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Tradiciones Addams Parte 3

en Parodias

CAPÍTULO 3

Los llevó hacia la muralla donde colgaban un par de manillas.

-Hmm... Déjenme ver... Pericles, dame tu mano, Merlina, ayúdame por favor -Sin dudar, ella tomó al chico por la cadera, levantó uno de sus brazos y lo puso en una manilla. Merlina la imitó con el otro brazo.

Pericles estaba ahora encadenado al muro con su espalda hacia su madre y hermana, encantado por la situación. La velocidad de su corazón aumentó, y temblaba. Las cosas se ponían interesantes.

-Merlina, dame ese látigo por favor -pidió la madre y la hija fue hacia el muro, tratando de mantener su compostura a pesar de su mirada infantil.

-Aquí tienes Madre -dijo al pasarle el instrumento a su madre.

-Gracias, querida -ella abrazó a su hijo por la espalda mientras intentaba verle su par de pechos como podía, girando su cara. Estaban a centímetros de su rostro.

Con su mano libre, Morticia acarició su mejilla con suavidad.

-Pericles, mi pequeño monstruo, ¿has sido una chico malo, cierto?

-Sí madre -respondió Pericles, su voz temblando con anticipación.

-Sí, muy malo.

-Oh sí madre, muy malo.

-Te mereces un castigo ¿Cierto?

-¡Oh sí, por favor!

Morticia sonrió mientras susurraba suavemente.

-Prepárate- miró a Merlina que observaba atentamente. Luego, con un repentino movimiento, como una espada, hizo chocar el látigo firmemente contra el trasero suave y redondo de Pericles. Él gruñía e inhalaba rápidamente, cuando un segundo después, fue golpeado de nuevo. Morticia tomaba profundos respiros entre cada golpe, con cada uno poniéndola visiblemente más excitada. Cuando dio el quinto, su cuerpo se estremeció seductoramente. La cara de Pericles se contorsionaba en una fusión bizarra de placer y dolor, y sus gruñidos era gradualmente más fuertes. Después de 10 golpes, Morticia cerró sus ojos, saboreaba el momento.

-No te detengas madre, ¡Por favor! ¡Se estaba poniendo muy bueno!

-En un momento querido. Merlina, quítale los pantalones a tu hermano -ordenó Morticia cuando volvió en sí. La chica corrió inmediatamente, quitando violentamente el cinturón de su hermano y bajando el pantalón, mostrando un par de bóxers grises. Desde su ángulo, ella podía ver un gran bulto al frente. -El resto también.

Sin perder un segundo, Merlina bajó los bóxers. Él no decía nada, solo movía su cuello de un lado a otra intentando ver mejor los procedimientos. Vio su falo poniéndose duro rápidamente. Desde atrás Morticia y Merlina observaban su gran trasero, normalmente pálido, tornándose cada vez más rojo.

-Gracias Merlina -dijo Morticia. Nuevamente golpeó el trasero de su hijo con el látigo con vigor. Pericles gruñía más fuerte ahora, con cada “¡THWAP!” que sonaba. Su pene engordaba y picaba, pero no era el único que disfrutaba.

Merlina miraba a su hermano gruñir, su rojo trasero, una madre golpeando a su hijo y mirándolo con hambre. El sonido del látigo en el trasero era placentero. Finalmente no pudo ignorar más la tensión que recorría su cuerpo. Estaba consciente del ardor entre sus propias piernas. Sus calzones iban a empaparse. No pudo soportarlo más. Su mano voló a su pecho y comenzó a sobarlo y masajearlo a través de su vestido. Empezó a pellizcar y apretar su pezón. Su otra mano la movía de arriba a abajo entre sus piernas, con toda la presión que podía poner. Sus ojos se cerraron. Morticia se detuvo y la miró.

-¿Merlina? -la chica abrió los ojos y terminó el auto masaje.

-¿Sí Madre?

-Sé que es excitante, me siento igual, pero trata de no meterte mucho en eso. Llévalo hasta el final, la tensión solo lo hará mejor después.

-Sí, Madre, lo siento -dijo mirando con pena. Sabía que tenía razón. Merlina dudaba que un entero equipo de ninfómanas y prostitutas pudieran estar al nivel de conocimiento sexual de su Madre. El pensamiento de ser torturada por ella la hizo llenarse de orgullo.

-Muy bien, ven aquí -dijo ella y atrajo a su hija al lado de Pericles -¿Cómo va mi pequeño monstruo? ¿Estuvo bien el castigo?

-¡Dioses Madre, estuvo fantástico! ¡Duele y quema y se siente genial! ¿Podrías castigarme un poco más? -dijo Pericles, sus palabras saliendo rápido. Morticia sonrió.

-En otro momento querido, tengo que mostrarle a Merlina algo -se arrodilló y le pidió a su hija que hiciera lo mismo. Estaban a la altura de la polla del chico, a punto de explotar, saliendo de un nido de poco pelo púbico rubio.

-Guau -susurró Merlina. Por supuesto que había visto fotos, revistas y películas pornográficas. Incluso había visto a su padre una o dos veces desnudo, ya que sus padres no eran del todo tímidos sobre sus hábitos, pero nunca tan de cerca. Tuvo que luchar con el deseo ancestral de tocarlo.

-¿Nunca habías visto uno, querida? -preguntó Morticia sonriendo.

-Nunca tan de cerca, ¡Dioses!

Morticia suspiró ensoñada.

-Sí, es muy impresionante para un chico de la edad de Pericles. Pero bueno, es un Addams, lo sacó de su padre.

-¿Puedo tocarlo Madre?

-Sí querida, pero sé muy gentil. Tu hermano está muy caliente y demasiada estimulación lo hará venirse. No queremos eso aún.

Lentamente Merlina llevó sus dedos hacia la erección de su hermano, comenzando con la base, a través del bosque de vello púbico, luego hacia los testículos, y el tronco.

-Je je, da cosquillas -rió Pericles infantilmente.

-Mira esto Merlina -dijo Morticia. Con extremo cuidado, puso sus dedos en el prepucio de Pericles y arrastró la piel hacia atrás revelando el púrpura interior -¿Ves que oscuro e hinchado es la punta? Eso es porque está llena de sangre, y está en un alto estado de excitación. Es la parte más sensible, así que aquí es donde hay que enfocarse para complacer a un hombre con la mano o boca. En este momento, con Pericles tan excitado y sus testículos tan llenos, asumiría que hay dolor en sus genitales ahora.

Ella miró la cara de su hijo.

-¿Duele, querido?

-Sí madre. Pica mucho, en mis bolas y el tronco. Se siente como si quemara.

-Maravilloso -Ella se levantó sonriendo -Ahora Pericles, voy a desencadenarte, pero antes quiero que me prometas que no jugarás contigo. Es mejor guardar el ardor.

-Lo prometo madre -dijo solemnemente. Las dos mujeres Addams procedieron a abrir las manillas. Sus brazos cayeron. Se quitó inmediatamente la camiseta.

Morticia cruzó la habitación y dejó el látigo en la muralla. Luego observó los otros objetos. Después de un momento de consideración...

-Ah, esto servirá. Merlina, ven aquí -al decir eso tomó una cadena muy larga. Al final de ella había un collar de metal. Merlina caminó hacia su madre y esperó las instrucciones. Pericles miraba la escena en silencio, gentilmente tocando sus testículos. Morticia se giró y miró a su hija. Le habló con seriedad y le pasó el collar -¡Ponte esto!

-Sí Madre -dijo Merlina, aun manteniendo su compostura. Después de hacer a un lado sus largas coletas, puso el collar alrededor de su cuello. Se ajustaba lo suficiente como para arañar su piel, aunque no lo suficiente como para cortarle el aire. Morticia aseguró el collar y la miró complacida. Luego metió una llave en su vestido.

-Ponte de rodillas -Merlina se arrodilló y miró a los ojos de su madre. Esa mirada era simultáneamente fría, seductora y maternal. Ella tomó la cadena alrededor de su mano y sonrió -Merlina, la pequeña súcubo de Mamá. ¿Eres una mujer Addams?

-Sí lo soy Madre.

-¿Qué eres?

-Soy una mujer Addams -respondió Merlina. Su carne le hervía.

-¿Y eres una pequeña puta?

-Oh, sí Madre.

-Dilo querida -pidió Morticia, su voz seria pero rostro maternal. La emoción comenzó a crecer en Merlina. Una orgullosa mueca apareció mientras sus labios quebraban su rostro sin humor.

-Soy una pequeña puta.

-Sí lo eres, y te gusta ¿No? Ser una puta, ser una degenerada, ser una pervertida, ser una zorra ¿No es así?

-¡Más que nada en el mundo madre!

-¿Y por qué es eso?

-¡Porque soy una Addams!

Morticia tiró de la cadena y la chocó con ternura contra la mejilla de Merlina.

-Sí querida. Sígueme.

Ella comenzó a caminar, y Merlina iba a levantarse para seguirla, pero Morticia lanzó un rotundo “No”.

-No Merlina, quédate en el piso y arrástrate en cuatro patas, como una pequeña bestia, una perra.

-Sí Madre -dijo Merlina, regresando al frío suelo de piedra y poniéndose en manos y rodillas. Morticia la llevó de la cadena hacia la esquina donde estaba el pizarrón. Se detuvo y le hizo mirar arriba a su hija.

-Párate -dijo y la chica obedeció. Tomó una tiza y se la entregó a la niña -Quiero que escribas en la pizarra “YO, MERLINA ADDAMS, SOY UNA PUTA Y ESTOY ORGULLOSA DE ELLO” una y otra vez hasta que te diga que pares.

-Sí Madre- obedeció Merlina. Tomó la tiza y comenzó a escribir mientras su Madre y hermano miraban. Era tal placentero ser ordenada y degradada así. Merlina sabía que así como era recibir, sería muy divertido infligir mucho más.

A medida que escribía, Morticia ponía el marcador laser en el trasero de la niña, irradiándola con dolor en el cuerpo. Merlina inhalaba profundamente mientras continuaba con la tarea. Con cada vez que su madre ponía el marcador en su trasero, ella saltaba y gruñía de dolor y placer. Morticia también hablaba de vez en cuando.

-Has sido muy mala Merlina, muy sucia, eres la petit putain de Mamá -Después de 20 líneas, Morticia le dijo que parara y se volteara. La chica los miró. El dolor, el calor, el collar habían aumentado su deseo sexual. Ella lo sentía en su cara, su estómago, sus pechos y su entrepierna. Morticia le dio una orden con orgullo en la voz -Ahora, dínoslo.

-Yo, Merlina Addams, soy una puta, una zorra, una degenerada pervertida, una maníaca come penes, una ninfómana perdida, y estoy orgullosa de ello- Morticia elevó sus cejas y en una baja, seductora voz...

-Actúa como una entonces. Quítate la ropa para tu hermano y para mí.

Inmediatamente la chica lanzó sus zapatos. Lentamente desabotonó su vestido revelando la camisa pálida y blanca bajo éste. Luego se quitó los pantalones. Botón por botón se fue revelando de arriba a abajo. Finalmente el negro sostén cayó al suelo y sus calzones empapados se deslizaron hacia los pies. La chica estaba completamente desnuda excepto por el collar alrededor del cuello y los grises calcetines. Sus pechos eran ya solo un poco más pequeños que los de su madre. Una creciente madeja de vello salía de su entrepierna. Morticia no gastó tiempo.

-Ven aquí Pericles -ordenó. El chico avanzó lentamente, sin dejar de mirar a su adorable y desnuda hermana. La rivalidad y deseos homicidas que siempre sintió por ella estaba siendo apañado por su excitación. Su duro y grande pene lo revelaba -Merlina, siéntate y abre las piernas para que podamos verte.

Ella obedeció instantáneamente. Dobló las rodillas y abrió las piernas, revelando la rajita de su vagina. Madre e hijo observaron. La boca de Pericles mostraba fascinación.

-Guau... ¡la concha de Merlina!

-Sí querido, es una linda vista ¿No es así? Mira esto -se arrodilló y con la mano libre gentilmente abrió los labios mayores revelando la rosa carne adentro -Este agujero es la vagina donde va la polla. El hoyito pequeño es para orinar. Y esto...

-Ah... -un pequeño gemido salió de Merlina cuando su madre tocó el puntito rosa.

-... Es el clítoris. La gran fuente de placer de la mujer -con sus dedos lentamente acarició el pequeño botoncito, haciendo gemir a la chica aun con compostura -Parece que a mi pequeña súcubo le gusta eso.

-Lo amo madre. Quiero ser una sucia puta.

-Oh Merlina, lo serás pronto. Puedes tocarlo si quieres Pericles.

Él se arrodilló y tocó los genitales de su hermana con curiosidad. Tocó con la punta de sus dedos. Merlina se agitó otra vez.

-¡Dioses, está mojado!- exclamó, y rió.

-Eso pasa cuando estoy cachonda -explicó Merlina.

-Precisamente -dijo Morticia -Vengan, ya es suficiente.

Se levantó igual que sus hijos. Firmemente le prohibió a Pericles seguir experimentando con la chica por ahora, ya que había otras cosas que hacer. Morticia sacó la llave de su vestido.

-¿Le gustaría a la bestia ser desencadenada? -preguntó. Merlina se agitó lentamente.

-Si tienes que hacerlo Madre.

-¿Qué se dice? -preguntó la madre con la llave en la mano, caminando hacia ella.

-¡Date prisa y hazlo! -ordenó Merlina con fuerza, pero sin real malicia. Morticia procedió a desencadenar a la chica. Una marca roja se mostró en su cuello.