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Aquella vez en casting X

en Sexo Oral

El requisito fundamental era no eyacular en los tres días previos a la prueba. Debo confesar que los nervios y la excitación que sentía me lo pusieron muy difícil. Eva y yo decidimos no vernos hasta el día en cuestión para evitar tentaciones.

Una semana antes leía en una página web el siguiente anuncio: "se buscan parejas amateurs para rodar una película para adultos. Muy bien remunerado". El morbo que afloró en mis entrañas, y más abajo, fue instantáneo. Empecé a imaginar como mi niña y yo rodábamos ante varios extraños una tórrida escena porno dirigidos por un experto en la materia.

Llamé al teléfono que figuraba antes de proponérselo a Eva. Quería cerciorarme de la seriedad del asunto antes siquiera de planteárselo. Y al mismo tiempo la propia llamada me proporcionó una excitación impresionante. Me atendió una chica, de nombre María, que poseía una voz cálida y simpática. Enseguida captó mi inseguridad y me trató con la mayor de las dulzuras, potenciando el lado morboso del trabajo. Había intuido ese lado perverso de mis intenciones y con toda seguridad se imaginaba lo que yo hacía con mi mano derecha mientras conversábamos. Se trata de que los dos hagáis una prueba ante el director y un equipo técnico en la que follaréis en las posturas que él os pida, siempre con todo el respeto y respetando los límites que nosotros pusiéramos, me dijo. Ante mis inquisiciones relató como por ejemplo Eva se podría arrodillar ante mi y chuparme la polla despacito con mucho vicio, para luego yo devolverle los mimos y penetrarla a cuatro patas sobre una cama. Mis jadeos se hacían evidentes a esta altura de la conversación, a lo que ella respondió: nene, me encantaría hacerte yo misma esa paja y que te corrieras en mis manos pero tiene que ser en persona y después de hacer la prueba.

Ambos nos reímos y yo no pude más que aceptar, no traicionando su confianza con una corrida antes de tiempo. Intercambiamos nuestros datos y le prometí mandarle fotos de ambos (otro de los requisitos).

Aquella noche le conté a Eva con el mayor tacto la idea y para gran sorpresa mía le pareció una ocurrencia excelente. Necesitábamos dinero y a los dos nos provocaba un morbo inmenso aquella fantasía que enseguida nos propusimos hacer realidad. El sexo aquella noche fue una ola envolvente de lujuria desenfrenada que acabó con mi semen, sus flujos y nuestros sudores mezclados sobre nuestros cuerpos. Al día siguiente me puse en "ayunas". Hasta la semana siguiente no debía eyacular. Bastaban tres días, pero yo me autoimpuse ese período. A pesar de lo que podáis pensar nunca nos habíamos hecho fotos subidas de tono así que le mandé a María varias en la playa, en las que vestíamos bañador y bikini. Enseguida obtuvimos una respuesta no sólo afirmativa sino entusiasmada. No somos perfectos ni mucho menos, éramos el modelo de pareja corriente que buscaba la productora.

Yo soy muy alto, delgado, moreno, mantengo un cuerpo atractivo curtido en deportes de épocas anteriores y ella es líndísima, de cabello oscuro, largo; delgadita, pechos pequeños, culito redondito perfecto y largas piernas.

Nos citaron en un estudio ubicado en un chalet de Arturo Soria (Madrid). Yo fui vestido bastante informal, pero Eva se preocupó de arreglarse un poquito más. Se puso falda y medias, blusa y un jersey muy bonito de cuello vuelto. Se había maquillado para la ocasión; sombra de ojos, delineador, incluso brillo de labios (natural, nada excesivo). He de decir que estábamos sumamente nerviosos ante nuestra primera incursión en mundo como aquel. La casa tenía la misma pinta que pudiera tener un chalet cualquiera de la zona. Nunca adivinarías lo que se cuece en el interior. Llamamos al timbre y salió María en persona a recibirnos. Era una muchacha preciosa, de piel morena, alta, vestida con vaqueros y una camiseta sin mangas. No pude evitar fijarme detenidamente en ella, en sus curvas y su gran sonrisa ante la mirada vigilante de Eva, a quien yo ya le había contado mi escarceo telefónico provocando algunos celos inofensivos. Nos hizo pasar a un salón que funcionaba como sala de espera. Al otro lado de una puerta se cocía todo el asunto. No estábamos solos en aquella estancia. Un hombre de mediana edad leía el periódico con mucha atención. Llevaba gafas de sol y usaba una gorra. Parecía querer pasar inadvertido cuando en realidad conseguía todo lo contrario. Me fijé en que Eva lo observaba con detenimiento y una expresión asustada en el rostro. Parecía estar pensando en como huir de aquel lugar si alguna vez tuviera que interactuar con aquél espécimen.

Pasó mucho tiempo de espera. Mis manos sudaban y nuestras miradas se cruzaban nerviosas en un intento de apaciguarnos con leves guiños. Por fin se abrió la puerta del cuarto contiguo y apareció sonriente María para hacernos pasar. La habitación estaba mucho más iluminada de lo que me hubiera gustado, de lo que a mis nervios le hubieran gustado, llena de parafernalia de grabación: cámara, focos, reflectores… las persianas de la ventanas que daban a la calle estaban echadas y en la estancia había tres personas aparte de Eva y yo. El director (un tipo bajito con rostro olvidable), el encargado de los focos que también lo era del micrófono, y la propia María. Pensaba que ella se quedaría fuera, pero no, cerró la puerta tras de sí. Nos presentamos cortésmente y respondimos a algunas preguntas sobre nuestros gustos y límites. En contra de lo que se pueda pensar una escena porno está muy planificada de antemano, aunque esta en particular luego no sería tanto así.

El director le pidió a Eva que se quitara el jersey e hizo algunas pruebas de cámara con ella, quedando yo al margen. Ella sonreía tímida, pero poco a poco se deshacía de los nervios. Se quitó algunos botones de la blusa a petición de aquel hombre, mientras la rodeaba y la observaba atentamente a través de la cámara digital. María mientras tanto se había situado a mi lado, en un rincón y me guiñaba un ojo para tranquilizarme, al tiempo que pasaba su mano por mi espalda en un claro gesto de ánimo. Por fin el director decidió llamarme y me quedé de pie junto a la cama (único mobiliario de la habitación además de los trastos cinematográficos). Eva siguió sus instrucciones y se colocó de rodillas frente a mí. La luz directa de los focos iluminaba su rostro quedando su piel mucho más blanca de lo que ya era. Me bajó la cremallera y metió la mano para sacarme la polla. Se encontró con mi flacidez. Los nervios eran mayores de lo que yo creía y no conseguía concentrarme. No pasa nada, es normal, dijeron. Eva se metió con facilidad todo mi pene en la boca y me lo chupó con suavidad, con mucho mimo, como tantas otras veces en que yo le decía que estaba agotado y ella exigía una nueva ración de sexo. Al contrario que en aquellas ocasiones no se me ponía dura. Me gustaba sí, me encantaba la humedad de su boca empapando mi nabo, pero no se me ponía tiesa como yo quería. Intentó pajearme, y luego lo intenté yo mismo, pero no hubo caso. El director empezó a ponerse nervioso y yo más aún. En ese momento María intervino y con gran ternura le preguntó a Eva si le importaba que nos diera su ayuda. Eva titubeó por un instante, pero al ver mi cara de preocupación y ya puesta en aquella situación terminó por ceder enseguida. María hizo gala de sus "artes", que yo hasta entonces no conocía. Acarició mi pene con suavidad ante Eva, aún de rodillas. Metió la otra mano bajo mi camiseta y acarició mi pecho y los pezones. Empecé a reaccionar tímidamente. Agarró con seguridad mi falo y comenzó a masturbarme con delicadeza. El placer que sentía era exquisito y ver como otra mujer me la meneaba ante la atenta mirada de mi novia me colmaba de excitación. Cuando ya la tenía bastante dura María la sujetó y se la ofreció a Eva, como quien ofrece un helado. Contestó de inmediato chupando toda la punta de mi polla y alcanzando prácticamente los dedos de María. La mezcla era perfecta y ahí sí ya estaba perfectamente entonado. El director imaginó sobre la marcha una nueva escena y propuso que los tres participáramos, las dos mujeres y yo. Me pareció una excelente idea pero no lo mencioné enseguida, esperando a la reacción de Eva. Las dos chicas se miraron y acabaron de rodillas frente a la cámara compartiendo mi polla. La lamían alternativamente e incluso chupando al mismo tiempo. Yo contemplaba el plano en un pequeño monitor situado a escasos metros desde una perspectiva diferente, como si fuera una peli porno (de hecho lo era). Veía y sentía al mismo tiempo la lengua de mi nena surcar mi glande y los labios delicados de María besar mis huevos. Primero una se la metía bien al fondo de su boca y la sacaba llena de saliva para que la otra tomara el relevo y succionara con pasión mi rabo. Lo sentía a punto de explotar. Los días de abstinencia habían acumulado una gran tensión sexual reprimida y la cabecita de mi polla púrpura y dura como una piedra indicaban que estaba a punto de correrme.

Todo ocurrió muy rápido, no hubo tiempo de recular. Eva se apartó sorprendida para evitar que la salpicara a pesar de comprometerse a recibir mi corrida en la cara, pero María con oficio, para no arruinar la escena se hizo con el control y terminó de sacudir mi polla para recibir varios chorros de esperma caliente en su boca y sobre su cara. No reprimí mis gemidos y sobresaltos al notar ese torrente de placer salir de mi y ver como se derramaba toda mi leche sobre sus mejillas, labios y cuello. María siguió chupando mi polla, muy profesional, como una verdadera actriz (en realidad lo era y entonces no lo sabíamos). Me temblaban las piernas y tuve que sentarme en la cama. Eva me miraba medio sorprendida medio comprensiva. Apenas habíamos empezado y acababa de correrme de lo lindo.

A esto siguió un gran enfado del director porque éramos unos ineptos, poco profesionales que no teníamos idea de nada y que le hacíamos perder el tiempo. Poco a poco se fue calmando, probablemente porque se le estaba ocurriendo una nueva idea.

Consistía en que Eva participase en un bukakke que tendría lugar un rato después. Esto consiste en un grupo de hombres que se turnan para eyacular sobre una mujer. La actriz principal sería María, pero quedaría muy bien un rostro bonito como el de Eva, dijo el director, y además al no cumplir con lo pactado no pensaba pagarnos nada si nos negábamos. En este momento podríamos habernos ido y la cosa hubiera quedado en una fantasía cumplida, un recuerdo morboso del que reírnos y ya, pero Eva –muy calmada y decidida- dijo que lo haría. No me hizo ni puta gracia. Discutimos, pero ella me ganó con nuestro lema "es sólo sexo, el amor queda entre nosotros" (algún día os contaré de nuestros arreglos de pareja). Podía irme si quería o quedarme y participar (o mirar sólo). Me quedé, y además conseguimos que nos pagaran el doble de lo prometido.

Una hora después la habitación estaba repleta de gente. Además de los cinco ya presentes se sumaron ocho hombres y una mujer (novia de uno de ellos que venía a mirar). Eran tipos de lo más dispares: jovencitos y maduros, altos, bajos, gorditos y delgados, peludos y no peludos. Todos venían pagando, lo que reforzaba la condición de puta de mi novia. Se había dispuesto un plástico en el suelo para no salpicar y las dos mujeres "objeto" del bukakke estaban desnudas en mitad del círculo formado por ellos. Todos se habían sorprendido de la presencia de Eva y le decían piropos y guarradas a partes iguales. Nadie sabía que yo era el novio. El rol de las dos chicas debía ser totalmente sumiso, "como putitas sedientas de leche", dijo el dire. María tomó bajo su tutela a Eva y le recogió el pelo con una goma del pelo después de hacerlo ella misma. Eran profesora y alumna, experta y novata. Se notaba en todos sus movimientos, su actitud. Eva me miró fijamente por última vez antes de que empezara la sesión y me guiñó un ojo cómplice, un "te quiero". Uno de los hombres esparció aceite de masajes sobre los cuerpos de las dos chicas y rápidamente todos tomaron posiciones para manosearlas. La mayoría de las manos se deslizaban por el cuerpo de María, más turgente y sinuoso, labrado y varias batallas. Pero otras se decidieron por Eva, ansiosas de carne nueva. Sus propietarios resultaron ser los que tenían la lengua más larga y le dedicaban todo tipo de guarradas. Ella prácticamente inmóvil mientras una mano amasaba sus pequeños pechos –"mmmmm… que ricas estas tetitas de niña"-, con la otra todos se pajeaban. "qué buena estás zorra", decía otro mientras sobaba su coño. Una tercera mano hurgaba entre sus nalgas y su dueño se relamía diciendo "cómo te petaba el culo, putita". Eva cerraba los ojos y los dejaba hacer. María, mucho más experta, tenía ocupada cada mano con una polla mientras los hombres sobaban sus partes íntimas. Yo contemplaba la escena con estupor primero y luego con un principio de excitación. Tantas manos sobre el cuerpo de Eva, esas guarradas en homenaje a su cuerpo me estaban poniendo cachondo, no lo podía creer.

"De rodillas", dijo el director. Y ambas obedecieron la orden y se echaron al suelo, sobre sendos cojines. María acarició a Eva y la besó. Ese beso sirvió de bálsamo para poder tener cierta tranquilidad y sentirse cómoda. Se notó en cómo mi niña afrontó lo siguiente. Vio como María tomaba un pene bien grande de entre los varios que se arremolinaban a su alrededor y se lo llevó sin más preámbulo a la boca para comenzar a chuparlo con ganas. Uno dirigió su polla hacia la boquita de mi novia y ella aceptó lamiendo tímidamente la punta y luego con más decisión todo el tronco de su rabo. Usaba la misma técnica que conmigo, cerraba los ojos y se concentraba en las sensaciones que regalaba con su lengua. Con la izquierda pajeaba la polla del extraño y chupaba todo el capullo con esmero, derrochando saliva. Me encontré pajeándome ante la escena, las dos mujeres comiendo rabos sin parar, cambiando de uno a otro.

Eva notó que el que tenía entra manos se iba a correr. Miró de reojo a María para ver lo que ella hacía, pero en su lugar se encontró con las directrices del jefe. "Abre la boca y que se corra ahí". Eva ofreció su boca abierta de par en par, ojos cerrados, al desconocido y este se pajeó a toda velocidad para terminar echándole hasta tres chorros de semen, casi todos acertando dentro (algunos restos resbalando por la comisura de sus labios). Pobrecita casi se atraganta, pero aguantó lo suficiente para echarlo en un bol de cristal destinado a almacenar toda la lefa. La primera corrida pareció subir la calentura general y otro de los hombres se derramó profusamente sobre las grandes tetas de María. Ella misma le terminó la paja. Levantó la vista y me pilló pajeándome junto a ella, mirándola. Me hizo un gesto para que me acercara y arrimó la carita a mi polla. Acaricié su rostro con ella y luego me la chupó con pasión, profundamente. Casi me ahogo del gusto. Se metia y sacaba mi falo enhiesto de la boca y lo volvía a chupar ensalivándolo bien. No pude evitar poner mis manos sobre su cabeza y guiarla a más velocidad para follarme su boca prácticamente. Mientras veía como otro hombre se descargaba en grandes cantidades sobre la cara de mi novia, embardurnándola de leche. Tenía varios regueros de semen cruzando su cara. Quería limpiársela, pero el director se lo negó. Entonces vio como María me relamía la polla y me señaló diciendo "tú, quiero que me folles". Nadie podía identificarme como su novio, por lo que la sorpresa fue general. Comúnmente en estos encuentros no hay penetración vaginal. Obedecí inmediatamente, más cachondo que nunca. La puse de pie y la llevé contra una pared. La empujé violentamente y abrí sus piernas como si fuera policía y fuera a realizarle un cacheo. Me apoyé sobre ella y agarrándola de las caderas con ambas manos le hinqué mi rabo con ganas. Soltó un grito de placer. Su coño estaba empapado, ardiendo, deseoso de tenerme por fin dentro. Me puse a follarla a lo bestia, deseoso de rellenarla de esperma, como a un bollito de crema. Mis embestidas casi la levantaban del suelo, ella estaba de puntillas. "Síi, puta, así…que zorra eres, te voy a llenar de leche, putaaa", le decía mientras notaba como el orgasmo se apoderaba de ella. Oíamos coros de ánimo a nuestras espaldas, la cámara no perdía detalle y de reojo pude ver como María, de rodillas en el suelo cubierta de leche se masturbaba ansiosa. Aún tenía en la boca la polla de uno de los sementales que no tardó en llenarle el pelo, la oreja y la mejilla de lefa. Los demás estaban a nuestro alrededor, uno muy cerca pajeándose con violencia a punto de correrse. Finalmente lo hizo, rozando su polla contra el muslo en tensión de Eva y dejando allí un sendero de semen. Mi niña se estaba viniendo otra vez y yo notaba las contracciones de su coñito abrazando mi pene erecto. Me iba a correr. "Zorra, aquí viene tu lechita". "Ah sí, damela toda, por favor!!", dijo ella. El dire me pidió que lo hiciera fuera, que se viera, y esta vez le hice caso. Me aparté justo a tiempo para agarrar con fuerza la base de la polla y lanzar varios chorros de semen sobre el precioso culito de mi niña y su espalda, terminando de exprimir las últimas gotas al tiempo que las restregaba entre sus nalgas con mi rabo como pincel. Ella se quedó quieta en esa postura, inclinada sobre la pared, recuperando la respiración. Aún quedaba un último tio en correrse, y pretendía hacerlo sobre Eva, pero María se adelantó y cogió su polla entre sus manos para hacerlo terminar en segundos sobre el suelo.

Todo terminó en un aplauso y la gente vistiéndose.

M y E se fueron juntas a la ducha y como premio me dejaron ir con ellas.