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Amor de madre 02

en Amor filial

AMOR DE MADRE (02).

A la mañana siguiente los rayos del Sol que se colaban por la ventana de la habitación de Carolina despertaron a madre e hija que habían pasado la noche la una junto a la otra desnudas, después de haber tenido una experiencia inolvidable la noche anterior.

Carolina fue la primera en despertarse y se quedó mirando el cuerpo desnudo y paralizado de su hija. Tenía una cara bonita, y no era cuestión de amor de madre, María Dolores era objetivamente una mujer bonita. Una piel blanca, como el resto de su cuerpo una nariz chata que le daba un aire de misterio, unos pómulos levantados y que se sonrojaban fácilmente, y que anoche parecían dos tomates maduros debido a la excitación y la congestión que le produjeron los orgasmos que tuvo. Tenía el pelo negro, que contrastaba enormemente con la blancura de su piel, liso y corto, lo que le daba un aire de muchachilla traviesa. Sus orejas eran pequeñas, como las de su padre, en donde había dos pendientes de oro y brillante muy pequeños que nunca se quitaba.

María Dolores medía un metro setenta y cinco aproximadamente, y pesaría unos cincuenta y cinco kilos, por lo que podemos decir que era una chica delgada, algo que su madre tenía siempre muy presente, ya que si engordaba mucho su salud se resentiría. A pesar ser delgada tenía un cuerpo precioso, unos pechos hermosos del tamaño justo, coronados por dos pezones que permanecían calmados, rodeados de una aureola de color rosa oscuro, que contrastaban con el color blanco níveo de todo su cuerpo.

Su vientre era plano con un precioso ombligo. Las caderas se ensanchaban lo suficiente para crear un magnífico culo, que estaba algo flácido debido a la falta de ejercicio específico, pero que sin embargo era claro que pertenecía a un jovencita. Carolina lo había tocado innumerables veces, cuando la limpiaba o cuando la aseaba y siempre le había parecido que se parecía mucho a su culo de cuando era joven, ahora era más grande y poco cuidado. En medio de las dos piernas un pubis de pelo ensortijado y descuidado, que aún conservaba los restos de anoche.

Sus piernas eran largas y debido a su atrofia delgadas, aunque no tanto como cabría esperar ya que en el centro de rehabilitación hacen mucho hincapié en que los muchachos no pierdan mucha masa muscular.

—Buenos días mamá.

Carolina despertó de su ensoñación y dio los buenos días a su hija, y le dio un beso en los labios que fue de lo más natural.

—¿Qué tal has dormido, hija?.

—Muy bien—, dijo sonriendo María Dolores recordando la experiencia de la noche pasada.

Carolina se incorporó y se empezó a vestir delante de su hija. Solo se puso un vestido para estar en casa y se calzó con las zapatillas.

—Mamá, tengo que ir al baño.

Sin vestirla, Carolina cogió a su hija con cariño depositándola en la silla de ruedas y se dirigió al baño.

—A la de tres— dijo Carolina cuando fue a incorporar a su hija para sentarla en el inodoro.

—Una, dos y tres—, y levantándola de su silla la sentó en el water.

La orina empezó a caer enseguida con gran fuerza, y es que había estado toda la noche sin mear, y tenía la vejiga a reventar. Además de la orina expulsó gases en forma de sonoros pedos que siempre la avergonzaban, más cuando su madre estaba delante. Esta hizo una cosa que nunca había hecho delante de su hija, se desnudó y metiéndose en la bañera comenzó a orinar con fuerza acompañando a su hija con las ventosidades.

Las dos desnudas y haciendo sus necesidades se rieron de la ocurrencia de Carolina.

—Te apetece que nos bañemos juntas—, dijo Carolina una vez hubo terminado de mear a su hija, que la miraba con cara de perplejidad.

—Siiiiiii—, contestó entusiasmada, María Dolores, que debido a la emoción casi se cae del inodoro.

Carolina preparó el baño, con agua tibia y echó las sales que usaba para relajarse, cuando estuvo listo con cuidado cogió a su hija y la depositó con delicadeza en la bañera. Esta era una bañera grande, la cual la habían comprado cuando estaba todavía su marido vivo, en ella habían disfrutado mucho los dos.

Después de acomodar a su hija, Carolina se introdujo en la bañera de tal manera que la espalda de María Dolores descansaba en su pecho y se asentaba entre sus piernas, mientras ella con las piernas abiertas apoyaba su espalda en la pared de la bañera.

Las manos de Carolina comenzaron a tocar los hombros de su hija, deslizándose hasta sus pechos los cuales tocó sin ningún pudor. Pronto los pezones de su hija reaccionaron y se pusieron erectos, lo que aprovechó para pellizcarlos delicadamente, aunque su hija no tenía ninguna sensación en ellos, a ella le estaba empezando a gustar tocarle las tetas a su hija.

Sin embargo a pesar del placer que aquello le producía, deslizó ambas manos hasta el pubis sumergido de su hija, y comenzó a tocarla impúdicamente.

—Uhmm, Mamá, sigue, sigue, me gusta mucho lo que me haces.

Carolina no decía nada estaba atareada masturbando a su hija, mientras ella trataba de calmar la comezón que comenzaba a invadir su almeja.

Sus dedos se introducían en el virginal coño de María Dolores, que notaba como las paredes de su vagina se contraían debido a la estimulación del clítoris que su madre le hacía a la vez que introducía los dedos en su interior. Notaba como el orgasmo se aproximaba y como la sensación de que se orinaba la invadía.

—Me corro, mamá, me corro, no pares.....ahhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhh.

María Dolores disfrutaba de orgasmos encadenados mientras su madre no dejaba de excitarla frotándole su hinchado clítoris. Carolina notaba como el coño de su hija se contraía con cada orgasmo y como esta estaba disfrutando gracias a ella.

La situación de estar masturbando a su hija, de lo prohibido, había excitado sobremanera a Carolina que frotaba su peludo coño contra la insensible espalda de su hija, que no notaba que su madre al igual que ella estaba a punto de correrse.

—Hija me corro, me corro yo también, ya no puedo más, ahhhhhhhh, ahhhhhhh, Dios.

El orgasmo de Carolina fue espectacular, notaba como las paredes de su vagina se contraían, a la vez que su hija explotaba en un nuevo orgasmo debido a la presión que ejercía sobre su clítoris. Se corrieron a la vez, fue algo increíble y agotador, las dos jadeaban después del esfuerzo que habían realizado.

Los dedos de Carolina jugueteaban con el pelo púbico de su hija enrollándole en los dedos, dando pequeños tironcitos. A ella le encantaba que Carlos le hiciera esto después de follar. Él después de correrse se echaba a un lado y con la mano comenzaba a acariciarla hasta que llegaba a su pubis y allí se entretenía jugando con su ensortijado pelo, en muchas ocasiones lograba excitarla de nuevo y acababan echando un segundo polvo o haciéndole una mamada que acababa inevitablemente con la corrida vertiéndose por su generoso pecho.

La cabeza de María Dolores reposaba en el hombro de su madre, con los ojos cerrados y recuperando la respiración después de un esfuerzo tan grande. Ella no notaba que su madre jugueteaba con su pelo, debía tocarla directamente en el clítoris para que ella experimentara alguna sensación.

El agua comenzaba a enfriarse y aunque María Dolores no lo notaba su madre sí, y esta decidió dar por concluido el "baño".

Salió de la bañera con cuidado de que su hija quedase segura en la bañera mientras ella se secaba ante la atenta mirada de María Dolores, que la miraba con deleite mientras Carolina se entretenía más de la cuenta en secarse para que su hija, y por qué no decirlo, ella disfrutaran. Una vez seca se puso el vestido de estar en casa y con cuidado sacó a su hija de la bañera y la sentó con delicadeza en la taza del inodoro, donde la envolvió con una toalla con la cual comenzó a secarla.

—¿Quieres que aprovechemos y te depile las axilas?—preguntó Carolina al tiempo que secaba los sobacos de su hija.

—Vale.

Carolina terminó de secar a su hija y la sentó en su silla de ruedas, y se fue a su habitación a por la depiladora eléctrica.

Con cuidado comenzó con la axila derecha, pasando repetidas veces el cabezal de la maquina por ella.

—¿Mamá?—dijo María Dolores mirando a su madre—, ¿cómo fue tu primera vez?.

Aquella pregunta sorprendió a Carolina que detuvo su labor durante un segundo, no esperaba que su hija le hiciese ese tipo de preguntas tan personales, pero después de lo que había a hecho con su ella, aquello no debía avergonzarle, y decidió contarle como fue su primera vez.

—Fue con tu padre, yo tenía 20 años y él 22. Antes no era como ahora, que las chicas empiezan muy pronto, yo era virgen y tenía la intención de seguir siéndolo hasta que me casara. Tu padre y yo llevábamos saliendo un año aproximadamente, y no habíamos pasado de los besos y algún que otro toqueteo, por encima de la ropa, yo era una chica decente—sonrió al pensar en que pensaría su marido si la viese allí con su hija.

—Lo cierto es que tu padre trataba de ir más allá pero yo no estaba segura, me daba un miedo atroz el dolor que podría sentir y apenas sabía nada sobre el sexo, bueno era lo normal hace 22 años —solo las chicas de vida licenciosa no llegan vírgenes al matrimonio— nos decía mi madre a mi hermana ya mí.

—Si nos viera ahora la abuela, ¿eh?.

—Le daría un infarto a la pobre— respondió pensando en lo que su madre le diría si la viera realmente en aquella situación.

—Bueno el caso es que yo quería a tu padre y sabía que él era el hombre con el que quería compartir el resto de mi vida, pero no estaba segura de si una vez que me hubiese entregado a él, me seguiría respetando.

—Yo te quiero.

—Me decía cuando yo me negaba a ir más lejos, y yo sabía que era cierto, pero debes comprender la educación que en aquella época recibíamos las mujeres.

—Que tonta eras, mamá, sonreía María Dolores.

—Ya hija, pero era lo que había.

Carolina terminó con la axila derecha y empezó con la misma delicadeza con la izquierda.

—El caso es que un fin de semana del mes de Mayo, mis padres y la tía Elena se fueron al pueblo a ver a mis abuelos, y me quedé sola, con la excusa de que debía preparar los exámenes finales de la Universidad. Yo ya había decidido que ese fin de semana iba a ser el momento.

—Que bonito mamá, lo hiciste con el hombre que querías.

—Si, la verdad es que lo hice con el mejor hombre con el que podía haberlo hecho—dijo con un tono de melancolía en la voz, recordando mejores tiempos pasados.

—Carlos, tu padre, vino a mi casa a cenar, yo estaba muy nerviosa porque estaba decidida, pero debía hacerme la dura. Durante la cena me tomé un par de copas de vino, algo inhabitual en mi, pero necesitaba un pequeño empujoncito para lanzarme.

Carolina terminó con la axila izquierda de su hija y después de ponerle bálsamo la llevó a su habitación donde la vistió con un vestido que se ponía cuando estaba en casa y no tenía intención de salir. Era una prenda algo desgastada pero que a María Dolores le gustaba mucho porque le quedaba muy holgado y no sudaba con él, a lo que ayudó también que su madre no le pusiese ropa interior.

Carolina sentó a su hija en la cama con cuidado apoyada contra el cabecero, sentándose ella a su lado, tomando la mano para seguir contándole como perdió la virginidad.

—Después de recoger la mesa nos sentamos en el sofá a ver la tele, daban una película muy mala, que no me acuerdo ni cual era, y como siempre que podíamos nos empezamos a besar apasionadamente.

—¿Besaba bien papá?

—Besaba estupendamente, sus labios hacían que se me erizara la piel y su lengua se movía con tal maestría que cada terminación nerviosa de mi boca se volvía hipersensible.

Carolina notó como los ojos de su hija se ponían vidriosos debido a la emoción, y la verdad que ella también notaba como las lágrimas se agolpaban en sus ojos, pero ninguna de las dos dijo nada, y durante un rato permanecieron en silencio, Carolina recordando los maravillosos momentos que pasó con su marido y María Dolores pensando en su padre del que apenas le quedaban recuerdos.

—El caso—continuó Carolina después de enjuagarse unas lágrimas que no pudo contener— es que tu padre no se rendía y mientras me besaba, con la mano izquierda acariciaba mis pechos por encima de la blusa que llevaba puesta, y entre beso y beso me decía cuanto me quería y lo bonita que era...

—Te quiero... te quiero mi amor.

—Yo también...

—Carlos—dijo Carolina separándose suavemente de su amante.

—Dime, cariño—respondió este sin apartar sus manos del delicioso pecho de su novia.

—Quiero...quiero...—dudaba sonrojándose Carolina incapaz de mirar a Carlos a los ojos—quiero que tú seas el primero. He estado esperando al hombre y el momento perfecto, y ahora estoy con el chico con el que quiero pasar el resto de mi vida, y este un momento perfecto —dijo Carolina casi sin respirar.

—Ahora que lo digo de nuevo en voz alta debió sonar muy cursi, pero fue de la manera que me salió. Había estado buscando las palabras adecuada todo el día pero no me salió de otra manera. Tú padre se quedó patidifuso, no sabía como reaccionar, ja, ja, ja, todavía recuerdo su cara de asombro ante lo que acababa de oír.

—La verdad que si suena un poco cursi, pero es muy bonito, mamá.—dijo María Dolores sonriendo —¿Qué dijo papá?.

—Como te he dicho se quedó parado, no sabía como reaccionar y yo no sabía que significaba aquello, pero enseguida reaccionó.

—¿Estás segura mi amor?, yo puedo esperar todo el tiempo que haga falta hasta que tú estés preparada —dijo Carlos limpiando una lágrima que corría por la mejilla de Carolina, a la que la emoción del momento la había superado.

—Sí —contestó ella levantando la vista y agarrando la mano que le acariciaba la mejilla y besándola con amor —si estoy preparada, pero por favor hazlo con delicadeza.

—Aquello último sobraba, tú padre sería incapaz de hacerme daño a propósito, pero yo estaba nerviosa y no sabía lo que me esperaba. Solo tenía alguna vaga idea de lo que había oído a alguna compañera de clase, o de lo que había leído a escondidas en la biblioteca.

—Te quiero mi amor. —Con suma delicadeza Carlos volvió a besar a Carolina pero esta vez en la mejilla, y luego en los párpados, en la frente y finalmente, los dos se fundieron en un profundo beso que hizo que el tiempo se paralizara, ninguno de los dos fue consciente del tiempo que había pasado, pudieron ser tres segundos o cien años, a ninguno de los dos les importó, no tenían ninguna prisa, y Carlos deseaba que para ella aquella fuera una experiencia muy placentera, no quería que nada saliera mal, y no deseaba por nada en este mundo hacerle daño a la mujer con la que él, también, deseaba envejecer.

—Tú padre me desabrochó la blusa y dejó al descubierto mi pecho cubierto con un bonito sujetador de encaje, yo no lo sabía entonces pero a tu padre, siempre le había encantado mi pecho, era con lo que más disfrutaba en nuestros juegos amorosos, y con lo que más disfrutaría cuando empezamos a mantener relaciones sexuales completas y, por qué no decirlo, su fascinación por mi pecho, a pesar de la fachada de imperturbabilidad que yo ofrecía a tú padre cuando él me lo tocaba, me proporcionaba oleadas de placer que me hacían cada vez más difícil decirle que se detuviera cuando la cosa empezaba a llegar al punto de no retorno.

—¡Qué crueldad, mamá!, pobre papá lo que debió sufrir, con tu mojigatería.

—Ahora que lo pienso, es verdad, el pobre me contó más adelante que cada vez que nos separábamos después de haber estado magreándonos le dolían los huevos como si se los hubieran pateado.

Aquello hizo sonreír a madre e hija, que se daban cuenta que estaban compartiendo no solo la experiencia de Carolina, sino que esta le estaba contando a su hija lo que más le gustaba a su padre, es como si la relación madre e hija, se hubiese ampliado, y hubiesen incorporado a ella a su padre, lo que hacía aún más excitante la situación que las dos estaban viviendo desde hacía tan solo unas horas.

Carlos observó con deleite aquellos pechos una vez librados de su cárcel de tela. Sus manos los tomaron con delicadeza, casi como si aquello no fuera más que un sueño que en el momento menos pensado se esfumaría ante su mirada.

—Eres preciosa, mi amor—dijo al tiempo que apretaba ligeramente ambas tetas para deleite de los dos —son perfectas, son las cosas más bonitas que he visto en vida.

—Yo no decía nada, estaba superexcitada, me encantaba que me tocara de esa manera, sin nada que se interpusiera entre los dos. Sus manos eran suaves y cálidas y a pesar de ello con cada toque se me erizaba la piel, los pezones estaban ya erectos y apuntando hacía arriba debido a la atención que le estaba prestando con su boca, los chupaba con deleite de la misma manera que un niño cuando mama. Sus dientes jugueteaban con ellos y parecía que iba a morderlos pero aplicaba la presión justa para que el dolor se transformara en placer, un placer increíble.

—Te quiero Carlos, te quiero— dijo ella excitadísima y pasando sus dedos por el rizado pelo de aquella cabeza que tenía a la altura del pecho, y que le proporcionaba tanto placer.

—Yo también te quiero—dijo Carlos olvidando por un instante aquel maravilloso pecho, para alzar la cabeza y besar apasionadamente a una Carolina que notaba como su entrepierna se estaba humedeciendo, notaba como su coño le ardía de la misma manera que muchas veces antes, cuando él la magreaba y no llegaban más allá, y debía aliviarse, después encerrada en su cuarto ella sola pensando en él.

—Estaba más cachonda que nunca en mi vida, no creo que jamás haya estado en un estado de excitación semejante, si tú padre hubiese seguido besándome y lamiéndome los pechos estoy segura que no habría podido evitar correrme. Tú padre deslizó sus manos por mis caderas y desabrochó la cremallera que impedía que mi falda cayese al suelo. Yo me eché en el sofá y cerré los ojos emocionada por lo que estaba a punto de ocurrir, tu padre sería el primer hombre que vería mi pubis.

—Te quiero mi amor, te quiero— decía al tiempo que con delicadeza deslizaba la falda a lo largo de las piernas de su novia, mientras que admirando su blancura. Ante él aparecieron unas bragas de encaje a juego con el sujetador, estaba claro que Carolina había cuidado ese tipo de detalles, al igual que se había depilado las piernas antes de la cena.

—Cuando tu padre terminó de quitarme la falda, me sentí totalmente indefensa, allí echada en el sofá delante de un hombre solo con unas bragas puestas que cubrían mi coño, pero no dije nada estaba decidida a entregarme a tu padre y llegaría hasta el final, ya no había vuelta atrás.

Carlos se quedó admirando el tesoro del que ya solo le separaba un fina capa de tela, estaba emocionado por lo que aquella noche iba a suceder. Él no era ni mucho menos virgen, se había estrenado hacía unos años con una amiga de la infancia, había sido un desastre, pero fue puliendo su técnica y calmando su fervor inicial y se convirtió en un buen amante.

Posó sus manos en las caderas de Carolina y comenzó a quitarle las bragas haciéndolas deslizarse a lo largo de sus piernas.

—Carlos, por favor hazlo con cuidado –le pedía una, a pesar de su excitación, asustada Carolina que sabía que ya no había vuelta atrás.

—No te preocupes mi amor —le respondió él al tiempo que se inclinaba y besaba cono cariño el ombligo de su novia.

—Notaba como la respiración de tú padre se aceleraba al besarme, notaba como el aire de su nariz se estrellaba contra el inicio de mi vello púbico, en fin notaba la excitación de tu padre a pesar de que mantenía los ojos cerrados. Por fin tu padre derribó la última barrera que cubría mi desnudez y me mostré tal y como Dios me trajo al mundo, estaba excitadísima temía que tú padre viera la humedad en mi coño, y me considerara una cualquiera, pero tu padre fue un caballero desde el primer momento.

—Eres preciosa, mi amor.

—Aquellas palabras me tranquilizaron y abrí los ojos para encontrarme con los de tu padre que me miraban con deseo pero también con amor, aquello eliminó cualquier temor que tuviese, y en ese momento supe que la decisión que había tomado era la acertada, iba a compartir algo muy especial con una persona que me quería y que deseaba pasar su vida conmigo.

—Y ¿qué hizo papá?— preguntó María Dolores.

—Me besó en los labios a la vez que con las manos apretaba mis pechos. Se quitó la camisa que llevaba y nuestros pechos se tocaron desnudos por primera vez, notaba su calor y él notaba el mío, estábamos los dos muy excitados, eso era obvió ya para cualquiera, y yo ya no tenía miedo de que él lo notara, me dejé llevar a partir de ese momento. Por primera vez, muy tímidamente empecé a acariciar a tu padre, primero su espalda y luego con indecisión comencé a descender hacía su trasero que aún cubría un vaquero.

—¿Cómo tenía el culo papá? —preguntó una cada vez más desinhibida y excitada Carolina.

—Para mi ere el mejor culo del mundo, aunque no te puedo comparar con otros culos, ja, ja, ja.

Carlos se incorporó y sin dejar de mirar a Carolina se desabrochó el pantalón, y empezó y lo dejó caer. Solo el calzoncillo los separaba ya de estar los dos totalmente desnudos. Entre las piernas su polla ya estaba en su esplendor, una mancha en el calzoncillo anunciaba el nivel de excitación al que había llegado con los preliminares. Carolina tímidamente primero y con más decisión después empezó a acariciar por encima de la tela aquel trozo de carne que le parecía imposible que cupiese en ella.

—Es..., es muy grande.

—No te preocupes mi amor iré despacio.

Carlos se quitó la última barrera que los separaba y los dos quedaron totalmente desnudos.

—La polla de tu padre, era enorme, por lo menos eso me pareció a mi, debo reconocer que a pesar del temor que sentía, verla así en todo su esplendor con la cabeza sobresaliéndole del prepucio, roja como un tomate y mojada, me excitó sobremanera, y con impericia comencé a tocarla.

—Con cuidado cariño, más despacio, o me harás terminar antes de tiempo.

—Lo siento —dijo Carolina apartado su mano avergonzada por su inexperiencia.

Aquello no le importo a Carlos que se inclinó sobre su novia y comenzó a besarla de nuevo los pechos, aunque más que besar los devoraba con ansia como si quisiera introducirlos totalmente en su boca. Carolina tenía los pezones duros como la piedra y la excitación los había hecho extremadamente sensibles.

—Tu padre fue bajando despacio por todo mi cuerpo hasta que llegó a mi pubis.

—¿Qué...qué vas hacer?.

—Él no dijo nada y empezó a lamerme el coño, fue increíble, apartó los pelos y los labios y con la lengua empezó a lamer la humedad que desprendía, yo estaba avergonzada, y algo asqueada. Yo había oído hablar de aquello pero pensé que aquello no lo hacían las personas decentes, pero era maravilloso, la lengua de tu padre empezó a dar lametones sobre mi clítoris, y poco tardé en correrme, mi coño se inundó.

—Ahhhhhh, ahhhh, me corro, me corro, ya no puedo más, para, por favor, ahhhhh, ahhhhhhhhhhhh.

—Los fluidos brotaron de mi interior como si me orinase, tu padre no desaprovechó nada y lo engulló como el más dulce de los elixires. Yo estaba jadeando debido al orgasmo que había experimentado, el mejor de mi vida hasta entonces.

Sin dejar que se recuperase de su orgasmo Carlos empezó a masturbar a Carolina introduciendo dos dedos en su húmedo coño, que los engulleron como si nada.

—Mi amor, mi amor, ha sido maravilloso, ahhh, ahhhhhhh.

Carlos no decía nada, estaba centrado en proporcionar placer a su compañera, no había otra cosa en este mundo que pudiese ahora desviarlo de su objetivo.

—Yo alcé la cabeza, sobreponiéndome al placer que tu padre me proporcionaba y pude ver como la polla de tu padre había crecido más aún, yo no sabía como aquel monstruo, por lo menos eso me pareció a mí en aquel momento, podría entrar por mi cerrado coño, pero yo ya no me preocupaba por eso, yo lo único que quería es que tu padre me tomara, que me hiciera mujer de una vez por todas.

—Carlos, fóllame, ya no aguanto más.

—No me creía que aquellas palabras hubiesen salido de mi boca, y tu padre me miró sorprendido pero a la vez complacido.

Carlos dejó de masturbar a Carolina que ya estaba más que lista para ser desvirgada, su coño estaba encharcado y su nivel de excitación era tal que su recato y pudor habitual habían dejado paso a una mujer deseosa de ser penetrada.

Con decisión aproximó su polla inhiesta a la pequeña y húmeda abertura que tenía ante sí.

—Estás lista, mi amor.

—Si, adelante, ya no puedo más —respondió Carolina al tiempo que con su mano derecha se tocaba su clítoris excitándose aún más.

Carlos acercó su polla al coño de Carolina e introdujo la cabeza de esta, sin ninguna dificultad. El soltó su polla y apoyó sus manos a los lados de Carolina, que estaba a la expectativa. Continuó introduciendo poco a poco su miembro en el interior de la húmeda cueva de su novia, hasta que está ofreció resistencia.

—Tu padre se movió ligeramente adelante y atrás para que me acostumbrara a su polla, aunque lo cierto es que no hacía falta, mi coño estaba tan húmedo y caliente que no sentía ninguna incomodidad por tener aquel trozo de carne en mi interior, y sí una extraña sensación que no sabría describirte con exactitud, pero que era de plenitud, de sentirme llena, de que aquello que se introducía en mi interior era una parte de mi y no un cuerpo extraño.

María Dolores permanecía callada ante el relato de su madre, no quería romper el clima que se había creado, pero lo cierto es que se estaba excitando y notaba como le ardía su coño.

—Ahora a lo mejor sientes un poco de dolor, pero será pasajero y luego volverás a sentir placer.

Carolina asintió, con algo de tensión pero deseosa de que Carlos la penetrase del todo.

—Allá va —y de un empujón seco Carlos rompió el himen de su novia.

—Ahhhhhhhhhhhh, que daño, Dios, como escuece —aulló Carolina al tiempo que encorvaba su espalda por el dolor que sentía.

—Fue como si se abriese una herida que no ha terminado de cicatrizar del todo, noté como la piel se retiraba y como los músculos tiraba de ella hacia los lados. Sin embargo el dolor pasó pronto.

Carlos se inclinó con la polla introducida hasta el fondo en el interior de su novia, notando como los pelos de sus entrepiernas se fundían, y la besó en los labios, no fue un beso lujurioso sino amoroso, casi paternal, como cuando de pequeña te hacías una herida y tu madre te la besaba para que se curara antes.

La tensión del cuerpo de Carolina fue cediendo a la par que el dolor desaparecía, notaba la polla de Carlos en su interior como se movía despacio, podía notar como esta latía en su interior.

—Pasados unos segundo, empezó a moverse rítmicamente, como un émbolo, casi sacando la polla de mi coño y volviéndola a introducirla ayudada por mi lubricación natural. Después de cuatro o cinco sacudidas, dejé de sentir incomodidad por la rotura de mi himen, y solo experimentaba sensaciones placenteras.

—Ahhh, ahhh, amor, me gusta, me gusta lo que me haces.

—Ahhh, ahh, si, si, a mi también —contestaba Carlos que estaba disfrutando del mejor sexo de su vida. Carlos mantenía un ritmo que variaba de vez en cuando, sus manos se centraron en el pecho de su novia que usaba sus piernas, alzadas desde hacía un rato, para abrazar a su amante por la cintura, haciendo que este la penetrara más profundamente.

—Fue increíble, notaba como la polla de tu padre me llegaba hasta dentro, notaba como mi coño la abrazaba y la acogía cálidamente, y como mi cuerpo se estremecía de placer ante sus movimientos.

—Ahhhhhhhhh, Dios, ahhhhhhh, ahhhhhhh, Carlos, me corro, me corro, ya no puedo másssssss, ahhhhhhh.

—Fue un orgasmo increíble, el primero que tenía haciendo en amor, porque aquello que hacíamos era el amor, era demostrarnos lo mucho que nos queríamos, no había nada sucio en ello.

Carlos siguió penetrando la Carolina que trataba de recuperarse del anterior orgasmo pero que no quería que aquello se acabara.

—Ahhhh, ahhhh, la noto en mi estómago, Dios, ahhhhh, ahhhhh, sigue, sigue no pares, ahhhh, ahhhh, Dios, me corro, me corro otra vez, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh.

—Los orgasmo se encadenaban uno detrás de otro, ya no tenía control sobre mi cuerpo que se estremecía cada vez que la polla de tu padre me penetraba, notaba como el clítoris se había salido de su capuchón y como cada roce era un estallido de placer para mi.

—Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, no puedo más, Dios, , ahhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhh, me corro, me corro, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh... .

Carlos eyaculó como nunca en su vida, parecía que se hubiese destapado una botella de champán en el interior de Carolina que sintió como era inundada, al tiempo que un nuevo orgasmo la asaltaba. Carlos se dejó caer encima de Carolina, y sus dos sudorosos cuerpos quedaron pegados. La cabeza de él descansando en el hombro de una agotada Carolina que acariciaba con ternura la cabeza de su novio, mientras notaba como la polla de este empezaba a encogerse en su interior.

—Estuvimos un rato así, sin decir nada, con los ojos cerrados concentrados en las sensaciones que el cuerpo del otro nos proporcionaban, hasta que Carlos levantó la cabeza, me miró a los ojos, y me besó con pasión, rompiendo entonces yo a llorar de emoción y de felicidad, sabía que no me había equivocado que me había entregado al hombre adecuado.

—Eres preciosa mi amor, y ha sido maravilloso.

—Si, ha sido..., ha sido increíble —contestó Carolina que notaba como el semen se deslizaba desde su vagina cuando Carlos sacó su polla, ya flácida de su interior.

Esta se levantó taponando la salida de su coño con la mano y se fue al baño donde en el bidé se limpió. Allí observó como el semen estaba mezclado con algo de sangre que confirmaba la pérdida de su virginidad, pero eso ya no le importaba.

—Cuando terminé de limpiarme volví al salón desnuda, ya no me daba vergüenza mostrarme así a tu padre, después de lo que habíamos hecho, y allí estaba él, sentado en el sillón, desnudo también, sudoroso y cansado cual Marte después de la batalla. Su polla había perdido la dureza de antes y se mostraba arrugada e inofensiva en la cual aún se apreciaban los restos de la batalla, y entonces hice un cosa que aún no me creo que hiciese.

Carolina se acercó a su amante que descansaba en el sillón, observando como Carolina, desnuda se aproximaba a él con un brillo de lujuria que jamás había visto en sus ojos. Se arrodilló delante de él y sin darle tiempo a reaccionar cogió su polla con los dedos índice y pulgar de la mando derecha y se la llevó a la boca, probando por primera vez el sabor de la polla de su marido.

—Carol... Carolina, no es necesario que hagas eso, mi amor.

—Pero yo quiero hacerlo —respondió esta alzando la mirada hasta cruzarla con la de él.

—Tu padre se relajó y yo le hice una mamada, la primera de mi vida, y se notaba por la torpeza con la que la hice, aunque él no se quejo. No tardó mucho su polla en recuperar la dureza de antes, pero yo seguí chupando y saboreando aquel trozo de carne que con el tiempo disfrutaría innumerables veces.

—Ahhh, ahhh, que bien, que bien lo haces amor.

Carlos estaba excitadísimo, notaba como su polla era engullida por la mujer a la que amaba y como su lengua jugueteaba con ella. Era algo increíble, nadie se la había chupado así antes, la mezcla de inexperiencia y ganas de complacer hacían de aquella mamada la mejor que le habían hecho y le haría nunca.

—Me voy a correr, me voy a correr.

—Yo aún no estaba preparada para que se corriera en mi boca, a pesar de haber saboreado la lefa mientras le hacía la felación a tu padre, así que saqué la polla de mi boca y no sabía que hacer. Pero tu padre cogió su polla y con unas cuantas vigorosas sacudidas derramó su simiente sobre mis pechos, su polla escupió tres o cuatro veces sobre ellos, mientras él restregaba su polla extendiendo la corrida por mis tetas.

—Uf, ha sido increíble, ha sido maravilloso, estoy agotado.

Carolina se incorporó con todo el pecho lleno de semen pero no le importó, se sentó al lado de su novio que le pasó un brazo por detrás de la cabeza y ella se recostó sobre él, se besaron apasionadamente y ya ninguno de los dos dijo nada más, se durmieron allí, en el salón desnudos abrazados el uno al otro hasta que la mañana los encontró allí.

CONTINUARÁ..... AQUILEXX.

Pd. Por favor comentad el relato, sirve para mejorar.