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Rebeca; momentos estelares anales

en Sexo Anal

          Con este escrito no pretendo en absoluto realizar otro relato de ficción como hasta ahora, sino simplemente rememorar algunos de los momentos estelares de mi relación con una ex novia, concretamente esos momentos estelares están todos relacionados con una de mis prácticas sexuales favoritas: el sexo anal.

         Rebeca y yo llevábamos algunos meses saliendo, ella tenía diecisiete años y yo dos más. En el plano sexual todo marchaba perfectamente, éramos un tanto inexpertos pero su decisión y su natural caliente y osado la llevaban a experimentar continuamente con todo lo que le llamaba a la curiosidad, aunque hasta el día que me ocupa todo se había limitado a sexo vaginal y a algunas felaciones en las que Rebeca se aplicaba para ir mejorando su incipiente técnica, con notables y meritorios avances.

         Para nuestros escarceos alquilábamos una habitación en una pensión bastante cutre del centro de nuestra ciudad –hoy día aún me relamo interiormente de satisfacción cuando paso por delante del negocio en que actualmente han reconvertido el edificio-.

         Aquella tarde estábamos reposando desnudos en la cama tras haber consumado un fajado primer asalto sexual, satisfechos y complacidos ambos, acariciándonos y besándonos, recuperando fuerzas para continuar con aquellas maratones vespertinas que siempre –bendita juventud- constaban de tres o cuatro etapas. Ella permaneció inusualmente pensativa unos minutos, tras lo que me espetó:

- ¿Sabes? me gustaría experimentar el sexo anal –Al principio era muy técnica en su lenguaje sexual, recuerdo su “Ahora te voy a practicar una felación”, aunque luego derivamos hacia un lenguaje mucho más llano y sucio que nos excitaba mucho a ambos-.

         Ni que decir tiene que inmediatamente captó mi atención y la de mi pene, que cobró vida milagrosamente a pesar de la poca recuperación que le había dado. Tampoco recuerdo exactamente cuál fue mi respuesta, sólo que obviamente fue positiva y que ambos nos pusimos inmediatamente manos a la obra.

         Hoy día aún sigo sin comprender cómo pudimos llegar a realizar nuestra primera experiencia anal con tan pocas luces fruto de nuestra inexperiencia, imagino que la juventud, que compensa su falta de conocimiento con una capacidad infinita de entusiasmo por todo lo que se propone…

         Ninguno de los dos teníamos ni idea de sexo anal, pensábamos que aquello tendría que ser igual que por la vagina, así que coloqué a Rebeca boca arriba sobre la cama, me puse sobre ella, que felinamente enlazó sus piernas a mi espalda y comenzamos a juguetear.

         Mi pene estaba a punto de estallar, en su máxima expresión por la perspectiva de su primera incursión en tan atractivo y estrecho terreno, además de la natural hinchazón que sucede tras la primera eyaculación. Afortunadamente, para terminar de excitarnos copulamos un poco por la vagina, lo que al menos contribuyó a lubricar mínimamente mi pene y a excitar a Rebeca para minimizar lo que sucedió después, pues sin solución de continuidad posé mi hinchado prepucio sobre su esfínter anal y comencé mi tarea de ariete sobre su virginal trasero.

         Como resulta obvio, su culo ayuno de tratamiento preparatorio no cedía ni un solo milímetro, pero yo seguía intentando taladrar con mi fierro aquella defensa que se me entregaba sin capitulaciones. Rebeca resoplaba y ponía cara de circunstancias ante el daño que su entrega le inflingía, por lo que atento y solícito le dije:

- Creo que es mejor que lo dejemos porque te voy a  hacer daño…

- De eso nada, he dicho que quiero probar el sexo anal y lo voy a probar, tú sigue empujando…

         Amigos, convendrán conmigo en que tamaña entrega y perseverancia no podía ser despreciada, así que redoblé sin misericordia los esfuerzos de mi ariete, que pronto vio recompensados sus esfuerzos con la sensación de que el virginal esfínter de Rebeca cedía poco a poco, permitiendo la entrada de mi prepucio triunfante, que se abría paso hacia el estrecho y delicioso conducto de su placentero ano. A pesar de la nula lubricación y del considerable grosor de mi pene, fruto de la descomunal excitación que me provocaba desvirgar el culito de Rebeca, aquella tragona tenía introducido casi la mitad de mi miembro y sólo gemía y resoplaba, pero no daba muestras de rendirse en su empeño de entregarme su culo.

         Yo me aferraba al armazón metálico de la cama –creo que tan fuerte que siempre en broma digo que aquel día debieron quedar mis dedos marcados sobre el metal de aquella cama-, en absoluta tensión, pues luchaba por seguir avanzando hacia el interior del culo de Rebeca, aunque cuidando al máximo de no dejarle ir demasiado pene de una vez para no dañarla, pues la fricción a la que estábamos sometiendo su esfínter era brutal –incluso a mi me estaba doliendo aquel roce sin lubricar-.

         Tras varios minutos de labor de continuo barrenado del trasero de Rebeca, acompañado de generosas pausas que ayudasen a su esfínter a tolerar al intruso que lo forzaba sin compasión, aquella chiquilla se tragó por completo todo mi pene, pues mis testículos chocaban contra sus nalgas y mi vientre estaba completamente pegado a su encharcado coño. Ella resoplaba y aguantaba el castigo anal que tan valerosamente había solicitado, mientras que yo disfrutaba de la gloria de mi primera experiencia anal que para mayor goce constituía el desvirgue del primerizo culito de mi novia, por lo que tras su esforzado permiso para poder iniciar el bombeo, no tardé ni un minuto en notar cómo el roce con el apretado ano de Rebeca me transportaba hasta el orgasmo.

         Aún hoy me excito de pensar en la eyaculación que me provocó mi primera enculada, cómo regué generosamente las entrañas de Rebeca, cómo ella me comentaba excitada que le ardía el culo, pero que siguiera follándola, como sonreía sorprendida al notar mi eyaculación en sus intestinos, húmeda y muy caliente, siendo una sensación que le encantaba.

         Tras eyacular mi pene permaneció en el interior de su culo, aún goteando de placer en su recto, perdiendo poco a poco su tamaño, hasta ser delicadamente expulsado por el esfínter de Rebeca, que por su propia naturaleza reclamaba volver a su ser tras haber sido sometido a tan riguroso trato. Poco a poco mi menguado pene se retrajo hasta salir del placentero culo de Rebeca, que divertida me comentaba las sensaciones que le producía notar su otrora prieto ano ahora dilatado y rebosante de mi copiosa eyaculación. Reía pícara mientras me comentaba que “no podía controlar su esfínter, que estaba muy abierto, parecía que se estaba orinando por su culo”… de verdad que aún hoy recuerdo aquella primera experiencia anal y aún me maravilla que resultara tan placentera y satisfactoria, pues la realizamos con todos los componentes para que hubiera resultado un verdadero desastre.

         Afortunadamente aquello abrió la puerta a un continuo disfrute del sexo anal como complemento a nuestras relaciones sexuales a partir de aquel día, que si os ha gustado esta primera entrega del relato, no dudaré en continuar para disfrute propio y de quienes decidáis compartirlo conmigo leyéndolo.