Para que lo quieres, estas decidida a usarlo hoy mismo? –pregunté.

- Que va, es solo una precaución. Pero la verdad, no creo deje pasar las vacaciones sin perder la virginidad – respondió con naturalidad.

Esa noche conocimos a un par de chicos bastante majos y como no nos gustaba mucho el ambiente, decidimos irnos los cuatro a la playa.

Fuimos hasta el rompiente y nos sentamos. Enseguida empezaron los besos y toqueteos. Yo estaba un poco alegre pero no borracha y me dejaba hacer. El chico era guapo y amable, actuaba con mucha delicadeza y no recordaba para nada mi trauma anterior.

Estábamos los cuatro juntos y a mi me violentaba, así que nos levantamos y buscamos un rincón más solitario y protegido de miradas.

Nos echamos encima de una roca, sobre la chaqueta que llevaba él. Yo me tumbé y el se coloco a mi lado. Suavemente pero con pasión me besaba en la boca. Su lengua entraba buscando mi lengua. Sus manos se apoyaban en mis pechos y me los acariciaba por encima de la ropa.

Yo quería más, pero no quería animarle más de la cuenta. La verdad es que me estaba poniendo muy caliente y me vino a la memoria el preservativo que llevaba en el bolso. En mi mente se formó una idea: hoy perderás la virginidad.

El continuaba acariciándome por encima de la ropa y yo metí mis manos bajo su jersei y lo acaricié a él. Era la señal que necesitaba.

Sus manos entraron bajo mi jersei, apartó mi sujetador y apretaron mis pechos. Con dos dedos masajeo mis pezones que ya estaban duros. Un suspiro se escapó de mis labios.

Me subió blusa y sujetador y dirigió una mirada a mis pechos y luego a mis ojos. Parecía pedirme permiso. Cogí su cabeza con ambas manos y la hundí entre mis pechos.

Sus manos acariciándolos, su lengua lamiéndolos, sus dientes mordiéndolos.

¡Dios mío! Nunca me había sentido igual.

Entonces retiró su mano derecha de mi pecho y fue bajando por mi costado. Metió la mano bajo la minifalda y me acarició el muslo. Primero por la cara exterior subiendo hasta el trasero, después bajó y se dirigió a la parte interior.

Apreté mis piernas entorno a su mano mientras nos dábamos un apasionado beso. Las aflojé y subió hasta mi sexo que estaba chorreando esperándolo.

Apretó su mano contra mis braquitas. Sus dedos buscaban algo, no se si el clítoris o la entrada a mi vagina…

Entonces oí un grito. Era sin duda de María. Cuando miré, ella venía hacia mí llorando, me cogió de la mano y antes que tuviera tiempo de reaccionar, estaba corriendo por la orilla de la playa.

Me giré y nadie nos seguía; seguimos caminamos por la orilla en dirección al camping y al llegar a una zona donde había barcas de pescadores nos sentamos a hablar.

Entre sollozos me explicó lo ocurrido. Él chico se había lanzado sobre ella nada más tumbarse en la oscuridad. Fue directa a su sexo, su mano entre bajo el vestido y torpemente buscaba el agujero. Cuando lo encontró, introdujo el dedo de golpe haciéndole mucho daño. Lo apartó como pudo, le dio una patada y salió corriendo.

Resumiendo, María había pasado por el mismo trauma que yo con mi noviete meses atrás.

Después de charlar un rato, nos quedamos en silencio mirando el mar iluminado por la luna llena.

Llevábamos un rato allí sentadas cuando oímos unas voces y pensando que quizás eran nuestros ligues despechados, buscamos un escondite.

Había una vieja barca rota con agujeros por todos lados. Estaba boca abajo y en un lateral encontramos un agujero suficientemente grande para entrar.

Debajo nos encontramos con un montón de objetos imposibles de identificar. No había mucho espacio libre. Quedamos de rodillas y codo con codo.

Oíamos las voces acercarse y, a través de los numerosos agujeros en la madera, vimos que en realidad se trataba de una pareja de novios. Se sentaron justo delante de nosotras a apenas 2 metros y empezaron a besarse.

María y yo nos quedamos muy quietas, parecía increíble que no nos hubieran visto pero estábamos protegidas en la oscuridad. Nosotras en cambio los veíamos claramente bajo la luz de una farola.

La parejita no tardó en ir por faena. De los besos, pasaron a tocarse. Estando aún sentados, el le quitó la blusa y el sostén y se dedicó a chuparle, besarle y tocarle los senos. Me removí inquieta, mi cuerpo, calentado por el ligue de discoteca, se estaba comenzando a animar.

Miré de reojo a María y vi estaba igual. Se moría de envidia pero por otro motivo. A ella su ligue no le había hecho nada parecido.

Mientras el chico había tumbado a su chica en una toalla y le estaba bajando el pantalón lentamente.

A medida que retiraba el pantalón, su boca cubría de besos sus piernas. Cuando acabó, bajo aún más lentamente sus braguitas. Esta vez su boca fue directamente a su sexo. Separó las piernas de la chica y hundió su cara en él.

La chica no estaba quieta, se contorsionaba, subía su trasero, arqueaba la espalda. Sus manos apretaban la cabeza del chico contra su intimidad.

Yo notaba todo mi cuerpo en ebullición y mi coño ni os lo cuento, parecía un volcán en erupción. También noté como María se removía inquieta. Nuestros ojos no se podían apartar del espectáculo que nos estaban dando aquellos dos desconocidos.

En ese momento, el chico se levantó y dijo algo en algún idioma extranjero. La chica se sentó y le bajó el pantalón y el slip. Un pene en erección apareció ante nuestros ojos.

Era la primera vez que veía uno y me quedé embobada mirándolo.

Estaba excitada como nunca en mi vida. Mis pezones estaban duros como piedras. Los pechos me dolían. Notaba mis bragas mojadas con la humedad de mi coño.

Subí mi faldilla, separé las piernas y con las rodillas clavadas en la arena metí mi mano bajo la braguita. Mis dedos apartaron los labios exteriores y buscaron el clítoris. Lo encontraron y empecé a masajearlo con el dedo índice.

Mientras la chica se acercó al pene y empezó a chupárselo. Por desgracia, la cabeza de ella lo tapaba a él y que no veíamos nada.

Me giré y miré a María. Con su mano izquierda se acariciaba tímidamente el pecho. La otra descansaba en su muslo.

"Será posible, ni que tuviera sangre de horchata" – pensé. Sin pensar lo que hacía, cogí su mano derecha con fuerza y la metí bajo su minifalda. Ella, sorprendida, se dejó hacer. Apreté sus dedos contra su propio sexo. María respondió y empezó a acariciar su sexo con sus dedos y los míos entrelazados.

No era eso lo que yo tenía en mente, pero ahí estaba, masturbándome con la mano derecha mientras con la izquierda se lo hacía a otra chica. Y todo mientras éramos voyeurs de una pareja.

Me giré a mirarlos a ellos. Seguía sin ver nada más que la nuca de la chica moviéndose rítmicamente adelante y atrás.

Aceleré mi ritmo a la vez que introduje un dedo en la vagina de María. Esta dejo ir un suspiro y la chica extranjera se paró de repente. Nos había oído.

Se giró mirando en nuestra dirección, el chico también se giraba buscando el origen del suspiro. Comentaron algo en su idioma y decidieron continuar pero ahora habían cambiado su posición. Estaban de perfil, ahora lo veríamos todo.

Ella empezó a chupar la punta de su pene. Después le daba lametones en toda su extensión. Una mano le acariciaba los testículos, otra lo cogía por el trasero.

Estuvo un rato así y entonces comenzó a introducir más y más pene en su boca. Entraba y salía. El puso sus manos en la cabeza de ella y le marcaba el ritmo.

Introduje un dedo en mi coño y otro en el de María. Comencé el mete saca al mismo ritmo que ellos. Ellos fueron aumentando el ritmo, yo también. María con el poco espacio que le dejaba mi mano, se masajeaba el clítoris.

Tenía mucho calor debajo de aquella vieja y destartalada barca, gotas de sudor bajaban por mi frente, por mi cuello. Pero el interior de mi vagina estaba mucho más caliente. Estaba por salir a chupar aquel trozo de carne. Por la manera que lo hacía la extranjera tenía que estar delicioso.

Mi orgasmo se acercaba pero no podía acabar, aún no. Antes tenía que hacerlo él.

Saqué el dedo de mi sexo y acaricié suavemente el exterior durante un rato. A María la continué masturbando al ritmo de ellos.

La pareja empezó lo que parecía un espring final cuándo de repente y sin verlo venir, María tuvo su orgasmo. Sus suspiros de placer sonaron en la solitaria playa como gritos a pleno pulmón. Su sexo apretaba mi dedo en su interior. Sus muslos apretaban mi mano. Su cuerpo se contorsionaba.

La pareja se paró y se quedaron quietos escuchando. No había dudas de lo que estaban oyendo, el orgasmo de una chica a pocos metros de ellos. Por un momento, pareció que querían irse. Pero él la convenció, y ella continuó con la mamada.

Ahora el ritmo que marcaron era infernal y yo lo seguía masturbando ahora mi clítoris.

María se relajó y dejo ir mi mano que usé para acariciar mis pechos.

De repente, el se corrió aún dentro de la boca de ella. Ella intentó sacar la polla de su boca pero él no la dejó. Ella no se resistió demasiado y continuó chupándosela.

Ahí ya no pude más y tuve mi orgasmo. Una corriente eléctrica recorrió toda mi columna de la cabeza directa hasta el clítoris. Me cuerpo quedó paralizado durante unos instantes que fueron eternos y entonces, al relajarlo, un gritó de placer salió de mi boca.

No se si grité mucho o poco, pero ellos me oyeron. Ella respondió chupando aún más el pene. Me fijé en que ella también se estaba masturbando. El buscaba con la mirada el origen de aquellos gritos de placer. Ella aceleró el ritmo de su mano y entonces se corrió sorprendiéndole a él.

Miró hacía abajo sorprendido, no se esperaba que ella se estuviera masturbando.

Ella retiró la boca de su pene. Unos hilos de saliva y semen colgaban entre su boca y el pene de él mientras se retiraba.

Se levantaron y empezaron a recoger sus cosas, se vistieron a toda prisa sin dejar de mirar hacía nuestra dirección.

Cuándo ya se iban, él se giro y dijo algo.

- ¿Qué ha dicho? – pregunté a María.

- No se, algo cómo "nos vemos mañana - respondió ella.

Nos vestimos y nos dirigimos hacía el camping comentando todo lo sucedido. Habíamos vivido sin lugar a dudas, la experiencia más excitante de nuestras vidas. Y al día siguiente, si volvíamos al mismo lugar, podía ser aún mejor.

A la mañana siguiente, en cuanto nos levantamos nos fuimos a buscar con la misma pregunta en la mente ¿iríamos a "la cita" de la noche?

La experiencia podía ser aún mejor pero nos daba miedo lo que podía pasar.

No os contaré ahora si fuimos o no esa noche pero os puedo avanzar que esa noche ambas perdimos nuestra virginidad.

Pero esa historia la contaré otro día.