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Mañana de playa

en Voyerismo

                    Como tenemos por costumbre mi marido y yo, aprovechamos los dias señalados para hacer puente y nos vamos a un pueblecito cerca de Tarragona a descansar del ajetreo de la gran ciudad. Aunque salimos de verbena, acostumbramos a recogernos a descansar a una hora relativamente temprana. Se puede decir que practicamente pasamos desapercibidos en el pequeño pueblo. Lo que yo aprovecho de mi anonimato para exibir y sacar a la luz mi tremenda sexualidad y mis ganas de exibicionismo.

                   Como he relatado anteriormente, no es mi placer estar con otros hombres ni buscar sexo fuera del matrimonio. Lo que me excita es enseñar e insinuar haciendome la inocente o ingenua. Por eso, en la noche del 23, para ir a cenar con mi esposo, el vestido blanco que llevaba, era el más ceñido que pude llevar. El tremendo escote, no sólo dejaba ver el gran canalón de mis pechos, sino mucho más. Mis dos melones surgian a la vista de una forma provocativas y audaces. El sujetador mini, apenas podian abarcarlos e incluso, Lorenzo mi marido, me insinuó que podría pasar frío con semejante escote. Me reí con su ocurrencia y le dije que llevaba un chal para cubrirme si fuese necesario. Nunca jamás mi marido ha puesto pega alguna a mi forma de vestir, sabe de siempre que me gusta la ropa corta y ajustada.Y que junto a que mi cuerpo acompaña, mi forma de pintarme me hace sugerente a las miradas. Comprende que los hombres me miren y creo que se siente halagado de llevar a una llamativa mujer a su lado, aunque nunca me lo ha confesado. Un hombre algo mayor, con una apetecible mujer a su lado, creo que es fácil de comprender. Particularmente creo que a todos los machos les gusta lo mismo, aunque no quieran reconocerlo. Quieren fijarse en otras mujeres, pero en el fondo no quieren reconocer que miren a las suyas.

                  Durante la cena y después en el baile de verbena, pude lucirme de maravilla. Me muevo bastante bien y mi cuerpo aprisionado en el blanco vestido y moviendose algo más que al compás de la música hicieron el delirio de jóvenes y no tan jóvenes. Cuando me sentaba entre descanso y descanso, la ropa se me subía hasta casi enseñar mis braguitas, pero la verdad, con la penumbra poco podían apreciar de todo cuanto ofrecía.

                 Como dije anteriormente, nos retiramos a una hora relativamente temprana. Mi marido estaba cansado y yo verdaderamente, preparaba mi plan para la mañana siguiente. Nos duchamos hicimos el amor, en parte más por satisfaceme yo, que por las necesidades fisiológicas de Lorenzo. Como siempre, en su postura de misionero y quedándose completamente desfallecido. Sabedora de su respuesta por su poca afición a la playa le dije:

                - Cariño, mañana podremos bajar a la playa, pues apenas habrá nadie y estaremos mucho más cómodos.

                - No tesoro, baja tú si te apetece y ya nos veremos en el chiringuito a la hora de comer. Prefiero dormir a pierna suelta y descansar.

         Efectivamente, como ocurre siempre, tenía el camino libre para mí, siempre y cuando hubiese gente adecuada para apreciar una buena vista.

Amaneció un día espléndido y como tenía todo preparado, salí a darme un baño de sol y mar. Mi parte baja del bikini color turquesa como única prenda interior. Una mini faldita con cierre de velcro y una camisita blanca de cierre con botones y casi transparente donde mis "botones naturales" quedan marcados con enorme exactitud y donde se aprecia lo mas oscuro de mis rosetas.

              Apenas había nadie en la playa. Busqué el lugar menos frcuentado y después de dejar mis cosas en la arena, me tumbé en mi toalla playera, escudriñando a más de un posible mirón. Mis piernas estaban al descubierto pero me mantenía con la camisita puesta hasta decidirme por mi "posible victima mirona". Mi espalda apoyada en la hamaca, una revista para aparentar que leía y el bikini metido profundamente en el sexo pero con las piernas juntas y que no separo hasta el último momento. Estaba lista para dar rienda suelta a mis inclinaciones habituales.

             No esperé mucho, al poco rato de estar allí, un hombre relativamente joven con sombrilla y varias sillas de playa, tomó posesión a unos cinco metros de mi. Naturalmente noté su mirada libidinosa que recorría todos los centímetros de mi epidermis. Llegué a la conclusión que esperaba a la familia o amigos por el marcar el territorio donde estaba ubicado. Una vez situado, se sentó quedando completamente frente a mi. A través de los cristales de mis gafas observé que nadie más aparecía cerca y me decidí a actuar.

            Lentamente, muy lentamente, me desprendí de la camisita y dejé emerger mis dos melones para deleite del mirón. Mis pezones estaban normales, pero sabía que de un momento a otro se pondrían duros como fresas y que como cuernos de un mihura, desafiarían al aire y a la vista de todos. la mirada del individuo quedó presa en mis pechos. Los agitaba levemente y en diversas poses podía admirarlos en todo su esplendor. Por experiencia se que empezaba a interesarse por lo que veía, ya que un bulto se hacía aún más notorio en su entrepiernas.

            Saqué mi aceite bronceador y puse una pequeña cantidad entre mis manos. Lentamente, muy lentamente empecér a masagear mis pechos. Mis dedos pasaban una y otra vez como golosos por la aureola de mis pezones. Estos ya se habían endurecido y se ofrecian jugosos. Seguí sobre mi vientre y bajé sobre mi pequeña prenda inferior. empezaba a estar húmeda. Me incliné sobre mis piernas y dejé que mis pechos se ofrecieran como dos cocos que se balancean desde la palmera. Los ojos de mi mirón seguían fijos en la escena. No se el rato que estuve masageandome. Para jolgorio para mi, observé como su pene había crecido de una forma incontrolable y que aunque procuraba echarlo para un lado, su virilidad quedaba manifiesta. No pudiendo aguantar más, se puso en pié y corriendo se metió en el agua. Creo que buscaba la frescura del mar para bajar su calentura. Sabía que no tardaría en volver, así que maliciosamente me preparé para ello. Me ceñí aún más la minibraguita que formaba el bikini y dejé medio sexo derecho al descubierto. Solo era cuestión de abrir las piernas.

            Efectivamente, le vi llegar y se sentó en la arena mientras que una toalla secaba su cuerpo. Cuando el sol hubo secado y calentado su parte más íntima según mi entender, como por descuido abrí y levanté la pierna derecha. Inmediatamente el impacto se vió reflejado en su rostro. Un hermoso pelo púbico y un labio mayor de mi coñito alegraba su vista. Sin duda debió pensar que era su día de suerte. De inmediato se tumbó en la arena con su pene enterrándolo en ella. Su cabeza seguro que estaba pensado en que me la estaba metiendo a mí. Seguí a lo mio y balanceaba la pierna una y otra vez. De vez en cuando, la dejaba caer a la derecha y entonces mi sexo casi aparecia entero. Los jugos ya empezaban a jugarme una mala pasada, pero yo seguía en mi afán exibicionista. Mi mano izquierda  cogia de vez en cuando mi pecho izquierdo y con mi mano derecha apoyaba por no decir empujaba, mi pierna a la derecha para que mi coño húmedo y jugoso disfrutase de la mirada de mi admirador. No se lo minutos que estuvimos así. El macho mirón se levantó raudo de la arena y se fué a darse un baño. Sin dudar, había experimentado una corrida y fué a lavarse al agua. Aproveché de su ausencia para discretamente hacerme unas caricias con el dedo y correrme como una loca. Despues hice pis y resfregué mi duro clítoris en la arena. Boca abajo y restregando mi coñito sobre la arena, no tardé en tener otra explosión de gozo. Me levanté y me metí en el agua. Procuré lejos de mi admirador, ya que como siempre, procuro mantener a mis admiradores lejos de mi cuerpo.

           Me metí descaradamente los dedos en mi coño y aunque la frialdad del agua me lo impedía en un principio, al fin mis tocamientos llegaron a su final. Un tremendo orgazmo me llegó entre la blanca espuma del mar. Nadé un rato y cuando volví me eché sobre la arena. Seguía boca arriba y mis tetas seguían saludando al sol. Me quedé dormida. Cuando desperté, mi "mirón" tenía a su lado a la familia. Dos chavalines y su joven señora.

          Me levanté con toda naturalidad y empecé a recoger mis cosas. Miré el reloj y comprobé que pronto Lorenzo bajaría al chiringuito donde habiamos quedado. Me coloqué la camisita entre la febril mirada de mi "colaborador". Me sentí muy bien y con malicia pensé que sin dudar, en cuanto mi "mirón" llegase a casa, descargaría toda su lujuria en su esposa. Sin dudar que seguro, segurísimo.......... tendría mi cuerpo en su mente .

                                                                                                F I N