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El complejo de Edipo: Mi despertar sexual (2)

en Sexo Oral

Capítulo 2.

El fin de curso.

 

Durante las dos semanas siguientes, no se me iba de la cabeza la que había sido mi primera mamada. Con el vigor de la edad, me pajeaba tres , cuatro y en alguna ocasión hasta cinco veces al día (que tiempos aquellos, quien me devolviera la potencia de entonces) sin conseguir bajar por ello ni un pelo mi excitación, y al mínimo estímulo mi polla reaccionaba más rápido de lo que lo hacían en la mili ante la orden de ¡firmes!.

 

Así pues, recordando la magnífica predisposición de Susana, empecé a plantearme si sería capaz de convencerla para follar, pues quería perder mi virginidad con ella, sin embargo no se me ocurría como sugerírselo.

 

Para no perder el tiempo e ir ganando en una cierta experiencia, me acerqué un día a una farmacia donde nadie me conocía y me compré tres cajas de condones, de doce cada una, para poder practicar en casa tranquilamente como ponérmelos antes del momento ansiado. -¡Joder que vergüenza!, todo el mundo parecía mirarme, entre ellos una maldita jubilada que estaba observándome desaprobadoramente cuando me escuchó pedirle en voz baja los preservativos a la chica. ¡Hijas de puta, para lo que quieren bien que oyen! Joder, ¡como coño no iba a ponerme nervioso! Así pues salí de la farmacia tan rápido como pude sudando como un cerdo yruborizado hasta las orejas. Por ello, no es extraño que empezara a imaginarme que la gente con la que me cruzaba por la calle ¡necesariamente tenía que saber que llevaba condones en la mochila!. - Traté de tranquilizarme ante tal estupidez y forzándome a caminar despacio, fui disimulando lo mejor que pude hasta llegar a casa, poniéndoles la mejor de mis sonrisas a todo dios con el que me cruzaba, silbando distraídamente como hacían en las películas cuando veía a alguien quedarse observándome fijamente, preguntándose qué hostias haría un pazguato de 16 años mirándolos sin motivo, tratando de aparentar no haber roto nunca un plato.

 

-¡Dios y rediós!, - con el corazón en la boca llegué por fin a casa, subí las escaleras de tres en tres y me planté en mi habitación cerrando la puerta rápidamente con el cestillo, buscando tembloroso tan peligrosa mercancía. Me senté en una butaca, respiré profundamente y tras lograr tranquilizarme, saqué uno de los envoltorios y consulté el manual de instrucciones que me había descargado de internet.

 

 

Primero: No abrirlos con las uñas. Vale, bien, razonaba en la tranquilidad de mi cuarto. Aquí de coña que puedo usar ambas manos, pero si la tengo encima, de las dos manos nada, así que bueno, entonces con la boca.

Segundo: No usar los dientes para abrirlos. ¡Mierda!, entonces el plan A… cancelado, plan B... ponérmelo antes de empezar, y así no se me corta el rollo entre que lo cojo y no.

Tercero: usar solo en el momento del coito. ¡Joder!, está visto que hoy no es mi día. Plan C, usar ambas manos ¡y a tomar por culo!.

 

En fin, me acosté desnudo en la cama y recordé la ocasión en que mi verga se había frotado directamente contra el conejito de mi ninfa. En un visto y no visto se me levantó como un resorte al pensar que ella me susurraba al oído ¡fir…méeees! ¡har!.

 

Abrí el embase y procedí a examinar el condón. Rápidamente identifiqué el depósito y sujetándolo con cuidado entre los dedos, procedí con calma a intentar enfundármela en semejante envoltorio. -¡Coño!, pues tampoco es tan difícil, pensé complacido. Tan jodío que me lo pintaban y ahí está, ¡colocado perfectamente a la primera!. Excitado imaginándome que me lo había puesto para follar con Susana me pajeé frenéticamente y observé como al correrme mi semen quedaba ahí, perfectamente almacenado.

 

Durante los siguientes días realicé otras tres comprobaciones, para estar 100% seguro de que sería capaz de hacerlo bien cuando estuviera con ella, es más, la última vez, crecido por mis éxitos me lo intenté poner con una sola mano, ¡y oh maravilla de maravillas!, ¡ya era todo un experto!.

 

-Ejem, lo de que tiré otros tres condones jugando a inflarlos como globitos… Eso mejor lo dejamos a parte, que queda algo ridículo. Imagino que todos lo habréis hecho alguna vez, así que sabréis de lo que hablo.

 

Poco a poco fueron pasando los días hasta terminar el curso. Solo había conseguido que me la chupara otras dos veces en todo ese tiempo, y por cierto, cada vez me gustaba más, pero cuando le decía que me encantaría poder devolverle el favor se ponía roja de vergüenza y no sé como, al final lograba escabullirse. Lo cierto es que estaba demasiado encantado con lo que me pasaba como para quejarme, pero leñe, que me sentía algo culpable por ser yo solo el que disfrutaba, y en serio, que me apetecía proporcionarle también el mismo placer, pero viendo sus esfuerzos por evitarlo… la verdad es que no me atrevía a insistirle mucho por si decidía dejarlo y se me acababa el chollo.

 

Y así llegó el último día de clase. -¡Al fin!. - Acababan de entregarnos las notas. Nos juntábamos en corrillos unos con otros preguntándonos que tal nos había ido. Mis amigos y yo revisábamos las notas una y otra vez contentos por haberlas aprobado todas. Las cuatro clases habíamos quedado en ir a dar una vuelta por el parque y beber para festejarlo, aunque yo tenía la cabeza en otras cosas, Concretamente en la mierda de verano que me esperaba, y fundamentalmente en como podría convencer a Susana para follar antes de que se fuera de vacaciones, pero desafortunadamente cada vez me parecía más complicado lograrlo.

 

Apenas eran las 12 de la mañana y una gran cantidad de alumnos intentábamos escabullirnos del instituto para ir a festejar el fin de curso, sorteando la vigilancia de los malditos bedeles, que como siempre tenían que tratar de darnos por culo, mira tú que leches les importaba a ellos que nos largáramos el último día antes de tiempo. En fin, la suerte estuvo de nuestro lado, pues los jaleos típicos de pelea comenzaron a sentirse por el patio. Sí, varios de los alumnos asilvestrados de 1º de la ESO habían comenzado a darse de hostias y a su alrededor se había formado el típico corrillo de espectadores animando a uno o a otro contrincante, lo cual nos vino a las mil maravillas, pues por un rato una de las salidas quedó libre de vigilancia, con lo que cual regimiento de infantería, avandonamos a buen ritmo y de forma definitiva las instalaciones del centro por ese curso. ¡Ni las regiones romanas se pudieron mover tan rápido como nosotros!.

 

Mis planes eran pasarme primero por casa, cambiarme y ponerme algo más cómodo para poder revolcarnos por el campo, y volver tan pronto como me fuera posible con mis compañeros, pero esos planes se hicieron añicos en cuanto Susana se me acercó, y al escucharla me replanteé rápidamente la estrategia para aquel día.

 

"Hey Pablo, ¿a dónde vas?.

 

"Hola Sus, na, iba a pasarme un segundín por casa a dejar las notas y a cambiarme un poco. Luego Tenía pensao pasarme un rato por el parque, ¿estarás?".

 

"MmmMmm, sí, pero se me ocurre algo mejor, ¿quieres que te acompañe a casa Y así vamos juntos?".

 

Debí de poner una cara de felicidad infinita al imaginarme la oportunidad de oro que tanto había ansiado para tratar de llevar a cabo mis sucios propósitos, porque sin esperar mi respuesta entrelazó su brazo con el mío y me dijo divertida: "Perfecto, pues no se hable más, vámonos a tu casa".

 

Mi mente funcionaba a 1000 revoluciones por minuto, pensando y pensando algún modo para animarla a hacer algo más que acompañarme. Por suerte para mi, la señora que nos limpiaba la casa hacía un buen rato que debía haberse ido, y mi madre aun no tenía horario de verano, así que disponía de 7 horas para disfrutar de ella, si es que lograba animarla a quedarse.

 

Dimos un paseo tranquilamente, caminando con ella cogida de mi brazo, disfrutando ambos con la compañía del otro sin prácticamente intercambiar palabra. Al llegar a mi casa, abrí el portón y entramos. La llevé por el sendero de piedrecitas que conducía hasta la puerta de la vivienda propiamente dicha y reuniendo todo el ánimo que pude, le pregunté si le apetecía darse un baño en la piscina conmigo.

 

"No me he traído mi biquini", me dijo riéndose.

 

"Ahm, bueno", dije decepcionado, al ver esfumarse mis posibilidades de permanecer allí solos, pues solo se me había ocurrido hasta el momento esa idea. –Sí, ¿que pasa? A ver si vosotros sois capaces de diseñar un plan de ataque con posibilidades reales de éxito en tan poco tiempo y con un calentón de la hostia, porque para que nos vamos a engañar, la cabeza se me iba una y otra vez al objetivo final, en vez de centrárseme en los medios para lograrlo.

 

"Aunque… MmmMmm".

 

"¿Aunque qué?", me apresuré a preguntarle, antes de permitirle acabar la frase.

 

"Iba a decirte", sonrió seductoramente, "que si no te importa que me bañe en ropa interior", se detuvo un instante pensativa. "Podríamos darnos un baño, aunque quizás sería mejor… si nadie pudiera vernos… y si a ti no te da más…", realizó otra pausa para apartarse varios mechones de la cara, "que nos bañáramos desnudos", me dijo mirándome a los ojos con esa voz de zorra que pone cuando quiere excitarme. Me guiñó con picardía un ojo cuando notó que daba un respingo, y al mirar de reojo mi paquete, vio como empezaba a abultar más de lo usual, y volviendo a clavar sus ojos en los míos, se relamió sensualmente los labios, añadiendo en un tono inocente… rozando a la vez como por casualidad sus tetas contra mi brazo: "Es que así no me mojo la ropa, no te importará, ¿verdad?".

 

Como decía Chicho Terremoto, -¡3 puntos colega!. ¡Toma!, gritaba para mis adentros loco de contento, dando saltos en mi interior. Joder, si es que esta niña hace conmigo lo que quiere, pensaba divertido. Menos mal que era justamente lo que yo estaba deseando, porque sino sería preocupante. No era tan inmaduro como parecía en su compañía, solo que cuando estaba a mi lado tratando de excitarme, no era capaz de razonar… ejem, digamos que del todo bien,.

 

"Emmmm… ¡no, que va!, ¡digo!… No, no me importa", tragué saliva enrojeciendo por haber respondido con tanta premura, incrédulo por haber avanzado tan rápido en mis planes casi sin haber hecho nada, mientras ella se reía por la cara de salido que debía tener en ese momento. -¡Puto cocktail de hormonas!. - "Y no te preocupes, nadie puede vernos, ya lo verás", añadí tras carraspear involuntariamente, logrando recuperar el control. "Ven, voy a dejar las notas en casa y a quitarme esto", señalando a mis ropas, "y luego… ¡vamos a darnos un chapuzón! Ja ja".

 

"¡Vamos!" me sonrió animadamente mientras se apretaba aún más contra mi brazo.

 

Nos acercamos al porche y al llegar a la sombra, me solté un momento del brazo de Sus, aguanté un segundo la carpeta con la mano izquierda, introduje los 10 dígitos de la contraseña numérica en la cerradura de la puerta, invento súper cómodo que mi madre había decidido poner tras verlo en un viaje de negocios que se había visto obligada a realizar hacía unos meses a Estados Unidos, giré la manilla hacia la derecha y luego a la izquierda, y por fin sonó el clack que movía el pestillo. Empujé y traté de ofrecerle de un modo galante mi brazo (o eso esperaba yo) y entramos en el recibidor.

 

Nuestra casa era uno de los pocos lujos que mi madre y yo nos permitíamos. Había resultado muy barata, pues no habíamos seguido los cauces habituales. Compramos el terreno antes de que lo declararan urbanizable gracias a una colega de mi madre y luego tratamos de ponernos de acuerdo junto con otros propietarios para construir una pequeña urbanización, de modo que conseguimos reducir con mucho los costes. Si a eso le unimos que en aquellos momentos el precio del terreno no era tan caro como es ahora, podréis entender que de acuerdo a los parámetros de valoración actuales, había sido un regalo.

 

Las parcelas estaban cercadas por un muro de unos 2 metros de alto, con una protección metálica en su parte superior, en todo el tramo que daba a la calle. En nuestro caso, una vez entrabas por el portón, teníamos a unos 8 o 10 metros la vivienda propiamente dicha, con un porche que en los días de verano daba una sombra maravillosa. Para llegar a la casa había una especie de camino de 1,5 metros de ancho bien pavimentado, al cual se le había dado un aspecto empedrado.

A la izquierda del camino, y separado de él por un bordillo y un desagüe, teníamos un césped muy cuidado, y más a la izquierda, al lado del muro, un pequeño jardincito, donde mi madre tenía múltiples plantas, las cuales las elegía por la belleza de sus flores, o al menos eso me decía ella… y lo cierto es que resultaba bonito de mirar, pero no me preguntéis por qué, porque en mi vida tuve gusto para esas cosas de combinar formas y colores, aunque eso sí, el aspecto general he de reconocerle que resultaba precioso.

Avanzando por el camino que os comentaba llegábamos a la vivienda propiamente dicha. Era un chalet de 2 plantas de altura, de aproximadamente unos 150 metros de superficie. El camino bordeaba la casa, flanqueado por ésta a su derecha y el muro de separación entre las parcelas a la izquierda. Avanzando por él llegábamos a la parte trasera, donde teníamos dos altos árboles que evitaban que los vecinos pudieran alcanzar a ver nada desde las ventanas de sus casas, pues en el medio se hallaba la piscina, de unos 10x5 y a su alrededor un espacio donde colocábamos unas mesas y sillas para el verano, dos tumbonas y un poquito de césped con una ligera pendiente ascendente al lado del muro trasero de la parcela.

 

 

"A ver, voy a dejar la carpeta por aquí… quitarme esto…", señalando a mi ropa, "y buscar algo más cómodo. ¿Te apetece tomar mientras algo?", le ofrecí, invitándola a que se pusiera cómoda en el sofá.

 

"MmmMmm, no, mejor te acompaño", me sonrió sensualmente entrelazando más sus brazos sobre el mío. "Además, así me enseñas tu habitación, ¿te parece?".

 

-Humm, ¿Me lo estaba poniendo a huevo, o solo me lo parecía a mí? – No me acababa de creer que me hubiera estado devanando los sesos tantas horas para poder llevarla a donde estábamos en ese momento, y joder, ¡aún no había hecho nada y ya la tenía ahí de pie, pidiéndome que la llevara a mi habitación!. –¡Esto no podía ser tan fácil!. – A ver, estaba encantado de que todo fuera sobre ruedas, -¡Pero coño!... ¡que yo también quería seducirla y no quedarme ahí sin hacer nada tan solo viéndolas venir!. –

 

Parpadeé algo contrariado. -A ver si me aclaro, a mi que me importa más, ¿el fin, o los medios?. – Sin tenerlo aún del todo claro, con una sensación un poco Extraña en el cuerpo, me encogí de hombros y decidí intentar disfrutar todo lo que me fuera posible. Asentí y la subí a mi cuarto -¡pero sin renunciar a meter baza a la primera de cambio!, ¡eso que os quede claro!.-.

 

Mi habitación era la primera a la izquierda según acababas la escalera. Uish, a todas estas, Un pequeño inciso. De pequeño había convencido a mi madre para instalar un tubo cilíndrico como el de los bomberos, aprovechando que la escalera iba a ser de caracol. Tras mucho coñazo por mi parte, acabó accediendo, pero pidió que le pusieran una puerta metálica protectora, de forma cilíndrica, la cual era corredera, cerrándose automáticamente al dejar de hacer presión para sujetarla.

 

Perdón por la interrupción, pero es que me encanta deslizarme por él y ya que lo tenía al lado… pues ya aproveché la ocasión je je. Bueno, ya nos detendremos otro día en describir como era mi casa, mejor volvamos a la parte interesante.

 

Llevé a Susana a mi habitación y la invité a sentarse en una butaca. Abrí el armario y busqué un bañador, una camiseta y las sandalias, y cuando ya lo tenía todo en la mano, arqueando una ceja divertida miró lo que había buscado y me sonrió pícaramente.

 

"¿Para qué quieres todo eso?, ¿no íbamos a bañarnos desnudos?".

 

"Esto... sí, pero para ir a la piscina llevaré algo encima, ¿no?, tampoco voy a ir desnudo por ahí".

 

"¿Por ahí?, si estamos en tu casa", dijo acomodándose tranquilamente en la butaca. Se descalzó las deportivas y se quitó los calcetines, movió divertida los dedos de los pies y seguidamente se cruzó de piernas por los tobillos, esperando a ver cual sería mi reacción, sonriéndome inocentemente.

 

 

-¿No esperaría que…?,. No, como iba a esperar que yo me… mientras ella…. ¡Joder, y sigue sonriéndome sin moverse!, a que al final sí que espera… - Poco a poco fui mosqueándome, -¡Ya vale de que ella vaya siempre por delante!, pos ahora mismo se va a enterar de quien es el más lanzado de los dos! – La miré a los ojos y le sonreí, dejé nuevamente la ropa en el armario y me encogí de hombros.

 

"Supongo que tienes razón, tampoco pasa nada, ¿no?", dije lo más despreocupadamente que pude, y comencé a desnudarme mientras ella se relamía sensualmente los labios sin quitarme ojo de encima.

 

Inicialmente me quité los tenis y los coloqué en su sitio, seguí por mis calcetines, guardándolos en el interior de los tenis y a continuación me quité los pantalones, dejando a la vista un bulto delatador en mis calzoncillos. Sí, lo sé, pero era quitarme primero los pantalones o el polo, y bueno… me daba más vergüenza que viera que no tengo mucho pelo en el pecho. -¡Sí, que pasa!, ¡los genes no me han obsequiado con mucho vello!. Todas decís lo mismo, que queréis poco pelo, pero… en las pelis aparecen tíos con mucho vello y esos son sex simbols del macho man… Alfredo Landa, Torrente… ¡y eso es significativo de vuestros verdaderos gustos!. – En fin, dejé los pantalones sobre la otra butaca y armándome de valor procedí a quitarme el polo, dejando mi pecho al descubierto, inclinándome para colocarlo rápidamente también con los pantalones. -Sí, hacía ejercicio y se notaba, ¡pero no os imagináis lo que yo habría dao por algo más de vello pectoral!. – Me sonrojé intensamente, y habiendo pasado ya lo peor, me bajé los calzoncillos, dejando al fin libre mi mástil completamente tieso, tras lo cual Traté de cubrirme disimuladamente con una mano un poco el esternón para que no se fijara demasiado en lo que me faltaba por ahí mientras los ponía al lado del resto de la ropa. –Coño, es que… ¿Dónde se ha visto un león sin melena?, por suerte tenía algo más por los huevos, que sino... ¡no iba a follar en la vida porque no me atrevería a que me los vieran o me los tocaran!.

 

 

Algo nervioso, -¡seguro que a Torrente estas cosas no le pasan porque tiene pelo en pecho como un macho man! - Me senté en la cama y traté de sonreírle.

 

"Tu turno, no voy a ir desnudo yo solo por ahí, ¿no?".

 

"Sería divertido", me sonrió, "pero está bien, es mi turno", y me lanzó un beso con los dedos poniéndose en pie. "Esto sería más divertido con música ja ja ja, pero habrá que conformarse".

 

Me planteé arrancar el ordenador y ponerle lo que ella quisiera, pero al verla comenzar a bajarse la cremallera del top mis piernas se anclaron con firmeza al suelo negándose a obedecerme, con lo que opté por permanecer sentado, deleitándome con el espectáculo que me estaba ofreciendo.

 

Se dio la vuelta y se quitó el top, dejándolo en un precario equilibrio sobre los hombros y las tetas, y al ver que mis ojos se la bebían extasiados, se inclinó un poco hacia delante, dejándolo caer sobre mis piernas, quedando sus pezones completamente erectos como pitones apuntándome directamente a la cara. Me sonrió y contoneándose suavemente, desabrochó el shortc que llevaba, realizando la misma acción que antes, o sea, se dio la vuelta y se inclinó mostrándome más ese maravilloso trasero que tanto me encantaba, y de golpe lo dejó al descubierto, cubierto tan solo por un hilo dental que casi me saca los ojos de las órbitas. Continuó balanceando sus caderas delante de mi cara y al girarse, flexionó ligeramente las rodillas y lo deslizó lentamente por sus muslos, sonriendo encantada por el efecto que me había provocado. Cuando lo tuvo a sus pies, sacó uno y con el otro lo depositó también sobre mis rodillas, acariciándome los muslos con él.

 

"Ya puedes limpiarte las babas ja ja ja".

 

"Dios, no sabía que hoy era mi cumpleaños para recibir este regalo", le sonreí mientras que lanzaba sus ropas junto con las mías y tomándola de la mano la invité a sentarse sobre mis piernas.

 

Ella se dejó llevar y acomodándose suavemente sobre mi regazo, entrelazó sus brazos sobre mis hombros y comenzamos a darnos el lote. Nos besamos cariñosamente, dándonos rápidos piquitos al inicio, haciéndonos poco a poco más osados tratando de explorar otra vez más nuestras bocas, ávidos de descubrir nuevos rincones que no hubiéramos logrado alcanzar con anterioridad.

 

A la vez le acariciaba con una mano las piernas, deslizando con suavidad mis dedos por sus muslos, mientras que con la otra mano le acariciaba la espalda y el culo.

 

"Oye, y que hacemos con esto", le tiré del tanga y se lo solté, escuchando el chasquido sobre su piel.

 

"MmmMmm ¿por qué no me lo quitas con la boca?", dijo poniéndose de pie, con su ombligo a la altura de mi cara. Me incliné un poco y agarrando la parte delantera del tanga con los dientes y ayudándome un poco con las manos, que más que ayudar trataban de masajear sus nalgas, se lo fui quitando poco a poco hasta que a mitad de muslo me entraron las prisas y abrí la boca permitiendo que escapase de entre mis dientes, bajándoselo rápidamente con las manos, dejándolo caer al suelo. Antes de que tuviera tiempo a reaccionar, la aferré nuevamente por las nalgas y me dirigí con la mayor velocidad que pude hacia su coño. Al pillarla por sorpresa, dejó salir un gemido de sus labios cortito pero alto, el cual sonó como música para mis oídos.

 

"¡Uuiíiís!", suspiró, acariciándome la cabeza mientras sus caderas comenzaban a balancearse al ritmo que le marcaba mi lengua.

 

Degusté su sabor. No sabía que podía esperarme, si me gustaría o no, no tenía ni idea de cómo sería, pero desde luego jamás imaginé que supiera tan bien. Sentí sus dedos jugando con mi cabello, tratando de aferrarme para poder frotarse más cómodamente sobre mi cara. Con algo de torpeza al principio, acaricié con mi lengua los alrededores de su clítoris, procurando realizar trazadas sin separar mi lengua de su piel, escuchando con ello la mayor de las recompensas que podría soñar: sus gemidos.

 

"AAaaAAaahhhhh, AAaaAAaahhhh, síiiíiiií, aaAAaahíiiíii, daAAaaaleeEEee aaAAaaAAaahíiíiiíii, OOooOOoohhhhh DiiooOOooOOoos, ¡daaAAaameeEEeeEEee máaAAaaAAaas, me viene, oh sí, ooOOoohh síiií, meeEEee cooOOoorroo, meeEEee cooOOooOOoorrooOOooOOoo, síiiíiiíii!", y mientras tanto, acompañaba los movimientos de mi lengua con frenéticos contoneos de cadera, frotándose contra mi cara y dificultándome bastante la labor para acertarle en la zona que quería darle, pero entre que tenía mi boca soldada a su piel y el estado en que se encontraba, me parece que me habría resultado imposible razonar con ella para que se estuviera quieta, aunque por otra parte, para ser sinceros… Tampoco quería que se parara.

 

"Cabrón, tenía pensado regalártelo hoy, pero no tan pronto", fingió darme una bofetada cariñosamente, acariciándome a la vez la nuca con la otra mano y sonriéndome sin poder ocultar su satisfacción.

 

"Anda ven, acuéstate aquí un momento conmigo", le dije mientras me tumbaba a lo largo. Se sentó sin perder su sonrisa, subió los pies a la cama y se acostó a mi lado, apoyando su cabeza sobre mi hombro buscando una postura cómoda facilitándome abrazarla.

 

"MmmMmm", suspiró perezosamente acurrucándose sobre mi. "Que bien se está, ¿no? ", decía mientras jugueteaba con los pies deslizando uno de ellos por mi muslo.

 

Traté de buscar las palabras más adecuadas, pero como tardaba en responderle, y como no se me ocurría ninguna genialidad, opté por plantearle el tema tal cual lo pensaba. Hice acopio de valor, y me lancé de cabeza.

 

"Sus, no sé como decirte esto, espero que no te siente mal, pero…. Ejem, me gustaría… hacerlo contigo. Ale, ya está, ya lo he dicho". -¡A tomar por culo!, ¡menuda sensibilidad tengo! – pensaba creyendo que la acababa de cagar, que una cosa es decir lo que se piensa, y otra muy distinta soltárselo a la cara de golpe. Mi coleguilla parecía que percibía el clima de la habitación, porque tras hacer la burrada del año, ni siquiera saber que su pie estaba a escasos centímetros evitó que se desplomara deprimido, mosqueado con el patán que tenía por dueño.

 

Tomada por sorpresa dio un respingo, quedando ahora sí su pie completamente apoyado sobre mi polla, con lo que ésta volvió a reaccionar tímidamente. Se incorporó ligeramente, quedando apoyada sobre el codo, mirándome fijamente, sin darse cuenta del placer que me estaba proporcionando con su pie. Creo que ése fue el primer momento en el que dejé de ver a los pies de la mujer como partes asexuales del cuerpo, y empezaron a llamar a la puerta de la mansión de mis fantasías, asonmando sus deditos tímidamente por una rendijita, aunque aún no fuera plenamente consciente de ello.

 

"MmmMmm ¿hacer qué?", dijo algo asustada. "Pero… pero si no tenemos condones ni nada", -joer, era buena, dos excusas en menos de 5 segundos, primero negando que hubiese entendido de que le estaba hablando, y luego soltando seguramente lo primero que se le pasó por la cabeza. Así pues, opté en primer lugar por tratar de apartar la calentura que me estaba invadiendo, con lo que con todo mi pesar me moví ligeramente para apartar disimuladamente su pie de mi miembro, pues necesitaba pensar, y necesitaba pensar algo que decir ya. Incluso creo que habría podido escuchar al colega insultarme, si no hubiera estado tan concentrado en tratar de idear algo que me permitiera explicarme para salvar la situación. En segundo lugar, traté de responderle con sinceridad, expresándole todo lo que sentía con ella y por ella, y en tercer lugar, y casi lo más importante, intentar tranquilizarla, sino vamos, como que me llamo Pablo que todo se habría ido a la porra.

 

"Estooo… Pues la verdad es que sí", respondí con timidez, con lo que ella abrió aún más los ojos. "Verás, es que… bueno, yo…. Yo no lo he hecho nunca y bueno… el otro día, cuando me estuviste consolando", paré un segundo para tragar saliva y continuar del tirón, "el otro día me sentí más unido a ti de lo que me he sentido unido nunca a nadie y bueno… si tu quieres, me gustaría compartir esa experiencia contigo", terminé en un susurro. Mirándola a los ojos, intenté poner mi voz más convincente y añadí: "Eres una chica maravillosa, no sabes cu…", pero no me dejó continuar, tapándome los labios con un dedo ya con la cara más relajada y con una expresión dulce.

 

"Shhhh, a mí también me gustaría que fuera contigo", hizo una pausa y me sonrió, "pero… pero no ahora, ¿vale?", arqueé una ceja dubitativamente. "Shhh, calla, no digas nada por favor, sé que si insistes acabaré permitiéndotelo, pero… podrías darme unos días para pensármelo, ¿sí?", me dijo preocupada. "Quiero hacerlo también contigo, pero necesito tiempo, por favor". Parecía muy nerviosa por lo que opté por asentir suavemente, tratando de no reflejar mis emociones en aquel momento porque sino igual hasta me mandaba a la mierda. No seáis mal pensados, que no soy tan cabrón. Así pues, le tomé la mano, apartándole el dedo de mis labios y se la besé.

 

"No te preocupes, me gustaría que fuera contigo, así que esperaré y trataré de no presionarte, ¿vale?", le dije con sinceridad.

 

Gilipollas, la verdad es que no hay mejor palabra para definirme. En estos casos lo normal sería sentirse o defraudado, o incluso alguno podría llegar a sentirse impaciente, porque si te dicen que también quieren follar contigo…. Pa que hostias lo vamos a posponer más, ¿no? Vamos, ese es al menos mi punto de vista. Bueno, pues increíblemente, yo estaba loco de contento. A ver, suena raro, lo sé, ¡pero oye!, ¡que acababa de meterle una pasada a lo Fernando Alonso! Y por primera vez sentía que era yo quien controlaba la situación. –Si hubiera tenido más fuerza de voluntad… Esto no habría pasado. Ya me habría hecho con las riendas desde el principio y seguramente al verme tan seguro de mi mismo se habría lanzado, pero con el calentón que me entraba cada vez que estaba a su lado… ¿Qué podía esperar? Joder si es que en determinados momentos me costaba hasta pensar, y vosotras estas cosas las notáis, veis rápidamente vuestras ventajas, al macho menos favorecido lo domináis a vuestro antojo y no quedáis del todo complacidas, pero yo no podía más que ser como era… Aish, lo que habría dao por un poquito más de pelo… vale, no viene a cuento, pero… ¡habría dao mucho por un poco más de pelo en el pecho! Ahora que por fin le había tomado la delantera– ¡podía pensar lo que me diera la gana y cuando me apeteciera!

 

En fin, estaba por ponerme a dar saltos de contento sobre la cama, pero eso habría supuesto que o pensara que me acababa de volver loco, si no lo pillaba, o que me mandara a la mierda si por algún casual se coscaba, así que hice lo que todos haríamos ante este tipo de situaciones… la recosté nuevamente sobre mi hombro y empecé a susurrarle: "Tranquila bombón, no pasa nada, esperaremos" -hasta que ¡TÚ y solo TÚ!, pensaba para mis adentros un pelín, aunque solo un pelín frustrado – "hasta que te sientas cómoda, ¿vale?", sonriéndole en lo que esperaba que pasase por una sonrisa tierna en vez de una bien cargadita de orgullo.

 

Asintió agradecida y se abrazó dulcemente a mí con lo que logró enternecerme por completo, deseando con todo mi ser protegerla, no sabía de qué o quien, pero lo único que realmente quería en aquel momento era lograr que se sintiera segura en mis brazos.

 

"¿Sabes que vamos a hacer ahora?. Pues ahora vamos a aparcar el tema y llamar para que nos traigan unas pizzas… y luego nos damos un baño en la piscina, ¿vale?", le dije cariñosamente.

 

Se volvió a levantar un poco, quedando apoyada sobre su codo y volvió a ponerme su dedo sobre los labios.

 

"Shhhh, no, aún no. Antes… He de hacerte algo", me sonrió pícaramente, "Algo que te encantará, ya verás como consigo hacer que prefieras dejar las pizzas para después", y se rió con ganas sin que yo supiera a que leches se refería. "Y además es algo que deseo hacerte", matizó tratando de parecer seria, aunque al instante se le escapó otra sonrisa.

 

Pasó una pierna por encima de mi cuerpo y se sentó en mi cintura, permitiéndome sentir el calor de su sexo. Se tumbó sobre mí y empezó a besarme suavemente, enredando sus dedos entre mi pelo, masajeándome suavemente las sienes. Todo era muy, muy lento. No hablábamos, solo sentíamos. Entonces se separó ligeramente, me movió suavemente la cabeza hacia la derecha y contempló el área donde me había mordido hacía ya casi mes y medio.

 

"Uhm, Ya no tienes marca, ¿habré de hacerte otra?" me susurró al oído lamiéndome la oreja, y sin esperar mi respuesta, volvió a morderme con fuerza hincando sus dientes sobre mi indefenso cuello, apretando más y más, hasta que no pude aguantarlo más y un gemido de dolor acabó escapándoseme. Sin embargo eso solo supuso que redoblara sus esfuerzos hasta que nuevamente acabó por sangrarme la herida. Entonces empezó a succionar, lamiendo mi nueva herida, sin dejar de gemir por la excitación. –Joder ¿con quién me había juntado?, aish mi pobre cuello, este trato no lo iba a poder aguantar por mucho tiempo. ¡Esperemos que no fuera eso a lo que se refería cuando me dijo que le apetecía hacerme algo! Rezaba a todo lo que existe, existirá o existió, esperando que alguno se dignara a prestarme atención por un ratito al menos, y viniera en mi auxilio. – Por suerte para mí en esta ocasión el daño no fue tan intenso como el de la otra vez, con lo que apenas me quedó una marca al paso de los días.

 

"Voy a hacer lo que quería haber hecho el otro día en el parque", dijo excitada a la vez que se colocaba mejor y empezaba a frotar su empapado coño contra mi adolorida polla –sí, ¿que pasa?, necesitaba que se ocuparan de ella o la dejaran reposar, pues ya llevaba la tira empalmada, casi de continuo desde que salí del instituto, y de eso hacía ya bastante más de una hora. –

 

"AaaAAaaAAhhhhh, aaAAaaAAaahhhh, meeEEee gusta, meeEEee gusta muuUUchooOOoo", gemía mientras se frotaba cada vez con más fuerza, volviendo a inclinarse sobre mí para empezar a morderme nuevamente en la herida chupando mi sangre. Parece que eso logró volverla loca porque sus gemidos aumentaron de volumen, a pesar de salirle ahogados al tener hundida su boca en mi cuello. Y por fin le llegó el orgasmo.

 

"¡Me corro!. ¡aaAAaaAAaahhhh!, ¡me coorrooOOoo!. ¡Síiíiiíii!, ¡síiiíiiíii!. ¡daaAAaameeEEee máaAAaaAAaas!, ¡aaAAaasíiiíiiíii!. AaaAAaaAAaahhhh".

 

Su cuerpo se tensó un momento antes y de pronto comenzó a relajarse poco a poco dejándose llevar. Se redujo el número de gemidos pero aumentó su intensidad, al igual que ocurrió con su respiración.

 

"Oh, dios, lo que me perdí el otro día", dijo paladeando aún el sabor de mi sangre cuando logró recomponerse. "bueno, no era en esto en lo que había pensado para hacerte", me sonrió inocentemente. "Ahora llega tu turno, estate calladito o tendré que morderte otra vez ¿sí?", a lo que asentí preocupado, riéndose al ver mi expresión, dándome un beso tranquilizador. "Se bueno, y todo irá bien ¿vale?", me sonrió cariñosamente y empezó a besarme nuevamente.

 

En esta ocasión apenas nos dimos cuatro besos, pues rápidamente empezó a deslizar sus tiernos labios por mi barbilla y prosiguió sobre mi cuello, momento en el que me tensé un poco, temiendo que volviera a morderme, pero esas no eran por suerte sus intenciones.

 

Continuó descendiendo sobre mi pecho jugando con los escasos pelos que tenía, dirigiéndose hacia uno de mis pezones, el cual sobresalía ligeramente debido a los escalofríos de placer que me había provocado con sus caricias. Lo agarró con mucho cuidado con los dientes y lo lamió suavemente, lo cual me resultó extrañamente placentero, pues su lengua estaba calentita y al soplar luego sobre él, el contraste de temperaturas hizo que tiritase de placer. Repitió la misma acción sobre el pezón derecho y tras haberme provocado varios espasmos, pareció satisfecha y reanudó su descenso. Alcanzó mi ombligo donde nuevamente hizo una breve pausa, para besarlo y rodearlo con su lengua, y tras ello prosiguió llegando finalmente a mi polla.

 

Ya me la había chupado tres veces hasta entonces, pero aun así la sensación fue igual de maravillosa que en las anteriores. Me besó la punta, y poco a poco fue abriendo los labios, permitiendo que mi verga entrase centímetro a centímetro en su interior. El calor de su boca me dio un placer indescriptible, y al empezar a sacársela, el frescor del aire me hizo temblar de gusto, y para qué hablar de cuando volvió a engullírsela, sentir nuevamente su calor tras ese frío, intensificó aún más si cabe las sensaciones.

 

"MmmMmm, slup, MmmMmm, slup, slup… ¡pero que rica está!, MmmMmm", gemía mientras los chasquidos generados por la succión resonaban en la habitación.

 

Mi excitación iba en aumento poco a poco. Los movimientos de su lengua sobre el capullo, los masajes que me proporcionaba en mis huevos y los movimientos de vaivén que realizaba a lo largo de mi polla hicieron que no me pudiera resistir más, con lo que le agarré la cabeza, tratando de marcarle el ritmo que quería que impusiera. Una vez se adecuó a él la solté y volví a entregarme por completo a todo cuanto que quisiera hacerme.

 

Tenía una cara de vicio increíble. Salvo cuando cerraba los ojos, concentrándose en el sabor, no apartaba los ojos de los míos, sonriéndome con ellos, indicándome lo mucho que le ponía tenerme a su merced.

 

Cuando le dije que poco más podría aguantar, ralentizó la succión, haciendo que se alejase la posibilidad de correrme, y en cuanto notó que volvía a estar… digamos que algo más relajado, aceleró nuevamente. Así me tuvo durante un buen rato, rogándole que me permitiera correrme, sin hacer caso a mis protestas, hasta que a la quinta vez, cuando ya mi excitación rozaba el máximo posible y me empezaba a plantear la posibilidad de prometerle lo que fuera, se la tragó por completo y jugueteando frenéticamente con su lengua sobre la cabecita, logró que le llenara la boca de leche.

 

"DiooOoooOooos, aaAAaaAAaahhhh, ¡tomaaAAaaAAaa, tooOOooOOoomaaAAaaAAaa!", gemí con ganas, sin poder ni querer contenerme, vaciándole todo lo que tenía almacenado dentro.

 

Joder, estaba molido. Me sentía como si una apisonadora me hubiera pasado por encima, sin fuerzas para nada más, deseando quedarme ahí acurrucado y dormir, dormir tranquilamente, pero al sentirla nuevamente envolverse con mis brazos, esa sensación desapareció como si nunca hubiera existido y me dediqué simplemente a abrazarla, disfrutando de su presencia a mi lado. –¿Para que voy a decir que seguía con ganas de dormir?, así puedo quedar mejor ja ja.

 

En fin, cuando pasaron unos cinco minutos, recordé lo que tenía pensado hacer antes de que me la chupara. Bueno, vale, las tripas también fueron de gran ayuda je je, así que me levanté, cogí el móvil y pedí dos pizzas. ¡Dios que hambre tenía!.

"¡Ale, vamos a por las pizzas!, ¿de qué la quieres?".

"¿De qué te la vas a pedir?".

"Peperoni con champiñones".

"Entonces mejor pídeme una de atún, que no me llama el peperoni".

"OK, preciosa. ¡Marchando una de atún para mi niña!".

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