miprimita.com

Un paseo por la montaña

en Hetero: General

Hacía frío. Una mañana de otoño. Me sorprendiste en mi paseo vespertino.

Caminaba por la montaña como cada mañana. Ataviado con mis botas, pantalón de pana, camisa de lana, jersey de cuello alto, guantes y gorro.

El aire era limpio. Cielo claro y despejado.Estabas en medio del camino, recostada en el suelo, apoyada contra una roca y tiritando de frío.

Sin preguntar deduje que habías pasado allí la noche. Rápidamente saqué mi capa de agua de la pequeña mochila. Toma tápate mientras me quito el jersey. No articulabas palabra. Tu mirada estaba perdida.

Te ayudé a ponerte el jersey y la capa. No podía explicarme como habías sobrevivido a una noche con bajas temperaturas tan solo con un minúsculo pantalón y una camiseta de manga corta.Comencé a hablarte mientras te incorporabas. Balbuceabas no era capaz de entender tus palabras. Mis preguntas no tenían respuestas. ¿Te has perdido? ¿Dónde están tus amigos? ¿Cómo te llamas? Nada.Ven tienes que entrar en calor. Acurrucada entre mis brazos comenzamos a andar. El paso era muy lento. Apenas te quedaban fuerzas.Conozco un refugio a poca distancia. Llegaremos en 10 minutos como mucho. Tu cuerpo temblaba de frío.Unos minutos más adelante pude entender tu primera palabra bien articulada: Gracias. Seguimos andando.Las frases salían de tus labios, entrecortadas. Me perdí, no se donde estoy.Tranquila, ya estás a salvo.Gracias, gracias.Ya llegamos. Mira es allí.El pequeño refugio de “La barranca” solitario pero tan acogedor como siempre. Olor a resina. La puerta estaba abierta.Pedro, el encargado del refugio, subía por allí solo los viernes para acondicionarlo de cara al fin de semana  y los lunes, a primera hora, para echar un vistazo por si había habido algún desperfecto.La madera en la chimenea estaba recién apilada por lo que supuse que Pedro ya había pasado por allí esa mañana de lunes. Mala suerte, hubiéramos aprovechado su todo-terreno para bajarte al pueblo.Aquí no hay cobertura para el móvil. No podemos avisar a nadie. Voy a encender el fuego para que entres en calor. Después podremos bajar andando, más despacio.Me mirabas sin decir nada. Asombrada de mi actividad continua.Sobre la chimenea estaban los fósforos y papel para prender. Pedro siempre tan atento y con las cosas en orden.El papel comenzó a arder bajo la leña. Con unas revistas avivé el fuego.Seguías tiritando. Me fijé en tus piernas, amoratadas en ronchas.Acércate al fuego, ven. Tienes que entrar en calor.Tu ropa está empapada por el rocío, sería mejor que te la quitaras. Buscaré alguna manta, tiene que haber por aquí.Tus movimientos seguían siendo muy lentos. Te pusiste de pie. La mirada seguía perdida. Me pareció verte incomoda al quitarte el jersey que te había prestado.Tranquila me daré la vuelta para no molestarte.Hiciste un gesto de indiferencia. El jersey y la camiseta salieron unidos. Me sorprendí, no esperaba ver tus pechos desnudos. Sentí un ligero cosquilleo incontrolable en mi entrepierna. Retiré la mirada nervioso, tímido. La imagen de tus senos desnudos, firmes había quedado en mi cabeza. Hasta entonces no había reparado en tu belleza. Tan joven. Mis movimientos comenzaron a ser nerviosos alrededor de la habitación. El fuego comenzaba a cobrar fuerza.Abrí el cajón de una pequeña cómoda. Efectivamente allí había una manta de montaña.Al girarme con la manta en la mano… estabas allí desnuda. Me quedé paralizado. La manta en la mano, la boca abierta, ensimismado.Te diste cuenta y sonreíste. Eso me turbo más todavía. Habías descubierto que me gustabas.Todo cambió. Tomaste el control. Dejé de pensar. Escuché: ven acércate.Cogiste la manta que llevaba en la mano. Mi mano siguió agarrada al otro extremo.De pronto tu mirada me pareció sensual, irresistible.La distancia entre nosotros se redujo. Antes de que pudiera decir nada sentí tus labios sobre los míos. Tus brazos que me rodeaban.Aquella frase: “Conozco la mejor forma de entrar en calor” terminó de paralizarme.Extendiste la manta frente al fuego y agarrando mis manos me invitaste a sentarme junto a ti.Intenté responder: “No, no tienes que…”Mis labios fueron de nuevo sellados por los tuyos.Esa mirada tan tierna… Las manos que comenzaron a soltar los botones de la camisa. Los dedos jugando con el vello de mi torso.Te abracé tímidamente. El contacto de mis dedos con la piel de tu espalda, me llevó a la realidad. No habría marcha atrás aquello llegaría a su final.La camisa quedó totalmente abierta. Nuestras lenguas comenzaron a jugar con pasión. El movimiento de las manos se aceleró. La camisa cayó al suelo. Mis manos subían y bajaban por la espalda. Estaba excitado. Te sentía excitada.Una de tus manos fue directa al botón del pantalón. Me dejaba hacer. Estaba sorprendido de tu avidez.“He tenido suerte de ser rescatada por un hombre como tú” dijiste a la vez que tu mano se coló dentro de mi ropa. Estaba helada. Mi miembro estaba erecto, caliente. Sentí la mano deslizarse hasta los huevos. “Aquí se calentará rápido” dijiste mirándome de forma pícara.Pensé decir “Estoy en tus manos”, nunca más apropiado.Sin dejar de besarnos, sentí la presión de tus manos en mi pecho invitándome a tumbarme sobre la manta, en el suelo. No pensaba, solo sentía, disfrutaba.Tus senos entraron en contacto con mi torso. Pensaba para mí sin hablar. “Esto es una pasada…Que tetas…Si sigue así va a hacer que me corra en un momento”Tu boca besó el cuello. Mi piel se erizó por completo. La boca comenzó a bajar lentamente por el torso. Tu mano seguía acariciando mi pene. Lo sentía arder, hincharse más y más. El roce de la lengua en los pezones. Un mordisco me hizo reaccionar. Imaginé cual era el destino en el descenso de tu boca.“No, quieta. No podré soportarlo. Después. Ahora montamé”Me sentía dominado. Descubrí la picardía en tus ojos. Esa sonrisa dominante y tu voz dulce. “Como quieras”Mis brazos se desvanecieron hacia atrás. Abrí los ojos para contemplar tus pechos, erguidos. Los pezones duros. El fuego estaba a solo un metro de distancia y había cobrado toda su fuerza. Sudaba.Apoyada en las palmas de tus manos y sobre tus rodillas, comenzaste a mover tus caderas. Subías y bajabas rozando tu pelvis con la mía. Sentí la humedad de tu sexo restregándose en el mío. Mas pensamientos “Pero que hace… me está volviendo loco…” Tus pechos se movían a pocos centímetros de mi boca. Me adivinaste el pensamiento. Un pezón rozo mis labios. Rápidamente retirado. Moví mis brazos para agarrarte y retenerte cerca. Lo dejaste claro “No, no, no tu quietecito”“No puedo más, Metetela “Tu mano agarró mi pene. Un intenso calor húmedo me mojó la punta. Clavé los talones en el suelo para impulsarme. Se deslizó. Suave. Sentí como tu carne se abría. Abrazándome, adaptándose. Toda dentro. Tus nalgas chocaban con mis huevos. Vi tú cuerpo echado hacia atrás. Los ojos entrecerrados. Disfrutando de la penetración completa. Comenzaste a moverte, arriba y abajo. Mis manos agarraron tus caderas, acompañando los movimientos. Gemidos entrecortados. Olor a sexo. Ruido de dos cuerpos chocando. Los movimientos cada vez más acelerados, salvajes. Dejándonos ir.Sintiendo la naturaleza. Un calor intenso en mis testículos. Un latigazo inconfudible a lo largo de todo mi pene. Chillé sin control. Seguías agitándote sobre mí. Agarré tus pechos entre mis manos. Pellizcaba tus pezones. Mis manos recorrían tu abdomen sin control. Mi semen explotó dentro de ti.“No pares” Apreté los talones para no perder fuerza. Chillabas, gemías. Adiviné que estabas llegando al orgasmo. Clavé las manos en tus caderas y apreté con fuerza. Mi polla aún mantenía algo de fuerza. Un grito seco. Convulsiones de tu sexo aferrado al mío. Un calor inconfundible. Esa sonrisa de satisfacción. Maravilloso. Sobraban las palabras. Tu cuerpo cedió cayendo junto al mío. Abrazados. Acurrucada entre mis brazos. Pasaron solo un par de minutos y me di cuenta de que te habías dormido.La noche había sido muy dura para ti.Aquella mañana de lunes fue inolvidable para mí. Y tu... ¿Recuerdas el despertar?