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El monstruo del bosque (3)

en Grandes Series

Hannah lamió la dureza de su monstruo desde la base hacia arriba muy lentamente, tocándola también con sus labios, dejando escapar su cálida respiración sobre ella y creando un camino de saliva en su piel. El hombre, sentado en la cama y con la ancha espalda apoyada contra la pared, contuvo el aliento y cerró los ojos del gusto. Cuando la joven llegó hasta su glande se detuvo para mirar con gesto lascivo hacia su captor. Aquello la estaba poniendo cachonda. Se separó del grueso pene y repitió la operación: de abajo a arriba despacio, muy despacio…

Continuó lamiendo de esta manera mientras el monstruo respiraba cada vez más fuerte, echando la cabeza hacia atrás y entreabriendo la boca. Cuando ella por fin se decidió a lamerle el glande sintió que iba a explotar de placer al notar su habilidosa lengua trazando círculos a un ritmo todavía lento, desesperantemente lento. Sin poder contenerse, el hombre la agarró del cabello con violencia y la obligó a meterse todo su miembro de un golpe en la boca. A Hannah aquello le encantó. Podría hacer con ella lo que desease, incluso matarla, y ese control la volvía loca. Comenzó a mamársela al ritmo que él le imponía, cada vez más deprisa, ¡más fuerte! Movía la lengua hacia los lados cada vez que la hacía subir y bajar. Entonces la jovencita le agarró los testículos con una mano y comenzó a masajeárselos.

El monstruo la soltó al ver que ella seguía al pie de la letra sus indicaciones. Pero Hannah tenía otros planes. Sacó el peno de aquel animal de su boca y buscó la delicada vena que une el pene con los testículos para lamerla suavemente y aprisionarla entre sus labios en un húmedo apretón. El gruñó de placer pero no tardó en abrir los ojos al sentir que la estudiante había dejado de proporcionarle aquel gusto tan exquisito. La encontró de rodillas frente a él con expresión lujuriosa.

-¿Quieres que siga?- le preguntó con una sonrisa provocadora. Él se limitó a asentir.- Pues entonces túmbate.- le ordenó. Él obedeció sumisamente, escurriéndose por la cama.- Eso es… Y ahora haz lo mismo por mí.

Excitada al ver como aquel hombre la obedecía como un perro ansioso, se situó sobre él, a horcajadas, colocando su bonito trasero moreno cerca del rostro de él. Hannah sentía un tremendo hormigueo en su rajita. Le pedía a gritos ser acariciada y lamida; lo necesitaba. Puso su creciente humedad sobre la boca del monstruo y se limitó a esperar que este comprendiese que debía hacer. Le fueron necesarios tan solo unos segundos hasta que dio el primer lametón tímidamente. Ella se retorció y dejó escapar un pequeño gemido ante lo que el animal se excitó sobremanera, la agarró con fuerza por la cintura y hundió su lengua con la vagina de ella. Exploró con su lengua cada rincón de la agradable humedad de Hannah con ansia, como si le fuese la vida en ello. Cada vez que rozaba su clítoris la chica daba un pequeño respingo acompañado de un jadeo.

Cuando sintió que el placer en su entrepierna era el apropiado se inclinó sobre el erecto pene de él y continuó con su trabajo. La primera vez que lo lamió pudo notar claramente como él se detenía un instante y exhalaba una bocanada de aire sobre su rajita. Así ambos utilizaban sus lenguas sobre el otro en una vorágine de gemidos y sensaciones placenteras. Ella daba pinceladas de arriba a abajo, se centraba a veces sobre el glande para lamerlo detenidamente, engullía el pene completo y lo llenaba de saliva mientras utilizaba una mano para atender los testículos del monstruo. Él daba grandes lametones perfectamente audibles que abarcaban la mayor parte de la rajita de ella, introduciendo la lengua en su vagina y comprobando hasta donde podía llegar, succionando su clítoris para escuchar el consiguiente gritito de la jovencita, lamiéndolo en círculos al tiempo que introducía sus gruesos dedos en el húmedo interior de ella.

Hannah tomó con una mano el duro miembro del hombre e intercambió papeles entre su mano y su boca. Comenzó a lamer, succionar y presionar levemente con sus labios y lengua los testículos calientes del monstruo mientras que su mano masturbaba su pene acompasadamente con su respiración. La chica sentía el orgasmo muy cerca e intuyó que también se acercaba el de su compañero. Introdujo de nuevo el grueso pene en su boca y continuó con su frenético ritmo de mamada, sintiendo la juguetona lengua en lo más íntimo, hasta que ambos se corrieron casi al mismo tiempo. La tromba de semen que le inundó la boca impidió a la estudiante gritar de placer pero no así clavar sus uñas en el costado de su monstruo. Él dejó escapar un grito salvaje de júbilo. La mujer se lo tragó todo sin rechistar, apoyó su rostro contra la ingle y se quedó tendida encima del grandioso corpachón de su compañero, respirando tan fuerte como él.

La jovencita tenía una tremenda sonrisa cruzándole el semblante. ¿Estaba atrapada? Pues debía sacar el máximo partido de la situación. Y si eso implicaba gozar como un animal como jamás lo había hecho con ningún otro hombre, con nadie “decente”, entonces lo haría. Le encantaba sentirse poseída y al mismo tiempo poder tener control sobre un hombre tan inmenso. Pese a sus diferencias, cuando se enzarzaban en una batalla entre las sábanas estaban, literalmente, en manos en uno del otro. Hannah se hizo a un lado y se recostó contra la almohada, quedando frente por frente con su complacido monstruo.

-¿Cómo te llamas?- le preguntó mientras trataba de recuperar el aire. Él la miró pero no llegó a responder, como si se estuviese planteando algo.- ¿No hablas nunca? Al menos dime tu nombre y yo ya hablaré por los dos.- le propuso. No obtuvo respuesta.- En mi cabeza ya te he bautizado, ¿sabes? Hay una película sobre… Bueno, una película cuyo protagonista se llama Frankenstein. Yo prefiero acortarlo a Frank.

Se quedó en silencio esperando una reacción, unas palabras…. ¡algo! Pero de los labios de aquel monstruo no salió una sola sílaba. La miraba, eso sí. La miraba intensamente con aquellos ojos desiguales y plagados de locura tratando de transmitirle con la mirada lo que no era capaz de articular con palabras. Hacía años que no escuchaba la voz de alguien dirigirse a él con un nombre o con cualquier frase, la que fuese. Apenas recordaba que debía hacer para hablar por la falta de uso. Por eso ella le fascinaba, porque le hablaba, porque escuchaba una voz describiendo frases coherentes que eran para él y para ninguna otra persona. Veía el desconcierto en los oscuros ojos de la chica, su ansia de ser respondida y la comprendía… la comprendía muy bien.

-¿Entonces Frank te gusta?- insistió.

Él monstruo, ante su impotencia para hablarle, esbozó una sonrisa lobuna y dirigió una de sus grandes manos hacia el rostro de ella. Lo acarició lentamente, sintiendo su piel suave. Y entonces no pudo resistir el deseo que aquellos labios gruesos y rosados le ofrecían. Lamió los suyos y se acercó a los de ella hasta apretarlos y sentir un poderoso impulso eléctrico por todo el cuerpo. Ella le respondió al beso de manera sensual dándole tiempo para que conociera sus labios antes de introducir su lengua. El animal aprendía. Le excitaba poder besarla, sentir ambas lenguas en contacto y una nueva erección se estaba gestando, apretándose contra el estómago de Hannah.

Ella la sentía perfectamente y, sin abrir los ojos ni dejar de besarle, la agarró con la mano y comenzó a masturbarle. El monstruo dejó caer la mano del rostro de la joven hacia su pecho, lo acarició y estrujó esta vez con más delicadeza y acierto. Pellizcó su pezón y sintió como esta se ponía duro bajo sus yemas. El goce que sentía en su entrepierna le hizo aumentar la fuerza que imprimía en su beso hasta casi morderla. En un arranque de locura dirigió la otra mano en busca de la humedad de la joven y comenzó a acariciarla como ella hacía con él.

El placer físico se estaba confundiendo para él con otro diferente. Había algo… Sí, mañana sería un gran día para ella.