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Un verano con Nuria (4)

en Voyerismo

Un verano con Nuria (4)

XIII

El sábado amaneció nublado y extremadamente caluroso. El tiempo parecía querer acompañar el estado de mi alma, excitada y temerosa al tiempo. A ratos pensaba que estaba viviendo la más maravillosa experiencia de mi vida, para al momento caer en un estado de ansiedad próximo al terror. Temía perder a Nuria, no porque ella me dejase, sino más bien porque, tras tan extraños juegos, los dos nos convirtiésemos en personas diferentes, personas que tal vez ya no tendrían tantas cosas en común. Pese a todo, igual que un drogadicto necesita la dosis que sabe que le acabará matando, yo necesitaba seguir hasta el final con aquella espiral de deseo y erotismo loco y extraño.

Una vez más, experimenté un profundo placer al reunirnos todos en el jardín, Javier y yo con pantalón corto, polo, y deportivas; Petri con un conjunto azul marino de una pieza que terminaba en una faldita corta por encima de las rodillas; Nuria vistiendo su hermosa y radiante piel morena. Me producía un gozo inexplicable y atroz saber que mi chica estaría así todo el día, tal como su madre la trajo al mundo, incluso cuando aparecieran Sandra y David... David, al que no me había atrevido a contar nada acerca de aquella especial fiesta de disfraces, ¿cómo reaccionaría?

Si bien yo había supuesto que, tanto ver a Nuria desnuda a todas horas, acabaría por acostumbrarme a ello y ya no me parecería tan excitante, lo cierto era que ese momento, suponiendo que algún día terminase por llegar, parecía aún lejano. Presentía otro día excitante y salvaje por delante, y la llegada de dos nuevos invitados me hacía prever nuevos focos de interés y nuevas sorpresas.

En cuanto a Nuria, su masturbación pública del día anterior parecía no haber dejado huella en ella, que se presentó fresca y relajada, como si su atuendo fuese el más natural del mundo. De hecho, ella parecía sentirse tan cómoda como si estuviera en el salón de su casa con su más querido albornoz. Ni Javier ni Petri hicieron mención alguna al final de la noche, y yo tampoco comenté que les había visto entrar juntos en la misma habitación.

Pero, si yo creía que la mañana iba a discurrir por cauces parecidos al día anterior, salpicada por alguna pequeña ocurrencia por parte de Petri y esperando tranquilamente la llegada del resto de invitados, me equivocaba de parte a parte.

Después de disfrutar en el jardín del delicioso desayuno preparado por Javier, Petri empezó a diseñar su plan de ataque.

-¿A qué hora vienen Sandra y David?

-Me temo que no vienen juntos –respondí- Sandra llegará a la hora de la comida, pero David tenía un examen y no llegará hasta las cinco de la tarde. Tendré que ir a buscarles a los dos.

-De acuerdo, entonces, hasta las dos que llegue Sandra, disponemos de más de tres horas.

-¿Qué queréis hacer? –preguntó Nuria.

-Llevamos encerrados aquí desde ayer, no hemos salido para nada, yo voto por dar un paseo antes de bañarnos en la piscina –propuso Petri.

Todos parecíamos de acuerdo en salir a aireanos un poco. El día anterior había sido sumamente intenso y la tarde-noche prometía aumentar las pulsaciones, no parecía mala idea relajarnos un poco antes de asaltar el tramo final del fin de semana. Javier propuso dar un pequeño paseo por los alrededores, conocía un bonito sendero que discurría paralelo al cauce de un arroyo y se adentraba en las montañas próximas, era una ruta agradable y cómoda por la que podríamos disfrutar de espléndidos paisajes.

-De acuerdo –dijo Nuria- pero entonces tendré que vestirme. Sé bueno Casi, tráeme mi ropa. Os prometo desnudarme en cuanto volvamos a la casa.

Ya me dirigía al coche resignado a tener que ver vestida a mi chica durante al menos una hora cuando Petri me interrumpió.

-¿Dónde vas? De ninguna manera. Recuerda la regla, tendrás que estar desnuda durante todo el fin de semana, no te daremos tu ropa hasta mañana cuando volvamos a Madrid.

Nuria la miró riendo, incrédula.

-¿Qué quieres decir? Pretendes que me pasee desnuda por ahí, ¿te has vuelto loca?

-Yo no pretendo nada, simplemente te recuerdo la regla. No te vamos a dar la ropa hasta la hora de regresar. Ahora, nosotros nos vamos a ir a dar un paseo y a sacar unas fotos, si quieres quédate esperándonos, pero si vienes, tendrá que ser sin ropa.

Javier y yo nos quedamos mudos mientras se desarrollaba la pequeña discusión. Yo no podía dar crédito a lo que oía, una vez más, me parecía estar flotando en una nube, como si todo fuese un sueño del que despertaría en cualquier momento. Ante nuestra mirada atenta, las chicas seguían discutiendo.

-Pero... es que yo quiero ir con vosotros, no quiero quedarme aquí aburrida.

-¿Y quién te lo impide?

-Venga Petri, sé razonable, no puedo salir en pelotas a la calle. No me importa que invites a alguien más a la fiesta o lo que quieras, pero ¿cómo voy a salir fuera? Imagina que nos ve la policía, por ejemplo. No me gustaría que mi madre tuviese que venir a rescatarme a la comisaría y me encontrase desnuda con las delincuentes comunes.

-Jajaja, tranquila, seguro que en la comisaría te darían ropa, jajaja.

-No te preocupes por eso –terció Javier- el camino por el que iremos es muy poco transitado, jamás he visto ahí a nadie de la Guardia Civil ni similar. Todo lo más, algún vejete paseando al que alegrarás el día o alguna pareja de senderistas. No hay peligro.

-Os habéis vuelto locos –Nuria me miró en busca de apoyo- Casi, please, dame mi ropa, sólo para el paseo por favor.

-Ni se te ocurra rajarte Casi –me amenazó Petri- un trato es un trato.

Otra vez aquella extraña sensación de estar ante el abismo y querer saltar sin red.

-Lo siento Nuria, un trato es un trato –repetí- si quieres venir con nosotros, tendrá que ser desnuda. Prometiste estar todo el fin de semana sin ropa.

-Sois unos... –se detuvo a mitad de la frase. En el fondo, a ella tampoco le parecía tan mala idea- ¿Estás seguro de que no nos encontraremos con nadie peligroso?

-Seguro, no tengas cuidado. Incluso es posible que no haya nadie en todo el camino, aunque no es lo más habitual, no quiero mentirte.

-De acuerdo, iré con vosotros.

Ya estaba hecho, una vez más, el salto, el vacío, la sensación de no tener nada bajo los pies. ¿De verdad íbamos a salir fuera con Nuria desnuda? Todos se preparaban para salir, y algo me dijo que nadie iba a echarse atrás.

-Un momento –dijo Javier, por un momento me creí salvado- lo que no podemos es salir así de casa. Tengo algunos vecinos que se las traen. Cogeremos mi coche, iremos con él hasta donde empieza el camino y allí ya empezamos a caminar.

-De acuerdo –cedió Petri- y como me siento magnánima, permitiré a Nuria que use dos artículos de ropa durante el paseo. Esperadme un momento.

Mientras desaparecía en busca de algo, sentí de nuevo la conocida mezcla de alivio y decepción. Suponía que todo había sido un farol y que Petri volvería con un bikini o similar que Nuria podría vestir durante nuestra caminata, y eso me daba un respiro, pero me producía también una innegable desazón, la idea de pasear a mi chica en cueros por un sitio realmente público me parecía la última frontera, y ahora aquella posibilidad parecía esfumarse. Miré a Nuria. Su rostro estaba sereno, era en aquel momento indescifrable para mí. Javier la miraba los pechos, tranquilamente, parecía que tampoco se cansaba nunca de ver su cuerpo desnudo. Sentí una nueva erección al tiempo que Petri regresaba... con un par de chancletas.

-Toma, no es cuestión de que termines con los pies llenos de heridas. Ponte estas chancletas, están un poco viejas ya, pero servirán.

-Gracias, generosa –sonrió Nuria mientras se calzaba.

Y así, mientras yo me pellizcaba para cerciorarme de que aquello sucedía realmente, subimos al coche de Javier, Petri y yo detrás ¿quién decidió el orden? y Nuria junto al conductor. Desde mi asiento en la izquierda del vehículo, veía el pecho izquierdo de Nuria, su hermosa y redondeada pierna y me parecía que aquello era la definición de erotismo. Un sentimiento de celos me invadió al ver a mi chica sentada en cueros junto a Javier, que accionó la puerta del jardín. Ésta se abrió y, sin más demora, salimos a la calle.

-Allá vamos, yujuú –gritó Petri al salir del jardín.

No se veía a nadie, pero Nuria llevaba los brazos cruzados sobre sus pechos de modo que, si algún vecino se cruzaba con nosotros, era fácil que pensase que iba en bañador o en bikini. Al girar la calle, un par de coches pasaron a nuestro lado, pero nadie pareció reparar en lo que estaba sucediendo. Durante el breve trayecto, Javier nos iba describiendo los lugares por donde pasábamos. Yo estaba más atento al movimiento de los pechos de Nuria que a las explicaciones de Javier y, sobre todo, de su mano que, cada vez que soltaba la palanca de cambios, se apoyaba sobre el muslo de mi amada, sin que ella pareciese ni enterarse.

Nuria se reía y hablaba casi gritando. Era evidente que iba muy excitada, no por el hecho de estar desnuda, a lo que estaba acostumbrada de sobra. Lo diferente era ir desnuda "por la calle", donde nadie podía prever lo que iba a suceder o con quién podíamos encontrarnos, ni cómo reaccionarían los posibles testigos de nuestro paseo. Todos íbamos muy alterados, nerviosos, mirando en todas direcciones por ver si alguien nos descubría.

Al fin, llegamos al lugar donde terminaba la carretera. A partir de ahí, no se podía seguir en coche, por lo que Javier aparcó y, tras mirar un par de veces en todas direcciones, la más hermosa de las muchachas se apeó en cueros dispuesta a dar un paseo por los alrededores.

Nuria se agarró a mí para sentirse más segura y comenzamos a andar. Junto a nosotros, Javier no podía ocultar su nerviosismo y la propia Petri, aunque intentaba disimular, miraba sin parar hacia todos lados intentando descubrir intrusos. Mientras caminábamos, Petri sacaba algunas fotografías del paisaje, pero siempre enfocando a Nuria y tratando de sacar primeros planos de ella. Me pareció una buena idea y pensé que sería divertido ver luego las fotos todos juntos, en la seguridad del chalet. Comparado con esto, que Javier viese en pelotas a Nuria me parecía casi un juego de niños. Ahora la tensión era total, no sabíamos quién podría aparecer al doblar la siguiente curva, ni cómo podría reaccionar ante la presencia de una joven desnuda en un lugar donde nadie podría ni soñar con algo semejante.

Si nuestro paseo hubiera tenido lugar en una playa, aunque fuese en una playa no nudista, no habría sido tan excitante. Ir monte arriba con Nuria al lado con aquellas mínimas alpargatas era sobrecogedor, ambos nos agarrábamos con fuerza del brazo, temiendo y deseando a la vez que alguien, quien fuese, apareciese al otro lado del siguiente recodo.

Pero, de momento, no había nadie. Quizá el tiempo nublado había espantado a los posibles excursionista, aunque el calor era realmente sofocante. Por otro lado, Javier no había mentido, el sendero discurría por un pequeño monte sin árboles pero adornado por multitud de pequeños arbustos y matorrales. A la derecha teníamos un pequeño arroyo que desaparecía en algunos tramos y, bajo nosotros, una vista panorámica de la carretera y los pequeños pueblos de la sierra. Y, adornándolo todo, por supuesto, el bello y sensual desnudo de Nuria que, cada vez más tranquila, posaba con aparente inocencia para las fotos de Petri simulando no ser consciente de su atención.

Hacía rato ya que Nuria se había soltado de mi mano y caminaba junto a nosotros como si tal cosa, a veces adelantándose y otras quedando rezagada con Javier o conmigo, observando una flor o una vista particularmente interesantes. Parecía totalmente ajena a su desnudez, aunque Petri continuaba disparando la máquina de fotos continuamente y, en el fondo, creo que todos estábamos esperando anhelantes que alguien fuese testigo de nuestra pequeña travesura.

-Pues sí que nos has traído por un camino solitario Javier, esto es muy soso...

-Pues a mí me parece estupendo –protestó Nuria- cómo se nota que no eres tú la que va desnuda.

-No te hagas ahora la tímida –insistió Petri- estás disfrutando esto tanto o más que los chicos.

-Puede –reconoció Nuria- pero esto me hace sentir demasiado provocativa –con un gesto aludió a su pubis, perfectamente rasurado el día anterior- me podrías haber dejado algo de pelo, la verdad.

Todos nos reímos y seguimos caminando, cada vez más envalentonados y desafiantes. Por primera vez en mi vida, me sentía como un triunfador, mi chica caminaba junto a mí, sin nada encima a excepción de las pequeñas alpargatas, cualquiera que me viese me envidiaría sin duda por la belleza de Nuria y por su docilidad a la hora de cumplir mis deseos... deseos que no estaban muy lejos de los suyos, a juzgar por su alegría y sus continuas risas durante el paseo.

Tras quince minutos de camino, alcanzamos un pequeño claro donde el arroyo se embalsaba y los arbustos aparecían aplastados, señal evidente de que se trataba de un lugar de descanso habitual para los excursionistas. El lugar nos pareció a todos encantador y decidimos hacer un pequeño alto en el camino, pues el frescor del agua y la agradable sombra de un par de árboles frutales resultaban tremendamente tentadores. Pero, además, había otro motivo: el claro no estaba vacío.

Sentados sobre unas piedras, un hombre y una mujer de mediana edad nos contemplaban atónitos mientras nos acercábamos. Con indescriptible placer pude comprobar cómo sus miradas se centraban en Nuria, y cómo eran incapaces de apartar la vista de sus pechos oscilantes y su sexo, tan desnudo y tan a la vista que era como un imán del que resultaba imposible escapar. Por su parte, Nuria procedió con toda calma, se acercó a ellos, examinó el lugar con cuidado y, al fin, se sentó a pocos metros de la sorprendida pareja.

-Buenos días –saludamos los cuatro con naturalidad.

-Buenos... días –los ojos del hombre no se apartaban de Nuria mientras su mujer, molesta, se puso en pie dándonos la espalda.

-¿Tienen ustedes hora? –Petri hacía todo lo posible por entablar conversación con la pareja.

-Son las doce y cinco –el hombre tenía evidente interés por nosotros, aunque lógicamente la muchacha desnuda acaparaba todas sus miradas- hace buen día, ¿verdad?

La mujer había recogido las cosas y las había metido en una pequeña mochila, haciendo gestos ostensibles de que pretendía reanudar la marcha y alejarse de allí, la idea de que su marido charlase con una chica en cueros no parecía hacerle feliz... todo lo contrario que a su cónyuge que, espoleado por Petri, se mostraba entusiasmado con la situación.

-¿Vais muy lejos?

-No –respondió Javier- creo que vamos a dar la vuelta ya, tenemos que recoger a unos amigos en la estación.

El hombre charlaba sonriente con todos nosotros pero sus miradas no se apartaban de Nuria, mientras su mujer carraspeaba e intentaba llamar su atención. Finalmente, viendo que su marido no se daba por aludido, se decidió al fin a intervenir en la conversación.

-Creo que es hora de volver querido, se nos hace tarde.

-¿Tarde? ¡Ah sí, claro!

Con un gesto de fastidio, el hombre se levantó cansinamente y dirigió a mi chica otra apreciativa mirada.

-Bueno pues, ha sido un placer, espero veros otro día por aquí.

-Hasta otro día –se oyó la voz de Nuria por encima de las de los demás.

Y así, sin una sola alusión a que mi chica se paseaba deliciosamente desnuda por el monte, el matrimonio se alejó pausadamente, sin volver la vista atrás y discutiendo entre sí. Pensé que era maravilloso lo que había sucedido. El poder de Nuria era tal, el impacto de su cuerpo tan rotundo, que aquella pareja había sido incapaz de mencionar siquiera el tema. ¡Que todo fuese tan sencillo, después de todo! ¡Tantas horas de angustias y de nervios al pensar en el tema y, al final, la gente lo disfrutaba tanto como yo! Por un momento, sentí que las piernas me temblaban. Dos desconocidos habían visto a Nuria desnuda por completo en un lugar público, se suponía que aquello era el tope máximo al que se podía aspirar y, sin embargo... algo dentro de mí seguía insatisfecho, como si aquello no fuese suficiente. Como si mi sed de exhibir a Nuria fuese inagotable, y ella debiese ya permanecer total y absolutamente desnuda el resto de sus días. Por un momento, me asusté ¿me estaría volviendo loco? ¿dónde terminaba el juego y empezaba la obsesión?

-¡Ha sido genial! –la carcajada de Petri interrumpió mis pensamientos.

-¿Habéis visto la cara de la mujer? –rió Javier- menuda bronca van a tener.

-Es que el tío no perdía de vista a Nuria, jajaja. Ése sí que no te miraba a los ojos cuando te hablaba, jajaja.

-Bueno –Javier miró su reloj- creo que deberíamos iniciar la vuelta, si queremos darnos un baño antes de ir a recoger a Sandra.

Cuando Nuria se levantó, observé en sus nalgas las marcas de la hierba sobre la que se había sentado y tuve que reprimir un impulso brutal de poseerla allí mismo, en aquel claro donde mis sueños se habían hecho realidad. Mientras mi chica palmeaba su trasero ayudada por Petri, nos preparamos para la vuelta con la esperanza de que el camino de regreso nos deparase más sorpresas y aventuras.

Sin embargo, habíamos elegido mal día si queríamos que nuestro paseo tuviese una mayor audiencia. El camino de vuelta discurría igual de solitario que el de ida, y ya estaba lamentando mi mala suerte cuando, a menos de medio kilómetro de distancia del lugar donde habíamos dejado el coche, nos encontramos con dos chicas de aproximadamente nuestra edad que llevaban un pequeño perrito de paseo.

Aunque un millón de personas desfilasen junto a nosotros y todas y cada una de ellas reaccionasen igual, jamás podré olvidar las expresiones de asombro, las caras de "no puede ser lo que veo" que ambas chicas pusieron al ver a Nuria desnuda. Pero, al contrario que la pareja anterior, las dos amigas se lo tomaron de un modo muy diferente y mucho más agradable para todos. En efecto, apenas se habían recuperado de su asombro cuando Ana y Teresa, que así se llamaban, rompieron a reír y a cuchichear entre ellas, lo que de inmediato fue aprovechado por Petri para entablar conversación.

-¿Qué os parece el atuendo de mi amiga?

-Es guay, sin duda –rió Ana- ¿es una apuesta o algo?

-Más o menos, sí.

Nuria estaba acariciando tranquilamente al perro (los animales son una de sus debilidades) mientras las dos chicas seguían mirándola con ojos atónitos pero alegres. Por mi parte, ver a Nuria desnuda entre varias chicas vestidas me producía una satisfacción incluso mayor que el verla junto a hombres. Me parecía que la aparición de las dos muchachas hacía que mi novia estuviese incluso más expuesta que antes, como si ahora su desnudez fuese aún mayor.

-Es precioso, ¿cómo se llama? –ese actuar como si tal cosa en unas circunstancias tan extrañas era lo que a todo el mundo descuadraba y, a mí en particular, me encandilaba de un modo infinito.

-Se llama Charly –contestó Teresa- ¿y cuánto tiempo dura la apuesta?

-Todo el fin de semana.

-No me lo puedo creer –intervino Ana- ¿quieres decir que llevas desnuda desde ayer...?

-Y hasta mañana –aseguró Petri- ¿os gustaría haceros una foto con ella?

-¿Por qué no? Será divertido.

Me sentí próximo al infarto mientras Nuria posaba entre aquellas dos desconocidas sonriendo a la cámara, los brazos de todas ellas entrelazándose por sus cinturas.

-Ahora, las cuatro juntas –Javier no perdía ocasión para flirtear con Ana, a la que había echado el ojo nada más aparecer.

Fue sencillamente... perfecto. Cuatro chicas jóvenes y felices posando con su pequeña mascota en un bonito día de campo. Algo normal y fácil de ver... salvo que una de las chicas había olvidado vestirse aquel día, lo cual no la impedía moverse entre las demás con total desenvoltura, ajena (o no) a mi estado de excitación. Desnuda entre sus tres compañeras vestidas, me parecía que Nuria resaltaba como un diamante entre el carbón, sus senos me parecían más hermosos que nunca, libres y dorados por las muchas horas de sol. Incluso su sexo recién depilado empezaba a tener un delicioso tono de piel fruto del aire y el sol que su dueña le había permitido disfrutar aquella mañana.

-Muy bien –Javier seguía con su trabajo- ahora, las cuatro de espaldas, venga, jajaja, quiero ver cuatro culetes en pompa.

Yo no podía apenas moverme, tan sólo asistir en silencio a la culminación de todos mis anhelos. Las cuatro chicas posaban de espaldas a la cámara con los rostros vueltos hacia nosotros y se reían continuamente. Ana y Teresa parecían desconcertadas pero muy divertidas con sus nuevas amigas. Petri apoyó su mano abierta en la nalga derecha de Nuria y la cerró suavemente, sin que mi ésta notase que su pompis se abría, quedando a la vista su ano, rosado y delicado. Por supuesto, Javier aprovechó para sacar más de una foto y, aún no satisfecho, les pidió que se echasen un poco hacia delante, consiguiendo que el sexo de Nuria también quedase coquetamente expuesto.

Nos acercábamos a ciertos límites que quizás no convenía rebasar, pero todo debe terminar en esta vida, como desgraciadamente pude corroborar.

-Tendremos que volver si nos queremos dar un baño antes de ir a buscar a Sandra a la estación.

-No me digas que vas a ir desnuda hasta allí –Ana sonreía escandalizada.

-No, eso sí que no, yo esperaré en el chalet.

-Bueno, ha sido increíble conocerte, jajaja, nos encanta tu look.

Era hora de despedirse de las dos jóvenes. Besos, presentaciones y más risas.

-Cuando contemos esto no se lo va a creer nadie.

-Tengo una idea, esta noche vamos a hacer una pequeña fiesta de disfraces en casa –Petri era realmente incansable- ¿os gustaría venir?

-¿Esta noche? Imposible, trabajamos las dos, somos camareras en el "Tiempo muerto", no terminamos hasta las cuatro o las cinco de la madrugada.

-Lo conozco –dijo Javier- es un pequeño garito que hay cerca de casa, he terminado allí alguna juerga.

-Oye, podéis pasaros si queréis –propuso Teresa- y si vienes así, seguro que tenéis barra libre todos, jajaja.

El pulso me latía aceleradamente. La cosa se complicaba cada vez más. ¡Y pensar que yo había sentido mi cuerpo estremecerse al ver a Nuria desnuda con su propia familia! Luego, se había ido ampliando progresivamente el círculo: Petri, su primo, los jardineros... aquello parecía no tener fin, era como una bola de nieve que iba creciendo y creciendo sin posibilidad de ser controlada. Me encantaba, pero también me asustaba. Nuria parecía tan cómoda desnuda, era como si sencillamente se hubiese olvidado de ello, como si el hecho de llevar ropa o no fuese algo totalmente irrelevante. Y a la gente parecía divertirle, Javier estaba como loco con mi novia, Petri era la principal promotora de todo, pero es que incluso a Ana y Teresa, lejos de incomodarles, la situación les había resultado excitante hasta el punto de invitarnos a una copa. Pero era impensable que Nuria acudiese a un garito en pelotas... aunque a esas alturas yo ya no era capaz de descartar nada.

-A lo mejor nos animamos –dijo Petri- dadme vuestro móvil por si acaso.

Cuando al fin nos despedimos de ellas, Ana y Teresa siguieron su camino riendo y volviéndose de cuando en cuando para cerciorarse de que lo que habían visto era real.

Sin más novedades volvimos al chalet. Al avanzar la mañana, el cielo se había despejado y apetecía tomar el sol y darnos un baño. Javier y yo subimos a las habitaciones a ponernos los bañadores. Entonces sonó la chillona melodía del teléfono móvil de nuestro anfitrión, que le anunciaba una llamada. Era Dani, uno de sus amigos. Ya sé que no está bien, pero no resistí la tentación de quedarme tras la puerta de la habitación de Javier a escuchar la conversación.

-Hombre Dani, ¿Qué te cuentas?... en casa, me estoy cambiando para darme un chapuzón en la piscina…no, no, es que tengo invitados, ya os dije que este fin de semana me quedaba en casa, os tendréis que arreglar sin mí… si, mi prima y sus amigos, aquellos que os conté, un planazo, esta tarde hacemos la fiesta... eeeesa, si, ahora mismo está tomando el sol en el jardín... claro, claro, en pelotas, es una pasada, y no veas como está la tía, tiene unas pedazo tetas y encima no se corta nada, la he visto el coño en todas las posiciones, ¡como me lo estoy pasando!… jajaja, no se, ¿quienes estais?... ya sabes que esta es vuestra casa, y a esta chica no se corta nada, pero no se si le importará, le tengo que preguntar.

Escuchando como hablaba Javier sobre Nuria, yo me sentía plenamente orgulloso de ella. Está claro que la desnudez de mi novia le provocaba los más bajos instintos, pero al mismo tiempo sentía miedo de que aquello se me fuese de las manos. Era como una montaña rusa, donde en instantes subía a las más altas cotas del placer y al momento caía a lo más bajo presa del miedo a perder a mi chica por jugar con fuego.

Javier se asomó a la ventana y miró a Nuria que tomaba el sol tumbada en una hamaca mostrando desinhibida toda su piel, cada vez mejor bronceada. Esta vez un poco apurado, le dijo que dos amigos suyos querían ir a darse un baño.

- Si, si, diles que vengan - se apresuró a contestar Petri entusiasmada-

Nuria no parecía darle importancia e hizo un gesto de indiferencia. Al fin y al cabo, no era algo nuevo para ella, estaba acostumbrada a tomar el sol completamente desnuda delante de otra gente. Si alguna vez no quería que alguien la viese desnuda no es por que a ella le importase, sino por si a quien la viese le pudiese molestar. Y seguro que a los amigos de Javier no les importaría darse un bañito con una chica tan bonita en pelotas.

-Oye Dani, que si, podéis venir, pero sólo hasta la hora de comer, que luego tenemos que preparar la fiesta.

Otra vuelta de tuerca más. Ese día iba camino de convertirse en el que se batiera el record de gente que viese a mi novia en cueros. Además, dos amigos de Javier; seguramente dos depredadores que verían en ella una presa fácil de la que aprovecharse. Diez minutos más tarde entraban en el jardín sin llamar, como al parecer acostumbraban a hacer. Los dos morenos, Dani llevaba el pelo corto, con un poco de cresta, y Pablo tenía media melena rizada. Bien formados y musculados, con la piel bronceada y blanquísima dentadura, eran dignos compañeros de fatigas y juergas de Javier. Ambos vestían pantalón corto y camiseta, Dani roja y Pablo azul con unos dibujos chillones.

Nuestro anfitrión se levantó enseguida y les saludó efusivamente. Seguidamente, se acercaron a la hamaca donde Nuria tomaba el sol. Estaba boca arriba y se había incorporado al verles llegar, apoyándose sobre los codos. Los pezones, rosados y dilatados por el calor, realzaban la belleza de sus pechos, que caían levemente hacia los costados. Su vientre estaba algo plegado por la posición, pero sin nada que sobrase, y sus piernas estaban una estirada y la otra semiflexionada, escondiendo parcialmente su depilado sexo.

-Bueno, vamos a empezar por la flor más bella del jardín. Ella es Nuria. Este Dani y este Pablo.

-Uauuuuu, tenías razón Javier, es preciosa. No veas lo que se revaloriza tu jardín con una belleza como esta.

Dani era muy cortés con sus palabras, pero su vista se dirigía hacia las tetas de mí adorada novia. Pablo ni siquiera hablaba, solo miraba su cuerpo desnudo y disfrutaba, como evidenciaba su abultado pantalón. Desde luego no era nada reprochable, sino lo más lógico al contemplar a una bonita muchacha de 19 años mostrándoles sus encantos. Nuria parecía vencida por la timidez, aunque se esforzaba por parecer natural ante aquellos apuestos muchachos. Se levantó un poco más para darse un par de besos con ellos e intercambiar unas palabras de cortesía. Hablaban como autómatas, porque ella estaba abrumada al verse rodeada de aquellos atractivos galanes, y ellos estaban mas ocupados en mirar cada detalle de su exuberante anatomía.

-Y estos son Petri, mi prima –intercambiaron besos y sonrisas- y Casi, el novio de Nuria.

-Vaya, sin duda un tipo afortunado.

No se si Javier no se lo había dicho antes, pero al darme la mano me miraban algo sorprendidos.

-Bueno, que, ¿habíais venido a daros un baño no? -terció Javier-.

-Claro, claro, ¿te bañarás con nosotros no? -señaló Pablo a Nuria-.

Ella respondió con una pícara sonrisa.

-¿Vosotros también os bañaréis no? –dijo mirándonos a Petri y a mí-.

-Luego, ahora no me apetece – se disculpó Petri-.

-Enseguida tendré que ir a buscar a Sandra, no me voy a mojar ahora –mentí, prefería ser espectador de aquel espectáculo-.

Nuria nos miró con un gesto de contrariedad. Sentía que le habíamos dejado "sola ante el peligro", pero no podía echarse atrás. Petri y yo estábamos allí como convidados de piedra. Al fin y al cabo, mi novia era la estrella de la fiesta y nosotros figuras decorativas, si es que Petri y yo podíamos decorar algo. Los amigos de Javier hicieron un gesto de admiración cuando se levantó Nuria.

-Un momento –interrumpió Javier- ¿no te importará que mis amigos te echen un vistazo?

Si el día anterior era Petri la que mostraba "el material" a su primo, ahora era éste el que se lo enseñaba a sus amigos. Ella estaba algo ruborizada por ser el centro de atención, pero no le parecía mal que los chicos contemplasen su belleza y se lucía orgullosa. Un muchacho al que había conocido el día anterior la estaba exhibiendo ante sus amigos. Humillante, si, pero así era el juego. Javier la cogió de la mano e hizo que diese un giro, mientras Dani y Pablo escrutaban cada detalle del maravilloso cuerpo de la inocente nudista.

-¿A que está buena?¿que es lo que más os gusta?

Antes de contestar me miraron. Parecían extrañados de que yo permitiera aquello. Yo estaba ardiendo por dentro, pero era en gran parte responsable de lo que pasaba, así que no me podía echar atrás. Así que traté de poner mi mejor cara para que no se sintiesen cohibidos.

- Pues es muy guapa, tiene un tipo estupendo, su pelo…

-¡Anda ya Pablo! No te pongas tan fino, y no te preocupes por Casi, que no se va a mosquear. Mira que tetas y que culo –Javier se puso algo ordinario, pero no le faltaba razón-.

-Bueno, jeje, pues la verdad es que me gusta toda enterita, jeje, y tiene unas tetas preciosas.

-Pues si, y ahora que lo veo bien, ese coño peladito está para comérselo. Parece tan suavecito… ¿Se puede tocar? –Dani se iba animando-.

-Nooo, se ve pero no se toca, jeje. Es la regla sagrada. ¡Venga, vamos a bañarnos!

Nuria avanzó hacia el agua y Javier acompañó su movimiento poniéndole la mano en el culo. Aquello era más un pequeño magreo que la palmadita pactada el día anterior. Ella no se molestó, se iba acostumbrando a que los límites están para rebasarlos de vez en cuando. Era todo un espectáculo verla caminar moviendo sensualmente las caderas. Todos nos quedamos embobados cuando se detuvo en el borde de la piscina y se agachó para lanzarse de cabeza al agua. ¡Que maravilloso instante nos regaló!

Acto seguido los tres se tiraron al agua y empezaron a lucir su estilo nadando delante de la dama desnuda a la que querían impresionar. No había demasiado tiempo, así que aprovecharon al máximo el baño para divertirse. Nuria parecía un poco cohibida al principio. Lógico, estaba sola en el agua con tres chicos que hacían todo lo posible por llamar su atención. No se sentía así por su desnudez a la que ya estaba más que acostumbrada. Aunque hubiese llevado el más recatado de los bañadores, se habría sentido intimidada por ser el centro de atención.

Poco a poco, fue cogiendo confianza y empezó a mostrarse como la chica divertida y alegre que es. Disfrutaba en el agua y no rehuía el juego ni en contacto físico con los chicos. Con toda la naturalidad del mundo aceptaba que Pablo corriese detrás de ella y la cogiese en brazos para volver a lanzarla al agua, aunque él se esforzase por que sus manos acariciasen fugazmente su trasero o parte de un pecho en la operación.

Estuvieron un rato jugando con una pelota a pasársela entre tres, mientras uno, en el centro, trataba de interceptarla. Nuria se divertía jugando, mientras los demás babeaban, bueno babeábamos, viendo botar sus tetas y sus tres acompañantes aprovechaban cualquier lance para echarse sobre ella y sentir la suavidad de su piel. Nuria se lo estaba pasando bien sin darle la menor importancia a su desnudez. Mientras, aquellos muchachos estaban disfrutando de un momento único mirando y tocando a una preciosa chica en pelotas.

Pero lo que más me sorprendió es que mi amada aceptase sin rechistar echar una batalla de caballitos, en la que ella era el jinete de Javier. Para subirse a su montura se sentó en el borde de la piscina. Estaba tan entusiasmada con el juego que no reparó en que su sexo estaba a la altura de los ojos de sus compañeros de baño. Antes de ofrecer sus hombros para que Nuria se sentase, Javier la agarró por las rodillas, le abrió las piernas y miró con lujuria su vagina.

-Eh, mirad que chochito, no me digáis que no es precioso.

El atrevimiento de Javier parecía no tener límites. Poco a poco, Nuria les dejaba hacer cosas que un momento antes parecían impensables. Ella sonreía, algo ruborizada, pero también halagada, mientras los amigos de Javier miraban con deseo. Para cualquier otra chica esa situación habría sido escandalosa, pero mi novia estaba tan acostumbrada a mostrar su cuerpo que lo aceptaba con naturalidad. Para ella no era ningún escándalo que tres chicos mirasen excitados su sexo abierto. Lo admitía como algo lógico y prefería divertirse en vez de portarse como una mojigata.

-Yo me la pido de premio si ganamos –dijo Dani-

-Jijiji, desde luego sois como chiquillos –terció Nuria-, venga, vamos a jugar.

Javier se dio la vuelta ofreciendo su hombro para que mi novia se sentase encima e hizo un gesto de placer cuando sintió el contacto de su sexo en su nuca. Ella estaba más preocupada por no caerse y cuando se desestabilizaba se agarraba a la cabeza de su amigo, sin darse cuenta de lo que él disfrutaba cuando ella apretaba sus rotundos senos contra su coronilla. Mientras, Petri seguía con interés las evoluciones de su primo y sus dos amigos con Nuria. Sonreía satisfecha cada vez que se producía algo divertido o alguno de los chicos hacía algún comentario subido de tono.

No puedo negar que me sentía algo celoso por ver a mi chica divirtiéndose desnuda con esos tres chicos. No podía permanecer indiferente al ver como la miraban con deseo, hacían comentarios sobre ella sin ningún pudor e incluso la manoseaban disimuladamente. Sin embargo, tenía que aguantarme. Al fin y al cabo, yo mismo la había animado a mostrar su cuerpo desnudo a los demás y la había dejado sola en ese baño, sabiendo el riesgo que corría. Definitivamente, aquellos excesos también eran para mí algo muy excitante.

Como os podéis imaginar, la batalla apenas duró unos minutos, pues los chicos cada vez disimulaban menos en sus toqueteos y ella prefirió dejarlo antes de que aquello pasase a mayores. Los chicos la siguieron con la mirada cuando salió de la piscina, y les dejó boquiabiertos al subir la escalerilla, moviendo con elegancia su delicado trasero, ofreciéndoles una sensual imagen de su trasero y su sexo.

Todavía con las gotas de agua resbalando por su piel, vino a sentarse con Petri y conmigo. Cogió la toalla y comenzó a secarse el pelo.

-Vaya, ¡pero si están aquí mi novio y mi mejor amiga! –Nos dijo en tono irónico-.

No supimos que contestar.

-Supongo que lo habréis pasado bien dejándome sola con tres chicos.

-Bueno, no, yo es que…-fue lo único que acerté a balbucear-

Y es que tenía razón; no nos habíamos portado bien. En Petri era normal, pero en mi caso, una cosa es que me guste que ella esté desnuda entre gente vestida y otra dejarla sola en una piscina con tres machitos en celo. Menos mal que los tres chicos vinieron antes de que Nuria siguiese soltándonos el sermón. Pablo y Dani se sentaron con nosotros, mientras Javier iba a por unas bebidas y algo para picar.

-Así que esta tarde hacéis una fiesta de disfraces. ¿Ya lo tenéis todo preparado?

-Bueno, más o menos –Petri volvía a tomar la iniciativa-, de la comida y la música se encarga Javier, y ya sabéis lo perfeccionista que es organizando juergas. Nosotros hacemos los juegos y nos disfrazamos, jeje.

-¿Y que disfraces os vais a poner?

-Yo de senador romano –por fin intervine, ya estaba harto de parecer el payaso mudo, aunque enseguida me interrumpió Petri-.

-Pues yo voy de bruja y Javier de centurión romano, pero el mejor es el de Nuria.

De repente todas las miradas se dirigieron hacia mi adorada novia, que por unos momentos trataba de pasar desapercibida.

-Bueno, yo… voy de Eva.

-Eva…¿la de Adán?

-Jejeje, si, esa.

-Vamos, que con unas hojas de parra y una manzana ya está hecho. –Pablo y Dani la miraban impresionados ¿o quizás más bien excitados?-

-No exactamente –se hizo un silencio, esperando que se explicase-, solo con la manzana.

En un súbito ataque de timidez, Nuria se ruborizó, mientras Dani y Pablo se miraban boquiabiertos. Que reacción más curiosa, cuando la tenían delante como su madre la trajo al mundo. En ese instante, llegaba Javier con las bebidas.

-Joder Javier, esta vez te has superado. Una cosa es que tu amiguita esté en pelotas en la piscina, pero no imaginaba que también en la fiesta –Dani estaba impresionado-, la próxima vez invítanos.

-Es que tiene que estar así todo el fin de semana –dijo Petri, orgullosa de cómo se desarrollaban sus planes-. Hasta que nos marchemos mañana no se puede poner ninguna prenda.

-Desde luego, será la estrella de la fiesta, pero yo creo que con una hoja de parra quedaría más divertido –a Pablo le interesaba mucho el tema del disfraz-.

-Si, tienes razón. De hecho me estuve probando unas que tenía en casa, pero perdieron el pegamento y no había manera.

-Pues eso tiene fácil solución. No es por presumir, pero yo soy bastante bueno pintando y tengo en casa materiales para hacerlo sobre el cuerpo. Una hoja de parra te quedaría genial.

-¿Dónde…en el pubis? –Nuria estaba un poco asustada con la oferta-

-Jajaja, bueno, tu verás, si quieres te lo hago en la espalda, pero no se… Vamos Nuria, no te preocupes, que ya verás que bien te queda. Será tan real que parecerá que llevas el chichi cubierto por una hoja de verdad.

-Pues no es mala idea. La verdad es que lo de estar totalmente desnuda es como muy soso. Pero vaya, no se que dirán los demás; les prometí que iba a estar desnuda y eso no se si se considerará una prenda.

Petri, Javier y yo nos miramos y casi a la vez hicimos un gesto de aprobación. Al fin y al cabo, ella iba a seguir desnuda, y su preciosa rajita estaría a la vista por mucho que tuviese una hoja pintada. Tan solo había un detalle algo perturbador: el bueno de Pablo iba a trabajar directamente sobre el sexo de Nuria, y seguramente se lo acariciaría. Muy ingenuo tendría que ser para no aprovecharse y deslizar sus dedos por los rincones más íntimos de mi amada.

Pero a Nuria le había gustado la idea sin dar ninguna importancia a que para realizarla Pablo fuese a trabajar directamente sobre su sexo. Para ella eso era lo más normal, como si fuese a hacerlo en cualquier otro lugar de su cuerpo. Para Petri y Javier desde luego era algo muy divertido; el disfraz de Nuria tendría otro aliciente más y la sesión de pintura corporal sería otro atractivo de la fiesta.

Y yo ¿qué podía hacer en esa situación? Poco a poco los acontecimientos se iban precipitando y estaban pasando cosas que no tenía previstas. Nunca me había planteado que otro chico acariciase el sexo de mi chica, pero aquello tenía un toque "artístico" y yo no podía oponerme y quedar como un celoso trasnochado. Además, para ella era algo divertido sin más consecuencias y no creo que me perdonase una actitud así. Por eso decidí aceptar sin rechistar y tratar de disfrutar de algo que sin duda sería muy excitante.

-Pues nada, no se hable más. Esta tarde vengo con los trastos para hacerte el trabajito. Ya verás que bien te va a quedar –la cara de Pablo era el vivo reflejo de la satisfacción-.

-Desde luego Nuria me encantas, encima de estar buena, eres superatrevida. –Dani no dejaba de mirar a mi novia con cara de admiración-. ¿Y no te da corte estar así todo el fin de semana?

-Pues no, claro que no. Llevo toda la vida haciendo nudismo, y para mí estar desnuda es lo más natural. Lo que no entiendo es que eso os llame tanto la atención. Si no fuera porque hay a quien le pueda molestar, yo estaría desnuda siempre.

-Fíjate, que esta mañana hemos dado un paseo por el monte y ha ido así –ahora Petri presumía de Amiga-.

-Ah, y nos hemos encontrado con dos chicas que trabajan en el "Tiempo Muerto" y nos han invitado a ir a tomar algo esta noche. Lo mismo aparecemos por allí después de la fiesta –añadió Javier-.

-Jajajaja, ni lo sueñes –Nuria reaccionó antes de que aquello fuese demasiado lejos, ¿o ya era demasiado tarde?-

-Vamos mujer, no seas tonta, si lo puedes pasar muy bien. Es un sitio muy discreto, sin aglomeraciones, te puedes sentar o bailar y ponen buena música y encima, allí no le va a importar a nadie que vayas desnuda, bueno, con la hoja ni eso –Dani trató de convencerla-. Si vais, no dudéis en llamarnos.

-Bueno, bueno, ya veremos.

XIV

Después de apurar las bebidas y dar buena cuenta del picoteo, los amigos de Javier se despidieron y yo me dispuse a ir en busca de Sandra a la estación al volante de mi amado Peugeot 205, mucho más gastado pero también mucho más carismático que el impersonal Audi de nuestro anfitrión. Obviamente, Nuria no podía ir a recibir a su amiga, salvo que rompiéramos la regla que la impedía usar ropa alguna durante aquel fin de semana, de otro modo nos arriesgábamos a terminar precipitadamente la fiesta en comisaría. Javier tampoco podía acompañarme, pues tenía que ir preparando las cosas para la comida.

Tenía ya las llaves en la mano y estaba preparado para salir yo sólo cuando vi que Petri se acercaba a mí con una extraña sonrisa en la cara.

-Vamos, date prisa que vamos a llegar tarde.

-¿Vamos? No hace falta, ya voy yo solo.

-No seas bobo, te acompaño, además, ¿sabes ir tú solo hasta la estación?

-Pues claro... y si no, pregunto, no te necesito, de veras. Quédate y ayuda con los preparativos de la comida.

-No te preocupes, entre Nuria y Javier se hacen cargo de todo. Venga, es muy aburrido esperar, luego te quejarás de que no te trato bien.

Un increíble sentimiento de angustia empezaba a invadirme. Tenía la sensación de haberme metido yo solo en la boca del lobo. Miré a Nuria tratando de buscar ayuda, de encontrar una de sus miradas cómplices que tanto me tranquilizaban, pero mi chica andaba ya de una lado para otro de la cocina, en pelota picada, ayudando a Javier que, vestido correctamente y con su delantal puesto, le daba órdenes precisas "coge la fuente azul, sí, la grande, si no llegas coge una banqueta". Y Nuria ponía una banqueta obediente junto a la encimera de la cocina y se subía de un modo encantador, tensando sus pantorrillas y sin percatarse de las espectaculares vistas que su trasero desnudo brindaba a su acompañante.

Malévola, Petri me tiró del brazo y me arrastró consigo fuera del jardín. Tuve dificultades para meter la llave en el contacto. Cuando por fin arranqué el coche, pisé a fondo y me dirigí a toda velocidad hacia la estación.

-¡Eeeeeh! Tranquilo chico, llevamos tiempo de sobra.

Miré el reloj. Faltaba media hora todavía para que llegase el tren. Eso suponiendo que no llevase retraso. Un sudor frío empezaba a caerme por la frente, ¡joder! había dejado a mi novia a solas con aquella especie de semental de hormonas desatadas. Sola... y desnuda. Me temblaban las piernas y apenas atinaba a accionar los pedales correctamente, el coche daba incluso más tirones de lo habitual.

-¿Estás nervioso?

-No... sí... no... joder Petri, ¡qué mala leche tienes! La has preparado bien.

-Jajaja, tranquilo hombre, tu Nuria sólo tiene ojos para ti, ¿tan poco confías en ella?

La verdad era que sí confiaba en ella, la razón me decía que no tenía motivos de alarma. Para Nuria su situación era agradable, no algo nuevo ni extraño, y ella era la misma llevando ropa o no. Pero una cosa es lo que dice la razón y otra lo que dictan los nervios, y lo cierto era que mi chica estaba a esas horas en cueros junto a un tío que, según sus propias palabras, era "guapísimo", un chico que me constaba que tenía éxito y desenvoltura con las mujeres. Y lo peor era que, si pasaba algo, no podría reprochárselo a nadie más que a mí mismo, pues si no hubiera sido por mi maldita obsesión por mostrar desnuda a Nuria, aquello nunca hubiera sucedido.

Hecho un manojo de nervios, llegamos a la estación cuando aún faltaban quince minutos para la llegada del tren de Sandra. Petri estaba disfrutando con la situación, y yo dudaba entre mis deseos de estrangularla allí mismo (matar a la prima de Javier sería una buena venganza) o, por contra, felicitarla por su habilidad estratégica, propia de un Napoleón de nuestro siglo.

Y es que, por debajo de la angustia y del terror que me invadían, había algo indefinible, un no sé qué que notaba subir desde mi entrepierna y me producía una especie de cosquilleo... agradable. Sí, no podía negármelo a mí mismo, estaba literalmente acojonado, contando cada minuto, imaginando a cada instante qué demonios estaría haciendo Nuria, qué postura tendría, qué parte de su cuerpo estaría admirando Javier. Pero, al mismo tiempo, ¡era tan embriagador aquel sufrimiento, tan sugestivo! Porque saber que mi chica estaba desnuda en ese preciso momento junto a un seductor contrastado era extrañamente morboso, excitante. Sí, tenía una erección, y una parte de mí paladeaba con calma el momento, deseando que el tren de Sandra llegase con retraso.

Petri era una chica inteligente e intuitiva.

-¿A que ya no te parece tan mala idea haberles dejado solos?

-Supongo que no.

-Ahora la tienes como querías, desnuda junto a un chico que la desea y sola, sin ti a su lado para protegerla.

-...

-¿A que te encantaría poder espiarles sin que ellos te viesen a ti?

Sólo el pensar que eso fuera posible me hacía sentir mareado ¡poder ver a Nuria desnuda junto a gente vestida como en un cine, siendo espectador anónimo y privilegiado!

En ese momento oímos un pequeño revuelo en las taquillas de la estación. Una señora mayor entrada en carnes protestaba a voz en grito "!siempre igual, qué vergüenza, siempre con retraso!" Petri se acercó a ver qué sucedía.

-Me temo que el tren de Sandra llegará media hora tarde.

-¡Qué fastidio!

Estaba cada vez más inquieto, por un lado aquella demora prolongaba el tiempo que Nuria permanecería a solas con Javier. Por otro, no conseguía quitarme de la cabeza la frase de Petri, espiarles sin que me viesen...

-¿Sabes qué? –me dijo risueña.

-¿Qué?

-Tienes el tiempo justo para subir hasta el chalet, echar una miradita y volver a bajar.

-¿Qué dices? no me da tiempo.

-Que sí, hombre, no seas pesado. Mira, yo me quedo aquí esperando por si viene antes el tren, ya le pondré alguna excusa a Sandra si tenemos que esperarte. Nuria y Javier nunca se enterarán de nada.

-Pero, de todos modos, cómo voy a poder espiarles sin que me vean.

-Escucha Casi, que te ahogas en un vaso de agua –Petri sonreía de aquel modo que yo ya conocía bien- en lugar de aparcar en la parte de delante, das un rodeo y sigues hasta la parte posterior del jardín. Si te fijas, hay varios pinos enormes...

-Si crees que puedo subirme a uno, temo que sobreestimas mis capacidades.

-Descuida, jajaja, no te tengo por muy intrépido. Entre los pinos, hay una vieja higuera muy frondosa a la que es fácil encaramarse. Si te subes a ella, podrás sacar la cabeza por encima de la verja y, si están fuera de la casa, podrás verles si que ellos te vean a ti.

-No sé, es muy peligroso, ¿qué puedo decir si me descubren?

-¡Joder Casi, qué poco imaginativo eres!, tú sabrás. Yo te digo lo que puedes hacer, ahora tú decide... el mundo se divide entre los que actúan y los que sólo miran. Ya sé que tú eres de los que miran pero, por una vez, pensé que arriesgarías un poquito.

Me quedé mirándola por un instante. No me parecía muy ético espiar a Nuria, me daba vergüenza engañarla a medias con Petri, estuve tentado de rechazar la propuesta y quedarme allí esperando a Sandra.

Eso hubiera sido lo correcto, lo elegante. Ella nunca me había dado motivos de celos pero... pero no se trataba de celos, se trataba más bien del inmenso placer de disfrutar yo también de aquella situación, de que los minutos en que permanecía desnuda junto a Javier no se perdiesen, de que hubiese al menos un testigo, el más importante, yo. Y, además, se trataba de, por primera vez, poder disfrutar del momento a mis anchas, sin disimulos ni vergüenzas, sino gozando inmensa e infinitamente de ver mis fantasías hechas realidad. Si alguien piensa que obré mal, suplico que considere esto como un atenuante, hay veces en la vida en que el deseo impone su ley, y es imposible sujetarlo.

Sin contestar a Petri, corrí hasta el coche tanto como me lo permitían las piernas, arranqué y, derrapando como un Ferrari, encaré la subida hacia la urbanización del chalet de Javier. A punto estuve de atropellar a una vieja que cruzaba por donde no debía, pero logré esquivarla y continuar mi camino. Sonriendo interiormente al pensar en lo delgada que es la línea que separa el cielo del infierno, rodeé el chalet y, con cuidado, aparqué el coche en la parte trasera.

Apenas respiraba cuando cerré la portezuela y divisé la higuera. Como un ladrón, me arrastré de un modo absurdo, pues la valla del chalet era bastante más alta que yo. Temblando de miedo, llegué hasta el pie del árbol. Como había dicho Petri, era muy frondoso, por lo que sería realmente difícil ser descubierto desde el interior del jardín. Además, la parte posterior del chalet daba a un pinar, y a aquellas horas de calor era realmente improbable que nadie pasase por allí. Al primer intento, resbalé y me hice un buen raspón en la espinilla. Sin pararme a examinar los daños, así con fuerza la rama más próxima y trepé como no lo hacía desde que era un chiquillo. Con el corazón latiendo salvajemente en mi pecho traidor y mezquino, asomé la cabeza por encima de la tapia y miré al interior del jardín: no había nadie.

Un conocido sentimiento de frustración me invadió, ¿estarían aún preparando las cosas en la cocina? Luego llegó el terror ¿estarían arriba, en las habitaciones? A punto estuve de caer del árbol y ponerme a gritar de angustia cuando, como un bálsamo, llegó a mis oídos la conocida y adorada voz de Nuria.

-¿Falta algo?

-No, yo creo que ya está todo, mejor comemos dentro, ahora hace mucho calor en el jardín.

Yo preocupándome y mi dulce nudista estaba ayudando inocentemente a Javier con la comida. Me sentí ruin y miserable, sabía que no debía seguir allí, pero me faltaban fuerzas para evitarlo. Antes de ser condenado, pregunto al paciente lector que haya llegado hasta aquí, ¿tú qué harías? El que piense que lo ético sería bajar del árbol y volver junto a Petri a la estación, tiene mi más sincera admiración, y le pido por favor que abandone este capítulo y empiece directamente con el siguiente. El que sea débil y esclavo del deseo como yo, que permanezca un poquito más aquí arriba junto a mí, que se ponga cómodo y que escuche atentamente. No parece que sea fácil ser descubierto, y la situación invita a disfrutar.

-Parece que tardan –oí decir a Nuria.

-Los fines de semana suele haber retraso con los trenes.

En ese momento, sonó el móvil de Javier; por la conversación, deduje que era Petri, la sagaz e infalible Petri, que llamaba para echarme un cable.

-¿Sí? ¿media hora? De acuerdo..., vale..., os esperamos aquí. Venga, hasta luego. Parece que el tren se retrasará un rato.

-¡Vaya! Pues ya tenemos todo preparado, ¿qué podemos hacer?

-Se me ocurren un millón de cosas que hacer contigo hasta que vuelva el Casi, jajaja.

La voz de Javier sonaba amistosa, pero con un deje de esperanza. Me invadió un temor súbito de ser testigo de algo brutal ¿y si era castigado por mi traición? ¿y si lo que pretendía ser un juego encantador se convertía en una tortura infinita? Pero, como siempre, otra vez la voz de Nuria, su suave y redentora voz cantarina.

-Recuerda, se mira pero no se toca, jijiji.

-Ufff, no se como me resisto. Menos mal que soy un caballero.

-Mmmm, ¿caballero?, no se. Viendo como estabais tus amigos y tú en la piscina, más parecíais chiquillos.

-¿Porqué lo dices?¿Nos hemos portado bien, no?

-Pffff,…,no te hagas el tonto, que se os iban las manos constantemente. Parece que una chica no puede estar desnuda sin que perdáis los papeles.

-No mujer, no es eso. Quizás haya habido algún roce, pero sin ninguna intención. Además, es que estás tan buena...

-Jajaja, ¡no se puede hablar contigo en serio!. Bueno, a ver si tenéis más cuidado, sobre todo para no hacer daño a Casi.

-Bueeeno, la verdad es que no sé yo qué le ves a ese novio tuyo...

-Anda, sé bueno, me apetece darme un baño antes de comer, vamos a la piscina.

De un modo inconsciente, me aplasté contra el tronco del árbol como un asesino al acecho, aunque era literalmente imposible que me vieran si nadie les avisaba de mi presencia. Incluso yo tenía dificultades para ver el jardín, debido a las grandes hojas de la higuera que me servía de apoyo. Moviendo con cuidado la cabeza, conseguí encontrar un hueco entre las ramas que me permitía una visión muy satisfactoria del escenario.

Cuando vi salir a Nuria, gloriosamente desnuda, su encantador culete redondo y respingón, y junto a ella a Javier, vestido con sus bermudas y su polo... mi pene era ya una rama más del follaje. No pude reprimirme. Mientras con una mano me sujetaba al tronco del árbol, con la otra desabroché mi pantalón y liberé mi sexo, convertido en un signo de admiración.

Sabía que si era descubierto haría el mayor ridículo de mi vida. Tener semejante mujer a mi disposición y masturbarme a escondidas como un chiquillo sería difícilmente justificable. Pero el amor a lo furtivo, al ver sin ser visto, la excitación de ver a mi chica allí desnuda, obedeciendo hasta el final las reglas, saber que Javier estaba tan empalmado como yo pero que él no podría nunca disfrutar de Nuria... todo eso me transportaba a un estado de éxtasis que me hacía sentirme invulnerable, invencible.

Y las cosas en el jardín no podían pintar mejor para mí. Por alguna razón, Javier no tenía intención de bañarse, por lo que, desnuda como una diosa, Nuria se lanzó al agua mientras su acompañante babeaba mirándola desde el bordillo.

-¿No te bañas?

-No... prefiero mirarte.

-... ¿no te cansas ya? ¡Qué bobos sois los chicos!

-Hay cosas de las que uno no se cansa nunca. ¿Sabes? Hay algo que quería preguntarte, ahora que estamos solos.

-¡Qué serio te has puesto! Espera, que salgo y charlamos tranquilamente.

Dudo mucho que Javier estuviese tranquilo cuando, chorreando y fresquita por el baño, Nuria salió del agua y se sentó a su lado. Ahora estaban ambos frente a mí, sentados en el bordillo de la piscina y con los pies dentro del agua. Mi mano acariciaba mi sexo casi sin darme cuenta, porque lo cierto es que no era necesaria su contribución. Frente a mí, mi encantadora novia charlaba desnuda con un chico, sus pechos se movían juguetones, su sexo se ofrecía incitante. Javier conservaba su ropa puesta, a excepción de las zapatillas que se había quitado para refrescarse los pies. Si el paraíso existe, debe ser algo muy parecido a observar a tu amada en esas circunstancias. Para rematar la faena, la conversación parecía girar en torno a mi tema favorito.

-Venga, dime, ¿qué querías preguntarme?

-Verás, quería saber, bueno ¿qué sientes estando así todo el fin de semana?

-¿Así cómo? No te entiendo.

-Pues desnuda, joder, ¿qué iba a ser si no? No consigo acostumbrarme. Estar hablando ahora aquí contigo, y ver esas... esas pedazo tetas tan cerquita…ese maravilloso coño depilado.

-Ya estamos, los tíos sois como niños. Si te molesto me visto –sonreí al oírla decir eso, pues le hubiera sido difícil vestirse, ya que su ropa estaba en el maletero de mi coche.

-Que no joder, que no es eso, ¿cómo ibas a molestarme? El día que me moleste una tía buena en bolas me suicido.

Detuve mi mano. Estaba a punto de correrme y no quería terminar tan rápido. Aquella conversación me excitaba de un modo inimaginable, Nuria y Javier hablando del cuerpo desnudo de mi chica conmigo de testigo invisible.

-Es simplemente que no sé cómo puedes parecer tan cómoda.

-Parezco cómoda porque estoy cómoda. Y me hace gracia ver el efecto que provoco en todo el mundo, cuando para mí esto es lo más natural del mundo.

-Precisamente, sería natural si TODOS estuviéramos desnudos, pero así...

- Pues no, porque vosotros no lo haríais con naturalidad y yo sí. Lo natural es que cada uno esté como le apetezca, y a vosotros os apetece estar vestidos y a mi desnuda.

-Mirándolo así... pero no me negarás que tiene su morbo que estemos todos vestidos y tú en cueros.

-Le da un toque sexy, ¿no crees?

Me estremecí al oír el tono juguetón y travieso con que Nuria dijo esto último. Notaba próximo el momento del orgasmo y me concentré en retrasarlo; sencillamente, era feliz allí arriba, escondido en la copa de un árbol y espiando a mi novia furtivamente. De repente, Nuria se levantó y encaminó sus pasos hacia la casa.

-Espera un momento, enseguida vuelvo.

-¿Dónde vas? –preguntó Javier tan alarmado como yo, que temía quedarme sin espectáculo en el mejor momento.

-Necesito ir un momento al tocador de señoras, jajaja.

-¡Oh, bueno!, pero yo creo que no hace falta que subas, además, estás empapada y vas a dejar todo chorreando.

-Me parece que no me entiendes... tengo ganas de hacer pipí –dijo en un tono que era apenas un susurro y que me encandiló aún más.

-Me parece que no me entiendes tú a mí –la voz de Javier sonó extraña. Pude notar que Nuria le miraba fijamente, yo mismo noté un escalofrío.

-No te preocupes hombre, me seco los pies y no mojo nada, enseguida vuelvo.

-¡Espera!, No me seas sosa mujer.

Desde mi posición, apenas podía ver ahora a Nuria. Haciendo un ruido que me pareció infernal, cambié la posición de mi cuerpo y me abrí paso como pude entre las ramas hasta que conseguí enfocar de nuevo a mi chica. Estaba de pie y desnuda frente a Javier, que la miraba fijamente. Yo les veía a ambos de perfil, Nuria me quedaba un poco más próxima, y era su nalga derecha lo que mejor divisaba desde mi puesto de observación. Maquinalmente, sin perder detalle de lo que sucedía, comencé otra vez a acariciar mi pene lenta y suavemente.

-¿Qué sosa ni qué narices?, empieza a ser una urgencia, con el baño me han entrado ganas... –en efecto, de pie ante Javier, Nuria cruzaba las piernas y se removía inquieta de aquel modo encantador que yo conocía bien.

-¿Sabes?, mi hermano y yo solemos mear en la ducha, cuando no hay nadie. Por no subir hasta arriba con el bañador mojado y tal. Luego se deja correr un poco el agua y ni rastro del crimen.

-Puff, los tíos sois tremendos –Nuria hizo amago de darse la media vuelta y seguir su camino cuando un grito de Javier la detuvo.

-¡Espera! De acuerdo, te lo diré de un modo más explícito. ¿Te importaría hacer pis aquí abajo? –su rostro mostraba una ancha sonrisa.

-¡¿Qué?!

-Verás, siempre he tenido esa fantasía, y desde que llegaste ayer no me lo quito de la cabeza. Me encantaría verte hacer pis. Pensarás que soy un guarro... pero me harías muy feliz.

-¿Hablas en serio? No puedes pretender que...

-Totalmente en serio, jajaja ¿por qué no? Vamos, las chicas siempre vais en grupo al baño. Imagina que soy Petri, jajaja. Estamos entre amigos, me estoy portando genial este fin de semana, dadas las circunstancias. Vamos, ¿no me vas a conceder ese pequeñísimo capricho?

-Estás loco –pero Nuria se reía. Sentí unos celos inmensos al intuir que mi chica iba a satisfacer la fantasía de Javier... al igual que hacía con las mías ¿habría algún punto en que ella dijese no?- No puedo más, de cualquier modo, creo que no llego al baño. ¿Dónde? ¿aquí mismo?

-Sí, bajo el chorro de la ducha, justo ahí.

Tuve que sostenerme con más fuerza en mi rama para no caer al suelo cuando Nuria, sin poder aguantar más, se puso en cuclillas delante de Javier y, casi inmediatamente, pude oír desde la distancia el ruido que hacía el chorrito de líquido que se deslizaba entre sus piernas. Javier la miraba extasiado. Desde su posición, tenía una vista maravillosa de mi chica inclinada, las piernas abiertas y aliviando sus necesidades. Los celos fueron salvajes, asesinos, yo nunca había visto a Nuria en aquellas circunstancias, nunca se me había ocurrido que aquello fuese erótico y, sin embargo, estaba pasando ante mí, y mi excitación era tal que tenía que contener mis gemidos para no ser descubierto.

-¡Qué cochino eres!

-Lo sé, lo sé. Es delicioso, me ha encantado, muchas gracias Nuria.

Sin remedio, eyaculé sobre el tronco del árbol, que recibió mi simiente resignado y en silencio. Fue un orgasmo solitario, casi doloroso, pero uno de los más maravillosos y satisfactorios que he tenido en mi vida. Celos y deseo, placer y dolor se unían de un modo inimaginable en mi interior. En el jardín, Nuria ya se había puesto en pie.

-¡Qué raros sois los chicos! Nunca se me hubiera ocurrido que algo así pudiera gustaros.

-... pues ya lo ves –Javier parecía feliz- eres un sueño de chica Nuria, me encanta cómo encaras lo que para otras sería imposible de aceptar.

Permanecí unos instantes más en mi puesto de espía. Ya había gozado, sabía que debía volver a la carrera a buscar a Petri y a Sandra, pero algo me hacía sentirme como atornillado a aquel árbol. Temía más que nunca lo que fuese a pasar a continuación, si Javier le pedía a Nuria satisfacer alguna otra fantasía, ¿accedería ella?

El móvil de Javier volvió a sonar. Súbitamente, como despertando de un sueño, tomé conciencia de que podía ser descubierto, de que Petri me esperaba. A toda velocidad, con cuidado de no hacer ruido, bajé del árbol, corrí hasta el coche y enfilé hacia la estación.

Cuando llegué, Petri saludaba a Sandra con sendos besos en las mejillas.

XV

Creo que ya he dicho que Sandra era una chica francamente guapa. Tenía una corrección de rasgos que hacía que fuese imposible no sumergirse en la contemplación de su rostro: nariz respingona, ojos oscuros enormes, boca sensual y carnosa. Vestida, resultaba una chica francamente atractiva, e incluso Nuria quedaba en un segundo plano a su lado. Pero ¡ay! cuando la ropa desaparecía, mi novia era sin duda la que salía sin duda victoriosa en la comparación. Y no es que yo la hubiese visto desnuda, ni mucho menos, mis juegos exhibicionistas se limitaban a Nuria, pero sí la había visto en bañador en la piscina, y sus generosas cartucheras y su excesivamente grande trasero estropeaban mucho la imagen que daba en un primer encuentro.

Pese a todo, tenía éxito con los chicos, siempre era un placer conversar con ella teniendo delante sus hermosos ojos negros, y además era una chica alegre y divertida. Y con alegría parecía tomarse aquella fiesta, a juzgar por sus preguntas desenvueltas mientras yo conducía de vuelta al chalet.

-Una cosa quería preguntaros, jajaja, ¿qué es eso que me dijo Nuria de que su disfraz en la fiesta iba a ser una manzana?

-Es una historia muy larga –contestó Petri- pero, resumiendo, sí, ira "vestida" con una manzana.

-Entonces, ¿no es una broma?

-Ni mucho menos, de hecho, lleva desnuda todo el fin de semana.

-¿Qué?, ¿de verdad? –me miró incrédula- ¿y a ti no te importa?

-Déjale –sonrió Petri maliciosa- Casi nunca ha sido muy hablador, pero creo que hoy está un poco desbordado por los acontecimientos.

Aunque ella no podía saber hasta qué punto eran ciertas sus palabras, debía ser evidente que yo andaba todavía conmocionado por los acontecimientos que acababa de vivir. Ser testigo de la facilidad con que Nuria parecía acceder a todo tipo de petición, por extraña que pareciese, me hacía daño. Porque no era yo el que le había pedido orinar con público, había sido aquel maldito "guaperas". No podía quitarme de la cabeza la imagen de Javier mirando fijamente el sexo de mi chica, mientras éste se abría para dejar paso a aquel maná que me había llevado a mí al orgasmo y a aquel indeseable... intentaba no pensar en ello, pero apenas era capaz de prestar atención a la conversación de las chicas.

-Vamos a ver si lo entiendo. Ahora, en este momento, mi amiga Nuria está en pelota picada ella sola con tu primo, ¿no?

-Así es –rió Petri.

-Y a Casi no sólo no le importa, sino que es el principal instigador de todo esto.

Otra vez me miró esperando una respuesta.

-Es... es sólo un juego...

-Bueno, he visto juegos raros, pero creo que este se lleva la palma. En fin... supongo que puede ser divertido.

Me temblaban las piernas cuando descendí de coche. Tenía un miedo terrible a mirar a Nuria a la cara ¿me contaría ella lo que había sucedido? ¿o se guardaría el secreto para ella sola? En ese caso, habría algo que sería sólo de Javier y ella, algo de lo que yo jamás tendría noticia, y eso me mataba. Lo peor es que yo jamás podría preguntarle nada pues, ¿cómo reconocer que la había espiado, que me había corrido subido a un árbol mientras ella...? aquel fin de semana era una locura, y mis fuerzas empezaban a flaquear.

Con la bolsa de Sandra en la mano, entramos en el jardín. Nuria y Javier salieron a recibirnos, sonrientes y tranquilos, dos amigos que esperan al resto del grupo, él con sus bermudas y su camiseta, ella desnuda, ¿por qué no?

Las dos chicas se abrazaron y se saludaron con besos cariñosos, hacía varios meses que no se veían.

-¡Así que es verdad! ¡estás... estás desnuda! Jajaja.

-Ya te avisé por teléfono...

-Pensé que era una broma de las tuyas –se quedó mirando fijamente el sexo de Nuria- ¡te has depilado! Te queda genial, ¿no pica?

-Todo es acostumbrarse, la verdad es que resulta bonito, creo yo.

-Puff, chica, lo que ganas en cueros, déjame que te vea –Nuria se retiró un poco y dio un vuelta sobre sí misma- ¡estás estupenda! Si yo tuviera ese cuerpo, también iría en bolas a todas partes, jajaja.

-¿Te animas? La verdad es que empiezo a cansarme de que todo el mundo me mire continuamente, jajaja.

-Eso eso –se apuntó al carro Javier- las chicas en bolas, genial.

-Ni hablar –respondió Sandra- me moriría de vergüenza, además, yo no tengo un pandero tan firme como el tuyo, y no quiero desmerecer.

-Y este fin de semana la prota es Nuria –intervino Petri- otro día podemos estudiar otras variantes, jajaja.

Yo apenas podía intervenir en la conversación. Intentaba mirar a los ojos a Nuria, buscar una mirada cómplice, pero ella estaba como loca con la llegada de su amiga, hacía mucho que no se veían y tenían muchas cosas de qué hablar. Las dos se sentaron juntas a charlar y ponerse al día respectivamente de sus últimas novedades.

-¿Todo va bien? –me preguntó Petri sonriendo.

-De puta madre –escupí con rabia.

La comida fue un infierno para mí. Todos hablaban por los codos y se reían alegremente, parecía que mis cuatro acompañantes habían olvidado por completo que uno de ellos estaba desnudo; parecía que eso fuese algo anecdótico, divertido, pero no el centro de la conversación. Me sentí aislado, con la llegada de Sandra, las chicas tenían muchísimo de qué hablar y parecían olvidar el contexto de la situación. Javier, por su parte, parecía el gallo del corral y yo... yo era el paria en quien nadie reparaba. Quizá era el justo castigo por jugar con fuego, por poner en peligro mi relación con una chica maravillosa sólo por el estúpido deseo de salirme de lo normal, de lo sencillo.

Y el caso es que, al mismo tiempo, era la realización de mis ensueños más íntimos. Nuria se reía y charlaba deliciosamente desnuda con sus dos amigas y con Javier, sus pechos se movían temblorosos, su sexo se ofrecía impúdico cuando cambiaba de postura. Era estupendo verla allí en medio de todos, como un faro brillando en medio de la noche.

Estaba siendo un día muy intenso y todavía quedaba mucho por delante, así que me excusé y subí a la habitación a descansar un poco. También me hacía falta estar un rato a solas y aclarar las ideas. Apenas llevaba unos minutos tumbado encima de la cama, cuando se abrió la puerta de la habitación y apareció Nuria, mi Nuria. Ya debería estar más que acostumbrado, pero al verla entrar completamente desnuda, mi pene dio un respingo dentro del pantalón. Y es que era imposible permanecer indiferente a aquellos maravillosos pechos, sus curvilíneas caderas y aquella seductora melena morena. Se acostó a mi lado y me dio un suave beso en los labios. Sentí el calor de su seno contra mi costado.

-Hoy no hemos tenido ni un momento para estar a solas –aunque parezca otra cosa, ella había subido a charlar y aclarar las cosas-.

-Pues si, y en quince minutos tendré que ir a buscar a David, así que hoy vamos a tener poca intimidad.

-Bueno, este fín de semana es para disfrutarlo con los amigos. ¿Qué tál te lo estás pasando?

-Bien –fui un poco seco en la respuesta-.

-Vamos Casi, no finjas, has estado muy callado durante la comida.

-Si, puede ser, pero no te preocupes. No me pasa nada.

-¿Cómo que no me preocupe? Estoy haciendo esto es por los dos y si veo que no te lo estás pasando bien, pues yo tampoco disfruto. Para eso mejor dejarlo, nos disculpamos, me visto y nos vamos.

-No por dios, eso no. No hemos llegado hasta aquí para ahora echarnos atrás. Quizás sea un poco de miedo, no se…

-¿Miedo, miedo de que?

-No se… de que se nos vayan las cosas de las manos. Han sido muchas experiencias en muy poco tiempo. La masturbación de ayer o el baño de hoy con Javier y sus amigos. Y lo de que Pablo te pinte en el chichi…

-Oye Casi, ¿no te irás a poner celoso a estas alturas?. Vale que lo de masturbarme delante de todos fue un poco fuerte, y yo soy la primera que se muere de vergüenza, pero en la piscina lo único que hemos hecho ha sido jugar,…

-Si, si, si tienes razón, pero…

-Lo que no entiendo es que te preocupes porque Pablo me vaya a pintar una hoja sobre el cuerpo. Yo creía que te gustaría.

-No, no, si me gusta. Creo que le va a dar un toque muy divertido a tu disfraz. Pero comprende que me asuste un poco que te lo vaya a hacer ahí. Y claro, te lo tendrá que tocar.

-¡Pues claro que lo tendrá que tocar! ¿Como lo va a hacer sino? Desde luego los textiles no tenéis más que prejuicios. Ya tendrías que saber que ninguna parte de mi cuerpo es un tabú. Y Pablo estará tan ocupado con la pintura, que no creo que se fije en otra cosa.

-Por supuesto, tienes razón –me sentía como un completo estúpido-. Comprende que hasta hace poco estas cosas eran impensables para mi, pero quiero que sepas que, aunque al principio me dé un poco de miedo, estoy de acuerdo con todo lo que hagas.

-Pues claro que sí, tontorrón. Ya verás lo bien que lo vamos a pasar. Y quiero que sepas que esto es solo un juego y, pase lo que pase, a quien quiero es a ti. No quisiera perderte por unos celos ridículos.

-Por supuesto. A veces es el riesgo lo que hace divertida la vida. Yo también quiero que sepas que hagas lo que hagas, confío en ti.

En fin, ¿bonito verdad? Parece que todo había quedado aclarado. Bueno, todo no. Nuria no me había contado lo del pis delante de Javier, pero tampoco yo le había dicho hada de que les había estado espiando. Mejor así; algún secretillo hay que tener, y la verdad es que habría sido más vergonzante contar mis pinitos en el mundo del espionaje.

Desde luego no hay como una conversación sincera para dar paso a otras cosas más placenteras. Y no creo que haga falta contar detalles de lo que pasó después. El caso es que para cuando nos dimos cuenta, ya había pasado media hora, y tenía que ir a recoger a David a la estación. Cuando nos dimos cuenta nos vestimos precipitadamente, bueno… me vestí precipitadamente y bajamos al jardín. Allí estaban nuestros amigos adormilados en las hamacas.

-Ejem... voy a la estación otra vez, David debe estar a punto de llegar.

-¿Quieres que te acompañe? –se ofreció Petri.

-No, no importa. Además, tengo que contarle un poco el plan que tenemos, prepararle...

-No me digas que no sabe nada –se sorprendió Sandra.

-Pues no, es muy tímido, y temí que, si le decía que Nuria estaría desnuda todo el fin de semana, no se atrevería a venir.

-ummm, no sé... ¿piensas decírselo ahora, en el coche? –Petri tenía aquella expresión que auguraba sorpresas.

-Sí claro, tendré que decirle algo, no sea que le dé un infarto.

-¿Y qué tal si no le dices nada?

-¿Qué quieres decir?

-Yo creo que podemos pasar un rato divertido a costa de tu amigo. Imagina que no le dices absolutamente nada. Entonces, él entra aquí y se encuentra con Nuria en cueros. ¿Te imaginas la cara que pondrá? Recordad ayer a los jardineros, o esta mañana a la pareja mayor.

-No sé –dijo Nuria- David es muy especial, muy introvertido, creo que va a estar demasiado incómodo.

-Podemos hacer algo para que sea razonable –intervino Sandra.

-¿Razonable?, ¿cómo demonios va a ser razonable que Nuria esté en pelotas todo el tiempo –estaba excitadísimo otra vez, pero el recuerdo de lo sucedido por la mañana me hacía imposible refrenar mi mal humor.

-Fácil –dijo Petri- Escuchad. Tú vas a por él a la estación, y no le mencionas nada sobre el atuendo de Nuria. Cuando él llega, simplemente nos encuentra a todos en la piscina, cosa normal con el calor que hace...

-...y cada uno se baña como le apetece –continuó Javier.

-Exactamente. No tiene nada de raro que, entre amigos, cada uno se bañe como le resulte más cómodo. Unos pueden llevar el bañador, otros bañarse en pelotas.

-David va a estar cortadísimo –pero yo mismo empezaba a ver atractiva la propuesta.

-De eso se trata –siguió Petri- Nadie debe hacer alusión alguna a que Nuria esté sin ropa. Debemos actuar todos como si fuese lo más natural del mundo, como si estuviésemos tan acostumbrados que ni siquiera fuese algo llamativo. Nuria estará totalmente desnuda junto a David y nadie, excepto él, parecerá reparar en ello ¿entendido?

-No sé –hice un último intento de evitar a David ser objeto de burla.

-Vamos –dijo Javier- no te preocupes tanto por tu amigo joder, le vas a dejar ver a tu novia en cueros, y eso compensa cualquier broma que te hagan.

Sólo por fastidiar a Javier estuve a punto de negarme en redondo. Al fin y al cabo, era yo el que iba a recogerle, podía decirle lo que viniese en gana.

-A mí me parece bien –dijo Nuria- al fin y al cabo, es la realidad. A mí me gusta estar desnuda, y entre amigos no tiene mayor importancia. Acabará acostumbrándose, será como estar en una playa mixta, cada uno a su antojo.

-Entonces decidido –sentenció Petri- tú vete a buscar a David y no le digas nada, nosotros lo tendremos todo preparado para cuando lleguéis, le espera la sorpresa de su vida. Y no te preocupes tanto por tu amigo –dijo señalando a Nuria- muchos querrían estar en su lugar.

Todos se reían cuando cerré la puerta del jardín y arranqué el motor de mi coche. Por el camino, intentaba convencerme a mí mismo de que todo iba bien, Estaba hecho un lío, y la próxima llegada de David aumentaba incluso mi confusión. Podría apostar a que mi amigo era aún virgen, tenía una torpeza increíble con las chicas, y me preguntaba cómo reaccionaría ante la sorpresa que le esperaba. Por una vez, traté de no darle demasiadas vueltas, al fin y al cabo, Petri y Javier tenían razón: muchos querrían ser sometidos al mismo tipo de "tortura" por el que iba a pasar él. En el fondo, una vez pasadas la sorpresa y la vergüenza iniciales, tendría que agradecerme haberle proporcionado una noche tan especial que rompiera su monotonía habitual.

Cuando llegué a la estación, David me esperaba con gesto de contrariedad. Es lo que tienen los trenes por estas tierras; si estás con tiempo en el anden, llegan con una hora de retraso, pero si eres tú el que llega tarde son de una puntualidad británica. Mi amigo tenía su habitual aspecto aburrido, algo patético y desaliñado. Más que el sobrepeso, el pelo lacio o su tardío acné, era su actitud acomplejada la que le restaba atractivo. Siempre veía con pesimismo cualquier oportunidad que se le presentase, lo que le abocaba una y otra vez al fracaso.

Y eso por no hablar de su desafortunada forma de vestir. Una anticuada camisa de cuadros y un pantalón beige que le cubría hasta la rodilla. Tampoco es que yo fuese un genio combinando la ropa pero, desde que salía con Nuria, debo reconocer que mi estilismo había mejorado bastante. Sin embargo David seguía anclado en un estilo retro que acentuaba su ya de por sí anodina presencia.

A pesar de que desde que empecé a salir con Nuria nos veíamos mucho menos, yo era su mejor amigo, podría decir que su único amigo, su único nexo de unión con el mundo real, su única puerta abierta para, de vez en cuando, salir por ahí y tener al menos la posibilidad de conocer a una chica. Por eso le había elegido a él para acompañarnos en aquella fiesta. Por un lado le ofrecía la posibilidad de conocer a Sandra. Era muy difícil que de ahí saliese algo, pero había que intentarlo una vez más.

Pero lo más importante para mi era compensarle por el abandono al que le sometía desde que salía con Nuria permitiéndole verla completamente desnuda durante horas. Su vida sexual era un auténtico desierto, del que tan solo se evadía masturbándose frente a repetitivas películas pornográficas. Se que es retorcido, pero me excitaba la idea de que mi amigo disfrutase contemplando a mi novia totalmente desnuda y se masturbase recordando sus maravillosas formas.

Supongo que él no sospechaba nada de lo que le esperaba. En una ocasión, salimos a tomar unas cañas por Madrid y, como siempre, terminamos un poco achispados y hablando de nuestras respectivas vidas. Ese día me animé y le conté que mi novia "encerraba un pequeño secreto". David, siempre discreto, no quiso preguntarme, pero los efluvios alcohólicos me hicieron contarle que ella era nudista y le encantaba estar como su madre la trajo al mundo en cuanto tenía oportunidad de ello, sin importarla demasiado quien estuviera presente. No creo que me creyese, pero supongo que la idea le excitó bastante.

Durante el trayecto hacia el chalet, David me confesó que había estado dudando de si debía acudir a la fiesta. En varias ocasiones había descolgado el teléfono para llamarme y, con alguna excusa, disculparse para no venir. Le aterraba la idea de acudir a un sarao con más gente, y más con alguna chica. Pero sobre todo era su enfermizo miedo al ridículo, a no estar a la altura de los demás. Finalmente, su amistad con Nuria y conmigo había hecho que la balanza se inclinase hacia la opción de no dejarnos plantados.

-Que bien David, como me alegro que hayas venido. Espero que hayas traído un buen disfraz.

-Pues la verdad es que como hasta última hora no me he decidido a venir he traído lo primero que he encontrado: algo de ropa de mi madre.

-Joder David, siempre igual de aguafiestas. Bueno, ya le diré a Nuria que te ayude a prepararte. Quien sabe, igual hasta estás atractiva de tía, jajaja.

-Casi, no me digas eso que me marcho, que bastante esfuerzo he hecho para venir. Espero que no haya demasiada gente.

-Tranquilo, solo seremos seis: Nosotros, dos amigas de Nuria y el primo de una de ellas, que es el dueño del chalé donde hacemos la fiesta.

David no se encontraría a gusto en una fiesta con demasiada gente, pero el plan que se avecinaba tampoco le tranquilizaba. Tres chicos y tres chicas, una proporción perfecta para agruparnos en parejas. Se le notaba agobiado ante la posibilidad de tener que intimar con una de ellas. Quizás por eso prefirió cambiar de tema y preguntarme por lo que habíamos hecho desde el día anterior.

-Así que la fiesta es en un chalé. Supongo que desde que vinisteis ayer habréis aprovechado para hacer alguna cosa.

Aquella pregunta me pilló desprevenido y supongo que David se dio cuenta de mi nerviosismo. Había quedado con los demás en no decirle que Nuria llevaba desde el día anterior en cueros. ¿Y como le iba a contar que ella se había exhibido en pelotas delante de un jardinero y su hijo, se había masturbado delante de nosotros o se había bañado desnuda con Javier y sus amigos? Así que le hablé por encima de que habíamos dado un paseo por los alrededores y nos habíamos bañado en la piscina. Y es que, aunque hubiese podido contárselo, tampoco me habría atrevido. Me daba muchísimo corte decirle a mi mejor amigo que mi novia estaba en pelotas y estaba a punto de verla así.

-Vaya, así que hay piscina y todo. Joder, que nervios. Bueno, por lo menos podré ver a las chicas en bañador. Bueno, no te enfades, que a Nuria no. Solo miraré a las otras – si el supiera…

-Vamos hombre, no seas soso. Lo que tienes que hacer es aprovechar y pasarlo bien. Ya verás como esta fiesta la vamos a recordar.

Estábamos los dos temblorosos como flanes. El con sus habituales miedos y yo angustiado por como reaccionaría al ver a mi amada totalmente desnuda. Cuando llegamos al chalet, me flaqueaban las piernas y casi no acertaba a meter la llave para cerrar el coche. Tenía una mezcla de excitación y miedo ante lo que se avecinaba. Deseaba que David entrase directamente al jardín sin esperarme, para ahorrarme una escena de alta tensión pero, como no es precisamente un "lanzado", se quedó quieto para que yo le franquease la entrada. Supongo que habían oído el motor del coche, porque Javier salió a recibirnos y, de paso empezar a divertirse a costa de David.

-Hola, yo soy Javier, las chicas están en la piscina, en la parte de atrás. Si te parece, pasa a saludarlas y luego subes tus cosas a la habitación.

Me vino bien que Javier se encargase de las presentaciones, porque yo estaba tan nervioso que habría dado una imagen patética. David estaba bastante cohibido ante la planta y la labia del anfitrión que, poniéndole la mano sobre el hombro, le acompañó al jardín donde nos esperaba una de las escenas más conmovedoras de toda la tarde. Allí apareció Petri sonriente que se acercó hacia David y le plantó un par de besos.

-Hola, yo soy Petri, ¡Que ganas de que llegases! Casi nos ha hablado mucho de ti.

-Hola… soy David –saludó mi amigo, visiblemente nervioso y un poco agobiado por el estilo algo agresivo de Petri.

-Mira, esta es Sandra.

El gesto de David cambió radicalmente. Aunque le vencía la timidez, se notaba de lejos que le agradaba la presencia de la amiga de Nuria. Aunque era algo regordeta de cintura para abajo, verla en bañador fue para David una experiencia muy agradable. Después de un momento de duda, se dieron un par de besos antes de acabar con las presentaciones.

Mientras tanto, Nuria nadaba en la piscina. Petri y Sandra se sentaron en el césped y Javier echó una carrera para darse un chapuzón con mi novia. Yo me quedé acompañando a David hasta que ella saliese y le mostrase toda la belleza de su desnudez. Entonces mi amigo decidió acercarse a la piscina para saludarla. Ella y yo éramos sus dos caras amigas y quienes le inspirábamos mayor tranquilidad en aquel ambiente extraño.

Cuando Nuria se acercó al bordillo, apoyó sus manos e izó medio cuerpo fuera del agua, su mundo ya no volvió a ser el mismo. A pesar de que todo sucedió en un segundo, fue una escena para recordar durante años. Los pechos de Nuria emergieron del agua majestuosos. Increíbles, grandes, magníficos, deliciosos y húmedos, los pezones perfectamente marcados y visiblemente endurecidos por el agua.

-¡Hola David!¡que alegría verte! enseguida salgo a saludarte, estaba dándome un baño, hace tanto calor.

Nuria se dio la vuelta para hacer otro largo antes de salir. Mientras, David se había quedado inmóvil, petrificado. Yo le conocía lo suficiente como para saber que estaba ilusionado por verla en bikini y disfrutar de la visión de sus deliciosas curvas. Por eso, aquello superaba sus más optimistas expectativas.

-¡Pero Casi, si está en tetas!¡Nuria está en tetas! –me habló en voz baja, aunque creo que los demás pudieron oírlo. Estaba muy nervioso, incluso se sentía culpable por disfrutar de ese momento-, joder, esto es increíble.

-Si, bueno, ya sabes como es Nuria, ya te dije…-debo reconocer que me excité con la reacción de David, y eso que todavía no lo había visto todo.

Mi amigo aún no se había recuperado de la sorpresa de ver a mi novia en topless y todos estábamos esperando que ella saliese de la piscina y la viese totalmente desnuda. Fue entonces cuando mi amada se acercó nadando hasta el bordillo. Reinaba un silencio que presagiaba que algo grande iba a pasar. Todos estábamos pendientes de los movimientos de Nuria que, aparentemente ajena a la expectación, subió despacito por la escalerilla metálica chorreando agua como una sirena. El sol hacía brillar las gotas de agua que se deslizaban por su bronceada piel, dándole un toque tremendamente sexy, mientras se acercaba a David para saludarle.

-¡Cuánto tiempo David! ¡qué alegría que hayas venido! –le estampó dos besos sonoros mientras le empapaba con sus pechos turgentes-.

-Sí… claro…-David no acertaba a enlazar dos palabras seguidas. No se creía lo que estaba viendo y por supuesto, ni se había dado cuenta de que su camisa estaba empapada-

-¿No te bañas? –le preguntó de un modo encantador-.

-No se… bueno. Primero voy a deshacer la maleta.

-Bien, me doy un último chapuzón y seguimos charlando.

Mientras Nuria volvía hacia la piscina, David la miraba incrédulo como si no fuese real lo que tenía delante. En su corto trayecto pudo comprobar la sensualidad de su figura y hasta los hoyuelos sobre sus glúteos tenían unos matices terriblemente sexys. Javier, Petri y Sandra no perdían ojo de la escena; para ellos era algo muy divertido, pero a David y a mi aquello fue algo que nos dejó marcados. Además, la naturalidad con la que actuaba Nuria, añadía aún más morbo a la situación. Una naturalidad no fingida, porque para ella lo forzado habría sido tener que ponerse un bikini para bañarse.

Hechas las presentaciones, acompañé a mi amigo a su habitación a dejar el equipaje. Mientras subíamos hacia la habitación, no intercambiamos ni una palabra. Los dos estábamos cortadísimos. Yo no sabía si David estaba enfadado por la sorpresa. Por eso, cuando entramos a la habitación y empezó a ordenar sus cosas, traté de conversar para romper el hielo.

-Bueno, David, ya verás que bien lo vamos pasar. ¿A que está bien este sitio?

-Si, si, claro…-David aun estaba en estado de shock-… ¡pero si estaba desnuda!

-Ehhhh, ¿Cuál? –yo trataba de simular normalidad, pero no sabía que decir, era un manojo de nervios-.

-Nuria, ¡que estaba en pelotas, que cuando ha salido de la piscina estaba… con… con todo al aire!

-Ah, si, ya te dije que le gustaba estar desnuda ¿no?

-Si, algo me dijiste, pero de ahí a verlo…

-Pues alguna vez tenía que ser la primera. ¿No te molestará?

-Joder, ¿Cómo me va a molestar?, y encima…-David seguía muy cortado y nervioso-¡lleva el coño depilado!

-Ah, si, eso fue cosa de Petri. ¿Le queda bien, verdad?

-Pffff, ¡ya lo creo que le queda bien!, me encanta así, peladito. Encima se le ve toda la raja.

-Jaja, si. Veo que te has fijado bien. Me alegro de que te guste.

Era increíble, estábamos hablando de Nuria como antes lo habíamos hecho de otras chicas que habíamos visto en revistas o películas. Me resultaba terriblemente emocionante hablar así con mi amigo de los pechos o el sexo de mi novia.

-Joder Casi, no esperaba ver algo así en la vida. Y encima Nuria. Que una cosa es que haga nudismo y otra que esté en pelotas delante de todos como si nada. No se, tenía una idea de Nuria como una chica dulce e inocente que no pensaba…

-¡Pues claro David!, y es dulce e inocente. Ya te conté que ella es nudista total y le gusta estar desnuda siempre, pero sin malicia. Lo que pasa es que normalmente no se puede, pero aquí estamos entre amigos y por eso ella lo hace, no por provocar. Espero que no te moleste.

-No, no, por favor, que no es eso. Lo que pasa es que.., bueno, nunca había visto así a una chica, y que encima sea Nuria. Joder, es demasiado. Perdona, pero ¿y a ti no te importa que la veamos en pelotas?

-Pues no, claro que no –me tenía que hacer el liberal, aunque para mi aquello fuese tan morboso o más que para él-. Solo hay que entender que ella es así, que le gusta estar desnuda, nada más. Al fin y al cabo estamos entre amigos, hay confianza y es algo de lo más normal. Por eso se ha animado a estar desnuda todo el fin de semana.

-¡¿Cómo?! –David se quedó boquiabierto-

-Claro, hasta ahora ella no se atrevía a desnudarse delante de ti por si te parecía mal, pero a partir de ahora ya no hay problema. Supongo que no te parecerá mal.

Antes de que David me contestase, escuchamos pasos por la escalera. Eran delicados, suaves, de unos pies descalzos. Solo podía ser ella, mi maravillosa dama desnuda. Nos quedamos callados hasta que Nuria dio dos golpecitos en la puerta de la habitación. Que paradoja que ella, que estaba totalmente desnuda, llamase a la puerta antes de entrar.

Apareció radiante, mostrando sin rubor su sensual desnudez y en un suspiro se abrazó a nuestro amigo y le volvió a dar un par de besos. Sus maravillosas tetas se apretaban contra el pecho de David, que no sabía que hacer. A ella se le notaba que estaba muy contenta, como liberada porque por fin David la hubiese visto desnuda y no hubiese habido ningún problema.

-Jo David, como me alegro que estés aquí. Cuando me dijo Casi que ibas a venir me puse supercontenta –Nuria le hablaba mientras le agarraba de los brazos y David trataba de que su mirada no se dirigiese a los pechos, lo que le obligaba a mirarla a los ojos, como no había hecho antes-

-¿En serio? –David parecía ilusionado, y no era para menos viniendo ese comentario de una chica atractiva como Nuria, que además le dejaba admirarla tal y como vino al mundo.

-Pues claro. Ya hace mucho que nos conocemos y nunca habíamos estado de fiesta juntos. Supongo que habrás traído un buen disfraz.

-Bueno,… solo he podido conseguir algo de ropa de mi madre –David miraba al suelo avergonzado, como un niño al que sus padres acaban de pillar en una trastada-

-No te preocupes, sino ya te dejaré algo de mi ropa. Total, no la voy a necesitar. Jijiji.

Su risa dulce y angelical nos contagió. Lo nuestro, más que carcajadas, eran rebuznos aderezados con torpeza y nerviosismo. Y es que lo que para ella era una broma sin malicia, para nosotros era un comentario cargado de erotismo.

-Ya le he dicho a David que le puedes ayudar con el disfraz –cada vez me encontraba más cómodo. Con la llegada de mi amigo, estaba perdiendo el papel de reprimido.

-Ah, pues si. Ya te ayudaré yo a elegir la ropa, te hago un peinado y te maquillo. Vas a estar muy sexy. Jejeje.

David asentía con la cabeza y apenas enlazaba dos palabras seguidas. Ya antes le daba corte hablar con ella, así que, estando desnuda, era imposible que articulase una frase completa con fluidez. Nuria sin embargo se encontraba muy cómoda y tenía ganas de charlar con nuestro viejo amigo. Mientras David ordenaba como podía sus cosas, ella se reclinó sobre la cama. Una pierna sobre la otra hacía que su sexo estuviese parcialmente oculto, pero al apoyar el codo sobre el colchón, sus pechos, uniformemente bronceados, se balancearon temblorosos, hasta quedar levemente suspendidos. Los pezones, rosados y claros, estaban dilatados y carnosos; una auténtica tentación.

-Supongo que Casi ya te habrá dicho como va a ser la fiesta.

-Si…, vaya…-mi amigo no se atrevía a mirar a Nuria. Estaba totalmente bloqueado, agobiado, pero ella quería dejar las cosas claras antes de la fiesta.

-David, ¿te pasa algo?, estás muy nervioso. ¿No será por mí? –David no acertaba a responder nada- ¿te molesta que esté desnuda?. Si es así, dímelo y me visto. Lo que queremos es divertirnos y no quisiera que te sintieses incómodo por eso.

-No, por favor –por fin David empezaba a reaccionar aunque estaba colorado como un tomate- es que ha sido una sorpresa. No lo esperaba, pero…me encanta verte así.

-Gracias David, me estaba empezando a preocupar. No se si Casi te lo habrá contado, pero yo soy una nudista total, vamos, que me gusta estar desnuda siempre que puedo, y no solo en la playa. Por eso me alegro de que no te moleste y me gustaría poder estar desnuda sin problemas cuando tú estés delante.

-Claro, claro. Sin problemas…, con naturalidad –costaba ver a David simulando aceptar con normalidad en desnudo de mi novia. Apenas la miraba fugazmente; a los ojos siempre le había dado corte y más abajo le causaría una reacción difícilmente controlable.

-Bueno, pues ahora que esta todo aclarado, no te extrañará que vaya a estar así hasta mañana, fiesta incluida. Es un capricho de Petri, que le debía una.

-Ah, bien bien, fenomenal, con naturalidad, jeje –David disimulaba como podía, pero aquello le superaba.

-Bueno, si ya has recogido las cosas, ¿Qué tal si te pones el bañador y nos damos un chapuzón en la piscina?

-Si si, claro, me parece una idea estupenda –nuestro amigo puso el bañador sobre la cama y se quedó quieto y en silencio, esperando.

-Ah, Perdona –Nuria se dio cuenta de que David no se iba a atrever a desnudarse delante suyo- cámbiate tranquilo que yo mientras voy a ver que hacen abajo los demás.

Ella salió de la habitación para que David se pusiese el bañador. Que una cosa era que Nuria practicase el nudismo delante de David y otra esperar que él también se atreviese de repente a hacer lo mismo. Con cara de incredulidad, no dejó de mirarla hasta que la puerta se cerró tras ella. Todavía no se acababa de creer que le permitiese verla desnuda con tanta naturalidad.

-Joder Casi, que suerte tienes de tener una novia tan maravillosa y tan bonita. Y reconozco que no se como agradecerte que me hayas invitado a esta fiesta. Es algo increíble poder verla desnuda todo el fin de semana.

-No tienes porqué agradecerme nada. Tú eres mi mejor amigo y un día u otro esto tenía que suceder. Acabas de entrar en su círculo nudista y a partir de ahora podrás verla desnuda cuando te apetezca.