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Me aproveché al pillarle con las manos en la masa

en Amor filial

Lo primero de todo, agradecer las numerosas muestras de aceptación por mi anterior relato. No esperaba que contaros las artimañas que las  menos favorecidas usamos para ligaros os gustara tanto, pero en vista de los numerosos correos que he recibido y del contenido de los mismos, no puedo resistir la tentación de seguir contándoos mis experiencias.

Ésta en concreto fue con mi primo y ya hace unos cuantos años de ella. Por aquel entonces Juan, que así se llama, era poco menos que mi amor platónico: buen cuerpo, simpático y, a juzgar por como marcaba paquete en la piscina, bien dotado. Juan aún vivía con sus padres, mis tíos, y por aquel entonces él ni estudiaba ni trabajaba. Una mañana de un soleado lunes fui a su casa para pedirle que me dejara la cámara de video ya que yo me iba de viaje a Francia. Me encontré la puerta de la calle abierta por lo que subí a su piso, un segundo, y justo cuando iba a tocar la puerta me pareció escuchar unos ruidos en el interior.

Afiné el oído y mis sospechas se confirmaron: se trataba de gemidos. Prestando aún más atención me di cuenta de que era la tele ... mi primo, aprovechando que sus padres estaban trabajando, estaba viendo una película porno!!! Me quedé paralizada por unos segundos, sin saber muy bien qué hacer. La situación me resultaba morbosa porque estaba segura de que detrás de esa puerta tenía que estar Juan tocándose. De sólo pensarlo me ponía mala. Al momento tuve claro que si sabía jugar mis cartas mi amor platónico pasaría a mi polvo platónico, pero tenía que ser hábil ...

Finalmente toqué el timbre y al momento hoy un pequeño revuelo en el interior del piso, los gemidos cesaron, rápidos pasos descalzos y a los pocos segundos se abrió la puerta. Ahí estaba él, vestido tan sólo con unos pantalones cortos y una camiseta de tirantes. Al abrirse la puerta me invadió un olor a sexo y polla que nunca olvidaré y eso unido a su bulto más que apetecible ... pues me puse a mil!

- Hola Cris – acertó a decir, entre balbuceos.

- Hola Juan, vengo a por la cámara de video, que mañana me voy. ¿La has preparado o tenías algo más importante entre manos? – le dije poniendo la mirada más pícara posible.

 La cara del pobre Juan era todo un poema, no sabía ni qué decir, y yo, mientras tanto, disfrutaba de la situación, sonreía e intentaba resistir la tentación de mirar abajo. Como os conté en el anterior relato, si se consigue calentar lo suficiente a un chico, da lo mismo lo fea que seas, al final cae. En este caso, estaba la complicación de ser primos pero a mi favor jugaba que Juan ya estaba caliente, tenía que aprovechar el momento, pero tenía que ser lo antes posible, si pasaba el suficiente tiempo para que se le bajase el calentón, adiós polvo.

 - Si, claro, ahora la saco – me respondió

 - Parece que quiere salir sola ... – le respondí entrando por fin al piso, pasando por su lado y rozando con una mis manos su polla por encima de la ropa – si te parece veré algo de tele mientras tanto.

 Y antes de que pudiese impedírmelo, la encendí y aparecieron en pantalla una pareja, el chico estaba sentado en un sofá, completamente desnudo, mientras la chica, una morena de melena interminable, se encontraba de rodillas frente a él, comiéndosela entera.

Le miré. Estaba blanco. Yo le sonreí y me relaje.

- Ésta no la he visto, ¿al final se casan? – Se trataba de rebajar un poco la tensión del ambiente.

Él se acercó a mi con la intención de quitarme el mando pero yo fui más rápida y me lo metí entre las tetas.

- Si lo quieres vas a tener que cogerlo, ¿te atreves? – yo cada vez estaba más caliente, no se me podía escapar, deseaba que me follara como en mis fantasías ... tantas noches tocándome en la soledad de mi cama por fin iban a tener recompensa.

El pobre estaba pretrificado, evidentemente cuando se había levantado esa mañana lo último que habría esperado es que su prima la fea le pillara pajeándose y le tirase los trastos, y aunque puede que en otra situación ni se hubiera planteado ponerme un dedo encima, podía ver por su cara que lo estaba deseando.

A todo esto la chica de la película había terminado de comérsela al cachas con el que estaba y ahora se encontraba dando saltos sobre él, gimiendo sin parar, gemidos que jugaban a mi favor. En vista de que pasaban los segundos, consciente de que el tiempo jugaba en mi contra y aprovechando lo cerca que nos encontrábamos, me acerqué a él sin levantarme del sofá y comencé a acariciarle la polla por encima del pantalón. Seguía dura como una piedra y el tamaño era más que aceptable. Juan se limitó a cerrar los ojos y dejarse hacer, por lo que me jugué el todo por el todo y sin poder espera más se lo bajé poco a poco, dejando a la vista y a la altura de mi cara mi ansiado tesoro.

Comencé a lamérsela poco a poco, con suavidad, siempre hay tiempo para subir la intensidad. Primero la base, con la lengua bien fuera, mirándole los ojos, disfrutando del momento, del control que tenía sobre él. Luego fui subiendo, una y otra vez, hasta que llegué a la punta, jugué con ella y me la metí en la boca, primero un poco, luego todo lo que pude, y comencé a mamársela mientras con la mano no paraba de pajearle y de jugar con sus huevos. Por fin Juan reacción, se relajó, comenzó a gemir y me cogió de la cabeza. Me empujaba hacía él con suavidad. Estaba deliciosa.

Después de unos pocos minutos me pareció que se iba a correr, por lo que paré, me saque su polla de la boca y me recosté en el sofá a la vez que me quitaba la ropa. Juan no se lo pensó dos veces y se abalanzó sobre mi, me cogió de as muñecas llevándome los brazos por encima de la cabeza y con un hábil movimiento de cadera consiguió metérmela sin necesidad de cogerla. Fue bastante rudo y tuve suerte de llevar ya unos cuantos minutos chorreando o habría gritado y no precisamente de placer ... comenzó a follarme rápido y con fuerza, mientras me comía la boca con más ganas que destreza. La verdad es que no estaba resultando como en mis sueños y encima a ese ritmo iba a durar lo que un caramelo en la puerta de un colegio, por lo que me deshice de sus manos y sutilmente fui empujándolo hacía atrás hasta que me lo quité de encima. Le hice sentarse para luego ponerme encima de él, con movimientos pausados, sin prisas, disfrutando del momento. Le sonreí, le miré a los ojos y ahí comenzó mi clase magistral de besos. Comencé con unos cuantos furtivos, con cara de pícara, y algún lametón, para pasar a otros más profundos, con nuestras lenguas entrelazándose y, cuando menos se lo esperaba, me la metí y baje poco a poco, sintiendo como me entraba, gozándola como la ocasión merecía.

 

Empecé a cabalgarlo lentamente, sin dejar de mirarlo, de observar como disfrutaba con cada uno de mis movimientos. Juan me cogía las tetas, jugaba con ellas e intentaba lamerlas, yo seguía sin detenerme, cada vez más rápido, cada vez más profundo. Por fin empezaba a parecerse a una de las muchas veces que había fantaseado con mi primo y por fin sentí como una corriente recorría mi cuerpo, de pies a cabeza. Me corrí como hacía tiempo que no lo hacía. Ahora le tocaba a él. Cuando recuperé el control de mi cuerpo, me levanté de encima de él, me arrodillé y volví a comerme esa polla que tanto placer me acababa de dar. Sabía que no tardaría mucho en acabar y yo ya debía de llegar tarde a casa, por lo que aceleré mis movimientos. Cuando noté que se iba a correr me dispuse a apartar mi cara pero el me cogió con decisión del pelo, por lo que pensé que de perdidos al río y volví a mamársela. Entre gemidos de Juan recibí dentro de mi boca todos sus chorros y, aunque alguno se me escapó, pude tragármelo casi todo.

Él quedó recostado en el sofá. Yo me levanté, me vestí, le susurré que me trajera la cámara después de comer, apagué la televisión y me marché.