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Voyeur

en MicroRelatos

Me toco el cabello suavemente, para hacerme la cola… Esa que siempre me acompaña en todas mis andanzas. De donde quiero que se aferren las manos rudas para montarme y poseerme. Hundirse en mí utilizando mis pelos como agarre.

Despejo mi espalda con mi vestido vaporoso para que puedas ver mi piel bronceada. Mi cintura… mis nalgas enfundadas en la tela ajustada, los muslos firmes y como no, mis sempiternos tacones… Vestida para desnudarme, o semidesnudarme. Porque ya he notado que te gusta verme vestida follando, mostrando solo partes, que completamente desnuda a tus ojos. Verme velada por las telas, los encajes o simplemente las cortinas o las pieles de mis amantes.

Me toco los hombros para deslizar las tiras del vestido hacia los brazos, para que caiga con una caricia sobre ellos mientras me imagino que son tus ojos los que siguen el deslizar de la tela. Y no tengo la menor duda de que así me miras, desde tu ventana, tras las cortinas casi echadas. Por eso yo tengo abiertas las mías. De par en par. Yo desnuda… y tú miras…

Por eso mi macho ahora me lame el cuello frente a ti, porque sé que me espías…

El vestido termina de deslizarse por las caderas y allí se queda, ya que son voluptuosas y plenas.  Tus manos serían las manos que ahora amasan mis pechos frente a la ventana. Lo serían porque las sientes tuyas en cada instante, desde que me descubriste exhibiéndome y yo te descubrí mirando… y tocándote…

Por eso traigo machos a mi lecho… todos distintos, igual de perversos. Para que me veas con ellos, para que me veas gozando de sus vergas tiesas y sus bocas calientes y llenas de deseo. Manos lascivas que se adueñan de mis recovecos. Ellos son la prolongación que a ti te hace falta para saberte satisfecho…

Me hacen apoyarme en el alfeizar de la ventada muy de madrugada, me penetran sin contemplaciones por detrás mientras sé que mis tetas bailan frente a tus ojos con cada embestida. Me follan… incansables. Me manejan a su antojo, me poseen de forma salvaje. Me arrancan gemidos imposibles que escandalizan hasta a mis propios oidos.

Y eso es lo que quiero. Lo único que necesito para correrme una y otra vez entre sus dedos no es su verga dura como una piedra o su lengua juguetona. No necesito sus embestidas brutales, sus cuerpos musculosos chocando contra el mío, siempre expuesto. Lo que necesito para correrme no es otra cosa que tus ojos.

Durante horas me follan, mientras te miro masturbarte…

Movimiento constantes de tus cortinas. Y a veces también movimiento sin ellas, cuando ya pido con mis gestos tu verga. Verla... Disfrutarla

Los elijo ya con cuidado; robustos, fuertes, capaces… Insaciables, así los quiero.  Ya sé lo que más te excita que me hagan, te he observado miles de veces mientras aceleras el ritmo de tu mano sobre la barra de carne que te sobresale de entre las piernas, y que enseñas a trasluz orgulloso de que la vea. Por eso no me ando con chiquitas con mis machos. Si quiero una buena corrida tuya sobre las cortinas de tu dormitorio tengo que ser  meticulosa con ellos. Que me soben bien, que deseen hacérmelo de pie, que quiera la luz encendida completamente y las ventanas abiertas… aunque haga frío.  Que me hagan gemir como una guarra, que me hagan gozar como una perra. Que me destrocen el coño mientras tú te pajeas. Que me mojen las entrañas con la leche que sé que riega tus ventanas.

No solo para que me veas… ¡Por Dios! Quiero que me sientas…