miprimita.com

Asalto anal

en Textos de risa

Se aconseja leer hasta el final, es más, yo diría que en este caso es imprescindible jaja.

Estaba nervioso. Sudaba, jadeaba, tenía calor y a la vez frío. Me estaba preguntando como sería… ¿dolería?, ¿sería placentero? Opiniones me habían dado para todos los gustos, así que no sabía que esperar. Me sentía casi como en mi primera vez, me flaqueaban las rodillas y tenía unos nervios en el estómago… Bueno, al menos en esta ocasión no tendría que preocuparme por si le hacía daño a la otra persona, ¡ahora me lo harían a mí con total seguridad!

En la empresa me habían dicho que había de hacerlo si quería seguir trabajando, que era necesario para poder seguir estando a la altura de lo que se esperaba de mi. Tarde o temprano tenía que decidirme y al fin lo había hecho, allí estaba, dispuesto a todo.... ¿o no? Estaba subiéndome por las paredes de los nervios, las uñas hacía rato que habían desaparecido (misteriosamente) y por fin me había dado cuenta de que era un error haber ido, con lo que ya estaba a punto de irme cuando al fin me avisaron. Un tipo enorme venía a mi encuentro, me sonrió amablemente y me invitó a pasar a una salita.

Si os soy sincero no recuerdo nada de la sala, iba completamente acongojado ante las dimensiones de ese monstruo. Era bien parecido, alto, grande como un oso, de cabellos cortos, tez morena y ojos negros. Su mirada era agresiva y a la vez risueña, aproximadamente unos 45 años, o sea que ya debía tener experiencia en ello, pues según me habían comentado, era uno de los mejores profesionales que había… ¿profesional?, ¡ja! Hoy a quien te va a dar por culo (literalmente) ¡se le llama profesional!

- ¿Es tú primera vez? - Me preguntó con socarronería.

- Sí, le respondí asintiendo bruscamente, en un intento de parecer despreocupado.

- Bueno, pues trataremos de ir con cuidado para que te sea lo más leve posible, incluso hay gente a la que no le resulta nada desagradable la experiencia, así que tú relájate, ¿vale? Dame un minuto que ahora vuelvo, mientras ve quitándote la ropa, túmbate ahí y espérame, que voy a por el lubricante.

Aún temblando, comencé a desvestirme. Sí, ya me habían visto mil veces desnudo en los últimos meses, mas en un arranque de pudor, me puse un camisón que vi sobre una silla, el cual se habría por detrás, dejando expuesto mi culito para el feroz castigo que imaginaba que tendría lugar en aquella habitación.

Me recosté, respiré profundamente e intenté relajarme. ¡Joder!, me dije para mis adentros, ¡si a mucha gente le gustan estas prácticas, tampoco puede ser tan malo! Además, traté de recordarme, mi única fuente de ingresos dependía de ello y sino era capaz de hacerlo, entonces ya podía ir despidiéndome del dinero.

¡Dios!, que largos se me hicieron aquellos minutos. Traté de bromear conmigo mismo, diciéndome que al menos ahora yo no sería quien tuviera que llevar el control y podría abandonarme a las sensaciones… pero, ¿y si esas sensaciones eran dolorosas? Viendo que la paranoia volvía a empezar, traté de distraerme y comencé a pensar en mi primera vez. Aun recuerdo todas las sensaciones de cuando perdí la virginidad y desvirgué al mismo tiempo a una chica en la universidad, como, dentro de mi falta de experiencia, había tratado de ir con cuidado para no hacerle el más mínimo daño, pero plenamente consciente de que lo que nos esperaba tras ese primer pinchazo de dolor que pudiera sentir sería súper placentero… ¿pero mi puerta trasera?, ¿esa que siempre había sido única y exclusivamente de salida?… ¡Dios!, ¡quiero irme! Gritaba para mis adentros, se acabó, me voy, ¡no tengo porqué soportar esto!

Entre que me decidía y no, fue pasando el tiempo y cuando ya había adoptado la firme determinación de irme, apareció el oso nuevamente en la habitación. Cerró la puerta tras de sí y me volvió a sonreír, con una pizca de malicia en sus ojos, mostrándome sus manos. En la izquierda llevaba un bote con lubricante, y en la derecha una caja de condones. A partir de entonces decidí ocultar el rostro para no ver lo que se me avecinaba. Empecé a contar ovejitas... Sí, ya sé, no iba a dormir, pero joder, fue lo único que se me ocurrió, no me iba a poner a jugar con él a los chinos, no te jode. Al menos, no pillaría ninguna enfermedad, de lo malo era un consuelo, aunque para ser sinceros… no me servía de mucho en ese momento, bueno, ¡más bien no me servía de nada!

- ¿No deseas ver mi aparato?, me preguntó burlonamente.

- No, emmm, sino es necesario… casi preferiría no verlo. Le respondí en un susurro sin ser capaz de ocultar el pánico que empezaba a sentir.

- Bueno, ya verás como no es tan malo, incluso a muchos les gusta. Ya verás, tú simplemente relájate. - Me decía con esa voz profunda, pretendiendo tranquilizarme, aunque maldito si lo conseguía.

-Así todo será mucho más fácil… para ti. - Apuntilló, como advirtiéndome de que él tenía pensado pasárselo bien tanto si me gustaba como sino. Un momento después escuché sus preparativos. Noté como se quitaba alguna prenda, y como abría el frasquito del lubricante. Al instante sentí algo presionando contra mi agujero. 

- ¡Nooo joder, aquí viene!, Dios, se acabó el decir que siempre había sido de salida. – Me lamenté tristemente para mis adentros. 

El oso, como así lo llamaré, intentaba introducirme un dedo, intuyo que sería el pulgar por lo que le costó. Por cierto, creo que es el momento de decirlo. ¡Tenía las manos más grandes que he visto en mi vida! Los dedos eran rechonchos a más no poder, ufff lo que habría dado porque fuera una chica con uno de esos aparatitos especiales la que me lo metiera, con esos deditos finos y juguetones… Pero en fin, esto es lo que me había exigido la empresa, ¡todo sea por conservar el trabajo!, me exhorté para mis adentros.

Cuando el oso Notó que ya estaba empezando a dilatarse algo, escuché como sacaba el condón y procedía a enfundarlo en su misil tierra aire, pues así de grande debía ser su instrumento, aunque no puedo asegurarlo a ciencia cierta pues me negué repetidamente a abrir los ojos. Y por fin, tras unos segundos de incierta espera, sentí como arremetía violentamente contra mí.

-MmmMmmm – se me escapó sin poder controlarlo.

Sentí como me desgarraba por dentro, como empujaba con fuerza y como el oso jadeaba por el esfuerzo. Imaginé su cara… una cara de hijo de puta, de quien disfruta dando por culo a la gente, pero no iba a conseguir escucharme gritar… me lo había prometido a mi mismo.... este cabrón me jodería bien, ¡pero no oiría ni un solo quejido de mis labios!

- Empuja un poco, - me pidió jadeando. Empuja como si fueras a ir al baño.

En ese momento no pude evitarlo, sonreí ilusionado, pensé con inocencia que lo iba a dejar, que todo había acabado al fin, así que le hice caso, empujé con todas mis fuerzas pues sentía como si realmente tuviera ganas de defecar, pero ¡oh sorpresa! ocurrió lo impensable. ¡El hijodeputa arremetió con todo lo que le quedaba! y lo noté bien adentro, ¡vaya que si lo noté!

- ¡¡¡Hiiiiiiijoooooopuuuuutaaaaaaa!!! - pensé para mi, ¡de esta te acuerdas! Mi intestino ardía como nunca. Me sentía completamente invadido, ensartado como un conejo a la brasa, y solo me podía consolar prometiéndome que en cuanto pudiera me las pagaría, ya le daría yo, oh sí, ya le daría bien, ¡pero con saña!

Y a partir de entonces comenzó el calvario. Notaba como entraba y salía, como hacía círculos, como procuraba explorar todos los recovecos del hasta entonces virginal trasero.

Apreté los puños con fuerza y aguanté sus envestidas, prometiéndome que mis jefes también me las pagarían, comenzando a redactar mentalmente una lista lo más amplia posible de gente de la que me vengaría.

Al fin, tras 10 minutos de sufrimiento continuo, comencé a sentir como abandonaba lentamente su posición, dejando mi retaguardia completamente abierta y lubricada.

- Bien, ya puedes levantarte. Los resultados de la endoscopia te los enviaremos a tu casa, y si das tu autorización, otra copia al médico de empresa. Por lo visto en el escáner, vas a tener que operarte, la fístula está muy desarrollada así que te vamos a poner en lista de espera.

No era ninguna sorpresa en esos momentos para mí, solo era la confirmación y como las listas de espera son largas… ni me preocupé por ello en ese momento. Alcé la cabeza y entonces sí, vi ese maldito aparato, todavía con el condón puesto.

- ¿No los podían hacer más finos?, le pregunté aún mosqueado.

Me volví a vestir, y salí de allí completamente abierto de piernas, con una sensación extraña en mi pobre culo.

Dios mío, ahora que caigo, no estarías pensando que yo… ¿no, verdad?, ¿pensasteis que me había follao?, ¡Siempre pensando en lo mismo! ¡Joder, que soy hetero!

Valoraciones, críticas, comentarios e ideas serán bienvenidos.

Un saludo, ¡y hasta la próxima!