miprimita.com

Anita al natural 3

en Voyerismo

                        ANITA AL NATURAL  III

En dos días había vivido las emociones más intensas de mi vida y Anita era quien me las había proporcionado. Quizás el resultado no fuese como para presumir, me estaba matando a pajas pensando en ella, pero era la única manera de aliviar la excitación. Después del día de playa, antes de dormir tuve que volver a masturbarme. En cuanto recordaba su cuerpo desnudo sobre la arena, su piel mojada por el agua del mar, el movimiento de sus tetas o el brillo de su húmeda rajita, mi pene entraba en erección y tenía que apaciguarle. Aún así, me volví a despertar temprano terriblemente empalmado y tuve que masturbarme de nuevo

Mientras me limpiaba en el baño oí ruidos en la planta baja así que ya no volví  a la cama. Mi tía estaba en la cocina recogiendo algunas cosas antes de preparar el desayuno. No podía quejarme, hacía todo lo posible para que disfrutase de mi estancia allí y me inspiraba mucha confianza. Además, era una mujer bastante atractiva y yo disfrutaba observando su cuidado cuerpo. Estuvimos un rato charlando, cambiando impresiones sobre mis dos primeros días en el pueblo, aunque evité hablar sobre lo que me tenía más emocionado, Anita y su afición nudista. Tras una breve conversación, se dispuso a preparar el desayuno.

- Vaya, si no queda leche, menudo despiste. Tendré que ir a donde Emilia a comprar - Emilia era la dueña del bar-tienda y madre de Anita -

- Si quieres ya voy yo, Lidia - por supuesto me ofrecí -

- Gracias Jorge, te lo agradezco, porque así termino de recoger y voy preparando el zumo. Trae cuatro cajas de leche. La tienda estará aún cerrada, pero si llamas por la puerta de atrás te atenderán.

No podía ser tan maleducado como para no hacer ese recado y, además, quizás así pudiese ver un rato a Anita. Aquel pueblo era tan pequeño que todas las distancias eran cortas, así que en poco tiempo estaba frente al bar. Efectivamente, estaba cerrado, así que fui a la puerta trasera y llamé al timbre para que me atendieran. Apenas tuve que esperar un momento para que se abriese una ventana en el primer piso y se asomase mi preciosa amiga. Se notaba que se acababa de levantar de la cama, pues estaba algo despeinada, aunque muy bella. Me dedicó una preciosa sonrisa, que yo le devolví, aunque no pude evitar mirar hacia su pecho. Llevaba un camisón rosa clarito, casi transparente y se le veían las tetas perfectamente.

- Hola Jorge, ¿Qué haces aquí tan temprano?

- Hola Anita, esto…- casi no me acordaba para que había ido allí - que nos hemos quedado sin leche, a ver si tenéis cuatro cajas.

- Si, claro, sube; la puerta está abierta.

Era una casa antigua, de paredes blancas, y tuve que empujar fuerte la puerta para que se abriese. Accedí hasta el primer piso por una escalera estrecha y esperé en el pasillo a que me atendiesen. Enseguida subió ella por otra escalera desde el almacén con una bolsa donde llevaba las cajas de leche. Estaba deliciosa; el camisón era tan corto y transparente que dejaba a la vista las magníficas formas de su cuerpo. Creo que ella se dio cuenta de mi sorpresa por la forma en que la miraba.

- Perdona que esté así, pero es que me acabo de levantar.

- Eh, no no, si estás muy guapa –no era un cumplido; el pelo alborotado realzaba su belleza natural y a través de la fina tela se le veían las tetas y el coño-

- Gracias, que amable - por un instante pareció ruborizarse - Pero no te quedes ahí, pasa, que estábamos a punto de desayunar.

Me hizo entrar a la cocina, donde estaban sus padres sentados a la mesa tomando un café con leche y pan tostado. Tendrían unos 60 años y eran gente del pueblo de siempre. La madre llevaba un vestido largo de rayas, y parecía muy tradicional. El padre era un hombre grande y fuerte, con el pelo cano, de los que daba miedo si se enfadaban, aunque en el fondo era un pedazo de pan. Yo estaba nerviosísimo delante de aquel matrimonio mientras su hija a mi lado, casi desnuda, nos presentaba.

- No se si conocéis a Jorge, es el primo de Guillermo.

- Si, ayer le ví por ahí, ¿tu madre es la hermana de Julián, no? –preguntó la madre demostrando que ya me tenía fichado-

- Si, mi madre es la hermana pequeña.

No se como podía responder porque, mientras, Anita se puso de puntillas para coger un tazón del armario. Se le levantó el camisón y quedó con el culo al aire, ante mi sorpresa y la indiferencia de sus progenitores.

- ¿Y que te ha parecido el pueblo, te quedarás mucho tiempo? –Emilia seguía preguntando-

- Si, estaré todo el verano; me gusta mucho esto.

- ¿Dónde habéis metido las galletas? - Interrumpió Anita -

-Están en el armario de abajo, al fondo, mira bien - le respondió su padre -

Mi amiga se agachó a buscar mientras él seguía sus movimientos y le hacía indicaciones. No parecía preocuparle que ella, arrodillada, nos mostrase el culo en pompa y la rajita mientras alargaba la mano hasta el final de la estantería. Yo no sabía donde meterme, ni a donde mirar, estaba excitadísimo. La madre tampoco parecía sorprendida por aquella exhibición genital de su hija. Por fin, mi joven amiga encontró las galletas y se sentó a desayunar.

- Así que primo de Guillermo - ahora era el padre el que hablaba -. Supongo que ya sabrás que Guillermo y Anita comparten piso durante el invierno.

- Si, ya me han contado.

- Es un buen chico, tenemos mucha confianza en él. Y también en Juan, claro. Por eso la dejamos que se quedase con ellos en el piso. Ya sabes, hoy en día una chica joven como ella tiene que andar con mucho cuidado.

- Venga papi, no te pongas pesado, que le están esperando para desayunar –Anita cortó con el discurso moralista de su padre-

No me entretuve mucho allí; después de despedirme de sus padres, Anita me acompañó hasta la puerta. Antes de marchar hablamos de cosas triviales. Yo estaba ya con un pie en la calle y ella a mitad de la escalera. De nuevo podía ver, desde otra perspectiva, su preciosa rajita asomando bajo el breve camisón. Cuando por fin salí de allí, iba como en una nube. No podía asimilar todo lo que estaba pasando. Aquella muchacha no dejaba de sorprenderme. Creía que era un sueño, hasta que su voz me hizo reaccionar.

- ¡Jorge! - Anita salió detrás de mi con la bolsa - te habías dejado la leche, que despistado ¡en que estarías pensando!

- Ah si, gracias, con la conversación me había olvidado.

Ella se fue riendo y yo me quedé aún más sorprendido, después de ver como había salido casi desnuda a la calle. Menos mal que no había nadie más por allí, pues aquel camisón no ocultaba casi nada. Seguí dándole vueltas a las palabras del padre de Anita, tan preocupado por su hija. Lo que no encajaba es hablase así y no se inmutase mientras ella nos enseñaba las tetas y el coño con tanta naturalidad. Mi tía debió notarme algo en el gesto cuando llegué con la leche, porque enseguida me preguntó.

- Vaya, has tardado. Supongo que habrás estado con Anita.

- Si. Se acababa de levantar, iban a desayunar - no podía disimular mi nerviosismo, aún tenía en la mente la imagen de la amiga casi desnuda -

- Claro, entonces es por eso por lo que vienes tan sofocado. Seguro que estaba medio desnuda - preguntó mi tía sonriendo -

- No, que va, estaba en camisón. Me ha presentado a sus padres - yo trataba de cambiar de tema -

- Ah, son muy buena gente; ya les irás conociendo. Pero dime ¿se le transparentaba mucho? - yo no entendía porqué Lidia insistía tanto en eso-

- Pues si, si que se le trasparentaba, supongo que no se habrá dado cuenta - intenté justificar a mi amiga -

- Jaja, no, no es eso, a Anita eso le da igual. No conozco a otra chica como ella. Ayer estuvisteis en la playa ¿Cómo era su bikini? - esa pregunta me dejó perplejo y dudé antes de contestar -

- Eh, bueno. No llevaba bikini. Estaba desnuda.

- ¡Que chica! No cambia. Reconozco que me da algo de envidia. Siendo joven y bonita como ella, hace bien en enseñar lo que tiene. Además, si lo hiciese otra sería obsceno, pero en ella es algo natural. ¿Habías visto alguna vez alguna chica así?

- Pues no, nunca había visto a una chica desnuda al natural. La verdad es que no me lo esperaba - poco a poco iba cogiendo confianza con mi tía -

- Jajaja, no decía eso. Te preguntaba si habías visto alguna chica tan atrevida. Pero vaya, seguramente este verano vas a poder verla en cueros muchas veces. Eso sí, no quiero que te confundas. Anita tiene las cosas muy claras.

- No, no, por supuesto…

- Mira, es una chica estupenda, para nosotros casi como una hija. La conocemos desde niña y es muy formal y responsable. Ya sabes que comparte piso con Guillermo y Juan en la capital, y estamos encantados.

- Si, ya me ha contado Guillermo.

- Pues mira, cuando se fueron a estudiar a la capital y cogieron el piso yo tenía miedo de que se dedicasen más a la fiesta que a estudiar. Pero al estar Anita también, me quedé más tranquila y la verdad es que les ha ido muy bien. Y me consta que todo es porque es una chica muy responsable y les tiene a raya.

            Mi tía tenía ganas de hablar conmigo de Anita. Le tenía mucho cariño y le preocupaba que yo pensase mal de ella por su facilidad para desnudarse. En realidad todos en el pueblo le tenían mucho cariño y por eso le permitían ciertas libertades. Fue una charla corta pero muy interesante. Lidia me aclaró algunas cosas y creo que ella se quedó más tranquila. Además, poco a poco fuimos estableciendo una relación de  más confianza.

            No tardaron en levantarse Guillermo y Virginia; mi tío estaba trabajando. Después de desayunar, mi prima salió a buscar a sus amigas y mi primo subió a su habitación a preparar unos temas, ya que iba a dar clases particulares a un chaval de un pueblo cercano. Yo, como no tenía planes, subí con él buscando algo para leer. Me invitó a que mirase y cogiese lo quisiera de una estantería llena de libros y comics, así que me puse a buscar y enseguida encontré algo interesante: unos álbumes de fotos.

            - Guillermo, ¿te importa si le echo un vistazo a las fotos?

            - No, no, por supuesto. Si además seguro que sales tú en más de una.

            - Claro, claro.

            No era eso lo que yo buscaba pero, por supuesto, empecé por el principio. Había retratos de sus padres, de boda, siendo aún un bebé. También aparecía en la escuela y conmigo en algunas vacaciones que habíamos coincidido. Por aquellos años mis tíos aún vivían en Zaragoza, así que estábamos más tiempo juntos. Al seguir por otros álbumes aparecieron las fotos de la comunión y después las primeras del pueblo. Eran las típicas imágenes de celebraciones y alguna excursión y, como no, fotos del verano. Entonces me llevé la primera sorpresa, al ver una fotografía en la cala en la que mi tía Lidia aparecía en topless.

            Fue algo que me impactó, y me extrañó que mi primo la tuviese puesta en el álbum, pero confirmó mi idea de que mi tía era una mujer más moderna que mi madre, a pesar de llevarle algunos años. Además, tenía unos pechos bellos, generosos y redondos. Después pude ver más imágenes en las que Lidia aparecía con los senos al aire, incluso en el jardín del chalé. Supuse que lo hacía habitualmente, y que esos días se habría cortado por mi presencia. Sentí un escalofrío pensando que algún día se animase y lo hiciese delante de mí. No me obsesionaba, pero si que me daba cierto morbo ver a mi tía en topless.

            Por supuesto, también había fotos en las que aparecían los amigos, en algunas bañándose en una piscina infantil que tenían en el jardín. A unos se les reconocía mejor que a otros; incluso aparecía alguno que ya no veraneaba allí. Al ir pasando las páginas se veía como habían ido creciendo y habían dejado de bañarse desnudos; todos menos Anita. Fue impresionante cuando vi las fotos del año anterior, donde las demás lucían bikini o bañador y ella no aparecía en ninguna con ropa de baño, exhibiendo sin pudor toda la belleza de su bronceado cuerpo.

            -Joder Guillermo, pero si Anita sale desnuda en casi todas las fotos –estaba alucinado y se lo tenía que decir a mi primo-

            - ¡Toma claro! ¿No la viste ayer en la playa? Pues acostúmbrate porque siempre es así. Por cierto, te veo muy interesado en ella.

            - Hombre, como para no estarlo. Tenéis una amiga que os deja verla en pelotas y como si nada. Yo no lo entiendo.

            - Jajaja. Ya te dije que Anita era una chica muy especial. Igual es que estamos acostumbrados, porque siempre ha sido así.

            Guillermo volvió a su tarea sin dar más explicaciones. Estaba ocupado con su tarea y dejó que fuese yo mismo quien descubriese lo que mostraban las siguientes páginas del álbum. Pasé cuatro o cinco hojas y aparecieron varias fotos del curso en Castellón dela Plana. Muchasde ellas estaban hechas enla Universidady otros lugares de la ciudad con sus compañeros pero también había alguna en el piso. Eran escenas cotidianas, normales en un piso de estudiantes; la diferencia, como no, la marcaba Anita, derrochando sensualidad.

            En varias de ellas aparecía vestida, siempre muy guapa y sexy, pero en otras vestía el camisón con el que la había visto esa misma mañana, luciendo despreocupada sus encantos. También salía en alguna con una pequeña bata que apenas le cubría. De hecho en alguna foto asomaban las tetas o el coño sin que ella pareciese hacer nada por cubrirse. Lo más sorprendente es que en más de una aparecían más chicos y chicas, amigos, según me confirmó mi primo. Anita salía con ellos en unas fotos que reflejaban escenas habituales en un piso de estudiantes. Pero ella lucía unas prendas que dejaban casi todo a la vista, o directamente aparecía desnuda.

            No había fotos eróticas ni poses provocativas. Lo que las hacía terriblemente excitantes para mí era la naturalidad con la que posaba desnuda o semidesnuda junto a los demás. Mi primo y Juan parecían acostumbrados, pero los rostros de los demás delataban el morbo de la situación. Eran escenas cotidianas, en la cocina o en el salón viendo la tele; también alguna fiesta en casa. Incluso aparecía en la ducha, sonriendo mientras fingía sorpresa tapándose los pechos y el pubis con las manos.

            - Perdona Guillermo, pero lo de Anita es increíble. No pensaba que también en vuestro piso estuviese desnuda.

            - A ella le gustaría estar desnuda todo el tiempo, pero claro, eso es imposible. En cuanto puede se despelota, así que más vale que te vayas acostumbrando.

            - Joder, que pasada. ¿Lo saben vuestros padres?

            - Si, y han visto las fotos, es algo normal. A los padres de Anita no les hace mucha gracia que ella ande desnuda delante de extraños, pero lo van asimilando.

            Guillermo me explicó que la afición de Anita por estar desnuda tenía su origen años atrás. Siendo niños, en verano, todos se bañaban y jugaban desnudos. En aquel pueblo hace mucho calor y al ser un lugar pequeño donde todos se conocían, no había ningún problema. Sin embargo, un verano, al ir creciendo, por razones evidentes todos empezaron a utilizar prendas de baño. Anita es la más pequeña de las chicas, así que por comodidad seguía sin vestirse en la época estival.

Dos años más tarde, también su cuerpo empezó a cambiar y ese verano le compraron un bikini. Pero tan sólo lo utilizó una vez, porque se sentía incómoda. Sus padres se llevaron un buen disgusto cuando se enteraron, pero al final ella consiguió que pospusiesen lo del bikini para el año siguiente. Y es que Anita era una chica muy tenaz, o cabezota según su madre.

            El año siguiente, y los posteriores, volvieron a intentar que utilizase el bikini sin conseguirlo. Además, su hermana mayor apoyaba su afición por la desnudez, dándole argumentos como que así estaba más cómoda o que un cuerpo bonito no podía escandalizar a nadie. Y lo le faltaba razón, porque ella parecía encontrarse a gusto y sus amigos se comportaban como si nada pasase al verla desnuda. Sus padres tan solo habían conseguido que se pusiese la braguita del bikini cuando iban a otras playas.

            Respecto al piso de estudiantes, Guillermo confirmó, como era evidente, que Anita acostumbraba a estar desnuda o en ropa interior. Para ella lo más importante era estar cómoda y, conviviendo con dos amigos de toda confianza, no había nada que se lo impidiese. Sin embargo, mi primo reconoció que eso daba lugar a alguna situación curiosa, como cuando estando en el baño afeitándose, entraba ella a ducharse y era imposible no fijarse en como se jabonaba o las posturas que ponía al secarse.

            Poco a poco mi Guillermo me fue contando cosas de Anita y me di cuenta de que, aun estando acostumbrado a su desnudez, le parecía muy excitante la forma en que Anita mostraba su cuerpo. Aun así, todos sus esfuerzos estaban dedicados a seducir a Verónica y le excitaba más ver a su amada con un pantaloncito corto que a su amiga en pelota picada. Le pedí que me dejase llevar el álbum a mi habitación para seguir mirándolo sin molestarle. No puso ningún reparo, aunque por su sonrisa, era evidente que sospechaba de mis intenciones. No creo que haga falta que diga lo que hice a continuación; me quedé muy relajado.

            Cuando Guillermo terminó con la tarea bajamos al jardín y pasamos el resto de la mañana bañándonos en la piscina, jugando a palas y tomando el sol. Había una buena zona de pradera para tomar el sol o jugar y una piscina desmontable que no permitía nadar, pero si darse un refrescante chapuzón. Mi tía Lidia también estuvo un rato tomando el sol en bikini, muy bella, aunque conmigo delante no se decidió a ponerse en topless. Tan sólo se atrevió a soltarse la parte de arriba del bikini cuando se tumbó boca abajo. Sólo con ver sus pechos apretados contra la hamaca ya me puse nervioso.

Después de comer habíamos quedado en el bar para, desde allí, salir hacia el pozo del arroyo, un bonito lugar para tomar el sol y bañarse, más tranquilo y cercano que la playa. En esa ocasión eran Laura y Verónica las que lucían vestidos cortos de verano. A Guillermo se le salían los ojos mirando las piernas de su pretendida. Sin embargo, Anita llevaba un pantalón vaquero clarito recortado y una camiseta corta que dejaba su firme vientre a la vista. La prenda era tan escueta que también permitía ver la base de los senos. Incluso cuando levantó el brazo para despedirse de sus padres pude verle parte de un pezón. Aquella chica era una sorpresa constante.

El camino no era muy largo, pero pude disfrutar viéndola caminar, como salían los chachetes del pompis por debajo del deshilachado pantaloncito. Le quedaba perfecto, ajustado, marcando su redondito trasero y con la costura dibujándole la rajita. Anita y Verónica abrían camino y por detrás íbamos Guillermo, Juan y yo. Laura y Pablo cerraban el grupo, hablando de sus cosas.

Cuando apenas habíamos rebasado la última casa del pueblo, nuestra atrevida amiga me dio otra sorpresa, pero solo a mí, porque los demás ni se inmutaron. Sin dejar de hablar con Verónica, Anita agarró la minúscula camiseta y con un rápido movimiento se la quitó quedándose el topless. Después de guardar la prenda en la bolsa, se arregló la melena y siguió charlando con su amiga. Yo estaba impresionado, aún la podían ver desde el pueblo, y nos podíamos cruzar con alguien en el camino sin que a ella le diese tiempo a cubrirse.

- No me jodas que va a ir por el camino en tetas - les dije a Guillermo y Juan bajando la voz -

- Tranquilo Jorge, que siempre lo hace y no pasa nada - contestó mi primo, mientras el otro se encogía de hombros sonriendo -

Lo de aquella chica superaba todas mis previsiones, pero la indiferencia de los demás me parecía increíble. No entendía como no se excitaban con el bamboleo de sus senos o la perfecta anatomía de su espalda, íntegramente bronceada y solo parcialmente cubierta por su ondulada melena. No comprendía como no se rendían ante el vaivén de su cadera, la redondez de su trasero y los delicados pasos de sus estilizadas piernas. Yo no podía seguir la conversación de mis interlocutores; miraba extasiado sus muslos, firmes y morenos y deseaba llegar al destino para comprobar si también allí se atrevería a tomar el sol completamente desnuda.

El camino no estaba asfaltado pero se encontraba en buen estado, muy propicio para andar en bicicleta de montaña, y no tardaron en aparecer dos hombres practicando el deporte de las dos ruedas. Creo que me puse yo más nervioso que ella, esperando que hiciese alguna rápida maniobra para cubrirse los senos. Pero no, Anita no hizo nada, siguió su camino charlando con Verónica sin inmutarse, mientras los ciclistas se acercaban. Tendrían entre treinta y cuarenta años y vestían maillot y culote. La cabeza la llevaban cubierta por casco y gafas de sol y, aunque no se podían apreciar los gestos de sus caras, sus movimientos, más lentos y torpes, delataban la sorpresa que se llevaron al encontrarse frente a una bonita muchacha con las tetas al aire.

Cuando pasaron a su lado, las chicas saludaron con picardía. Yo pensaba que Anita al menos se taparía con las manos, pero no. Les brindó una sonrisa mientras con coquetería les mostraba la hermosura de sus senos, bronceados y turgentes. El primero saludó sacudiendo la cabeza cuando pasó a su lado, pero el segundo no se reprimió y se giró para mirarla y disfrutar un poco más del maravilloso espectáculo. La distracción le hizo desviarse del camino y meterse en un campo sembrado. Por  suerte, todo quedó en un pequeño susto y con algo de apuro pudo continuar, mientras Verónica y Anita reían como niñas que acababan de hacer una trastada.

No tardamos en llegar al pozo. El curso del arroyo, de escaso caudal, se distinguía por la vegetación y los árboles que lo flanqueaban. El camino pasaba junto a una zona donde se abría un claro, con una pequeña pradera. Una bonita cascada había horadado un pozo ideal para darse un refrescante baño. Además, la caída de agua lo convertía en un estupendo jacuzzi natural. La única pega que le encontré era que cualquiera que pasase por el camino podría vernos, aunque eso no importaba a mis acompañantes

- Vaya, este sitio es espectacular – comenté - casi mejor que la playa.

- Si, y encima está más cerca. Aquí venimos casi todos los días, a la playa una vez a la semana. Y ya verás que buena está el agua, es una gozada - a Juan también le gustaba el sitio -

- No se si te habrá contado tu primo, pero aquí es tradición que las parejas se bañen en este pozo - mientras hablaba Anita yo no podía dejar de mirarle las tetas - eso si, vienen de noche para que no les vean, porque lo tienen que hacer desnudos, jajaja.

Dicho por ella, eso resultaba aún más morboso. Laura y Pablo se habían entretenido charlando y llegaron algo más retrasados. Empezamos a colocar las toallas y yo no podía dejar de mirar a Anita. Me deleité contemplando sus preciosos muslos, que el cortísimo pantaloncito dejaba totalmente al descubierto. Por supuesto, era un lujo verle los senos moviéndose libres, sin marca alguna de haber estado ocultos al sol. Además, me ponía nervioso y excitado que estuviese en topless en un lugar por el que en cualquier momento podría aparecer algún conocido.

Estaba impaciente por saber si se atrevería a desnudarse completamente o si, en caso contrario, luciría algún tanga o braguita provocativa. Me parecía una locura que se pusiese allí en pelotas, pero de esa chica se podía esperar cualquier cosa. Me tenía obsesionado, no sólo por su belleza y por poder verla en cueros, también me gustaba su forma de ser y su simpatía. Era algo más que atracción física.

Creí tocar el cielo cuando se desabrochó el pantalón y empezó a bajárselo. Lo llevaba tan ajustado que tenía que moverse hacia los lados para ir deslizándolo hacia las rodillas. Debajo llevaba unas braguitas blancas, minúsculas y transparentes que casi dejaban ver su deliciosa rajita. Por detrás las llevaba algo metidas, realzando las redondeces de su trasero. Fue un espectáculo ver sus movimientos hasta que consiguió sacarse los pantaloncitos. Después, los dobló con cuidado y se agachó para recogerlos en la bolsa ofreciéndonos una sensual estampa de su pompis. Ya solo faltaba que se quitase las braguitas para que se abriese el paraíso, pero Verónica le pidió ayuda.

- Anita, ¿me ayudas a ponerme el suje, que con el vestido es un lío? - dijo mientras le daba una toalla-

- Si, claro, porque que más quisieran algunos que verte las peras, jajaja.

Anita cogió su toalla y la extendió delante de su amiga para que no pudiésemos verla mientras se quitaba el vestido y se ponía la parte de arriba del bikini. Lo paradójico era el empeño que ponía la chica más atrevida del pueblo en que no viésemos a su amiga en topless, mientras ella estaba casi desnuda. El que lo tenía clarísimo era mi primo, que perdía el sentido por Verónica. Durante el camino no le había quitado ojo, y se le notaba nervioso solo con saber que tras la toalla estaba su amada con los pechos al aire. Laura no tuvo tantos problemas ya que llevaba puesto el bikini completo bajo el vestido y en un momento estaba preparada para tomar el sol.

Tan sólo faltaba despejar la duda de si Anita se desnudaría o se pondría alguna prenda de baño, cuando una voz nos sorprendió.

- Hola chicos, que ¿a darse un bañito? - era un hombre de unos 70 años que venía dando un paseo y al que no habíamos visto llegar -

- Hola Arturo, pues si, hace buena tarde y hay que aprovechar - contestó Pablo, que parecía conocerle -

- Por eso me gusta el verano. En invierno por aquí no te cruzas a nadie, y es una alegría ver a gente joven como vosotros. Además os veo estupendos, Pablo, Guillermo, Juan,… a este no le conozco.

- Es Jorge, mi primo, que ha venido a pasar con nosotros el verano - le explicó Guillermo -

- Ah que bien, bueno, este pueblo es muy tranquilo, pero ya verás como te lo pasas bien con estos chicos, bueno, y con estas chicas tan guapas, Verónica, Laura y Ana. Jaja, todavía recuerdo cuando erais unos niños. Aunque a los que mejor conozco es a Juan y Ana, que son del pueblo. ¿Qué tal ha ido el curso?

- Bien - contestó Juan - he aprobado todo.

- Si, yo también - Anita desplegaba una hermosa sonrisa mientras hablaba -

- Claro que si, muy bien. Da gusto con jóvenes como vosotros. Ana, no sabes como se pone tu padre de orgulloso cuando habla de ti, que eres muy responsable y estudiosa.

El hombre debía de estar aburrido de dar paseos en solitario y aprovechó nuestra presencia allí para quedarse un rato a charlar. Era conocido del pueblo y los chicos parecían acostumbrados a su conversación y su presencia. Había sido maestro en la escuela de la zona y conocía muy bien a Anita y Juan. Nos estuvo contando anécdotas que nos provocaban sonoras carcajadas. Cuando apareció, pensé que era un pesado, pero luego vi que era un hombre muy divertido y se entendía muy bien con mis amigos.

A menudo paseaba por aquel camino y cuando les veía se acercaba a charlar con ellos. Era bien recibido y les gustaban las historias que contaba. Se encontraban muy a gusto con él, incluso Anita, que no tenía ningún inconveniente en que la viera con las tetas al aire y con unas braguitas que dejaban casi todo a la vista. Al contrario, estuvo un rato escuchándole hasta que se dio cuenta de un detalle.

- Perdona Arturo, cuando has llegado estaba a punto de…-dijo Anita llevando las manos a la goma de la braguita-

- Claro Ana, ponte cómoda, por favor. Si ya sabes que por mí no hay problema.

Con toda la tranquilidad del mundo, Anita se bajó las braguitas y se acercó hasta la bolsa para guardarlas junto a las otras prendas. Todos callamos y seguimos con la mirada sus movimientos. Así, completamente desnuda, se volvió a incorporar al grupo. Sintiéndose el centro de las miradas, la muchacha sonrió ruborizada. Antes de seguir hablando, Arturo la miró de arriba abajo.

- Caray Ana, hay que ver como te has puesto. Parece que hace cuatro días que eras una niña y mira ahora, toda una mujer, y que mujer - Arturo no pudo evitar decirle unas palabras galantes - cada año estás más bonita.

- Gracias, Arturo, que exagerado - era increíble ver a Anita completamente desnuda sonreír ruborizada por los cumplidos de aquel hombre -

- Jaja, de exagerado nada, que siendo tan guapa y simpática seguro que tienes a los chicos locos –no contestamos, pero nuestros gestos eran de aprobación- , ay, ya podían haber sido como tú las chicas en mis tiempos. Bueno, no os entretengo más, que seguro que tenéis ganas de divertiros.

- No te preocupes, que tú nunca molestas. Ya sabes que nos encanta oír tus historias - Anita parecía sincera, le gustaba mucho escuchar a aquel hombre -

Mis dudas se habían despejado, a Anita no le importaba que la viesen desnuda en aquel lugar, y lo había demostrado de una manera inesperada: bajándose las braguitas delante de un señor mayor de su pueblo. Lo había hecho con naturalidad, no diría que inocentemente, pero tampoco queriendo provocar. Admiraba la confianza y el respeto con que se trataban y el saber estar de Arturo primero al verla en topless y después teniéndola delante con el coño al aire. Después de despedirse continuó con su paseo y nosotros nos dispusimos a darnos un buen baño.

Aquel pozo era perfecto, el lugar ideal para bañarse. El agua estaba templada, había profundidad suficiente para nadar y sumergirse. No había apenas corriente y debajo de la cascada se formaba algo parecido a un jacuzzi. También había una roca desde la que nos lanzábamos. Pasamos la mayoría del tiempo metidos en el agua. Apenas salimos para merendar algo y descansar.

Por suerte yo iba controlando la excitación que me producía ver a Anita desnuda. Y era un auténtico logro, porque constantemente la estaba viendo en posiciones donde sus encantos quedaban perfectamente expuestos. Ella no hacía nada por evitarlo, se comportaba como si fuese lo más normal, y quizás eso es lo que ayudó a controlar mejor mis reacciones. Era tan extrovertida que, poco a poco, me iba dando más confianza y me acercaba a ella sin los nervios que me producía su desnudez.

Se me pasó la tarde casi sin enterarme. Cada vez me encontraba más a gusto con mis nuevos amigos y como en un instante llegó la hora de volver al pueblo. Poco antes de irnos, nos dimos un baño, así que recogimos las cosas en las bolsas y emprendimos el camino de vuelta sin vestirnos. Los chicos íbamos en bañador, Laura y Verónica en bikini y Anita… desnuda, por supuesto.

Otra vez disfruté viéndola caminar desnuda. Antes de la primera casa del pueblo, los chicos nos pusimos las camisetas, excepto Pablo, que quería mostrar abdominales. Las chicas se pusieron las toallas a modo de falda. Laura y Verónica llevaban la parte de arriba del bikini, pero Anita seguía con las tetas al aire. No nos cruzamos con nadie, aunque a ella seguramente no le habría importado, y enseguida llegamos a la parte trasera del bar, por donde entró a casa. No se lo que pensarían al verla llegar con ese atuendo.