En Cuerpo y Alma

En la soledad de la noche te percibo,

te aclaras,

te evidencias,

me llamas,

me adivinas,

me invitas a tu cuerpo, a tu ser.

Me buscas inagotable.

Me dejo, te dejo,

eres mi necesidad, mi privación, mi urgencia.

Despojamos nuestras mentes

y abrimos la piel.

Habitas en mi sangre,

calor que me abriga en noches de inviernos inevitables.

No te canses de abrazar mi eternidad,

no dejes de transitar mis deseos.

Abrázame.

Mujer.

Descansa tu viaje en mi vientre.

Quédate en mi entrega.

Viértete en mi cuenco.

Embriágame.

Abre mi boca carente de ternura.

Te esperan más que mis ansias.

Te murmuran más que susurros de palabras.

La humedad de mis labios tiene su metáfora,

allí donde nunca abarcaste,

donde aún sin morir se vislumbra el cielo.

Allí te quiero.

Desparramando tus cabellos.

Agitando el suspiro.

Gimiendo mi alivio.

Ardiendo mi infierno.

Te escucho.

Te siento.

Quejidos inevitables.

Voraz,

única,

con intensa paciencia,

llena de recónditas y libres caricias,

me quemas,

y me fundo culmine en tu beso.