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Celebrando el ascenso

en Zoofilia

CELEBRANDO EL ASCENSO CON RUFUS.

Carmen se dirigía como cada tarde a su casa desde el trabajo, hoy había decidido como muchos días hacer el trayecto a su casa andando, hacía una tarde magnífica, no hacía frío y se encontraba exultante, acababa de firmar el contrato de su vida, había conseguido que el banco le concediera a su empresa un crédito que le permitiría expandirse por América y Asia, y ella iba a ser la jefa de esta expansión por todo el mundo, lo que significaba abandonar España, pero esto no le importaba, ya que no tenía ni novio ni familia, solo un perro que se iría con ella a Nueva York donde estaría su nuevo hogar.

Paró en un supermercado que estaba abierto y compró una botella de cava y unos pasteles, esta noche se lo pensaba pasar bien. Carmen era una mujer de treinta y tantos, con un cuerpo de lo más normal si excluimos su culo, magnífico, bien plantado, firme, fruto de muchos años de ejercicio, su pecho era normal, pequeños dirían algunos, pero a ella le encantaban.

—Rufus, ven aquí, bonito—llamaba Carmen a su perro. Este era un perro salchicha marrón, de unos tres años, era un regalo de su padre poco antes de morir, y ella a pesar que al principio no le había hecho mucha gracia, le había cogido cariño. Este apareció moviendo su alargado cuerpo, y haciendo unos sonidos que no pueden ser llamados ladridos, y se acercó a su ama que cogió una galleta de una caja al lado de la puerta y se la dio.—Ha sido un día magnífico, en un mes nos vamos a Nueva York, pero ahora me voy a duchar—, dijo Carmen mientras cerraba la puerta con cerrojo,—hoy ya no salgo más—pensaba—me voy a dar un baño y a preparar la cena.

Encendió el calentador, y abrió el grifo del agua caliente hasta que esta salió hirviendo, luego reguló la temperatura hasta ponerla a su gusto y puso el tapón a la bañera, en cinco minutos ya estaba perfecta y comenzó a desnudarse, y se miró en el espejo, tocándose los pechos y bajando la mano derecha por el vientre hasta su vulva,—la verdad es que estoy bien buena— se dijo para sí misma con una risita, y se dirigió a la bañera introduciéndose en ella, el agua estaba ideal, se sentó en la bañera y echó la cabeza hacía atrás, mientras se acariciaba el cuerpo, —estoy más cachonda que una perra en celo— pensó, mientras continuaba acariciándose el cuerpo, con la mano derecha se acariciaba su vello púbico, buscando el pequeño botón del placer, como llamaba su primer amante al clítoris, estaba ya hinchado y es que estaba más caliente de lo que ella pensaba, comenzó a masturbarse, mientras se pellizcaba los pezones, el dedo corazón ya trabajaba a pleno rendimiento sobre el botoncito y pronto empezó a sentir los cosquilleos previos al orgasmo,—ah, ah, ah, ah, sigue, así más fuerte—se decía como si su dedo fuera el mejor amante del mundo, y empezó a introducirse el dedo corazón en el coño, comenzando el mete y saca, estaba muy cachonda, y en menos de cinco minutos alcanzó un orgasmo increíble, ahogando un grito sumergiendo la cabeza en la bañera.

Estuvo unos diez minutos en remojo en el agua, hasta que esta empezó a enfriarse y salió del baño, envolviéndose en un estupendo albornoz, se secó el pelo con una toalla y se la enrollo en la cabeza a modo de turbante, y así salió del baño camino de su dormitorio, bajó las persianas después de encender la luz, dejó caer al suelo el albornoz y se puso un vestido para estar en casa muy ancho y sin mangas, y se calzó unos chanclos, y se dirigió a la cocina a preparar la cena. Hizo una ensalada de gambas y un poco de verdura variada, y sacó la botella de cava del congelador—perfecto, cava fresquito para festejar el ascenso—, se dijo para si misma,—Rufus, ven bonito, ven— dijo mientras agitaba una caja del tamaño de las de los cereales para el desayuno, —¡a cenar!— y llenó un comedero canino con las croquetas de pollo que contenía el paquete, y le echo en otro recipiente un poco de agua, —vamos Rufus no seas perezoso— y dicho esto apareció el perrito moviendo la cola sabiendo que esta noche tocaba su plato preferido, —ahí tienes, que aproveche— y dicho esto se dirigió al salón a cenar, encendió la tele, para ver las noticias, —a ver que ha ocurrido en el mundo—, sintonizó la CNN en inglés, y es que se tenía que ir acostumbrando al idioma, —como siempre, asesinatos, robos, violaciones, catástrofes naturales, el deporte y el tiempo, como en todas las cadenas— se dijo mientras le metía mano a la ensalada, y tomaba un traguito de cava, —uhm, buenísimo, espero que el sueldo de Nueva York me de para beber champagne todos los días— se dijo entre risitas.

Viendo las noticias mientras cenaba la ensalada se bebió media botella de champagne, y estaba un poco achispada, eran más de las once y media de la noche, —pero y qué si mañana no tengo que ir a trabajar—, pensó, era Viernes y además su jefe le había dado dos semanas de vacaciones.

Cogió en mando y empezó a zapear, no había nada en la tele, así que decidió ir a la sección de videoclub de su canal por satélite, no veía nada que le interesará hasta que llegó al canal 69, el de las películas porno, nunca había comprado porno ni en un videoclub ni en el satélite, pero esta noche estaba cachonda y le apetecía darse un homenaje, fue viendo las distintas ofertas y se paró en una de zoofilia, nunca le había llamado la atención pero deseaba ver algo nuevo, la película se llamaba "Rebelión en la granja" como el clásico de Orwell, pasó poco más de cinco minutos hasta que la orden de compra llegó y empezó la película.

Se sentó en el sofá y comenzó a disfrutar de la película, al principio parecía una peli porno más, dos tíos se follan a una granjera en el gallinero, tenían unas pollas impresionantes, ella nunca había follado con un tío con la polla así de grande pero bueno, a la tía parecía que lo que le hacían le gustaba a pesar de estar sodomizándola uno y follándosela por el coño otro, después de más de quince minutos los dos tipos se corrieron en la cara de la granjera que cerraba los ojos, una vez aliviados los dos varones la granjera les limpio las pollas con la boca, y aquellos se fueron.

Carmen estaba ya desnuda se había quitado el vestido que tenía puesto desde que salió del baño, y se estaba tocando los pechos y el pubis. Notaba como estaba de húmeda con la excitación de la película , se levantó y fue desnuda a su habitación, de un cajón del armario extrajo un vibrador de un buen tamaño y se dirigió nuevamente al salón para seguir con la sesión de cine.

Cuando se acomodó pudo ver como la granjera de antes estaba sentada en un cubo y abierta de piernas y como un pequeño perrillo le estaba haciendo un lavado de almeja impresionante, los alaridos de la joven eran exagerados pero el perro continuaba con su trabajo con la lengua, la cámara se fijó en la polla del can, no muy grande pero ya erecta y colorada, después de un orgasmo que había sido continuo durante más de cinco minutos la joven agarró por los costados al perrillo y lo izó, comenzando a hacerle un mamada, el perro aullaba de placer conforme la joven le chupaba su pene, era algo raro para Carmen que sin embargo se empleaba a fondo con el vibrador en su humedecido coño, el perro no tardó mucho en correrse y en cuanto la joven sintió el primer chorro de lefa se sacó la polla de la boca y el perro la roció toda la cara con su corrida.

En ese mismo momento Carmen introducía el consolador hasta adentro de su coño y alcanzaba un orgasmo increíble, —Ahhhhhhhhhhh, uhmmmmmmmmm—, gimió a la vez que expulsaba gran cantidad de fluido de su vagina, era increíble parecía que se había orinado.

—Dios, ha sido increíble, creo que por fin he encontrado mi punto g,—se dijo poniendo la mano en el coño para no seguir manchando el sofá y se dirigió al baño donde en el water dejó que le coño le chorreara, y después orinó.

Rufus había seguido a su ama, y observaba como esta orinaba en el baño, Carmen también lo vio y enseguida se imaginó a su Rufus corriéndose en su cara, solo de pensar esto la calentó de nuevo.

—Por qué no, mi perro esta sano y va al veterinario cada quince días—, pensó mientras se levantaba y se acercaba a Rufus, que la miraba moviendo su colita, —ven Rufus, ven bonito—, lo llamaba mientras se dirigía de nuevo al salón donde la película continuaba, ahora era un pony el que estaba siendo masturbado por la granjera, era increíble tenía una polla que casi le llegaba al suelo.

Carmen puso una sábana en el sofá y se sentó en él, apoyando la espalda en uno de los reposa brazos y subiendo las piernas, estaba sentada con las piernas encima del sofá.

—Ven Rufus, bonito sube.

El perrillo subió al sofá pero no sabía lo que su ama quería que hiciese, Carmen se tocaba el coño e indicaba al perro que lo lamiera pero este no hacia caso, entonces recordó una leyenda urbana que circuló por España hacia unos años, en un programa de televisión que se dedicaba a dar sorpresas habían grabado como una chica se quedaba sola en casa y como esta en el baño conseguía que su perro la lamiera usando mermelada, se levantó y fue a la cocina cogiendo el tarro de mermelada de melocotón, volvió al sofá y después de colocarse como antes, metió la mano en el tarro de mermelada y se untó el coño con ella, se introdujo dos dedos en su coño que estaba muy húmedo y metió bien dentro la mermelada. El efecto fue inmediato, Rufus enseguida empezó a lamer el coño de su ama buscando el dulce, Carmen cuando parecía que el perro se iba a retirar añadía más mermelada, así estuvo un buen rato, hasta que empezó a tener otro orgasmo

—Así, bonito, sigue, ahhhhhhhh, ahhhhhhhh, sigue—, Carmen se estaba corriendo de nuevo, y a su perro ya no le hacía falta la mermelada para emplearse a fondo, era increíble como lamía, Carmen se deshacía de placer, estaba chorreando como nunca, la sábana estaba empapada y los orgasmos se sucedían sin que Rufus se apartara.

—Oh, no otro, otro, ahhhhhhhhhhh,— gemía una Carmen que veía como en la película la grajera era penetrada por el pony, por el culo. Al poco este se corrió sacando la polla del culo de la feliz granjera que tenía el culo enorme por donde salía una gran cantidad de lefa. Esto fue demasiado para Carmen que se volvía a correr, por sexta vez, en esa noche.

Rufus se apartó de su ama y esta a duras penas se reincorporó en el sofá y acarició a su perrito, —muy bien, has estado estupendo.

El sofá estaba empapado de sus jugos, y su coño rojo del continuo roce de la rugosa lengua de su nuevo amante.

Carmen vio que Rufus tenía la polla fuera, era roja, y nada despreciable para un perro de su tamaño. —Ven pequeño que ahora te toca a ti correrte—, y se acercó a su perro, echándose y agarrando la erecta polla de su can, comenzó a menearlo, y vio como se lubricaba con un líquido amarillento, después de un rato masturbando al perro, este tenía la polla en su máximo estado de erección, y entonces Carmen se decidió a hacerle una mamada a su amante.

Tenía un sabor raro, distinto a las pollas que había chupado hasta ahora, pero pronto se acostumbró, el perro estaba excitadísimo, y comenzó a hacer movimientos como si estuviera follando, no tardó mucho en correrse.

Carmen al notar el primer impacto de lefa contra su garganta se sacó la polla de la boca, regándola toda la cara con una gran cantidad de lefa perruna.

—Es increíble que un perro tan pequeño se corra de esa manera tan salvaje. Y se dirigió al baño donde se desnudó y se dispuso a ducharse, para quitarse todos los fluidos de su cuerpo.

Estaba agotada, y después de ducharse fue al salón donde Rufus dormitaba encima del sofá, sobre la sabana empapada con los líquidos de Carmen y los suyos propios. —Esta noche te mereces dormir en el sofá—, le dijo al perro, una Carmen a la que todavía le temblaban las piernas y le escocía el coño. Apagó la televisión donde la película había terminado, y se fue a acostar.

Esta noche soñó con nuevos amantes y sabía que a partir de ese día su vida no sería la misma, y no solo porque viajaría a Nueva York en breve.