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Descubriendo www.todorelatos.com (2)

en Sexo Oral

Si habéis leído el primer relato, sabréis como descubrí la página y que ocurrió.

Desde entonces, habían pasado solo dos semanas pero probablemente la había consultado más que mi perfil de Facebook.

Inicialmente, la excusa era encontrar aquel primer relato y su autor. Y buscaba entre los relatos de sexo oral. Pero enseguida encontré otros relatos, otros autores y otras categorías igual de interesantes.  Como no lo encontraba, volvía a releer la copia que había descargado en el PC.

Tras leerlo varias veces en sólo 2 días, un día caí en un detalle. Ese relato lo había leído Juan, mi marido. Y en secreto. Sin saber que yo lo descubriría.

¿Era esa su fantasía secreta? ¿Qué un día lo despertara con una felación?

El sexo oral me encanta recibirlo y en cuanto a realizarlo yo… digamos que es más por un quid pro quo que por gusto.  Pero esa idea se metió en mi cabeza y no me la pude quitar en todo el día. Tenía que cumplir su fantasía.

Esa noche me fui a dormir intranquila. Me costó dormirme, en cambio Juan se durmió enseguida, sin sospechar lo que su mujercita estaba sopesando. ¿Me atreveré? ¿Qué día lo hago?.. Tendré que avanzar la alarma para despertarme antes que él. ¿O el fin de semana?

Lo siguiente que recuerdo es despertarme en medio de un sueño. No recordaba que había soñado pero respiraba agitada. Juan a mi lado, dormía plácidamente. Miré el reloj y eran poco más de las 6. En 30’ le sonaría su despertador.

Me giré con intención de dormir pero estaba desvelada. Ya sabéis que rondaba por mi cabeza, pero una parte de mí se resistía y se inventaba excusas.

Es muy temprano. Nos “liaremos” y se nos hará tarde. Juan duerme. Creo solo me faltó decirme a mí misma que me dolía la cabeza.

Hasta que dije basta, me incorporé, aparté la sabana y me acerqué a Juan.

Era verano y dormía solo con el pantalón del pijama. No me costó mucho bajárselo un poco y hacer aparecer su pene. Estaba pequeño y dormido, pero no dude en darle un lametón de arriba abajo. Juan se revolvió y aproveché para bajarle más el pantalón. Ahora tenía todo su pene a la vista.

A la vista y a la luz de la luna que entraba por la ventana abierta. Su pene ya no estaba tan morcillón. El lametón lo había despertado un poco. Era el momento de la verdad: parar ahora o seguir hasta el final. Y no paré.

Aprovechando esa media erección, me lo comí enterito. Pude meterlo todo en la boca sin que me diera ninguna arcada. Aguanté quieta un momento y noté como se endurecía y crecía.

Lentamente fui retrocediendo mientras chupaba con fuerza (nunca lo había hecho así, pero algunas cosas había aprendido leyendo www.todorelatos.com). Cuando la retiré toda, me dediqué con, rápidos movimientos de la punta de la lengua, a repasar todo su glande. Esto no me hacía falta leerlo, sabía cómo le gustaba a Juan.

Juan se removía cada vez más, pero parecía seguir dormido. En uno de esos movimientos aproveché para desnudarlo de cintura para abajo… y yo también. Me puse encima de él pero en posición del 69.

Le planté mi sexo en su cara y no dudó ni un segundo. Su lengua resiguió mis labios hasta llegar al premio gordo. Su lengua vibró sobre mi clítoris, y yo imitándole repetí el movimiento en su glande. Nuestras respiraciones eran agitadas, nuestros cuerpos sudaban.

Uno de sus dedos acarició mis labios y, lentamente, muy lentamente, lo introdujo en mi sexo. Entro fácil, muy fácil, estaba húmeda, estaba dilatada, y necesitaba más. Juan lo notó y no dudó en añadir un segundo dedo y empezó a follarme con ellos.

Me había despistado, y llevaba unos instantes sin atenderlo a él. Como pude, distraída por su follada digital, volví a acercar mi boca a su sexo. Y me la comí toda, bueno toda no, hasta dónde pude. Mi boca subía y bajaba al ritmo de sus dedos. Cuando el aceleró, yo lo hice, cuando él bajó el ritmo, yo lo imité. Sus dedos salían completamente y acariciaban mis labios, mi boca abandonaba su pene y lamía su glande.

A continuación sus dedos se introdujeron lentamente y hasta el fondo. Yo no pude seguirlo, mi garganta era el tope. Nunca había podido tragarla, aunque hoy lo volví a intentar pero la sensación era demasiado desagradable. Él retiró lentamente sus dedos y yo me retiré de su pene.

Siempre nos ha gustado más el 69 al revés de cómo estábamos. Yo debajo y él encima. Así que no me sorprendió cuando me hizo dar la vuelta. Ahora si está despierto pensé.

Enseguida me puso su polla en mi boca y empezó un vaivén suave. Juan me follaba la boca pero despacio, sin introducir demasiado su pene en mi boca. Sabe que me dan arcadas. Por su parte, su lengua no descansaba y mi clítoris estaba al rojo. Mientras, dos, y a veces tres dedos, me follaban la vagina sin contemplaciones. No sé cómo estaba él, pero yo estaba muy caliente. Mi orgasmo se acercaba y entonces recordé el relato.

La protagonista no se limitaba a dejarse follar la boca o hacer una mamada. Su objetivo era hacer una garganta profunda hasta el final. Hasta el final de la polla de su amante. Hasta el final, bebiéndose toda la corrida.

Yo nunca había hecho algo así. Si pasaba de cierta profundidad, tenía arcadas y no eran agradables. Juan lo sabía y tenía tomada la medida y no se pasaba del límite. Tampoco había bebido nunca su leche. Alguna corrida parcial, escupiendo enseguida.

Yo nunca había hecho algo así y sin embargo, esa idea se había metido en mi cabeza. Cuanto más lo pensaba, más lo deseaba. Sin embargo, con la posición que tenía no podía hacer nada.

Su cuerpo aprisionaba el mío y me inmovilizada.  No podía subir mi cabeza para que entrara más, no podía usar mis manos para apretarlo dentro de mí. Y no había tiempo, la respiración de Juan estaba acelerada al máximo, sus embestidas, aunque prudentes en profundidad, llevaban un ritmo infernal.

Pero yo quería que me la metiera toda, hasta el final y él no lo iba a hacer. Me respetaba demasiado. Me conocía muy bien, o eso creía él. Así que iba a tener que conformar con un orgasmo que ya llegaba. Notaba como mi sexo palpitaba a punto de recibirlo. Juan seguía follándome la boca. Pero con cuidado de no sobrepasar los límites.

Entonces, ocurrió algo. Su pierna derecha estaba muy cerca del borde del colchón y con tanto movimiento, su rodilla resbaló. Casi resbala del todo. Y si lo hubiera hecho, habría caído sobre mí y su sexo habría entrado hasta el final en mi boca. Pero no ocurrió, Juan reaccionó a tiempo y subió la rodilla a la cama. Su sexo se había introducido un poco más de la cuenta y lo tuve claro: quería más, quería toda su polla dentro de mí. Ya no era su sexo, no era su pene, era su POLLA, y la necesitaba.

Y entonces hice lo impensable.

No fue sólo por el calentón de toda la semana, aunque si en parte. No fue por cumplir su fantasía, aunque un poquito había. Fue sobre todo por mí. Porque después de una semana dando vueltas en mi cabeza, aquel relato ya era mío, ya era mi fantasía.

Y para hacerla realidad, solo tuve que voluntariamente y con premeditación golpear su rodilla y desequilibrarlo. Su cuerpo cayó sobre el mío, y su polla se clavó en mi boca atravesando mi garganta, que preparada como estaba a lo que le venía, reaccionó bien. Abriéndose para dejar paso.

Fue demasiado para ambos.

Juan se corrió inmediatamente. Tal como me dijo más tarde, la sensación de traspasar los límites, el roce, la sorpresa pudieron con él. Y se corrió más allá de mi garganta que dejo paso a su corrida directa a mi estómago.

No se corrió sólo, yo me corrí a la vez. Mientras su corrida bajaba a mi estómago, tuve el orgasmo más intenso hasta aquél día. Fue una corrida larga e intensa. Larga como los días de calentura que llevaba por culpa de aquel relato erótico de www.todorelatos.com. Intensa por la acumulación de deseo durante esos días.

Mi orgasmo, aunque largo terminó y necesité coger aire pero no podía. Su polla seguía en mi garganta. Juan que como yo, había perdido el mundo de vista por unos segundos, reaccionó y se retiró mientras no paraba de disculparse.

-        Perdona cariño he perdido el equilibrio. ¿estás bien?

Yo sólo podía toser y aun así sonreír. El me miraba sin entender nada. Pobrecillo, se le veía preocupado por un posible enfado mío y yo sonriendo y con cara de felicidad. Para que no hubiera dudas, me agaché y volví a meter su pene, ahora más pequeño en mi boca. Lo limpié a conciencia y sólo cuando estaba impoluto lo dejé ir.

Me puse entre sus brazos y dejé abrazar. Antes que nos diéramos cuenta los dos dormíamos.

Algunas horas más tarde, tras llamar ambos a nuestros trabajos excusándonos con una enfermedad inventada, seguíamos en la cama. Agotados tras una nueva sesión de sexo, ahora más pausado, más amoroso; lleno de besos y caricias. El resto del día lo pasamos encerrados en casa juntos. Besándonos como dos tortolitos y con una última sesión de amor (que no de sexo) antes de dormir.

Descubrir, por accidente, ese íntimo secreto de mi marido, fue el principio del cambio en mi vida sexual y también de pareja. Tras ese primer secreto, vinieron otros. Algunos suyos pero  también algunos míos. Y cada nueva revelación nos llevó, a veces, a disfrutar nueva aventura sexual y otras “sólo” a amarnos más.

Así que, gracias www.todorelatos.com y hasta la próxima.