miprimita.com

Lo que da de sí un privado

en Sexo Oral

"Lo que da de sí un privado"

Recuerdo aquella fantasía que tuve contigo antes de irme a dormir, aquel día había sido un día agitado pero quería despedirme de ti como te mereces después de tantos desvelos por ésta tu sierva. Entré en mi cama solitaria con una sed sexual que tenía que apagar para poder dormir relajadamente. Entonces fui cerrando todas y cada una de las ventanas hasta que me encontré con la pestaña del facebook: un nuevo privado. Era tuyo. En él, no ponías nada ardiente. Era uno de lo más normal. Tan solo me pedías que te dedicara mis ardientes deseos sexuales aquella noche…

Quise remediarlo, pero no pude. Al final sucumbí a mis deseos. Mis prendas inferiores eran engullidas si piedad por aquellas sábanas celestes que tanto odiaba, pensaba en ti, como no. Pensaba en cómo sería realizar la locura de la que me hablaste. Reunirnos en una casita rural donde la llama de la lujuria se adueñara de nuestros cuerpos y corazones. Pensaba en llegar a aquel lugar remoto cada uno por separado y encontrarnos en aquella cabaña arrendada para la ocasión. Con tan solo pensar en aquella fantasía, mis vellos se erizaban y mi vagina lubricaba cada vez más flujo. Aún ahora, cuando te dedico estas palabras, aún lo hace.

Llegamos a aquella casa rural amplia y nos saludamos. Teníamos que romper el hielo porque ambos estábamos nerviosos mas a mí se me notaba más. Mis piernas temblaban sin cesar y tu imponente presencia me eclipsaba tanto que apenas podía articular las palabras. Te pedí una copa. Bien sabes que no suelo tomar bebidas alcohólicas, pero la necesitaba. Estaba ante aquel hombre, mayor que yo, al que tanto admiraba y apreciaba. Ello de por sí era un gran shock. Sin embargo, habíamos quedado para otra cosa. Habíamos recorrido muchos kilómetros en nuestros coches para algo más que conversar. Mi mente mientras sujetaba torpemente aquel vaso volaba imaginando las miles de caricias que me dedicarías.

Pronto todo cambió. Teníamos que empezar y ambos lo sabíamos. Los minutos se extinguían poco a poco y no teníamos tiempo que perder. Sorbía el contenido de mi copa cuando, de improviso, una mano apartó mis largos cabellos de mi cuello y mi oreja, ruborizadas al igual que mi cara. Pronto, un reguero de besos se agolpó en mi cuello suavemente mientras que un mordisco se adueñaba de lóbulo. El corazón me palpitaba tan fuerte que parecía salírseme por la boca. Apenas podía respirar mientras inexorablemente mi tanga iba empapando el vestido que llevé para la ocasión. Tus manos se acercaban peligrosamente a mi escote, donde mis dos pechos se encontraban desnudos de aquel ceñido vestido negro como tú ordenaste. No tardaste mucho en averiguar si había cumplido tu mandato, a pesar que era más que evidente a juzgar por el estado de mis pezones. Tus dedos pugnaban con el elástico del vestido para entrar a regodearte de mis pechos.

Tu paciencia y tus ansias de mí te delataron y aquel escote cruzado fue abierto rudamente al tiempo que se oía el crujido del escote que se rompía. Comenzaste a amasar mis pechos sin compasión mientras me arrebatabas los besos o, más bien, devorabas mi boca. Mis pechos estaban expuestos y la dureza de tu polla la notaba más entre mis nalgas.

De repente, me ataste las manos atrás y me vendaste los ojos. Me sentaste en una silla mientras con la dulzura ya olvidada me desprendiste de mi tanga. Entonces viste el rubor extremo en mis mejillas. Estaba mojada, húmeda. Me habías tratado con rudeza y aún así me había excitado a pesar de habértelo negado cuando me lo estabas preguntando. Me abriste las piernas ampliamente y comenzaste a lamerme los muslos en su parte interna.

"¡No!" –grité mientras intentaba luchar contra tus robustos brazos en pos de cerrar aquellas piernas que solo deseaban que tu boca no se adentrara en el lugar que atesoraban.

No te vi sonreír, pero te imagino sonreír maliciosamente. Deseabas practicarme el sexo oral, incluso más que follarme. Sabías que era mi tabú. No quería sexo oral en mí. Pero sabías perfectamente que si conseguías hacerme ceder en ello, el resto estaría asegurado. Sabrías que por fin habías conseguido doblegarme. A esa potrilla descarriada y perdida. Mis piernas pugnaban con tus manos para cerrarse mientras tú sin ninguna dificultan me las retenías en el lugar que te convenía. Sin embargo, decidiste amarrarme esas locas piernas para poder disfrutar del deseo, del fruto de mi sexualidad. No estabas devorando mis flujos sino también mi voluntad.

Pese a las discrepancias, una vez amarradas las piernas, con mi gran vestido remangado en la cintura, con mis tetas expuestas, me tenías a tu merced y bien que lo recalcabas mientras mi coño era apresado por ríos de aquellos flujos que tanto odiaba. Poco a poco, fuiste recorriendo con tus dedos aquel templo del terror para mí. Me hacías cosquillas a la vez que me estremecía. Entonces, me lo dijiste: "no te follaré, sólo te arrebataré tu voluntad".

Poco a poco, tus dedos fueron penetrándome para llevarme a un placer conocido. Sin embargo, no tardaste en comenzar a repasarme con tu lengua, los labios vaginales con pasión. Te suplicaba que no lo hicieras. Que aquello era una asquerosidad. Pero ignorabas mis palabras acalladas por mis gemidos. Tu lengua era sabia. Recorría cada pliegue con maestría mientras tus dedos expertos me penetraban una y otra vez aumentando el ritmo. De vez en cuando, alternabas tus lamidas con una especial atención a mi clítoris. En esos momentos, no me quedaba otra cosa más que claudicar a tus deseos. Mis gemidos cada vez te indicaban que estaba más cerca del ansiado orgasmo mientras mis caderas y mis labios te rogaban piedad. En ese instante, lo recordaste: jamás los había probado. Noté la expresión maléfica de tu cara en mi vagina, te aplicaste más y más para conseguir que llegara al éxtasis, a un punto sin retorno donde ni mi razón ni mis prejuicios me atraparan entre sus fauces.

El culmen estaba cada vez más cerca y me tenías donde querías. Jadeando y gimiendo de un placer incontrolado. De pronto, viste el momento y me ordenaste chupar. No sabía a qué era lo que me dabas, pero te estaría agradecida seguro. Ansiaba tu polla, pero me conformaría con tus dedos. No obstante, nunca imaginé tus intenciones. Querías que me corriera lamiendo mis propios flujos. Rápidamente, comenzaste a acelerar tu tratamiento bucal sobre mi vagina, mis labios y, sobre todo, mi clítoris. Disfrutabas tanto o más que yo viéndome retorcerme de placer para ti y por ti.

Sin embargo, sí había algo real… Mis flujos salían de su guarida inexorablemente mientras mi mente regresaba del mundo fantasioso para continuar la senda hacia el mundo onírico.

Dedicado al alocado que osó enviarme un privado…

Nota: Espero que no te ofenda este relato. Te lo dedico con todo mi cariño, amigo. Hoy me he despertado con ganas de escribir algo diferente. Espero y deseo que os guste. Como diría un amigo, es una simple bagatela (y sí, como he aprendido una nueva palabra la uso jajaja). La diferencia es que en mi caso lo es y en el suyo no.