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Tradiciones Addams Parte 1 de 4

en Parodias

ACLARACIONES SOBRE LOS NOMBRES (Están según el doblaje de latinoamérica)

Gomez Addams: Homero

Pugsley Addams: Pericles

Miércoles Addams: Merlina

Lurch: largo

Cosa: Dedos

AHORA SÍ, EL RELATO:

CAPÍTULO 1

El reloj familiar sonó a las 6 PM en el momento en que Homero y Morticia Addams follaban en una banca del Mausoleo de su Mansión. La madre de Morticia se sentó en una vieja silla mecedora leyendo un libro cuya cubierta rezaba “Hongos”. No parecía sorprendida de lo que hacían su hija y yerno, como si estuviera acostumbrada. La vampiresa saltaba encima del miembro de su marido, quien besaba sus brazos y pálido cuello. Ella gemía de placer, en el momento en que el patriarca avisó que estaba a punto de correrse.

-¡Amada mía!

-Ma chére... -gimió ella, sintiendo que también iba a venirse. Elevó sus brazos al techo y los puso detrás de su cabeza. Sus pechos desnudos se agitaban al compás de su cuerpo en un vaivén siniestro.

Sintieron el escalofrío, aquello que inundó sus genitales y recorrió todo su cuerpo. Compartieron un orgasmo, en el momento en que a Morticia, tensa por la explosión de placer, se le ocurrió una idea.

Luego del momento, se pusieron la ropa y se abrazaron juntos. Homero volvió a recorrer con besos los brazos de su mujer.

“¿Largo?” llamó Morticia. El enorme mayordomo apareció repentinamente en la habitación, pausó y dio un gemido grave. “Llama a los niños por favor”. Él asintió y movió sus pies hacia la escalera, e hizo otro ruido, más fuerte, haciendo que la casa temblara como si hubiera un sismo.

-¿Ya debemos hablar con ellos? -preguntó Homero. Morticia estaba sentada en sus piernas y él besaba su brazo, recorriendo un camino hacia su cuello.

-No podemos seguir postergando esto, Homero. Es tiempo de que los sentemos y hablemos de esto como una familia. Ellos son jóvenes y los suficientemente grandes.

Homero asintió. La Abuela se quedó en silencio, pero miraba por sobre su libro para prestar más atención, intrigada incluso más que con la reciente escena de sexo. Pronto se escuchó el ruido de pies corriendo, y Pericles, el segundo hijo de los Addams fue el primero en aparecer. Un chico de gran contextura, corto cabello rubio, vestido con shorts y una camiseta a rayas. Merlina, su hermana, y la mayor de los Addams llegó atrás de él. Con calma bajó las escaleras, su largo cabello negro en coletas, su pequeña figura al interior de un vestido completamente negro. Pericles fue empujado por su hermana, y se quejó al caer, pero no parecía realmente molesto. Merlina lo pisó al llegar abajo, caminando con serenidad. Ambos se acercaron a sus padres.

-¿Sí, madre? -preguntó la niña.

-Niños, siéntense por favor, su padre y yo queremos hablar con ustedes -Los niños obedecieron, sentándose en el sillón verde y polvoriento con sus padres.

-¿Estamos en problemas? -preguntó Pericles, con excitación en su voz.

-No, muy lejos de eso -dijo Homero- solo hay algo que pensamos debemos hablar con ustedes sobre...

Se detuvo, como si se cuestionara sobre sus siguientes palabras. Miró a su esposa pidiendo ayuda. Ella se inclinó hacia sus niños, y sus suntuosos labios dieron una confortadora sonrisa.

-No queremos avergonzarlos, pero ustedes se están haciendo mayores y queremos que respondan a algo honestamente, ¿bien?- Los niños asintieron. Morticia se acomodó y su cara se volvió pálida otra vez- ¿Ustedes dos son... vírgenes?

Los chicos Addams se movieron incómodos en sus asientos, y se miraron.

-No vamos a pensar nada malo o bueno de lo que respondan. Solo nos preocupamos -dijo Homero. Sacó un puro y se puso a fumarlo. Los niños aún evadían la mirada de sus padres y no decían nada.

-¿Merlina? -preguntó Morticia de alguna manera aguda. La chica miró a su madre, un poco de rojo apareció en la otrora pálida cara.

-Sí, sí lo soy.

-¿Y tú Pericles? -el chico se mostró algo avergonzado, mirando sus pies.

-Sí, madre -Los dos padres intercambiaron una mirada preocupada. La abuela se movió incómoda en su asiento.

-Las cosas han cambiando. Nunca habrías visto algo así en mi época.

-Bien, bien -dijo Morticia gentilmente después de un momento -esto es un poco decepcionante. Como ustedes saben niños, nosotros los Addams tenemos una rica tradición de erotismo.

-Sí, madre- respondieron los chicos al unísono.

-Y si bien no es la más importante de las actividades de nuestro clan, las prácticas carnales y la experimentación tradicionalmente deberían empezar a más o menos su edad... si no incluso antes.

Los niños asintieron, la vergüenza aún escrita en sus rostros. Homero se acercó a su esposa y habló.

-No es el fin del mundo niños... es solo... queremos lo mejor para ustedes, y aprender sobre el Arte de la Lujuria es una parte importante del desarrollo de su personalidad, como un miembro orgulloso del clan Addams.

-Exacto -agregó Morticia -aprender los placeres de la carne...

Miró a Homero, un pequeño brillo apareció en su cara.

-Los oscuros, dulces delirios de la carnalidad -dijo Homero, tomando la mano de Morticia, sus ojos brillando de excitación, una amplia sonrisa cruzando sus labios.

-Orificios, probar, saborear... mmm... -la mano libre de Morticia acarició suavemente la mejilla de su esposo, a la vez que se perdía en su vista. Él besó profundamente su mano.

-El fervor de los amantes, moviéndose como bestias -Él besó su mano otra vez, antes que Morticia lo pusiera sobre el límite.

-Je suis voux.

-Oh, Tish -Él procedió a besar el largo de su brazo hasta el comienzo de su cuello, sus manos volando salvajes alrededor de su figura.

Después de un rato, Morticia, aunque claramente disfrutando aquella situación, volvió en sí.

-Después, querido -Homero la miró confundido y excitado, ella le explicó -Necesitamos terminar con los niños.

Homero lo pensó un momento y después, asintiendo, se volvió en su asiento.

-Sí, por supuesto, querida -Pericles, Merlina y la Abuela apenas habían notado la situación de sus padres. Ambos eran muy apasionados y no era extraño verlos distrayéndose uno con el otro de esa manera.

Morticia se inclinó, inquisitiva.

-¿Tienen alguna idea de por qué no han comenzado a explorar el mundo sexual?- Los chicos consideraron esto. Pericles fue el primero en hablar.

-Bueno, no es tanto que no pensáramos o quisiésemos, sino que bueno... realmente no sé mucho sobre eso -Merlina estaba de acuerdo con su hermano. Sus padres se miraron entre ellos con curiosidad.

-¿No les enseñan nada en la escuela? -Merlina y Pericles se miraron uno al otro.

-Bueno, sí madre pero... -Comenzó Merlina, pero la Abuela la interrumpió, dejando su libro a un lado para escuchar la conversación.

-¡Pish, posh, las escuelas de hoy! Todo es libros y papeles en esas clases. Recuerdo cuando era en casa. Por la familia. ¡Así se hacía cuando una jovencita quería una lección práctica sobre los hechos de la lujuria!- El resto de la familia la miró con curiosidad. Homero y Morticia se enfrentaron con la vista, la excitación entrando en sus caras. No había nada que necesitaran decir, se volvieron hacia la Abuela.

-Abuela, ¡Lo tienes! -exclamó Homero. Ella miró confundida.

-¿Tengo qué? -entonces alegremente -¿Es contagioso?

-No mamá. Sobre los niños -dijo Morticia. Se volvió hacia sus hijos sonriendo -Niños, este fin de semana, ustedes dos van a tener una lección de primera mano de mí justo aquí en casa. Tal vez de esa forma podamos arreglar la falta de responsabilidad de la escuela con ustedes, y aclarar sus preguntas.

Los dos chicos se sentaron excitados en sus asientos. Pericles gimió infantilmente y se rió. La cara de Merlina solo mostró una chispa, pero sus ojos estaban radiantes.

-También podría ayudar, Tish -se aventuró Homero.

-Sí querido, pero creo que para comenzar debemos ser simples. Además, esta es la tarea de una madre -Homero lo aprobó y luego miró a sus hijos con alegría en su cara.

-¿Qué dicen niños? ¿Suena aceptable? -Los niños asintieron empáticamente. La Abuela también aprobó.

-Ahora sí tiene sentido. Recuerdo cuando era niña. Mi madre, su abuela Morticia, era una profesora. Ella era una demonio, una hechicera, una súcubo -decía nostálgica- Me enseñó todo lo que sé.

-Bueno, está acordado entonces -exclamó Homero. Merlina y Pericles se levantaron y volvieron a las escaleras. Tres escalas quedaban y Merlina volvió a hacer caer a su hermano con la pierna en el suelo, y procedió a caminar sobre él directo a su habitación, su mente llena de excitación.

Los días entonces pasaron con normalidad. Sin embargo, bajo la calma había un dejo de anticipación. Homero y Morticia intercambiaban miradas de secreto. En la noche, con los chicos en la cama, podían escuchar mucho más fervor en las actividades de sus padres que lo normal. El piso crujía más fuerte, el muro sonaba con dureza, y sus voces gemían y aullaban más agudamente que lo usual. Oír esto solo aumentaba la excitación.

Finalmente, el sábado llegó.